𝙩𝙬𝙤
Película Americana.
"Ay, Serafín
todo tiene su fin.
Que sí, que no,
que todo se acabó".
- Miguel Ángel Tenorio.
Oh dios santo: ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Por qué estoy pensando en esa cosa a la que le llaman "amor" y no en Literatura?
Sé que debería pensar en un examen y descansar antes de este, no desvelarme pensando en mil historias y en Winnie. Pero, por Dios, ¿Cómo podría no pensar en Winnie si es todo lo que está bien en el mundo? Es un rayo de luz que me ilumina, no lo digo por ser cursi, lo digo de manera seria.
Winifred Jetal. Si me hubieras preguntado hace tres semanas quién era ella, probablemente diría "alguien de mi salón" y no estaría mintiendo, pero tampoco podría agregar nada más. Winifred Jetal, la que levanta pocas veces la mano pero siempre es llamada por el maestro debido a su falta de atención en clase. Winifred Jetal, la chica que estaba a nada de reprobar y que vi llorando sola en la escalera, sin su séquito de "amigas" junto a ella. Winifred Jetal, a la que le pregunté si estaba bien y me abrazó en respuesta.
Yo no soy de la clase de personas que se preocupan por la vida social. Y sonará a un cliché: Una chica callada y de buenas calificaciones ayuda a otra persona para pasar de año y que esta mantenga su estatus. La verdad es que no me molesta pensar en eso pues, después de haberla escuchado llorar y quejarse de que sus susodichas amigas siempre le echaban la culpa de todo y que justo por eso estaba a nada de reprobar, los clichés me dieron un poco lo mismo. Ella ya no quería ese estatus, solo quería no reprobar.
Me sorprendió mucho cuando, a la mañana siguiente, pasó de sus amigas en la entrada y gritó mi nombre a lo lejos. Su cabello rubio, rizado y amarrado en dos coletas tan grandes que parecía que no se lo había amarrado en absoluto y sus sonrisa blanca me deslumbraron desde el principio. Y claro, ¿Cómo no me iba a sorprender el que esa chica que despedí el día anterior con los ojos rojos e hinchados se viera tan feliz solo unas horas después? Saludé con una sonrisa forzada y ella me tomó del hombro con toda naturalidad.
— Muchas gracias por ayer, realmente necesita que alguien me apoyara — dijo, sin notar que me ponía nerviosa el tacto de su piel blanca en mi hombro —. La verdad te quería pedir un favor, Katrina — la volteé a ver, sabiendo qué era lo que iba a pedir y lista para aceptar. ¿Cómo podría no hacerlo? Su rostro se ensombreció —. Mis padres me advirtieron que me enviarían a un internado en otro estado si no aprobaba este periodo, y tengo mucho miedo de que eso pase, la verdad.
— Está bien — la interrumpí y ella me volteó a ver. Sus ojos, contra lo esperado, son castaños y me sorprendió notar que no eran verdes como creía. Mi sorpresa pasó cuando noté que esperaba que continuara con mi explicación —. Te ayudaré a estudiar para que eso no pase.
Mostró una brillante sonrisa de nuevo y yo, que no sabía por qué sentí que mi corazón se detenía por un momento, quedé paralizada cuando saltó de alegría y me abrazó con tal fuerza que casi me rompe una costilla. No fui capaz de devolverle el abrazo, pero le sonreí cuando nos separamos un momento.
Si esta fuera la clásica película americana, habría una escena en la que yo, como la nerd de la historia, pone reglas y horarios mientras que ella, siendo un alma libre, me pide que no sea tan estricta. Nada de eso: Ni yo soy tan nerd ni ella es tan rebelde, así que me preguntó si quería gastar sus almuerzos con ella o si nos veíamos después de clase. Yo, paralizada, le dije que a cualquier hora estaba bien. ¿Y no? Digo, no tengo actividades extracurriculares ni talentos que desarrollo en secreto. Entonces quedamos de vernos en el receso.
