·007·
Capítulo 7
La mañana no empezaba bien. Estaba sentada al borde de la cama, mirando el reloj en mi teléfono y sintiendo una tensión creciente en mi pecho. Las dudas me asaltaban una vez más: ¿Qué hago aquí? ¿Por qué me comprometí a ir a esa reunión? Ni siquiera sabía si me sentía preparada para enfrentar todo lo que implicaba ese día. El simple hecho de pensar en la mirada de los demás, las preguntas sin respuesta, y la incomodidad que me invadía solo con imaginarme en ese entorno, era suficiente para querer darme por vencida. ¿Y si le digo a Christopher que me enfermé? Pero no, no podía hacerle eso. Había sido demasiado terca al prometer que iría.
Suspiré profundamente, sintiendo el peso de la situación en cada exhalación. Al final, no podía quedarme en mi departamento, no podía esconderme de todo lo que me estaba esperando. Necesitaba enfrentar las consecuencias de mis decisiones, aunque eso significara enfrentarme a mi propia incomodidad.
Me levanté, intentando no pensar demasiado en las decisiones que estaba tomando. El reflejo del espejo me devolvió la imagen de una mujer que, por alguna razón, pensaba que tenía el control. Me vestí rápidamente: un pantalón de sastre oscuro, una camisa de seda turquesa que hacía resaltar mis ojos, accesorios que no parecían demasiado llamativos, y unos zapatos bajos que me daban un toque elegante pero cómodo. Me maquillé lo justo, no quería parecer que me esforzaba demasiado. Después, me recogí el cabello en un moño sencillo, mirando mi imagen con una mezcla de nerviosismo y resignación.
Antes de salir de mi departamento, decidí preparar un café para calmar mis nervios, pero justo cuando estaba a punto de presionar el botón de la cafetera, el teléfono comenzó a sonar. El número en la pantalla me hizo detenerme por un momento. Era Christopher. Mi estómago dio un vuelco. ¿Será que está cambiando de opinión sobre la reunión? Fue un pensamiento fugaz, pero mi esperanza pronto se desvaneció cuando deslicé la pantalla y contesté.
- ¿Sí? - pregunté, tratando de sonar calmada, pero mi voz delataba mi ansiedad.
- Estoy abajo de tu edificio, no te tardes. - La voz de Christopher era firme, casi cortante, como si no hubiese tiempo para más explicaciones.
- ¿Perdona? - No podía creer lo que oía. Aún estaba medio dormida, mi cabeza no lograba procesar la información.
- Que no te tardes mucho, Elise, tenemos una reunión en una hora. - Y sin darme espacio para responder, colgó de golpe.
Me quedé mirando el teléfono unos segundos, completamente perpleja. ¿Eso fue todo? Me sentí como una muñeca de trapo, manipulada por sus palabras sin poder hacer nada al respecto. Aunque me hubiera gustado decirle todo lo que pensaba, simplemente murmuré entre dientes.
- Buenos días para ti también, Christopher Bang. - La ironía en mis palabras flotaba en el aire, pero sabía que no iba a llegar a ningún lado.
Tomé mi bolso con rapidez, guardé las llaves de mi departamento y salí. Mis pasos resonaban en el pasillo como si todo estuviera a punto de venirse abajo. ¿Por qué me sentía tan pequeña?
Cuando llegué abajo, lo vi, recargado contra su carro, como si estuviera esperando a que apareciera de una vez por todas. No pude evitar observarlo. Los pantalones negros sastreros le quedaban impecables, la camisa con el chaleco le daba un aire elegante pero relajado. Maldita sea, se ve increíble, pensé. Pero no podía dejar que su presencia me desconcertara más de lo que ya lo estaba. Tenía que mantener la calma.
- Quiero que sepas que no desayuné, así que si me ves de mal humor, es por tu culpa. - Dije, acercándome a él, tratando de ocultar el nerviosismo que recorría mi cuerpo.
- Buenos días para ti también, Elise. - Christopher respondió con una ligera sonrisa, abriendo la puerta del coche para que entrara.
- ¡Oh! ¿Ahora tienes modales, Christopher? - Rodé los ojos, sin poder evitar el tono sarcástico.
