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CAPÍTULO OCHO
MY OH MY
PART TWO
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EL MUNDO PODRÍA ser un lugar desagradable y ruin, sobre todo para las pequeñas almas en desgracia que seguían rezando porque el mal se alejara de ellos sin saber que vivían entre ellos mismos.
Luciendo tan radiantes y perfectos, sabían que poco a poco sus víctimas caerían en calamidad, bajo sus colmillos.
Se mantenía concentrada, esperando los presagios y la serenidad salpicando sobre su perfecto y fino rostro, corriendo desde el suelo llenando los escritos sagrados.
Todo lo que Vlad le dijo desde el principio hace muchos años estaba rondando por su cabeza. Los vampiros primerizos era un estorbo y un gran riesgo para la vida como la conocen ahora, eran salvajes y sin autocontrol, lo mejor era exterminarlos hasta terminar con un pequeño grupo en lugar de una multitud que en cualquier momento podría revelarse, por eso eran creados los círculos de sangre cada año en el cumpleaños de Morrigan y así se mataban entre ellos.
Vlad siempre fue un espécimen frío y sádico, hacia lo que quería con su raza, era el rey, a fin de cuentas podía ¿no?. No se le escapaba nada, nunca, por ello Nicolette no sabía que pensar del hombre que estaba sentado a su lado aplaudiendo mientras observaban como un novicio le arrancaba la cabeza de un solo jalón a otro vampiro mediocre.
Estaba segura de que la había olfateado cuando ambos se abrazaron cuando este estuvo completamente limpio después de devorar a los humanos de su despertar. Se ha is alejado de ella con el ceño fruncido y una mirada no muy amable, ella estaba preparada para una fuerte reprimienda y con suerte su castigo no sería la muerte, pero fue todo lo contrario, luego de ello simplemente palmeó sus hombros con una mirada acusadora, quería hacerle entender que él ya sabía todo, y posteriormente se alejó como si nada para ponerse presentable para la gran noche.
Seguido a ello, no volvió a decir una palabra, sus hombres los escoltaron hasta los balcones exclusivos para ver el sangriento show. Fingía que no ocurría nada y eso la volvía loca, se comía de nervios.
Carraspeo intentando llamar su atención, solo quería que le dijera algo, lo que sea, pero siguió ignorándola. Tomó de su copa ansiosa.
El miedo estaba en el aire y no solamente el que emanaba de ella. Había muchas clases de horrores, pero al final todos los demonios daban miedo.
No sabía que hacer realmente, una nueva ronda intercambiando golpes con su propio ego hasta inclinarse y rogarle que la dejara vivir pero alguien más se le adelantó.
— ¡Mi señor! — un vampiro novato cubierto de sangre y mirada desesperada se acercó a las rejas del círculo gritando con horror — ¡Por favor, sáqueme de aquí! — sus súplicas no pudieron concluirse debido a que una vampiresa lo tomó desde atrás y lo jalo hasta el centro donde otros dos lo atacaron hasta despedazarlo. Vlad soltó una fuerte carcajada.
— Pobre estúpido. — siguió riéndose bajo la atenta mirada incómoda de la pelinegra hasta que un sirviente se acercó a su oído y le susurró algo que si bien Nicolette logró escuchar no entendió una sola palabra.
La expresión divertida del rey de los vampiros cambio a una fastidiada y finalmente la miró.
— Sígueme, te necesito para un trabajo. — exclamó con cansancio en tanto Nicolette trago saliva nerviosa.
Vlad era el amo de las mentiras y un escurridizo de lo peor, quería creer que no la llevaría a su final en ese momento. Se levantó de su asiento con duda y con pasos temblorosos lo siguió hasta una enorme puerta caoba y en sus adentros solo se oían rugidos y gritos.
Ella miró el lugar confusa e interrogante hasta que su vista terminó en el pelinegro a su lado.
— Está gente nunca entiende... — exclamó con falsa tristeza para finalmente abrir aquel cuarto revelando una extraña escena para Nicolette.
Había un hombre y una mujer, encadenados del cuello y brazos, lucían desesperados por querer liberarse mientras que del otro lado de la habitación había una niña que lucia de no más de ocho años atada de la misma manera pero tenía miles de mordidas alrededor de su cuerpo y sangre en su boca, entendió que ella misma se hizo aquellas heridas, sus ojos estaban completamente negros y sus garras salidas, actuaba de forma violenta y no dejaba de gritar y moverse.
