Capitulo 15: Bellum.
Set observó con mucho detenimiento el arma blanca que tenía entre sus dedos, la cortada larga y profunda de su pecho ardía como si estuviera encendida en fuego, una muestra de lo poderosas que son las armas divinas en las manos correctas.
La espada de Maahes, cuenta la leyenda que el Dios león de Egipto blandio la espada contra la serpiente Apofis y logró hacerle una gran y brutal herida en el cuello.
Pero la serpiente se lo comió cuál bocadillo y su arma cayó a la tierra, enterrada en el suelo egipcio, y a su alrededor se alzó el templo de Maahes custodiado por una bestia milenaria conocida como: "Bellum".
Set devolvió el arma a su dueño, quién la atrapó en el aire y rápidamente la movió como si fuese un látigo completamente moldeable y manipulable. Como una serpiente de agua, la espada se movía con suavidad en los dedos de Magno.
Maravillado, Set observó a su rival y ahí pudo verlo nuevamente, el interminable banquete de comidas y bebidas.
— Sin importar cuántas veces te vea, sigues siendo un banquete...¡Un banquete interminable, todo tipo de alimentos, todo tipo de jugos y licores! ¡ALEJANDRO MAGNO ERES UNA MONTAÑA DE PLACER Y DESEO MUNDANO! —
— ¿E-Eh...?
Set respiro profundo, y luego dejó salir todo su aliento contenido mientras dejaba colgar sus brazos a sus costados como dos largos fideos.
Todos estaban al tanto de cualquier movimiento o palabra por parte del Dios.
— ¡Dios y humano han intercambiado palabras, pero el combate ha estado muy pausado hasta el momento! — Exclamó Heimdall, haciendo reír a Set.
— Jejeje... "pausado", pese a todo los Dioses y humanos quieren ver una batalla a muerte; ellos quieren ver nuestra carne y sangre.— Murmuró él Dios viendo a los lados.
— ¡Jajajaja! ¡Si así es, los humanos somos un poco sangrientos muy en el fondo! — Y Magno también soltó una carcajada bastante fuerte.
Set también esbozó una risa sincera y honesta, genuinamente cómodo con las palabras de Magno.
— He hecho desaparecer las trampas que puse, y no estoy mintiendo.
— ¿QUE? — Exclamó Heimdall genuinamente confundido.
— ¿¡EHHHH!? — Chillaron todos los Dioses presentes.
— ¿Cómo se le ocurre?
— ¿Desactivar las trampas? ¿Es enserio?
— ¡No puedo creerlo! ¡Es mentira!
— ¡Eres inútil, Set! —
Harto de tanta palabrería inútil, estúpida y sin sentido alguno por parte de tantos Dioses, Set abrió la boca y dejó salir un poderoso grito.
— ¡SHAAAAAA! —
Y el grito fue tal, que a pesar de estar en un lugar abierto y sin mucho eco, fue lo suficientemente alto como para aturdir y afectar a todos los presentes en el estadio de batalla. Magno frunció levemente el ceño, aunque el grito había sido visiblemente menos efectivo en él; tenía mucha experiencia en las guerras con muchísimo ruido, estaba más que fortalecido.
— Mucho mejor, calladitos se ven mucho más bonitos.— Y acto seguido, Set desenfundó sus dos Kopesh y se lanzó al ataque.
Alejandro Magno visualizo el ataque, y alzó su espada para bloquear el ataque y habría funcionado, pero el ataque de Set fue un finta, un engaño total.
A pocos segundos del impacto, usó su arma para levantar una gruesa cantidad de tierra que voló directamente a los ojos de Magno y lo dejo ciego.
— ¡Alejandro! — Chilló Gëir, espantada.
— ¡No puede ser! — Vociferó Leónidas.
— ¡Un ataque de tierra, Set ha dejado ciego a Alejandro Magno con un ataque de tierra directo a sus ojos! ¡Para muchos un truco sucio pero es innegable que ha funcionado! —
Set continuo con su ataque, tomó un puñado de arena la cuál cambio de color rápidamente a un tono rojizo y rápidamente la lanzó a Mano como si fuese una bala que penetró la piel de Magno, la arena roja hizo una gran y profunda herida en el cuerpo del humano.
