𝟬𝟮
Lily bajó del escenario con la música todavía resonando en sus oídos, pero su mente estaba en otra parte. La ovación del público la acompañaba, pero sus pensamientos eran un torbellino de inquietud y frustración. Esa presentación debía haber sido el centro de su atención, pero no había podido quitarse de la cabeza la mirada de Haewon, implacable y silenciosa, clavada en ella como un depredador que no aparta la vista de su presa.
La había visto, allí, entre la multitud, con esa postura rígida y vigilante. No necesitaba que Haewon estuviera allí; en realidad, no la quería cerca. Pero la vida de Lily, desde que comenzaron las amenazas, ya no le pertenecía del todo. Sully había tomado el control, decidiendo por ambas. "Es por tu seguridad", le había dicho. Como si eso cambiara algo.
Caminó por los pasillos del teatro, quitándose el maquillaje con rapidez mientras sus pensamientos giraban en torno a la misma pregunta: ¿hasta cuándo tendría que soportar la presencia constante de Haewon? No podía negar que el peligro era real. Las cartas de amenaza, con su caligrafía agresiva y sus palabras venenosas, eran prueba suficiente de que alguien estaba jugando sucio. Pero eso no hacía que fuera más fácil aceptar la situación.
Cuando salió del teatro, la fría brisa nocturna la golpeó, despejando momentáneamente su mente. Allí estaba Haewon, esperándola como siempre, apoyada contra el auto con los brazos cruzados. La luz tenue de la calle delineaba su silueta de exmilitar, esa misma postura que mantenía una tensión constante, lista para cualquier cosa.
Lily apretó los labios al verla, sintiendo ese nudo en el estómago que siempre aparecía cuando Haewon estaba cerca. Esa mujer la ponía nerviosa de una manera que odiaba admitir. Su presencia era como una sombra que no podía sacudirse, siempre acechante, siempre analizando, siempre presente.
Subió al auto sin decir una palabra, pero sintió la mirada de Haewon sobre ella todo el tiempo. Ese silencio denso entre ambas era peor que cualquier conversación incómoda que hubieran podido tener. No es que hablaran mucho. Haewon no era de muchas palabras; lo poco que decía estaba siempre cargado de una seriedad inquebrantable. Pero no era eso lo que molestaba a Lily, sino el hecho de que cada vez que la miraba, se sentía expuesta, como si Haewon pudiera leer todo lo que trataba de ocultar.
El motor arrancó con suavidad y el auto se deslizó en la oscuridad. Lily miraba por la ventana, intentando distraerse, pero no podía dejar de sentir esa tensión silenciosa que flotaba en el aire. No había necesidad de hablar, y Haewon parecía más que cómoda con eso. A veces, Lily se preguntaba si Haewon la veía como una tarea más, como un deber que cumplir sin emoción ni interés personal. Eso la enfurecía aún más.
Mientras conducían, Lily intentó no pensar en lo que la esperaba en casa. Otra noche sola, sumida en sus propios pensamientos, mientras Sully discutía con su equipo de seguridad sobre los próximos pasos. Lo peor de todo era saber que, aunque no quería la protección de Haewon, una parte de ella se sentía más segura cuando estaba cerca. Era algo irracional, y no lo admitiría en voz alta, pero su presencia imponente, su silencio, y esa mirada gélida la hacían sentir que, al menos, alguien estaba dispuesto a enfrentar cualquier amenaza.
Al llegar a su casa, Haewon estacionó el auto sin ningún gesto innecesario, todo en ella era preciso y calculado. Antes de que Lily pudiera abrir la puerta, Haewon ya estaba afuera, inspeccionando los alrededores con esa cautela casi inhumana. Lily la observó de reojo, notando la manera en que sus ojos recorrían cada rincón, cada sombra, como si en cualquier momento pudiera saltar el peligro.
Cuando finalmente le dio una señal leve con la cabeza, Lily se bajó del auto, manteniendo la distancia entre ambas. La mirada de Haewon seguía firme, fría, pero detrás de esos ojos, Lily sabía que estaba procesando todo. Observando, analizando. Siempre lista.
