Mi nombre es Kim

   Finalmente Cosmos me citó a la estación de radio. Él me dijo que en Radio del Mar había una vacante para hacer una serie de emisiones que se transmitirán por vía radiofónica, con una cierta periodicidad a elección mía. También me comentó que me harían una prueba para conocer mi voz y para ver el desempeño que podría tener al aire.

Me pidió que elabore un programa, donde la información sea concisa, clara y con un texto extructurado y me dio un listado de temáticas para que yo escoja:

El reportaje
La crónica
La crítica
La entrevista
La tertulia
Y el debate

Debo aceptar que me sentí deprimida, por el miedo a fracasar en el intento. Fuí a casa de Singin para pedirle consejo, el parecía un tanto celoso de que su padre y yo estemos haciendo buenas migas.

Singin repantigó contra el angulo derecho del sillón, hasta tumbarse. Miraba hacía su móvil, intentando ignorarme. En ese momento sentí una bruma estival por la rabia que sentía. Tomé mi abrigo y me puse de pie.

De repente, el joven hizo de las suyas y comenzó a decir una sarta de incongruencias de modo automático. De su boca salían estupideces, cuestionando si me gustan los señores de edad.

Mientras ocurría todo esto, sentí un miedo terrible de perder la gran oportunidad que me había dado su padre. Entonces decidí ponerle fin a esta debacle, caminé hacia él y le di un beso apasionado para que se callase.

Fue rápido y conveniente para conseguir taparle la boca. Nuestros labios se separaron con una sensación de felicidad delicadamente modulada.

Por insignificante que pareciera, esto me ayudó a que Singin se retractara de sus dichos y especulaciones sin sentido.

.....

Singin me repitió mil veces durante los últimos días que no le importaba si me gustaban los hombres mayores. Me sentí traicionada por ello.

Finalmente, llegó el bendito día de mi debut de mi programa radial «Dímelo a la cara».

Llegué a la estación de radio una hora antes y el director me dijo como obrar correctamente mirando las señales luminosas del estudio.

Me senté en la silla, frente al micrófono esperando que llegue la hora de mi programa. Suspiré frecuentemente, mientras masticaba chicle con vehemencia.

Ya estaban a punto de dar las diez. Sentí un frenesí de felicidad y sentí como las arañas del pánico recorrían mis brazos. Me sentí ansiosa y absolutamente desamparada. Brotaba una angustiosa puntada de la incertidumbre.

Las palmas de mis manos comenzaron a sudar, el moño de la blusa de seda comenzaba asfixiarme el pescuezo.

Y al fin apareció Antoine. Con aquella voz neutra, que tanto falta me hacía y me dijo:

Kim estás formidable esta noche. Nunca te he visto tan arreglada y coqueta. ¿Acaso te vestiste de gala para tu nuevo público?

—Usted es demasiado amable conmigo — respondí casi susurrando—; pero claro está, que mis futuros oyentes nunca me verán.

—¿Por qué? —preguntó con una mirada duvitativa—. Puede que te tornes muy popular.

Mi profesor me sonrió pícaramente y cerró la puerta. El viejo encargado de la estación también sonrió. Entonces suspiré profundamente, hasta que se encendió el cartel de neón color rojo «Al aire».

........

Bienvenidos a todos mis nuevos oyentes, esto es Radio del Mar, Fm 106.6, radiofrecuencia modulada. Mi nombre es Kim y esto es «Dímelo a la cara»

(Suena la música de cortina)

Esta noche quiero fuego, estoy en llamas esperando que llamen al número de teléfono: 4611- 7373

Mientras tanto les voy a contar que son las 22:04, la temperatura es de 23° celsius. Es una noche calurosa, para andar con poca ropa, ya que la humedad esta alta.

Llamen, no tengan vergüenza, quiero oír sus sensuales voces y deseo que compartan conmigo, esta noche; todas sus aventuras, desamores, infidelidades, sus fracasos, los problemas, las cosas que tú, que estás del otro lado, no puedes compartir con nadie.

Y para eso estoy yo, para observar sus mundos, para apoyarlos, prestarles mi oído y acabar con su insomnio. Ya tenemos la primer llamada de la noche.

Hola, estás al aire en «Dímelo a la cara» —dije rápidamente¿Con quién tengo el gusto de hablar esta noche?

Hola, hola...

Si, estás hablando con Kim.

Mi nombre es Anita, quiero pedirte un consejo.

Pues, ¿que te sucede? ¿tienes algún problema para contarme?

Estoy psicológicamente devastada, me llamaron por teléfono hace dos días... — agregó sollozando— ; llamaron del colegio de mi hija menor.

Bien, cuéntamelo ¿Qué edad tiene tu hija?

Ella tiene dieciocho, acaba de cumplir dieciocho añitos.

¿Qué ha pasado con tu niña?

Me llamaron para decirme que esta estará dos semanas suspendida, sin poder ir a clases.

¿Sabés que ha pasado, que altercado aconteció durante el horario de clases?

¡Ay, que vergüenza!

Anita, solo respira, puedes confiar plenamente en mí.

Esta bien... —agregó con voz entrecortada.

¡Dímelo Anita, dímelo a la cara!

Esta bien... — suspiró profundamente—; a mi hija la sorprendieron en el baño de docentes, desnuda, teniendo intimidad con el profesor de gimnasia.

Anita, oíme lo que te voy a decir, no hay que enbraguetarse, es un momento delicado y no hay que juzgar a tu hija.

Lo sé Kim, es tan desagradable, es algo que yo no tolero, no disculpo el accionar de mi propia hija.

Seguramente su hija es fascinante, no se altere y respire profundo.

¿Pero como debo obrar? —preguntó llorando—, no quiero que mi hija sea el hazmerreír.

Le recomiendo mantener la compostura, indagar sobre si esas relaciones fueron consentidas —agregué—, no proyectes o le adjudiques a tu propia hija, problemas que tal vez sean inexistentes.

En efecto, mi Mariangeles me dijo que había comenzado una relación seria, con el profesor hace dos semanas.

No pienses que culturalmente tu hija esta errada. Que no es un predisposición genética, tal vez sea amor, solo amor, pero en el momento y el lugar equivocado.

Lo entiendo muy bien —dijo alegremente —; ahora siento un alivio. Yo me siento liviana por haber compartido este dolor que llevo en el pecho.

Me alegra mucho que contando tu historia, te hayas sacado un peso de encima.

¡Mil gracias! ¡Buena suerte con el programa! ¡Espero que seas famosa!

¡Muchas gracias Anita! —exclamé feliz—.Un millón de gracias por confiar en mí y gracias por participar en este programa radial llamado «Dímelo a la cara».

( Suena la música de la cortina)

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