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Elise se miró al espejo, sus dedos deslizándose lentamente sobre el suave tejido del vestido que Christopher le había regalado. El tono borgoña abrazaba sus curvas con elegancia, resaltando el brillo de su piel y otorgándole una presencia imponente. Ese color tenía el poder de recordarle quién era realmente, incluso cuando los demás intentaban hacerla dudar de sí misma. Enderezó los hombros, levantando el mentón con una determinación renovada.

—Es hora de que dejen de subestimarme —murmuró, ajustando el cinturón con un gesto firme.

Cuando llegó al evento, un murmullo sutil recorrió la sala. Las miradas se volcaron hacia ella, algunas de sorpresa, otras de admiración y unas pocas cargadas de recelo. Elise sabía que estaba rompiendo expectativas, y eso la hacía sonreír con mayor seguridad.

Desde el otro extremo del salón, Isabella la observó con una mezcla de incredulidad y desdén. Sus labios se curvaron en una sonrisa rígida, pero sus ojos destilaban molestia. Elise disfrutó del impacto. Sabía que Isabella esperaba verla relegada a un segundo plano, opacada y sumisa. Pero esta noche, había decidido brillar.

—Elise. —La voz grave de Christopher rompió sus pensamientos.

Él se acercó con su porte impecable, el ceño ligeramente fruncido como si intentara comprender cómo había logrado robarle el aliento con solo entrar al salón. Sus ojos recorrieron su figura, deteniéndose un segundo más de lo necesario en el escote sutil del vestido.

—El vestido… te queda bien. —Su tono era contenido, pero su mirada hablaba de admiración.

Elise esbozó una sonrisa segura. —Gracias. Me alegra que pienses eso.

Christopher abrió la boca, como si quisiera decir algo más, pero Isabella apareció, interponiéndose con una sincronización precisa. Se aferró al brazo de Christopher con una familiaridad posesiva, sus uñas impecablemente arregladas presionando el costado de su traje.

—Chris, no esperaba verte aquí tan pronto. —Su voz era dulce, pero el brillo en sus ojos revelaba su intención. Luego, fingiendo sorpresa, añadió—: Oh, Elise… Casi no te reconozco con ese vestido. Es… diferente a tu estilo habitual.

Elise sostuvo la mirada de Isabella con calma, su sonrisa inquebrantable. Podía leer la intención detrás del comentario, un intento astuto de minimizarla. Pero no iba a permitirlo.

—Es cierto, es diferente. Pero me encanta probar cosas nuevas. Y parece que ha dado resultado. —Desvió la mirada hacia Christopher, notando cómo aún no había dejado de observarla.

La mandíbula de Isabella se tensó por un instante antes de soltar una risa ligera, casi mecánica. —Claro. Aunque algunas cosas nunca cambian. No todas se sienten cómodas en este ambiente.

Elise avanzó un paso, acortando la distancia entre ambas. —Eso depende de la perspectiva. Yo me siento bastante cómoda aquí.

La sonrisa de Isabella se congeló. No estaba acostumbrada a que Elise le respondiera con tanta seguridad. Hasta ahora, había jugado el papel de la chica modesta y reservada. Pero esta versión desafiante de Elise era algo inesperado.

Christopher, consciente de la tensión, intervino con un ligero carraspeo. —Deberíamos entrar. La cena está por comenzar.

—Por supuesto. —Elise respondió antes de que él pudiera ofrecerle el brazo. Pasó junto a ellos con la cabeza en alto y una gracia natural que acentuaba el movimiento del vestido borgoña. Sintió las miradas siguiéndola, incluidas las de Isabella y Christopher.

A lo largo de la velada, Elise se movió por el salón con soltura, participando en conversaciones interesantes, riendo con elegancia en los momentos precisos y dejando una impresión duradera en cada persona que conocía. No buscó la aprobación de nadie. La seguridad en sí misma irradiaba de cada uno de sus gestos.

En un momento, Christopher se le acercó con una sonrisa intrigada. —Te estás manejando muy bien.

—¿Te sorprende? —replicó ella, sus ojos brillando con desafío.

—No, pero… —Christopher la observó detenidamente— admito que no esperaba que acapararas toda la atención.

—Quizás es hora de que empieces a esperarlo. —Elise le sostuvo la mirada antes de alejarse con paso decidido.

Christopher la vio partir, sus ojos llenos de una mezcla de admiración y desconcierto. No podía negar el magnetismo que ella ejercía, y esa sensación de perder el control le resultaba perturbadora.

Elise estaba disfrutando de su independencia, y eso no solo la fortalecía a ella, sino que también comenzaba a desequilibrar el juego de poder que Isabella y Christopher creían controlar. Sin saberlo, había cambiado las reglas.

Entonces, Isabella se acercó con una sonrisa calculada, su prometido del brazo. —Christopher, Elise… quiero presentarles a alguien muy especial. Él es Lee Félix, mi prometido. —Sus palabras resonaron con claridad, sus ojos clavados en Christopher, buscando su reacción.

Félix extendió la mano con una sonrisa genuina. —Un placer conocerlos. He escuchado mucho sobre ustedes.

Christopher apretó la mandíbula antes de estrecharle la mano. —Igualmente. —Su tono era cortés, pero sus ojos reflejaban incomodidad.

