𝚇𝚇𝚅𝙸
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𝟷𝟺 ᴅᴇ ɴᴏᴠɪᴇᴍʙʀᴇ ☽
— ¿Y Mika dónde está?
— Ah, dijo que iba a ver a Kazutora. Ya le dieron su sentencia o algo así. ¿Por qué te interesa?
— Se la pasa todo el día yendo a todos lados... es natural que sienta curiosidad. — le dio una sonrisa maliciosa.
—Tranquilo, Kisaki, no trato de robarte a tu novia.
— No es mi novia. — se defendió, a pesar de que sus mejillas estaban rojas. — No tenemos nada serio todavía... — analizó sus propias palabras y sonrió para sí mismo. — “Todavía”. Ah, no debería emocionarme. Son cosas como estas las que causan los errores.
— ¿Y entonces para qué aceptas?
— Llegamos a un acuerdo, ¿sí? Los dos coincidimos en que todavía no sabemos si es conveniente una relación oficial. Por eso no lo formalizamos.
— Actúan como novios, pero son amigos... ¿socios? ¿Amantes? ¿Amigos con derechos? ¿Cómo le llaman?
— También decidimos no ponerle una etiqueta; es más fácil. Como sea, está bien. Resultó inesperado, pero es una ventaja... Mika se enamoró de mí, así que sabemos que no nos va a traicionar. Era lo que quería; no hace falta llegar más lejos que esto con ella. — hizo una pausa. — Era lo quería, entonces... ¿por qué todavía no me siento satisfecho?
— Quién sabe. Te enamoraste también, supongo.
— Es muy pronto para saber eso; no la conozco desde hace tanto. ¿Tú dirías que estás enamorado de ella?
— Sí.
— ¿Por qué respondes tan rápido?
— Es atractiva e inteligente, es emocionante estar a su alrededor y tiene encanto natural. ¿Qué más se necesita?
— ¿Valores y decencia humana? — se detuvo. — Olvídalo, se me olvida con quién estoy hablando.
Mika se mantuvo sentada frente a Kazutora, un vidrio separándolos para asegurarse de que él no fuera a intentar nada, y esperó una respuesta.
— Diez años.
— ¿Diez? — repitió. — Es bastante... no saldrás hasta que seas adulto. Lo siento.
— ¡No tienes que disculparte, Mika! — la detuvo. — En todo caso, es culpa mía... dije que iba a cargar con la culpa. No hice lo que me pediste bien y terminé así...
— ¿Seguro? Quizás si no te lo hubiera pedido-
— Está bien, no quiero que te culpes. Tú no hiciste nada malo, Mika.
— Eres increíble, Kazutora. — sus palabras lograron sorprenderlo. — Vas a cargar con la culpa. Yo no podría. Si yo estuviera en tu lugar... probablemente... me quitaría la vida.
— ¿La vida...?
— En fin, es sólo mi opinión. Tú eres libre de hacer lo que consideres correcto. No puedo prometer mucho, pero trataré de enviarte cartas.
— ¿Lo dices en serio? — ella asintió. — ¡Gracias!
— No es nada. Lamento no poder quedarme mucho tiempo, pero tengo cosas que hacer.
— No te preocupes; tu presencia, aunque sea corta, ya me hace sentir mejor.
Se marchó después de eso. Si no recordaba mal, también era el cumpleaños de Emma... ¿o se estaba confundiendo? Le dejaría un mensaje por si acaso.
Pasó un día, y durante la noche la ToMan tuvo otra reunión acerca de la pelea con Valhalla. Hanma se presentó y todos los miembros pasaron a ser de ToMan. Además, nombraron a Takemichi líder de la primera división, dada la ausencia de Baji.
O sea que Takemichi ahora era miembro oficial de la ToMan. De nuevo ese chico complicándole las cosas.
Quién sabe qué pasaría en el futuro...
Aɴ̃ᴏ 𝟸𝟶𝟷𝟽 ☽
El futuro, ese que uno siempre se pregunta cómo será. Con tanto viaje en el tiempo, por supuesto que había cambiado.
— Ya llegué a casa. — Mika anunció, siendo recibida de inmediato por un abrazo en sus piernas. Un niño.
Su hijo.
Con sus mismos ojos grises, pero el cabello negro natural de su padre. Se parecería un montón a su tío Shikei si no usara anteojos.
— Bienvenida, mamá. ¿Cómo te fue?
— Normal. ¿Y tú? ¿Estudiaste?
— Sí. — trató de mirar detrás de ella. — ¿Papá vino contigo?
— Lo siento, hoy no. — el niño la soltó y empezó a caminar de regreso a donde estaba. — No estés resentido. Sabes que no puede evitarlo.
— Pero es mi papá...
— Debería llegar pronto. No vino conmigo, pero me dijo que no tardaría mucho.
—...Eso dice siempre, y nunca llega. No soy tonto; sé que no le importa.
Contradiciendo sus palabras, la principal se volvió a abrir, y sus ojitos se iluminaron al ver a su papá. Que por si no había quedado claro, es Kisaki.
— Llegué. ¿Mika? — iba a caminar cuando su hijo se puso frente a él. — Hola a ti también.
— ¡Bienvenido!
