𝙸𝙸. 𝚅𝚎𝚛𝚊𝚗𝚘
«El final de la primavera trae consigo el verano. Me gusta el verano; es sinónimo de vacaciones, de días en la playa, de planes con amigos.
Y es testigo de todo lo que una vez fuimos, de todo lo que vivimos. De nuestras intensas declaraciones y los reclamos de amor. El verano es, sin duda, una de las mejores estaciones del año, una que ahora siento sofocante porque me faltas tú para poder respirar.
Ese verano, hice lo que jamás en mi vida pensé que haría: ir a clases. Específicamente, un curso intensivo.
Pude haber disfrutado mis vacaciones como en cualquiera de los años anteriores: ir a la playa, comer helado, ir al cine, tocar timbres y echarme a correr, hasta pasear perros. ¡Pero no! El señorito se enamoró y, para seguir viéndote, tuvo que ir a clases de verano. Fuiste mi perdición, Jeon JungKook. Al menos, gracias a ti, mi promedio aumentó. El amor mejoró mis calificaciones.
- ¿Clases de verano? Kim TaeHyung, ¿te estás volviendo loco? -Hasta mi madre lo pensaba.
- Sí, bueno, si voy a estudiar medicina, mis notas deben mejorar, ¿no? Pienso que es lo mejor para mi futuro y... -No me dejó terminar.
- Señor, tu abuela tenía razón. Cuando la gente se enamora ese vuelve tonta.
- ¡¿Qué?! ¿Quién dijo que estoy enamorado? Mamá, ¿qué te pasa? -En ese momento me comenzó a dar calor, creo que las temperaturas del verano ya me estaban afectando.
- Solo era un decir, ¿por qué estás tan nervioso? -Me escudriñó con la mirada-. Si quieres ir a clases de verano, ve. Pero que me llegue a enterar de que estas yendo a cualquier otro lugar menos a esas dichosas clases, Kim TaeHyung. -Temblé.
Le hablé a mi madre de ti y te presenté como mi amigo, porque, oficialmente, eso éramos. Me pidió que un día te llevara a comer para conocerte, sugiriendo que invitara a otros amigos también. Pero en ese momento solo me importaba que fueras tú. Sin embargo, nunca pasó. No salías de tu casa, y los domingos en que nos veíamos eran muy pocos. Pensaba que te disgustaba mi presencia o algo por el estilo, no entendía tus razones.
Solo pasábamos tiempo juntos en la escuela y después de ella. Siempre que te llamaba, estabas estudiando. Una vez me comentaste que tu padrastro quería que estudiaras leyes, y por eso te esforzabas tanto. A pesar de todo, te las arreglabas para hablar conmigo, sin importar lo que estuvieras haciendo.
Así que decidí pasar las vacaciones en clases de verano contigo en compensación. No pensaba esforzarme en absoluto, para ser sincero. Con solo verte y estar junto a ti, mi ser se completaba.
- Kim TaeHyung, ya la clase acabó, vamos. -Bueno, me la pasaba durmiendo, me declaro culpable. Siempre me despertabas después de las clases para ir a la biblioteca; esa vez era la quinta clase del mes.
- ¿Hum...? No, solo dame cinco minutos más, mamá. -Me desperté de inmediato cuando sentí tu palma chocando bruscamente contra mi cabeza. Me dolió; no era necesario recurrir a la violencia-. ¡Oye! ¿No puedes ser un poco más dulce?
- No soy un caramelo, Kim. Vamos, debemos repasar inglés. Aún me pregunto cómo eres tan bueno en eso y tan malo en las otras materias. -Me levanté pesadamente del puesto, con la energía al máximo, agarrándome de tu bolso y dejando que me guiaras.
- Sí que eres un caramelo, para mi eres un bombón. -Y te guiñé el ojo. Ya era habitual en nosotros hacer ese tipo de bromas. Aunque me ignoraras, la mayoría de las veces me seguías el juego.
- Ja, ja, ja. -A pesar de tu actitud tan despreocupada, me encantaba ver el leve sonrojo en tus orejas.
Pasábamos las tardes "estudiando" en la biblioteca, o al menos eso parecía. Tú estudiabas, yo leía manga. Éramos el equipo perfecto.