Ahora, si esto fuera esa película americana, nos llevaríamos bien automáticamente, me mandaría aviones o notas de papel que el maestro ignoraría sin motivo y nos pasaríamos el receso hablando de nuestras vidas, no de las clases. Pero ella estaba motivada y yo no estaba dispuesta a ayudar a alguien que no quisiera aprender.
— Entonces podemos hacer esto: Lunes, miércoles y jueves nos juntamos en los recesos, los viernes nos vemos en la hora libre en la biblioteca y el sábado te invito a mi casa — dijo, señalando la pequeña tabla con nuestros horarios que tenía en su cuaderno.
— ¿Qué estarías haciendo los martes y viernes? — pregunté yo, notando ese espacio vacío en su tabla.
— Nada, pero no quiero saturarte con esto, Katrina — sonrió —. Además, seguramente querrás pasar tiempo con tus amigos, ¿No?
Alguien más habría dicho que no, pero la verdad yo tampoco quería saturarla ni agobiarla con tanta información. De por sí sentía que estaba haciendo demasiado, así que asentí.
— ¡Entonces está perfecto! — exclamó, cerrando el cuaderno —. Muchísimas gracias de nuevo, Katrina.
— Puedes llamarme Katra — le dije, viendo como se levantaba de la banca y tomaba sus cosas —. Es más sencillo que "Katrina".
— Vale pues, Katra. Tú puedes llamarme Winnie entonces — dijo y se alejó en silencio.
Ese martes empezaron mi ascenso y mi caída, simultáneamente.
En mi mente jamás pensé que podría sentirme en el punto más alto pese saber que hay algo mal al mismo tiempo. Es como la frase de no saber lo que no es la soledad hasta no haber estado acompañado. Sencillamente no tenía sentido para mí, no hasta que lo viví.
Los siguientes días fueron seguir el horario, preguntarle a Winnie los temas y explicarle muy rápido lo que tenía que entender. Si la mitosis, si los procesos hidráulicos, si la Guerra Fría... Ella tomaba notas y repasaba, más de una vez llegó con guías hechas por ella misma para que le preguntara y ella dijera las respuestas de manera apresurada. Concentrada ella en las clases y concentrada yo en su sonrisa cuando le decía que había respondido correctamente.
En una película americana ya habríamos descubierto dos cosas de ella para este punto: Que es una genio en secreto y que viene de una familia de clase alta. La realidad es que si se le complicaba estudiar y la realidad es que vivía en un apartamento de clase media incluso más pequeño que el mío. Cuando me llevó a su casa ese primer sábado estaba sola con su perro, que me aceptó como un amigo pese a no conocerme de nada.
— Algún día van a envenenar a Hobi — dijo, suspirando con decepción.
— ¿Hobi?
— Por J—Hope — sonrió —. Bueno, vamos a mi cuarto.
Su cuarto era un desastre, como se podría esperar. Pasamos media hora escombrando el escritorio y sacando ropa del estante donde deberían ir sus libros. Limpiamos en silencio y, cuando terminamos, se sentó en su cama.
— Muchas gracias por todo, Katra — murmura, dándose la vuelta y viéndome —. Sinceramente, creo que eres lo mejor que me ha pasado este año— como siempre, me sentí paralizada sin motivo cuando pasó. Lo más gracioso es que pensaba que me intimidaba por el motivo equivocado, no por el que realmente era
Que, claro, ahora puedo decir que lo que sentía y siento ahora mismo es amor.
Las siguientes dos semanas nos fuimos acercando más y más. Fuera de hablar solo por las asesorías, empezamos a hablar en clase y en otros recesos. No de clases, de nosotras mismas.
Resulta ser que vive solo con su padre, que es un señor bastante serio que me examinó hasta el alma la semana pasada que me vió con su hija. Su madre vive en otro estado y es la responsable de la idea de mandarla a un internado ahí. Sus "amigas" no le hicieron tanto daño como parecía, pero jamás le dejaban decir no y nunca la defendieron de los maestros cuando ella no había hecho nada.
