III. Onism

Disclaimer:
Bungō Stray Dogs|文豪ストレイドッグス
y sus personajes, son propiedad intelectual de Kafka Asagiri, ilustrado por Sango Harukawa.

Géneros:
| Reencarnación | Fluff | AU |
| Escolar | Bromance | Angst |


"Conciencia de lo poco que
uno hará en este mundo."

Onism


El fin de semana llegó sin premura. Kyouka usó una sudadera beige de mangas largas aprovechando que aún está fresco el ambiente primaveral; pronto habrá que sacar las ropas de verano. Chuuya se colocó una chaqueta blanca con orejas de gato y pendientes en ellas, sobre un suéter negro, unos pantalones de mezclilla y sus tenis.

Y Chuuya debe admitir que a la pequeña Kyouka le queda bien el estilo adorable con ropas anchas. Aya está al lado de la puerta en un lindo vestido amarillo, pues hoy Fuku ha venido a pasar el día con ellos un rato, casualmente cuando los menores están por salir. La pequeña pelirroja quiere ir y por eso acentúa un puchero cuando Chuuya y Kyouka van saliendo a encontrarse con Ango y Atsushi, a lo que el pelirrojo se ríe, porque no la dejan unirse ya que es muy pequeña para andar con un grupo de adolescentes.


―    No te enojes, te prometo que te traeré un obsequio si veo algo de tu agrado, ¿vale? No le causes problemas a mamá ―Chuuya revuelve su cabello suavemente, sacando al fin una sonrisa de esa carita que es su versión femenina.

―    Espera, Oni-san ―ella suelta una larga cinta negra que estaba atada sobre su cabello y él se agacha, ella se la pasa por el cuello, hace un nudo suave y Chuuya termina por ayudarla a hacer un lazo―. Para que te lleves algo mío. Así será como si yo estuviera allí.

―    Eres demasiado adorable, ¿sabías?


Sin más, el grupo se despide. Los chicos están decididos a que hoy sea un gran día, incluso tomar el metro pasa de ser una travesía a una aventura. Atsushi habla hasta por los codos, algo que hace cuando está nervioso y en este momento, se debe a que Ango invitó a Ryunosuke a unírseles.

El centro comercial está concurrido como cada fin de semana, gente de todas las edades entrando y saliendo de tiendas de todo tipo, mismas que venden desde ropa hasta electrodomésticos. Kyouka y Atsushi hacen que Chuuya se mida distintos tipos de ropa; a su parecer, buscan darle un nuevo estilo o disimulan para escogerle un regalo porque la semana entrante es su cumpleaños. Él finge que ignora ese detalle porque es divertido ver como se esfuerzan por darle un regalo que le guste. Y eso es porque todos consideran que es alguien muy difícil para escogerle un regalo; los gustos de Chuuya son sofisticados.

Kyouka es feliz con peluches, entre más suave y adorable, mejor. A Ango, con un libro de misterio le sacas una sonrisa y Atsushi, hasta con invitarle un plato de chazuke le haces el día. Tal vez tengan razón. En su constante andar entre pasillos semi concurridos y vitrinas, Nakahara tiene la sensación de que alguien lo observa, pero con eso de que ya hasta imagina que ve a Dazai en el Instituto, prefiere ignorar ese sentimiento y disfrutar de esta salida. Solo mira una vez a todo su alrededor para confirmar que son solo ideas suyas y en efecto, no ve a nadie viéndolo especialmente.

Ryunosuke llega retrasado, acompañado de su hermana Gin, a quien les presenta. En esta vida se les hizo más justicia; aunque Ryunosuke sigue vistiendo de negro mayormente, ahora tiene un estilo más informal y acorde a su edad, pues tiene ahora quince años. Se excusa por la demora contándoles que se encontró a un amigo y Gin le codea con burla diciendo que más parece su crush. Todos se ríen de ese hecho.

