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Era este otro de sus pasionales encuentros.
Sesshomaru encontró a Kagura que lo esperaba sin ropa puesta en la habitación de ella.
Oh, imposible resistirse a tan deliciosa tentación. Lo más pronto posible ambos ya estaban pegados como imanes, con sus pieles ardiendo y el fuego creciendo al paso de los minutos.
Tirados de costado, en ese momento practicaban aquella pose llamada sesenta y nueve en la que consistía en usar sus bocas para hacerle sexo oral al otro al mismo tiempo.
Con sus labios y lengua ocupadas, Kagura no pudo dejar salir otro sonido que sus embriagantes gemidos por ser complacida por su amante. A cambio, también con ayuda de sus manos se aseguraba de atender bien la verga que invadía su boca.
¿Cómo describirlo?
Tan sumergido en su trabajo Sesshomaru había perdido la noción del tiempo transcurrido. Su larga lengua no dejó ninguna zona sin atender, humedeciendo ese lugar, que solo era de él y solo de él.
El más exquisito de los manjares y muy egoísta que fuera, no le importaba nada. Se encargaría, de ahora en adelante, el único que tuviera acceso aquel tentador paraíso. Tan dedicado a lamer, a chupar tanto los pliegues y ese punto dulce, Kagura estaba peligrosamente de alcanzar su orgasmo.
Pero en el mejor momento, él decidió detenerse para descontento de su amante.
─ Él no te lo haría como yo. ─ dijo Sesshomaru con mucha burla y soberbia.
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