𝙚𝙞𝙜𝙝𝙩

Rosas.

“Consigue algo de este monstruo
Él no sabe cómo comunicarse
Su mente está en un lugar diferente
¿Pueden por favor darles a todos un poco de espacio?”
— This is home, Cavetown.


En el balcón de mi ventana habían rosas blancas. No me gustaban en absoluto, el blanco me hace sentir mareada y enferma como el huevo tibio, pero mi madre insistía en que debíamos ponerlas en todas las ventanas. Es la única manera de saber que los oscuros no estuvieron aquí.

En Cóme hay una gran distinción entre la gente. Existe la gente mágica y la gente no mágica. Los humanos normales y los denominados oscuros, seres que nacen con magia en su ser y que son temidos por toda la nación. Dicen que son capaces de moverse por las sombras, convertirse en animales salvajes y desgarrar tu cuerpo con sus colmillos, que son una peste a exterminar.

En ese momento jamás había visto uno, pero había visto las rosas blancas que llenan el vecindario tornarse en negras después del avistamiento de uno en la zona. Dicen que su magia es tan fuerte que pueden tornar la luz en oscuridad en segundos, y las rosas blancas hechas negras son la prueba. No hay mucho que podamos hacer contra esa magia de cualquier forma, así que mi madre se ha resignado a poner rosas blancas en cada esquina de la casa y dejar que el gobierno haga su trabajo. Cazar a los oscuros, encerrarlos y matarlos, lo que siempre se ha hecho.

— Dicen que hubo un ataque en Giezi — escuché a mi madre abajo. Como todos los martes, se había juntado con su grupo de lectura en la biblioteca de la casa, un grupo en el que no se lee nada y sólo se escuchan los chismes del vecindario. Decían que era muy jóven para entrar a esas juntas, pero eso no impidió que las escuchara desde mi cuarto, justo arriba de la biblioteca —. Dicen que la calle se volvió completamente oscura pese a ser de día.

— Dios nos libre — exclamó una de sus amigas —. ¿No se supone que los cazadores están haciendo lo suyo?

— Lo están haciendo — habla otra —. Dicen que eso fue parte de una persecusión y que atraparon al oscuro — se hace silencio por un segundo antes de que alguien siguiera hablando.

— ¿Han escuchado los rumores del castillo? — silencio —. Dicen por ahí que hay un oscuro sirviendo a la corona.

— ¿Por voluntad?

— No lo creo — dijo mi madre —. Lo más probable es que le hayan domesticado para que los ayude.

— Estoy contigo, Malena. Ningún salvaje apoyaría a los humanos. No creo que tengan la capacidad para hacerlo —rieron y dejé de poner atención. No es que sus conversaciones dejasen de sonar interesantes, es que me quedé pensando en lo que acababa de escuchar. Un oscuro que caza oscuros, sonaba imposible para mí. En mi cabeza no había manera de que se traicionsen entre ellos. Yo no traicionaría a mi familia, de eso estoy segura.

La idea de un oscuro parte de los cazadores se empezó a esparcir por el vecindario cuando reportaron la cacería de un oscuro cuyo cuerpo había sido encontrado con mordidas de animales salvajes y una rosa blanca enterrada en el pecho. La noticia era para ellos, no para nosotros, pero causó conmoción de cualquier forma. ¿Qué si no estaba ayudando a la corona? ¿Qué si planeaba traicionar a los humanos? Un anuncio de parte del gobierno salió para tranquilizarnos.

— El oscuro que forma parte de los cazadores ha sido entrenado y domesticado para que ataque solo a los oscuros —- exclamó un mensajero de palacio en la plaza de nuestra ciudad —. Lleva años encerrado y está más que asegurado que no intentará cazar a ningún humano.

— ¿Cómo puedes asegurarlo? Es una bestia disfrazada de hombre — gritó una de las amigas de mi madre. El mensajero negó con seguridad.

— Los oscuros son como perros callejeros: Pueden ser aterradores si se encuentra uno salvaje, pero si se les adopta y se les ofrecen unas migajas, te considerarán un dueño y te seguirán — habló y la gente pareció calmarse.

