Capitulo 13: La luz que emanas.
Alejandro Magno no pensaba en nada más, únicamente en lo que tenía enfrente de sí mismo; un enorme campo de batalla lleno de pilares, estatuas y estructuras pequeñas que asemejaban a las edificaciones del antiguo Egipto.
Lo más gracioso fué ver a una pequeña esfinge en una esquina del campo de combate, sin duda tendría que usarla en algún momento.
Set olfateó el ambiente como un perro de caza en búsqueda del olor de su presa, no fue muy difícil detectarlo pues Magno estaba justamente enfrente de él. Con un movimiento de sus brazos y cuello, el tronar de sus articulaciones y huesos hizo un ruido desagradable para todos los Dioses y humanos presentes.
Sonrió abiertamente y abrió su boca, dejando salir una larga y húmeda lengua que fácilmente llegaba a su pecho, incluso en aquel músculo podían verse cicatrices y puntos de costura.
— ¡Que la segunda ronda del Ragnarök....COMIENCE! —
Apenas estás palabras fueron dichas, Set empuñó sus armas y encorvó su cuerpo hacia adelante de una manera antinatural y macabra, su cabeza giró como si su cuello se hubiese despegado de su cuello y sonrió abiertamente, mostrando una larga hilera de dientes filosos y llenos de baba.
Su Khopesh brilló intensamente en morado y está se dividió, en dos armas perfectamente iguales.
Sin embargo, no fueron las Khopesh lo que Set uso para atacar, fueron las cadenas. Enrolló las cadenas en sus ante brazos dejando unos cuantos salientes y con ellos atacó. Aquellos látigos de hierro viajaron a toda velocidad contra Alejandro quién se movió hacía la izquierda para esquivar la acometida de Set.
Una segunda acometida llegó y está también fue esquivada por Alejandro, pero en esta ocasión dobló su cuerpo hacía un costado.
Set lanzó un nuevo gruñido y nuevamente lanzó una acometida, pero en esta ocasión el ataque no fue evadido, sino que Alejandro desenfundó su espada para bloquear el ataque. Una nueva acometida llegó y este fue nuevamente bloqueado por Alejandro quién dejó que esta cadena se enrrollara como una serpiente en la hoja de su espada.
— ¡Set ataca con las cadenas, pero Alejandro bloquea y esquiva! ¡Ahora ambos están atrapados en un duelo de fuerzas! — Anunció Heimdall.
Pero en ese momento, Alejandro se liberó de las cadenas y dió una larga estocada con su espada para enviar de nuevo a las cadenas con su dueño.
Alejandro Magno había detectado la trampa, la razón por la cuál Set no atacaba de manera directa.
En el palco de la humanidad Geir estaba tan histérica que por poco comenzaba a lanzar espuma por la boca. Su plan, su idea de elegir a Magno para enfrentar a Horus se había caído por la borda de manera estrepitosa y sin escalas.
Sin Brunhilde, la idea de sacar a un humano al campo de batalla ya era una apuesta arriesgada, pero equivocarse de esta manera era algo sin perdón alguno.
— ¿Por qué...? ¿Que demonios? ¿Como pudo...? — Tantas preguntas ya estaban dándole dolor de cabeza, y darles vueltas a la situación le iba a ocasionar un desmayo.
— ¿Pudo Hefesto haberse equivocado o acaso el informante de Hefesto fué quién se equivocó? — Preguntó Leónidas con visible molestia y enojo en su rostro.
Pero Nikola Tesla simplemente soltó una risa confiada y arrogante.— Vaya, esto si que es un giro de los acontecimientos.—
Gëir lo miró, aquella sonrisa le daban una falsa sensación de bienestar. Pues Nikola tenía más conocimiento sobre los panteones que ella, por las hilarante que suene.— ¿Acaso...podemos ganar? —
— ¿Ehh? Oh no, nuestras posibilidades son del 15% — Dijo con tanta naturalidad que Gëir no pudo evitar poner una cara graciosa de miedo y preocupación.— Set está en una categoría muy diferente a la de Horus, pues estamos hablando de un cruel y sanguinario Dios que encarna la destrucción y el caos, descendiente de la Bóveda Celeste y la Tierra de Egipto; Horus a duras penas pudo vencerlo después de una larga batalla.— Explicó.
— Esto es una mierda.— Bufó Leónidas con furia, llegando una mano a sus pantalones holgados de estilo militar.
