𝚇𝙸𝚅
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MIKA regresó a paso veloz hacia donde estaba Takemichi. Decidió que tenía que concentrarse en lo que estaba haciendo y su compañero tenía razón; todavía no había fallado. Además, no había manera de evitar la muerte de alguien. Incluso si Takemichi supiera de alguna forma que Draken iba a morir, no se podía evitar; era él quien debía preocuparse por fallar.
Al alcanzarlo, bajó la velocidad para ir al mismo ritmo al que él iba caminando. Draken estaba bastante grave, y Mika sabía que ir en dirección a un hospital hacía más fácil a una ambulancia el encontrarlos.
— ¿Llamaste a la ambulancia, Mika? — Takemichi se dirigió a ella mientras seguía caminando.
— Sí. — mintió. — Pero va a ser difícil que lleguen por el alboroto del festival. ¿Necesitas ayuda para cargarlo?
— Yo puedo. — aunque era obvio que le estaba costando.
Entonces, se escucharon los pasos de dos personas corriendo desde detrás de ellos.
— ¡Takemichi! ¡Mika! — Hinata y Emma se acercaron lo más rápido que podían. — ¡Pedimos una ambulancia!
Ah, entonces Seikyu hablaba en serio cuando le dijo que las había visto llamar.
— ¿Y Draken? — Emma preguntó.
— Tranquilas, sigue vivo. — le contestó Takemichi.
— Pero viendo sus heridas, no tiene mucha esperanza. — Mika agregó, por no decir que se suponía que iba a morir ese mismo día. Luego se arrepintió de ser tan directa cuando Emma se preocupó aún más.
Bajaron a Draken de la espalda de Takemichi y lo dejaron en el suelo, esperando por la llegada de la ambulancia.
— Dijeron que esperemos aquí, ¿no? — preguntó Takemichi.
— Así es, pero... debe de ser difícil llegar con la lluvia y el festival. — respondió Hina.
Emma se encontraba arrodillada para ver de cerca a Draken, y Mika en la misma posición para tratar de consolar a Emma. No quería darle falsas esperanzas diciéndole que iba a sobrevivir, pero tampoco quería ser demasiado cruel diciéndole que lo más seguro era que moriría.
— Emma, linda, — puso un brazo alrededor de sus hombros. — no te quiero ilusionar en vano; quiero ser sincera contigo. Las heridas de Draken son muy graves y ya perdió mucha sangre; su cabeza también fue lastimada... me temo que no tiene mucha esperanza.
— ¿No hay nada que podamos hacer para ayudar?
— Supongo que podríamos tratar detener el sangrado, pero para eso necesitaríamos un pedazo de tela limpia y seca y no tenemos ninguna.
— Entonces nada...
— Lo siento, Emma. — tenía que aligerar el ambiente. — Mi mamá solía decirme cuando era pequeña que, cuando alguien muere, su alma se separa de su cuerpo para conservar la esencia de su vida; esa persona va a conservar sus recuerdos y estará esperando a reunirse con sus seres queridos, deseando que vivan una vida feliz y esperen a poder encontrarse en su próxima vida. Entonces, cuando mueras tú, ya te van a estar esperando en las puertas del más allá; esa persona será quien te guíe y te acompañe hasta la reencarnación. Porque cuando dos personas se aman lo suficiente, ni siquiera la muerte va a ser capaz de separarlos.
— Ahora sí me vas a hacer llorar. — respondió. — Pero gracias, tu mamá decía cosas bonitas.
— Sí, ella era maravillosa; creía en la existencia del hilo rojo del destino y siempre me decía que las personas unidas por él no sólo estaban destinadas a encontrarse en esta vida, sino en todas las próximas.
— Bien. — su mirada se iluminó con determinación. — Me voy a mantener positiva.
Fueron interrumpidos por los pasos de varias personas que se estaban acercando; probablemente los mismos que le habían hecho eso a Draken y querían terminar con el trabajo. Sí, eso era; podía saber con sólo verlos que estaban buscando problemas.
— ¿Cómo? ¿Draken sigue vivo?
— Oigan, ¿qué hace aquí Tontomichi?
— ¿Qué crees que estás haciendo, sabandija? ¡Que alguien me traiga cinta adhesiva! — se burló, haciendo que sus acompañantes se rieran.
