04
Habían pasado los días de suspensión y por fin regresaría a la escuela; fue junto a su hermano que seguía quejándose por haber llegado tan tarde aquel día y sin la harina.
Se estacionó y tomaron distintos caminos, Ran iría a su salón y él al suyo como siempre. Al llegar a su clase todos lo miraron tensos o con miedo ha acercarse, no querían ser golpeados por el de lentes.
Fruncio el ceño al ver al tipo que mando al hospital con un brazo enyesado, se acercó a él y lo miro en silencio, debía disculparse pero creía que no lo merecía ni un poco.
—Oye—exclamó llamando la atención de su compañero de clases que se encontraba asustado por verlo—No vuelvas a faltarle al respeto a Rumi Ishiwaka ni a las chicas, imbécil, por que si lo haces... —dejó su comentario al aire para ver como se sumergía en su propia imaginación por lo que haría. Sonrió al lograr su cometido y se fue a su asiento satisfecho.
Las tres primeras clases fueron normales, al primer timbre todos salieron disparados para ir a comprar o ir al baño, él como nuevo habito que tenía iba tambien a la cafetería para ver de lejos a la peli cobriza junto a su amiga comiendo y platicando, sin embargo, su bonita chica no estaba, sólo su amiga que se encontraba con otro grupo de amigos.
Se le hizo raro no ver a Ishikawa con Naoko, esas dos son inseparables, espero un rato más pero nunca apareció, no perdió más tiempo y fue a buscarla por el edificio.
La chica siempre lo esperaba en la entrada o lo buscaba en el recreo, incluso en la salida se despedía.
Nada.
Buscó en los tres pisos y en cada cancha pero no la encontró.
Produjo un chasquido seco regresando a su salón al volver a escuchar el timbre anunciando que el receso se habían acabado.
¿Dónde está Rumi? Las siguientes horas pensó en eso.
En la salida fue al salón de la chica buscándola.
—Haitani-san, que raro verte por aquí—habló una voz entre perezosa y burlona—Después de todo si te interesa Ishikawa-chan.
Ignorando su comentario pregunto—¿Falto?—era la única cosa que se le hacía más razonable.
—Si, desde ayer. Llamé a su casa y su mamá dijo que estaba enferma, tenía pensado visitarla y llevarle estas medicinas que compré antes de venir a la escuela—agregó mostrando la dolsa de plástico de las farmacias. De un movimiento él de lentes se la quito—¡Hey! ¡Eso es mío!
—Te lo pagaré, dejame ir en tu lugar—pidió sacando su billetera del pantalón.
—¿Al menos sabes donde vive?—cuestionó levantando una ceja, se llevó la sorpresa de saber que el rubio asintió a su pregunta—No quiero saber cómo sabes donde vive. Llevale las medicinas y dile que se recupere pronto, de todos modos son para ella—rechazo el dinero que le extendía él chico.
—Gracias...
—Nada de gracias, me debes un favor Haitani—sonrió acomodando su mochila—Nunca se sabe si necesitaré el favor de un pandillero rompe huesos, en fin, que te vaya bien—se despidió yéndose a paso lento.
Él tampoco se quedó más tiempo y salió de la escuela viendo a lo lejos a Ran esperándolo en su motocicleta, tenía que librarse de su hermano si quería ir con su novia.
—Ya era hora tortuga, tengo ganas de ir a comer, hamburguesas vámonos—arrancó el motor el de trenzas—También vayamos a patearle el trasero a unos chicos que se intentan pasar de listos en nuestro territorio.
—Ran... Ve tu sólo, tengo algo que hacer—mencionó tratando de sonar lo más natural posible para que su observador hermano no notará la mentira.
Se mantuvo en silencio con su característica sonrisa, observando a su hermano menor.
—¿Quieres que te acompañe?
No sabía si esa era una pregunta con truco disfrazada, tenía menos de dos segundos para responder sin que sospechara de sus intenciones.
Ellos eran dedicados a su papel como los reyes del territorio Roppongi, por eso decidieron permanecer juntos en cada pelea en la que se involucraban.
—No es necesario, iré rápido y te alcanzó—contestó manteniendo su cara sería, esperando que funcionará.
—¿Y esas medicinas?
