𝟬𝟯
—No podemos ir a tu casa —dijo secamente—. No es seguro.
—¿Qué? —Lily estaba cada vez más inquieta—. ¿A dónde vamos entonces?
—A la mía.
Lily no tuvo tiempo de protestar. Haewon aceleró aún más, tomando una curva cerrada con una precisión sorprendente. El otro auto trató de seguirlas, pero el sonido de neumáticos chirriando le indicó a Lily que habían ganado algo de ventaja.
Pasaron varios minutos en un silencio tenso mientras Haewon continuaba su maniobra evasiva, moviéndose a través de calles secundarias, girando en callejones y cortando caminos como si los conociera de memoria. Finalmente, el auto que las seguía desapareció del retrovisor.
Lily respiró profundamente, intentando calmar su corazón acelerado. Miró a Haewon, quien permanecía fría e imperturbable, como si hubiera sido solo otro día de trabajo.
—¿Es esto lo que haces todo el tiempo? —preguntó Lily, su voz teñida de incredulidad.
—Es lo que me pagan por hacer —respondió Haewon sin apartar la vista del camino. No había ni un rastro de emoción en su voz. Para ella, esa persecución parecía haber sido un simple trámite.
Lily se hundió en el asiento, procesando lo que acababa de pasar. Todavía no podía creer lo que había ocurrido, pero una cosa estaba clara: Haewon sabía exactamente lo que estaba haciendo. Aunque fuera insoportablemente fría y distante, al menos podía confiar en que la mantendría a salvo.
El viaje, aunque tenso, continuó sin más incidentes, y pronto las calles congestionadas dieron paso a un vecindario más tranquilo, donde las casas eran cada vez más grandes y lujosas. Lily no pudo evitar arquear una ceja cuando vio hacia dónde se dirigían. No esperaba que alguien como Haewon, una guardaespaldas, viviera en un lugar así.
Finalmente, el auto se detuvo frente a una enorme casa de aspecto moderno, con una fachada de vidrio y piedra. Era el tipo de residencia que uno esperaría ver en una revista de arquitectura de lujo. Lily miró hacia la casa, luego hacia Haewon, intentando procesar lo que veía.
—¿Esta es tu casa? —preguntó Lily, su incredulidad evidente.
Haewon apagó el motor y salió del coche sin responder, como siempre. Ni siquiera un atisbo de reacción en su rostro. Simplemente abrió la puerta del auto y esperó a que Lily hiciera lo mismo. Aún un poco atónita, Lily salió del auto, mirando a su alrededor como si estuviera viendo algo fuera de lugar.
—¿Cómo… puedes permitirte esto? —Lily preguntó mientras caminaban hacia la entrada. La curiosidad la estaba matando.
—Invertí bien mi dinero —respondió Haewon escuetamente mientras abría la puerta de entrada con una llave electrónica.
Lily se detuvo justo en la puerta, sorprendida por lo poco que Haewon hablaba. Aunque, por lo que sabía, había sido militar y, más tarde, guardaespaldas de figuras importantes. Quizás ahí radicaba el misterio. Pero más allá del misterio, lo que le desconcertaba era lo poco que conocía a la mujer que ahora estaba encargada de su seguridad.
Entraron en la casa, y Lily sintió una mezcla de asombro y desconcierto. El interior era amplio y minimalista, con muebles de líneas limpias, colores neutros, y una distribución abierta que permitía que la luz natural lo llenara todo. No había mucho en las paredes, ni tampoco indicios personales; era una casa que, a pesar de ser lujosa, no mostraba nada de la persona que vivía allí. Parecía diseñada para ser intocable, fría, tal como la dueña.
Lily recorrió la entrada con la mirada, pero su mente seguía fija en el hecho de que Haewon vivía aquí. Esta mujer era un misterio. Cada vez que pensaba que la tenía medianamente descifrada, aparecía algo nuevo que la dejaba desconcertada.
—¿Vives sola aquí? —preguntó finalmente, mientras Haewon cerraba la puerta tras ellas.
—Sí —respondió con la misma frialdad de siempre.
Lily soltó una exhalación y miró alrededor una vez más antes de seguir a Haewon hacia la sala principal. La exmilitar seguía escaneando el entorno, como si esperara que el peligro la siguiera incluso hasta su propio hogar.
