Apollo.

Dedicado a: Dnielmon

"Sin tí, esta obra no existiría."

...

— Oye, llegaras tarde a tu coronacion.— La voz de su hermana lo saco de sus pensamientos, tan ensimismado estaba que no se percato del paso del tiempo a su alrededor, giro su cabeza para ver a su gemela, quien se recargo en el marco de la puerta con los brazos cruzados bajo su pecho. Artemisa, hermana menor y gemela de Apollo se acerco a el con la intencion de ayudarlo a prepararse.

Tomó las muñequeras y las amarro con firmeza, haciendo rapidos nudos y posteriormente, ajustando la capa que tenia algunas puntas dobladas. Él se dejo ayudar, sin decirle nada a su hermana. Por su parte, ella acabo de ayudarle y le hablo, con un tono diferente al que siempre solia emplear.

— Muchos han venido a verte, no habia visto tantos dioses reunidos desde lo ultimos Juegos Olimpicos, ¿lo recuerdas? —

— Claro, gane la medalla de oro en todas mis disciplinas.

— Presumido.— Escupió ella, antes de darle un pequeño empujón en el pecho.— Yo te gane en el tiro con arco, debieron darme la medalla a mi.—

— Fallaste por un milimetro mas arriba.

— Tu fallaste por un milimetro mas abajo.-

— Oigan, no discutan, los dos son asombrosos.—La bondadosa voz de Hefesto hizo que los gemelos se dieran la vuelta para mirarlo. Con el venian Hermes, Ares, Dionisio y Hebe.

— ¡Cállate, Hefesto, no te metas! — Exclamaron los gemelos. Fue Hebe quien consolo al pobre Hefesto.
Los hermanos entraron en la habitacion y todos se acercaron a los otros dos, compartiendo comentarios de admiracion y sorpresa al ver el traje ceremonial del rubio, quien no respondía mucho a las palabras de sus hermanos, estaba muy distraído.

Apollo era el hijo mayor de Zeus, hijo de la Titanide Leto y tambien era el hermano mayor de Artemisa, su gemela la cual nacio un minuto despues de él. Dios de la belleza y la perfección divina. Legítimo heredero al trono, además de haber sido el mejor candidato y más óptimo para portar dicho título tan importante.

Medía alrededor de 2 metros con treinta centimetros, su largo cabello rubio caia como una cascada por su espalda hasta mas abajo de sus hombros, de rizos voluminosos y alargados, iba peinado con el estilo Anastole; un estilo muy utilizado y famoso entre los griegos.

Y sus hermosos ojos de color ambar relucian con la misma intensidad del sol. Levemente rasgados y con pestañas alargadas, una característica que le daba cierto aire de elegancia. Su mirada era afilada como la de un depredador pero al mismo tiempo transmite una extraña sensación de seguridad y calma.

Tenia un rostro cuadrado con facciones marcadas, pero tambien muy suaves y delicadas, labios pequeños y carnosos, rasgos finos, una perfecta nariz y un estructura osea perfecta.

El unico detalle en su rostro era una enorme y profunda cicatriz que iba desde la comisura de su boca hasta el inicio de su oreja derecha. Esta cicatriz era una herida de batalla que la medicina y el poder divino no habían podido desaparecer. Decidio llevarla como un trofeo de guerra por haber salido victorioso en su pelea contra el humano Simo Häyhä, en el Ragnarok.

Usualmente viste con su elegante armadura de batalla, la cuál consiste en una larga capa de color blanco pulcro y perfecto. Usa en su pecho una pieza de oro hecho a la medida que se ceñía a su figura musculosa, unos largos pantalones blancos igual de pulcros junto con una largas botas de oro sólido que protegen su cuerpo hasta sus pantorrillas.

En sus manos lleva unos guantes dorados y unas muñequeras de cuero ajustadas.
Toda la ropa y la apariencia de un Dios Guerrero.

Hoy en el día de su coronación como el cuarto rey del panteón, siguiendo la linea de sucesión de Urano, Cronos y Zeus y en su investidura como Dios padre de todo el cosmos. Evidentemente, su coronación fue un evento masivo que reunió a cientos de reyes y representantes de diversos reinos celestiales.
Sin embargo, Apollo ciertamente ajeno a todo eso.

— ¿Que hacen todos ustedes aqui? — Inquirió Artemisa, a lo que Hermes intentó responder, pero fué interrumpido.

— Hera nos envio a buscarlos, esta hecha una fiera porque el nuevo gobernante no ha aparecido.— Respondió Dionisio, destapando una botella de licor.— Ya hemos distraído a los invitados lo mas que hemos podido, pero la situación de estaba saliendo de control.

— ¿Donde está Atenea? — Quiso saber Apollo, ganándose una mirada algo rara de parte de su hermana menor.

— Está en el salón principal, aunque no se nota muy animada.— Respondió Hebe, quién todavía consolaba a Hefesto.

— Váyanse, saldré en unos minutos. Artemisa, tú quédate.— Musitó el rubio.

