Capítulo 2 Destino Entretejido ꪜ
Finalmente se encontraba muy cerca de su destino, o al menos eso es lo que indicaba el viejo mapa que le había dado su familiar al partir, sin embargo el calor junto al terreno escarpado que le hacia tropezar en cada descuido estaba acabando con su poca paciencia, y de no ser porque era algo muy importante desde hace rato hubiera dado media vuelta dispuesta a marcharse, pero ya era tarde, pues ya se encontraba a unos cuantos metros del dichoso santuario.
— Realmente detesto los viajes más que nunca en este momento —soltó Kari al verse frente a una gran estructura rocosa y escarpada, aquellas eran antiguas las ruinas— lo peor es que hace calor —suspiró con resignación, más una idea se le vino a la mente— debería hacer que llueva...
— Será mejor que no lo hagas —le advirtió una voz femenina sorprendiéndola en el acto
— ¿Quién eres? —preguntó con serenidad, ladeó la cabeza en busca de la persona— además ¿por qué no debería hacerlo?
— ¡Oh! —soltó la joven con sorpresa— ¡disculpa! me llamo Hiruda —se presentó con una pequeña sonrisa— y respondiendo a tu pregunta es porque no creo que debas enseñar tu poder en este lugar, ya que podrían atacarnos —argumentó observando los altos riscos.
— Ya veo —respondió al caer en cuenta de su error— bien, Hiruda-san, soy Kari —se presentó haciendo una reverencia— es un placer.
— Igualmente, miko-san —añadió sin borrar su sonrisa.
— Puede decir que eres una de nosotras también, provienes de un templo —observó con más detenimiento, después de todo ella era de las primeras "miko" con quien se reunía.
— ¡Tiene toda la razón! —respondió Hiruda
— Bien, entonces avancemos —propuso— de lo contrario... siento que me voy a cocinar bajo este sol —se quejó retomando el camino.
— Vaya, vaya —soltó entre risitas siguiendo a la joven.
Todas las jóvenes sacerdotisas maldecían en secreto para sus adentros, pues justo aquel día el sol había decidido estar en su máximo esplendor, dificultándoles así su día, no solo eso sino que el terreno en si era bastante escarpado gracias a las ruinas, lo cual con las pequeñas brisas que recorrían el lugar de vez en cuando en vez de refrescar, fastidiaban al levantar grandes nubes de tierra y polvo.
— ¡Ah! Por fin llegué... —suspiró Rin al verse finalmente frente a la entrada del primer templo de Athena, sin embargo al parecer era la primera en llegar— hum... siento la presencia de un ser espiritual —soltó en confusión.
— Supongo que debes haber sentido a Kuro —le respondió una joven de largos cabellos negros, en sus brazos tenía una pequeña gata negra de dos colas.
— Tú... debes ser una sacerdotisa también —añadió sin perderla de vista.
— Si, me llamo Evelyn y ella es Kuro —respondió con una sonrisa, mientras señalaba a su pequeña gata.
— Y... ¿la joven detrás de ti es...? —inquirió al ver a otra chica detrás de Evelyn.
— ¡Oh, lo siento! —se disculpó volteando a ver a su amiga— ella es Jenn, una sacerdotisa y mi amiga de la infancia —le presentó.
— Un gusto —se limitó a responder Jenn con una reverencia, Rin por su parte divisó a dos chicas más venir.
— ¡Por fin llegamos! —exclamó Kari cansada.
— Bueno... decir que hemos llegado es un error exactamente —le corrigió Hiruda— después de todo este es el primer templo, por lo que nos falta mucho por recorrer y subir aún —aclaró causando un gran suspiro en Kari
— Al parecer la mayoría ya está aquí —añadió una joven de ojos miel que recién llegaba.
— ¡Elizabeth, que gusto verte! —soltó Hiruda, abrazando a la contraria
— Igualmente, Hiruda-san —respondió Elizabeth algo tímida.
— Hum, somos seis faltan dos —soltó Kari observando a las demás chicas.
— Ya falta poco para que lleguen las últimas —declaró Elisabeth confundiendo a las demás.