Un escaparate atrae la completa atención de Chuuya. No duda un instante en acercarse a este y pegar las manos en la vidriera para ver de cerca el objeto de su atención, como un niño chiquito viendo el mejor juguete del mundo. Es una joyería de tendencia juvenil, la pieza que observa es, según le explica Kyouka con amabilidad, un shoker de cuero negro con una hebilla de plata 925. Tiene un diminuto diamante en cada esquina de la hebilla y Chuuya se pregunta si algo tan pequeño es necesario que esté ahí. El precio es exorbitante.

Pero la razón por la que está manoseando tanto el cristal, es porque el endemoniado adorno para el cuello es tan parecido, casi igual, a la gargantilla que solía llevar en su vida pasada, la misma que en su momento un Dazai de unos quince años lo obligó a usar para denotar que él era "su mascota".

Algo se encoge en su pecho.

Los recuerdos de sus peleas vienen a su mente, también sus últimos momentos, cuando decidió dejar sus prendas más preciadas sobre su tumba ―incluyendo la gargantilla―, para sentir que al menos, algo de él seguiría a su lado cuando también dejase de existir.

El precio de la pieza de joyería solo lo hace desanimar, porque ni ahorrando la mesada de toda una semana podría comprarsela.



―    Entonces le dije hola y ni siquiera me contestó, ¡solo asintió con la cabeza! Chuuya-kun, ¿me estás escuchando?

―    ¿Eh? Sí, si perdona Atsushi, es que no alcancé a terminarme el desayuno y creo que no me concentro porque tengo hambre ―miente con descaro.


Él no se enoja, más bien termina diciendo que lo invitará una malteada en el receso, del sabor que quiera porque es su cumpleaños, al fin. Han pasado tres semanas desde que salieran todos juntos al centro comercial y desde entonces Chuuya prefirió concentrarse en sus estudios.

Hace tres días con hoy que comenzó a tomar las clases avanzadas y por ello, ya no pasan juntos todo el día como antes. Ahora, incluso toma clases con el grupo de Akutagawa; de momento, se sienta a su lado y él lo ayuda, porque uno de sus compañeros ha estado al parecer enfermo y ha faltado los dos días anteriores. Si hoy viene, Chuuya sabe que tendrá que sentarse en el asiento detrás de ese que ha estado ocupando temporalmente.

Cuando el timbre suena, se despide de Atsushi para ir a su locker a buscar el nuevo libro de Relaciones Humanas para cuarto, pues como cambia de salón, no lleva más que los libros que usará en esa aula. La sorpresa lo invade tan pronto abre la puerta metálica que era retenida por un candado de combinación numérica.

Hay una cajita de terciopelo rojo, alargada, claramente de joyería, sobre sus libros. Cuando la levanta, de esta se cae una pequeña nota que recoge apresurado, con la emoción tamborileando en los latidos de su inexperto corazón. Está escrita a máquina, algo muy a la antigua pero que le parece un tanto misterioso y dramático. La nota solo dice "Feliz cumpleaños, Chuuya" acompañado por un "espero que lo uses desde hoy".

Sin nombre, ni firma. Y él sin comprender del todo, abre la caja para ver qué hay dentro, llevándose la agradable sorpresa de que el bello shoker que vio en el escaparate del centro comercial, ahora estaba entre sus manos. Con la alegría pintada en el rostro, sin poder disimularla ni un poco, voltea en todas direcciones para ver quién de sus amigos es el que ha hecho el sacrificio para darle justo lo que estaba deseando, pero nada. Ellos no están y nadie lo está observando para notar su reacción; Chuuya arruga el entrecejo, confundido.

Nota que se le hace tarde, así que toma sus cosas con prisas y no puede evitar coger el shoker y ponérselo antes de correr al salón mientras suena la campana. El asiento al lado de Akutagawa está ocupado, supone él que por el verdadero dueño, y con las prisas él solo se concentra en entrar rápido antes de que la profesora note que recién acaba de ingresar. Pasa agachado y a pasos ágiles hasta el único puesto vacío, sorprendiéndose cuando de todas formas le llaman la atención por llegar tarde y permanece con las narices metidas en el libro por la vergüenza, con sus compañeros en esta clase, riendo en voz baja.