Debido al ataque de tierra, Magno tuvo que quitarse la túnica blanca debido a que estaba rota por el ataque, dejando su torso musculoso desnudo.
Sostuvo fuerte su espada en alto, pese a que aún sería algo ciego por el ataque de tierra. Tendría que basarse en sus sentidos para poder sobrevivir más tiempo, o sería rebanado por Set en un parpadeo.
Gracias a la audición pudo prevenir una embestida de Set con su espada, bloqueando la acometida y creando una batalla de fuerzas entre ambos.
Pero el humano sintió un dolor fuerte en el pie, cosa que lo hizo perder el equilibrio y Set logró asestar una acuchillada en el abdomen del emperador. La hoja entró has un poco más de la punta, pues Magno tomó la mano de Set y con todas sus fuerzas humana pudo retirar la punta.
Pero el Dios no iba a detenerse, dió un salto hacía atrás y alzó su mano al cielo para acto seguido gritar.
¡φίδια θανάτου — Ανακόνδας!
[Serpientes de la muerte — Anaconda]
Y de su mano emergió una larga y gruesa serpiente hecha de magia oscura que voló a toda velocidad contra Alejandro Magno quién no pudo bloquear el ataque a tiempo, y rápidamente fue atrapado por esta serpiente mágica que comenzó a aplicarle presión, aplastando su cuerpo.
— ¡GAAAAGH! ¡AAAARRRGHHH! — Alejandro lanzaba gritos de dolor, al sentir como algunos de huesos crujían levemente.
— ¡Alejandro! — Gritó Gëir llena de pánico.
— ¡Hijo mío, libérate de ese agarre! — Gritó Filipo
— ¡Vamos, Emperador! ¡Muestra tu supremacía y libérate! — Vociferó Set con una enorme sonrisa.
Magno comenzó a retorcerse, buscando liberar su brazo robótico para poder empuñar su arma divina para poder atacar a la serpiente mágica que lo estaba apretando.
A duras penas pudo tomar su arma y enterrar la punta en el cuerpo del animal mágico.
— ¡Malditooo! ¡No vas ganarme de esta manera! — Y cuando finalmente Magno pudo recobrar su visión, usó su arma para apuñalar a la serpiente.
El cuerpo brillante de la serpiente fue apuñalado y fácilmente destruido por la espada del humano quién recobro el aliento a duras penas. Ahora con la mitad de su ropa destruída, observó los daños en su cuerpo; un par de huesos rotos y una acuchillada en el abdomen.
Pero el humano no iba a rendirse, apretó la empuñadura de su arma y fijó su brillante mirada asesina en el Dios. Su brazo robótico comenzó a brillar intensamente, al mismo tiempo que se preparaba para el siguiente movimiento.
El metal del arma se iluminó, de igual manera el brazo robotico también comenzó a brillar y sus engranajes, circuitos y cableados tambien se encendieron; el agarre al mango del arma creó pequeños rayos eléctricos que hicieron brillar de manera más intensa la mirada asesina del humano.
y el humano emprendió una carrera directo al Dios para lanzar un largo zarpazo con su arma.
¡Θεϊκός Αυτοκράτορας - Πόδι λιοντάρι!
[Emperador Divino — Zarpa de León]
Magno lanzó una larga cortada con su arma, y de ella emergieron tres rayos de luz que viajaron hasta Set y le hicieron una larga y profunda cortada en su cuerpo. La sangre brincó al suelo, ensuciando todo a su alrededor y haciéndolo soltar un poderoso alarido de dolor.
Pero ese no fué el final, Magno le propinó un poderoso golpe en la cara.
— ¡Alejandro Magno desborda furia y violencia en cada ataque, luego de ese misterioso destello de magia que emergió de su arma ha atacado sin piedad a su rival! — Gritó Heimdall.
— ¿Que ha sido eso? — Preguntó Gëir genuinamente confundida.
