𝙉𝙚𝙤𝙣 𝙇𝙞𝙜𝙝𝙩𝙨

Los seres de neón salen en la madrugada, cuando nadie los ve y cuando todos los que importan ponen atención.

Hay un bar a las afuera de la ciudad donde vivo. Abre sólo entre las cuatro y cinco y media de la madrugada y conseguir entrar en muy difícil. No es que sea un bar exclusivo, es que es un club para seres especiales.

Yo no creía en las hadas ni en los vampiros ni en ningún ser fantástico, pero fue una gran sorpresa entender que existían y yo era una de ellos. La pintura neón que todos usaban es una que sólo reacciona con la magia y reaccionó en mí, pintándose de colores rojizos y verdes flourescentes. Esto es algo que nadie sabe, pero sé que hay quimeras, hijos del demonio, en mi familia, y yo son parte de esa descendencia.

En el bar hay de todo tipo de personas, sobretodo adolescentes que, como yo, se sintieron atraídos por la magia del lugar y pierden su tiempo ahí. Una hora y media de bebidas, conversaciones sin importancia y pintura neón que nos revela como somos en realidad, una hora y media de magia en colores brillantes.

He conocido a mucha gente ahí. Kara, hija de un hada que aún no desarrolla sus poderes, resulta ir a mi escuela. Ahora somos buenas amigas, ella con sus "tatuajes" dorados (marcas de la magia que solo las hadas tienen) y yo con mis "uñas postizas", las garras que usa el demonio para arrastrarnos al pecado, somos inseparables.

No hay discriminación, un poco, si, pero no tan notora como afuera. Poco tiene que ver con nuestra raza. Los problemas "mundanos" son problemas para seres como nosotros también, pero una quimera puede ser novia de la semilla del Edén y eso estará bien entre razas. De hecho, Saya, la hija transgénero de una familia de angeles, es pareja de Kara. No viene a nuestra escuela, no es siquiera de está cuidad, pero es esa la magia del bar. El problema no es que sea un ángel, es que sea transgénero, no tanto aquí pero sí afuera.

Son las cuatro y cuarto de la mañana y la pintura negra comienza a cobrar vida en mi piel. De un tono completamente oscuro pasa a ser un rosa mate que después se torna en un brillante rojo. Por otro lado, hay un tono azul que se vuelve verde en mi rostro, a manera de lágrimas. En encargado me observa y me permite salir de la sala de espera y entrar al verdadero bar. Entrar es magia pura. Los tatuajes dorados de las hadas y los amuletos de protección de los vampiros relucen en el paisaje. Kara está ahí, me saluda y voy donde ella y Saya.

- Un gusto verte, Anya - dice Saya, siempre formal. La saludo de vuelta y Kara le abraza los hombros -. ¿Quieres un trago? Hoy tienen lágrimas de bosque.

- ¿Eso se pregunta? Vamos a la barra - las tres reímos y vamos a buscar esa bebida. Después de un par de tragos, Kara comienza a desvariar y comienza a besar a Saya sin preocupaciones. Decido dejarlas en paz y voy a una de las salas anexas del bar: pequeñas habitaciones con aspecto de baño pese a no serlo donde los invitados pueden hacer de todo. Sé que Kara y Saya siguieron mi ejemplo y están buscando una sala vacía, pero no me interesa mucho eso. Lo que me interesa es entrar a la sala pintada de blanco.

Sé que no está vacía, pero entro. Ahí está Mila, otra quimera, sentada en la bañera, jugando con burbujas neón y sus garras violetas.

Me había convencido de amarla, me había convencido de que quería algo con ella, pero ya no lo deseo. No me aterraba declararme, no me aterraba convivir con ella en esta misma sala una y otra vez, pero en cuanto ella comenzó a mirarme con otros ojos, yo dejé de verla como esa persona especial. No es que me aterrara tener una relación con otra mujer, no es que tuviera miedo al fracaso, sencillamente dejé de amarla como lo hacía.

Desvía sus ojos rasgados de las burbujas y me observa -. Anya Lith, qué gusto verte - dice, con esa voz que suena como una caricia. Lith no es mi apellido, pero ella decide llamarme así.

- Mila - contesto, acercándome a ella -. ¿Se puede?

- Siéntate, siempre haces lo que quieres - contesta, haciéndose a un lado en la bañera. Lo me siento a su lado y ella comienza a soplar más burbujas neón -. ¿Qué te trae por aquí, Anya Lith?

Lo pienso un momento antes de responder.

- Tú.

Ríe -. Pensé que tú enamoramiento acabó cuando te di alas. Si vas a seguir jugando conmigo, por favor vete - dice. Sé que está lastimada, sé que le rompí el corazón cuando, hace un par de noches, negué ser su pareja en este mismo bar. Pero no es mi culpa, no es su culpa, es solo que no puedo. No es que no sepa cómo, es que realmente no deseo eso.

- Podríamos seguir siendo amigas - murmuro -. Podríamos volver a salir y jugar un poco.

Me voltea a ver. Sonríe -. Anya, ambas somos quimeras y ambas sabemos por qué estamos aquí. Yo lo he aceptado, pero tú no tienes ni idea, ¿Cierto? - pregunta. No sé que contestar. Se acerca a mis labios y embarra pintura roja en mi mejilla antes de separarse -. Cuando te aceptes, hablamos, ¿Vale? - se levanta y se va. Yo me quedo ahí, viéndola irse de nuevo.

Y es que no solo es que no seamos humanos lo que nos trae aquí. El neón sólo debería tener un color según la raza, pero todos tenemos dos o más colores. Es la magia de ser diferentes la que activa la pintura en más de un color. Saya se pinta de dorado por ser trans, Kara de naranja por amar a las mujeres y Mila tiene el azul de idesexual. Pero yo tengo verde, un color que jamás he visto en el bar.

Somos seres de neón no por ser hijos de seres de magia, somos seres de neón por cambiar la tradición, por romper el molde y ser completamente diferentes a lo que son todos los demás.

Si tan solo supiera qué me hace brillar en verde.

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