- ¿Siempre te levantas con ese humor, Elise? - Su voz sonaba divertida, casi como si supiera que yo intentaba poner barreras entre nosotros.
- No, solo cuando no me dejan tomar mi café de la mañana. - Repliqué, mientras me recargaba en la ventana del auto, mirando la calle y tratando de encontrar un poco de paz en el caos que se desarrollaba en mi mente.
Un silencio incómodo nos envolvió, pero pronto Christopher se tensó, su teléfono sonó y decidió contestar. Decidí no prestarle atención. Pero algo en su tono cambió. Escuché su voz mucho más seria, y al mirar de reojo, vi su rostro contraído en una expresión que no podía identificar.
- Edwin, ¿Qué ocurre?... ¿Cómo dices?... - Su tono se volvía más tenso con cada palabra. - Es una broma, ¿no?... Está bien, Edwin, ya voy a la oficina.
Colgó la llamada rápidamente, y el ambiente en el coche cambió drásticamente. El aire estaba cargado, denso. Ni él ni yo dijimos una palabra más hasta que llegamos a la oficina.
Cuando salí del coche, sentí todas las miradas dirigidas hacia mí. El roce de la gente que pasaba a mi lado, el murmullo que parecía llenar el aire... ¿Creerán que salimos? me pregunté, mientras intentaba mantener la compostura. Me sentí como una extraña en mi propio cuerpo, caminando detrás de Christopher, quien parecía completamente ajeno a la atención que estábamos generando.
Ya dentro del edificio, Christopher se giró hacia mí con una expresión seria en el rostro.
- Elise, ¿me esperas en mi despacho? Tengo un asunto que arreglar, y luego nos vamos. - Su tono era casi autoritario, y no pude evitar asentir sin hablar.
Me apresuré a caminar hacia el ascensor, presionando el botón con algo de impaciencia. ¿Por qué todo esto me parecía tan tenso? Necesitaba un respiro, una pausa. Llegué al despacho de Christopher, me senté en la silla con una mueca involuntaria. Me sentía atrapada entre lo que estaba sucediendo y lo que no quería que sucediera.
Mi respiración se calmó un poco, pero el silencio en la oficina era aplastante. Cuando escuché los pasos acercarse, me volví, y vi a Christopher entrar al despacho con su rostro aún tenso, sus mangas remangadas y el nudo de la corbata algo deshecho. Parecía haber tenido una mala noticia. Se dejó caer en su silla con un suspiro profundo, y el sonido de la madera al chocar contra la mesa me hizo sobresaltarme.
- Aghs, lo que faltaba. - Dijo, sin mirar hacia mí.
Quería decirle algo, preguntar si todo estaba bien, pero el ambiente en el despacho era demasiado pesado. Decidí que lo mejor sería callar. No pintaba nada en todo esto. Él parecía estar luchando contra sus propios demonios, y no quería ser parte de ello.
Sin embargo, lo que no esperaba era la irrupción de Isabella. Ella apareció en la puerta de golpe, como si hubiera estado esperando el momento perfecto para interrumpir nuestra conversación. Sus ojos se clavaron en Christopher con una expresión que no dejaba lugar a dudas sobre lo que sentía.
- ¿Qué quieres, Christopher? Aquí estoy. - Dijo, con un tono cansado pero desafiante.
El instinto me impulsó a levantarme, a marcharme, pero antes de que pudiera decir una palabra, Christopher me miró. Su mirada era dura, como si estuviera pidiendo que me quedara. Algo me dijo que debía hacerlo, y me quedé inmóvil, esperando a ver cómo se desarrollaba la situación.
- Elise, quédate. - Me pidió, y mi corazón dio un vuelco.
Isabella no tardó en intervenir.
- ¿Qué ocurre, Christopher, estás celoso? - Su tono burlón resonó en la oficina, como si estuviera disfrutando de la tensión que se había creado.
Christopher soltó una risa irónica y negó con la cabeza.
- Para nada, que eso quede muy claro. ¿Cómo... piensas comprometerte con ese tipo? - La pregunta se dirigió directamente hacia Isabella, y se notaba la rabia contenida en su voz.
Isabella no reaccionó como esperábamos. Ni siquiera parecía alterada por la furia de Christopher. De hecho, su expresión era tranquila, casi despectiva.