—Voy a asegurar la casa. No te muevas de aquí —dijo Haewon antes de dirigirse hacia las otras habitaciones, desapareciendo en la oscuridad de un pasillo largo.
Lily la observó irse, y aunque normalmente habría hecho algún comentario sarcástico, algo en la situación le decía que no era el momento. Se dejó caer en uno de los sofás, abrazándose las rodillas mientras su mente repasaba los eventos del día. Las amenazas, la persecución, la mirada de Haewon siempre alerta...
Y ahí estaba, en la casa de su guardaespaldas, una exmilitar fría como el hielo, que parecía que vivía solo para su trabajo. Pero por alguna razón, esa idea, esa cercanía impuesta, comenzaba a afectarla de maneras que no entendía del todo.
Lily permaneció en el sofá, en silencio, mientras su mirada vagaba por la sala. El espacio era impoluto, como si apenas se viviera en él. Una parte de ella estaba inquieta por lo ordenado y vacío que se sentía todo. Ni siquiera había fotografías o recuerdos personales, lo cual la hizo preguntarse más sobre Haewon. ¿Cómo era posible que alguien viviera de esa manera, tan distante de todo?
Los pensamientos de Lily fueron interrumpidos por el suave sonido de pasos. Haewon regresó, con el mismo semblante frío de siempre. Se detuvo frente a ella, manteniendo la distancia, como si la cercanía física también fuera una barrera emocional entre ellas.
—La casa está asegurada. No te preocupes —dijo Haewon, como si fuera una simple rutina, su voz baja pero firme.
—No me preocupo —respondió Lily, aunque ambas sabían que no era cierto. Había una tensión en su voz que no pudo disimular.
Haewon solo la miró, como si analizara cada palabra, cada expresión, pero no dijo nada. En lugar de eso, caminó hacia la cocina y empezó a preparar algo, dejando a Lily con sus pensamientos.
El silencio entre ellas se alargó, y Lily, incapaz de soportarlo más, decidió romperlo.
—¿Es siempre así? —preguntó, su tono un poco más suave esta vez—. ¿Tu trabajo? ¿Siempre tan... intenso?
Haewon no levantó la vista mientras hablaba, ocupada con lo que hacía en la cocina.
—La mayor parte del tiempo es tranquilo —respondió—. Pero cuando las cosas se ponen peligrosas, sí. Es intenso. Y siempre hay que estar preparada.
—¿Preparada para qué? —Lily frunció el ceño—. ¿Para morir?
Haewon hizo una pausa, pero no respondió de inmediato. Cuando finalmente habló, su tono era más suave, pero igualmente distante.
—Para cualquier cosa.
Lily la miró fijamente. Había algo en la forma en que lo decía, como si el peligro fuera una constante en su vida. Eso la hizo preguntarse cuánto más había detrás de esa fachada de frialdad.
—No puedes ser así todo el tiempo —insistió Lily, su voz cargada de frustración—. No puedes vivir tu vida sin... no sé, sin relajarte al menos un poco. Incluso ahora, estás actuando como si estuviéramos en una misión militar o algo así.
Haewon dejó lo que estaba haciendo y finalmente la miró, sus ojos fríos pero con un leve atisbo de algo más profundo.
—Esto es mi trabajo, Morrow. Y mi trabajo es mantenerte a salvo. No importa lo que piense o sienta. Siempre tengo que estar alerta.
Era como si todo en la vida de Haewon girara en torno a su trabajo, sin espacio para nada más. ¿Era eso todo lo que ella era? ¿Una máquina de protección? La idea de que alguien pudiera vivir así le resultaba asfixiante.
—¿Y qué hay de ti? —preguntó Lily, su voz ahora más suave, pero claramente preocupada—. ¿Alguna vez piensas en ti misma?
Haewon mantuvo su mirada fija en ella por un momento, pero en lugar de responder, simplemente se volvió hacia la cocina nuevamente, ignorando la pregunta. Lily suspiró y se levantó, caminando hacia ella.
—Tengo veintiún años. Puedo cuidarme sola. No tienes que estar así todo el tiempo.
