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FRÍO.

A pesar de haber corrido durante horas, Mika tenía frío.

El día en que su madre murió, y el que salió corriendo lejos de su casa, sintió un escalofrío desconocido muy dentro de su ser. Una frialdad que, ella no sabía, la acompañaría durante el resto de su vida.

Recordaba haber corrido como si estuviera en una maratón hasta que sus piernas se cansaron. Era todavía muy pequeña, y aunque ya la habían acostumbrado al deporte, era apenas tan resistente como una niña de cinco podía ser. De vez en cuando, se resentía por eso; porque no era capaz de exceder los límites mortales que la ataban a un estándar predeterminado. Por ser humana. Porque no importaba cuánto quisiera ser perfecta, los seres humanos están hechos para errar, y eso era algo que ella detestaba. Así que, en ocasiones, detestaba su propia humanidad. ¿Por qué no podía ser un ser superior inalcanzable, que ni siquiera tiene que correr porque siempre puede llegar a donde quiere sin esforzarse? ¿Por qué ella, a pesar de lo mucho que quería, tenía que ser dándolo todo; incluso más de lo que tenía con el fin de alcanzar aquello que anhelaba? ¿Por qué ella tenía que correr? ¿Por qué ella tenía que sufrir?

Adoloridas y acalambradas, sus piernas también decidieron fallarle cuando de un pronto a otro cayó de cara en el suelo. Su cara se llenó de raspones, pero en vez de llorar, solo frunció el ceño.

Odiaba esa sensación.

Estar tirada en el suelo sin poder hacer nada... herida, sin saber a dónde iba y estando indefensa... mirando hacia arriba desde el suelo...

Lo odiaba.

Cuando estás en el suelo al caerte de cara, de hecho, ni siquiera puedes ver hacia arriba. Solo ves el suelo sucio y feo en el que se estrelló tu rostro, y la vista es horrible. Te hace sentir patético. Como una hormiga que no se da cuenta del humano sosteniendo una lupa y que está a punto de matarla con el sol. ¿Era así como se sentía dios acerca de sus creaciones? ¿Como hormigas a las que en cualquier momento puede apuntar la lupa y hacerlas desaparecer? ¿O escucharía sus oraciones sobre querer seguir manteniéndose en el plano mortal al menos hasta tener la edad para probar alcohol? Aunque... si era sincera, el alcohol sonaba asqueroso. Quizás se mantendría con vida hasta poder besar a un chico. Eso era un estándar, ¿no? ¿Una de esas cosas que sí o sí debes hacer aunque sea una vez en tu vida para decir que está completa?

....

Que desalentador.

Pasos lentos haciéndose más ruidosos al segundo llamaron su atención; dos pares de pies en el suelo en el que su cara también estaba. Al detenerse frente a ella, uno de ellos habló:

— Si no te gusta estar en el suelo, tienes que empezar levantando la cara. — sus palabras no tuvieron ningún sentido para ella de inmediato. No le dio un nombre ni una explicación ni nada, solo un consejo raro que ella no pidió. — Así que, levanta la cabeza. Debes ponerla en alto y nunca bajarla, para que cuando mires abajo desde ahí, sean los demás los que están en el suelo.

Sin decirle nada más, la agarró del cuello de su camisa y con eso se levantó por fin. No la tocó directamente, así que Mika no se molestó en reclamarle por haberla tocado. Tampoco dijo nada de inmediato, solo se sacudió la ropa y quiso darse la vuelta para irse. Pero antes de que pudiera hacerlo, sintió su agarre de nuevo; esta vez en su manga.

— ¿Me sueltas?

— ¿Por qué te caíste?

— Estaba corriendo y mis piernas se cansaron.

— ¿De qué estabas corriendo?

— Casa.

— ¿Por qué?

— ¿A ti qué te importa? — en vez de haberse enojado cuando todo el mundo lo hacía cuando se ponía grosera, él se rió de su respuesta.

— Si no quieres hablar de ello no importa. Pero si estabas huyendo de casa, asumo que no tienes familia.

