—¡Te lo he dicho miles de veces, mi comida debe de estar lista cuando llego de trabajar! mujer inútil- escupió el señor Hwang a su mujer, luego de que al llegar de un largo día de trabajo, esta todavía estaba haciendo lo cena.

—¿Inútil? ¡Si no fuera por mí tu ya te estarías muerto de hambre!- replicó la mujer harta de broncas que no se merecía- Si tanto te molesta comer tarde habla con tu hijo, el mocoso me acaparó toda la tarde para ayudarlo en su maldita tarea, él debe de hacerlas solo. No me andes gritando por algo que no fue mi culpa, incivilizado.

—Esta bien, pero no quiero que vuelva a suceder, sin mí tu estarías en la calle- finalizó el adulto con un par de venas en su frente y marchándose del lugar.

—¿Inútil?- bufó la señora Hwang para si misma en un susurro- podría hacer el doble que tú, y con un mocoso que cuidar.

Un pequeño Hyunjin de 10 años se encontraba en la segunda planta, encerrado en su habitación con lágrimas escapando de sus tiernos ojos, no le gustaba escuchar a sus padres pelear, mucho menos por su culpa. Se sentía muy mal.

"Tengo la culpa de todo" se repetía una y otra vez cada que lloraba, lo único en lo que pensaba era desaparecer, no quería estar más allí, no deseaba causar nuevos problemas que lo hundieran todavía más en la miseria en la que se hallaba. Era un infeliz y lo era casi todo el tiempo.

Casi.

Menos cuando se encontraba con Felix. Si estaba a su lado, todo estaría bien. Adoraba a Felix como si fuera su dios, como si fuera la única salida que le quedaba, como el escape de aquella bazofia a la que hacen llamar vida.

Cuando su mente vagaba en sus propios pensamientos (que solía ocurrir frecuentemente) siempre terminaba pensando en él, en su mirar, en su andar, en su risa, en sus preciosas pecas que para él eran su cielo, el único cielo que necesitaba. Esto no es por casualidad, él estaba totalmente convencido de que Felix era su alma gemela, estaba seguro de que solo él podría hacerlo feliz, el único que lo hace sentir vivo. 

Él amaba a Felix.