— Fue como sí la espada de Magno no solo pudiese cortar la magia, sino también... almacenarla en su espada para luego atacar.— Apuntó Leónidas.
— Pero, su brazo también comenzó a brillar al igual que sus ojos...unos ojos de odio y enojo puro hacía su oponente.— Señaló Gëir, impresionada.
Nikola Tesla acarició su mentón, pensando y pensando lo que acababa de ver en ese momento. Sin duda, pese a conocer el diseño del brazo biónico, jamás pensó que Magno pudiese tener tal conocimiento en la mecánica; ¿había Alejandro Magno creado un sistema de energía a base de magia robada y almacenada?
La sola idea de que la magia pudiese ser almancenada en un contenedor creado a base de ciencia humana le pareció excitante, pues en su combate tal conocimiento no existía de manera tangible pues la energía podía guardarse y usarse siempre y cuando fuera de un origen natural. Sin embargo, era posible convertir la magia en poder.
A veces la respuesta del futuro, pueden encontrarse en el pasado.
Eso lo hizo esbozar una sonrisa.
[...]
La mente de Alejandro voló lejos hacia el pasado.
Hasta aquella fría y solitaria noche en el antiguo Egipto. Una noche donde la inmensa luna llena iluminaba el camino de Magno hacía aquel templo perdido entre la arena de Egipto.
— Gran emperador, con todo el respeto ¿Está seguro sobre la existencia de dicho templo? Hemos cabalgado toda la noche sin descanso.
Alejandro se detuvo y volvió su camello hacía su comandante, en su cara mantenía una expresión firme y una sonrisa leve.— Nadie ha encontrado el templo en millones de años, no hay ninguna prueba de su existencia siquiera; sin embargo, el templo es real y yo voy a encontrarlo.
— Gran emperador, tenemos que remontar el viaje hacía el Norte a primera hora mañana, la búsqueda del templo será solo una perdida de tiempo.
Pero Alejandro no respondió, se tomó unos cuantos segundos en meditar las palabras de su comandante y en términos generales no decía ninguna mentira. Pero haber emprendido el viaje para volver con las manos vacías habría sido una gran perdida de su tiempo y el tiempo de sus hombres.
Su siguiente orden, fué que sus hombres retornaran al palacio principal mientras él seguía buscando, no se tardaría más dos horas de búsqueda.
Y pese a que sus hombres se negaron muy por encima, entendieron que esto era una orden directa de su superior y cuestionarle sería una gran falta de respeto. Por lo cuál, se marcharon rápidamente, dejando solo al emperador en aquel enorme campo de arena y oscuridad nocturna.
Magno emprendió nuevamente el viaje, vagando como alma errante por las montañas de arena, sorteando algunos obstáculos y deshaciéndose de algunas alimañas que entorpecían su camino.
Y cuándo todo parecía acabarse, justo cuando Magno se disponía a volver, pudo divisar un enorme templo a la distancia, oculto entre la arena y con un estado totalmente lamentablemente.
Era una edificación de poco más de 20 metros de altura con una ornamentación que si bien era exquisita, se veía que estaba en ruinas prácticamente.
Esto llamo la atención del emperador, quién movió su camello rumbo a ese lugar sin pensarlo dos veces. Una vez en la entrada, detuvo a su animal de viaje, sujetó con fuerza su espada con uno de sus brazos e ingresó al templo, siempre de frente, aún cuando sentía miedo.
Dió unos cuantos pasos por la estancia de palacio y detuvo su andar cuando vislumbró a un segundo habitante en el templo. Iba encorvado, envuelto en trapos negros y ocultando su cara con una larga y vieja capucha sucia. Por instinto, Magno subió su guardía, siempre alerta ante cualquier peligro o situación.
— Bienvenido, Alejandro Magno de Macedonia.— Murmuró aquél ser encapuchado.— No es necesario que desenfundes tu espada contra mí, ni en cinco vidas sería rival para tú poder y fuerza.
