I. Avenoir

Disclaimer:
Bungō Stray Dogs|文豪ストレイドッグス
y sus personajes, son propiedad intelectual de Kafka Asagiri, ilustrado por Sango Harukawa.

Géneros:
| Reencarnación | Fluff | AU |
| Escolar | Bromance | Angst |

Aclaraciones:
Los párrafos en cursiva narran desde el punto de vista del personaje al que sigue la historia en el momento.



"El deseo de poder
hacer que la memoria
avance hacía atrás."

Avenoir.


Siempre creí fervientemente que, si alguno de los dos iba a morir primero, ese definitivamente tenía que ser Dazai. Juré tantas veces que iba a matarlo, aún si él no me tomaba en serio la mayoría del tiempo. Nuestro nivel de odio mutuo se resumía a nuestras convicciones: yo le recordaba constantemente que solo podía morir en mis propias manos y él se burlaba y me decía que prefería morir sin dolor; pero con la mirada, me daba la razón.

Me imagine ese momento tantas veces...

No obstante, cada vez que lo descubría intentando acabar con su vida, lo impedía a como diera lugar. Aún cuando traicionó la mafia, me llegué a preguntar más de una vez por qué Mori-san no acabó con su vida, aunque con toda la información útil en su trillada cabeza, fue bastante obvio que el jefe decidiera que todavía podía ser útil para él en un futuro. Yo no lo concebía.

A pesar de eso, más de una vez tuve que cooperar con el enemigo por órdenes directas del jefe, lo que significaba aliarse con la Agencia Armada de Detectives y trabajar codo a codo con ese desperdicio de vendajes andante. No negaré que fue una sorpresa su nueva apariencia, con menos vendajes. Creo que nunca había visto sus dos ojos a la vez, siempre creyendo que tal vez tenía alguna herida allí, pero no había ni una misera cicatriz.

Confieso que, cuando salté de un avión en movimiento a enfrentarme con esa habilidad con forma de dragón, sabía que podría ser el día que diera mi último respiro, pero confié... Confié en su maldita vitalidad y su habilidad para salir con vida de cualquier situación.

Es por eso que, aún escuchándolo dos veces, no puedo asimilar esas palabras. Repito, siempre creí que de los dos, él iba a morir primero. Pero nunca estuve psicológicamente preparado para que se cumpliera...

    ¿Disculpe, jefe?

    Dazai ha muerto repitió. Su mirada permanecía seria esperando mi reacción, con la mitad de su rostro por detrás de sus manos cruzadas, con ambos codos sobre su escritorio.

Me reí. Casi como un desquiciado que raya en la locura. Maldito bastardo, ¿no se supone que solo podías morir en mis manos? No sé como te creí esa mentira también. No puedo recordar exactamente lo que pasó después de eso.

De alguna manera, mis pies se movieron por su propia cuenta y me arrastraron hasta ese viejo bar al que tanto parecía gustarle ir a ese idiota con sus antiguos ¿amigos? ¿Camaradas? No sabría decir qué eran exactamente para Dazai, ni siquiera puedo decir con firmeza que, alguna vez, fuimos compañeros.

Sé que nunca he tenido una buena resistencia para el alcohol, y odio las resacas matutinas así como olvidar muchas veces pedazos de la noche anterior, pero esta vez yo necesitaba olvidar. Así que bebí como si no hubiera un mañana... Y tal vez, pronto no lo habría.



Mi esperanza en la humanidad es inexistente. Yo realmente anhelaba despertar al día siguiente y no recordar, no solo la noche, sino también la catastrófica noticia de tu fallecimiento. Pasé noches enteras embriagándome en mi departamento, no solo con mi reserva especial de Petrus, sino con lo que sea que pudiera borrar mi memoria, por lo menos un momento.

Llegué a recurrir al whisky a pesar de que esa era tu bebida predilecta desde tus tiempos en la mafia, porque de algún modo quería creer, que llegaría a verte sentado a mi lado en el Lupin así como muchas veces parecía que tu mirada se perdía mientras hablabas con la sombra de alguien que hace mucho ya no está. Nunca permití que notaras mi presencia en esos momentos, solo prefería marcharme en silencio y dejarte a solas con esa persona que al parecer fue más especial que yo.

Me pregunto si ahora puedes pasar el tiempo con él. Hay mucho que me gustaría preguntar, aún si tuviera que aguantar tu odiosa voz cantarina sofocando mis oídos.

Dime, Dazai, ¿ahora eres feliz?

Espero que la respuesta sea positiva, porque de no ser así, voy a sacarte de la tumba para patearte el trasero, te reviviré solo para estrangularte hasta que te quedes sin aire y cuando vuelva a lanzarte dentro de tu ataúd, bailaré sobre tu maldita tumba hasta que solo queden tus huesos.