— Sin embargo... parece que su salida al campo de batalla no fué algo planeado, como aquella salida de Zeus al campo de batalla hace mil años, con la diferencia de que Set no figura en la lista de participantes.— Prosiguió él científico.— Lo que sí es un hecho, es que Horus iba a ser presentado, se nota en la manera en la que Heimdall tuvo que improvisar a último momento, pudo haber sido planeado, pero suena innecesario.
— Algo debe estar pasando... en secreto.— Susurró Gëir.
En el palco Nórdico, Thor ladeó la cabeza al sentir a Syf abrazarse a su brazo. Miró atentamente cada uno de los movimientos de los peleadores. Forsetti lo miró y rápidamente sintió algo extraño en su señor.
— Señor Thor...¿Ay algo malo? — Preguntó con sumo interés.
— No, para nada Forsetti, gracias por preguntar.— Respondió él Berserker de inmediato.— ¿Que opinas de este encuentro? — Dicha pregunta tomó desprevenido al pequeño Dios, puesto que Thor jamás pedía su opinión.
— Set es sumamente aterrador, mucho más que muchos otros Dioses o demonio que haya visto antes.— Fue todo lo que atinó a decir el pequeño Dios.
— ¿Por Set está luchando? Él no estaba incluido en nuestra lista de peleadores...— Preguntó Syf, viendo a Thor fijamente.
— Buena pregunta...no tengo la menor idea.
Pero la incertidumbre de Thor se detuvo. Había recibido un mensaje telefónico.
Ares apretó sus manos sobre la silla de piedra sobre la que estaba sentado, sintiéndose impresionado por los escasos segundos de combates que habían transcurrido. Echó su cabeza hacía atrás y miró a Hermes, buscando un respuesta que él no podía darle.
— ¿Que demonios está sucediendo? Se supone que Horus sería el siguiente, pero eso no fue lo que sucedió.—
— Podríamos pensar que Set atacó a Horus antes de salir al campo de batalla, como papá a Shiva hace mil años. Sin embargo... ningún Dios ha hecho nada para detenerlo, ni siquiera Apollo.— Señaló Dionisio.— ¿No les parece sospechoso que Apollo permita que un Dios que no estaba contemplado en la lista sea el siguiente luchador? Es como sí...—
— ¿No creerás que...? — Musitó Ares.
— En efecto...Apollo pudo haber pactado con Set para sustituir a Horus.—
La pelea de Magno y Set continúo, con ambos oponentes viéndose fijamente luego de aquel intercambio de fuerzas que Alejandro pudo superar a duras penas. La fuerza de Set no son algo que él podría subestimar y eso le quedaba claro desde el primer segundo de combate.
Debía pensar en algo, pensar a futuro.
Set hizo crujir su cuello y sonrió, fue el primero en intercambiar palabras con su rival.— No te haz movido ni un solo paso desde mi primer ataque, asumo que ya estás enterado de lo que está pasando.— Su voz sonaba agresiva, tosca como la de un perro con rabia gruñendo.
Alejandro Magno esbozó una risa y guardó su espada rápidamente en su cinto para enderezarse y responder a su rival.— Haz dejado trampas en la arena de combate, explosivos y demás trampas que podrían acabarme si doy un paso en falso.
Ante la sorpresa y la estupefacción de todos los Dioses presentes, Set soltó una gran carcajada animal y grasosa.
— ¡Magnífico, eres maravilloso, Alejandro Magno! — Exclamó y se encorvó de manera anti natural.— ¡Prepárate, en esta ocasión no usaré mis cadenas! — Gritó.
Y acto seguido una enorme pared de arena roja emergió de la arena, nublando la vista de Magno en un línea recta. Rápidamente y de manera salvaje, del humo apareció una enorme bestia cuadrúpeda con aspecto de perro la cuál se lanzó sobre Magno quién desenfundó su espada con la velocidad de una bala y detuvo el ataque del animal.
Estaba hecho completamente de luz, pero su furia y fuerza eran tan reales como el ataque de un gigantesco león furioso.
Magno enterró su pierna en la arena y puso toda la fuerza de su cuerpo para repeler este ataque, evitando caer al suelo y ser presa de su ataque feroz. La hoja de Magno poco a poco atreveso el cuerpo del animal luminoso, quién inevitablemente perdió ante el avance del arma de Alejandro.