Mika se levantó del suelo, ya preparada para pegarle a alguien, pero Draken pareció tener la misma idea en ese mismo momento porque se sentó en el mismo lugar donde estaba.
— Takemicchi... — su voz salió hecha un susurro. — Gracias, Takemicchi. Huye con las chicas; voy a estar bien.
— ¿Que huya? — repitió.
— Date prisa, Takemicchi.
El mencionado no se movió; estuvo en silencio durante unos pocos minutos y luego gritó de la nada.
— ¡Soy patético! ¡¿Para qué demonios vine aquí?! — respiró profundo y extendió los brazos. — Hina, aléjate. Lo siento, Draken; gracias por darme valor.
El acto los dejó confundidos a todos mientras él se acercaba a sus oponentes. Mika hubiera intervenido, pero se dio cuenta de que debía dejarlo hacer las cosas por su cuenta de vez en cuando; no le hacía mal querer pelear él solo.
— ¿Qué haces? ¿Quieres morir tú también? — le preguntaron.
— ¿Seguro que no quieres huir, Tontomichi? — más risas siguieron tras ese comentario.
— No pienso huir. — hizo su mano un puño. — No voy a huir esta vez. Por todo lo que me pasó en la vida... voy a vengarme. Kiyomasa, aún tenemos cuentas pendientes; no terminamos nuestra pelea a puño limpio.
— ¿Qué?
— ¿De qué estás hablando? Por lo que vimos, está claro que perdiste.
— No perdí. — volvió a afirmar.
— Vaya, en ese caso... — habló Draken. — Apuesto 100 millones por Takemicchi. Es una ridiculez, pero qué más da.
— ¡Yo también apuesto 100 millones por él! — siguió Hina.
— ¡Yo 300 millones! — continuó Emma.
— Entonces, supongo que yo también debería apostar 300 millones. — agregó Mika.
— ¡¿Chicas?!
— Parece que todos perdieron la cabeza.
— No. — Draken volvió a hablar. — Takemicchi va a ganar.
— Gracias, chicos. — Takemichi les sonrió antes de dirigirse a su adversario. — ¡Vamos, Kiyomasa! ¡Pelea! — extendió su mano queriendo darle un golpe, pero una navaja que Kiyomasa tenía la atravesó por completo para dejarle una herida grande. Gritó con fuerza por el dolor.
— ¡Takemichi! — Hina quiso intervenir, pero Emma rápidamente la detuvo.
— ¡Hina, no vayas! ¡Es peligroso!
— ¡Suéltame! ¡Takemichi está...!
Por impulso, Mika estuvo a punto de lanzarse a ayudarlo hasta que una voz la detuvo.
— Déjalo, ésta es su pelea. — le advirtió Draken. — Deberías intervenir sólo si las cosas se ponen muy feas.
Que bueno que todavía tenía el chicle en la boca, porque necesitaba algo con que quitarse la ansiedad en ese momento.
— Que sorpresa. A juzgar por tu reacción, pensé que te había matado. — Kiyomasa siguió burlándose. — Esto no es una pelea a puño limpio; es tu ejecución. Te voy a matar, Hanagaki. — Takemichi sacó la navaja aún clavada en su muñeca, gritando de dolor al hacerlo, y trató de lanzar un golpe con su otra mano. Fue empujado de inmediato, haciendo que se deslice por el piso mojado. — ¿Qué pasa, Hanagaki? No me has dado ni un golpe.
Se levantó de inmediato, decidido a seguir peleando, y corrió hasta aferrarse a la cintura de Kiyomasa, donde le dieron un codazo en la espalda.
— ¡Takemichi! — Hina gritó.
— ¡Hanagaki, quedarás mal enfrente de tu chica! ¡Una mosca pega más fuerte que tú!
— ¿Sólo puedes agarrarte? ¿No puedes ser más patético?
En respuesta, Takemichi gritó y mordió a Kiyomasa.
— ¡Lo mordió!
— ¡Deja de hacer el ridículo, Tontomichi!
— ¡Pareces un niño!
— ¡Suéltame, desgraciado!
Takemichi ignoró todos esos comentarios, junto con los golpes que le estaba dando Kiyomasa para que lo soltara, y mordió más fuerte. Luego, se subió hasta la espalda de este, aferrándose con fuerza, y envolvió su cuello usando los brazos para ahorcarlo.
