𝙸. 𝙿𝚛𝚒𝚖𝚊𝚟𝚎𝚛𝚊


«Odio el invierno.

Es frío y cruel, como si el mundo hubiera perdido todo color y calor. Los días se vuelven cortos y las noches se alargan, dejando todo en una oscuridad espeluznante. Muchos se vuelven débiles, luchan contra el frío y terminan perdiendo, contrayendo resfriados y privándose de salir.

Los árboles se ven desnudos y solitarios, se balancean tristemente con cada ráfaga de viento. Las hojas caídas se quiebran fácilmente, recordando que todo tiene su ciclo de vida y muerte. Sin embargo, yo me encuentro atrapado en un eterno invierno emocional, anhelando el renacer de la primavera que una vez conocí, pero la cual sé que no volverá.

Odio el invierno. Con todo mi ser.

En cambio, la primavera es mi estación favorita. Ahí te conocí, y siempre me recordará a ti, aunque me duela.

En la primavera florecen las flores más hermosas, los colores son vibrantes y el aroma es dulce, llenando todo el ambiente. Pero ahora cada flor parece susurrarme tu nombre, algo que es tan hermoso me hace sentir extrañamente triste. Cada amanecer primaveral trae consigo la esperanza de un nuevo comienzo, pero para mí, solo trae el recuerdo de lo que una vez fue y ya no está.

El día en que te conocí fue... el peor día de mi vida.

O sea, sí, te conocí, pero eso no significa que de la nada se haya arreglado y se haya convertido en el mejor día de mi vida o algo por el estilo. No te des tanta importancia. Estaba pasándola mal, ¿ok?

Pero, al menos terminó mejor de lo que empezó.

Comenzando porque en la mañana tuve la típica discusión con mi madre, pero esta vez me arrojó la olla del arroz. Ella dijo que detrás de mi había una cucaracha, aún no sé si creerle. Eso no fue más que el inicio del día.

El caso es que estábamos hablando de un tema que nunca terminaba con "Está bien, tienes razón", o un "Buen punto, gracias". Es más, siempre terminaba con el típico "¿Quieres ser un fracasado por el resto de tu vida?", o el "Si elijes esa carrera, nunca llegarás a ninguna parte". Y si la cosa se ponía más intensa, era un "Eres mi hijo, y vas a hacer lo que a mí se me dé la gana", cositas así.

A pesar de todo, agradecía que mi madre no fuera tan estricta en cuanto a sacar buenas calificaciones. No me exigía demasiado, solo lo mínimo para pasar y que "por favor" estudiara medicina. Lo cual no quería, ya que mi corazón de pollo no podría con tanto, y al primer paciente que se muriera bajo mi cuidado, lo acompañaría yo más atrás.

Realmente lo que quería era estudiar modelaje, y aunque a mi madre no le disgustará la idea, prefería que eligiera algo más estable. La discusión de aquella mañana fue más fuerte de lo normal; dijimos cosas de las que luego nos arrepentimos, y no hicimos sentir mal mutuamente. Sin contar la cachetada que me propinó cuando le dije que, apenas me hiciera mayor de edad, me largaría de esa casa.

Me arrepiento, en serio.

Debido a eso, perdí el autobús que salía cada hora porque vivía por donde ni el diablo entra. ¿Qué me tocó hacer? Correr hasta la escuela. Llegué sudado, cansado, mareado y con ganas de morir.

Después de eso, el coordinador me regañó, diciendo que quedarme dormido no era excusa y que me faltaba disciplina. Un montón de mierda. Mi castigo fue dar 10 vueltas alrededor de la cancha y entrar a la segunda hora. Ni había desayunado.

Entré a la segunda hora y recordé que había dejado la tarea sobre mi escritorio. Otro regaño. Pude haberla pedido prestada a algún amigo y copiarla, pero la profesora, que nunca se acuerda de las tareas que deja, justo ese día la pidió.