— ¡Set ha hecho uso de su magia, pero la espada de Magno a destruido el ataque del Dios de Egipto! —
— ¡Su espada...su espada ha cortado el ataque de un mago! — Exclamó Ares con muchísima sorpresa.
— Tal y como él lo dijo...no hay enemigo que su espada no puede enfrentar — Susurro Gëir.— Esa arma...tiene el poder de cortar la magia.—
— ¿Cortar la magia...? ¿Cómo nosotros hace mil años contra Odin? — Inquirió Leónidas poniendo ambas manos en el balcón del palco.
— Ustedes usaron el Volündr para crear una lanza inmune a la magia nórdica...pero la espada de Alejandro puede destruir la magia completamente, sin limitaciones.— Completo Nikola Tesla, quién soltó una risa y apunto al campo de batalla con energía.
» — ¡Llegó el momento de demostrar lo que el Volündr y la ciencia pueden lograr! ¡Alejandro, Gondüll...hagan lo suyo! —
Alejandro alzó su arma, mirando nuevamente a su rival quien se veía bastante feliz y emocionado por la reciente proesa que acababa de realizar. Llevó sus ojos hasta su arma y con un rostro neutro y despreocupado la detallado con la mirada. Aquella herramientas que lo ayudo por muchos años en el pasado, el arma que estuvo con él en todo momento.
Sintió en su pecho una curiosa energía, un ardor incontrolable que llevó su cuerpo al mayor grado de éxtasis y adrenalina posible. Con su arma en mano, sentía que podía contra cualquier adversidad.
« — Majestad...¿Acaso está feliz por este combate? — »
La voz de Gondüll lo saco de sus pensamientos, haciéndolo reír suavemente y casi de manera a inaudible.— Jamás había sentido esto antes, me siento lleno de energía.— Respondió.
« — Somos nosotros, majestad. Nuestra unión funciona como fuente de energía y poder a su espíritu.— »
De poder verla, todos podrían ver su linda cara completamente roja hasta las orejas, con ese hermoso vestido oriental que caracteriza a las damas de la antigua Grecia. Gondüll abrazó el cuerpo de Magno y con su voz más dulce y melodiosa, habló.
« — Usted y yo majestad...— »
— Unidos, nosotros juntos, como uno.— Continúo Magno con una sonrisa.
Y finalmente, ambas almas se unieron, un solo corazón, una sola alma.
— Volündr.— Dijeron ambos al mismo tiempo.
— ¡Una luz misteriosa invade el campo de batalla, la unión de dos almas bajo un mismo Loto; el Volündr, la carta de triunfo de la humanidad! — Exclamó Heimdall.
En el palco de los Griegos, Ares, Hermes y Dionisio vieron con sumo interés el campo de batalla.
— Parece que las Valkyrias optaron nuevamente por el Volündr, algo bastante arriesgado.— Señaló Hermes.
— Descartar el Volündr sería erróneo, después de todo, fue gracias a ello que pudieron llegar tan lejos en el Ragnarök anterior.— Apuntó Dionisio.
— Ciencia, magia...esa Valkyria parece ser aquella que uso aquél mago contra Susanoo No Mikoto.—
Shiva sonrió y apoyó su cabeza en su único brazo, acariciando brevemente su mentón mientras analizaba la situación.
— El descaro de los humanos no tiene límites, traer al combate a la Valkyria que acabó con Susanoo hace mil años.— Murmuró.
— Bastante repugnante, ¿Cierto padre? — Dijo Ganesha, el hijo de Shiva y Pavartti.
— Al contrario, hijo mío; es sumamente emocionante.—
Pero la emoción de Shiva se detuvo. Había recibido un mensaje telefónico.
Una luz intensa invadió el campo de batalla, una luz que envolvió completamente el cuerpo de Alejandro hasta convertirlo en una silueta luminosa. La luz comenzó a disipar, y cuando el cuerpo finalmente fue visible, todos vieron una maravillosa escena.
— Es muy hermoso, la unión de dos almas.— Susurró Aristóteles viendo con asombro.
Filipo, Macedonia y los maestros de Magno no pronunciaron palabra alguna, solamente observaron en silencio.
El costado derecho de Alejandro Magno había cambiado completamente, metal oscuro tan ajustado que incluso parecía piel humana, luces brillantes de energía divina que recorrían a Magno y lo más maravilloso; Alejandro Magno contaban con un nuevo brazo enteramente robótico y biónico.
