̶P̶r̶ó̶l̶o̶g̶o̶
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PRÓLOGO
SWEET BLOODY
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APROXIMADAMENTE FUE a la mitad del siglo XVIII cuando todo comenzó. Cuando una condesa de la corte de Italia murió. O eso creyeron todos.
Rezar no los salvará del monstruo en que se convirtió.
Piel blanquecina, cabello negro cual carbón, ojos grandes hipnotizantes, curvas como el infierno y belleza sin igual. Así se describe el demonio de Seabrooke.
El mismo demonio habitaba en el cuerpo de una adolescente de dieciséis años que vivía en la comunidad como cualquier otro humano. Nicolette es su nombre. Correría al escucharlo si su portadora no fuera tan hermosa.
Seis veces seguidas, ganadora de los concursos de belleza más prestigiosos. Indomable y reservada, no saben la suerte que corren los que les parece inalcanzable. Es mejor que no te tenga en la mira y si es el caso, mejor ve despidiéndote.
El diablo en forma de inocencia y belleza paseo sus huesudas manos por sus brazos desnudos con delicadeza extrema y suspiro al no sentir algo diferente al frió de siempre. Sangre extraña y caliente recorría su cuerpo abrigando su interior sin llegar a su inexistente corazón. Siguió con su pecho y simulo el movimiento de latidos extrañándolo mientras buscaba su reflejo en el pequeño espejo sobre el buró, no era conveniente tenerlos por todo el lugar y quedar expuesta.
Tomo asiento frente a este buscando algo inexistente, desvió la vista hacía el gran ventanal donde el atardecer se asomaba y dejaba ver su ultimo rayo del día, giro su cabeza al lado contrario en dirección al suelo e imagino una silueta, una sombra...
Con frustración se peino hacia atrás su húmedo cabello negro y puso la cámara de su celular donde por fin pudo ver su rostro.
Todo seguía igual, estaba perfecta.
Entre busco en su bolsa de maquillaje y al encontrar sus gotas especiales se las coloco en los ojos y poco a poco por la cámara presenció como su iris rojo cambiaba a uno café natural para evitar que su lado más monstruoso se viera expuesto.
Dio una mirada a las puertas de su armario y con pesar se levanto en aquella dirección, sabía lo que tenia que hacer.
Minutos después volvió a sentarse en el mismo lugar ahora con un vaso con liquido rojo en una mano y un libro ocupando la otra, abrió este último en la pagina que indicaba el separador y sus ojos cansados comenzaron a pasearse por la hoja.
Se acerco a los labios el vaso que contenía el néctar de la vida para ella con cierto rencor. Sinceramente, esos seis meses lejos de casa no se estaba alimentando como debería, solo tomaba lo suficiente para no morir, ni siquiera saboreaba.
Avanzaba en palabras pero la verdad es que no estaba comprendiendo nada de lo que leía, sus pensamientos estaban en otro lado. Si era sincera, por primera vez en su nueva vida, tenía miedo.
Zombies y Hombres lobo habitaban Seabrooke como si nada después de tantos milenios de conflicto con los humanos. Ya no serían los únicos monstruos paseándose como si nada por la perfecta ciudad. Le molestaba compartir y más cuando aquellos seres amenazaban su raza y la vida como la conocía hasta ahora.
Los zombies siendo violentos y fuertes por naturaleza, si llegaba a provocar a uno con un solo empujón podrían romperlos como simple porcelana. Y ni hablar de los peludos, moriría por el solo hecho de estar a menos de dos metros de cualquiera. El rencor no se va.
Tomo con sus delicadas y pálidas manos el vaso de vidrio que deja ver un líquido carmesí espeso que astutamente no levantaba ninguna sospecha, tantos frutos rojos con demasiados nutrientes y ella siendo tan bella tenía la excusa perfecta de incluir asquerosas combinaciones de jugos en su dieta .
