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Elise revisó su reflejo en el espejo por quinta vez esa tarde. La invitación al evento de caridad seguía rondando en su mente, junto con las palabras venenosas de Isabella. "Espero que tengas un vestido adecuado". La frase resonaba como un eco burlón, y aunque no quería admitirlo, había tocado una fibra sensible.

No tenía un vestido lo suficientemente elegante para ese tipo de evento. Los atuendos en su armario eran prácticos y profesionales, pero nada que pudiera igualar el estilo sofisticado de Isabella o el estándar de la alta sociedad. Se mordió el labio, sintiendo cómo la ansiedad empezaba a instalarse en su pecho. No podía presentarse al evento luciendo fuera de lugar. No cuando Isabella estaba esperando cualquier oportunidad para humillarla.

Un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos. Al abrirla, se encontró con un asistente de la empresa, cargando una enorme caja blanca con un lazo plateado.

-Esto es para usted, señorita Elise. Lo envió el señor Christopher.

Elise parpadeó sorprendida, aceptando la caja con manos temblorosas. -Gracias...

Cerró la puerta y dejó la caja sobre su cama. La curiosidad la consumía mientras desataba el lazo y levantaba la tapa. Allí, envuelto en delicado papel de seda, había un vestido que le quitó el aliento.

Era un vestido de seda en un tono azul profundo, elegante y sofisticado. La tela caía con una gracia etérea, y los detalles sutiles en los hombros y el escote hablaban de una confección exquisita. Al tocarlo, sintió la suavidad del material bajo sus dedos, como si estuviera hecho a medida solo para ella.

Junto al vestido, había una nota escrita con la caligrafía pulcra de Christopher:

"No dejes que nadie te haga sentir que no perteneces. Nos vemos el sábado a las siete. - Christopher"

Elise sintió un nudo en la garganta. La simplicidad del mensaje la conmovió más de lo que habría esperado. Sabía que esto formaba parte del plan, que era necesario para mantener las apariencias... pero no podía ignorar el gesto.

Sin embargo, también la confundía. ¿Por qué Christopher se había tomado tantas molestias? ¿Era solo por mantener la farsa, o había algo más detrás de su consideración?

Antes de que pudiera seguir analizando el significado del regalo, su teléfono sonó. Era un mensaje de Clara:

"¡¿Cómo que vas a un evento con Christopher?! ¡Quiero todos los detalles! ¿Qué te vas a poner? ¡Tienes que lucir espectacular!"

Elise no pudo evitar sonreír ante la emoción de su amiga. Clara siempre lograba sacarle una sonrisa, incluso en los momentos más tensos.

Miró el vestido una vez más, su brillo elegante reflejando la tenue luz de su habitación. Si iba a entrar en el mundo de Isabella y enfrentarse a sus miradas críticas, lo haría con la cabeza en alto.

-No voy a dejar que me derrotes tan fácilmente, Isabella -murmuró para sí misma, su determinación volviendo con fuerza renovada.

Pero mientras acariciaba la suave seda del vestido, no pudo evitar preguntarse qué otras sorpresas la esperaban en ese evento... y qué tan preparada estaba para enfrentarlas.

Elise necesitaba aire. Después de pasar varios minutos contemplando el vestido, sintiendo una maraña de emociones enredándose en su pecho, decidió que lo mejor sería despejar su mente. Se puso un abrigo ligero, recogió su cabello en una coleta desordenada y salió de su departamento, dejando el vestido cuidadosamente extendido sobre su cama.

Las calles estaban tranquilas, bañadas por el suave resplandor del atardecer. El aire fresco ayudó a calmar su acelerado corazón, aunque sus pensamientos seguían girando en torno al vestido y, más específicamente, a Christopher. La nota seguía grabada en su mente, cada palabra resonaba con una mezcla de empatía y autoridad. ¿Por qué parecía conocerla tan bien? ¿Cómo había sabido exactamente lo que necesitaba escuchar?

