Un sonrojo bastante notorio dominó sus rostros, los nervios los inundaban a ambos por aquella curiosa escena.
Illya, con sus ojos bien abiertos de sorpresa contemplaba al chico, quién estaba con sus brazos extendidos y cabeza gacha sosteniendo lo que parecía ser una pequeña cajita.

—¡Tómala! —Habló por fin con algo de agite, totalmente nervioso.

—Basara...

Lo miró por unos pocos segundos, apreciando su sorprendente gesto. No tardó en sostener la caja y volver a mirar a Basara, expresando una pequeña sonrisa que, lastimosamente, el contrario no pudo apreciar.

Escuchó hablar a Basara en un tono nervioso.

—Esta escena luce un poco...cliché ¿no es verdad?

—Hasta que te diste cuenta, Basara. Pero no te preocupes, también es muy linda.

—Sé...sé que de donde tu vienes, están acostumbrados a que el chico suela dar los chocolates en San Valentín, pero yo quise dar un paso un poco fuera de lo común para mi. Quería ser yo quién te diera este regalo, uh...Illya... ¿Te gustan los chocolates?

—A mi me encantan los chocolates, Basara
¿A ti te han dicho lo tierno que eres?

—Quiero que seas tú la única que me diga así.

Se miraron con vergüenza y sorpresa por unos segundo, el sonrojo no tardó en aparecer. Esa frase había sido muy cursi para ambos. Reír de los nervios y sentarse a comer los chocolates juntos era lo único que podían hacer ahora.