Quiero creer que te estás riendo de mi en estos momentos, mientras espio en tu entierro al que obviamente no fui invitado, esperando con paciencia a que todos los detectives y tus nuevos conocidos se retiren.

Esperando para poder acercarme a ese montón de tierra que ahora cubre los últimos vestigios de tu existencia por este mundo. El frío cemento de la lápida me anuncia con firmeza que, Dazai Osamu, "un buen camarada, excelente estratega y fiel creyente de sus convicciones, yace felizmente, al fin, en los brazos de la muerte". Me recibe silencioso, únicamente con la brisa previa a un chubasco que pronto empieza a derramarse sobre mi y mi tristeza.

"Sobre la tristeza manchada
caen hoy gruesas gotas de lluvia.
Sobre la tristeza manchada
hoy hasta el viento pasa..."

Con cada gota que cae del cielo y se mezcla entre mi cabello hasta resbalar por mi rostro, yo dejo ir una lágrima o dos con la esperanza de que nadie note mi presencia, y que si lo notan, no vean mis lágrimas, y si las ven, que las confundan con la lluvia.

No puedo creer que yo, Chuuya Nakahara, esté llorando por la muerte de Osamu Dazai, a escondidas del mundo porque me niego a que alguien alguna vez sepa algo que yo mismo no asimilo.

¿Por qué lloro por Dazai? Yo lo odiaba, estoy seguro de que lo odiaba. Odiaba su maldita sonrisa y cada burla que me hacía, odiaba que me dejara el peso de las misiones y al final me dejara tirado después de caer rendido por el cansancio que utilizar Corrupción me produce. Odiaba que siempre tuviera la razón, incluso cuando me aventuraba a llevarle la contraria.

Odiaba las malditas mariposas en mi estómago, cuando raramente, sonreía de verdad y no con esa máscara de confianza.

¿De verdad lo odiaba?

―    Me pregunto si moriste sin dolor como querías. Yo no tuve el coraje de preguntar cómo pasó, o quién pudo ser el culpable. No quería cargar el peso de saber quién fue y que seguía por el mundo, vivo. Mucho menos si fuiste tú mismo, logrando que uno de tus locos intentos de suicidio al fin hayan funcionado.

El silencio anterior y mis bajas palabras que tal vez ya no puedes oír, se ven opacados por el fuerte torrencial que cubre el apartado cementerio de Yokohama. Irónicamente, aquí mismo es donde yacen los restos de Sakunosuke, a tu lado; supongo que fue tu último deseo o que el chico tigre pensó que eso te gustaría.

"La tristeza manchada
es como la piel del zorro.
La tristeza manchada
se encoje bajo la lluvia
que cae como lágrimas..."

Por supuesto, no me respondes, ya no es posible que te burles de como hoy lloro lágrimas de sangre sobre tu frío cuerpo bajo la tierra. Hace frío, Osamu, no creas que tiemblo de dolor por tu partida, no, es por el frío. El frío que me cala hasta los huesos por mi ropa empapada. No es por ti, no te creas tanto.

Alzo la mirada y ya no estoy contemplando tu tumba para ver si sales de ella, solo para burlarte de mis ojos rojos, hinchados de llorar. No recuerdo antes de esto cuándo fue la última vez que lloré de este modo.

Maldición, bastardo. ¡Estoy llorando por ti, estúpida momia inútil! ¡¿Cómo te fuiste a morir sin mi permiso?! ¿Cómo voy a vivir yo, temiendo que cualquier día de estos, Corrupción me consuma en un descuido?

Pensándolo bien, eso ya no suena tan mal.

―    Ahg, de pronto pienso como tú, idiota. Yo sabía que tus manías eran contagiosas.

Y por la falta de respuesta, otra vez rompo en llanto. Ya no me importa si alguien me mira a mi, el joven ejecutivo de la mafia, Chuuya Nakahara, llorando por los oscuros rincones de las calles sin consuelo porque su enemigo jurado no murió en sus manos.

Todos deberían morir, así nadie podrá decir que alguna vez vio mi rostro empapado en lluvia y lágrimas. Me he dejado el sombrero en tu tumba, Dazai. Ese que tanto despreciabas y que alegabas que era la base de mi mal gusto, te lo he dejado junto a mis guantes favoritos, esos que ane-san personalmente me regaló. También te he dejado el collar que tú mismo me regalaste y que, por un motivo desconocido, quizás más grande que tú y que yo, jamás pude rechazar ni alejarlo de mi lado, aunque me trataras como a tu mascota.

¿Tienes idea de lo que estoy planeando? Quizás no. Pero si estuvieras aquí, seguramente ya sabrías el resultado. ¿Me detendrías?

"La tristeza manchada
nada desea ni nada suplica.
La tristeza manchada
sueña en la muerte, con tedio..."