Lily caminó hacia la puerta de su casa, sintiendo esa mezcla de alivio y molestia que siempre aparecía cuando llegaba a este punto de la noche. Se detuvo antes de entrar, girando para observar a Haewon una vez más. Seguía allí, inmóvil, con los brazos cruzados, su postura militar intacta.
—No necesito una niñera —murmuró, casi más para sí misma que para Haewon, aunque sabía que ella podía escuchar cada palabra.
Haewon no respondió, ni siquiera hizo un gesto. Solo la miró, sus ojos reflejando esa distancia impenetrable que Lily tanto odiaba.
Con un suspiro, Lily entró a su casa, cerrando la puerta detrás de ella. Sabía que la presencia de Haewon estaba lejos de desaparecer, y que la relación entre ambas seguiría siendo un complicado juego de resistencia y frustración. La seguridad que Haewon le proporcionaba venía con un costo que Lily aún no estaba dispuesta a aceptar, un costo que implicaba reconocer que, en el fondo, dependía más de ella de lo que quería admitir.
Del otro lado de la puerta, Haewon permaneció en silencio, su mirada fija en la oscuridad que envolvía la casa de Lily. Después de unos segundos, su teléfono vibró en su bolsillo. Lo sacó y lo revisó: un mensaje de Sully, confirmando los próximos pasos. Sin decir una palabra, Haewon se alejó de la puerta, pero no sin antes echar un último vistazo a la casa.
(...)
Lily abrió los ojos. No había dormido bien, y no era algo nuevo. Desde que Haewon había comenzado a trabajar como su guardaespaldas, las noches se habían vuelto más inquietas. No importaba lo silenciosa que fuera, la presencia de Haewon rondaba en sus pensamientos como un eco constante.
Se levantó de la cama y, mientras se vestía, su mente comenzó a divagar. "Morrow". Solo Haewon la llamaba así, como si fuera un apellido en algún reporte militar. Nadie más lo hacía, y eso la ponía de los nervios. Era como si Haewon quisiera mantener esa distancia impersonal a toda costa. Siempre lo mismo: silencios largos, miradas penetrantes, y esa maldita actitud profesional que no dejaba que Lily supiera qué pensaba realmente.
Bajó las escaleras con rapidez, su cabello todavía húmedo de la ducha. El aroma del café llenaba la cocina, pero lo ignoró. No tenía tiempo para un desayuno tranquilo; tenía una larga lista de compromisos y presentaciones para el día. Y, para su irritación, sabía que Haewon estaría allí, siguiéndola como una sombra, manteniendo su distancia, pero siempre presente.
Al salir de la casa, tal como lo había imaginado, Haewon ya la esperaba junto al auto, vestida con su habitual atuendo discreto pero impecable. Con gafas de sol cubriendo sus ojos, mantenía esa postura rígida y vigilante, como si no hubiera descansado en toda la noche. Lily sintió un hormigueo en la nuca. Esa sensación de ser observada no desaparecía nunca.
—Buenos días, Morrow —dijo Haewon sin emoción mientras abría la puerta del auto.
Lily rodó los ojos, pero subió sin responderle. A veces, se preguntaba si Haewon la llamaba así solo para fastidiarla. A medida que el auto se ponía en marcha, el silencio entre ellas se volvió pesado, cargado de todo lo que no se decía. Era como un tira y afloja constante, donde ninguna de las dos cedía ni un milímetro.
El trayecto fue silencioso. Lily intentaba distraerse mirando el paisaje de la ciudad a través de la ventana, pero el peso de la presencia de Haewon siempre la mantenía en alerta. Llegaron al estudio donde Lily tenía su primera reunión del día, pero justo antes de que pudiera bajarse del auto, Haewon la detuvo con una mano firme en su brazo.
—Espera —dijo, sin mirarla directamente.
Lily frunció el ceño, confundida.
—¿Qué ocurre ahora? —preguntó, irritada.
Haewon no respondió de inmediato. Bajó del auto primero y se quedó de pie, mirando alrededor del edificio con los ojos entrecerrados, como si buscara algo. Su postura era tensa, como la de un soldado en medio de una operación encubierta. Lily siguió su mirada, pero no vio nada fuera de lo común. Transeúntes apresurados, autos yendo y viniendo… todo parecía normal. Pero para Haewon, cualquier cosa podía ser una amenaza.