La clase termina pronto y justamente ya es el receso. Akutagawa se le acerca con un modesto obsequio: una tarjeta de felicitaciones. Es colorida, pero resalta el color rojo y en la firma, escrito lleva una invitación a pagarle un postre con la malteada que Atsushi ya le invitó para el almuerzo. Chuuya agradece preso de la sorpresa de que esos dos se hayan puesto de acuerdo. Le agradece con una sonrisa y cuando está por recoger todo para salir, el chico delante de su asiento se levanta para irse y recién ve al castaño que estaba sentado delante suyo.


―    ¡T-tú!



―    ¿Si? ―pregunta el castaño con cara de desentendido, Chuuya está seguro de que no puede estar equivocado, pues podría reconocer ese desperdicio de vendas en cualquier lado... Aunque no trae vendas. Y Nakahara no puede omitir el enorme parecido, de hecho la única diferencia es la ausencia de sus características vendas.

―    Ah, no, nada... Disculpa, creo que te he confundido con alguien ―él sonríe amable en dirección al pelirrojo, mientras se lleva ambos brazos por detrás de su cabeza.

―    No hay problema ―afirma antes de seguir su camino. Akutagawa no pronuncia palabra, por el contrario, solo observa todo en silencio.

―    Una cosa más ―sin querer, o quizás por impulso, Chuuya tira de su camisa suavemente por un costado antes de que él se retire, obteniendo toda su atención con la sorpresa pintada en sus ojos color avellana―, ¿puedo saber tu nombre? Digo, ya que estaremos tomando algunas clases juntos y solo conozco a Akutagawa aquí...

―    Oh, claro. Que mal educado de mi parte ―sonríe. Estira su mano hacia Chuuya y con algo de pena, él acaba por corresponder al gesto. Ni siquiera entiende porque le arden las orejas cuando es tan amable―, soy Shuji Tsushima.

―    ¿Shuji? ―"así que por eso nadie sabía quién era, tenía otro nombre en este mundo. Ni siquiera se me pasó por la cabeza que eso fuera posible". Pensó Chuuya

―    ¿Y tú eres...?

―    Ah, yo soy N-Nakahara Chuuya ―y con esa presentación, se siente realmente estúpido, no solo porque acaba de tartamudear como imbécil, sino también porque desde que cruzaron miradas, los nervios lo han atacado hasta el punto de sentir que le tiemblan las manos y está claro que el otro lo nota, lo sabe por la sonrisa burlona que se ha dibujado en su rostro. Por un instante, se siente como si él también lo conociera de hace mucho tiempo.

―    Eres un kohai interesante, Nakahara Chuuya-kun ―sin palabras, le ve seguir su camino a la puerta del aula, no sin antes voltear en el último instante antes de perderse por el pasillo―. Y feliz cumpleaños.


Chuuya se queda aturdido por varios segundos aunque el castaño ya se ha marchado y Akutagawa ha seguido su camino, no muy seguro de sacar a Nakahara de su burbuja. Sin mucho ánimo de perderse el receso, este último se dirigió a la cafetería que está a rebosar como de costumbre. Por acto reflejo se afloja la corbata azul marino que en ese momento se siente como si le robara el aliento.

Ha visto al fin a Dazai. Solo que ya no es Dazai, ya no se mira como una momia mal envuelta y sobre todo, se ve mucho más feliz, a su parecer. De algún modo eso calma todas sus ansias y disipa el temor de que, al encontrarlo, este fuera igual o más infeliz que en su anterior vida, pero supone que por la ausencia de las vendas al menos en su cuello y brazos, por lo que vio, tal vez esté más conforme con esta vida.