Elise, en cambio, sonrió con naturalidad. —El gusto es mío, Félix. He oído que manejas una cadena de hoteles. Debe ser un trabajo fascinante.

—Lo es. —Félix respondió con entusiasmo—. Me encanta crear espacios donde las personas puedan relajarse y disfrutar.

—Eso suena increíble. —Elise lo miró con sincero interés, ignorando cómo Isabella la observaba con evidente molestia.

—Deberían pasar por uno de mis hoteles alguna vez. Sería un honor recibirlos.

—¡Me encantaría! —exclamó Elise con una sonrisa genuina.

Isabella apretó el brazo de Félix, sus ojos oscilando entre Elise y Christopher. —Claro, querida. Aunque no estoy segura de que estés acostumbrada a ese nivel de… sofisticación.

Elise le sostuvo la mirada, su expresión serena. —Siempre hay una primera vez para todo.

Félix rió, aparentemente ajeno a la tensión. —¡Exactamente! Y será un placer ser el anfitrión.

Christopher se aclaró la garganta. —Quizás en otra ocasión. Ahora, si me disculpan… —Se alejó sin esperar respuesta.

Isabella observó su partida con una sonrisa satisfecha antes de dirigirse a Elise. —Parece que algunos no saben manejar las sorpresas.

Elise sostuvo su mirada, impasible. —Sí, parece que algunos aún tienen mucho que aprender.

Isabella abrió la boca para responder, pero Félix intervino. —¿Me estoy perdiendo de algo?

Elise sonrió suavemente.

—Nada importante, Félix. Nada en absoluto.

Sin saberlo, había cambiado las reglas. Y esta vez, Elise jugaría para ganar.

El resto de la noche transcurrió en un delicado juego de miradas y palabras cargadas de significado. Elise mantenía su postura firme, sonriendo con gracia mientras continuaba navegando por el salón, siempre consciente de la presencia de Christopher e Isabella.

Había momentos en los que podía sentir los ojos de Christopher siguiéndola, una mezcla de curiosidad y desconcierto reflejándose en su mirada. Él nunca la había visto así, tan segura, tan… inalcanzable.

Por otro lado, Isabella no disimulaba su incomodidad. Se aferraba al brazo de Félix con una necesidad casi desesperada, intentando proyectar una imagen de control y superioridad. Pero sus ojos la traicionaban, delatando su creciente frustración.

Cerca del final de la velada, Elise salió al balcón para tomar aire fresco. La noche era clara, y una suave brisa acarició su rostro mientras observaba las luces de la ciudad extendiéndose en el horizonte. Se permitió cerrar los ojos un momento, disfrutando del silencio.

—¿Huyendo del caos? —La voz de Christopher interrumpió su paz.

Elise abrió los ojos lentamente, sin darse vuelta. —No soy yo la que huye. —Su tono era sereno, pero cargado de significado.

Christopher se apoyó en la barandilla a su lado, sus ojos estudiándola en silencio. —Esta noche… —vaciló un instante— Te has manejado de una manera que no esperaba.

Elise soltó una risa suave, sin mirarlo. —No esperaba tener que hacerlo. Pero parece que hay que adaptarse al entorno.

—¿Es eso lo que estás haciendo? ¿Adaptándote? —La intensidad en su voz hizo que Elise finalmente girara el rostro hacia él.

Sus ojos se encontraron, y por un momento, el tiempo pareció detenerse. La tensión era palpable, una corriente silenciosa que vibraba en el aire entre ellos. Christopher no apartó la mirada, sus ojos oscuros brillando bajo la tenue luz del balcón.

—¿Y si te dijera que prefiero esta versión de ti? —Su voz bajó un tono, volviéndose más suave, casi íntima.

El corazón de Elise dio un vuelco, pero no dejó que eso se reflejara en su expresión. Mantuvo su postura segura, esbozando una sonrisa tranquila. —Entonces sería una lástima que no la hubieras notado antes.

Christopher la observó con una mezcla de admiración y desconcierto. Nunca había conocido a una mujer que lo descolocara de esa manera.

El sonido de pasos interrumpió el momento. Isabella apareció en el umbral del balcón, sus ojos oscilando entre ambos, intentando descifrar lo que acababa de interrumpir.

—Chris, todos te están buscando. —Su tono era suave, pero sus ojos brillaban con una sutil advertencia. —Félix y yo estamos a punto de irnos. Pensé que querrías despedirte.

Christopher enderezó los hombros, su rostro volviendo a su expresión imperturbable. —Por supuesto. Ahora voy.

Isabella asintió, lanzándole una última mirada a Elise antes de girar sobre sus talones y desaparecer en el interior.

Elise soltó un suspiro apenas audible, volviendo su atención hacia el horizonte. La magia del momento se había esfumado, y la realidad de su situación se hacía presente nuevamente.

—¿Te arrepientes de estar aquí? —Christopher preguntó, su voz apenas un susurro.

Elise se permitió mirarlo una vez más. —No. Lo único de lo que me arrepentiría sería de no haber mostrado quién soy realmente.

Sin esperar una respuesta, se alejó del balcón con paso firme, dejando atrás a Christopher, quien se quedó mirando las luces de la ciudad, consciente de que el equilibrio de poder había cambiado. Y que nada volvería a ser igual.

Desde el interior, Isabella observó la escena con los labios apretados, su mirada oscureciéndose. Elise había osado desafiarla, y eso no quedaría sin consecuencias.

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