Después de unos largos segundos, Haewon finalmente se relajó un poco y volvió a abrir la puerta para que Lily bajara..
Lily, aunque molesta, no podía ignorar el leve temblor de nervios que la recorrió. Haewon no se ponía así por nada. Quizás estaba comenzando a sospechar que algo más estaba ocurriendo. Las cartas de amenaza habían sido tomadas en serio desde el principio, pero este era un nivel de cautela que Lily no había visto antes. Sin decir nada más, siguió a Haewon hacia la entrada del edificio.
Al caminar hacia el interior, Haewon no quitaba los ojos de los alrededores. Cada persona que pasaba recibía una rápida evaluación. Era como si Haewon pudiera leerlos con solo mirarlos. Lily, en cambio, trataba de ignorar esa sensación de incomodidad, pero estaba claro que algo estaba rondando en la mente de su guardaespaldas.
Mientras avanzaban por el lobby del edificio, Lily trató de calmarse. No podía permitir que los nervios la dominaran justo antes de su reunión. Pero el constante escaneo de Haewon, que ahora caminaba unos pasos detrás de ella, la ponía aún más tensa. Sabía que esas cartas de amenaza no eran una broma, pero tener a alguien como Haewon cerca solo hacía que la gravedad de la situación se sintiera más real.
—¿Qué es lo que crees que va a pasar? —murmuró Lily, sin volverse a verla.
—Es mi trabajo anticipar cualquier peligro —respondió Haewon con su tono monótono habitual.
Lily apretó los labios, irritada.
—Ya lo sé, pero no necesito que estés sobre mí como una niñera. Puedo cuidarme sola, Haewon —dijo, bajando la voz pero manteniendo el tono firme—. Tengo veintiún años, no soy una niña.
Haewon no contestó de inmediato, y ese silencio le dio a Lily una pequeña esperanza de que finalmente dejaría de seguirla tan de cerca. Pero no. Cuando Haewon volvió a hablar, su voz sonaba igual de fría e imperturbable.
—No estoy aquí para complacerte. Estoy aquí porque me pagan por protegerte —dijo con un toque de frialdad en su tono, lo suficiente como para dejar clara la distancia profesional que siempre mantenía entre ellas.
Lily se giró para mirarla con los ojos entrecerrados, pero Haewon ya estaba mirando hacia otro lado, evaluando nuevamente su entorno como si ella no estuviera ahí. La bailarina suspiró, sabiendo que no valía la pena discutir con ella. Siempre era lo mismo. Esa barrera de hielo que Haewon levantaba cada vez que Lily intentaba acercarse más allá de la relación de guardaespaldas y protegida.
Finalmente llegaron a la sala de reuniones. Antes de entrar, Lily se volvió hacia Haewon y la miró fijamente.
—Voy a estar bien. Deja de mirarlo todo como si fuera a explotar —murmuró.
Haewon la observó un segundo, su rostro tan inescrutable como siempre, y luego asintió ligeramente.
—No bajaré la guardia —dijo, como si fuera una advertencia.
Lily no respondió. Entró en la sala y cerró la puerta detrás de ella, dejando a Haewon fuera. Sin embargo, aun sabiendo que la exmilitar estaba al otro lado de la puerta, no podía dejar de sentir esa incomodidad en el estómago. Era frustrante cómo la presencia de Haewon lograba desconcentrarla. Siempre tan calculada, tan inmutable… pero era esa distancia lo que la irritaba más.
La reunión fue larga, pero Lily apenas prestaba atención. Sus pensamientos volvían una y otra vez a la noche anterior y a la constante vigilancia de Haewon. Al final, cuando salió del edificio, esperaba encontrar a la exmilitar aún allí, esperando en el mismo lugar.
Efectivamente, Haewon estaba junto a la puerta, aunque esta vez estaba hablando con Sullyoon, que acababa de llegar. Lily se acercó, pero mantuvo cierta distancia, observándolas. Podía escuchar parte de la conversación, pero la voz baja de Haewon y las respuestas cortas de Sullyoon hacían difícil descifrar exactamente de qué estaban hablando.