Nicolette ansiaba golpearla por todo su alboroto.
— Está es Ivanna. — señaló a la menor la cual siguió gritando sin ninguna razón — Ellos son sus padres: Violet y Víctor. — Nicolette siguió con el ceño fruncido aún tratando de entender — Bueno, ya con eso aclarado ¿cuál es una de las más importantes reglas vampiro además de no comer humanos y no revelar nuestra naturaleza? — preguntó en su dirección esperando que supiera la respuesta.
Por la mente de Nicolette pasó rápidamente la frase « No convivir con licántropos » pero se lo guardo, sería como clavar su propia tumba, ademas sabía que el lo omitió a propósito.
— ¿No? Bien. — junto sus manos y camino hacia la pareja calmado — Una de las reglas que jamás debes romper, es la de procrear.
Nicolette abrió la boca asombrada, se sintió tonta al olvidarse completamente de ello.
— Supongo que no es tan fácil de recordar siendo que... — soltó una risa recordando algo — ¡no podemos tener hijos! — su tono de voz cambió al igual que sus ojos y miró con furia a la pareja la cual retrocedió asustados — Ni siquiera preguntaré como lo hicieron. — Exclamó desinteresado — Solo quiero que vean el resultado de su irresponsabilidad. — Señaló a la mocosa que no paraba de gritar y hacerse daño a sí misma buscando un poco de sangre — Los niños vampiro son más peligrosos que un adulto promedio, no tienen control ni noción para encubrir nuestro secreto ¿las consecuencias? Un monstruo sin consciencia y sin sed saciada.
Se alejó molesto del hombre y la mujer y cuando pasó por el lado de Nicolette musitó un cortante y rápido « mátala ».
Nicolette lo observó asombrada y ansiosa, no creyó que después de que la oliera la fuera a premiar de esa forma. Estaba cansada de los gritos de la escuincla, parecía una niña berrinchuda en pleno pasillo de supermercado, quería callarla de una patada en la boca pero se le ocurrió algo mejor.
Se acercó hasta ella con una sonrisa malvada. Suspiro profundamente tenía mucho tiempo sin utilizar sus poderes.
Colocó sus manos a los lados de la cabeza de Ivanna pero sin tocarla y humo negro en forma de pequeños hijos comenzó a salir de sus dedos. Los ojos de Nicolette se volvieron negros y con su mente controlaba la dirección de estos mismos. Poco a poco los fue introduciendo a sus oídos causándole la sensación de que agujas se introducían en ella por aquellos orificios hasta pasearse por sus venas en el resto de su cuerpo. Ahora sus chillidos no eran sin ninguna razón, ahora eran de dolor, tomaba sus extremidades y oídos con fuerza tratando de hacer que el dolor se fuera, pero sería en vano. Nicolette extendió sus sonrisa al observar sus inútiles intentos.
Si bien con el simple contacto de piel con piel estos se expenderían rápidamente y por completo en el cuaderno de su víctima pero con su mente era más tardado, y por ende, más doloroso.
— Iris, — Vlad llamó a sus espaldas en tono de advertencia — que no sufra mucho ¿si? — dijo pareciendo preocupado más ella sabía que no.
— Como sea. — dejó de fluir su poder — Igual, odio a los niños. — Al término de su frase tomó la cabeza de la niña y la giró hasta escuchar un fuerte "crack" anunciándole su muerte.
Vlad sonrió en su dirección hasta que con su cabeza le indicó los otros dos culpables con la cabeza. Nicolette siguiendo órdenes de acercó galante primero al hombre.
Sonrió y luego en un rápido movimiento arrancó el gran trozo de carne de su cuerpo mientras succionaba toda la sangre posible ignorando los gritos y llantos de su víctima y poco después un sirviente le acercó una toalla para que se limpiase. Era una noche de gala.
Sonreía deseada por los hombres a su alrededor, morenos, rubios, asiáticos. Ella, siendo un vampiro emocional se sentía en el cielo. Pero, no fue hasta que escuchó la gran puerta del salón abriéndose revelando nada más y nada menos que a Vlad, su esposo desde hace quinientos cincuenta y cinco años exactamente.