— Eso sigue sin asegurar nada — siguió la señora —. Un oscuro no es como un perro, es una bestia que nadie podrá jamás domesticar.

— ¿Eso cree? — la señora asintió —. Bien, deje que le haga una demostración. ¿Por qué no vienes aquí, Tar, y acabas esta discusión?

El señor extendió la mano hacia un lugar atrás de mí. Me asusté y me hice a un lado, viendo el lugar donde la gente veía. En silencio, un joven a duras penas mayor que yo caminó hacia el señor. La gente se aterró y las madres sujetaron a sus hijos, impactadas de que hibiera un oscuro a plena luz de día tan cerca de ellas. MI madre también me jaló hacia ella, pero yo no pude apartar la mirada del joven.

Una capa cubría su cuerpo del sol, pero su rostro estaba descubierto y pude ver a la perfección que en su  rostro no había vida. En silencio se acercó al señor y se quedó a su lado, callado y con la mirada baja. La gente empezó a gritar y el mensajero a calmarlos. “Su magia no dañará humanos, solo oscuros” dijo y, en ese momento, sentí que el oscuro estaba a nada de llorar. Pero la gente no veía el miedo en sus ojos, sólo veían una amenaza y, antes de que empezaran a lanzar piedras, mi madre me jaló fuera de la plaza.

— ¡Traer un oscuro a una plaza tranquila, qué deshonra! — exclamó una vez estuvimos cerca de nuestra casa —. Si ellos mismos no han llegado a nuestra calle, ¿Por qué la corona los manda aquí?

— Pobre chico — murmuré casi sin pensar. Mi madre alzó una ceja con desprecio.

— ¿Pobre chico? Es un salvaje, Aram, no deberías sentirte mal por él — dijo y me arrepentí de haber hablado. Aún así, no fui capaz de contenerme al hablar.

— Estaba aterrado, madre — le dije sin detenerme a pensar en lo fuera de lugar que sonaba eso —. No intentó atacar a nadie, seguramente ni siquiera deseó estar aquí.

— ¿Y a tí qué te importa? — preguntó ella, acercándose con esa mirada asesina que tienen  las madres y que te obligan a detenerte antes de cometer un error más grande —. Un oscuro es un oscuro, no tienes porqué sentirte  mal por él. Mientras haga su trabajo de matar a los suyos y no lo vuelvan a acercar a nosotras, que no te importe.

Y sin más, se acabó la discusión. No serviría de nada volver a sacar el tema a colación. No valía la pena pelear por algo así pues, conociendo a mi madre, la siguiente vez que le mencionara, no saldría ilesa.

Sin embargo, ver a Tar en la plaza ese día fue lo que desencadenó una serie de eventos que jamás habrían ocurrido de no haber estado ahí ese día.

Una noche de enero, sucedió algo inesperado.

Había habido persecuciones en los últimos días y decían que los oscuros habían estado más activos que nunca. Noche tras noche se escuchaban garras y pisadas en las calles, y cada mañana se encontraban macetas de rosas oscuras en el vecindario. Decían que los cazadores hacían todo lo que podían, pero mi madre decía que no era suficiente. Y no lo era, pues esa noche un cazador fue lanzado a mi balcón, herido y a nada de rendirse.

Y ese cazador no era nadie más que el mismo oscuro al que todos, los humanos incluidos, llamaban traidor.

Me levanté y me acerqué a la puerta del balcón por instinto, pensando que era un cazador común al que podría ayudar. Pero no. A medio metro de la puerta, ví cómo se levantaba una sombra deformada y sangrante. Respiraba con pesadez y, los más importante, al momento de pararse y sujetarse a las rosas para no perder el equilibrio, éstas se volvieron completamente oscuras.

— ¿Qué opinas, Astrid? — escuché una voz a lo lejos. El cazador también la escuchó, pues levantó la cabeza en la misma dirección que yo — ¿Acabamos con esta plaga de una buena vez?

— No vale la pena — dijo una voz femenina —. Que los humanos se hagan cargo de él.

— ¡Él está con los humanos! ¿Crees que le asesinarán como él asesinó a Gia? — se quejó la otra voz. Hubo silencio por un momento y después se escucharon pisadas. Se estaban yendo, al menos esa impresión tuve yo. Y el cazador también pues, después de unos segundos, sus piernas comenzaron a temblar y cayó al suelo.