Luego, a la hora del almuerzo, cuando finalmente me iba a sentar y comer algo, dos estudiantes dijeron "Oh, creo que es el mejor momento para que no agarremos a puños" y en eso, uno chocó conmigo, echándome todo el almuerzo encima... Definitivamente, Dios les da sus peores batallas a sus guerreros más débiles, ¿o cómo era?

Cuando sonó el timbre que indicaba el fin de la última clase, sentí como mi cuerpo se relajaba. Suspiré exhaustivamente y solo rogaba llegar a casa rápido, comer algo y luego dormir hasta el lunes. Pero celebré victoria demasiado pronto; ese día en específico el destino pareció estar jugando ping pong conmigo. Y cuando iba a mitad de camino de regreso, me di cuenta de que mi teléfono no estaba.

Lo había dejado en el salón.

Maldecí mil veces para mis adentros y bajé rápidamente del autobús, corriendo de vuelta a la escuela, la cual estaba más sola que yo en los 14 de febrero. Al llegar al salón y dirigirme a mi puesto, sentí una gran paz cuando vi mi teléfono. No es que lo usará mucho en ese tiempo, pero estaban las fotos de mi gato y aún no les había hecho copia de seguridad.

Me dispuse a salir de la escuela, pasando por todos esos salones en los que solo quedaba el sufrimiento de los estudiantes. Hasta que un grito frustrado me asustó. Como el chismoso que no soy, me dirigí al salón de donde provenía ese ruido.

Y ahí te vi.

Estabas sentado en la última fila que daba a la ventana, con la cabeza hacía atrás y con expresión frustrada. El atardecer se colaba y las cortinas se movían levemente. Llevabas el uniforme puesto tan impecablemente que me sentí avergonzado de llevar la camisa por fuera y la corbata desatada. El sol iluminaba tu rostro y la brisa jugaba con tu cabello, creando una escena digna de película que, a decir verdad, me cautivó por completo. Dicen que las primeras impresiones son las que más perduran en las personas. Pero, en ese momento, lo único que cruzó por mi cabeza fue "Un ángel...".

—¡Mierda!

"Un ángel bastante grosero".

No pude soportar la risa y me carcajeé fuertemente, haciendo que te percataras de mi presencia. Cuando entré al salón lo primero que hiciste fue fulminarme con la mirada, luego me miraste de arriba abajo y, por último, me levantaste la ceja. ¿Quién te enseñó a menospreciar así a la gente con la mirada?

— Las clases acabaron hace más de una hora. Lo sé porque me demoré alrededor de media hora esperando el bus, yéndome en él, y luego otra media hora más corriendo de regreso porque se me quedó algo. —dije, mostrando mi celular—. No deberías estar aquí ya.

— Estoy estudiando. — Esa respuesta fue con tanto desinterés... como un flechazo directo a mi orgullo. Fue la primera vez que me molestó que alguien me hablara de esa forma.

Por lo general, siempre se me acercaban e intentaban hablarme primero, contándome cosas que no pregunté y tratando de sacar temas de conversación. Esos intentos los ignoraba con frecuencia porque, en muchas ocasiones, no me interesan las vidas de los demás. Soy chismoso, pero no tanto. Solo actúo amable. ¿Dónde está mi premio al mejor actor?

— Lo puedes hacer en tu casa. —Tomé una silla de quien sabe dónde y me senté frente a ti. Mirándote confundido.

— No, no puedo. —Otra vez, una respuesta cortante. Creo que sentí un tic en el ojo.

— ¿Por qué? —dije, cruzándome de brazos y alzando una ceja.

— No sabía que los de apellido Kim eran tan metiches. —Abrí la boca, atónito. No recordaba que fueras tan grosero en esa época. Pude haberte mandado a la mierda e irme de ahí, pero por algún extraño motivo no lo hice. Rodé los ojos y me eché a reír.