Tomó su copa llena de la sangre de algún pobre individuo y la levantó en su dirección en forma de saludo a la vez que acariciaba la cabeza de los vampiros a su alrededor que comían de su mano.
Pero cuando su vista cayó en la acompañante de su marido su sonrisa no se borró, solo se convirtió en una forzada y mostró sus colmillos. Cosa que no estropeo la tranquilidad de Nicolette.
Odiaba a esa chiquilla con toda su inexistente alma, siempre que estaba ahí Vlad simplemente la ignoraba, era como un ser intocable y único, nadie podía hacerle nada solo por el simple hecho de ser "la favorita".
Ella no era tonta y sabía que toda esa fachada de "protección y amistad" era una burla para su inteligencia. Estaba segura que tenían un amorío, pues conocía Vlad y comprendía que sus simples aventuras no significaban tanto, entonces eso iba más allá. Se sentía amenazada a que alguien le pudiera quitar su lugar como reina.
Apretó sus labios e hizo una seña para que detuvieran la música y el alboroto de su celebración.
— Vaya... vaya... — los invitados giraron su vista hacia donde su reina miraba — Pero si es Iris Vandelize, hace mucho que no te veía querida. — mencionó con total hipocresía haciendo que Vlad la mirara con advertencia, estaba al tanto de todo y no quería que por los celos de su mujer Iris terminara mal.
— Morrigan — saludó la anterior nombrada con una sonrisa — Feliz cumpleaños.
Se acercó lentamente hacia ella pasando por entre todos los invitados que claramente sentían la tensión entre ambas vampiresas. Era imposible para Nicolette no notar la gran molestia que la reina vampiro sentía al verla, pero poco o nada le importaba, tenia a Vlad de su lado y él siempre le ponía un alto antes de que se pasara de lista.
Y finalmente la mayor llegó hasta Nicolette y le dio un abrazo de saludo, la apretó fuertemente contra su cuerpo en forma de advertencia y Nicolette lanzó un leve quejido casi inaudible pero aquello hizo que la pelirroja mayor lograra olfatearla. Morrigan abrió los ojos sorprendida y una pequeña sonrisa malvada se extendió sobre su rostro mientras sus ojos se topaban con los de Vlad centímetros atrás que le suplicaban con la mirada que no lo hiciera.
Se separó de Nicolette rápidamente fingiendo una mueca de horror.
— Tienes el hedor a ellos... — musita asombrada y la señala poniendo alerta a los demás vampiros a su alrededor — ¡Hueles a los licántropos! ¡Traidora!
Nicolette sintió como todo el aire de sus pulmones salía dejándola completamente seca y con temor recorriendo su ser. Estaba paralizada.
Los vampiros a su alrededor tomaron una postura amenazante y se preparaban para atacar pero rápidamente Vlad la puso detrás suyo protegiéndola.
— Es un error, Morrigan. — Llamó igual con ese tono de advertencia de que no lo hiciera más grande.
— Tiene razón. — Dalia se apresuró a llegar a la escena — Los hombres lobo llegaron a Seabrooke hace meses, su hedor está por todos lados, no convivimos con ellos. — Exclamó con una mirada dura hacia la reina vampira. — Es muy probable que yo también huela a ellos.
Dalia era coqueta y lasiva, siempre actuaba como si nada le importara pero cuando se metían con su Nicolette era capaz de sacar las garras y meterlas al fuego por ella. Era su hermana y mejor amiga, aunque aveces la trate mal ella la seguirá amando.
La pelinegra mayor miró a los cuatro inmortales frente a ella de forma despectiva.
— ¿Es cierto?
— Está por todos lados, incluso salió en las noticias. — Nicolette salió a defenderse — Ahora los humanos están bajo su protección.
Morrigan abrió la boca sorprendida mientras que Vlad miró a la chica a lado suyo ceñudo y después a su mujer.
— Yo... no tenía idea. — Cubrió su boca avergonzada.
Fue un mal desliz para su tiempo a cargo los años de invernación de Vlad, quedó muy mal frente a todos, se suponía que cuidaba a los vampiros y estaba alerta a cualquier cosa. Claro que ello no era así, vivía revolcándose con cada vampiro que se le pusiera enfrente y despilfarraba las joyas y dinero de Vlad además de querer reinar con puño de hierro.