- No te amo como si fueras rosa de sal, topacio, o la flecha de claveles que el fuego dispara. Te amo como aman ciertas cosas oscuras, en secreto, entre la sombra y el alma. -Cuando escuché eso mi corazón dio un vuelco, me puse nervioso repentinamente. ¿Qué pasaba por tu cabeza al comenzar a recitar un poema como ese de la nada?-. Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde. Te amo directamente, sin complejidades ni orgullo; así te amo porque no conozco otra man... ¿Qué? -Fijaste tu mirada en mí con clara confusión.
Estaba sentado con los brazos apoyados sobre la mesa, dejando que el peso de mi cabeza reposara en mi mano y mirándote atentamente. Hipnotizado.
- ¿Me estás declarando tu amor? -A pesar de que conocía la respuesta, solo deseaba fantasear un poco.
- Estoy traduciendo este poema de Pablo Neruda, el Soneto XVII. ¿Qué tal lo hice? -Me mostraste animadamente la hoja donde estaba impreso el poema.
- Bien, pero ahora estas traduciendo muy a tu interpretación lo que lees. Sin embargo, buen trabajo. -sonreí, recuerdo que el ambiente de ese momento se volvió... bastante denso. Sentía mi cara caliente, y mi corazón latía muy rápido-. Pensé que me estabas confesando tu amor... -suspiré pesadamente y me recosté sobre la mesa. Fingiendo estar ofendido. Me salió natural.
- Levántate, Kim TaeHyung, ayúdame con esto. -Acercaste tu silla a la mía, riendo, quedando más cerca de lo normal. Me acomode en mí asiento y comencé a corregir las partes que estaban mal traducidas. Me sentía nervioso, me ponías nervioso, tú y tu tonto aroma a lavandas. Tenía tu rostro tan cerca del mío que podía percibir tus respiraciones. Juraría que incluso escuchaba el latir de tu corazón.
- Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde, te amo directamente sin problemas ni orgullo: así te amo porque no sé amar de otra manera, sino así de este modo en que no soy ni eres, tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía, tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño... -leí en voz alta, haciendo énfasis en las frases corregidas-. ¿Entendiste? -Giré mi rostro hacía el tuyo, quedando cara a cara. Me estabas mirando tan detenidamente que comenzó a faltarme el aire. Inconscientemente, contuve la respiración.
- ¿Y si lo hubiera hecho? -Tu expresión era seria.
- ¿Q-qué?
- Confesarte mi amor.
Mi mundo se desconectó y, por un instante, el tiempo pareció detenerse a nuestro alrededor. Dejando solo a dos adolescentes de dieciocho años mirándose fijamente. No entendía lo que pasaba por tu cabeza, no sabía porque eras tan reservado, desconocía los motivos de tu triste mirada. Sin embargo, solo por ese momento quise olvidarme de todo, apartar cualquier duda y enfocarme únicamente en los intensos sentimientos que florecían entre nosotros. El calor del verano se mezclaba con nuestras respiraciones agitadas, y solo pude fijar mi mirada en tus labios.
Y como si pudieras leer mis pensamientos, tu mano subió y se deslizó suavemente por mi mejilla. Acariciándola, acercándote cada vez más y mirándome con tal intensidad. No tuve el valor de reaccionar, quedé petrificado, me tomaste por sorpresa, Jeon. Generalmente yo manejo este tipo de situaciones.
Cuando estábamos a menos de un centímetro de chocar nuestros labios, simplemente dijiste:
- Lo siento. -Y te alejaste lentamente. La sangre me hirvió.
Desconocía lo que pasaba por mi mente en ese entonces, pero no me arrepiento. Me armé de valor, acumulé todas las emulsiones de Scott que mi madre me daba de pequeño y te tomé de la corbata. Mi mano pasó por detrás de tu cuello y te acerque a mi bruscamente. Te miré fijamente con el ceño fruncido, apreciando tu confusa expresión.
No Jeon, conmigo no. O terminas lo que empiezas o no lo empiezas.
Finalmente, te besé.
O bueno, dejé un delicado pico en tus labios y luego me alejé expectante, ansioso. Esperando que me insultarás, me cachetearas o huyeras al instante, pero nada de eso pasó. Para mi sorpresa, me devolviste el beso con mayor intensidad, tomando mi rostro entre tus manos y respirando erráticamente. Sentí que me derretía ante tu tacto.
Fue nuestro primer beso, en aquel día sofocante de verano, mientras el sol se filtraba por las altas ventanas de la biblioteca y la brisa peleaba contra las cortinas. Nuestro primer beso... y aún ni me habías tomado de la mano. Mal ahí, Jeon.