Sullyoon le lanzó una mirada a Lily, sonriendo con esa dulzura que siempre lograba calmar sus nervios.
—¿Cómo estuvo tu reunión? —preguntó.
—Aburrida como siempre —respondió Lily con un encogimiento de hombros.
Sullyoon asintió antes de dirigir su atención nuevamente a Haewon. Era claro que su relación iba más allá de lo profesional; parecían conocerse desde hace tiempo. Lily no podía evitar preguntarse si Sullyoon sabía algo más sobre la exmilitar que ella no. Pero, por más que quisiera interrogar a su amiga, no era el momento ni el lugar. Haewon se mantenía en su lugar, siempre alerta, y Lily sabía que cualquier intento de romper ese muro sería inútil.
Finalmente la conversación terminó y Haewon se acercó a Lily, haciendo una seña con la cabeza de que ya tienen que irse.
Lily asintió, aunque con una ligera mueca. Sabía que el día apenas comenzaba, y que la presencia de Haewon sería una constante en cada paso que diera. Mientras caminaban hacia el auto, con la mirada vigilante de Haewon recorriendo cada rincón, Lily no pudo evitar sentirse atrapada entre la seguridad que Haewon representaba… y la desconcertante atracción que, sin querer, comenzaba a sentir por su misteriosa guardaespaldas.
El trayecto de regreso a casa de Lily había comenzado como cualquier otro. El día estaba nublado, y aunque la reunión había sido agotadora, Lily trataba de desconectarse, mirando por la ventana mientras el auto de Haewon avanzaba por las calles de la ciudad. Pero esa calma no duraría mucho.
De repente, Haewon miró por el retrovisor con una ligera fruncida en el ceño. Aceleró un poco más, como tanteando el terreno, y Lily, aunque distraída, lo notó.
—¿Qué pasa? —preguntó, ligeramente alerta.
—Nada —respondió Haewon, pero su tono no convenció a Lily.
Unos minutos más tarde, el auto detrás de ellas se mantuvo peligrosamente cerca, pegándose al parachoques del coche de Haewon. Era más que una coincidencia. Al instante, Haewon dejó de pretender que todo estaba bien. Con la mirada fija en el camino, aceleró de golpe.
—¿Qué diablos...? —comenzó Lily, agarrándose al asiento.
—Nos siguen —dijo Haewon, su voz baja y firme, sin desviar la mirada del retrovisor ni un segundo—. Ponte el cinturón, Morrow.
Lily obedeció sin protestar esta vez, sintiendo cómo la adrenalina empezaba a recorrer su cuerpo. La tensión en el aire era palpable. El auto que las seguía no mostraba signos de disminuir la velocidad, y Haewon parecía lista para cualquier cosa.
El motor rugió cuando pisó aún más el acelerador, cambiando de carril rápidamente para intentar perder al perseguidor. Las calles se volvían cada vez más estrechas, pero Haewon se movía con precisión militar. Su rostro era una máscara de concentración absoluta, y cada movimiento que hacía era frío y calculado.
Lily no podía quitarle los ojos de encima, asombrada de cómo mantenía la calma en una situación que para ella era absolutamente aterradora.
—Voy a llamar a Sullyoon —dijo Haewon, sin desviar la mirada del camino mientras sacaba el teléfono del bolsillo de su chaqueta.
—¿Sullyoon? ¿Por qué? —preguntó Lily, entre confundida y asustada.
—Porque sabe qué hacer —fue la única respuesta de Haewon antes de marcar el número y llevarse el teléfono al oído, aún con una mano firme en el volante.
—Yoonah, soy yo —dijo Haewon, su voz firme, pero no había ni un rastro de la dureza habitual que mostraba frente a Lily. Ahora, sonaba completamente profesional y coordinada—. Nos están siguiendo.
Lily apenas podía escuchar lo que Sullyoon respondía al otro lado de la línea, pero fuera lo que fuera, Haewon asentía mientras hacía giros rápidos para tratar de despistar al auto. Al cabo de unos segundos, Haewon colgó el teléfono.
—No podemos ir a tu casa —dijo secamente—. No es seguro.
—¿Qué? —Lily estaba cada vez más inquieta—. ¿A dónde vamos entonces?
—A la mía.
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