- Ya no estamos juntos, Christopher. Déjame vivir mi vida, ¿sí? Puedo estar y casarme con quien quiera. - Respondió con firmeza, y Christopher no pudo evitar rodar los ojos.
- No, no puedes, y menos con ese hombre. No dejaré que manches el nombre de mi empresa. - La tensión entre ambos crecía, y yo me sentía cada vez más incómoda.
- ¿Tu empresa? - Isabella soltó una risa cínica. - Acuérdate que somos cuatro socios, que no se te olvide. Y puedo hacer lo que me dé la gana. - La voz de Isabella subió de tono, y las palabras que siguieron fueron aún más hirientes.- ¿Qué te pasa, Christopher? Déjame en paz. No estaré siempre en tu disposición esperando a que me quieras o no. Déjame vivir. - Isabella lanzó esas palabras con tal dureza que el aire se cortó entre nosotros.
Christopher, en lugar de perder la calma, soltó una risa sarcástica. Sus ojos brillaban con algo más que furia.
- Te amé y te aprecio, pero tú solo pensabas en el trabajo. Y ya me harté. Siempre estarás solo, Christopher, nunca nadie te amará.
Las palabras de Isabella calaron hondo en Christopher, pero antes de que pudiera responder, ella agarró sus carpetas y se fue, dejándonos a los dos en un silencio incómodo y palpable.
Fue entonces cuando Christopher, como si no pudiera aguantar más, rompió ese silencio con una afirmación tajante.
- ¿Y quién te dijo que estoy solo? - Su mirada se fijó en mí, y nuestras respiraciones se entrelazaron.
Me quedé paralizada, sin saber cómo reaccionar. ¿Qué acababa de decir? ¿Era cierto?
- Elise es mi novia. - Christopher lo dijo con tal certeza que mi mente no podía procesarlo de inmediato.
Yo, incapaz de articular palabra, solo lo miré con los ojos abiertos de par en par. ¿Era una mentira? ¿Un juego? ¿O realmente acababa de decir lo que creía?
Isabella se giró, clavando una mirada llena de emociones que no pude leer. Pero, cuando sus ojos se posaron en mí, sentí algo extraño. ¿Celos? ¿Ira? No lo supe.
- ¿Eso es cierto? - Preguntó ella, y yo no pude más que responder, con la cabeza agachada.
- Sí, así es. - La voz me salió suave, casi un susurro.
- Aún no lo hemos dicho a nadie, porque ya sabes lo discreto que soy. - Christopher añadió, y su mirada se cruzó con la mía, implorando comprensión.
Isabella no pudo ocultar su sorpresa, y al final, lanzó unas palabras hirientes antes de desaparecer de la habitación.
- Déjame decirte una cosa, Elise. Christopher no sabe lo que es el amor. Ten cuidado, porque a él solo le importa su trabajo. Nunca tendrá tiempo para ti.
Isabella se fue, dejándonos a solas en una tensión palpable que me apretaba el pecho. El silencio, denso e incómodo, se extendió como una sombra entre nosotros, hasta que finalmente fue Christopher quien rompió el hielo.
- Yo... lo siento. Es que... - comenzó, con un tono quebrado, como si las palabras no pudieran salir con facilidad.
- ¿Qué te pasa? - respondí, intentando mantener la calma, pero mi voz no pudo evitar sonar molesta. - A mí, por favor, no me metas en tus problemas. - Me levanté, furiosa, con la intención de abandonar el despacho. El ardor en mis venas me impulsaba a irme, pero algo en su actitud me hizo detenerme.
- Elise, necesito que me ayudes. - Sus palabras eran casi suplicantes, y cuando se acercó, tocó su sien como si intentara aclarar sus pensamientos. Estaba claro que algo lo tenía completamente trastornado.
- No, no voy a meterme en esto. - Había tomado una decisión, mi postura era firme. - Arregla las cosas con tu ex por tu cuenta. Yo no tengo nada que ver.
La mención de su ex me incomodó más de lo que debería. Recordé a Isabella y lo que había visto en su mirada hace solo unos minutos. El sentimiento de incomodidad se apoderó de mí, pero no iba a ceder.
- Ella se lo va a contar a todos. La conozco. - La ansiedad en su voz me caló hasta los huesos, me heló por dentro. Mis ojos lo miraron, y una sensación extraña de alarma me recorrió.
