·006·


El reloj marcaba las seis en punto, y un profundo suspiro de alivio escapó de los labios de Elise. Su día, que había comenzado con la emoción y la adrenalina de la reunión con Christopher, había caído rápidamente en una rutina monótona: informes interminables, documentos que se multiplicaban como conejos en su escritorio, y un silencio opresivo que solo se rompía con el suave susurro del teclado y el tic-tac implacable del reloj de pared. La energía vibrante de la mañana, la tensión palpable durante la negociación, se había disipado como una capa de niebla al contacto con la implacable rutina de su trabajo.

Se levantó de la silla, estirando los músculos adoloridos por horas de estar sentada, mientras la oficina, generalmente bulliciosa, se encontraba ahora en un silencio sepulcral. La mayoría de sus compañeros ya se habían ido. Recogió sus cosas con una rapidez que reflejaba su deseo de escapar de la quietud monótona. Al salir del edificio, una sensación de frustración la invadió. El día había sido un contraste abrupto con la energía del encuentro con Christopher; la expectativa y la tensión de esa reunión se habían desvanecido, reemplazadas por un vacío que la dejaba algo perdida.

Al llegar a la calle, el bullicio de la ciudad la envolvió como un cálido abrazo. El sonido de las bocinas, las conversaciones animadas, la música de los locales comerciales: todo eso la rompió del silencio opresivo de la oficina. Sacó su teléfono y vio un mensaje de Clara, su mejor amiga:

"Te extrañé mucho, ¿cenamos esta noche?".

La propuesta de Clara fue como un bálsamo para su alma cansada. Sin dudarlo, aceptó, con la esperanza de encontrar consuelo en la compañía de su amiga.

Esa noche, la atmósfera del pequeño departamento de Elise era todo lo contrario al ambiente laboral. La luz tenue de las velas, la música suave de fondo y el aroma de la comida que preparaban juntas creaban un entorno relajante y acogedor. Clara, radiante y energética, se movía por la cocina con la eficiencia de un chef experimentado, mientras Elise, aún arrastrando la frustración del día, se encargaba de poner la mesa. Miraba a su amiga con una mezcla de admiración y envidia por su energía vibrante, tan diferente a la suya.

Mientras se sentaban en el sofá, rodeadas de platos de pizza y copas de vino, Clara levantó la copa, mirando a Elise con una expresión entre sorprendida y molesta.

— ¿En serio me dices que no se alegró por no tener todas las acciones? Dios, qué hombre tan... arrogante. — Clara dio un sorbo de vino, su tono lleno de incredulidad.

Elise suspiró, apoyando los codos en las rodillas y mirando al frente, como si las palabras pudieran aliviar la incomodidad que todavía sentía por la reunión.

— Así es, además pidió a Edwin que mañana tengan una reunión con el señor Lee, para convencerle de que le venda todas las acciones. — Elise movió la copa en sus manos con una mezcla de frustración y desconcierto, como si no pudiera comprender del todo el comportamiento de Christopher.

Clara bufó, dejando la copa en la mesa con un golpe seco.

— No me sorprende. ¿Cómo puede ser tan... egoísta?  — Clara frunció el ceño, claramente disgustada.

Elise asintió, sus ojos vagaron hacia la ventana, pero su mente seguía en la reunión. La frialdad de Christopher, esa presencia imponente y distante, la había dejado desconcertada. Había algo en él, una especie de arrogancia soterrada que le resultaba difícil de descifrar, pero que sin duda la había dejado con una sensación incómoda.

— No me gusta cómo me hace sentir. Como si fuera insignificante.

En ese momento, el teléfono de Elise vibró sobre la mesa, interrumpiendo su queja. Miró la pantalla y vio que el número que aparecía no estaba registrado en sus contactos. Un estremecimiento recorrió su cuerpo y dudó unos segundos antes de contestar. A medida que el teléfono sonaba, sus dedos se apretaron alrededor de la copa de vino.

— ¿Aló? — preguntó, con un tono cauteloso.

Del otro lado de la línea, la voz de Christopher llegó clara y fría, como un hielo cortante.