— Y yo no sabía que los de apellido Jeon eran tan maleducados. —respondí con prepotencia. En ese momento sentí mucha satisfacción por mi respuesta, pero duró poco.

— No voy a perder mi tiempo en esto, necesito estudiar. —Y volviste tus ojos al cuaderno. Si no fuera porque mi mandíbula esta pegada a mi cara se me habría caído por lo ofendido que estaba. Dirigí la mirada a tu cuaderno y me di cuenta de que estabas realizando unos ejercicios de inglés y, no es por presumir, pero se me da bastante bien el inglés.

— Lo estás haciendo mal, ¿Por qué colocas esa preposición ahí? Puede alterar significativamente el sentido de la frase. Y en esta oración deberías usar un adverbio de manera para modificar el verbo. Además, el sujeto y el verbo no concuerdan en tiempo. ¿Qué atrocidad estás haciendo? Aquí deberías usar un conector para unir estas dos ideas de manera más fluida. Y este verbo no debería estar en gerundio; deberías usar la forma simple del verbo en esta parte.

— ¿Qué...? —Debieron darte un Oscar por la cara tan graciosa que hiciste en ese momento. Quedará grabada en mi memoria de por vida.

El ego se me subió de sobremanera cuando me pediste ayuda para estudiar. Aunque sinceramente no quería quedarme más tiempo en la escuela, fue divertido explicarte y ver tus sonrisas cada vez que hacías un ejercicio correctamente. Como ver a un perrito al que felicitan por hacer una acrobacia.

— Gracias, Kim. —soltaste inesperadamente mientras salíamos de la escuela. Me costó mucho contener mi sonrisa altanera.

— No es nada, es lo que hacen los metiches. —Y repentinamente comenzaste a toser, creo que te habías atragantado con saliva.

— Uh, perdón por eso. Estaba bastante frustrado. —Me eché a reír. Ya no eras la misma persona que estaba en el salón de clases.

— No pasa nada, yo entiendo. Me han tratado peor. —Mentira. Me sentí como la peor basura del mundo cuando me respondiste de manera tan seca.

De pronto algo hizo estruendo, parecía que un oso se había despertado después de invernar y su cueva estaba... en mi barriga. Fue la primera vez que quise que la tierra me tragara, no había comido nada en todo el día y mi estómago encontró el momento menos oportuno para recordármelo. Mis mejillas se calentaron.

Te reíste tan escandalosamente que solo quería cambiarme de planeta, o de universo si era posible. Pero mi vergüenza se quedó en segundo plano cuando tu risa llegó a mis oídos. La risa de las demás personas siempre me había parecido estresante, incluso irritante. Pero la tuya... me hizo sentir mucha paz. La vergüenza volvió a mí, pero no por el motivo que esperaba. Me sentí extrañamente... nervioso, por primera vez.

— Casi me quedo sin aliento —Te seguiste riendo—. ¿Quieres... ir a comer tteokbokki? Gracias a ti terminé de estudiar más temprano de lo habitual, así que aún me queda bastante tiempo libre antes de volver a casa. ¿Te parece... Kim TaeHyung?

Y de repente, quise que la única persona que dijera mi nombre fueras tú.

— A-ah, ¿qué? Eh, claro. Sí, sí, me gustaría. —cautivado por tu sonrisa. Comencé a sentir que mi día no había sido tan malo. Aunque dije que no te dieras mucha importancia, no todo fue por ti, ¿ok? El tteokbokki también ayudó.

Soy una persona muy habladora y bastante sociable si me lo preguntan. Hablo hasta con el perro que me cruzo al sacar la basura. Pero, por motivos que en ese entonces desconocía, aquel día de primavera estaba más callado de lo normal. Cuidaba cada cosa que decía y, por primera vez, pensaba antes de hablar. O sea, no es que normalmente no piense, pero usualmente mi cerebro se apaga cuando entablo alguna conversación, provocando que diga lo primero que se me ocurra.