— ¡El brazo de Alejandro Magno ha vuelto, el Volündr ha curado la minusvalía del Emperador de Macedonia! ¿¡Que será lo siguiente, que está a punto de suceder ahora!? — Hablo Heimdall con toda su energía.
Set miró con maravilla a su rival, el hermoso resplandor que este emanaba, como si una estatua de oro cobrase vida y su brillo alcanzara toda la creación.
Pudo verlo claramente, un enorme banquete, un horizonte, un mar lleno de innumerables platos de comida y bebidas que se extendían hasta donde la luz no alcanzaba.
— ¡Un banquete, una deliciosa comida infinita! ¡Puedo verte, Alejandro, eres un banquete interminable! — Gritó Set con todas sus fuerzas.
Alejandro ladeó su cabeza, no entendía muy bien de que estaba hablando Set, aunque poco o nada le interesaba a decir verdad.
El Dios nuevamente extendió sus brazos y estos nuevamente comenzaron a brillar, al mismo tiempo que las cadenas también eran bañadas de este aura púrpura.
— ¡Eres un banquete, eres una deliciosa mesa de comida y bebidas que quiero degustar! —
Set la movió con toda su fuerza, ambas cadenas viajaron a toda velocidad contra Alejandro quién alzó sus espada para bloquear la acometida.
Las cadenas se convirtieron en dos grandes serpientes moradas hechas con magia que mordieron la hoja del arma de Magno y se aferraron a él, negándose dejarlo ir.
Pero esto no fue todo, puesto que Set también hizo un movimiento adicional. Uso la fuerza de sus piernas y se lanzó como una bola de cañón contra Alejandro y usó sus Khopesh para atacar.
Las serpientes desaparecieron y Alejandro tuvo que bloquear un sinfín de acometidas violentas por parte de las armas de Set. Ambos se quedaron unidos en un duelo de fuerzas, con sus espadas chocando fuertemente y haciendo retumbar ligeramente el suelo a sus pies, pero Set no se limitó a esto sino que también abrió sus grandes fauces para tratar de morder a Magno.
Alejandro evadió las mordidas de Set y este utilizó nuevamente sus piernas para atacar, conectando una patada en el estómago de Magno. Esta patada dió con la suficiente fuerza como para enviarlo lejos, haciéndolo derrapar y golpearse bruscamente con la arena.
Alejandro uso su brazo robótico para agarrarse del suelo y luego quedar completamente parado único con su mano derecha pegada al suelo, como si estuviese haciendo movimiento del pino. Con un salto acrobático regresó a su posición habitual, dándose cuenta de que en su brazo derecho tenía pegada a una pequeña intrusa.
Una serpiente de no más de metro y medio estaba enroscada alrededor de su antebrazo, era lo suficientemente gruesa y pesada como para tener que emplear algo de fuerza. Sus colmillos estaban húmedos, como si hubiese inyectado algún veneno.
— ¿Esto...está bien? — Preguntó Magno en voz baja.
«— El brazo está unido al Volündr y el Volündr está unido directamente a tú alma y cerebro; no hay ninguna conexión sanguínea ni de carne por ende no es mortal.—»
La explicación detallada de Gondüll fue suficiente, Alejandro le rompió el cuello al animal y nuevamente se preparó para el ataque.
Set le miró con una enorme sonrisa dentada, para nada decepcionado.
Magno se preparó mentalmente, contuvo la respiración y observó fijamente al Dios que aún posaba delante de él, con una mirada de reto y desafío.
Dió un poderoso salto hacía adelante, suspendido en el aire un par de metros y cuándo el primer pie hizo contacto con el suelo, una pequeña explosión fue su impulso. La explosión lo impulsó por lo aires, dió una voltereta en el aire y cayó violentamente sobre Set.
El Dios logró evadir el aterrizaje, pero en ese momento, Magno atacó con su espada al pecho del Dios, haciendo un corte largo y bastante profundo en el cuerpo del Egipcio quién lanzó un pequeño gruñido de dolor ante la cortada. Una gran mancha de sangre ensució el suelo, sangre oscura y caliente.
— ¡Magno ha usado una de las trampas de Set como impulso y finalmente ha logrado dañar al Dios Egipcio! — Gritó con energía.
Pero Magno no fué la excepción, la explosión había lastimados seriamente su pie. Su zapato estaba roto y de la planta de su pie estaba llena de sangre, un pinchazo de dolor invadió su cuerpo haciéndolo gruñir por lo bajo.