— ¡Me da igual no poder ser como Mikey! — habló de repente. — ¡Soy Takemichi Hanagaki!
La gritó desde el fondo de sus pulmones; probablemente se había escuchado muy lejos.
Mika miró con orgullo a su amigo, el que por fin había entendido que no debía tratar de ser algo que no era, y trató de calmar a Hinata que se había puesto a llorar. Supuso que fue gracias a ella que Takemichi aprendió sobre el valor de ser él mismo; estaba feliz de que él se hubiera conseguido una novia tan amable que actúe como una influencia buena en su vida.
— ¡Suéltame! — Kiyomasa trató de quitarse a Takemichi de encima.
— ¡No lo sueltes! — le gritó Draken.
El rubio teñido sujetó con toda su fuerza a su contrincante, resistiéndose a sus intentos por liberarse, y siguió aplicando fuerza a su cuello hasta que Kiyomasa se desplomó en el suelo junto a él, haciéndolos caer a ambos de espaldas. Fue hasta unos segundos después que reaccionó.
— ¿Gané? — se preguntó a sí mismo, casi sin creerse que de verdad lo logró. — Pude... vengarme. — se relajó por fin.
— ¡Takemichi!
— ¡Hina, no vengas! — la detuvo. Se quitó a Kiyomasa de encima y pudo relajarse por unos pocos momentos. Los compañeros de Kiyomasa estaban insatisfechos con el resultado.
— ¿Terminaste?
— ¡Das asco, Kiyomasa!
— Puedes llevarte esto contigo al infierno.
Takemichi se levantó, aún tambaleando.
— Hina... sal de aquí con Emma y con Mika. — le pidió.
— Takemichi... — él sólo sonrió para calmar su preocupación.
— Ya veré como me las arreglo. — afirmó.
— Pero...
— Estaré bien, te juro que estaré bien. — insistió. — Por favor.
Hinata sonrió y asintió unos segundos después.
— Vayan ustedes, lindas, yo me voy a quedar. — Mika les avisó cuando estaban a punto de irse. — Se burlaron de Takemichi; la única que puede hacer eso soy yo. Además, ya no está en condiciones de pelear.
— Es muy peligroso. — la trató de detener Takemichi a medida que ella se ponía frente a él para defenderlo.
— No importa. — le respondió ella. — Yo sé pelear mucho mejor que tú, de todas formas. — le sonrió.
Las otras dos chicas se fueron y quedaron solos los tres, aún inseguros sobre lo que estaba a punto de pasar, y Takemichi habló de nuevo.
— ¿Se han preguntado alguna vez cómo es el cielo? — Draken se rió ante la pregunta antes de levantarse y caminar hacia donde estaban ellos.
— El cielo es un lugar bonito, estoy segura de eso. — Mika mencionó. — Pacífico, donde las almas pueden descansar en paz esperando a la reencarnación... o al infierno.
— Tú te vas a ir al infierno. — le dijo Draken a Takemichi.
— Pero si no he hecho nada malo. — se quejó.
— Vaya, miren quién tomó un segundo aire. — los compañeros de Kiyomasa ya estaban a punto de atacar.
Takemichi se tambaleó un poco en su lugar.
— Podría derribarte con un dedo, Takemicchi. — se burló Draken.
— Mira quién habla.
— Ninguno de los dos está en condiciones de pelear; yo me encargo. — Mika dio un paso al frente.
Las demás personas empezaron a correr en su dirección con Red, el que había tomado el liderazgo, llevando una navaja en su mano. Antes de que pudieran alcanzarlos, Akkun salió de la nada a darle un golpe, haciendo que él chocara con una reja y dejara caer el arma.
— ¿Qué haces gimoteando — se colocó frente a ellos antes de sonreírle a Takemichi. — héroe llorón?
— Akkun... — sus demás amigos también salieron del mismo lugar por el que llegó el primero. — ¡Chicos!
— ¡Somos los 5 de la secundaria Mizo! Bueno, somos 6, pero Mika casi nunca tiene tiempo para nada y... digamos que somos 5 ½. — Akkun volvió a hablar. — En fin, nos llamó Tachibana.
— ¡Nosotros nos vamos a encargar! — siguió Takuya.
— ¡Nunca nos vamos a acobardar! — continuó Makoto. — ¡Volamos como mariposa...!