Cuando atravesé las puertas de la Port Mafia, ignoré todas las miradas de aquellos hombres que me servían, también de todo Lagarto Negro, mientras caminé con pasos seguros hasta dar con las personas que necesitaba encontrar. Qué ironía encontrar a todos reunidos junto a los detectives de la agencia, sabrá Dios porqué. Pero yo creí que era el destino.

¿Qué más, sino? Ahora podía limpiar Yokohama de una que otra escoria y me aseguraría, que una de esas escorias fuese yo. Invoqué yo mismo mi carta final.

―    Oh, otorgantes de la desgracia oscura... No me despierten de nuevo. Nunca más.

Fue como una despedida. Los impactados rostros de los de la agencia e incluso de los miembros de la Port Mafia, son lo último que recuerdo haber visto claramente con mis ojos antes de perder la conciencia de mis actos. Luego todo se hizo blanco, y recuerdo perfectamente, que desee que hubiéramos existido en otro lugar, con otras vidas, lejos de todo el dolor y la destrucción de la mafia y otras organizaciones. En un Yokohama utópico donde aunque no fuera del todo pacífico, no estuviéramos involucrados con el crimen, sea para bien o para mal.

"Temo la tristeza manchada
y me duele.
La tarde cae en la tristeza manchada
sin que yo pueda hacer nada."


Me pregunto si tú habrás pensado en lo mismo antes de dar tu último respiro...



Sin poder asumir la situación del todo, Chuuya abre sus ojos bajo el constante tormento de un dolor de cabeza que hizo alarmar a su madre, incapaz de explicarle con su vocecita dulce de infante que ha recuperado, como si fuera una película vieja, los recuerdos de una vida anterior, específicamente, de sus últimas horas antes de su muerte. También con ello, el angustiante sentimiento de anhelo que se alojó en su pecho ante su último deseo y la persona que lo llevó a desear estar donde está ahora: Osamu Dazai.

Todo le parece una especie de pesadilla de mal gusto.

Puede recordar casi de forma intacta todo lo acontecido en sus actuales siete años de vida; puesto que casualmente es hoy su cumpleaños. Sin embargo, ahora con todo el conocimiento y la experiencia de una vida anterior, aún llena de lagunas, ve el mundo con otros ojos; no los curiosos de un retoño en sus primeros pasos en la vida escolar y social, sino la de un adulto lleno de destrezas y habilidades. Es extraño para él verse al espejo y saber que tiene el mismo rostro, aunque de un niño. Y aún más inquietante ver quién es, aquí, su madre. A pesar de no recordar los detalles exactos de su muerte y de entender que, al menos hasta ahora, no parece que su habilidad, Por el dolor corrompido, vaya a manifestarse en él. Y lo agradece.

No va a negar que se aprovechó de su cuerpo infantil para llorar de frustración por lo recordado, al ver a la mujer que lo trajo a este mundo darle un beso amoroso en las mejillas acompañado de un buenos días. Ella, confundida por su actuar limpia todo rastro acuoso de sus mejillas, y lo atribuye al dolor de cabeza del que se quejó su pequeño tan pronto despertó. Para la suerte de Chuuya, eso lo salvo de "ir a la primaria" al menos ese día; necesitaba ordenar sus ideas y cómo iba a actuar con todo esto. Pero esa oportunidad no le ayudó a prepararse para el resto del día.

No le hizo mucha gracia como casi al año de que recuperara sus memorias,
Kensuke y Fuku, sus padres, le anunciaran que iba a tener un hermano o hermana, que al parecer, él mismo había estado anhelando en su cabecita infantil desde los cinco años.

Qué horror. Un mocoso apestoso.

Él preferiría llevar a Elise de compras, al menos eso solo duraba un día y ya.

Le fue difícil al principio ir a estudiar con un montón de críos que no sabían ni seguir instrucciones tan sencillas como colorear sin salirse de la línea. Pero luego, se dió cuenta de que podía disfrutar de algo que nunca pudo hacer en su anterior vida. Así que empezó a disfrutar.

Empezó a jugar con alegría con los otros niños. Podía reír con felicidad por cada travesura, por cada nuevo amigo y por cada experiencia. Empezó a ser niño.

Cuando el enorme vientre de Fuku empezó a verse como una bala de gravitones a los ojos de Chuuya, un día lo llamó para poner su mano sobre este y sentir la vida que crecía en su interior. El Chuuya pequeño hasta se emocionó y, en su cabeza, su versión adulta también, maravillado por algo que jamás creyó presenciar.

―    Creo que tu hermanita te está diciendo "hola". ¿No quieres hablarle también?

―    Mmh... Hola... Yo soy tu hermano mayor ―declaró con un temblor en la dulce voz infantil que poseía, con los nervios y la vergüenza tiñiendo sus mejillas―, así que date prisa en salir a jugar conmigo... Por favor.