Aunque jamás iba a reconocer este dolor, Yue Fei había perdido un brazo en su combate y los otros representantes mucho más que eso; él jamás mostraría debilidad ante nadie.
— Un movimiento atrevido, haz logrado herir mi cuerpo; nadie lo ha logrado desde mi último combate contra mi sobrino.— Set reconocía las habilidades y hazañas de Magno.— Casi pierdes el pie en esa trampa, fue una apuesta arriesgada, no sé si eres muy estúpido o muy valiente como para sacrificarte de esa manera.—
Alejandro Magno no habló, pero esbozó una sonrisa mientras se arrancaba la parte superior de la toga, para luego amarrar un pedazo de la tela en su pie a modo de torniquete para detener el sangrado.
Era muy interesante el hecho de que Magno había salido al combate sin siquiera ponerse una armadura para protegerse.
Se preparó, alzando su espada y preparando su ataque.
— Esa espada tuya...es la espada del templo de Maahes, la espada del Dios león de Egipto...¿O me equivoco? — Inquirió Set.
Alejandro se preguntaba por qué demonios este Dios hablaba tanto, como si la pelea fuese un evento secundario para él. Aunque no le molestaba más allá del hecho de postergar e combate.
— Estás en lo cierto, está es la antigua espada de Maahes.— Respondió alzando su espada.
— ¿Me permites? — Y Set extendió la mano.
La humanidad contuvo el aliento, era obvio que Set le quería tender una trampa para arrebatarle su arma y atacarlo con ella. Alejandro Magno lanzo su arma a Set, quién la atrapó en el aire de manera perfecta.
— ¿¡Que demonios acaba de hacer!?— Gritó Leónidas desde el palco.
— No puedo...creerlo — Musitó Gëir, a punto de perder la consciencia.
En el palco griego, Ares y Dionisio mantenían una conversación.
— ¿Hermes...se fué? — Preguntó Ares sorprendido, en ningún momento lo vió saliendo del palco.
— Solamente fue a dar una vuelta, ya sabes que Hermes siempre ha sido el más misterioso y callado de todo, incluso más que Apollo.— Respondió él, sirviéndose su copa de vino número cuarenta y cinco.
Ares se acarició la cabeza, suspirando con fuerza.— Tienes razón, supongo... aunque va a perderse gran parte del combate sino regresa pronto.
— No creo que tengas más interés del necesario en esta pelea. Además, puede que simplemente haya acudido a algún llamado de Apollo o haya ido a visitarlo a él.— No le costó mucho a Ares asumir a que se refería Dionisio.
— Es verdad...nuestro tío también es un peleador del Ragnarök.— Susurró, y por primera vez en muchos años, sintió algo de preocupación.
La muerte de Zeus sacudió a todos sus hijos, incluso Apollo tuvo una larga temporada de sentimientos encontrados con respecto a la muerte de su padre.
Ahora, con el hijo mayor de Chronos en la lista de representantes, la preocupación renació con bastante fuerza.
Khepri suspiró, desde su posición había observado atenta y claramente la batalla de Set contra ese Emperador de Macedonia. La sorpresa de ver a su hermano menor en estás circunstancias había desaparecido tras los primeros minutos de combate, aunque eso no significara que no se sintiese terriblemente irritado por esto.
¿Por qué demonios Set había hecho esto? ¿Cuál era su motivo para luchar y llevar un combate contra la humanidad? y otras preguntas que se quedaron en su cabeza.
— Al menos no se trata de Horus, esto puede considerarse como una buena noticia; Bastet ¿Sigues conmigo? — Nuevamente, Khepri comenzó a operar las máquinas y aparatos de su cuerpo.
— Lastimosamente, aquí sigo y parece que tenemos un problema con el hechizo.— Respondió la voz autómata y robótica de Bastet.
— Déjame ver...— Y Khepri comenzó teclear botones e interruptores, pero el hechizo de escaneo general estaba bloqueado, como si no tuviese permiso para lanzarlo.— ¡Maldición, el hechizo no sirve! — Gruñó él, con algo de fastidio en su voz.
— Khepri, hijo de Nut y Geb.— La voz de un tercer individuo llenó el pasillo, desde la sombras, Thot emergió y posó su mirada en el Dios de la tecnología.— No lo intentes, no lograrás lo que deseas, Delos está protegida por un hechizo que anula tu escaneo.— Reveló.
— ¿De que estás hablando? — Exigió saber Khepri.