— ¡Oye, no deberías echarnos así! — Exclamó Hebe, claramente ofendida.

— Mejor hagámosle caso, ya saben como se pone cuando están sensible.— Añadió Dionisio, en un momento de sobriedad momentánea.

— Apollo...— Intervino Ares, por primera vez, el rubio se dió la vuelta para verlo fijamente a los ojos. En el cruce de ambas miradas, Ares se sintió muy pequeño ante la mirada serena y de depredador que tenía su hermano mayor.— E-Este es el día más importante de nuestro reino en mucho tiempo... Recuérdalo.—

El ambiente se llenó de tensión, los hermanos se quedaron en silencio por un largo rato en lo que ambos Dioses sostenían una pequeña lucha de miradas súper intensas. Fué Hermes quién cortó la tensión con un leve aplauso, lo cuál atrajo a todos los presentes.

— Buenos, dejemos que el Dios Padre del Cosmos se prepare para su presentación. Los invitados nos necesitan, tengo un par de preguntas que hacerle a ese tal Mercurio, seguramente tiene información valiosa para la cooperación de nuestros reinos.— Ante sus palabras, Hebe soltó a Hefesto y comenzó a dar pequeños saltitos de emoción.

— ¡Oh, yo quiero hablar con los de Roma también! ¡Ese tal Tigre de Roma es muy guapo!

— ¿Desde cuándo te gustan los extranjeros? — Inquirió Dionisio.

— Bueno lo que pasa es que...— Sus voces se fueron apagando lentamente conforme se iban alejándose.

Artemisa suspiró y se acercó a su hermano, quién se mantuvo quieto mientras que ella sacaba de su bolsillo un colgante de oro con la forma de un sol resplandeciente.
Ese colgante era un regalo de su difunta madre, se los dió a cada uno antes de morir, como un recordatorio.
Ella suspiró, mientras que él solamente permanecía en silencio.

— Mamá estaría muy orgullosa de verte, pero sabes lo que ella pensaría de-- —

— No lo menciones, no estoy de humor para oírlo otra vez.— Cortó él, firme.

— Apollo, debes dejar ir ese rencor. Eres el hombre más importante del reino, debes ser un líder que guíe a tu pueblo.

— Sabes bien lo que pienso de eso, no soy un seguidor de Zeus y haré con mi reinado lo que debe hacerse.— Rebatió él, a lo que Artemisa devolvió.

— "Lo que quieres hacer" no es igual a lo "necesitas hacer".

— Suficiente, por favor retirate.— Ordenó está vez más autoritario y firme que antes.

Artemisa, enojada y ofendida se dió la vuelta y salió rápidamente de la habitación. El rubio soltó un suspiro y se agarró con fuerza de una mesa cercana. Sintió su corazón acelerarse de manera extraña, sin embargo, se calmó rápidamente y recuperó su compostura.
Una nueva persona entró en la habitación, solo que está vez, fue una presencia un poco más agradable para el rubio y más oportuna.

Un chico poco más bajo que Apollo, de piel morena y cabellos castaños levemente alborotados. Midiendo aproximadamente un metro con noventa centímetros, de rasgos elegantes y un físico marcado y definido gracias a su entrenamiento como Espartano, labios pequeños pero carnosos, ojos de dolor violeta y una hermosa sonrisa perfecta.
Vestía con largas túnicas, sandalias y elegantes y una corona hecha de flores.

Su nombre era Jacinto y era la pareja oficial de Apollo, aunque técnicamente aún no estaban casados. Lo tenían en sus planes, sin embargo decidieron alargarlo. El chico se lanzó a los brazos de Apollo quién lo atrapó, ambos sonrieron y se dieron un corto beso. Jacinto fué el primero en separarse y hablar.

— No quise interrumpir tu reunión familiar, parecías estar ocupado.— Ronroneó, a lo que el rubio negó.

— De hecho, justamente iba saliendo al evento.—

— ¡Oh, entonces vámonos! ¡Es tú día especial, hoy comienza tu nuevo trabajo! — Respondió, picando las mejillas del rubio con la punta de sus dedos.

El rubio asintió, pero antes de apartarse él le hizo una pregunta.— Hoy comienza un cambio para el reino, mi sueño de destruir todo lo que Zeus ha creado.

El castaño sonrió y tomó las manos del mayor.— Y no podría estar más feliz con eso, sé que a tu mando, este reino volverá a ser grande de nuevo.—

Estas eran las palabras que Apollo quería oír. Sin embargo, no eran más palabras que necesitaba escuchar. Pero ya no tenía importancia, él estaba listo para dar el siguiente paso.

Todo estaba listo, él estaba listo.

Ambos, tomados de las manos salieron de la habitación del mayor y se encaminaron hacía el salón principal donde se llevaría a cabo la ceremonia.
El salón principal era una enorme sucesión de pilares de mármol que sostenían el techo, tenía una vista perfecta de la cima del monte Olimpo, podía verse toda la inmensidad del reino, edificios y los hogares del imperio.