―    Oh, Chūchu, eres un niño tan bueno ―felicita ella reteniendo las lágrimas que, según advirtió el médico al que fueron a su chequeo y en el cual llevaron al pelirrojo, donde fingió jugar, se deben a las hormonas, algo típico del embarazo.

―    Mamá, yo siempre voy a cuidarte, a las dos.

―    Y yo cuidaré de todos ustedes ―agrega Kensuke enfatizando el todos, entrando en la escena para alzar en brazos a su hijo, observándole con sus azules irises sin poder apartarse del niño, con una sonrisa.

Definitivamente, el pequeño Nakahara no sabe qué fue lo que hizo de bueno en la otra vida para ganarse esta familia tan buena, pero agradece a Dios por eso. Kensuke es un buen padre: le ayuda con las tareas al llegar del trabajo, aunque él no lo necesitaba en realidad, pero el rubio se sentaba a su lado y lo obligaba a fingir silenciosamente que no era un genio para su edad. Y eso también era agradecido por Chuuya.

Kensuke se hace espacio cada fin de semana para pasarlo en familia y jugar con Chuuya a la pelota. Él nunca había jugado a la pelota... Y se divirtió. Uno de esos fines de semana, conoció a su prima adoptiva y a su tía... Kouyou Osaki. No sabía si debía acostumbrarse a ver rostros familiares desde ahora. Kyouka era una versión en miniatura de la que estaba en sus memorias, pero aún con sus cinco añitos tenía la misma carita tranquila con sus enormes ojos azules que seguían cada movimiento suyo. Solo que ahora era una niña alegre y sonriente que gozaba de su madre al igual que Chuuya, de sus padres.

Y él deseó que ojalá todo pudiera ser bonito y feliz en este mundo para siempre...



―    ¡Chuuta! Jueguemos a las escondidas ―Kyouka jalaba suavemente la camisa azul del uniforme escolar del peli naranjo.

―    Vale, pero escondete bien esta vez, ¿si? Es aburrido si te encuentro sin hacer esfuerzo.

―    ¡Sí! ―exclama ella, inocente al sarcasmo ajeno. Él le da la espalda para empezar a contar, mientras su uniforme celeste se pierde entre los juegos del parque.


En una banca no muy lejos de ambos niños, Fuku y Kouyou están conversando de algo mientras ríen y los vigilan. Cada viernes, después de la escuela, los traen a este parque infantil a jugar hasta que atardece y luego se van cada uno a casa. Kouyou vive a unas pocas cuadras de los Nakahara, por lo que ya es normal para Chuuya jugar con Kyouka los fines de semana.

Y Chuuya de verdad cree que puede acostumbrarse a esto de tener "infancia".

Termina de contar hasta treinta, para sorpresa de Kouyou, quien desconoce su sorprendente intelecto; con una enorme facilidad. Luego camina lentamente por alrededor para buscar a Kyouka, aunque puede ver sus pies por debajo del tobogán, ya que se ha "escondido", entre comillas, detrás del mismo. Chuuya camina los escasos pasos para llegar a su lado algo aburrido, solo para encontrarla consolando a un niño que parece mayor que ella.

Éste llora por una rodilla raspada y Nakahara ahoga un jadeo de sorpresa por ver al chico tigre sentado sobre la arena, hipando y lleno de mocos.

"De verdad, necesito a acostumbrarme a que posiblemente, siga encontrándome con rostros familiares por el resto de mis días en esta nueva vida" ―piensa. Termina suspirando y alza su vista al cielo despejado de mayo.

"Me pregunto, Dazai, ¿nos volveremos a encontrar en esta vida? Ojalá supiera la respuesta".



El poema que recita Chuuya en su cabeza mientras llora, esta basado en el original del mismo autor "La tristeza manchada", con leves modificaciones para adaptarla a los hechos en el capítulo.

Como he estado implementando en mis últimos fanfics, los colores de los separadores ayudaran a indicar sobre quien se enfoca el capítulo, y cuando amerite la narración en primera persona, será en cursiva. Como ven, el separador de Chuuya es rojo, pronto introduciré al resto, con calma. La mayoría del fic será narrado entorno a Chuuya, ya que él es quien experimenta la reencarnación.

También, pongan mucha atención en que los títulos tienen que ver levemente en el desarrollo y también cada escena donde haya lluvia.

Alguien me ¿llamó la atención? Por regalarles un fic nuevo yo a ustedes en mi cumpleaños, pero lo hago porque me suben mucho los ánimos ver sus comentarios, votos y reacciones, así que ¿digamos que lo hago por mi propio egoísmo? ¯\_(ツ)_/¯ idk, soy alguien que no disfruta de esta fecha, este es mi modo de disfrutarlo, así que disfruten conmigo, aunque les haga llorar¿? Ahre~
¡Gracias por leer!

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