De pronto su lectura y tranquilidad se vio interrumpida cuándo una persona entro de forma estruendosa en su dormitorio. Ni siquiera tuvo que girar completamente para saber de quién se trataba, rodó los ojos al instante, reconocería ese olor a ajo con mal aliento de cafeína en un tonto intento de cubrirlo con perfume barato a kilómetros, literalmente. Stacy, una chica de su clase de geometría.
Era esa típica chica desaliñada e insoportable que buscaba juntarse con chicas populares y lindas como ella solo por status pero la realidad es que casi nadie toleraba por mas de diez minutos. Y era demasiado molesto que ella se tomara ese tipo de libertades como entrar a su recamara de forma no apropiada para alguien que no consideras cercano y mas si se lo dejo en claro varias veces.
Aunque, bueno, aquella lista no era muy larga, solo estaba su hermana Dalia y tal vez una que otra vampiresa del consejo pero en sí no confiaba en casi nadie.
— ¡Hola! ¿qué hacías? — Pregunto efusiva a lo cual Nicolette simplemente retomo su texto y respondió de forma seca:
— Leyendo.
Stacy ignoro el tono molesto que uso la azabache y se acerco a ella invadiendo su espacio personal y arrebatándole el libro de las manos.
— ¿Qué es? — Se puso a ojearlo sin cuidado mientras que la pelinegra se aguantaba las ganas de morder su cuello y verla morir desangrada. — ¡No puede ser! — La rubia fingió asombro — También me gusta Virginia Woolf.
Nicolette tomo su vaso por precaución y se movió hacia su cama lejos de esa acosadora.
— ¿En serio? — Ni siquiera se molesto en disimular la falta de interés.
Su vuelo de regreso a Seabrooke era mañana muy temprano y estaba cansada, guiño.
— Si bueno... yo venía a ver si ya habías empacado, ya que te regresa a America.
La chica trato de no fruncir el ceño, ¿qué otra prueba necesitaba para probar que si era una acosadora?
— Terminé hace poco, no necesito ayuda, gracias.
— Ay pero — Se quedo muda unos segundos pensando en una excusa para quedarse en tanto se acomodaba su anteojos — Nunca se sabe, a lo mejor olvidaste algo en un rincón.
Nuevamente la rubia sin permiso se aproximo al armario de la habitación sin darle tiempo a Nicolette para reaccionar y abrió de par en par las puertas de este encontrándose con un gran número de bolsas de sangre dejándola petrificada.
— ¿Q-Qué es esto? — tartamudeo con voz temblorosa la de ropa holgada.
Para este punto Nicolette acepto su culpa y se regaño mentalmente el no haber escondido su alimento en otro sitió por un día ya que toda la hermosa ropa que antes ocupaba lugar en el clóset escondía perfectamente la sangre.
Tomo una profunda respiración y agudizo sus sentidos en busca de alguna otra persona al rededor pero a los segundos de serciorarse que efectivamente no había ni un alma cerca sonrió mas tranquila.
— Ay Stacy, no tenías porque enterarte así — Se levanto de la cama con una extraña y terrorífica calma para la rubia la cual quería correr pero no podía — ,pero te mentiría si te dijera que no lo voy a disfrutar.
— ¿Qué vas a disfrutar? — Las primeras lagrimas ya comenzaban a asomarse por los ojos de la de anteojos.
— Tu tranquila, solo sentirás un pinchazo en el cuello...
Miraba con superioridad a los habitantes de Seabrooke a través de los vidrios polarizados de la limusina que la llevaría a su gran hogar. Debía protegerse del sol, no es cómo que se fuera a quemar hasta hacerse polvo pero aquella luz natural era una verdadera molestia, pero nada que un buen bloqueador y unas oscuras gafas de sol no resuelvan. Nunca lo admitiría en voz alta pero ama a los humanos desde que inventaron esos dos productos que le permiten tolerar de forma cómoda la luz del día.
Varias miradas curiosas quedaban fijas en el alargado auto negro, la mayoría sabían de quién se trataba, Nicolette, su reina de belleza estrella regresaba de su intercambio en Europa.