— Sólo es una misión — escuché que susurraba con la voz quebrada —. Sólo una más, sólo una más — repetía nerviosamente y mi corazón se encogió. Actuando por impulso, como es costumbre mía, abrí la puerta y sentí el viento frío de enero contra mi piel. Y él, aterrado, giró la cabeza para encontrarse conmigo. Y yo me encontré con él, un oscuro lleno de heridas y con los ojos rojos, sujetando en una mano ensangrentada una sola rosa roja.

— ¿Estás bien? — pregunté, sin saber bien qué hacer, pero él no reaccionó. Sus ojos estaban llenos de terror y seguramente no sabía cómo reaccionar. Yo tampoco sabía cómo hacerlo, pero sabía que no podía dejarle así, herido  —. Espera un segundo, traeré agua — dije, pensando en cómo mi madre limpiaba las heridas que me hacía de pequeña. En silencio, me acerqué al baño y tomé la jabonera de cisne que mi madre me dió cuando cumplí quince años. La vacié y la llené de agua. Cuando volví, el cazador estaba de pie en el balcón, observándome frente a frente.

— No te haré daño, solo quiero limpiar tus heridas — murmuré y él negó —. No sé cómo funciona, pero si te dañas tienes que limpiar la herida o se infectará — dije y él asintió. Ante esta acción, me desesperé —. ¿Entiendes lo que estoy diciendo?

— Los traidores no merecen tratos especiales — murmuró, dando un paso hacia atrás, tocando más rosas en el proceso.

— Está bien. No haces lo que haces por voluntad, ¿Cierto? — murmuré y sus ojos se llenaron de lágrimas. Presionó la rosa contra su pecho —. Te están obligando, no es tu culpa.

— Solo es una misión, solo es una misión — volvió a repetir, cerrando los ojos y dando más pasos hacia atrás. Chocó con el barandal y puso una mano en él para no perder el equilibrio. Antes incluso de que yo pudiera decir algo, abrió los ojos, completamente oscuros, y se desvaneció.

Había escuchado que los oscuros se podían transportar en las sombras, pero pensaba que era un mito. No era así, su rostro se deformó y desvaneció en un segundo, dejando la rosa roja en el suelo. Escuché pasos y supe que mi madre subiría a ver que había pasado. En cuestión de segundos escondí la jabonera y tomé la rosa roja, ocultando sus pétalos bajo mi cama.

No sé por qué, pero supe que las cosas iban a cambiar desde ese momento.

Una semana después, estaba despierta viendo el balcón. Mi madre cambió las rosas apenas vio el desastre, y no se podía permitir que mi habitación se viera manchada por la presencia de un oscuro. Era una vergüenza para ella y no podía dejar que sus amigas se rieran de ella.

Aún así, yo me quedé despierta hasta tarde toda la semana, esperando que la sombra apareciera. Tenía la rosa roja en la esquina de mi habitación, oculta entre la maceta de rosas blancas que me obligaban a tener dentro. No sé ni por qué esperaba cuando era claro que no iba a pasar nada, pero lo hacía. Probablemente l oscuro jamás volvería por ea rosa, era tonto guardarla y cuidarla con esmero, pero eso no evitó que lo hiciera.

Y entonces hizo acto de presencia en el balcón.

Por instinto, me acerqué a abrir la puerta y me lo encontré, frente a frente. De nuevo, su mirada estaba llena de terror, pero esta vez no estaba herido. Todo lo contrario, olía a sangre. ¿Qué acababa de hacer?

Nos quedamos en silencio un momento antes de que uno se atreviese a hablar. Para mi sorpresa, fue él quien tomó la palabra.

— Lamento haberle tratado mal — murmuró —. Se supone que no debo hablar con humanos, pero necesito mi rosa de vuelta — me miró y ví en sus ojos miedo. ¿Por qué estaba aterrado? Yo debía estar aterrada: Una de las criaturas más peligrosas del mundo estaba frente a mí, debía temerle y avisar a la gente, no observarle con ganas de darle un abrazo. Era hasta ridículo que me sintiera mal por él, pero no podía evitarlo.