Sin embargo, no me sentía incomodo. Fue la primera vez que estuve en silencio con alguien por bastante tiempo y no me sentía presionado a hablar. Realmente estaba cómodo, y la atmosfera era curiosamente muy cálida. Caminábamos por la calle, con las manos en los bolsillos y nuestros pasos sincronizados. Con la brisa que nos envolvía y que provocaba a su vez el murmullo de las hojas en los árboles. Han sido muchas primeras veces, ¿no?

Cuando nos sentamos a comer, hablamos de tantas trivialidades, como si nos conociéramos de toda la vida, como si tu alma y la mía se hubieran estado buscando todo este tiempo y, finalmente, se reencontraron para charlar tan amenamente. Todo parecía encajar de un modo tan perfecto. Como si fuera el destino... que cursilería.

Pero, en lo más profundo de mi ser, deseaba que hubiera algo de verdad en ello. Aunque me riera de la idea del destino, una parte de mí quería creer que había una razón para todo esto.

[...]

— Y entonces, resulta que el Idol era en realidad James Lee, pero con otra identidad, y al parecer estaba ayudando a Daniel para así poder acabar con los cuatro grandes equipos que formó este tal señor Choi. Y también sabe que Daniel tiene dos cuerpos y que el cuerpo de Daniel grande antes era el de James Lee. Pero aún me pregunto ¿cómo harán para que tengan dos cuerpos y enlazarlos? Y también este tal señor Choi fue uno de los que estuvo en la pre generación, con Gapryong Kim, que es el papá de Jake Kim. Me encanta porque siempre se hace honor al nombre del comic, al principio me caía mal Jake por unas cosas que hizo, pero ahora lo amo y lo considero uno de los best personajes. Lo juzgué mal por su apariencia, ¿ves? —Qué pena, ese día hablé de más. Me dejé llevar por la emoción.

— Entonces, si no entendí mal, Daniel es el protagonista que tiene dos cuerpos por sabrá Dios que motivo, y su segundo cuerpo esta rotísimo por el poder del guion, y de un momento a otro terminó involucrado en pandillas adolescentes donde hacen cosas para nada legales. Y, su cuerpo que esta rotísimo, pertenecía antes a un tal James Lee que es otro tipo que esta rotísimo por el poder del guión. ¿Y todo esto con el motivo de...? —Ese fue el momento preciso en que dije "Aquí es". Jamás nadie me había prestado tanta atención.

— Sí, bueno, pues eso no lo sé, aún no termino el comic. —Y me senté, después de estar media hora parado caminando en círculos mientras te explicaba mi comic favorito. Después de comer tteokbokki nos fuimos a un parque cercano, en donde me preguntaste que hacía en mis tiempos libres y yo comencé a hablar como loro descompuesto sobre lo que me gustaba.

— Entiendo, entonces cuando lo sepas me lo terminas de contar, ahora yo quedé con la duda. —Podría jurar que escuché las campanas de la iglesia en donde nos casaríamos. Pero en ese momento me forcé a pensar que era el camión de los helados —. Creo que ya es hora de que me vaya. — continuaste diciendo. Mirando tu caro reloj de mano—. Debería llegar alrededor de las siete a mi casa y ya son pasadas de las seis y media. Nos vemos, Kim. —Y tu sonrisa otra vez me descolocó por completo.

— C-claro, sí, nos vemos. Yo debí haber llegado hace dos horas. —dije mientras miraba mi muñeca vacía—. Pero fuiste una gran compañía, Jeon, la próxima yo invito el tteokbokki. —sonreí amablemente, mientras extendía mi puño para que lo pudiera chocar con el tuyo a manera de despedida.

— No hace falta, Kim. Y la próxima dile a tu mamá que no te regañe tanto. No creo que quieras volver a darle 10 vueltas a la cancha sin haber desayunado. —contestaste, en el tono más burlón que te salió ese día. Cierto, mientras comíamos te conté el perfecto día que había tenido.