— ¿Elise? ¿Te llamo en un mal momento?

Elise se tensó al escuchar su voz. La mezcla de sorpresa y frustración se apoderó de ella. Clara, al notar la reacción de su amiga, comenzó a hacerle señas, preguntándose qué estaba pasando. Elise miró a su amiga con una expresión incómoda antes de responder.

— No, terminaba de cenar. ¿Qué Ocurre? — Intentó sonar tranquila, pero su tono denotaba la curiosidad y el desconcierto.

— Keyla me dio tu número, necesitaba hablar contigo. — La voz de Christopher era neutral, pero algo en su tono la hizo sentir incómoda, como si ya estuviera anticipando lo que iba a decir.

— Claro, dime. — Elise trató de controlar la incomodidad en su voz, deseando que la conversación fuera breve.

— Necesito que mañana me acompañes a la reunión con el señor Lee. Necesito que me ayudes a convencerlo de que me venda todas las acciones del proyecto. — La solicitud de Christopher sonó directa, sin preámbulos, como si todo estuviera ya decidido.

Elise hizo un gesto de frustración, y de forma inconsciente negó con la cabeza, incluso sabiendo que él no podía verla.

— ¿No ibas a ir con el señor Edwin? — preguntó, tratando de evitar la idea de que él la necesitara allí. No quería verse atrapada en otra de sus maniobras.

Christopher suspiró, audiblemente frustrado al otro lado de la línea.

— Si pudiera ir con Edwin, no te estaría llamando para que me acompañes. — El tono de su voz cambió, cargándose de molestia.

Elise frunció el ceño, sintiendo que ya estaba llegando al límite de su paciencia.

— ¿Y qué le parece Isabella? Ella creo que estaría gustosa de acompañarle. — Elise no pudo evitar ser directa. Un toque de desdén se filtró en sus palabras, algo que no pudo evitar.

Desde el otro lado de la llamada, un tenso silencio se apoderó de la conversación antes de que Christopher respondiera con irritación.

— Elise, Isabella no pinta nada en esa reunión. Ella es de relaciones públicas, y tú eres mi secretaria. — La voz de Christopher ya estaba claramente molesta, casi bordeando la irritación. Elise lo notó, pero no retrocedió.

— Pídeselo a Keyla, ella es su asistente. — Elise replicó, con firmeza.

— ¡Elise! — La voz de Christopher se alzó, pero ella no lo soportó más. Sin pensarlo, cortó la llamada.

Clara la observaba atónita, con una mezcla de asombro y admiración. Al ver que Elise colgaba, se recostó en el sillón y dejó escapar una risa nerviosa.

— ¡Vaya! No esperaba eso. — Clara levantó las cejas, claramente sorprendida por la actitud desafiante de Elise.

Elise, con el teléfono aún en la mano, se dejó caer hacia atrás en el sillón, su pecho aún acelerado por la conversación.

— No me va a pisotear. — Dijo con determinación, mirando a Clara, que la observaba con una mezcla de admiración y diversión.

El resto de la noche transcurrió entre risas, recuerdos compartidos y el reconfortante sabor del vino y la pizza. Clara, siempre tan viva, logró quitarle el peso del día a Elise con sus bromas y su contagiosa risa. El vino corrió, y con él, las tensiones se desvanecieron. Elise, en su compañía, comenzó a relajarse, dejando que las risas la arrastraran lejos del frío de la oficina y de la presión de la negociación. Con cada sorbo de vino y cada palabra de Clara, la sensación de vacío que había sentido durante todo el día comenzaba a transformarse en algo mucho más cálido: el bienestar de estar rodeada de una amiga que realmente la comprendía.