Magno de alguna manera, le creyó, aunque no por eso dejaría de estar alerta y con cuidado. Se acercó lo suficiente a él, hasta quedar finalmente cara a cara, de modo que ambos pudieran escucharse mejor.
— Haz venido desde tu tierra, conquistando reinos y tomando ciudades bajo el poder y nombre del reino que alguna vez fué de tu padre; predigo que dentro de unos días, Grecia será tuya de manera perfecta y oficial.
— ¿Es usted el Gran Oráculo de Las Arenas? — Preguntó Magno, aún manteniendo su gallardía y firmeza.
El hombre asintió y con la mirada comenzó a buscar un lugar en donde tomar asiento. Cerca de él había un pequeño escalón de arena, se sentó en él y esperó pacientemente a Magno quién también tomó asiento en un escalón cercano.
— He vivido en este templo desde hace mucho tiempo, y haz sido el segundo hombre en venir hasta acá, algunos reyes abandonan la búsqueda y nunca logran encontrar el camino. Pero tú eres diferente, quisiste llegar hasta acá, aún cuando tus hombres se negaban a seguir adelante con esta charada.
» — Por tu perseverancia y paciencia, puedes hacerme las preguntas que quieras y yo las responderé absolutamente todas.
— Mi imperio... Macedonia, ¿cuánto años seguirá en pie? — Fue su primer cuestionamiento.
El oráculo ladeó la cabeza, como si no se esperase esa pregunta.— Tu imperio será el más grande de todos los tiempos, se extenderá hasta lugares que aún no existen y se consolidará como el más grande del mundo; en díez años, con ayuda de los Dioses podrás cumplir este cometido.
— ¿Ayuda...de los Dioses? — Esto hizo enojar muchísimo a Magno.
— Los Dioses han sido testigos de tu poder y tus acciones y ellos han dando su bendición, los grandes regentes celestiales de Egipto y Grecia estarán más que encantados de darte la grandeza y el poder de un verdadero rey... Hijo de Zeus.
Y la furia en Magno creció, al ser llamado "Hijo de Zeus".
— En el pasado, mi padre me decía que sería el emperador más grande de todos los tiempos y que mi descendencia sería infinita.— Murmuró Magno.
— Y no te mentía, Zeus ha visto grandeza en tu descendencia y todos ellos serán grandes hombres dignos de servir a los Dioses y llevar en su sangre la divinidad del Olimpo por largas generaciones; tendrás alrededor de un millón de hijos, te casarás en unos cuantos días y tú primer descendiente será aclamado como un Díos al llegar a Grecia.
— Mi padre es Filipo II de Macedonia; No soy hijo de Zeus.— Gruñó él.
— Bueno, él es tu padre mundano pero tú verdadero padre y el responsable de tu grandeza es Zeus y él que ha preparado todo para tú ascenso al poder.—
— Esto es una mierda.— Exclamó Alejandro Magno. Aunque estuviese oyendo lo que quería oír, aunque estuviese feliz de saber que su imperio sería el más grande de todos, odiaba con su alma el que le dijeran que todo lo que logro fue por ayuda de otros.— Yo he logrado todo lo que tengo gracias a mí propio poder, gracias a mí propio esfuerzo. No me vengas con esa mierda de que lo he logrado gracias a los Dioses, cuándo los Dioses jamás han estado conmigo.
— Alejandro Magno...los Dioses son lo más grande de la creación, lo más poderoso que ha existido en todo el universo; tú eres una insignificante herramienta para ellos y tú jamás haz logrado nada por tu cuenta.
— ¡Cállate! — Vociferó entre dientes.— Esa mierda divina que llamas Dios, no es más que basura inservible, ¡Yo soy mi propio Dios!
— Alejandro Magno... no eres más que la mierda en el universo.—
— ¡Te he dicho que te calles! — Y con un movimiento de su espada, cortó de cuajo la cabeza del oráculo.
Pero esta no cayó al suelo, se transformó en una cortina de arena que se disolvió en el suelo del templo. Acompañado de eso, un fuerte temblor hizo resquebrajar el suelo y un enorme brazo titánico emergió de él.