— Ja, ja, muy chistoso, adiós. —Te miré con fingido fastidio, pero la verdad era que no quería despedirme. No quería volver a casa; quería seguir hablando contigo y que fuera mi turno de preguntarte por tus cosas favoritas. Lamentablemente, eso no pasó aquel día.

Me quedé mirando cómo tu figura se alejaba entre los árboles del parque. La forma en que te movías, desapareciendo poco a poco entre las sombras, hizo que mi corazón se sintiera extraño. Jamás olvidaré el sermón que recibí ese día por haber llegado tarde sin avisar; pero, extrañamente, me sentía feliz, muy feliz.

[...]

Nos seguimos viendo en la escuela después de nuestro primer encuentro. También te comencé a saludar cuando te veía por los pasillos con mis amigos, aunque siempre se me hizo raro que estuvieras solo. Llegabas solo, almorzabas solo, estudiabas solo y te ibas solo. Me preguntaba por qué. Eras una persona muy alegre y que tenía un sentido del humor medio bizarro, pero la cual caía muy bien. Competitivo, sarcástico, carismático, inteligente y bonito.

Muy bonito.

Así que me apiadé de tu pobre alma en desgracia y comencé a pasar más tiempo contigo, como la buena persona que... pensaba que era.

— Oye, TaeHyung, ¿por qué ahora te la pasas tanto con Jeon de la clase 3? Almuerzas con él, estudias con él y te vas con él. Nos dejaste de lado. ¿Acaso él sí tiene cuenta Premium en la página naranja? —Le escupí el jugo. Pobre Yoongi, no se lo merecía—. ¡Hey!

— ¿De qué mierdas hablas? No, nada de eso, solo... no lo sé, es entretenido estar con él, dice muchas idioteces. —Mentira, sí decías muchas idioteces, pero en esos momentos no quería aceptar lo que de verdad pensaba.

— ¿Sí? Creo que entonces sería buena idea comenzar a juntarnos con él. —Y bueno, no sabía que era celoso hasta que Jimin dijo eso.

Me sentí extrañamente molesto solo imaginándote conviviendo con otras personas además de mí. Sé que suena egoísta, pero muy dentro de mí, en lo más profundo, me gustaba que estuvieras solo. Que nadie conociera tu verdadera forma de ser, que siguieras siendo el mismo niño rico y engreído que todos pensaban que eras. Que solo rieras conmigo, que solo yo te conociera... pero me creí demasiado. Yo tampoco te llegué a conocer lo suficiente.

En uno de los hermosos días de primavera, me tomé el atrevimiento de preguntarte más sobre ti. Me sentía en desventaja porque ya sabías casi todo de mí, pero yo apenas conocía tu nombre, "Jeon JungKook", y tu edad, "18". Más allá de eso, sabía que te gustaban los conejos porque tuviste uno, y que tenías un perro llamado Bam. Yo le decía Bami Bam.

Mi plan consistía en proponerte sacar a pasear a Bami Bam por la tarde y preguntar casualmente todo sobre ti. No estaba seguro de cómo hacerlo, pero estaba decidido.

Casi funcionó. Casi.

— ¡Bam, no hagas eso! Suelta a Kim TaeHyung, no es un juguete. —Si no fuera porque tu perro no dejaba de molestarme. Y cuando pensaba que por fin tenía la oportunidad de hablarte, llegaba corriendo y me tumbaba contra el piso. ¿Qué clase de karma estaba pagando yo?

— Yo creo que no le agrado. —dije, medio decepcionado, medio haciéndome el dolido.

— No, más bien, le agradas en exceso. Cuando una persona no le cae bien a Bam no juega con ella, le caes hasta mejor que yo. Me siento ofendido. —Me dedicaste la misma mirada de cuando nos encontramos en el salón de clases por primera vez, pero esta vez tu gesto final fue rodar los ojos. Grosero.