— Tus heridas, ¿Están…? — empecé a preguntar y él levantó un brazo. Me alejé, tal vez por instinto, tal vez por miedo. No atacó, solo descubrió su manga y ví como no quedaba ni rastro de los rasguños que había visto antes.

— Se curan solas — dijo —. Tardan tres días en desaparecer, pero se van por sí mismas — me acerqué de nuevo, un tanto impactada por lo que acababa de ver —. Gracias.

— ¿Por qué me agradeces?

— Desde que notaron que se van solas, nadie jamás me había dicho que tenían que cuidarse — miró hacia abajo. No estaba aterrado, estaba triste.

Era triste.

Le hice pasar y le mostré donde estaba la rosa. Pero antes de que la pudiera tocar, le detuve.

— ¿Por qué es importante esa rosa? — pregunté y él me observó un segundo antes de alejar la mirada.

— Alguien importante me la dio antes de desaparecer — ¿Desaparecer? —. Nunca la suelto cuando me transporto, pero esa vez simplemente no podía — su voz se quebró. Negué con la cabeza.

— Estabas muy débil, lo entiendo.

— Estaba aterrado — murmuró —. Debí haber matado a Astrid y Geran pero ellos fueron más rápidos que yo — miraba al suelo con tristeza —. Me conocían antes de esto, me odian y yo no pude — empezó a respirar agitadamente y me acerqué. Él puso una mano y me detuve —. No pude matarlos. No podía matarlos, no a ellos.

— ¿Viviste con oscuros antes de convertirte en esto? — pregunté, esperando no sonar ofensiva. Él asintió —. ¿Y no lo entienden? No haces esto por voluntad, no creo que ninguno tuviera mejor opción.

— La muerte es una mejor opción — me interrumpió. Estaba al borde de las lágrimas —. Además, tienen razón para estar enojados. Pude haber hecho que me mataran en lugar de que me convirtieran en esto. Pero no, quería vivir y…

— Cualquiera querría vivir — le dije y él volvió a negar.

— No los oscuros. Para nosotros no hay esperanza en el reino de los vivos. Côme nos ve como bestias, todos lo saben. Nos cazan y la única forma de liberarse es morir. Habría sido tan sencillo — negó con la cabeza y tomó la rosa con tal delicadeza que no tocó ninguna de las que le rodeaban. Todo se mantuvo blanco —. Eres agradable.

“Cualquier otra persona habría llamado a los humanos para que me capturaran, pero tú me dejas estar aquí, tranquilo”.

— Me llamo Aran — le digo y él asiente.

— Tar — dice —. Tarte, de hecho, pero nadie me dice así.

— Es un lindo nombre.

Se queda callado. Me observa un par de segundos y después vuelve a desaparecer. Esta vez, la rosa se va con él.

Los siguientes días, aparecieron noticias de que los oscuros habían atacado cerca de nuestra calle. Dos humanos perdieron la vida y dos fueron heridos. Dijeron que habían sido dos oscuros con capuchas y todas rojas en el pecho. Mi madre solo negó con la cabeza y cerró todas las puertas y ventanas.

— ¿No sé supone que ese cazador está haciendo lo suyo? ¿Es que quiere dejar que maten a la gente antes de hacer algo? — negó —. Por eso los humanos deberían cazar, no los salvajes como ese.

— Tal vez no es tan fuerte — digo y ella levanta su ceja —. Tal vez no sea capaz de cazar a ambos oscuros.

— Entonces no es un buen arma — se levantó de su silla y caminó hacia la biblioteca —. Un arma no siente, Aram, no puede ser débil. O es útil o no lo es.  Solo espero que lo estén castigando ahora mismo por esas vidas

De pronto el miedo que vi en él cuando me habló de Astrid y Geran se sintió real. No solo le tenía miedo a esos oscuros, le tenía miedo a lo que los humanos le habían hecho por no matarlos en el momento.
— Pobre Tar — murmuré sin pensar en mi madre. Afortunadamente no  escuchó, estaba  recibiendo a sus amigas para su junta de chismorreo. No tenía ganas de escucharles, además que mis palabras me habían puesto a pensar. ¿Qué significaba la fosa roja? ¿Estaba bien Tar? Me encerré en mi habitación toda la tarde, esperando que en la noche hubieran respuestas.