Cientos y miles de estatuas de oro, mármol, pinturas, y esculturas de diferentes Dioses y personalidades. Según el pensamiento de Apollo y su visión de la perfección, todas las representaciones, apariencias, descripciones y personificciones servían para enaltecer la figura divina de las deidades.
Todo humano tenía una visión diferente y de ciertas formas, todas y ningunas eran correctas al mismo tiempo, pues un verdadero Dios representa a todo y a nada al mismo tiempo.

Los Dioses Guerreros de Roma.
Los Dioses Luchadores del Svarga.
Los Gigantes de China.
Los Dioses del Asgard.

Todas las personalidades de valor e importancia del universo habían asistido a la pomposa ceremonia.

— Buuu.— Exclamó Shiva, a lo que su compañero Rudra respondió con un regaño.— ¿Cuando comienza? Ha durado una eternidad.

— Vaya, que hermoso lugar. Pensé que es un corral de bestias.— Musitó una Diosa rubia, Syf esposa de Thor y reina de Asgard.

Por su parte, el propio Thor no dijo una sola palabra. Solamente posó su mirada tranquila en el altar de la ceremonia.
Por otro lado, en un lugar especial, apartado y privado, Afrodita llevó unas fresas a sus labios para comerlas y tragarlas.
Su cuerpo semidesnudo, casi completamente expuesto ardía con el creciente deseo sexual que la ceremonia le hacía sentir. No solamente placer, también la emoción de ver cómo el guapo hijo de Zeus llegaba al poder.

En una pequeña esquina, junto al puesto de los Nórdicos, habían un par de sillas vacías.

Apollo finalmente llegó a la ceremonia. Jacinto se apartó de él y le permitió la entrada al rubio quién caminó con muchísima elegancia y gallardía por entre los invitados. Parecía más bien un casamiento que una ceremonia de coronación.
Subió unos escalones de mármol hasta llegar al altar, donde una Diosa están esperándole.

Era más baja que él, de cabellos violetas que fácilmente llegaban hasta sus talones. Vestía con un hermosos traje blanco con cintas doradas y detalles de estrellas y galaxias el él.
De ojos grises, rostros redondos y labios grandes, nariz perfecta y una hermosa mirada. Se trataba de Hera, ex-esposa y actúal reina del Olimpo.

Sería ella quien llevaría a cabo la ceremonia. Apollo llegó al altar y con esto dió inicio la ceremonia.

— Ciudadanos de los Reinos del Cielo, hoy nos hemos reunidos aquí, en la cima máxima del hogar Griego para dar paso a la sucesión legítima del trono del Olimpo y de todo el cosmos, al Dios supremo de la perfección y la belleza divina. Apollo Pitio, hijo mayor del Dios Zeus y la Titanide Leto.
» Concebido en la Isla de Delos, héroe de guerra condecorado con el mayor honor y estandarte divino del Olimpo.

Se acercó a la mesa ceremonial, de la cuál tomó un enorme Arco Dorado con diseños y grabados del mismísimo Sol de Grecia. Se acercó a Apollo, quién estaba arrodillado enfrente de ella.

— Te otorgo, tú máxima arma divina con la cuál diste muerte a la serpiente Pitón y luchaste con valentía y honor en las guerras que dieron forma a nuestro reino.— Se la dió y Apollo tomó el arma y la puso alrededor de su espalda.
Seguido de eso, Atenea tomó la corona sagrada y la alzó al cielo, recibiendo en ella un rayo solar que la hizo brillar hermosamente en el salón, ganándose un gemido de asombroso de todos los presentes en la sala.

— Apollo, con el poder que se me ha concedido como reina y soberana del Olimpo te otorgo el máximo puesto dentro de nuestro imperio, La Corona Olímpica con la cuál serás ascendido al máximo poder y control, no solamente del Olimpo sinó también de todo el cosmos. Ponte de pie y presta juramento ante los presentes.

El rubio así lo hizo, se puso de pie y tomó la corona para sujetarla sobre su cabeza.— Yo, Apollo, Hijo de Leto y Zeus; juró sobre mi vida, juro sobre esta corona, juro sobre este moribundo imperio, juro sobre mi familia, mi esencia y mi herencia celestial; juro cumplir con valor, con honor y poder, el perfecto control, el perfecto mandato y el perfecto reinado sobre este reino y sobre todo el cosmos.
Acepto la responsabilidad que se me ha conferido y no descansaré hasta devolverle a este Imperio su máxima gloria perdida hace tantos años.

Y actos seguido, se colocó su corona. Fué el momento más gratificante de toda su vida.

— Dioses y Diosas del cielo, enfrente ustedes lo tienen; Apollo, soberano del Olimpo y...

» El Dios padre del Cosmos.

Apollo sonrió; finalmente, todo estaba listo.

¡Larga vida al Padre del Cosmos! — Gritaron los soldados, alzando sus manos en señal de saludo.

SNVLOR

Publicado el 3/04/2025.

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