Era una enorme bestia con cuerpo de cocodrilo, envuelto en joyas de oro y con una enorme cola con cabeza de serpiente que sacaba la lengua y enseñaba sus colmillos en señal de amenaza. Los pilares de la estancia de cayeron y el suelo se partió como una galleta, cuando la bestia finalmente habia mostrado su cara.
Alejandro Magno se alejó lo más que pudo, sosteniendo su arma en alto y observando con asombro a este nuevo ser.
— ¿¡El más grande!? ¡No eres más que basura, Alejandro Magno! — Gritó la bestia con una voz infernal, dicha voz hizo retumbar todo el templo.
La serpiente viajó a toda velocidad contra Alejandro quién movió su espada con gracia y elegancia, con la intención de apuñalar el ojo de la bestia y dejarla ciega. Pero su sorpresa creció al ver que la hoja de la espada de rompió en dos cuando hizo contacto contra el ojo de la serpiente.
Se movió a tiempo, pero cayó al suelo y se golpeó muy fuerte la espalda, perdiendo mucho aire en ese momento.
— ¡Tus armas humanas son inútiles contra los Dioses! ¡Este templo será tu tumba por ser tan arrogante y blasfemar contra los cielos! — Gritó nuevamente la bestia y con sus garras lanzó un ataque que tenía la intención de cortar como sushi al Emperador.
Pero a duras penas Magno pudo esquivarlo, consiguiendo solamente un corte en su cuerpo y derramando muchísimos chorros de sangre caliente y roja que ensució el suelo. Su brazo le dolía, sentía que tal vez estaba roto.
Con su mirada comenzó a buscar una salida, debía escapar o iba a morir en ese sitio y entre su búsqueda la vio por primera vez a la distancia; una gran espada con empuñadura de león.
Estaba tirada en el suelo a un par de metros de distancia, pero el cuerpo de la bestia los separaba y sabía que sería un suicidio lanzarse contra ella sin tener un arma o algo para defenderse correctamente de los ataques de la criatura. Debía tomar el arma para defenderse, aunque pensaba que no sería de ayuda, debía agotar todas las posibilidades.
— ¡Maldito humano! ¡MUEREEE! — Gritó a todo pulmón.
Magno esperó el ataque y lo esquivó con un salto, usó la pata de la bestia como un puente y corrió sobre él a toda la velocidad que sus piernas le permitían. Una vez pudo avanzar un poco, dió un poderoso salto hasta quedar fuera del alcance de las patas de la bestia y se agarró como pudo a las escamas del animal.
Trepando a duras penas (pues uno de sus brazos le dolía muchísimo) pudo salir del rango de ataque y descender hasta el lugar donde estaba aquella espada.
La empuñó con su mano y atacó de manera directa a la bestia. Su sorpresa fue grande cuando atravesó el cuerpo del animal con la hoja y un ligero charco de sangre se creó en el suelo. La bestia gritó y nuevamente lanzó un ataque con sus garras al humano quién movió la espada para cortar de un tajo una de sus garras.
La garra golpeó la hoja y una breve lucha de fuerzas comenzó, dónde claramente, Magno tenía las de perder al tener un brazo lastimado y al enfrentarse a una bestia que claramente le ganaba en peso y tamaño.
Cuando la bestia cortó la lucha, Magno alzó sus brazos hacía ella, haciendo una breve señal de pausa.
— ¡Alto, espera un momento! — Gritó con todas sus fuerzas, deteniendo el avance de la bestia.— ¡Quiero hablar contigo, por favor deja de atacarme por un segundo!
— ¿Hablarme? ¿¡Quién demonios crees que eres para exigir una conversación conmigo, aquí en mi hogar y tierra!? — Exclamó la bestia.
— ¡Solamente tengo unas preguntas! ¡No voy a dañarte, te doy mi palabra! — Y para acompañar está declaración, Alejandro enterró la espada en el suelo y se sentó con las piernas cruzadas en el suelo, alzando la cabeza y viendo fijamente al animal que lo escrutaba con odio.