En una película americana, yo demostraría que somos bastante similares, pero no es así. Tal vez porque solo tengo dos amigos con los que hablo una vez al mes, tal vez porque mis padres viven juntos y jamás me han querido enviar a otro lado, tal vez porque simplemente somos diferentes, pero me costó mucho empatizar con ella.
— Tienes suerte, Katra — me dijo cuando le conté que mi vida era diferente a la suya —. Me gustaría ser más como tú.
— Te sentirías muy sola — le contesté —. Tengo solo dos amigos, pocas veces hablo con ellos y jamás he salido de las nueve manzanas que me establecieron cuando pequeña — me observó en silencio —. Ni siquiera es que las buenas calificaciones me hagan resaltar, sencillamente soy invisible.
Y sin decir nada, me abrazó.
Ella lloraba y yo lloraba.
Por primera vez, le correspondí el abrazo.
El jueves hicimos un examen y el viernes dieron calificaciones. Ella llegó saltando a la escalera en la que nos sentábamos, su cabello esponjoso volando por el aire, con el suéter amarrado a la cintura y su examen en la mano.
— ¡Un nueve en biología, Kat! — saltó de felicidad.
— Felicidades — le dije, dándole una genuina sonrisa.
— Creo que nunca había tenido un nueve en biología — siguió saltando alrededor de mí, como Hobi cuando me veía entrar a su casa. Pasamos así la mitad del receso hasta que se sentó a mi lado —. ¿A ti qué tal te fue?
— Bien también — sonreí, incómoda. Pero ella no lo notó y solo me abrazó.
Claro que no iba a decirle que mi cadena de dieces había sido rota por un siete en biología gracias a que no podía pensar más que en su sonrisa mientras hacía el examen.
El sábado (ayer), me invitó a su casa. Estamos a nada de salir de vacaciones y mañana es el último examen antes de (los demás serán cuando regresemos), así que nos vimos en su casa, como de costumbre.
La realidad es que ninguna quería estudiar y ambas lo sabíamos. Nos tiramos en su cama y hablamos por media hora de cualquier cosa que no fuera literatura, materia que íbamos a estudiar. No sé si ella lo sabía ya, pero se sentía incómodo el ambiente. Había tensión y ninguna lo ignoraba. Al final fue ella la que rompió esa tensión.
— ¿Sabes qué, Kat? Una vez vi en una serie que para hacer un buen examen, hay que relajar la mente desde días antes — dijo de la nada y yo no pude hacer más que reírme.
— ¿Esa serie fue Boys Meet World o algo así? — pregunté entre risa y ella me lanzó uno de sus cojines, también entre risas —. Ya, ya. ¿Y qué quieres hacer?
— Vamos a Lazuli — dice, segura de sí misma —. Está a veinte minutos en autobús: Yo despejaré mi mente y tú saldrás con una amiga de tus nueve manzanas — sonrió y, aunque sabía que estaba mal y que me arrepentiría después, acepté.
Cuando dije que me sentía en mi punto más alto, lo dije en serio. En cualquier momento que estuviera con Winnie, me sentía feliz y segura de mi misma. Yo, Katrina Carradine, la persona más insegura de sí misma, la que se sentía lo peor de lo peor y la que, hasta hace tres semanas, no había vivido nada emocionante. Tal vez es eso lo que me gusta de ella: que es segura de sí misma.
En Lazuli encontramos una plaza y nos quedamos ahí todo el día. Winnie ya estaba acostumbrada a ir, pero yo no y no pude ocultarlo. Entonces se le ocurrió esa idea maravillosa de entrar al cine.
— Veremos algo de estreno, comparemos palomitas y volveremos antes de que mi padre vuelva, ¿Vale? — propuso y yo asentí.
La película de estreno, claro, era un romance americano. Una chica, un chico, ¿Podemos hacerlo más obvio? Ella no tenía pareja y él quería celar a su ex, se hacen novios de mentira y terminan juntos. Un filme melifluo, cuando menos. Cliché tras cliché, me sentí abrumada con tantos sacos rosas de la chica. Pero Winnie no, Winnie realmente disfrutó cada cliché, cada acción tonta de la protagonista y me atrevo a decir que lloró en algún momento. Solo por ella dejé pasar todo y salí de la sala con una sonrisa.