Podrán pensar que después de eso todo se volvió incómodo y tenso, pero para sorpresa de ambos, no fue así. Al salir de la biblioteca, me pediste hablar y, aunque me dolió en el alma escucharte decir "Estoy confundido", me reconfortó que me pidieras que no te evitara. A pesar de no entender tus sentimientos por mí, prometiste no jugar con lo que yo sentía y no hacerme sentir inseguro. Prometiste darme una respuesta, una que aún sigo esperando.
Ese "algo", como lo definí, era un territorio desconocido pero reconfortante. Sentía una seguridad especial, como si cada momento compartido fuera un genuino secreto entre tú y yo. Cada palabra que intercambiábamos, cada gesto de tu parte, me hacía sentir que éramos especiales el uno para el otro, aunque no pudiéramos ponerle un nombre concreto a esa extraña relación. Era como estar en aguas tranquilas pero profundas, donde cada mirada y cada sonrisa eran suficientes para hacerme sentir completo... pero en donde en cualquier momento podríamos hundirnos.
Nos tomábamos de las manos, con el tacto suave y cálido de nuestras pieles entrelazadas bajo la mesa de la biblioteca. En el parque, sentía tu mano reposar delicadamente sobre mi muslo y cada vez que nos despedíamos, tus abrazos me envolvían con ternura, y me dedicabas esas cálidas sonrisas que pensaba eran genuinas. Como si solo el calor del verano pudiera comprender y ser testigo de la conexión entre nosotros.
Y nuestros besos a escondidas eran como promesas que se llevaba el viento, llenos de la misma intensidad que sentíamos al rozar nuestras manos.
Fui bastante ingenuo al pensar que esa estación se volvería eterna.
[...]
¿Sabías que la playa es mi lugar favorito? Yo tampoco lo sabía hasta aquel día.
Para mí, no era más que un destino común, de hecho, la odiaba. El calor era sofocante, el agua era exageradamente salada, y la arena se te metía hasta por los huesos, dejándote con una sensación incómoda en todo el cuerpo. A pesar de usar mil litros de bloqueador solar, siempre terminaba con quemaduras y patrones graciosos en la piel, dependiendo de la ropa que llevara.
Cada regreso de la playa era una tortura: el cuerpo me picaba, y la incomodidad persistía durante días. Definitivamente no me agradaba.
Sin embargo, todo cambió a mediados de ese verano.
Debería odiar la playa, después de todo, es un lugar que también me recuerda a ti. Pero no lo hago; la playa no tiene la culpa. Aunque me genere nostalgia y tristeza pensar en ella, también me ofrece una sensación de paz. A pesar de los recuerdos que allí se crearon y de que me entristezca solo recordarlos, no la odio.
La playa es mi lugar favorito.
- JungKook, vamos a la playa.
- ¿Eh? ¿Kim TaeHyung, por fin te volviste loco? -Tu voz se escuchaba lejana al otro lado de la línea. Era domingo por la mañana y llevábamos dos horas hablando.
- Oye, a mí tampoco me gusta la playa, pero tengo mucho tiempo sin ir y necesito asegurarme de que aún siga siendo tan horrible como la recuerdo. Para confirmar el odio, ¿entiendes? -Mentira, días antes estuve muy enfrascado buscando "ideas para citas que no parezcan una cita". Yo el más romántico.
Lo primero que apareció fue la playa. Al principio, detesté la idea, pero era lo único que encajaba bien en el molde de "cita que no parezca una cita". No tuve más opción que resignarme.
No era que quisiera apurar las cosas entre nosotros, no pienses eso. Simplemente quería hacer algo diferente, algo especial, un recuerdo que pudieras atesorar. A pesar de que eso conllevase a salir de mi zona de confort.
- Sí. -reíste-. Y no es que no me guste. Amo la playa, pero, ¿ir así tan repentinamente? Necesito prepararme para los simulacros de la universidad y...No sé si pueda salir hoy.
- ¿Universidad? JungKook, aún falta un año para eso, ¿por qué te preocupas tanto? -Claro, como el vago que era no entendía la seriedad de ese asunto-. Vamos Jeon, haré que sea divertido. Por favor. -Alargué la "o". Y no, no estaba rogando, solo pidiendo con insistencia.
Un minuto de silencio. Luego un suspiro de... ¿frustración? ¿resignación?