No las hubieron. Tar apareció esa noche y cazó tres oscuros en los siguientes días, pero jamás se pasó por mi cuarto de nuevo. Entonces supe que tenía que buscar respuestas yo misma o no funcionaría nada.

Entonces me quedé afuera del balcón a media noche en plena luna llena.

— ¿Ves lo que yo, Astrid? — escuché una voz tras mi. ¿En qué momento el oscuro se había puesto tras mí? Sujetaba mi rostro con sus delgados dedos que se sentían como garras. Estaba nerviosa y debió notarlo pues río —. ¿Una joven que no se encierra en el toque de queda y después se asusta? No me parece muy coherente.

— Planea algo — dijo otra voz, esta vez femenina. No soy capaz de encontrar a la oscura que habla, lo que hace que mi corazón lata incluso más rápido —. Humana, ¿Eres capaz de mentirle a tus potenciales asesinos? — negué con la cabeza. La respiración del otro oscuro (Geran, creo) estaba en mi nuca y no era agradable —. Bien, entonces nos dirás porqué estabas esperando que apareciéramos. Si mientes, mi amigo te cortará la garganta.

— Quiero saber más de ustedes — dije, un tanto nerviosa. Sentí las uñas de Geran en mi cuello y comencé a sudar frío —. Quiero saber del que les traicionó y les caza.

Astrid gruñó —. ¿Y por qué te daríamos esa información, humana? No creo que sea para una tarea.

— Quiero saberlo y ya. No le diré a nadie — Geran acercó su cabeza a mi cuello y sentí lo que parecía pelaje contra mi cuello. Era asqueroso.

— Déjala, Geran. No vale la pena ni como bocadillo — por fin reconocí de dónde venía la voz: un techo lejano. Una silueta humanoide se veía a lo lejos y me asustó el hecho de que me escuchase desde ahí. Más me asustó que yo la escuchase.

— ¿Quieres que deje a una entrometida sola como si nada? — silencio —. Tuviste suerte, humana —  susurró a mi oído me soltó. De pronto dejé de sentir su respiración contra mi nuca y aparecieron dos siluetas en el techo.

— ¿No me dirán nada? Pregunté, un tanto asustada pero determinada. Una risa se escuchó.

— Es un traidor a la rosa y lo queremos muerto, es lo único que necesitas saber — habló Astrid —. Si lo vuelves a ver antes de que lo capturemos, dile que deje de usar humanos como coartada. Eres la excepción, humana, no creas que la próxima vez que te vea metiéndote en asuntos que no te importan te dejaré ir ilesa.

Y se desapareció.

¿Cómo diablos sabía que él había estado aquí antes?

— ¿Te pusiste en peligro? — preguntó Tarte dos semanas después, apareciendo de la nada en mi balcón al atardecer mientras yo leía. Mi primer impulso fue sentirme ofendida porque no había aparecido, pero luego me sorprendí. ¿Qué hacía ahí si todavía había luz de sol?

— Hay luz aún — murmuré y él asintió.

— ¿Por qué diablos te pusiste enfrente de Astrid? ¿No notas que ellos son más fuertes que todos los oscuros juntos? — preguntó y esta vez sí me enojé. ¿Por qué no me respondía? Me acerqué al balcón, le abrí la puerta, pero se quedó dónde estaba. No estaba asustado esta vez. Estaba enojado.

— ¿Por qué no me hablas de eso? ¿Por qué llevas una rosa roja? ¿No es ese el símbolo de los asesinos? — su determinación se desvaneció entonces —. ¿Eras eso? ¿Un asesino de humanos antes de empezar a cazar a los tuyos?

— No es de tu incumbencia — dijo —. Solo hago lo que hago para sobrevivir, no es como si hubiera otra opción.

— ¿Entonces vas matando de un bando a otro antes de que te maten a tí? ¿Eso te parece vida? — pregunté de nuevo y negó.

— No hay vida para mí y no debería meterme en la tuya. Te estás poniendo en peligro sin motivo — dió un paso para atrás y entonces entendí por qué estaba tan tranquilo.