Qué demonios. Chuuya cae en cuenta que él ni siquiera debe recordar cómo vivió su anterior vida. Hasta ahora solo ha podido comprobar lentamente, con cada persona de su anterior vida que se encuentra, que no recuerdan nada del pasado, solo con simples preguntas que parecen sacarlos de onda y con ello solo les cambia el tema, dejando atrás el asunto.

Chuuya divisa los mechones casi blancos de Atsushi ondeando mientras le agita la mano casi desde el centro de las mesas de la cafetería. Se acerca, y a medida que lo hace, puede apreciar a los integrantes de aquella mesa. Atsushi le guarda un espacio a su lado, frente a él se encuentra un Akutagawa demasiado serio y frunciendo el entrecejo en dirección a Nakajima. Se nota que eso es lo que le trae de los nervios. Ango está al lado de este y frente a él, el espacio que han guardado para Chuuya.

En su espacio de la mesa hay una rebanada de tarta de red velvet con una velita encima, una malteada de vainilla a su lado y un regalo rectangular envuelto en papel azul metálico, seguramente es el regalo de parte de Ango. Chuuya se sienta con una sonrisa que no puede quitar de su rostro y se ríe, porque de algún modo hoy ha obtenido más regalos de lo que esperaba, a pesar de que ellos ―al menos Ango y Atsushi, además de su prima―, siempre le obsequian entre todos algún detallito que él aprecia bastante.

Justo en eso, Kyouka se une al grupo con la bandeja que trae su almuerzo y Ango le alcanza una silla que agrega al lateral de la mesa de cuatro, sentándose entre él y Chuuya.


―    Chicos, gracias, pero ¿cómo sabían qué pediría?

―    Esa malteada es de tu sabor preferido ―contesta Ango, haciendo una pausa de comer su emparedado―. Yo se lo dije a Atsushi.

―    ¡Oye! Quedamos en que sería un secreto ―reclama él.

―    Yo nunca acepté.

―    Jinko me dijo de qué sabor comprar la tarta ―interviene Akutagawa. La sorpresa que invade tanto a Atsushi como a Chuuya, es notable. En especial para el último, que no esperaba escuchar ni en esta vida ni en otra al moreno ayudando a Atsushi por voluntad propia.

―    ¿Me dijo Jinko...? ―nadie le respondió al pobre y confundido Atsushi.

―    Yo te daré tu regalo más tarde, en la casa ―se limita a expresar seria, la pequeña azabache.

―    Lo mío es un libro ―efectivamente, el regalo de Ango es un libro, el ligero envoltorio en el objeto rectangular sale fácilmente ante los jalones de los dedos delgados de Chuuya, listo para sacar el libro que por poco y se le cae de entre los dedos por el susto al leer su título.

"Indigno de ser humano."

―    G-gracias a todos, chicos. Este es el mejor cumpleaños que he tenido hasta ahora ―voltea el libro sobre la mesa, no desea leer el nombre ahora porque lo desconcierta, tanto que teme que Ango sienta que ha odiado el regalo. El bullicio en una mesa cercana interrumpe su almuerzo cuando Chuuya recién está empezando a disfrutar lo que le han regalado. Es Dazai el que encabeza el barullo.

"No, no Dazai se dice Chuya. Shuji."

―    Qué escandaloso es ―suspira Sakaguchi.

―    ¿Lo conoces?

―    Todo el mundo conoce al niño prodigio más rico de la escuela, Nakahara-kun ―responde. Aunque suena hostil, realmente a Ango no le molesta ni desea que parezca de ese modo. Solo que él habla siempre de ese modo desinteresado por todo.

―    Akutagawa-senpai, ustedes van en la misma clase, ¿cierto? ―curiosea Atsushi, y en realidad Chuuya agradece en silencio que él haya exteriorizado la duda que él trae en mente―. ¿Puedes hablarnos de Tsushima-san?

―    Él es una buena persona ―concluye. Todos esperan que diga algo más, pero hasta ahí llega su intervención. La decepción se pinta en los ojos azules, pero para su sorpresa, Kyouka agrega más información.