- ¡Pues haz algo! No quiero que hablen de mí ni que vayan diciendo que estoy contigo. - Mi tono se tornó más agresivo, como si fuera una manera de protegerme de algo que no comprendía del todo.
Christopher suspiró con frustración, su cuerpo se tensó y sus hombros parecían pesar más de lo normal. Su mirada era una mezcla de cansancio y desesperación.
- Por favor, te lo devolveré. Solo necesito que me ayudes para que no se comprometa con nadie.
Mis pensamientos se cruzaron, dándome vueltas entre la duda y la confusión. ¿Lo hacía porque aún la quería? ¿O había algo más detrás de su ruego? No estaba segura, pero la verdad me dejaba en un mar de incertidumbre.
- ¿Y por qué no lo haces tú? ¿Qué tengo que ver yo en esto, Christopher? - Mi voz salió cortante, llena de incredulidad. La rabia me embargaba, pero también una pequeña chispa de compasión que intentaba sofocar.
- Ya te dije que lo intenté, pero viste cómo se puso. - Respondió rápidamente, como si fuera una defensa a su frustración.
- Pues habrá otra manera. Pero a mí no me involucres. - Me mantuve firme, la determinación en mi mirada lo decía todo.
- Elise, por favor. - La insistencia de su voz me llegó al fondo, haciendo que un pequeño nudo se formara en mi estómago. - Te lo recompensaré. Ese hombre puede poner en riesgo la empresa.
La presión aumentaba, y una sensación de impotencia me envolvía. No quería estar en esa situación, pero las palabras de Christopher se hicieron eco en mi cabeza. Las deudas, la hipoteca... era un recordatorio constante de lo que podría perder si no aceptaba su propuesta.
- Está bien, pero habrá reglas. - Mi voz tembló ligeramente, como si la decisión ya me estuviera costando más de lo que estaba dispuesta a admitir.
- Lo que digas. - Aceptó él rápidamente, notando mi vacilación. Su cuerpo se relajó visiblemente, aunque yo aún me sentía insegura.
El sonido de su teléfono interrumpió el momento y, al mirar la pantalla, Christopher suspiró y dijo con firmeza:
- Tenemos una reunión. -
Asentí en silencio. Las palabras ya estaban dichas, y aunque mi mente no dejaba de dar vueltas, tenía que seguir adelante.
- Vamos. - Dijo él, guiándome hacia la puerta.
La sala se desvaneció rápidamente a medida que caminábamos hacia el ascensor. Ya fuera por la tensión en el aire o por el roce de nuestras presencias, sentí que todo lo que nos rodeaba se hacía más pesado. Cuando salimos del ascensor, Christopher me indicó que pasara delante. En el camino, nuestras miradas se cruzaron con Isabella, quien nos observó desde su escritorio, los papeles en las manos temblando ligeramente. Al vernos, dejó caer las carpetas con fuerza sobre la mesa, dejando claro su enfado.
La sensación de incomodidad creció aún más cuando salimos al aire libre y el auto de Christopher nos esperaba, listo para llevarnos a la reunión con el señor Lee. Los kilómetros en el camino parecían eternos, y el silencio entre nosotros se alargaba como una cuerda tensa que estaba a punto de romperse. Christopher conducía, sus ojos fijos en la carretera, mientras yo intentaba ordenar mis pensamientos. Ambos estábamos atrapados en un limbo de palabras no dichas.
Al llegar al restaurante, estacionó el coche con precisión. La figura del señor Lee nos reconoció a lo lejos, su expresión animada al vernos hizo que todo se volviera más real.
- ¡Yo sé que puedes! - Murmuró Christopher de repente, mientras sus manos se posaban en mi cintura, un gesto que me hizo tensarme de inmediato. Algo en su toque me desestabilizó.
- Creo que me estoy arrepintiendo de haber aceptado trabajar para ti. - Mi respuesta salió más fría de lo que pretendía, y vi cómo una sombra de incomodidad cruzaba su rostro.
- Ya es demasiado tarde para eso. - Replicó él, sin mirarme, mientras entrábamos al restaurante.