— ¿Sabes si mamá está en casa? No me puedo quedar mucho; sólo vengo de paso para-
— Sí, está. — se resintió otra vez. — Por allá... pero antes, ¿puedes-
— Lo siento, necesito a tu mamá un momento y luego me tengo que ir de nuevo. Quizás la próxima vez. — el niño no estaba nada contento con esa respuesta, pero Kisaki parecía no notarlo.
— ¡Mamá! — le gritó. — Mami, ayúdame. — corrió hasta donde estaba ella antes de que llegara su papá y la jaló del brazo hasta la mesa donde había estado leyendo. — Ya terminé el libro que me diste; el de la historia familiar.
— Eso es bueno, ¿no? ¿Para qué necesitas ayuda?
— Quería que lo supieras, es todo. — y también desviar su atención de su papá.
— ¿Y qué te pareció el libro?
— Me gustó, y me hizo entender muchas cosas. No sabía que la familia tenía tanta historia... ¡me siento feliz de formar parte de ella!
— Bien por ti. — le acarició la cabeza con suavidad.
— ¿Tú también te sentiste así cuando lo leíste por primera vez?
— Yo era un poco más joven que tú; no pensé mucho al respecto.
— Mika, ahí estás. — Kisaki interrumpió su pequeña conversación. — ¿Puedo hablarte?
— Voy. Ya regreso. — le indicó a su hijo, quien de nuevo, no estaba contento. Se alejaron un poco y fueron hasta la cocina para hablar. Mika no se sorprendió cuando lo primero que él hizo fue darle un abrazo, seguido de un beso en la mejilla.
— Lo siento por tardarme.
— Deberías decirle eso a tu hijo. Pasó todo el día esperándote.
— Ah, eso... — tomó una de sus manos; la mano que tenía el anillo que le dio al casarse con ella. Agarró con sumo cuidado el dedo donde se encontraba dicho anillo, luego el objeto en particular, y empezó a girarlo; pasando sus dedos por el material del que estaba hecho casi como si fuera quitárselo. Excepto que no lo haría; jugar así con el objeto parecía calmarlo por alguna razón.
— Oye, ¿cuántos años llevamos casados?
— Seis, porque nuestro hijo tiene cuatro.
— Mal. Tiene cinco años.
— ¿De verdad? ¿Cuándo los cumplió?
— El mes pasado. Lo sabrías si hubieras estado en su fiesta de cumpleaños.
— Cierto... tenía algo que hacer ese día.
— Aún así, ¿no pudiste hacer ni un espacio para ir al cumpleaños de tu hijo?
— Pensé que se enojaría más si iba y me marchaba después de cinco minutos.
— Hubiera apreciado esos cinco minutos. Él te estima mucho, ¿sabes? Que estés presente en su vida es importante para él, pero te ve una vez cada tres meses.
— Si lo que quieres es que lo vea más-
— No lo hagas porque te lo dije yo. Es tu hijo también.
—...Cierto.
— ¿Alguna vez te hablé de mi papá?
— ¿No?
— Porque no era nada importante. — esas palabras lo hicieron reflexionar. — Murió cuando yo tenía dos años, y aún durante ese tiempo estuvo muy enfermo y se la pasaba en el hospital, así que no tengo recuerdos de él. No era importante; crecí sin papá y siempre me dio igual. ¿Quieres que tu hijo piense así también?
— Por supuesto que no... — dio un suspiro, y apoyó su cabeza en el hombro de la fémina. — No estés enojada conmigo, ¿sí?
— No lo estoy, pero piensa en mis palabras. No estuviste ahí, por eso no lo sabes... pero el pobre ni siquiera pudo disfrutar su cumpleaños por esperar a que llegaras, y fui yo la que tuvo que lidiar con la situación y escuchar todo lo que decía. “¿A qué hora va a venir papá?” “¿Puedes pedirle que se apure?” “No responde mis llamadas, ¿puedes llamarlo tú?” “Por favor, dile que venga” “A ti te escuchará” “Si se lo pides tú, estoy seguro que te hará caso”. Y nunca llegaste. Hanma trató de animarlo, pero estaba furioso. Lloró toda la noche.
— ¿No te dejé el regalo que le compré?
— Eso no significaba nada si no estabas ahí personalmente para dárselo. Tenía una pila enorme de regalos y la fiesta más cara que el dinero pudiera comprarle, pero lloró como magdalena porque tú no estabas.
— Entiendo lo que dices; trataré de verlo más. Pero sabes que me la paso ocupado; hoy voy a esa reunión.
— Lo sé, hoy es un día importante. Por eso iré contigo más tarde.
—...Gracias. — sujetó su cabeza por detrás para poder besarla, y aunque quería hacerlo rápido al principio, pronto se emocionó. Cuando se dio cuenta, estaba acercándola más a su cuerpo y el beso se hacía más intenso. Ella sujetó el cuello de su camisa y él la agarraba de la cintura.
Sin embargo, no pudo seguir mucho. Fue ella la que cortó su acción.
— Ahora no, tendrás que esperar por lo menos a que el niño esté dormido. — susurró. — Y además, no tengo ganas.
—...Está bien, puedo esperar. ¿Me acompañas a la reunión más tarde? Ya sabes los asuntos que tengo pendientes.
— Me aseguraré de pasar por ahí. — le dio un último beso rápido antes de separarse y caminar de vuelta a la sala. — Nos vemos más tarde; yo también tengo trabajo.
🌙 Lo lamento si hay alguna incoherencia; tengo sueño.
Besitos en las manos, cuídense y tomen mucha agua.
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