— Oye, pero yo no tengo la culpa de ser alguien tan encantador. Tu perro tiene buenos gustos. —Y como si el universo conspirara a mi favor, vi a los lejos un puesto de salchichas. Inmediatamente corrí hacia él y compré unas cinco. En ese momento, sentí que la vida me sonrió.

Por fin, cuando estaba sentado junto a ti en las bancas del parque, mientras tu perro se comía como un angelito las salchichas que le compré; comencé a escuchar la canción de la victoria en mi cabeza. Mi momento había llegado.

TaeHyung (1) Bami Bam (0)

— JungKook, JungKook, ¿por qué apenas sé tu nombre?

— Porque nunca me has preguntado nada más. —respondiste con claro sarcasmo. Sí que eras imbécil, Kim TaeHyung. ¿Por qué nunca se te ocurrió?

— B-buen punto. —Que me tragara la tierra, eso deseaba—. Entonces, ¿por qué estás solo? Quiero decir, nunca te he visto pasar el rato con amigos.

— No tengo. —No me dolió, lo juro.

— Y luego dices porque no pregunto... —suspiré— ¿Y se podría saber cuál es el motivo? —Me sentí ofendido, lo admito.

— Los considero una pérdida de tiempo.

— Entonces, ¿consideras que estás perdiendo el tiempo justo ahora? —respondí, en tono de reproche. La verdad, sí me molesté.

— ¿Qué? No... perdón, no me refería a eso. Digo que, considero que tener una gran cantidad de amigos es una pérdida de tiempo, es decir. Siempre se arma algún plan o algo de ese estilo, y no estoy para esas cosas. —Soltaste un largo suspiro —. Contigo jodiéndome la vida ya me basta, Kim TaeHyung. —Sí, bueno, aún no sé cómo tomar eso que dijiste.

— ¿Me ofendo o me halago? —reí —. Entonces, ¿soy tu único amigo? —Asentiste, y me sentí importante. Mis mejillas se calentaron ligeramente. Después de un rato volví hablar—. Y... ¿puedo preguntar por qué estás tan obsesionado con tus estudios?

Me di cuenta demasiado tarde de la repercusión que causó esa pregunta dentro de ti.

— Es lo único que se me exige. No tengo alternativas, Kim. —Ya estaba comenzando a hacerme la idea de que saber más cosas sobre ti iba a ser una tarea muy difícil. Tu mirada al responderme fue tan... triste, soy un idiota.

[...]

Los días de primavera pasaban y cada vez me sentía más atraído a ti. Y sí, lo acepte rápido: me comenzaste a gustar, como nunca jamás imaginé que me gustaría alguien. Después de todo, contigo siempre hubo muchas primeras veces involucradas. A pesar de que no hablabas mucho sobre ti, me hacías sentir seguro. Tenías una manera de hacer que cada momento fuera especial y, a tu lado, el mundo parecía un lugar más brillante. Aunque el tuyo estuviera inundado en la oscuridad.

Nuestras llamadas nocturnas se extendían siempre hasta la madrugada. Hablábamos de todo, desde lo más estúpido hasta lo más profundo y filosófico. Y al día siguiente, con aspecto de muerto viviente, nos reíamos en la cara del otro.

Siempre buscabas un porqué y un motivo para todo lo que te decía. Aunque eso me molestara, era lo que me más me gustaba de estar contigo. Pero ahora yo quería saber tus motivos.

Puede que a veces te dijera que te fueras a la mierda con tus comentarios sarcásticos, pero era bromita. Disfrutaba mucho tu manera tan descarada de ser. Disfrutaba de que siempre me siguieras la corriente, sin importar que tan absurda fuera la idea.

Recuerdo en especial ese día, a mediados de aquella que era la temporada de las flores. Fue entonces cuando comencé a sospechar que algo te pasaba, pero nunca tuve el valor de preguntarte francamente. Me arrepiento, como me he venido arrepintiendo de todas las veces que decidí ignorar ese extraño sentimiento.