— ¡Eso es lo bueno de tu don! —exclamó Hiruda orgullosa
— ¡Ahh! ¡por fin llegué al templo! —soltó una joven de largo cabello rojo.
— ¿Oh? no deberías exagerar, Arley —añadió Rin al reconocer a su amiga
— Ups, perdón, pero ¡hace mucho sol! ¡calor! ¡todo! —exclamó— a este paso llegaré re seca al santuario —se lamentó
— Disculpen... este... ¿es el santuario de Athena? —pregunto una joven de una suave tono rosa de cabello, sin embargo su mirada era algo fría.
— ¡Así es, miko-san! —respondió Kari
— Debería ser es el santuario de Hades —bufó Arley
— ¡Arley! —le llamó la atención su amiga
— Bueno, puedo ver que ya están todas —añadió Ainhoa observando a las demás
— Si, tú eres la última de nosotras —declaró Rin
— Entiendo, soy Ainhoa, mucho gusto —se presentó finalmente la última sacerdotisa
— Bueno, como ahora estamos todas, supongo que podemos avanzar —habló Elizabeth dando un vistazo al largo camino de escaleras que les esperaba
— Eso no será necesario, ya que las estábamos esperando —habló una voz masculina sorprendiéndolas, sin embargo Elizabeth solo se limitó a sonreír ligeramente.
— El patriarca, Shion —soltó haciendo una reverencia y siendo imitada por las demás.
— Tal y como tú dices —añadió el hombre de largos cabellos verdes— por favor síganme, Athena y los caballeros les esperan —habló dirigiéndose hacia las escaleras.
— Si —se limitaron a responder todas.
Luego de escuchar la respuesta de las jóvenes, Shion las guió por las escaleras y los templos, solo que estos se hallaban vacíos, por lo que asumieron que ya todos debían estar reunidos, junto a la diosa Athena lo cual solo podía ponerlas mucho más nerviosas, al no saber del todo que era lo que les estaba esperando.
— Me duelen los pies... —se quejó Rin en voz baja
— No eres la única —añadió Ainhoa
— Hemos llegado —declaró ante unas grandes puertas de fina cerámica con detalles delicados y similares a un rosal.
— El momento... —susurró Elizabeth
— ...Ha llegado —añadió Rin que se encontraba a su lado.
Al pronunciar estas palabras las puertas de la sala comenzaron a abrirse, revelando un gran trono con cortinas rojas y en un lado de esta se observaban a jóvenes con armaduras doradas, mientras en el centro a una joven de cabellos violáceos que se adelantaba a recibir con una gran sonrisa a las recién llegadas
— Sean bienvenidas sacerdotisas de sello —les saludó Athena.
— Nosotras las sacerdotisas del sello, saludamos a la gran diosa Athena —declararon todas realizando una reverencia.
Finalmente las ocho sacerdotisas estaban en el santuario de Athena, por su parte las jóvenes observaban curiosas el lugar, al igual que a los caballeros, por lo que las preguntas en ese momento se esfumaron de sus cabezas, mientras en un lugar muy lejano y oscuro del inframundo una mujer de largos cabellos negros bebía de su copa de vino, le molestaba estar atada a aquel lugar sin poder ser libre, por lo que durante esos cuatrocientos años se había dedicado a tramar su venganza, y al parecer ya era el momento, pues su mas leal sirviente le había venido con las buenas noticias
— Mi señora, ya falta poco —soltó un hombre en las sombras— pero las sacerdotisas se están reuniendo en el santuario —se lamentó.
— Eso... no es problema —respondió una suave voz de mujer— quizás deberíamos enviarles un saludo —propuso con una sonrisa torcida.
— ¿Qué es lo que propone, mi señora? —cuestionó
— Ellas me dieron una despedida de sangre... —masculló con rabia— entonces, ¿por qué no darles una bienvenida igual?
— Seguiré la orden de mi señora —declaró marchándose.
Segundo capítulo corregido, espero les guste uwu cualquier duda pueden dejarla en los comentarios.
Att: Andysakurai15
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