- Diré que voy a la biblioteca a estudiar. -Chillé de emoción. Creo que jamás me había sentido tan feliz de que me aceptaran una salida. Después de una pausa corta, agregaste: - Vamos a Incheon, ¿no? Más te vale que no me arrepienta de mi decisión, Kim.
- ¡Sí, te lo prometo! -dije efusivamente-. Te espero en la estación en una hora, ¡adiós! -Y colgué. A decir verdad, ya tenía todo preparado, solo me faltaba convencerte. Lol.
Cuando llegamos a la playa, ya era pasado el mediodía. Habíamos perdido un tiempo considerable en la estación porque no sabíamos qué metro tomar exactamente, lo que hizo que el viaje fuera más largo de lo esperado. Sin embargo, la espera no había sido en vano, ya que, como soy un hombre precavido, había llevado algo de comida.
- Es tan bonita como la recordaba.
- Es tan horrible como la recordaba. -reíste.
Mi comentario había sido una mentira. Apenas llegamos la playa dejó de parecer tan desagradable. Tu simple presencia hacía que todo mi alrededor fuera más hermoso.
Nos sentamos en la arena, extendí una manta y disfrutamos de un improvisado almuerzo al aire libre. El sol brillaba intensamente, y el aroma de la comida mezclado con el sonido relajante de las olas rompía el silencio de la playa. Mientras comíamos, no podía evitar sonreír al ver cómo te reías y te esforzabas por quitar la arena, que traía la brisa, de tus bocados. Pero, a pesar de las pequeñas incomodidades, el momento fue perfecto.
Los acontecimientos de ese día fueron tantos que me resulta difícil escribirlos con la apreciación que realmente merecen. Corrimos por la orilla mientras jugábamos y chapoteábamos en el agua. Reíamos y peleábamos tontamente salpicándonos con las olas. Caminamos tomados de la mano cuando nos cansamos y luego nos abrazamos en medio del viento cálido. Fue tan magnífico, de esos días que viven en la memoria para siempre. De esos que solo puedes desear que se repitan una y otra vez por lo feliz que te sentiste.
No me importó revolcarme en la arena, ni que mi piel se bronceara, ni el calor ni el agua salada. Solo me importabas tú; mi atención siempre estuvo puesta en ti, desde el primer momento en que nos vimos.
Finalmente, cuando el sol estaba en su espléndida puesta, nos encontrábamos sentados en la arena, admirando el paisaje. Mi cabeza reposaba en tu hombro y nuestras manos estaban entrelazadas. La brisa nos envolvía suavemente y el ocaso nos observaba en silencio.
- Cuando era pequeño, solía venir a la playa con mis padres. Éramos muy felices... Mi papá siempre jugaba conmigo; hacíamos castillo de arena y enterrábamos a mamá en la arena para que luego no pudiera ir a regañarnos. -Soltaste una risita nostálgica. Yo solo escuchaba atentamente, me tomaste por sorpresa-. Ha pasado mucho tiempo desde entonces, y no había vuelto a disfrutar la playa de esta manera. No me arrepiento de haber venido hoy. -Apretaste mi mano con fuerza.
- Sí, estar hoy en la biblioteca no estuvo mal. -dije con sarcasmo. Te reíste y me empujaste levemente con tu hombro-. Mira, para no perder la costumbre, te enseñaré algo de vocabulario relacionado con la playa. Empecemos con la palabra "playa", que en inglés es "beach", B-E-A-C-H. -deletree-. Sin embargo, mucha gente la pronuncia como "bitch", B-I-T-C-H, que... no es una palabra bonita en realidad. Lo gracioso es que la forma en que se escribe una es similar a cómo se pronuncia la otra. Si quieres decir "playa" en inglés, debes pronunciar la segunda palabra, leyéndola literalmente. ¿Entiendes?
- Bitch.
- No, JungKook, Beach. -sonreíste con los labios pegados. Abrí la boca ofendida-. Oye, eres un grosero. -reíste en voz alta.
- Perdón, perdón, eso lo sé. Continua, por favor.
Y así seguimos hasta que el sol se puso por completo, yo hablando y enseñándote nuevas palabras mientras tú te esforzabas por pronunciar cada una de ellas correctamente.
