Descubrimientos

Llamé a Pomelo sin pensarlo mucho. No sé qué esperaba que me dijera, pero necesitaba respuestas. Después de todo, él era el hermano de Dylan y si alguien podía saber si Jacinta o Guillermina estaban metiendo mano en cosas de brujería, era él.

Marqué su número y el teléfono sonó un par de veces antes de que él contestara.

—Hola, Sondra. ¿Qué pasa?

—Pomelo, necesito hablar con vos. Siento que hay algo raro en mi casa… cosas paranormales, en serio.

Hubo un silencio incómodo.

—¿Paranormal? ¿A qué te refieres?

—Sí… la mesa se mueve sola, la radio se prende con la música de Dylan, una hornalla se encendió de la nada… No sé si es su espíritu o si tu mamá o Guillermina están haciendo alguna brujería para asustarme.

Pomelo suspiró.

—Mirá, hay cosas que no puedo decirte porque son las  internas familiares. Dylan, aunque esté muerto, sigue siendo un artista en la industria de la música y hay cosas que no pueden trascender.

—No me vengas con eso, Pomelo. Te estoy hablando de cosas reales, cosas que me están pasando.

Se quedó callado un momento.

—Si tenés miedo, cómprate un perro o un gato. Los animales identifican entes del más allá. O traé a una bruja para que te haga una limpia.

Me reí con ironía.

—Ya hice todo eso y nada sirvió. La entidad vive acá. Lo que no entiendo es por qué no se manifiesta en la casa de Jacinta o de Guillermina. ¿Por qué en mi casa?

Pomelo quedó pensativo.

—Mirá, no sé qué decirte. A mí también me han pasado cosas raras. La radio se prende sola y suena música de mi hermano.

—¿En serio?

—Sí, y hace unos días llamó su representante. Parece que la música de Dylan está pegando más que nunca ahora que murió.

Me mordí el labio. ¿Era eso? ¿Dylan solo quería ser recordado? ¿Dylan estaría siendo más exitoso ahora?

—Sondra, si querés, podemos hablar de esto en persona.

—Sí, me gustaría. Pero quiero que venga Soraya también. Ella también vió todo lo que pasó. No quiero que pienses que digo falacias.

—Está bien. Voy esta noche a las ocho y media. ¿Te parece bien?

—Sí. Nos vemos más tarde.

Esa noche, Pomelo llegó y lo primero que hizo fue pedir ver a Serena. Lo llevé a la habitación porque ella dormía y no quería alzarla.

—Qué bonita que es mi sobrina —dijo, mirándola con cariño.

—Entonces, ¿por qué Dylan nunca le puso el apellido?

Pomelo suspiró.

—Porque su representante nunca quiso que Dylan hiciera pública la noticia de que era padre. Era una cuestión comercial.

Me quedé helada.

—Toda la vida pensé, que no le había puesto su apellido porque no quería que Guillermina se enterara... —murmuré.

—No tiene nada que ver. Guillermina y Dylan se casaron cuando eran chicos. Tenían 20 años apenas. Dylan tenía la ilusión de irse de casa, porque estaba harto de vivir con mi vieja. Pero después se dió cuenta de que el matrimonio no era lo que esperaba y cuando empezó a dedicarse de verdad a la música, el representante le pidió que ocultara su matrimonio. Después te conoció a vos y quedaste embarazada muy rápido —explicó Pomelo.

Me dolió todo lo que decía, pero al mismo tiempo me aliviaba una banda.

—Entonces… Dylan sí quería casarse conmigo…—pregunté.

—Sí, pero no sabía como decirte que ya estaba casado. Por eso inventó lo del fetiche financiero. Sabía que te ibas a enojar y que todo se detendría antes de que en el registro civil descubrieran que ya tenía un matrimonio.

Antes de poder responder, el timbre sonó.

—Debe ser Soraya —dije y fui a abrir la puerta.

Ella entró con un paquete de sanguchitos de miga y se sentó junto a Pomelo. Me di cuenta de que ella lo miraba raro.

—¿Ustedes se conocen? —pregunté.