Sonreía minúsculamente al ver rostros conocidos por las calles pero cuando en su campo de visión entraba algún ser de cabello verde su cara cambiaba drásticamente a muecas de asco, Dalia nunca dejo de mantenerla informada de toda la situación en Seabrooke a pesar de que esta estuvo ignorando sus mensajes y vaya que no fueron gratas las noticias, por pura suerte no tuvo la molestia de encontrarse con un lobo en el camino.
Prefirió dejar de ver el exterior y se concentro en una pequeña mancha carmesí en el pañuelo que sobre salía de su bolso, lo escondió rápido mientras una sonrisa traviesa se asomaba por sus labios.
Stacy fue un buen bocado para su humor y apariencia antes de volver pues no es lo mismo una cosecha reciente a un reserva de varios meses en un lugar no tan refrigerado. No es como si esa chica tuviera el sabor mas exquisito pero una vez que dio la primera mordida no pudo parar, no engañaba a nadie, se moría de hambre, tanto que incluso pensó en ir de caza pero con todo el autocontrol que tuvo en ese momento se logro encerrar y terminar las bolsas que había conseguido para esos seis meses, que si bien se termino en una noche.
Sintió una paz increíble en el momento en el que la limusina pasaba por las grandes rejas de la mansión.
Su "familia" era de las más respetada y adineradas de la ciudad pues era descendientes directos de los fundadores de Seabrooke. Bueno, entre comillas, mas bien Dalia si fue una de las fundadoras originales y sobreviviente al ataque de los lobos pero claro que tenían sus trucos para no dejar expuesta la verdad y que todos sepan que son inmortales y que han pasado siglos con diferentes identidades en el mismo sitio.
Se bajo del coche con su elegancia tan característica de siempre hasta que su travesía hacia la entrada fue interrumpida por Delia la cual salió de la gran casa vistiendo uno de sus caros y finos vestidos con una expresión preocupada.
— Estas bien. — La mayor se lanzo a sus brazos con alivio.
— ¿Por qué no debería? — pregunto en su tono serio usual.
— Esta semana hay Luna negra, debemos estar mas juntas que antes y comer el doble que antes.
Ahora ya todo tenía mas sentido.
Los lobos no llevaban mucho tiempo en la escuela hasta donde sabia pero parece ser que solo les bastaron un par de semanas para apestar toda la escuela.
Llevaba mas de veinte minutos fuera de esta tratando de no vomitar en la entrada y honestamente se estaba hartando.
Bufo frustrada y dejo caer rendida su cabeza pero no fue que sintió una mano en su hombro junto con un olor no muy potente a ¿muerto?
— Hola — saludo amable — ¿necesitas ayuda?
Inspeccionó a alto chico de pies a cabeza, pelo verde, lindas facciones, piel grisácea con ojeras rojas y lo más importante: una zombie-band en función.
Sonrió coqueta.
— ¿Eres de los nuevos verdad? — Zed quedo mudo varios segundos.
Se sentía hipnotizado, como si no tuviera control de su cuerpo y sus pensamientos estaban fuera de su cabeza, estaba en un trance hasta de repente todo cesó.
— Eh ¡si! — sacudió un poco su cabeza — ¿Ya estudiabas antes aquí?
— Si, semestre de intercambio... — el asintió aún algo extrañado por lo antes ocurrido — pero con la nueva administración estoy algo pérdida — fingió un puchero.
— ¡No te preocupes! Yo te ayudo — se ofreció rápidamente casi como un comentario involuntario — Soy el presidente del consejo estudiantil, lo se todo. — presumió.
— Mi héroe.
La pelinegra se levantó de un salto galante y enrolló su brazo al del chico zombie para después arrastrarlo hacia el interior.
Lo mejor era empezar con el pie derecho y tener aliados del lado verde. Vaya, pensaba que los zombies solo sabían gruñir, se aprenden cosas nuevas todos los días.
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