Caminó sin rumbo fijo, dejándose llevar por el murmullo distante de la ciudad. Recordó el brillo desafiante en los ojos de Isabella cuando le mencionó el evento de caridad. Había una clara intención de hacerla sentir pequeña, fuera de lugar. Y, por un instante, había funcionado. Isabella siempre había tenido ese poder sobre ella, ese don para encontrar sus inseguridades y exponerlas con una sonrisa perfecta.

Pero entonces, Christopher intervino. ¿Por qué? Era cierto que todo esto formaba parte de un acuerdo, de un trato que ambos habían aceptado por conveniencia. Sin embargo, el vestido era más que una simple obligación contractual. Era un recordatorio de que no tenía que ceder ante las inseguridades que Isabella intentaba sembrar. Pero también era una declaración de Christopher, algo que no encajaba del todo en su personalidad fría y calculadora.

Elise suspiró, deteniéndose frente a una cafetería que solía frecuentar con Clara. Observó a través del vidrio las mesas ocupadas, las risas y las conversaciones animadas. Por un segundo, deseó entrar y llamar a su amiga, contarle todo y dejar que Clara despejara sus dudas con sus habituales palabras de ánimo. Pero no podía. No sin arriesgarse a romper el contrato.

-Complicado, ¿verdad?

La voz profunda la sacó de sus pensamientos. Giró sobresaltada y encontró a Christopher a unos pasos de distancia, mirándola con una expresión indescifrable. Estaba vestido de manera casual, con una chaqueta oscura y jeans, una imagen tan distante de su apariencia habitual que por un momento casi no lo reconoció.

-¿Qué haces aquí? -preguntó, aún recuperándose de la sorpresa.

Él se encogió de hombros, sus ojos nunca apartándose de ella. -Pasaba por aquí y te vi. Parecías... perdida.

Elise rió, un sonido seco y sin humor. -Solo necesitaba despejar mi mente.

-¿Es por el vestido?

Ella sintió sus mejillas calentarse. Claro que sabía. Christopher no hacía nada sin una razón. -No necesitabas hacerlo. Podría haberme arreglado con algo de mi armario.

-Lo sé -respondió, acercándose un poco más. La forma en que la miraba, como si estuviera tratando de descifrar sus pensamientos, hizo que el corazón de Elise latiera con fuerza-. Pero no quise darte la oportunidad de dudar de ti misma.

Elise se quedó sin palabras. ¿Era eso lo que había hecho? ¿Había visto a través de sus inseguridades con tanta claridad?

Christopher apartó la mirada, como si se sintiera incómodo con la intensidad del momento. -No dejes que Isabella te haga sentir inferior. Ella solo busca controlarte.

Elise asintió lentamente, tratando de procesar sus palabras. ¿Por qué le importaba tanto? ¿Era solo por el acuerdo o había algo más?

-Gracias... -murmuró finalmente, su voz más suave de lo que pretendía.

-No tienes que agradecerme. -Christopher volvió a mirarla, sus ojos reflejando una sinceridad que ella rara vez veía en él-. Solo recuerda lo que vales, Elise. Y no dejes que nadie, ni siquiera Isabella, te haga dudar de eso.

Elise sintió un nudo formarse en su garganta. La forma en que pronunciaba su nombre, con esa mezcla de firmeza y preocupación, le hacía olvidar por un momento que todo esto era solo un acuerdo, una farsa cuidadosamente planeada. Por un instante, quiso creer que todo era real.

Pero antes de que pudiera responder, Christopher dio un paso atrás, rompiendo el hechizo del momento. -Nos vemos el sábado a las siete. No llegues tarde.

Y con eso, se giró y se alejó, dejándola de pie frente a la cafetería, observando cómo su silueta desaparecía entre la multitud.

Elise exhaló lentamente, sintiendo cómo la confusión la envolvía una vez más. Apretó su abrigo contra su cuerpo, intentando protegerse del frío... o tal vez de las emociones que Christopher lograba despertar en ella.

Miró hacia el cielo, donde las primeras estrellas empezaban a brillar. El evento de caridad prometía ser una noche inolvidable. Pero, de alguna manera, ya sentía que su vida había comenzado a cambiar antes de siquiera ponerse el vestido.

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