— ¡...y picamos como abeja! — la frase la termino Yamaguishi, ambos haciendo poses extrañas y dramáticas.
Segundos después, ya estaban todos involucrados en la pelea. Aunque los chicos que acaban de llegar estaban siendo apaleados, tenían la ventaja de que Mika estaba ahí para defenderlos. No podía encargarse de todos a la vez, pero ciertamente podía alejarlos y golpearlos lo suficiente; incluso si no se vio demasiado... involucrada en el conflicto por el tema de su trabajo. Había estado tan centrada en que estaban molestando a Takemichi, que casi se le olvidaba la misión que tenía; su jefe estaría muy molesto si llega a dejar que sus emociones influyan en lo que le encargó.
Se mantuvo al margen, pero también interfirió lo suficiente como para que no se viera como que no le importaba.
Después de unos cuantos minutos, se pudo escuchar a la atención médica llegando en las ambulancias junto a la policía.
— ¡Demonios, la policía!
— ¡¿Qué hacemos, Red?!
— ¡Hay que salir de aquí!
— ¿Qué hay de Kiyomasa?
— ¡Déjenlo!
Una vez esos empezaron a correr, pudieron relajarse un momento y concentrarse en lo que seguía; la ambulancia.
— Lo hicimos, Takemichi.
— ¿Vieron mi golpe súper-milagroso?
— No, pero sí vi cómo te golpeaban.
— ¡Reaccionen! ¡Hay que llevar a Draken y Takemichi a la ambulancia! — Akkun los interrumpió, haciendo que se apresuren a darles ayuda a los demás.
— Estúpido Takemichi, ¿acaso no sabías que no debes sacar el objeto con el que te apuñalan? Claro que te dolería, pero esa cosa estaba impidiendo que te desangres. — Mika lo regañó, molesta pero en el fondo preocupada. — En esos casos, se supone que lo que debes hacer es dejar el objeto donde está hasta poder recibir atención médica adecuada; usa la cabeza.
— Lo siento, no lo sabía...
— Bueno, lo importante es que estás bien. ¿Dónde estará la ambulancia?
— ¡Chicos, por aquí! — se escuchó a Hina gritar.
— ¡Rápido! — Emma la siguió.
La ayuda había llegado, y el trabajo de Mika estaba casi terminado.
— Sabía que serías un fastidio, Mikey. — Hanma le dijo. — Ni siquiera has perdido el aliento. ¿Eres un monstruo? — al parecer le estaba gustando hacerlo enojar. — Parece que la chica que estaba aquí antes también se fue... que lástima, era linda; a la próxima me la presentas.
— Cierra el pico y muérete pronto.
— Que sensible, aunque sea me hubieras dado su nombre.
En ese momento llegó alguien y la gente empezó a correr ante el sonido de las sirenas de los autos la de policía.
— Hanma, deberíamos irnos.
— Sí. — volvió a mirar hacia enfrente. — ¡Mikey! ¡Pronto vas a presenciar el nacimiento de la mayor alianza de motociclistas en Kanto! ¡Valhalla! Y seré el primer sub-comandante de Valhalla, Shuji Hanma. ¡No lo olvides, Mikey! ¡La ToMan no volverá a tener otro momento de paz! Saludas a la chica bonita de mi parte. — y dicho eso, se fue.
Está de más decir que Mikey estaba molesto.
Ahora Takemichi y Mika se encontraban en la ambulancia camino al hospital; la fémina había tenido que tirar el chicle antes de subir y se pusieron en marcha. Los paramédicos estaban revisando los signos vitales de Draken mientras le daban los cuidados necesarios para que viviera al menos hasta llegar al hospital y poder tener una cirugía.
Mientras Takemichi intercambiaba unas cuantas palabras con Draken sobre cuidar a Mikey antes de que perdiera la consciencia, Mika trató de relajarse. Las posibilidades de sobrevivir de Draken eran muy bajas; lo más probable era que muriera, así que, ¿de qué se preocupaba? Probablemente le daba miedo que su jefe fuera a regañarla si algo salía mal, pero no había nada que pudiera salir mal en esta situación. La muerte de alguien no se puede evitar.
Sí, lo sabía bien porque hasta su hermano había usado todos sus esfuerzos para evitar que alguien falleciera. La muerte de alguien no se puede evitar, por mucho que lo intentes.
La muerte de alguien no se puede evitar.