Esa era una ilusión que, al tocar las rosas, no las volvió oscuras. Se estaba escondiendo. Negué con la cabeza.

— Hay mejores formas de vivir.

— Las hay para tí porque eres una humana rica — murmuró —. Para ti, cosas que son privilegios para otros son normales. Una casa, un cuarto, una manera cómoda de vivir… Estás siendo egoísta.

— ¿Egoísta? — asintió —. ¿Te parece egoísta preocuparme por tí? No sé si lo sepas, pero cada vez que escucho que un oscuro escapó, pienso en cómo te van a castigar y en lo poco que te lo mereces. Cada vez que escucho a alguien hablar mal de ti tengo que controlarme para no gritarles que no eres un monstruo — empecé a subir el tono de mi voz y él negó con la cabeza de nuevo.

— No es tu obligación defenderme — murmuró, más tranquilo.

— Quiero hacerlo — murmuré yo también. Y no mentía. Realmente sentía algo por él pese a que fuera un oscuro. Era extraño.

Sin decir nada más, se volvió a desaparecer. Comenzaba a acostumbrarme que lo hiciera.

— La Rosa es un grupo de oscuros que caza a los cazadores — me dijo la noche siguiente tras aparecerse sin motivo afuera de mi cuarto. Estábamos sentados junto a las rosas en la esquina de mi cuarto —. Nos conocen por transformar rosas blancas en negras, pero ignoran que existe una rosa roja que no significaba nada. Entonces un grupo la tomó como símbolo de sangre. Justicia.

— Astrid, Geran y yo éramos como hermanos y juramos a la rosa matar a los humanos que se pusieran frente a nosotros para atacarnos — murmuró —. Pero me capturaron y no quería morir, me aterraba la muerte así que me ofrecí para algo diferente. Le dije a los guardias que mataría a los oscuros y pensé que tal vez entonces me dejarían ir. Tal vez podría escapar o algo así pero no. Me hicieron temerle a los humanos y me hicieron ser odiado por la Rosa.

En sus manos tenía la misma rosa roja que había perdido la noche que le ví por primera vez. Comenzaba a marchitarse pero no la soltaba por nada del mundo.

— ¿Cuánto tiempo te tuvieron encerrado?

— Tres años, más o menos. Tenía dieciséis cuando me atraparon — extendió su mano gente a él, observando algo que no podía ver. Negó con la cabeza —. Si antes se trataba de sobrevivir, ahora se trata de no morir. Los humanos no me matarán, pero sí me maltratarán hasta que no quede nada. Digo, ya ni siquiera puedo levantar un cuchillo frenta a ellos por miedo. Soy un boceto de lo que era.

— ¿Y vale la pena vivir así?

— No es vida, Aram — murmuró mi nombre y se sintió como una caricia.

Es muerte disfrazada de vida.


Los siguientes días comenzó a visitarme más seguido. No todos, no por mucho. Solo se aparecía en las noches, con cuidado de no tocar las rosas y se sentaba al lado de la maceta junto a mí. Era tranquilo, era sencillo.

Un día llegó cubierto de sangre, llorando.

— Geran murió — susurró. Era el volumen natural de su voz. Me sorprendí al pensar que se había atrevido a matarlo. Más aún me sorprendí cuando noté que no era así, que quien le había asesinado era Astrid.

— ¿No eran amigos? ¿Por qué haría eso? — pregunté, un tanto consternada —. No tuviste nada que ver, ¿Cierto?

— El quería verme y preguntarme por qué no elegí la muerte, y yo le contesté que pensé que tal vez ayudaría más si seguía vivo — con cuidado, tomó el tallo de una de las rosas blancas —. Astrid está planeando una revolución hace meses y yo no me enteré hasta que hablé con él, así que empecé a distraer a palacio de eso.

— ¿No es eso ayudarlos?

— Un traidor jamás ayuda — tomó un solo pétalo y se tornó completamente oscuro —. Dicen que una vez que traicionas a tu familia, lo harás a cualquier persona y no puedes confiar en alguien así. No me podía matar a mi porque se haría obvio que algo traía entre manos para los cazadores, así que lo mató a él.