— Tenía hasta hace poco. Mi mamá murió ayer en un accidente, mi papá ya murió hace mucho tiempo, y a mi hermano lo están tratando de alejar de mí. Así que me fui.

— Hmm... ¿Y cómo te sientes al respecto? ¿Estabas extrañando mucho a tu mamá?

— Si murió, murió. No la puedo traer de vuelta y ya no está para cuidarme; esa es la realidad. Solo me queda seguir adelante sola y vivir por mí. — lo escuchó reírse de nuevo.

— Me gusta esa respuesta. Entonces, ¿qué opinas de esto? A partir de ahora, nosotros dos seremos tu familia.

— ¿Para qué? No necesito eso. Y no los conozco de nada.

— ¿Eso importa? ¿No es mejor estar con nosotros dos a quedarte sola?

— Supongo.

— Kakucho es mi siervo, pero tú me caes bien. Puedes ser tú misma.

— Izana, la forma en que dijiste eso te hace ver cruel. — el otro niño le habló. — Además, ¿cómo que ella sí te cae bien?

— Tranquilo, tranquilo. También me agradas.

— Que raros son estos dos...

— Pero es mejor tenernos a nosotros que a nadie, ¿verdad? Piénsalo, no podías seguir corriendo por siempre; necesitabas un lugar para quedarte. Puedes estar con nosotros.

— Bueno... supongo que si lo pones así, es lógico.

Tres años fue lo que aquellos niños estuvieron juntos desde entonces. Mika fue una pequeña pero significativa adición a su grupo, pues en poco tiempo ambos acabarían apegados a ella de una manera que nunca se hubieran imaginado. Quizás era por ser la única niña y la más pequeña de estatura, pero sentían un inexplicable deseo por protegerla y ayudarla en todo lo que pudieran. Querían lo mejor para ella, y ella lo agradecía. Mika, en aquel entonces, quizás no era tan fría como en el presente, pues incluso con su actitud extraña, se sentía cómoda estando con ellos. Los tres se habían vuelto una pequeña familia que se dispuso a cuidarse entre ellos mientras crecían. Mika los quería; les tenía mucho aprecio en aquel tiempo. La recibieron cuando corrió de su casa y nunca la juzgaron. Los tres huérfanos quizás no tenían a nadie más en el mundo en el momento, pero se tenían el uno al otro.

Demasiado cursi.

— Mika, ¡está nevando! — Izana la jaló del brazo tan pronto como dijo aquello, sin siquiera esperar una respuesta de su parte. Kakucho corrió también hacia afuera, emocionado, mientras ella se dejaba arrastrar hasta la puerta.

— ¡Nieve! — los dos varones estaban eufóricos, pero Mika se quedó inmóvil frente al suelo nevado.

— ¡Ven, Mika! — Izana la alentó, solo para verla mover la cabeza disgustada.

— No quiero tocar la nieve.

— ¿Por qué no?

— No me gusta.

— ¡Ven a jugar en la nieve!

— ¿No me escuchaste?

— ¡Pero el día está muy bonito para que te quedes ahí viendo! Además, quiero que estemos todos juntos.

— ¡Ya sé, espera! — Kakucho exclamó, corriendo de vuelta hacia Mika cuando una idea surgió en su cabeza. Tomó a la más pequeña en sus brazos y la levantó del suelo. — Así no tocas la nieve. — le dijo caminando él en vez de dejarla a ella hacerlo por su cuenta.

—...Gracias. — Kakucho sonrió, extrañamente satisfecho al escuchar su gratitud, hasta que sintió el frío golpear su cabeza y a un muy culpable Izana sosteniendo unas pocas bolas de nieve.

— ¡Ay! ¡Izana, eso no es justo! ¡Ni siquiera habíamos empezado el juego!

— Las reglas están hechas para romperse, idiota.

— ¡Me vas a hacer tirar a Mika!