—Diablos—pensó sin apartar la mirada de su hermano mayor.
Estaba considerando contarle la verdad.
—Mmm.... Bueno, entonces te veo haya—dijo Ran olvidando por el momento el tema para irse.
Se salvó por ahora, pero tenía que ser más cuidadoso o sino su hermano iría por la chica.
Rápido subió a su motocicleta para llegar lo antes posible a la casa de los Ishikawa, al estar frente paso al negocio de la mayor que atendía a unos clientes con cubrebocas.
—Buenas tardes—habló llamando la atención de la mujer—¿Se encuentra Rumi-chan?
—Rindou Haitani—exclamó la mayor sorprendida—Que bueno es verte de nuevo, Rumi esta en su cuarto y no quiere salir por que dice que me va a contagiar, ni siquiera me dejó entrar para llevarle de comer—gruño apretando el puño—Esa niña piensa que se va a curar por arte de magia.
Si es algo que ella haría, se preocupaba mucho por su madre y él lo sabía.
—¿Puedo pasar? Traje medicinas para que se mejore—enseño.
Los ojos de la mujer brillaron y cubrió su boca como si estuviera apuntó de llorar.—Eres el único y mejor yerno que e tenido en la vida, te regalo a mi hija—dijo en su mente la mamá de Rumi.
—Claro que si, vas a notar al instante cual es la habitación de mi hija—le pasó unas llaves para la puerta de entrada de la casa—Llevale esta sopa que prepare y obligale a comer si es necesario.
Salió del negocio y a un costado se encontraba la casa de la chica, abrió la puerta cuidando de no derramar la sopa y se retiró sus zapatos para caminar por el tatami; cuando llegó a las puertas formo una cara de póker al ver todos los adornos que tenía una de ellas.
Discreto no estaba en el vocabulario de Rumi.
Tocó la puerta escuchando unos quejidos y maldiciones.
—Mamá, ya te dije que no voy abrir a menos que estemos a ocho metros de distancia, si me muero sabre que no te pase mi enfermedad—bramatizo la fémina.
—Por algo existen las pastillas—le comentó escuchando el sonido sordo de una posible caída.
Espero unos minutos hasta que se abrió la puerta mostrando unos ojos verdes asomándose por el reducido espacio que abrió, cubierta por una sabana de color lila.
—Ya estoy alucinando... —murmuro fijando su visita en él más alto—Se ve tan real que hasta creo que podría tocarlo—estiró su mano y con un dedo tocó su abdomen—Cielos, es muy firme.
—Es por que me gusta hacer ejercio—suspiro empujando la puerta para pasar antes de que le impidiera la entrada, dejando el plato y medicinas en el escritorio.
La chica brinco en su lugar al darse cuenta de que si estaba con ella y no era una alucinación producida por si misma, no pudo decir nada cuando se debilitó y estando apuntó de caer la cargo Rindou para llevarla a su cama.
—Terca, estas así por no comer y no tomar medicinas adecuadamente—la regaño poniendo su mano en la frente de la contraria—Estas ardiendo en fiebre.
—Es tu culpa... —se excusó la chica cerrando sus ojos.
—¿Por que mi culpa?—le cuestionó curioso.
—Por calentarme—respondió sin vergüenza.
Sonrojado se levanto para ir al baño y echarse agua, nunca espero que le dijiera eso pero si que lo había vuelto rojo; agarro la toalla para secarse las manos y la mojó para regresar al cierto y ponersela en la frente de la peli cobriza.
—Voy a dejarte pastillas y comida en tu escritorio, por favor tomalos para que se sientas mejor—no sabía si lo escuchaba, se veía ida. Sentía la necesidad de quedarse a cuidarla hasta que se recuperará pero tenía ese pendiente con su hermano, sentía que le faltaba tiempo para dedicarle a los dos—Rumi, voy a regresar de rato—anuncio acariciando su cabello.
Apenas le había dado unos minutos de ver la decoración de su cuarto, pero lo más bonito y que lo dejó hinoptizado fue la hermosa pintura del techo de tonalidades azules.
Era el cielo mismo.
@𝙰𝚢𝚊𝚖𝚎_𝚑𝚊𝚝𝚊𝚔𝚎☁
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