— Apollo diseñó este coliseo para mantener en secreto las actividades que se realizan detrás del evento principal, tanto para Dioses como para humanos. Puedes usar tu magia de tecnología para ver el combate en tiempo real, ver información y alguna que otra cosilla; pero no podrás activar el hechizo de Visión Universal — Explicó.
— No miente, el hechizo está bloqueado.— Dijo Bastet confirmando la información de Thot.
Khepri suspiró, estaba bastante limitado. Aún así, no canceló la misión de escaneo de Bastet.
— ¿Cómo estás tan enterado de estos movimientos? — Demandó saber Khepri.
— Lord Apollo informó de esto a los participantes de este torneo, esto con la intención de que la privacidad sea resguardada; no nos importa que envíes un mensaje en cadena a tu mamá o que hagas una llamada telefónica, pero si un entrometido intenta saber las conversaciones que tiene el soberano del Olimpo con sus amantes, entonces nos interesa.— Prosiguió él.
Khepri mantuvo sus postura calmada y estoica, pese a la información que estaba recibiendo. Aún tenía un hazes bajo la manga.
De manera secreta y anónima, ordenó a Bastet una nueva misión.
— ¿Que haces aquí, Thot? —
— Quiero ver el combate desde aquí, no me gustan los grupos y las grandes masas de público.— Respondió y no había mentira en sus palabras.
— ¿Que haces aquí en el Ragnarök? Ya no sirves a la realeza de Egipto, no tienes derecho a pisar el suelo de los héroes.— Bramó Khepri, agresivo pero aún calmado y estoico.
— Sirvo a Lord Anubis, el ganador del Ragnarök anterior y él ha venido a este nuevo torneo.— Respondió con tranquilidad.— Ninguno de esos Dioses y humanos merece pisar el suelo de Lord Apollo, pero helos aquí, bebiendo la sangre y devorando la carne de los ganadores y perdedores.
— Hablás de él como si fuese un mesías o un salvador.—
— Lord Apollo vino para darnos un nuevo universo, muy diferente al de vulgar anciano que ocupaba el trono de Padre del Cosmos hace mil años. Le tengo un gran respeto y estima, nada más que eso.— Respondió.
Khepri supo que mentía, gracias a uno de sus hechizos tecnológicos. Con escanearlo y analizar su lenguaje corporal, sabía que mentía, aunque era muy bueno en ello, irónico de parte de Thot quien representaba la sabiduría y la verdad.
— En menos de mil años, ha traído más cambios a los cielos de los que Zeus pudo haber realizado en toda su existencia, Mesopotamia fue la prueba definitiva; los cielos necesitan un cambio, un nuevo régimen y gobierno liderado por el Olimpo, nuevos Dioses que lleven la grandeza de la divinidad a un nuevo nivel y la extinción de la humanidad es el primero paso.—
Khepri estaba completamente en contra de esta opinión y hecho. Pero mantenerse callado y no revelar sus pensamientos era la opción mas sensata.
— Solamente guarda silencio.— Y con esto, la conversación entre ambos quedó zanjada.
[...]
Ishtar llevaba bastante rato sola, pues todos los Einhenjers habían tomado sus respectivos caminos e ido a cumplir con sus responsabilidades. Después de todo ellos eran los guerreros a cargo de llevar a la humanidad a la victoria, ella solamente era Ishtar, la Diosa que no pudo salvar a su reino.
Cuándo las primeras gotas mojaron las páginas del libro que estaba leyendo, se detuvo en seco. Nuevamente estaba llorando, se sintió patética y débil por esto. Extrañaba a su hermana, pero se convenció a sí misma que llorar por ella la haría una mujer débil y ella no podía permitirse ser débil en una situación como está.
Sin embargo...¿Que podía hacer?
Abandonó rápidamente la biblioteca, cerrando de un portazo y perdiéndose en los pasillos del coliseo. Si el Valhalla ers gigante para ella, el coliseo de Delos era como un universo completamente nuevo y desconocido; aunque ella contaba con un mapa orientativo de las zonas en la que podía moverse y operar libremente, siendo una superviviente del ataque a Mesopotamia, tenía que mantenerse oculta a la vista de Apollo y otros Dioses.
Caminó hasta llegar a un pequeño jardín apartado de las habitaciones, enfermería y salones de entrenamiento de la humanidad, aunque aún seguía en el terreno permitido para ellos.