Recuerdo ese momento como si el tiempo se hubiera detenido. Mientras el cielo se tornaba de tonos naranjas y rosas, pensaba que todo era tan perfecto como podía ser. En ese instante, no podía imaginar que algo podría salir mal en el futuro. La tranquilidad de la playa y la calidez de tu compañía me dieron una extraña sensación de seguridad y esperanza, como si lo que compartíamos pudiera durar para siempre. Me aferré a la ilusión de que el futuro podía ser tan brillante y hermoso como el momento que vivíamos. ¿Siempre fui tan tonto?
- Mira, esta caracola se parece a ti. -dijiste repentinamente, sosteniendo una pequeña caracola en tus manos mientras caminábamos de regreso.
- ¿Por qué?
- No sé, solo la veo y digo: "Si Kim TaeHyung fuera una caracola, sería esta". Es bastante bonita, brillante, y tiene un toque elegante, como tú. -Tu rostro se veía muy serio, pero tus ojos resplandecían con un toque especial.
- ¿Elegante? ¿Yo? Cuéntame otro chiste. -reí incrédulo. En ese momento me pareció una comparación muy tonta, pero traté de ocultar el pequeño nerviosismo que brotó en mí.
- Lo digo en serio. -Me miraste con sinceridad.
- S-sí, bueno -Recogí una piedra del suelo-, y esta piedra me recuerda mucho a ti. Por lo frío y duro que a veces puedes llegar a ser.
- De las piedras sale el diamante, Kim. Me siento halagado. -reíste con diversión. Tampoco recordaba que eras tan egocéntrico.
Pero no era del todo mentira. Al igual que una piedra puede esconder un diamante, me di cuenta de que lo que parecía frío y duro por fuera en realidad era algo precioso, una joya oculta. Como un mineral que encuentras en la playa y que, al ser pulido, revela su verdadera belleza y valor. Así eras tú para mí: un descubrimiento invaluable que me hacía sentir casi egoísta, queriendo mantener ese "diamante" solo para mí y evitar que nadie más descubriera su belleza. Fui codicioso.
[...]
- Kim TaeHyung, estás loco si piensas que me voy a subir a esa cosa.
Frente a nosotros, en el centro de Lotte World, se alzaba un colorido carrusel lleno de caballos de madera. No era especialmente alto ni aterrador; de hecho, hasta un niño de cinco años se habría montado sin pensarlo dos veces. Pero la mera idea de dar vueltas en círculo en esos caballos brillantes parecía suficiente para hacerte retroceder. ¿Miedo, Jeon?
Y ahora que lo pienso, me doy cuenta de la frecuencia con que me llamaban "loco". Me hace cuestionar si de verdad lo estaba.
En fin, después de enterarme que tu cumpleaños había pasado sin celebrarlo, y que me lo dijiste al final del día por llamada, no pude quedarme tranquilo hasta poder festejarlo adecuadamente. Así que el domingo de esa semana te engañé para llevarte al parque de atracciones. Te resististe una vez que llegamos, declarando que era una pérdida de tiempo y que mejor nos fuéramos a estudiar. Pero, como el gran manipulador que soy, te condicioné para que aceptaras. No pregunten qué acordamos.
Me sorprendió escuchar que nunca habías ido a un parque temático. ¿Vivías debajo de una roca o cómo? En ese momento no lo entendía, pero muy dentro de mí estaba feliz por estar contigo en tu primera experiencia. Tu primera vez. Y era conmigo.
- ¿En serio, JungKook? -me burlé -. ¡Es solo un carrusel! Mira, hasta los niños pequeños están emocionados por subirse. ¡Ni siquiera gira tan rápido!
Cruzaste los brazos y frunciste el ceño, mirando la atracción con desconfianza. Los caballos se movían lentamente hacia arriba y hacia abajo, ofreciendo una experiencia suave y pareciendo inofensivo. Pero para ti, al parecer era una prueba de valentía incapaz de realizar.
- No es eso. -murmuraste, evitando mi mirada-. Es la idea de estar atrapado ahí, dando vueltas sin parar, sin poder bajarme cuando yo quiera. ¿Y si el que lo controla se queda dormido y sin querer le aumenta la velocidad y esa cosa comienza a parecer una licuadora? No gracias, no quiero morir de esta manera. -Tu cara era de terror total.
Me reí exageradamente, a pesar de tu cara tan sería siempre decías cosas absurdas. Me costaba diferenciar entre tu sarcasmo y lo que decías enserio, pero me gustaba. Te tomé de la mano y tiré de ti suavemente hasta la fila del carrusel.