— Dios, ya quisiera yo un romance como el de ellos dos — exclamó, acercándose a la fuente en la plaza y sentándose en su orilla.
— ¿A base de engaños y mentiras? — me senté a su lado y ella negó.
— Espontáneo — me observó —. "La querencia nace de la diaria presencia". Quiero algo así.
Es inefable lo que me pasó en ese momento. Iluminada por la luz de la plaza, Winnie se veía hermosa. Comenzó a hablar de un cuento de un príncipe pobre, una princesa caprichosa y una doncella que se enamoraba, pero no era capaz de concentrarme en sus palabras, solo en su rostro, sus ojos castaños, sus mejillas rojizas, sus labios...
Y, sin pensarlo mucho, me acerqué y la besé.
Un beso rápido, ni siquiera uno apasionado, pero la tomé por sorpresa y no reaccionó hasta que me alejé. Ambas debíamos estar rojas, nerviosas.
— Lo siento — murmuré, después de un rato —. Solo no pude contenerme más.
Una sonrisa se formó en sus labios y me tranquilizó. Era tarde, estaba en Lazuli, lejos de casa y acaba de besarla sin contexto, pero me sentí tranquila con eso.
— Volvamos.
Solo dijo eso y yo la seguí. Probablemente la seguiría al fin del mundo si me lo pidiera.
Lo peor es que no me di cuenta de que no debí besarla hasta después del regaño de mis padres. Jamás había entendido esa famosa frase que muchos conocen por Benedetti y que yo escuchaba gracias a Bangtan, el no querer ni necesitar más que sostener manos para saber que era amor, solo saberlo. No lo entendí hasta después del beso. Una sonrisa, un abrazo, solo bastaba eso.
Hoy, cuando mis padres me devolvieron el teléfono, pude ver los mensajes que me envió Winnie después de llegar a su casa. Un "Lo siento, no estoy lista para eso, Kat" y un "pero podemos seguir siendo amigas" resonaron en mi cabeza hasta ahora, doce horas después. Debería pensar en Literatura, en cómo recuperarme en biología o en cualquier otra cosa, pero no puedo. Solo Winnie ocupa mi mente.
Si esto fuera una película americana, mañana nos veríamos y podríamos hablar con tranquilidad, pasaría un tiempo y después nos haríamos pareja por arte de magia. Pero esto no es una película americana, ni siquiera vivo en América. La vida real, el amor real, es más difícil, pero es el precio. Porque si pudiera vivir otra vez el sentimiento de verla sonreír a mi lado, aún sabiendo que lloraría mucho después de eso, lo haría.
Ojalá viviera en una película americana.
Palabras totales: 2460.
𖤍 Mis personajes son:
Winnifred Jetal y Katrina Carradine. De nuevo, personajes originales. Debo decir que Mile y Ania fueron más sencillos de escribir mientras que Winnie se oculta tantas cosas que me atrevo a decir ya sabía lo que iba a pasar. Pobre Katra.
𖤍 ¿Cómo te sentiste?
Terrible. Odio el romance, no me siento bien escribiéndolo porque odio los clichés y, bueno, eso se nota en la historia. Me estuve peleando con todo lo que pasaba y reescribí esto como seis veces porque no me gusta el resultado final.
𖤍 ¿Tuviste dificultades?
Escribir un romance en sí es una dificultad. No tengo experiencia y tuve que ver, leer y escuchar cosas para una investigación exhaustiva del género. Con suerte no quedó tan horrible como esperaba.
𖤍 ¿Qué disfrutaste?
Escribir referencias. Lo único que hizo más ameno el proceso de planeación y escritura fue escuchar a Bagntan, ver a Cory Mathews ser un idiota y demás cosas referenciadas. Creo que son diez referencias en total y enserio son lo que mejor pude hacer.
Espero les haya gustado el texto.
-t.
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