— ¿Quién te dijo que la podías cargar así nada más? — dio unos cuantos pasos hacia ellos, y tomó a Mika en sus brazos para quitársela a Kakucho. Pero algo tramaba; ella lo supo en cuanto lo vio sonreír. Y para cuando se dio cuenta, Izana la agarró fuerte y la tiró a la nieve, prácticamente cayendo también en el proceso. Ambos cuerpos resonaron con el choque contra la nieve, y Mika acabó por arrastrarse un poco del mismo impacto.

— ¡Izana, ¿qué pasa contigo?! — le gritó, absolutamente frustrada por el frío de la nieve.

— ¿Viste? La nieve no está tan mal.

— ¡Te dije que no quería tocar la nieve! — le lanzó una bola de nieve que hizo en el momento, y lo escuchó reírse ligeramente, hasta que ella se le lanzó encima para atacarlo.

— ¡Eh, tranquila! ¡Lo siento, lo siento! ¿Era eso lo que querías escuchar? Quería que vieras lo divertida que es la nieve.

— ¡No te lo pedí! — Izana rió con fuerza, pronto contagiando a Kakucho de su risa. — Que malos...

— Lo siento, Mika. — Kakucho se limpió una lágrima causada por la risa del rostro.

— Me voy a jugar sola.

— Ya, ya, tranquila. — Izana la detuvo, parando de reír. — En vez de eso, hagamos un iglú.

Terminó por acceder, dando paso a la actividad donde los tres ayudaron a construir un iglú pequeño. Probablemente apenas y cabían los tres ahí, pero era suficiente.

— ¡Lo logramos!

— Este es el castillo de nuestro reino. — Izana declaró, lleno de confianza y determinación.

— ¿"Nuestro reino"? — repitió Mika.

— ¡Sí! — los tres se metieron al iglú, con Mika en el medio donde apenas la parte superior de sus cuerpos cabía; la noche ya asomándose en el horizonte. Izana comenzó a dar su explicación mientras garabateaba en un papel. — ¡Miren, este es nuestro plan ultrasecreto! ¡Pondremos en marcha este plan y haremos el reino más fuerte antes de ser adultos! Yo soy el rey... y Kakucho, mi siervo, eres... hmm... veamos... ¡te daré tu propio escuadrón!

— ¿Escuadrón...?

— Lucharán por nuestro país.

— ¿Y yo? — Mika preguntó.

— ¡Tú serás la reina! No puede haber rey sin reina, ¿verdad? Y eres muy importante como para luchar en la primera línea. ¡Tienes que estar a cargo de todo! Me puedes aconsejar y yo haré lo que tú quieras. ¡Eres la más importante! ¡Estarás en lo más alto!

— Hmm... pero, ¿ser rey y reina no implica estar casados?

— ¿Eso qué tiene? Nos podemos casar.

— No.

— ¡¿Por qué no?!

— No quiero.

— ¿Por lo menos sí quieres ser reina?

—...Ser reina no suena desagradable.

— ¡Entonces resuelto! Yo seré rey, tú serás reina y Kakucho tendrá un escuadrón. — recostó la cabeza en el suelo, usando los brazos de almohada. — Haremos ciudadanos a todos los que no tienen familia... y les daremos un lugar al que puedan llamar hogar.

— Hmm... — los tres salieron del iglú, donde Izana señaló a la nada y empezó a pretender cómo sería cuando sea rey.

— ¡Ciudadanos, paguen sus impuestos! Justo así.

— Jajaja, así pareces más tú. — Kakucho se rió.

— Por eso no podemos perder nunca a partir de ahora.

— ¡Entiendo! Si ese es el caso, ¡entonces no perderemos ni una vez! — los dos niños se tiraron al suelo, mientras Mika se quedó parada escuchando. — ¿Cómo se llama nuestro país?

— A ver... si yo soy Tang Sanzsang... entonces tú eres Sun Wukong, ¿verdad?

— ¿Viaje al oeste...?

— ¡El nombre de nuestro reino es Tenjiku!

— Tenjiku, huh... ¡Estoy seguro de que podrás crear una gran era!

🌙 La verdad me faltaba incluir más sobre el lore de Mika pero meh, creo que voy a seguir con la historia normal y revelar eso otro más adelante.

Besitos en las manos, cuídense y tomen mucha agua.

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