Vlad la miró molesto por su gran descuido pero decidió tragarse el coraje, no quería hacer una escena, hablaría con ella más tarde.
— ¿De qué manada estamos hablando? — preguntó hacia Nicolette aún mirando duramente a su esposa.
— Wølf. — sonrió y miró de forma superior a la mujer frente a ella. Esperaba que Vlad la destruyera por su error.
Al oír el nombre de la manada la mirada del pelinegro se endureció aún más. No era posible que Morrigan dejara pasar ese gran detalle. Le lanzó una mirada rápida a uno de sus sirvientes y le tronó los dedos y musitó un simple « tráelo »
El gran Drácula tomó paso hasta quedar en el centro del salón con una pequeña sonrisa bajo la atenta mirada de todos los no-muertos expectantes.
Miles de flashbacks inundaron su mente. Hace poco más de trescientos años fue cuando estuvo cara a cara con Johan Wølf, un alfa muy poderoso y que trató de matarlo. Una batalla sangrienta se desató entre ambos donde terminaron demasiado heridos, Vlad mucho más, estuvo pisándole los talones a la muerte pero solo por un milagro logró sobrevivir. Ese día ambos juraron destruirse el uno al otro más desgraciadamente no han vuelto a verse las caras.
Hasta ahora, esta era su nueva oportunidad.
— Como saben, — comenzó — hace varios siglos estuvieron a punto de perder a su líder a manos de Johan Wølf... — abucheos comenzaron a oírse al escuchar el nombre del hombre lobo. — El alfa más poderoso jamás registrado en los últimos siglos. — exclamó con odio y los abucheos se volvieron más fuertes.
Nicolette miro a Vlad entre la multitud confundida, no sabía que estaba tratando de hacer.
— Ya, ya, cállense. — calmo a la multitud — Llegó el momento de vengarnos... con esto: — Creo suspenso mientras el sirviente que había mandado por algo hace rato regresaba con una caja cubierta por una tela roja.
Se la entrego a su líder y este con una sonrisa malévola la destapa revelando una enorme jeringa con un líquido rojo dentro de ella.
— Esto, queridos súbditos, es nada más y nada menos que la clave a nuestro éxito. — la levantó hacia el cielo mostrándosela a todos — Desde mi último encuentro con ese... pulgoso, — pronunció con asco sacando varias risas de los presentes — me tome la tarea, junto a nuestros científicos claro, — aclaró — de inventar la cura ¡contra la licántropia!
El salón quedó en completo silencio, todos estaban anonadados y sin palabras. De pronto todo el silencio se rompió y fue cambiado por aplausos y gritos de celebración y Vlad se regocijaba en ellos. Nicolette aún lo miraba asombrada y con una pequeña sonrisa.
Recordaba cada detalle y cada lágrima del relato sobre su enfrentamiento con aquel lobo. Merecía morir por todo el daño que le hizo.
— Y enhorabuena que nuestra querida Iris decidió mencionarlo — la señaló y toda la atención fue dirigida hacia ella. Más que molestarle le agrado a tal grado que hizo una reverencia y sonrió aludida, le encantaba la atención.
— ¡Y por eso! — Morrigan se puso delante de Vlad acaparando la atención — Ella será la encargada de infiltrarse a la manada para obtener más información. — Más aplausos se oyeron alrededor mientras que la sonrisa de Nicolette desapareció por completo.
Morrigan la miraba como ella hace un rato, con superioridad. Ella había ganado esta ronda. Vlad en cambio la miró incrédulo y aún más molesto, tenía que detenerla ya. Acababa de exponer la vida de Nicolette como si nada y estaba por impedirlo y cambiar su petición pero Nicolette se le adelantó hasta plantarse delante de su esposa.
— Me encantaría, Morrigan. — Aceptó el reto.
La pelinegra mayor extendió su sonrisa de forma forzada y se lanza a sus brazos.
— No pudiste darme un mejor regalo de cumpleaños cariño.
Nicolette incomoda la alejó de su cuerpo para después ser jalada del brazo por Vlad para así tener un poco más de privacidad mientras que toda la multitud de vampiros seguía festejando.
— ¿Que hiciste? — preguntó alarmado.
— No lo se... — soltó en un suspiro.