El ambiente dentro era cálido, con un aire de lujo y confort. Nos dirigimos hacia la mesa del señor Lee, quien se levantó sorprendido al vernos.
- ¡Qué agradable sorpresa verla de nuevo, señorita! - Su saludo fue cordial, estrechando mi mano con entusiasmo. Luego, se dirigió a Christopher, quien también estrechó su mano con una sonrisa medida.
- Creí que vendría con el señor Edwin, sin ofender, claro. - El señor Lee me miró con un toque de curiosidad, y yo respondí con una sonrisa educada.
- Oh, no, Edwin tuvo que ir a una construcción. Pero vine con Elise. - Christopher mencionó mi nombre con una sonrisa, pero algo en su gesto parecía tener otro significado. Yo lo observé, confundida, sin entender si su actitud era parte de su juego o si algo más se escondía detrás.
Lo miré, y sin querer, mi ceja se alzó en señal de duda. "¿Qué haces?" pensé, pero él no entendió el mensaje hasta que vio mi mirada desafiante. Su mano se retiró rápidamente, pero ya era tarde. El señor Lee ya había notado el gesto.
- Perdón por el atrevimiento, pero... ¿ustedes? - Su mirada curiosa se fijó en nosotros, su ceja levantada.
- Ehh... - Christopher me miró, esperando que yo hablara, pero yo lo observé con desdén, sin ceder.
- ¿No le vas a decir al señor Lee? - Dije con una sonrisa desafiante, mientras mi mente se preparaba para jugar al mismo juego que él. - Estamos saliendo. - La declaración salió con firmeza, y pude ver cómo Christopher desvió la mirada, apretando los puños.
- ¡Oh, pero qué hermosa pareja hacen! - El señor Lee exclamó, y Christopher tosió, incómodo.
- Ya tendremos tiempo de hablar sobre nuestra relación, ¿no es cierto Elise? - Christopher intentó reconducir la conversación, pero el señor Lee, siempre rápido, no se dejó interrumpir.
- ¿Qué les parece si pedimos algo de comer antes de hablar de negocios? - Su tono relajado contrastaba con la creciente impaciencia de Christopher, mientras yo disfrutaba del momento.
- ¡Ay, sí! Muero de hambre. - Respondí con una alegría desbordante, disfrutando de la incomodidad que le causaba a Christopher.
- ¡Perfecto! Llamaré al camarero. - El señor Lee sonrió ampliamente, mientras Christopher me miraba con frustración contenida.
- Elise... cariño... a lo que venimos. - Murmuró Christopher entre dientes, pero yo no cedí.
- Oh, Christopher... tengo mucha hambre, ¿no me dejarás sin desayuno, verdad? - Mi tono infantil lo hizo suspirar.
- Ella me agrada mucho. - Dijo el señor Lee, mientras lanzaba un comentario halagador que hizo que Christopher se forzara a sonreír irónicamente.
- Claro, lo que usted diga. - Respondió, mientras jugueteaba con los dedos, visiblemente incómodo.
La comida llegó, y las conversaciones sobre el proyecto se intercalaban con momentos de tensión y diversión. Yo había tomado el control, asegurándome de que Christopher consiguiera lo que necesitaba, mientras me divertía con su incomodidad y la tensión palpable entre los tres.
Finalmente, después de muchas negociaciones y momentos de tensión, llegamos a un acuerdo. El señor Lee accedió a vender las acciones y a dejar una parte del muelle a su disposición. La firma de los papeles fue el cierre de una jornada llena de juegos y emociones.
Al levantarnos, Christopher tomó mi mano.
- ¿Qué haces? - Murmuré, el nerviosismo apoderándose de mí por su toque repentino.
- Él piensa que somos pareja, me tienes que dar la mano. - Respondió con calma, pero su mirada era más intensa de lo que me gustaba.
- ¿Y si no quiero dártela? - Le contesté, intentando soltarme de su agarre. Pero él apretó más fuerte, haciendo que mi respiración se agitara.
- No, camina. - Dijo, tomando mi cintura con más firmeza cuando no le hice caso. - Si no caminas, no me quedará otro remedio que cargarte en mi hombro.
Me sonrojé profundamente, pero no pude evitar caminar detrás de él, notando cómo, de reojo, él ocultaba una sonrisa burlona.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top