— ¿A veces no desearías morir? —dije a la ligera.

Estábamos sentados mirando el cielo en el campo que habíamos descubierto en una de nuestras "excursiones". Eran esos momentos en los que salíamos simplemente para explorar nuevos lugares. Lo llamaste "campo Hikari", que en japonés significa luz y vida, o algo así. Recuerdo cuando mencionaste que el kanji parecía un "camino hacia el sol". Dijiste que, al estar en ese lugar, tus pensamientos se desvanecían.

— ¿A qué viene eso?

— No lo sé, supongo que sería una buena forma de librarme de mi futuro. La verdad tengo miedo de no conseguir trabajo o algo por el estilo. Así que pienso que si muero no tendría que preocuparme por ese tipo de cosas. —¿Qué mierda decías, Kim TaeHyung?

— No sabes lo que es realmente desear morir. —respondiste, pero tu mirada aún seguía fija en el cielo.

— ¿A qué te refieres? ¿Acaso tú sí? —repliqué, en tono de burla.

— Kim TaeHyung, las personas no desean morir por nimiedades como esas. El sentimiento de desear morir está arraigado en cuestiones mucho más profundas, en situaciones tan devastadoras que ni siquiera mil años de terapia podrían superar. Es una presión inmensa, mucho más aplastante que la de sacar una buena nota en un examen. El deseo de morir se desarrolla con el tiempo, como una sombra que crece sin que te des cuenta, hasta que de repente te encuentras completamente envuelto por esos pensamientos oscuros y sofocantes. Desesperado por salir. —Soltaste un largo suspiro—. No tomes este tema tan a la ligera. —Me sentí como un verdadero tonto.

— Lo siento... pero tú... no has respondido a mi pregunta: ¿Has deseado morir alguna vez?

— Claro que no. A veces uno que otro pensamiento de ese tipo azota mi cabeza, pero no tengo... No... No les pongo mucha atención. —Hiciste una pausa más larga de lo normal, y me pregunté qué pensamiento cruzó tu mente en ese momento, aunque puedo hacerme una idea.

— Si en algún momento deseas morir, llámame. —dije, recostándome cerca de ti—. Prometo encontrar una buena forma para morir los dos sin que duela. —Tu risa llegó a mis oídos. — Pero, en serio. Si en algún momento esos pensamientos invaden tu cabeza, y no puedes ignorarlos más; prometo estar para ti en cualquier momento y hacerte cambiar de parecer. —Tomé tu mano, con miedo, esperando que la rechazaras, pero no lo hiciste—. Puedes contar conmigo. Y si necesitas hablar o desahogarte también estaré para ti. No soy muy bueno dando consejos, pero capaz te digo alguna estupidez y te subo el ánimo, ¿sí? —sonreí al final.

— Claro, aunque dudo de tus capacidades de estar para mí en cualquier momento. Siempre que te llamo estás durmiendo. —dijiste, mirándome con burla—. Pero gracias. Lo aprecio. —Y me dedicaste aquella hermosa sonrisa, la cual llegué a amar más de lo que hubiera imaginado.

[...]

— Kim TaeHyung, ¿qué se supone que estas dibujando? —preguntaste, mirando mi dibujo con extrañeza.

En ese momento nos encontrábamos en el campo Hikari, dibujando. O bueno, tú dibujabas y yo hacía garabatos. Se nos había hecho costumbre ir después de la escuela para estudiar un poco. Yo te ayudaba a reforzar inglés y tú me ayudabas en todas las otras materias. Muy justo, si me lo preguntas a mí.

En aquellos tiempos, me di cuenta de tu gran habilidad para dibujar, pintar, o cualquier cosa que implicara trazar algo. Lo hacías con una libertad y naturalidad que me dejaban asombrado. Tus dibujos eran hermosos, llenos de vida y emoción. Sin embargo, me daba miedo preguntar por qué no te dedicabas a ellos o a algo que realmente te gustara. Sentía que no tenía el derecho de hacerlo, especialmente porque yo mismo me estaba resignando a estudiar medicina.