- "Dramático" es tu segundo nombre, ¿cierto? No exageres, será divertido. -suspiraste, pero no pusiste resistencia. Cuando finalmente llegó la hora de subir, se me ocurrió una genial idea.
- Sujétate de ahí, yo me sentare atrás y te sostendré por los hombros, relájate. -No podía evitar sonreír, a pesar de que luego me odiaras por ello. Y cuando el carrusel comenzó a andar me bajé rápidamente, saliendo de la zona y buscando mi teléfono entre mis bolsillos. Debía grabar ese momento.
- Ki-Kim TaeHyung, ¿qué mierda crees que haces? ¿Acaso quieres morir? ¡Vuelve aquí ahora mismo!
- ¡Sonríe a la cámara! Es para mi blog.
- ¡Kim, mierda! ¡Te juro que cuando baje de aquí te mataré!
- Si es que logras bajar. -dije con tono burlón.
- ¡Kim TaeHyung, bájame de aquí! -Parecías a punto de llorar, estabas pálido.
A los dos minutos habías dejado de quejarte, y a los tres minutos comenzaste a disfrutarlo. Sonreías vivazmente e incluso saludaste al video que estaba grabando. Pasaste por las etapas de la aceptación rápidamente.
Me di cuenta de que, a pesar de su simplicidad, ese momento sería uno que atesoraría para siempre. Lo guardaría en el cofre de mi mente, un cofre que llevaba tu nombre, donde cada recuerdo valioso estaba relacionado contigo.
Esa sonrisa tuya, tan deslumbrante y hermosa, me cautivaba cada vez que la veía, calándose en lo más profundo de mi ser. Las mariposas en mi estómago revoloteaban sin control, haciéndome sentir que todo estaba bien, al menos en ese instante.
- Bueno, no estuvo mal. -dijiste una vez que bajaste.
- ¿Que no estuvo mal? Se vio que lo disfrutaste bastante, no te hagas el orgullo... -Y mi cabeza dolió repentinamente. Tu venganza fue golpearme. Agresivo-. ¡Oye! -dije mientras me sobaba-. Me mataste la otra neurona que quedaba.
- Te dije que me las pagarías.
- No, dijiste que me matarías.
- ¿Quieres que te mate? -Me fulminaste con la mirada. No vi ni un ápice de burla en esa frase, ¿de verdad me hubieras matado o era mame?
- S-si quieres me das otro golpe, el anterior no es que me haya dolido mucho. -¿Dónde estaba el Kim TaeHyung que no se doblegaba ante nadie? No está, no existe.
Fuimos pasando por todo tipo de atracciones, comimos algodón de azúcar y te peleaste con un niño de siete años por ganarse el peluche de conejo que querías. El cual, al intentar comprárselo con más dinero del que valía, te pateó.
Nos compramos diademas de ranitas a juego, las cuales voluntariamente aceptaste a ponerte...
Te rogué hasta que aceptaste. Ayúdame a buscar mi dignidad, aún no la encuentro.
Cuando llegó la hora de subirnos al conquistador me parece que viste tu vida pasar ante tus ojos. Te pusiste pálido y comenzaste a sudar.
- ¿Qué? -pregunté mientras hacíamos la fila.
- ¿Esto es seguro? ¿Y si se zafa y salimos volando y morimos?
- Jeon, deja de echar la sal y disfruta el momento. No te quejaste cuando subimos a la montaña rusa, solo me dejaste sordo. Aquí puedes hacer lo mismo.
- Es que la montaña rusa se veía más segura. Y sí me quejé, pero internamente. -respondiste, viendo la atracción como si te enfrentaras a algún animal salvaje. Solté una risa.
- Si tienes miedo solo aprieta mi mano y grita lo más fuerte que puedas, ¿sí? -dije, sujetando tu mano gentilmente. Asentiste.
...
- ¡Jeon, suelta mi puta mano!
- ¡Vamos a morir! -Sé que dije que apretaras mi mano, pero me estabas comenzando a cortar la circulación, gritaba más por el dolor que por el miedo. ¿Eras tan fuerte? -. Dios, sálvame. -susurraste. Al parecer, te volviste religioso ese día.