Soraya se echó a reír.

—¡Obvio! Pomelo fue mi novio en la secundaria.

Me quedé paralizada.

—¿Qué?

—Sí —agregó Pomelo, riéndose—. Ella iba a tercer año, yo a sexto. Era muy divertida en esas épocas.

No podía creerlo. Preferí no pensar en eso y me fui al cuarto a cambiar a Serena. Luego fui a la cocina a preparar su mamadera y grité:

—¡Chicos! ¿Quieren tomar cerveza o gaseosa?

Nadie respondió...

Fruncí el ceño y fui al comedor con Serena en brazos. Y ahí estaban.

Pomelo y Soraya se estaban besando.

Me quedé inmóvil, pero se me ocurrió algo: saqué el celular y les tomé una foto. No sabía para qué, pero algo me decía que podía servirme.

Cuando terminaron de besarse, abrieron los ojos y me vieron ahí parada.

Soraya se puso roja como un tomate.

—Ehh… bueno…

Se notaba que había metido la pata, así que cambió de tema abruptamente.

—Pomelo, te voy a explicar lo que pasó aquí —añadió mi amiga— se encendió la hornalla sola con un fuego altísimo. La radio se prendió. La mesa se movió como si tuviera vida… Todo es culpa de tu hermano, a Sondra la atormenta.

Pomelo trató de disimular.

—No creo que haya saña en estos actos paranormales. Quizás Dylan solo quiere manifestarse por algo en particular —dijo filosofando.

Soraya se rió, me miró y se mordió el labio. Presentí que en ese momento que estaba pensando en el Pity. Seguro estaba pensando en decirle algo sobre él, pero al final prefirió callarse.

Nos pusimos a comer los sanguchitos y a tomar cerveza. Ningún evento paranormal ocurrió mientras Pomelo estuvo ahí.

—Bueno, yo ya me tengo que ir —dijo, levantándose. Antes de irse, le pidió el número a Soraya.

—Quizás sea un defecto de la plomería del gas —agregó Pomelo antes de irse—. Y lo de la mesa, quizás está desnivelada.

Lo miré con los ojos entrecerrados. No me convencía su respuesta sin lógica.

Cuando se fue, Soraya y yo nos quedamos en silencio por un momento.

—¿Desde cuándo Pomelo te interesa de
nuevo? —pregunté al fin.

Ella se encogió de hombros.

—No sé, no lo veo hace siglos —respondió.

—¿No podías esperar para chapartelo?

—Él se acercó y me besó —dijo Soraya haciéndose la víctima.

—¿Justo hoy que teníamos que hablar de algo sério?

—Sondra, fue un momento… No significa nada —dijo Soraya.

La miré con desconfianza. Algo me decía que Pomelo tampoco pensaba que fuera «solo un momento».

—Soraya… ¿te gusta Pomelo o te interesa más Fachi? —pregunté enojada.

Ella suspiró.

—No lo sé. Fachi es extravagante y exótico. Pomelo es divertido… Y Fabri tiene plata —explicó Soraya con voz alegre.

Me estremecí al escuchar ese nombre.

—Sos doña Soraya y sus tres maridos...—dije con una risa burlona.

—Llamá a Pity —dijo ella, mientras comía sandwiches.

—Pity no tiene celular ni redes. Ya te lo dije, amiga.

En ese momento, la mesa empezó a moverse de nuevo.

Nos quedamos mirándonos aterradas.

—Otra vez no… no puede ser… —murmuré.

Soraya gritó:

—No se puede nombrar al Pity en esta casa porque el espíritu post mortem de Dillom enloquece...

En ese momento pensé que solo Pity podría calmar a Dylan de alguna manera, pero primero había que averiguar si realmente me quiere en su vida, antes de sacar conclusiones.

—¿Quieres ir a ver si está en su casa? —le dije a Soraya—. Vayamos antes que venga mi vieja.

—Vamos y de paso, veo si está el Fachi con él —dijo entusiasmada.

La miré pensando que hacía minutos que se había besado con alguien... ¿Ella es una femme fatale o una ninfómana?

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