La invitación

❛ 𝓣𝓻𝓪𝓼 𝓵𝓪 𝓶𝓪𝓼𝓬𝓪𝓻𝓪 ❛

El hombre francés se había levantado temprano, hace poco tiempo había terminado todas sus obligaciones post grabación, ir a la promoción de la película en la cual había sido partícipe, era agotador pero muchas veces podía disfrutar de ello al conocer a otras personas y las entrevistas con los medios era una grata forma de hacerse a conocer ante el enorme recibimiento de las personas y las fans.

Siempre tuvo papeles secundarios, había tenido su primer papel a sus seis años, venía de una prolifica familia en el rubro artístico y siempre tuvo el apoyo de ella para iniciar tan joven en el cine y ahora a sus cuarenta y tres años de edad el mundo se le abría como un libro en dónde las personas sabían quién era y mostraban un latente interés, entre la industria cinematográfica americana y europea, la industria francesa no era tan conocida mundialmente, habían actores franceses pero debían ingresar a la industria americana para darse a lucir, el cine francés era algo de su agrado, su comodidad y gusto propio.

Al bajar las escaleras de su casa teniendo su pantalón pijama a rayas celeste holgado y su abdomen expuesto buscó con la mirada el que su criada le hubiera dejado su periódico el cual tomó para comenzar a leerlo seguido de tomar su café. No era fanático de tener alguien trabajando para él y que él no hiciera nada, pero ahora con su agenda más que apretada no tenía tiempo de cuidar su hogar, barrer los pisos, limpiar las ventanas, regar las plantas, tener su propio hogar limpio y reluciente.

Mientras tomaba su café con un par de masitas que su empleada había horneado se quedó mirando atentamente las noticias que aparecían. El tener una vida movida hacía que el ahora estar tranquilo sin recibir ninguna llamada o que tuviera que ir algún evento se sentía demasiado extraño y ello se notaba mientras movía su pierna involuntariamente.

──Monsieur Arlaud, le ha llegado correspondencia y parece ser algo muy importante.── Comentó la femenina extendiendo las cartas a su jefe para que las viera y así retirarse.

──Muchas gracias... Oh oiga... Tome asiento por favor y acompáñame en el desayuno, no acostumbro a tener alguien que me haga todas las cosas en la casa... Se lo agradezco Mademoiselle.── Comentó el de ojos claros con una pequeña sonrisa en dónde su pequeño colmillo superior izquierdo resaltó totalmente.

La femenina con algo de pena tomó asiento junto al hombre tomando una de aquellas masitas mirando un poco al francés pero por respeto desvío su mirada al otro lado al verle tomar el cuchillo que antes había limpiado para poder cortar el sobre para ahí poder sacar aquella carta.

Swann frunció levemente el entrecejo seguido de pasar su mano por su cabello grisáceo. Aquella nota que estaba dentro del sobre dorado, eso claramente estaba hecho a propósito para llamar su atención entre todas las cartas que estaba llegando a su residencia.

"Cher Swann Arlaud, es de mi agrado informarle que usted ha sido cordialmente invitado a una fiesta de máscaras en el Castillo Nuit Cachée, como se habrá dado cuenta usted la modalidad será formal portando un antifaz a su elección.
La hora de inicio será a las ocho y media de la noche, si usted llegara antes de lo mencionado tendrá la oportunidad de conocer a los invitados los cuales estarán muy emocionados de entablar una conversación con usted debido a su reciente salto al estrellato."

Cordialmente, Mademoiselle Emma Delacroix

El masculino frunció levemente el entrecejo ante aquella particular invitación. Conocía levemente a la señora Delacroix y a su esposo el señor Delacroix, eran un matrimonio bastante reconocido en Francia por sus múltiples apariciones en los medios ante sus donaciones benéficas a hospitales de niños y orfanatos.

Poco se sabía sobre la relación de los Delacroix, más que era un matrimonio complicado. Su mayor deseo de formar una familia pronto se desvaneció frente a una serie de vicisitudes que se hizo presente en Emma.

Claramente el ser conscientes de la nula capacidad de tener familia había desencadenado un cúmulo de discusiones y tensiones en la pareja debido a que ante la sociedad era una acción antinatural y aberrante que una mujer fuera incapaz de darle una familia, darle un hijo o hija a su esposo.

── Mademoiselle Moreau... Tendré una fiesta ésta noche, no deseo dejar la casa sola y menos ahora ¿A usted le molestaría quedarse aquí? Me había comentado que debe viajar en el transporte público por dos horas aproximadamente para llegar a su casa.── Comentó acentuando sus palabras con su galante acento. ──Usted no debería viajar tanto y habrá alguien en la casa... Temo que ahora quieran entrar o hacer algo, aunque con mi perro usted estará bien protegida ¿Le gusta el trato? Es más por su bienestar.── Comentó mirando a la femenina con sus claros ojos.

Le preocupaba aquella mujer, era una persona sencilla y aún sentía algo de culpa al tener una mujer trabajando para él, le gustaba hacer sus propias cosas pero ahora con éste nuevo capítulo de su vida en dónde debía acostumbrarse a no estar tanto tiempo en su casa, debía acostumbrarse.

Por su parte la mujer se encontraba algo inquieta ante el pensamiento de quedarse en la casa de su jefe que ahora era un actor famoso internacionalmente pero en su país su familia era más que conocida, pero el hecho de tener cierto respeto a sus jefes era elemental en su trabajo.

──Si a usted no le molesta el que yo me quede en su casa lo haré, cuando vuelva todo estará en su lugar... Su madre me recomendó y me conocen de hace años, se que usted me tiene confianza pero no deseo abusar de su bondad.── Le respondió la femenina apretando sus delgados dedos entre ellos viendo al otro con sus ojos verdes.

Ante esa respuesta el hombre soltó una sutil risa típica de él mientras pasaba su mano por su cabello grisaceo seguido de ver atentamente a la mujer y tomó su mano de forma delicada y educada.

── Oh ma belle, no sea tan modesta usted, mi madre confía plenamente en su persona y me la recomendó mucho, se que cuidará de mi hogar... Además estaré ahí una noche sola, no será un mes entero.── Dijo con su carisma risueño dando un gentil pero sutil apretón de manos a la mujer.

Con aquello dado por entendido y acordado el mayor se puso en marcha, leyó las demás cartas y documentos que le habían llegado, cartas de conocidos suyos, las facturas del mes y comunicados de otras empresas cinematográficas ¿Acaso no conocen el correo electrónico? Si cierto, seguramente su manager no se los dió, debía leer absolutamente todo ahora que tenía tiempo, planchar su ropa, lo que era la camisa, pantalón de vestir, corbata, saco y lustrar sus zapatos a parte de ir a comprar un antifaz, todo iba a ser una noche movida.

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