Luego de bajarnos del conquistador nos sentamos a reflexionar. Decías que nunca más volverías a venir a este tipo lugares y otro montón de cosas. Que no entendías como la gente disfrutaba de sufrir y que no te parecía divertido. Mentiroso, muy en el fondo si te estabas divirtiendo, solo te hacías el dramático. Típico de virgos.
Mentira, no le sé a los signos.
- ¿Qué sabor de helado trajiste? Déjame probar el tuyo. -Decidimos comprar helado, así que jugamos piedra, papel y tijera, para ver quien iba. Después de perder las tres rondas y de hacerme la víctima, te convencí de que fueras. Mala mía, se supone que celebrábamos tu cumpleaños, pero yo te estaba mandoneando. Detalles.
- Es de café, toma. -Mi expresión cambia inmediatamente a una asqueada, ¿qué mierda, Jeon? ¿A quién le gusta el helado de café?
- Aleja esa cosa horrorosa de mi cara o verás. -Sí, no me declaro muy fan del café que digamos.
- ¿Por qué? ¿No te gusta? -Me miraste confundido, luego sonreíste. Pude ver la malicia en tu mirada de ahí a Pekín.
- No, ese helado debería ser gratis. -dije mientras comía mi helado de vainilla.
- ¿Por qué?
- Porque sabe horrible. -refuté, fastidiado.
- Que a ti no te guste no implica que a los demás tampoco les guste, Kim. Aunque, qué más se podría esperar de una persona que escoge un sabor tan simple y básico como lo es la vainilla. -dijiste con prepotencia. Sí que sabias como sacarme de mis casillas.
- ¿Qué acabas de dec...? ¡Jeon JungKook, aleja eso de mi cara inmediatamente si no quieres que te vomite encima! -Comenzamos a forcejear, querías que probara el asqueroso helado de café, ¿qué te pasaba?
- Solo un poco, vamos, la puntita. -Lo acercabas peligrosamente a mi cara.
- ¡Jeon, eso se puede malinterpretar, déjame! -Me moví bruscamente y luego escuché el sonido de algo estrellándose contra el suelo-. Mi helado... -Un momento de silencio y luego me dirigí hacia ti enojado. Habías comenzado a retroceder.
- K-Kim TaeHyung, disculp... -Y como la persona rencorosa que claramente no soy, de un manotazo arrojé tu helado a donde estaba el mío, luego sonreí enormemente.
- Ya estamos a mano. -contesté, despreocupado.
- De hecho, mi helado fue más caro que el tuyo. -refutaste, mirándome ofendido.
- Uh, y de paso te estafaron. -dije, negando con la cabeza. Habías pagado de más por un helado que, además de saber horrible, terminó en el piso. Culpa mía no era, tu comenzaste, ¿o no?
- No, joven Kim, ¿cómo me lo vas a pagar? -respondiste, acercándote peligrosamente a mi cara. Tu hobby era ponerme nervioso, ¿cierto?
- Tengo muchas maneras de pagarte. -declaré, elevando las cejas. Kim Atrevido TaeHyung me llamaban entonces.
Tu expresión consternada y tu cara sonrojada son otras de las cosas que no voy a olvidar jamás. Te alejaste apresuradamente y colocaste el torso de tu mano en tu boca, desviando la mirada. No pude evitar echarme a reír mientras me mirabas con un fingido odio.
- S-se está nublando, ya deberíamos irnos. -Seguías sin mirarme.
- Primero vayamos a una última atracción, la he dejado para el final. -Te tomé de la mano y nos dirigimos al tobogán de agua-. Hay una parte donde se toma una foto, siempre he querido venir con alguien para hacer caras graciosas. Subamos al menos dos veces.
- Si llega a ser algo que atente contra mi vida nuevamente, olvídalo, Kim. Espero llegar vivo hoy a mi casa.
- Solo llegarás un poco mojado, nada grave. -sonreí alegremente. Me miraste durante unos segundos en los que me sentí nervioso. Siempre me preguntaré que tipo de pensamientos pasaban por tu cabeza en ese entonces. Finalmente, desvié la mirada.
Después de subirnos unas 7 veces, decidimos irnos. Fue una sorpresa para mí ver cómo eras tú quien pedía volver a montarse, y cómo ese tobogán se había convertido en tu atracción favorita. "Por favor, volvamos en un futuro", me dijiste, con una sonrisa en el rostro que iluminaba todo el parque, junto con mi ser. Sí que esperaba regresar.