Las hermosas flores, pajaros e insectos hicieron que su corazón se sintiera nuevamente conmovido. Cómo diosa del amor, ella podía notar y percibir el amor en el aire, y el ciclo de la vida que albergaba dicho jardín estaba cargado de amor.
Caminó hasta sentarse en una banqueta de piedra exquisitamente labrada, admirando las bellas estatuas griegas que adornaban el jardín.
Pero fue una segunda presencia lo que captó más rápido su atención. Diomedes, héroe griego y representante de la humanidad del segundo Ragnarök.
— ¡Diomedes, hey, Diomedes! — Saludó ella con una sonrisa en su cara, agitando su mano y acercándose al héroe griego.
El pelirrojo giró rápidamente su cabeza y se encontró con ella, devolviendo la sonrisa y limpiado rápidamente sus ojos con sus manos. Un hombre jamás debía llorar en presencia de una mujer, debía mostrarse con firmeza, estoicismo y fortaleza...al menos, eso pensaba él.
Pero Ishtar no era tonta, ella podía se pudo dar cuenta a simple vista. Sus ojos rojos y su respiración agitada, era algo obvio; no había sido un llanto normal, era como si hubiese descargado una enorme furia y rabia por medio del llanto.
— ¿Que estás haciendo aquí? Deberías estar entrenando con los demás, tú cuerpo necesita acostumbrarse a la ambrosía.— Y esas palabras habían sonado como un regaño, se sintió un poco avergonzada.
Diomedes parpadeó dos veces y le miró fijamente.— E-En eso estaba... solamente quería descansar un poco de eso, algo de aire fresco.— Y claramente sus palabras eran una mentira tan sucia qué hasta el sintió asco de sí mismo. Un soldado Griego que hacía mínimo mil sentadillas con más de doscientos kilogramos en la espalda todos los días, jamás podría sentirse casando por enfrentar por una hora.
Ishtar no dijo ni una sola palabra, no hacía falta. Tomó asiento a su lado y puso sus manos sobre sus rodillas, tarareando una poco y observando el jardín.
Diomedes se sintió un poco incómodo, aunque se sintiera triste, no podía ignorar el hecho de que la cercanía de la Diosa lo hacía sentir estimulado.
No sabía si era por las habilidades y propios poderes de la Diosa o si el hecho de estar apenas vestida y poseer un pequeño pero delicioso físico influian lo suyo. Gracias a los Dioses que él sabía controlarse, no le costó mucho olvidar e ignorar completamente el sentimiento de estimulación.
— Esto es una locura...— Susurró ella, rompiendo el silencio en que ambos se habían sumergido.— Esto del Ragnarök, todo lo que está sucediendo es una locura.—
Diomedes no entendía muy bien que estaba tratando de decir. Las guerras y peleas en su vida eran algo cotidiano, después de todo, él mismo había presenciado un montón de muerte, destrucción y caos; una guerrera divina para él era lo más normal.
Lo único que él consideraba una locura, era el que se le negara hacer aquello por lo cuál era famoso y conocido. Él era un soldado, un guerrero como Leónidas, preparado para tomar una espada y saltar a la batalla cuando fuese necesario y ahora se lo negaban.
— Supongo que para una Diosa como tú, esto debe ser muy presenciar batallas y guerras.— Fue lo único que alcanzó a decir.
Ella arrugó la cara como si alguien le hubiese dado un feo pellizco.— No te atrevas a insinuar cosas, yo también he presenciado conflictos y peleas.— Se defendió.— Pero nada parecido a esto... Lo que los humanos y Dioses son capaces de hacer por odio, por control y poder egoísta.
Diomedes se sintió ofendido. Pero no iba a meter las manos en el fuego por la humanidad, Hércules lo dijo una vez y él también había presenciado actos muy crueles y fuertes hechos por humanos. En el Valhalla había leído sobre las Guerras Mundiales y los crímenes de un señor con bigote chistoso, también sobre las invasiones Japonesas y crímenes de guerras ocurridos en otros lugares del mundo.
— Humanos y Dioses, no somos tan diferentes. Ustedes han traído desastres y calamidades ruines a sus semejantes y a los humanos; está batalla contra el Olimpo no tiene más significado que una rabieta de un rubio que quiere labrarse un nombre y reputación.
— Lo más triste es que tienes razón, y a pesar de todos... son los inocentes quienes la pasan peor.— Dijo y automáticamente su voz de quebró y las lágrimas comenzaron a correr.— Mi h-hermana...mi h-hogar y mis amigos, t-todos ellos...— Y ahí mismo, se rompió en llanto.