―    Esos que ves ahí alrededor, son su séquito de admiradores. Lo siguen a todas partes y él lo permite, le compran el almuerzo, le guardan un puesto en cada receso y cargan sus libros cada vez que pueden. En resumen, se pelean por su atención, en especial las chicas, aunque nunca ha durado más de una semana saliendo con alguna.

―    Es un picaflor ―agrega Ango en un suspiro―. De algún modo, parece que lo hace más por lastima de esas chicas que porque le atraigan. He oído que ni siquiera las besa y si lo hace, como mucho en la mejilla o en el dorso de la mano.

―    Dicen que es un caballero. Por eso, sin importar cuántas novias tenga y que solo dure una semana o un par de días con ellas, todas dicen que es un privilegio y un honor ser la novia de ocasión porque él las hace vivir un sueño mientras dure. Además dicen que da regalos costosos si se lo pides.

―    Vaya... Suena como un idiota ―murmuró Chuuya sin querer, con gesto ofuscado, a lo que Akutagawa pareció ofendido.

―    Tsushima-san no es malo ―afirma aporreando un puño contra la mesa, llamando un poco la atención de los demás en las mesas aledañas―. Puede que lo haga por lástima, pero si eso hace feliz a esos estúpidos que viven tratando de lamer sus pies por conveniencia, él lo hace para sacárselos de encima. No saben lo difícil que es para él, así que no lo juzguen.

―    Lo sentimos ―acotó Atsushi, los demás asintieron y Chuuya solo apretó sus labios. ¿Entonces, en realidad lo estaba pasando mal?

―    Ay no... ―chillo por lo bajo Nakajima, así que todos alzaron la vista en la misma dirección que él. Dazai venía hacia ellos―. ¿Nos habrá escuchado?

―    Hola~ ―canturreó él antes de jalar una silla para sentarse en el extremo libre, entre Atsushi y Ryunosuke.


Cuán grande fue la sorpresa en Chuuya, cuando de una sola mirada logró que Atsushi se moviera de su asiento para sentarse en el, dejando al pobre albino más cerca del chico que le daba miedo. Y Chuuya no quisiera ser él, pero tiene un problema aún peor pasando un brazo por detrás de su cuello, rozando su shoker, con media cafetería mirando con nulo disimulo al grupo en esa mesa.


―    Entonces, Chuuya-kun, ¿puedo llamarte por tu nombre, cierto? Eres mi kohai después de todo ―se auto contesta, haciendo que una incómoda familiaridad nazca en Chuuya―. Me gustaría hacerte un regalo, pero es una lástima, no traigo nada conmigo para darte. Es una suerte que tengas buenos amigos que te hayan dado tantos regalos lindos. Ese collar, por ejemplo.


Con esa observación, todos se fijan en el shoker que por haber aflojado su corbata, ahora era más visible bajo el cuello de la camisa de Chuuya. De algún modo, Nakahara tuvo una especie de presentimiento de que el castaño sabía perfectamente que era su cumpleaños, que sabía de que él en serio deseaba ese costoso shoker desde que lo vió en el centro comercial y de que tenía que ser él quien lo hubiese comprado. Y necesita comprobarlo a como dé lugar.


―    ¿Podemos hablar un momento en privado, senpai?



¡Esta mierda se va a prender! Ahre, okno ✌😂 pero les recomiendo que estén listos para el siguiente capítulo, haremos un pequeño gran, retroceso en el tiempo antes de que Chuuya comience un interrogatorio a "Shuji".

Les invito a traer sus vasitos de lejía para los más sensibles ¿?

PD. Voy a hacer spam... 🤭 publiqué más temprano un especial de Halloween de esta pareja, está bien chistoso¿? Por si alguno no lo ha leído y le interesa, se llama «Dulce o Travesura» y lo pueden encontrar en mi perfil, daah. xD

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