Las fotos que nos tomaron fueron muy graciosas, pero mi favorita fue una en particular. En ella, te abrazaba por la espalda mientras bajábamos por el tobogán de agua, ambos con una gran sonrisa. Te la di como regalo de cumpleaños y me quedé con las otras. Esperaba que cada vez que vieras esa imagen, tus pensamientos turbulentos se despejaran y pudieras sonreír. El agua salpicándonos y tu risa contagiosa resonando en el aire. Era como si en esa fracción de segundo, toda la alegría y conexión que había entre nosotros se hubiera capturado perfectamente en una fotografía.
Y como las personas con más mala suerte del mundo, que, claramente, sí éramos; la lluvia comenzó a caer justo cuando salimos del Lotte World.
- Espera, iré a comprar una sombrilla. -claro, humillando al pobre. Tomé tu mano, deteniéndote en el acto.
- ¿Una sombrilla, JungKook, enserio? ¿Eres de azúcar? ¿Acaso nunca saliste a jugar bajo la lluvia cuando eras niño? -Me miraste confundido. Parecía que no-. Vamos, esto será divertido. -dije mientras te arrastraba conmigo bajo la lluvia, comenzando a caminar rápidamente.
- Kim TaeHyung, ¿qué haces? Definitivamente te has vuelto loco. -Aceleraste el paso a mi lado.
Cuando comenzamos a correr escuchaba tu risa detrás de mí y veía cómo te cubrías la cara con la otra mano, como si eso pudiera protegerte del agua que caía. Me contagiaste con tu alegría y empecé a reír también, dando saltos y mirándote cada tanto, nuestros sonidos de felicidad mezclándose con el de la lluvia. Tu mano apretaba la mía con firmeza, como si no quisieras soltarme.
- Esto es muy liberador, JungKook, deberías hacerlo más a menudo. Para algunos puede ser deprimente, pero para mí es como si todas nuestras preocupaciones y malos pensamientos se los llevara la lluvia. De pequeño siempre me gustaba dar este tipo de paseo al ver que caía la más mínima gota. -compartí, mientras continuábamos caminando bajo la lluvia y nuestras manos estaban entrelazadas. Era un momento etéreo, donde el mundo parecía detenerse solo para nosotros.
Olvidándonos por completo de nuestro entorno y haciendo caso omiso de las miradas curiosas de la gente, llegamos al campo Hikari, donde solo se escuchaba el suave murmullo de la lluvia y nuestras risas cómplices resonaban en el aire. Me tomaste de la otra mano, girándome para que quedara frente a ti, y me regalaste esa hermosa sonrisa que solo hubiera deseado proteger por el resto de mi vida.
- Tae... Gracias. -Mi corazón se aceleró. Sentí cómo todos mis sentidos se entorpecían y el calor subía por mis mejillas. Tu sonrisa se desvaneció lentamente mientras acercabas tu rostro al mío. Lento, como si buscarás la aprobación para continuar. Sin embargo, fui yo quien acorto la distancia entre nosotros, dándote un pequeño y casto besos en los labios. Luego me separé y te sonreí, nervioso.
El menos urgido.
Inesperadamente, tus manos subieron a mis mejillas, sosteniéndome con ternura. Y sin previo aviso, me atrapaste con tus labios, esta vez más intensamente, casi con desesperación, pero sin dejar de lado la calidez que nos envolvía. En mi cabeza comenzó a sonar "Those Eyes" de New West, como si fuera la banda sonora perfecta para ese momento. Nuestro momento.
La lluvia continuaba cayendo, siendo el único testigo de nuestro pequeño acto de amor, cubriéndonos como si quisiera protegernos del mundo exterior. Aquella llovizna de verano tan diferente a la fría lluvia del otoño, creaba un ambiente especial.
Nuestros labios se movían con una sincronía perfecta, explorando, descubriendo, y comunicando todo lo que las palabras no podían expresar. Sentía tu necesidad, tu deseo, y tu amor en cada caricia, en cada suspiro compartido. Mis manos se aferraron a tu cintura, acercándote más a mí, mientras el mundo se desvanecía a nuestro alrededor.
Finalmente, cuando nos separamos, nuestras frentes se quedaron juntas, respirando el mismo aire, compartiendo el mismo momento, mirándonos y sonriendo. No me importó volver a casa empapado y pasar los siguientes tres días resfriado. Lo valía.
"I close my eyes and all I see is you
And the small things you do..."
Tú lo valías.»
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