La muerte de alguien no se puede evitar.
La muerte de alguien no se puede evitar.
La muerte de alguien no se puede evitar.
Seguía repitiéndose la misma frase una y otra vez dentro de su cabeza, tratando de convencerse a sí misma de que todo saldría bien. Quizás porque en secreto tenía miedo de meterse en problemas si fallaba, pero nadie jamás había fallado haciendo eso; su trabajo básicamente era ver que muriera y dejarle el resto del trabajo al siguiente equipo sin interferir.
Le estaba preocupando mucho el cambio de actitud de Takemichi y cómo estaba afectando a su trabajo. Las cosas no estaban saliendo exactamente como tenían que salir, como si hubieran.... cambiado; eso la molestaba y la hacía querer respuestas.
Se calmó un poco cuando escuchó el escándalo formado cuando Draken sufrió un paro cardíaco, decidiendo que ya no había nada que pudiera hacer y las cosas ahora estaban en manos del destino. Tomó su teléfono para enviar un mensaje diciendo que estaba camino al hospital en la ambulancia y se trató de relajar.
Una vez llegaron al hospital, llevaron a Draken a la sala de cirugía y ellos se quedaron esperando ahí. Poco a poco empezó a llegar la gente; Emma, Hina, sus amigos, los de la ToMan, y todos recibieron la explicación de Takemichi mientras Mika se mantenía al margen. Le hubiera gustado consolar a Emma cuando se veía tan aterrada, pero no le correspondía; no cuando ella estaba más preocupada por ver vivir a Draken que por verlo morir.
No mucho después, Mikey llegó y llamó la atención de todos de inmediato sólo con su presencia.
— Mikey... — Takemichi le habló primero. — ¡Draken está...!
— ¡Mikey!
— ¡Mikey, yo...!
— No griten. — los interrumpió. — Es un hospital, no hagan ruido. ¿Y la sala de espera? — se dirigió al lugar que le indicaron y, después de poner una mano en el hombro de Emma, vio la luz roja que indicaba una cirugía en progreso y habló. — Kenchin... es un hombre de palabra. No nos va a abandonar; jamás faltaría a su palabra. — sonrió y volteó hacia los demás. — Me prometió que íbamos a conquistar el país juntos. Por eso, Emma, Hina, Mitsuya, Pehyan, Takemicchi, Mika... confíen en Kenchin. — se sentó tranquilamente, aún manteniendo su sonrisa. — Va a estar bien.
Mika también decidió sentarse a su lado, sabiendo que Mikey probablemente era el que estaba más angustiado, y trató de quedarse ahí y verse tranquila para hacerle saber que no estaba solo.
Su trabajo a veces la hacía sentir como la peor basura, pero... eso lo era lo mínimo que podía hacer.
Mikey se recostó en su hombro y puso la mano de la fémina en su cabello, sin importarle que otras personas estuvieran viendo, y Mika hizo caso a su petición silenciosa. De todas formas, ella también estaba algo estresada.
Los hospitales le daban escalofríos; no le gustaban.
Había un reloj en la pared que la estaba molestando, y aunque trató de ignorarlo, el sonido del tick tock parecía hacerse más y más fuerte con cada segundo que pasaba. Antes estaba de fondo, ahora era todo lo que podía escuchar; podía sentir el sonido como si estuviera atravesando su piel y llegando directamente hasta sus nervios. En su cabeza estaba cobrando la intensidad de la campana de una iglesia; casi podía sentir su cuerpo vibrando con el ruido y su cuerpo podía sentirlo tan vívidamente que por un momento sintió que le estaba perforando la cabeza como un martillo. Toda su atención había pasado a estar sobre el reloj, viendo como pasaban los segundos y deseando que la tortura se termine pronto porque si no iba a volverse loca ante el dolor físico que estaba comenzando a causarle el estrés del momento.
Ya no aguantaba más así; necesitaba una distracción, una interrupción, que alguien le hable, que alguien la saque de sus pensamientos, que alguien pare el trance en que ella misma se metió al no poder dejar de prestarle atención al reloj en la pared.
— Mika. — la mencionada brincó del susto al escuchar su nombre; sus plegarias estaban siendo escuchadas ya que Mikey había notado que ella tenía la mirada fija en ese reloj, que había empezado a sudar frío y se encontraba temblando. No sabía qué pasaba, pero estaba claro que ella no se estaba sintiendo para nada cómoda. — ¿Qué pasa?