Tal vez aquello fue lo que firmó su sentencia de muerte. O el inicio de una historia con enredos y sorpresas. Quien sabe lo que traiga el futuro.
Lo que si era un hecho es que se quedaban sin tiempo, estaban siendo perseguidos por sus propias mentiras, heridos tal cual balas de acero y sinceramente estaban hastiados de vivir entre las sombras como lo que realmente eran. Todos los dos morían pequeñas partes de lo que alguna vez fueron almas humanas, poco más y no quedaba nada.
Pero siempre alguien, entre tanta miseria, estaba dispuesto a luchar, y ahora ese cargo le fue impuesto a Nicolette. Morrigan quiso exponerla en un principio, que todos supieran de su hedor y su traición, pero como siempre Vlad hizo de las suyas y ahora la niña era un símbolo de esperanza y un nuevo pase a una guerra (que podrían ganar) contra los licántropos. Irradiaba ira, si no pudo hundirla en un dos por tres al menos lo haría poniéndola en una situación tan difícil que le sea imposible de salir hasta que falle y los seguidores la coman viva por su falla.
Buscaban guerra e ira y ganarla. Ya no podían apagar el fuego que su odio despertó porque ya estaban en llamas.
— Lo haré, — asintió convenciéndose más a sí misma que a él — pero — él rodó los ojos, siempre había un "pero" — necesitaré romper varias reglas, con tu permiso claro. — Sonrió nerviosa en su dirección y el suspiro frustrado.
Ya era demasiado riesgoso que estuviera entre ellos como para todavía romper las reglas.
— ¿Cuáles? — se cruzó de brazos y ella apretó sus labios sin saber que decir exactamente.
— No muchas, solo... las menos importantes, obvio. — jugó con sus dedos ansiosa — Ni lo notaras.
La miró tratando de descifrar lo que ocurría dentro de su cabeza pero ella simplemente le regaló una pequeña sonrisa inocente.
— Y... me permitirás matar algunos humanos. — La observó desaprobatoriamente pero después de unos segundos sin resistirse a sus bellos ojos suplicantes terminó por suspirar rendido.
— Sin razones personales, que no logran llegar a ti. — dejó un pequeño beso en su frente y después le sonrío.
Aún no tenía un plan perfecto, bueno, ni tenía idea de lo que haría pero desde ya trataba de cubrir todos los detalles, no tendría porque haber ninguna falla. Claro que olvidó a cierto lobo que sería la clave en sus planes.
Casi era el amanecer pero Nicolette aún seguía en el castillo de Rumania junto a Vlad. Ambos estaban en uno de los grandes cuartos sentados en el gran sofá color sangre, ella recargada en su pecho comiendo pequeños pedazos de carne y varias copas de sangre desde hace poco más de las tres de la mañana. El par creaba un plan en donde Nicolette pudiera salir completamente ilesa.
La pelinegra se dispuso a contarle absolutamente todo desde que llegó a Seabrooke de Italia y se encontró con la manada de los lobos liderada por la chica morena con mechón blanco. También le comento sobre los zombies y su pésima actitud con ambos lados por lo que ambos llegaron a la conclusión de que debería ganarse su confianza e infiltrarse por uno de los líderes y así recaudar más datos que los puedan llevar hasta Johan y saber que conexión tenían con ellos.
Ahí fue cuando Nicolette recordó a ese desalineado y apuesto hombre lobo que no paraba de seguirla. Wyatt.
Vlad tomó aquello demasiado bien, sobretodo la parte en la que ella lo rechazaba, pero ahora debería ser diferente. Necesitaban entrar y él era la mejor opción. Si bien el único al que aún parecía agradarle era Zed, pero poco o nada le serviría, ahora bien, sabía que después de tantos desplantes de su parte no sería tan fácil volver a acercarse pero solo bastaban pequeños pestañeos coquetos y otra vez lo tendría comiendo de su mano, pan comido.
— Supongo que tendré que ligarme al lobito. — Soltó una risa divertida mirando sus anillos hasta que Vlad atrapó sus manos en las suyas.
— Más te vale que todo salga bien. — Susurró en su oído — Y nada de besos.
Nicolette frunció el ceño y se incorporó lo suficiente para observar su rostro el cual estaba serio.
— ¿Y eso, por? — preguntó entre extrañada y divertida.