Haewon se detuvo un momento, pero no se giró.
—No te puedes cuidar sola en esta situación.
Lily entrecerró los ojos. Esa frialdad, esa distancia... era como un muro imposible de atravesar. Y por más que intentara entender a Haewon, parecía que siempre se encontraba chocando contra ese muro de hielo.
—Bien —murmuró Lily, resignada—. Pero no te creas que te voy a hacer la vida fácil.
Haewon no respondió, pero Lily juraría que vio un atisbo de una sonrisa, apenas perceptible, en el rostro de su guardaespaldas.
Lily permaneció en silencio un momento más, observando la espalda de Haewon mientras ella continuaba en la cocina. La tensión en el aire era palpable, y justo cuando pensaba en decir algo más, un fuerte ruido resonó en la entrada, como si algo hubiera caído o se hubiera roto.
Ambas reaccionaron de inmediato.
Haewon se tensó, volteando rápidamente hacia la puerta de entrada, su mano ya moviéndose hacia la parte trasera de su cintura, donde llevaba un arma oculta. Lily dio un paso atrás, sus ojos abriéndose con sorpresa. Antes de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo, Haewon ya se estaba moviendo hacia la entrada.
—Quédate aquí —ordenó, con una voz baja pero firme, que no admitía discusión.
Lily sintió un escalofrío recorrer su columna. El lado militar de Haewon había emergido completamente. No había dudas ni titubeos en sus acciones. Como si esto fuera parte de su rutina diaria.
Mientras Haewon avanzaba hacia la puerta, manteniéndose cerca de las paredes, Lily apenas podía respirar. ¿Qué demonios estaba pasando?
Lily se quedó en la sala, mordiéndose el labio, su corazón acelerándose. Quería moverse, ayudar, hacer algo, pero las palabras de Haewon resonaban en su cabeza. "Quédate aquí". Entonces, contra su naturaleza, decidió hacerle caso, aunque la ansiedad le carcomía.
Unos segundos después, Haewon abrió lentamente la puerta de la entrada, su cuerpo en tensión, preparada para cualquier cosa. Al asomarse, no vio a nadie. Solo un pequeño paquete en el suelo, envuelto en papel marrón y con una cuerda atada de forma rudimentaria. Estaba allí, en el umbral, aparentemente inofensivo. Pero la experiencia le decía que nunca debía confiar en nada.
Tomó una pequeña navaja de su cinturón y cortó con cuidado la cuerda. Con la misma cautela, abrió el paquete. Dentro, un sobre de papel grueso con el nombre de Lily escrito a mano. Las letras eran angulosas, casi agresivas. Algo en la caligrafía le causó un mal presentimiento.
Llevó el paquete adentro, cerrando la puerta con un movimiento rápido, y caminó hacia Lily, su expresión más seria que nunca.
—Esto es para ti —dijo, extendiéndole el sobre.
Lily frunció el ceño, sin entender qué estaba sucediendo.
—¿Para mí? —preguntó, tomando el sobre entre sus manos—. ¿Qué es esto?
—Lo dejaron en la puerta —respondió Haewon, con los ojos fijos en ella—. Ábrelo.
Lily, un poco nerviosa, deshizo el sello del sobre. Dentro, encontró una sola hoja de papel, doblada cuidadosamente. La desplegó y, al leer las primeras líneas, sintió que el aire abandonaba sus pulmones.
"Este es solo el principio. Si sigues bailando, el próximo accidente será el último."
Lily dejó caer la carta, sus manos temblando ligeramente. Miró a Haewon, sus ojos llenos de una mezcla de miedo y confusión.
—¿Quién... quién está haciendo esto? —murmuró, su voz apenas un susurro.
Haewon recogió la carta del suelo, la leyó rápidamente y luego volvió a mirar a Lily con seriedad. La expresión en su rostro no cambió, pero Lily pudo notar que algo se agitaba detrás de su máscara fría.
—No lo sé. Pero lo averiguaremos —dijo, su voz firme y decisiva—. Y hasta que lo hagamos, no te apartarás de mi vista, Morrow.
Lily tragó saliva, su mente dándole vueltas a lo que acababa de leer. Las amenazas no eran algo nuevo, pero este nivel de precisión, de promesas veladas, era diferente. Era más personal.