Pero pese a esto, la bestia también se "sentó" enfrente de Magno quién no esperó ni dos segundos para formular su primera pregunta.
— ¿Cuál es tu nombre? —
— Mi nombre es Bellum, guardián del templo de Maahes y protector de la espada sagrada del Dios león; esa espada que con todo el descaro osaste levantar y usar en mi contra. Por miles de años viví en este lugar, con la única tarea de proteger dicha reliquia.— Respondió, haciéndo sudar a Magno.
— Entonces es cierto...los Dioses son reales, los Dioses...¿Tu eres un Dios? — Fue su segunda pregunta, pregunta que hizo sonreír a Bellum.
— No como tal, pero soy un ser creado por los Dioses para proteger la espada; según ciertas lógicas, no soy una bestia humana pero tampoco tengo el rango de Dios, soy una criatura divina.— Y tras esta respuesta, soltó un leve gruñido animal.
—...H-Hace un rato, dijiste que las armas mortales no pueden dañar a un Dios, supongo que esa regla también aplica para tí.— Esto no fue una pregunta, fué más bien una especie de afirmación a medias.
— Estás en lo correcto, pese a no ser un Dios, soy una bestia divina y no puedo ser herido por tus armas humanas, solamente las armas divinas como la espada de Maahes pueden hacerme daño.—
— ¿Esto...ha sucedido antes? ¿Algunas vez un humano pudo matar a un Dios? — Y tras esta pregunta, Bellum lanzó otro poderoso bramido.
— ¡Para nada! ¡Ningún humano ha podido nunca matar a ningún Dios y nunca podrá lograrlo! ¡Los Dioses son seres fuera de tu entendimiento y el día en que un humano derrote a un Dios...ese día será grabado en fuego en el universo! — Respondió.
Alejandro Magno pensó en las viejas leyendas, las historias del Rey Gilgamesh enfrentando y matando seres divinos...¿Eso habría sido real? No lo sabía y tampoco le importaba realmente, no tenía nada que ver con el presente.
Soltó un suspiro y pensó muy bien su siguiente pregunta.
— ¿Cuál es tu origen? — Y ante está pregunta, Bellum había perdido la paciencia.
Lanzó un poderoso zarpazo contra Alejandro quién lo recibió de lleno, sintiendo como su piel desgarrada comenzaba a emanar sangre a borbotones y a ensuciar el suelo de ese líquido rojizo y espeso.
Pero esto no fué el final, pues él emperador de Macedonia se alzó nuevamente y buscó con su vista el arma divina, encontrándose con que ya no estaba donde la había dejado.
Bellum la había recuperado y la tenía en su poder.
¿El origen de Bellum? Fué hace millones de años en el pasado.
El Dios Halcón, Ra y su séquito de Dioses vagaban por el espacio en el arca solar mientras se preparaban para enfrentarse nuevamente a la serpiente Apofis la cuál vivía en la mas absoluta y profunda oscuridad.
En el Arca, el abuelo Ra iba a la cabeza junto con un joven y valiente Horus quién acababa de tomar el poder de Egipto, Maahes quién representaba el poder y la guerra, Sia y Heka quienes representaban la Intuición y la Magia respectivamente.
La batalla comenzó, y los Dioses lanzaron su furia sobre la serpiente de la Duat con la intención de ponerle fin a su existencia.
En la batalla, Maahes fue herido de gravedad y fué tirado del Arca Solar antes de que pudiese ser auxiliado por Horus y sus compañeros. El cuerpo de Maahes nunca fue encontrado y la espada cayó en el mundo mortal.
Siglos más tarde, Horus encontró el arma del Dios León Maahes enterrada en la arena, pero su espada nunca pudo ser levantada, ni por Horus ni ningún otro Dios de Egipto. Se decía que solo aquél con el espíritu de una bestia, aquél que representara la grandeza y el poder de la divinidad sería capaz de levantarla.
Al verse incapaz de levantarla, Horus ordenó que se construyera un templo, un lugar donde dicha arma divina estaría protegida por Bellum, quién fué creado con este propósito. Pero en el momento en que Magno la levantó, Bellum quedó realmente perplejo, pues nadie había sido capaz de dicha acción y mucho menos un ser humano.