Cuando Clara se dispuso a marcharse, Elise la acompañó hasta la puerta.  Mientras se despedían, con un abrazo cálido y una promesa de volverse a ver pronto, Elise sintió una profunda gratitud por la amistad de Clara.  Su presencia había sido un antídoto perfecto contra el monótono cansancio del día, un bálsamo para su alma.  Observando a Clara alejarse, Elise volvió a su departamento. La sensación de vacío había desaparecido, reemplazada por un nuevo brío que la impulsaba hacia un nuevo día.  El recuerdo de la reunión con Christopher, la tensión de la negociación, y la extraña atracción que sentía por él, permanecía en sus pensamientos, un toque picante en la tranquilidad de su noche, una promesa de nuevas experiencias y desafíos.  La imagen de la mirada penetrante de Christopher mientras sus miradas se cruzaron en la sala de juntas la acompañó mientras se preparaba para dormir, un eco de ese encuentro inesperado que prefiguraba nuevas aventuras y, quién sabe, un futuro incierto.

Elise decidió relajarse con una ducha caliente después de un largo día. Mientras el agua corría por su cuerpo, sintió cómo la tensión se desvanecía. Después de ducharse, se puso su pijama favorito, un suave tejido de algodón que la hacía sentir cómoda y relajada. Luego, se secó el cabello con una toalla suave y realizó su rutina de skincare, aplicando cremas y sérum con cuidado.

Justo cuando estaba a punto de recoger la cena que aún quedaba sobre la mesa, el timbre de la puerta sonó. Elise se detuvo, confundida. No esperaba a nadie. Se acercó a la puerta y se asomó por la mirilla. Su corazón se detuvo al ver la silueta de un hombre. No era cualquier hombre. Era Christopher.

Se llevó la mano a la boca, asombrada, y entró en pánico. Abrió la puerta y ambos se observaron durante un momento incómodo. Christopher estaba parado en el umbral de la puerta, con su traje negro y su corbata perfectamente anudada. Su cabello estaba peinado hacia atrás, y sus ojos negros brillaban en la oscuridad.

—¿Christopher? ¿Qué...? — Elise intentó hablar, pero Christopher la interrumpió.

—Keyla me dio tu dirección. Lo siento, sé que es tarde, pero necesito hablar contigo — dijo él, con una expresión seria.

Elise se quedó sin palabras, y Christopher la miró con confusión.

—¿No me vas a dejar pasar? — preguntó él, y Elise se sonrojó.

—Oh, lo siento. Pasa, por favor — dijo ella, abriendo la puerta de par en par.

Christopher asintió y entró en la casa de Elise. La decoración era colorida y vibrante, llena de plantas y pinturas. Era muy Elise. El aroma a café y a pan fresco llenaba el aire, y Christopher se sintió cómodo de inmediato.

Christopher miró hacia la sala y vio la mesa con dos copas de vino casi vacías y sobras de pizza.

—¿Llegué en un mal momento? — preguntó él, observando a Elise.

Elise miró hacia la mesa y luego hacia Christopher.

—Oh, no. Estaba por recoger todo esto ahora — dijo ella, mientras iba a recoger los platos sucios.

—¿De qué querías hablar? — preguntó Elise, mientras colocaba los platos en el fregadero.

—¿Tu novio... está? — preguntó Christopher, con una voz fría y serena, pero Elise notó una tensión en su tono.

Elise lo miró con una sonrisa divertida.

—No tengo pareja. Mi amiga estaba aquí, pero ya se fue — dijo ella.

Christopher asintió con la cabeza y no dijo nada más.

—Bueno, supongo que durante la llamada te habré interrumpido con tu amiga... Pero Elise, necesito que mañana me acompañes a esa reunión — dijo él, con una expresión seria.

Elise dejó los platos sucios en el fregadero y soltó un suspiro.

—Es que... no sé cómo quieres que te ayude a convencer a que él señor Lee te venda todas las acciones — dijo ella, confundida.

—Es sencillo. Vamos a la reunión, hablamos con él y le dices que es mejor que me venda todas las acciones a mí — dijo Christopher, con una sonrisa confiada.

—La verdad es que no entiendo por qué quieres todas las acciones... ¿No te cansas de ser dueño de todo? — preguntó Elise, rodeando los ojos.

—No — dijo él, con una voz firme.

—Haré todo lo posible, pero si no te las vende, me dejarás en paz y no me pedirás que haga estas cosas — dijo Elise, decidida.

—Hecho — dijo Christopher, con una sonrisa.


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