—¿Crees que fue la misma persona del auto? —preguntó, casi sin aliento.
—Posiblemente —respondió Haewon, mientras guardaba la carta en su bolsillo—. Pero hay más de lo que imaginamos aquí. A partir de ahora, todo cambia. Estás en peligro real.
Lily analizó esas palabras. La vida de glamour, de escenarios y aplausos, de repente se sentía muy lejana. El peligro estaba mucho más cerca de lo que jamás había imaginado.
Lily se quedó callada un momento, asimilando lo que acababa de escuchar. El peligro real. Su corazón latía con fuerza, y el miedo comenzaba a invadirla lentamente. Pero entonces, algo dentro de ella se rebeló. No podía dejar que el miedo la consumiera.
—Esto es ridículo —murmuró, más para sí misma que para Haewon—. No necesito que nadie me cuide.
Haewon la observaba en silencio, con su habitual mirada impenetrable. No ofreció consuelo ni palabras de aliento, solo permaneció allí, evaluando cada gesto de Lily, cada emoción que se dejaba entrever.
—Escucha, Morrow —dijo finalmente Haewon, acercándose un paso más—, no es una cuestión de lo que necesites o no. Es mi trabajo. Y me pagan para protegerte, no para discutir contigo. Si no te gusta, lo siento, pero no voy a dejarte desprotegida.
Lily entrecerró los ojos. No le gustaba que Haewon tuviera razón. No le gustaba cómo esa mujer parecía tener el control absoluto de la situación, mientras ella se sentía impotente. Sin embargo, había algo más en Haewon, algo en su presencia firme y controlada, que la hacía sentirse segura. Aunque no quisiera admitirlo.
—¿Y ahora qué? —preguntó finalmente, tratando de sonar más fuerte de lo que se sentía—. ¿Me vas a encerrar aquí hasta que todo esto pase?
Haewon ladeó ligeramente la cabeza, como si estuviera considerando la pregunta.
—No necesariamente —respondió con calma—. Pero no volverás a tu casa esta noche. Aquí es más seguro, y necesito tiempo para averiguar qué está pasando. Además, no me arriesgaré a otra persecución como la de hoy.
Lily suspiró y se dejó caer en el sofá, cruzando los brazos con una expresión que mezclaba resignación y frustración. Sabía que no tenía más opción que aceptar la protección de Haewon, por mucho que le molestara.
—Está bien —dijo, finalmente—. Haré lo que digas… por ahora.
Haewon asintió, como si hubiera esperado esa respuesta desde el principio. Luego se dirigió hacia una puerta lateral, dejando a Lily sola en la sala.
Unos minutos después, Haewon regresó, con una pequeña bolsa en la mano. La dejó sobre la mesa frente a Lily.
—Ropa para mañana —dijo sin más explicaciones.
Lily levantó una ceja, observando la bolsa con curiosidad y algo de desconfianza.
—¿Me vas a vestir también? —preguntó sarcásticamente.
Haewon la miró, sus ojos fríos, aunque por un segundo, Lily pudo haber jurado que vio algo como una chispa de humor.
—Solo me aseguro de que estés cómoda —respondió secamente antes de volverse para salir de la sala nuevamente.
Lily la observó marcharse, sintiéndose un poco desconcertada. Había algo en la forma en que Haewon manejaba todo que la descolocaba. Era fría, distante, pero de alguna manera… cuidadosa. Aunque no de la forma en que la gente normal lo sería.
Lily suspiró y se acomodó en el sofá, dejando que el silencio de la casa la envolviera. Sus pensamientos iban y venían, entre las amenazas y la extraña relación que ahora tenía con su guardaespaldas.
"Una exmilitar", pensó. "¿Qué clase de vida tuvo antes de esto?".
Haewon reapareció en la puerta, observando a Lily por un instante.
—Descansa —le dijo con su voz fría y firme—. Mañana tenemos mucho que hacer.
Lily asintió, aunque sabía que dormir sería casi imposible esa noche. Con una última mirada hacia Haewon, decidió que lo mejor era hacer caso, aunque todavía no confiara del todo en la mujer que ahora era su sombra.
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