— Es tonto — murmuré, tomando también un pétalo de la rosa, viendo cómo mantenía su color blanco. Me enfermaba.

— Es sobrevivir — tomó otro pétalo —. Si me veían como un traidor y aún así fue Geran a hablarme, es normal que se hayan deshecho de él. Es sentido común.

Nos quedamos callados un rato, tomando pétalos de manera alternada. Negros y blancos, es extraño.

— Dijiste que planean una revolución, ¿Es cierto? — asintió —. Entonces, ¿Vas a participar?

— Tengo que — arranca dos pétalos de una y suelta uno. La mitad queda blanca, la mitad negra —. No quiero, pero tengo que.

— Puedes escapar — dije de nuevo, sin pensar —. Moverte por las sombras hasta otro lugar, lejos de Côme. Dicen que en otros países no discriminan tanto a los oscuros.

— Los discriminan, de cualquier forma, y es imposible — sigue arrancando pétalos y los deja a la mitad —. Aunque no quiero ser parte de esto, estoy en ambos bandos contra mi voluntad.

— Hay mejores formas de vivir — volví a decir y él negó. Se había acabado la rosa.

— Si escapara, me buscarían. Y no podría llevarte conmigo — susurra —. Eres humana, sería incluso más peligroso que te llevara a recorrer el país en medio de la guerra.

— Estaré en la guerra de ecualquer forma — tomé otra rosa —. Una revolución de oscuros consumirá toda la nación, no solo la capital. Y yo vivo aquí, que es lo peor — murmuré y asintió.

— No puedo proteger a nadie. Es egoísta — dijo para sí mismo y acerqué mi mano a su rostro. Piel morena, ojos almendrados del color del tigre. Tenía cara de niño pero no era uno. Había pasado por mucho y no merecía eso.

— No eres egoísta, buscas la vida — me acerco a él  y hablo antes de que vuelva a decir lo mismo una y otra vez —. Puede que ahora sientas que no vives, pero vivirás. Solo tienes que escapar.

Sonrió. Y desapareció. Los pétalos negros quedaron en el suelo.

— Una guerra se acerca —  dijo madre un día en el desayuno. Bajó el libro que estaba leyendo y habló mirando el techo —. Lo sabes, ¿Cierto? — asentí —. Hija, ¿Qué opinas de esto?

La pregunta quedó en el aire. Era la primera vez que me preguntaba por mi opinión y no tenía una formada.

— Tal vez lo merezcamos — dije después de un rato —. Digo, no es como que hayamos tratado bien a los oscuros jamás. Tal vez es lo que merecemos.

Ella suspiró.

— Sabía que dirías eso — murmuró y volvió al libro. Pero no estaba leyendo, estaba pensando. Por ese entonces ya sabía en qué pensaba, pero me negaba a verlo como una verdad absoluta. Había posibilidad de que cambiara de opinión.

Aún así, pedí su opinión a Tar cuando tuve oportunidad.

— ¿Matrimonio arreglado? Ni siquiera sabía que aún se hacían esas cosas — dijo —. Ni siquiera los príncipes se están casando por arreglo.

— No ellos, pero mi madre habló con una familia militar hace poco. Piensa que no escuché pero nunca es muy discreta con eso — seguíamos en nuestro negocio de tomar flores y destrozarlas —. Si me caso con él, nos darán protección a nosotros y a otras familias cercanas.

Tar suspiró.

— Nunca olvides que eres privilegiada, ¿Si? — asentí —. Tienes una vida, lo tienes todo cuando muchos solo podemos soñar con eso — tomó la rosa completa, pero no se volvió oscura esta vez. Le observé y estaba conteniendo la respiración. Después de unos segundos, la soltó y se volvió oscura también. ¿Qué acababa de hacer?

— Deberías usas ese privilegio para cuidar a los demás — susurró después de un rato —. Pero si decides sobrevivir tú sola, nadie te podrá juzgar.

Sobrevivir. Ahora tenía una vida, cuando empezase esa guerra ya no la tendría. No solo es vivir o morir, es sobrevivir también. Y sobrevivir es lo peor según él.