Es como sí... Magno fuese especial, como si fuese un hombre destinado a ser el más grande de todos los tiempos.
Y en el presente, Alejandro alzó la cabeza enfrente de Bellum y comenzó a gruñir. Su ropa estaba totalmente destruída y su cuerpo lleno de sangre que corría por todos lados, pero la adrenalina del momento no le dejaba descansar, aunque su cuerpo estuviese aullando de dolor y estuviese suplicando que se detuviera.
El templo se estremecía como si tuviese vida propia, cada paso y ataque de Bellum sacudía el pasado y el presente de esa edificación, amenazando con sepultar vivos tanto al animal como al hombre que daba todo de sí para salir victorioso.
Bellum no podía creerlo, jamás pensó ver a un hombre siendo capaz de volverse en contra de sus Dioses, de su propia existencia.
Bestia contra hombre, divinidad contra humanidad... Alejandro Magno fué el primer humano en la historia en alzar su cabeza en contra del cielo. Y por su reino, por su sangre real que iba a salir de ese templo con la cabeza de Bellum y la espada de Maahes en la mano.
[...]
— Y esa es la historia de Alejandro Magno contra Bellum...al final, Alejandro salió vencedor y fue coronado por el más grande de todos los tiempos.— Aristóteles dejó de acariciar su tupida barba y miró fijamente a Magno, quién tenía el refulgir de la humanidad en su mirada brillante.
— Pero...no lo entiendo...¿Cómo Set pudo portar la espada de Maahes si solamente el digno puede hacerlo? — Cuestionó Filipo, pero la mirada serena y tranquila de Aristóteles los hizo temblar.
— Alejandro Magno y Set...son exactamente la misma cosa.— Y ante su respuesta, más preguntás surgieron.
Alejandro se lanzó contra Set, quién alzó sus antebrazos y usó sus armas para bloquear el ataque. Funcionó, pero Magno no se detuvo, movió su cuerpo a una velocidad de vértigo y logró conectar una lluvia de cortadas y heridas en todo el físico de Set quién comenzó a sangrar a borbotones.
El Dios hizo lo propio, usó sus Kopesh para atacar pero cada ataque era bloqueado o desviado por Magno quién no perdía ni un solo segundo, ni una sola oportunidad para arremeter contra Set.
El Dios tomó distancia y se lanzó al ataque con muchísima velocidad hacía el humano listo para rebanar su cabeza con un movimiento de su mano. Pero él ya había previsto eso y había preparado un plan de acción contra ese ataque tan feroz.
Alejandro dobló su cuerpo lo más que pudo y lanzó una tacleada al Dios quién debido a la inercia rodó sobre la espalda de Alejandro Magno y voló por los aires, justo enfrente de Magno. Set sintió como su propia fuerza hubiese sido anulada y redirigida.
— ¡Imposible! — Gritó Ares saltando de su risa tan fuerte que perdió el equilibrio y cayó al suelo.
— ¡No puedo creerlo! — Gritó Filipo.
Alejandro Magno, no solamente era una bestia en combate con armas. Después de muerto, entrenó su cuerpo y sus habilidades cuerpo a cuerpo para estar preparado al máximo, para siempre estar listo para el combate.
— ¡Con una tacleada, Magno ha redirigido el ataque de Set y lo ha lanzado por el aire! ¡Y...lo ha cortado, Alejandro Magno a cortado a Set por la mitad! — Gritó Heimdall dejando asombrados a todos los humanos.
Tal como lo dijo Heimdall, Magno dobló su cadera a toda velocidad y movió la hoja de su espada a una velocidad inhumana. Alejandro Magno logro cortar de manera satisfactoria a Set, logró hacer un corte largo y profundo desde el cráneo de Set hasta el final de su torso.
Todos se quedaron callados, estáticos e impactados cuando lo vieron. El cuerpo de Set caer al suelo en un charco de sangre, inundando la arena de ese líquido espeso y rojizo.
SNVLOR
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