— ¡Es un conejo! —dije ofendido.

— Si eso es un conejo yo soy un tigre. —respondiste con diversión—. Tu abuela dibuja hermoso, se nota que lo llevas en la sangre, solo falta que te circule. —Días atrás te había mostrado unos dibujos que había hecho mi abuela, para que luego te burlaras de mi tan descaradamente por tratar de recrearlos.

— No seas cruel... hago lo que puedo. Además, ¿por qué me sigues llamando por mi nombre completo, acaso no me tienes confianza, JungKook? —me acerqué, mirándote con el ceño muy fruncido.

— La tengo, pero considero que eso es algo muy... intimo. —Pude ver un leve sonrojo en tus mejillas, me desviaste la mirada.

Mi corazón se aceleró y comencé a reír, muy escandalosamente, por cierto. Sentí mi cara calentarse. Estaba nervioso, ¿ok?

— ¿Qué soy yo para ti entonces, Jeon JungKook? —Haciéndome el ofendido, y aunque lo solté tan despreocupadamente, en el fondo esperaba que tu respuesta fuera la que yo deseaba.

— Un... amigo. —respondiste, después de una larga pausa. Mi corazón dolió.

— ¡Exacto! —dije con una sonrisa muy grande—. Nos conocemos hace más de dos meses, deberíamos llamarnos por nuestros nombres, ¡o por apodos! Te puedo llamar Kook y tú me puedes llamar Tae, ¿eh? ¿Qué dices? Vamos, di Tae, o TaeHyung, me conformo.

— Agh, Kim, deja de molestar. —contestaste, riendo.

— Vamos, JungKook, una sola vez. ¡Por favor! —Te comencé a zarandear por los hombros. Rogándote.

Ese no era yo, fue mi doble. Kim TaeHyung no le ruega a nadie.

Tu risa en ese momento fue tan melodiosa, mezclándose con el viento y llenando mi ser de una plenitud indescriptible. Parecía como si el universo mismo se detuviera para escuchar aquel hermoso sonido. En ese instante, todo a mi alrededor se volvió más brillante y lleno de vida, impregnado una calidez y tranquilidad que solo la primavera podía traer.

Rodamos por el césped hasta quedar acostados, boca arriba, mirando el cielo.

— Tae... —¿Había escuchado mal? No, definitivamente dijiste mi nombre en ese momento.

— ¿Qué? —Me levanté estrepitosamente, mirándote.

— ¿Hum? ¿De qué? No dije nada. —Te hacías el idiota, ¿viste?

— No, no, no, dijiste mi nombre, ¿no es cierto? No estoy loco.

— Al parecer sí. Incluso comenzaste a escuchar voces. ¿Quieres que te lleve al psiquiatra? —dijiste, mirándome con una maldita sonrisa ladina. Payasito.

— ¡Agh! —Y me tiré al suelo nuevamente, quejándome y pidiéndote que dijeras otra vez mi nombre. Sin embargo, seguías negando haberlo dicho. Me frustrabas, de alguna manera u otra siempre terminaba rogándote. El día en el que repartieron la dignidad yo me quedé dormido.

La primavera terminó, aquella estación maravillosa donde las flores alcanzan su máxima belleza, las personas se enamoran, los árboles se llenan de colores vibrantes y el aire es tan cálido como las miradas que me dedicabas. Esa estación en la que sentí haber encontrado la otra mitad de mi alma, donde por primera vez experimenté un vínculo especial con alguien.

Lamentablemente, la primavera ya no me genera los mismos sentimientos de antes. Porque me quedé atrapado en una estación perpetua donde las flores nunca florecen, un lugar donde la calidez y la belleza de la primavera se han desvanecido, dejándome solo con recuerdos que ahora me duelen profundamente.»

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