— Nada, — sintió que podía respirar de nuevo; al parecer había dejado de hacerlo por un momento. Aún cuando su corazón seguía acelerado por el susto que se había llevado con la cantidad de pensamientos repentinos, había logrado calmarse un poco. — no me... gustan los hospitales. — se puso una mano en la cara y luego la pasó a su cabello. — Y el sonido del reloj me está volviendo loca.
—...¿Necesitas un abrazo? — le ofreció, extendiendo los brazos. A Mika le brillaron los ojos por un momento.
— Eso sería lindo.
Se dejó consolar por primera vez en mucho tiempo, pero lo necesitaba; quería calmarse lo más que pudiera mientras aún tenía tiempo.
La luz indicando la cirugía en proceso se apagó, llamando la atención de todos y haciendo levantarse a los que ese encontraban sentados para escuchar lo que tenía que decir el doctor.
— Evitamos que muriera; la operación fue un éxito.
— ¡Muy bien! — Takemichi celebró de inmediato. — ¡Draken está bien!
Llanto de alegría por parte de Emma, gritos de los chicos y Hina celebrando en silencio se hicieron presentes. La única que no se veía especialmente contenta era Mika.
— Voy a... salir. — susurró antes de irse a paso apresurado. Quisiera quedarse un poco más de tiempo y despedirse apropiadamente de todos, pero había cosas que necesitaba confirmar y lugares a los que tenía que ir con urgencia.
Salió del hospital y se dio cuenta de que ya no estaba lloviendo, por que pudo correr con un poco más de libertad. Buscó alrededor del área algún lugar apartado y miró hacia todos lados de forma desesperada.
— ¿Me buscabas? — Seikyu se apareció detrás de ella, haciéndola brincar del susto.
— ¿Qué demonios fue lo que pasó? — interrogó de inmediato mientras se acercaba un poco más.
— No lo sé. — le dijo la pura verdad.
— ¿Y estás seguro que tenía que morir hoy? ¿No leíste mal?
— Yo no cometo errores tan triviales. — sacó un libro de algún bolsillo interior en su traje. — Según lo que tengo en el registro, Ken Ryuguji, nacido el 10 de mayo de 1990, moriría el 3 de agosto del 2005 con 15 años, 2 meses y 24 días a causa de una puñalada en el abdomen. Es demasiada coincidencia, y no lo leí mal; estaba programado para morir hoy, y aún así, no pude reclamar su alma... no murió.
— ¿Cómo que no pudiste?
— Es más sencillo de lo que parece. Muere una persona y reclamo su alma; si no muere... no puedo.
— ¿Y por qué no murió?
— Cálmate.
— ¡Estoy calmada!
— No grites.
— Toda la vida me juraste que era imposible alargar la esperanza de vida de alguien. Entonces, ¿qué está pasando?
— Estoy tan confundido como tú lo estás, pero por ahora, sólo podemos escribir un reporte al respecto.
— Es fácil para ti decirlo porque no eres tú el que tiene que decirle a las personas que sus seres queridos están por morir; no eres tú el que tiene que ver su muerte antes de que suceda y vivir con esa carga durante semanas, meses y a veces años. No eres tú quien tiene que entregar el mensaje.
— ¿Y tú crees que mi trabajo es fácil? ¿Qué crees que pasa durante una guerra donde mueren miles de personas? El que tiene el trabajo de reclamar todas esas almas soy yo. ¿Y si un alma no quiere aceptar que murió y quiere quedarse en el mundo de los vivos? Me tengo que encargar yo. Y al parecer ahora también tengo que supervisar tu trabajo porque lograste lo imposible fallando en tu misión.
— Tú-
— Mira, — la interrumpió, suspirando en el proceso. — no ganamos nada discutiendo sobre esto. Fallamos, hay que aceptarlo y asumir la responsabilidad; dile a tu hermano que te dé consejo ya que él también tuvo que pasar por esto.
— Bien, pero no estará feliz; tú sabes cuánto intentó salvar a alguien en su momento.
— Bien.
— Bien.
Mika quiso dormirse y no despertar en tres años después de esa noche; fue demasiado estés para ella.
🌙 Me tardaba toda la vida.
Besitos en las manos, cuídense y tomen mucha agua.
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