— ¿Escaparás? — pregunté. Sabía que se iría pronto así que solté la bomba rápidamente. Me observó unos segundos y juré que iba a desaparecer, pero no lo hizo.

Al contrario, me abrazó.

— Eres la primer humana que me trata bien, no como un monstruo — me dijo al oído.

Me encantaría llevarte con nosotros.

— ¿Tienes gente de tu lado?

— Oscuros que capturé a propósito. No lo notaron porque no sabían quiénes eran, pero están dispuestos a huir — levanté una ceja. No me vió pero lo sintió —. También son enemigos de Astrid y vendrá por nosotros primero. Es que nos maten los humanos, que nos maten los de la Rosa o escapar.

Por fin lo había entendido. Sonreí por él, porque él había encontrado una mejor manera de vivir y porque estaba conmigo. Pero no por mucho.

— ¿Cuando lo harán?

— El mes entrante, cuando Astrid ataque a los humanos — me abrazó más fuerte —. Si pudiera arreglar todo para que tú vinieras…

— No hace falta — susurré. Estaba llorando, no sé cuándo comenzaron las lágrimas pero lo estaba haciendo —. Tienes razón, debo aprovechar mi privilegio.

— No serás feliz.

— No seré feliz de cualquier forma — murmuré. Y sabía que era la realidad que él me había enseñado. No lo culpo: se encontró con una niña optimista ante todo cuando las cosas no son así. Hay momentos para tener esperanza, este no es uno de esos.

Pero sería el último que pasaría junto a él. Lo sabía aunque no lo dijera.

Entonces separé el abrazo y lo observé. Había pétalos negros en su cabello rizado. Me observaba también.

Y sin pensarlo mucho, me acerqué a él. Sus labios contra los míos. Y le abracé.

Pero se desvaneció antes de que le dijese lo que sentía.

Tal y como dijo, el levantamiento empezó tres semanas después, cuando el otoño comenzaba a llenar los jardines. Justo la noche tras la pedida de mano llegaron las noticias.

Estaba bien, estaba bien.

Ni siquiera conocía al señor con el que me casaba, pero estaba bien. Era un militar de una familia militar y ni siquiera tendría que pasar tiempo con él antes de que le llamaran a defender al país. Era un pensamiento egoísta el desear que muriera en combate, pero lo tenía.

Solo deseaba que Tar estuviera bien.

Esa noche, sin embargo, aparecieron pétalos negros en todas las rosas de mi casa. Solo pétalos, nisiquiera las flores completas.

Está bien. Voy a estar bien.

Porque puede que, algún día, pueda volver a verle, ¿No?

Madre estaba aterrada al ver su casa llena de negro, pero yo estaba llorando.

Jamás podré explicarle por qué estaba llorando.

Palabras totales: 5414.

𖤍Mi primera impresión respecto a la canción fue:
Que me tocaba escribir desamor. Y eso es lo que más me aterra, porque ya estoy harta del desamor pero no sé cómo enfrentarme a otros retos.

𖤍¿Qué fue lo que más disfrutaste del reto?
Que terminé descubriendo una nueva agrupación musical, que me convertí en la dueña de lo que podía escribir y escribí prácticamente lo que quise. Es lindo tener esa libertad.

𖤍¿Cómo me sentí con este reto?
Estresada. Estuve a punto de no entregar pero quiero ganar. Llevo desde la semana tres concursando por una amigo al que le quiero dar los votos si gano, y me niego a rendirme después de haber llegado tan lejos.

𖤍¿Tuviste dificultades? ¿Cómo las superaste?
Si. Odio escribir por mi cuenta porque es muy fácil que me olvide de lo que quería escribir en realidad. Es extraño, pero creo que el reto me ayudó.

𖤍A lo largo de este concurso aprendí/mejore/ reforcé:
Aprendí a fluir con las historias y no controlarlo todo, que es uno de mis mayores problemas. Si, aprendí también a trabajar bajo presión, pero esa sensación de saber a dónde va la historia pese a no tener claro ni el nombre de los personajes fue maravilloso. Agradezco mucho al concurso por eso y por mucho más.

Son las 20:11 en la ciudad de México. Es lo más tarde que he entregado jamás, ayuda.

—t.

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