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──¿Se van a poner bien?.── Preguntó con cierto aire de preocupación el estadounidense mirando aquellas flores con varias de sus hojas quemadas por la helada.

──Deberían... Hay que ponerlas en resguardo, veré qué hacer con ellas, hay un libro y dependiendo del tipo de planta varía su tratamiento y no es recomendable quitarle las hojas marchitas.── Comentó con cierto pesar viendo como el otro lo cubría con su paraguas. ──Deberías dejarte mojar, capaz y creces un poco más.──

──Te ayudaré a ponerlas en resguardo, son muchas, los árboles y plantas son muy grandes, no podremos evidentemente.──  Comentó asintiendo con su cabeza y ante su último comentario frunció el entrecejo y se alejó dejando que George se mojara con la lluvia. ──Jodete, hombre.──

Ambos no pudieron evitar reírse al respecto de la situación y el rizado volvió a cubrir al menor con su paraguas para evitar que se enfermara aunque eso no duraría mucho ya que debían poner en resguardos a las lindas plantas de su adorado jardinero.

Cerró su paraguas quedando a disposición de la lluvia pero habían prioridades y eran la adoración absoluta de George a las plantas. Era hora de ponerse manos a la obra, se arremango la camisa hasta sus codos y ante la misma acción del británico comenzaron a tomar las macetas más pequeñas para llevarlas al pequeño resguardo que tenía en uno de los extremos de ese amplio jardín poblado de árboles que brindaban una hermosa sombra para los días de verano y protegerse del Sol un poco aunque fuera.

La lluvia no era tan intensa pero el frío se sentía y los vellos de sus brazos estaban erizados ante el gélido aliento de la madre naturaleza, sería una noche tormentosa, se veía a la lejanía esas nubes negras, sin lugar a dudas su país era un lugar sombrío.

Al ver qué las plantas y flores más pequeñas estaban a salvo fueron a ver las que claramente no podían llevar a ningún lado, era algo tarde pero la lluvia les vendría un poco bien, terminaron de guardar las palas y mangueras para que nadie tropezara o se echaran a perder.


Entraron de golpe al hogar que los recibió con un calor suave debido a la estufa a leña que fue encendida por uno de los hombres que trabajaban para George.

──Nos vamos a enfermar ¿Sabes eso?.── Comentó George con una risa tras subir las escaleras siendo perseguido por su amante.

──Valió la pena por tus adoradas plantas.── Respondió con una sonrisa tonta entrando al baño sacudiendo sus rizos al estar totalmente empapado.

──Eres muy dulce y dedicado ¿Qué te ha ocurrido?.── Preguntó divertido cerrado la puerta detrás de él yendo a tomar sus mejillas para darle un tierno beso en sus labios. ──Gracias...──

Demostrar su amor y cariño hacia el otro teniendo sus cuerpos juntos tratando de brindarse calor entre sus cuerpos entre pasos torpes hasta la regadera en dónde lo ayudó a quitarse sus prendas ensopadas dejándolas tiradas en un rincón del baño.

Sus cuerpos recibiendo el calor que era necesario para relajar sus cuerpos y evitar enfermarse aunque era algo bastante posible debido a la exposición a la lluvia pero valdría la pena, sería una excusa para pasar más tiempo juntos cuidando uno del otro y más ahora que necesitaba sentirse sofocado, amado y adorado por él. Sus besos húmedos y apasionados en cada tramo de su ser ante fieles promesas de amor infinito que calentaban su corazón haciendo contraste con el firme apoyo de las baldosas de la pared. Sus dedos de pasearon por su delicada piel delineando aquella piel cicatrizada que le ocasionaba estremecimientos acallados por sus roncos gemidos del más puro de los placeres soportando y controlando los latidos de corazón que se desbocaban ante su nombre proclamado por los labios del británico.

──Mírate, podrías interpretar a Rodolfo en el siguiente número de Navidad.── Comentó George picando la nariz de Bob el cual estaba cubierto por una manta estando sentado en el sillón cerca del fuego.

──Ay maldita sea ¿Por qué aún no me llevas contigo?.── Murmuró apretando su nariz mirando los ojos pardos que le hicieron relajarse.

──Porque aún debemos amarnos hasta el final de nuestros días.── Acarició las piernas de su adorado volviendo a tomar asiento en el suelo con la espalda apoyada en una parte del sofá.

──¿Hasta que las llamas del Sol nos consuman hasta convertirnos en átomos?.── Preguntó en un tono de voz suave acariciando suavemente el cabello ajeno bajando hasta su mejilla derecha.

──Hasta que las llamas del Sol nos consuman hasta convertirnos en átomos.── Contestó asintiendo con la cabeza varias veces cerrando sus ojos ante las caricias de los dedos del músico.

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