» — É-Eramos f-felices...y ese m-maldito, el Olimpo destruyó todo lo que amaba. Mi hermana se sacrificó por mí, incluso antes de morir y completamente destruida me dijo que me a-ama...
» — Amaba... y que debía ser fuerte, que debía huir, que d-debía pelear.
Diomedes la entendió. Él también había perdido todo, familia, amigos, su hogar por culpa del Olimpo y los Dioses.
Dejó a Ishtar llorar, lo necesitaba, ella necesitaba ese momento de debilidad y flaqueza más que él.
Pero también supo al verla, que ella tenía razón.
El odio había causado todo esto, el odio había traído la ruina y perdición de los Dioses y los humanos. El odió lo hizo enfrentar a Brunhilde, el odió lo hizo faltarle al respeto, el odió lo hizo huir, el odio lo hizo derrumbarse.
El odió lo hizo desesperarse, el odió estaba consumiendo su ser.
Pasaron unos minutos hasta que Ishtar dejó de llorar. Fué ahí cuando Diomedes habló:
— Te tengo envidia.— Esas palabras, crearon una sensación muy amarga en Ishtar.
¿Envidia? ¿De que demonios estaba hablando? ¿Se estaba burlando de ella?
— ¿Q-Que estás...? ¿¡De que mierda estás hablando tú... imbécil!? — Gritó ella llena de furia.
Diomedes le miró fijamente a los ojos, pudo ver el odio en Ishtar; incluso ella podía sentirlo
— También perdí a mi hermano...— Ishtar se detuvo.— Lo conocí en la guerra de Grecia y Troya, su nombre era Aquiles y era el chico más alegre y divertido de todos.
» — Era débil e inexperto, arrogante y ruidoso pero juntos crecimos y nos convertimos en los más fuertes del ejército. Él se convirtió en una leyenda fue enviado a un segundo cuerpo de batalla. Yo me quedé en el batallón principal, pasamos unos cuantos meses separados
Se convirtió en una leyenda y desafío a los Dioses, fué asesinado en batalla, atravesaron su talón con una flecha envenenada, su cuerpo se pudrió como una manzana llena de gusanos.
Cuando llegamos al campamento, su cuerpo no era más que una masa fétida de carne podrida y enferma. Murió sin que nadie pudiera ayudarlo, sin que yo pudiera hacer nada; nunca me dijo que me amaba, nunca pudimos despedirnos.
Ishtar tragó saliva. Pudo empatizar con él, a pesar de las diferencias entre ambos.
— Ishtar...todos pasamos por momentos duros, momentos en los que caemos y no queremos levantarnos y eso está bien. Puedes caer y quedarte en el suelo, sentirte triste, llorar, gritar y sentirte miserable; pero el mundo seguirá moviéndose, el tiempo avanzará y no podemos quedarnos atrás, ya que eso significará la muerte y al final, los únicos decepcionados serán aquellos que depositaron su fé en nosotros.
» — Por Aquiles, por Ereshkigal... nosotros debemos ponernos de pie y honrar sus muertes, un paso a la vez.
Y nuevamente el silencio nació en ambos, pero en esta ocasión, era un silencio diferente. Ambos habían abierto sus corazones y sentimientos con el otro, y ambos habían encontrado una respuesta a sus duelos y problemas.
Ishtar entendió que ella no tenía que forzar su duelo o acelerar su crecimiento y fortaleza, debía honrar a su hermana y amigos viviendo su duelo y poniéndose de pie a su tiempo y ritmo.
Diomedes entendió que el odio podía consumir a una persona a tal punto de convertirlo en algo totalmente ajeno y diferente de lo que era en realidad. Él debía luchar y ganar, sin dejar que el odio lo consumiera.
— Gracias, yo...necesitaba está conversación.
— Yo también.— Reconoció Diomedes.
En ese momento, el dispositivo de comunicación de Diomedes sonó indicando la entrada de un mensaje nuevo. Era de Brunhilde. Conforme fue leyendo, su rostro su arrugó y un sentimiento indescriptible lo invadió.
— ¿Que ocurre, pasa algo malo? — Preguntó Ishtar, algo preocupada por los gestos y acciones de Diomedes.
— Algo no anda bien, Brunhilde necesita ayuda.—
SNVLOR.
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*Recordatorio: publicación de capitulos cada 25 días.
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