— Solo... no quiero. — Dejó caer su cabeza hacia atrás con una de sus típicas sonrisas coquetas.
Y el demonio cobraba vida igual que todas las medias noches. Nicolette trago saliva nerviosa y se levantó de un salto. Todos conocían su reputación y hábitos insaciables, sino se largaba en ese momento podría ocurrir algo de lo que seguro se arrepentiría después.
— Casi es de día. — comenzó a tomar sus cosas rápidamente.
— ¿Y? — él siguió en su misma posición, despreocupado.
— Tengo escuela en dos horas. — miro a su alrededor buscando algo que faltase.
El rió al escuchar su boba excusa.
— Puedes faltar un día o llegar tarde, las catacumbas son muy rápidas.
La pelinegra se quedó a la mitad del salón pensativa hasta que terminó por sacudir su cabeza negando. Así que se encaminó a paso veloz hacia la salida.
— No, de verdad tengo que- — una ráfaga de viento dejó su frase a medias y miró con cansancio al pelinegro que ahora obstruía la puerta.
— Tu no quieres irte y lo sabes.
— ¿Acaso no quieres que lleve a cabo el plan contra los hombres lobo? — lo reto acercándose peligrosamente a él.
Quería detenerse pero sus impulsos eran más fuertes que ella y su cuero actuaba por sí solo.
— Espere trescientos años, — Nicolette sintió el doble sentido de esa oración y lo miro a los ojos asombrada — puedo esperar un día más.
Le lanzó una mirada que la dejó sin aliento. Entonces estaban a escasos centímetros pendientes del siguiente movimiento del otro. Nicolette quería golpearse a si misma ¿cómo pudo terminar así?
Se mordió los labios ansioso haciendo que a Nicolette se le flaquearán las piernas.
— No me beses. — Exclamó fingiendo seriedad a lo cual el sonrió mostrando sus colmillos.
— ¿Y si lo hago crees que pase? — ella guardo un largo silencio que mataba nuevamente a ambos por dentro, no sabía que hacer.
El solo quería una cosa y no se engañaría a ella misma, ella también, ese hombre estaba más caliente que el mismo infierno. Estaban a milímetros, la posibilidad de detenerse era nula.
— Podemos averiguarlo. — Susurró por encima de sus labios, rápidamente lo tomó del cuello de su camisa y lo jalo hasta ella.
Terminó por unir sus labios en un beso apasionado y fogoso lleno de extasis y oscuras intenciones. En ese momento mando a la mierda todo, Vanessa, Morrigan, Wyatt e incluso Elio. Tenía más de dos siglos sin esto, se lo merecía.
Toda su vida como inmortal había sido buena y fiel hacia Elio, pero esa noche no quiso serlo. Era natural y ambos lo sabían, desde hace muchos años quisieron disfrazarlo con simple amistad pero ahí seguía la pasión sin poder esconderse más tiempo. Aveces había que probar lo sucio para conseguir ese pedazo de libertad y gozo de la vida.
Nunca llegó a probar otra cosa que no fuera su lindo escocés antes de su muerte, ni siquiera un beso sin contar a Brad, pero fue terrible y ahora también estaba muerto.
*PONGAN LA CANCIÓN*
A mitad de su fogoso beso sonrió divertida y lo apartó bruscamente hasta que con una fuerza sobrenatural lo empujó hasta el extremo más cercano de la habitación. Lo reto con la mirada y se dio vuelta tomando otra copa con aquel líquido carmesí.
El igual sonrió acicalado y se acercó con su rapidez sobrehumana nuevamente hasta ella. Posó suavemente sus manos en su cintura y rozó sus labios en su nuca produciendo que sus cabellos se erizaran con su aliento. La pelinegra tomó sus manos sobre las suyas y apretó su agarre en su propia cintura. Él dejó un beso en su cuello aceptándolo, su mano derecha subió hasta donde su cabello iniciaba y tomó un extremo de este jalándolo hacia arriba perpetuando un gemido de su acompañante.
Volvió a girarse uniendo sus labios y él caminó hasta que la espalda de Nicolette chocara con el espejo a sus espaldas destruyéndolo, pero poco o nada les importó pues nunca despegaron sus labios. Ahora fue turno de Nicolette la cual se enganchó a su cuello y ambos salieron volando hasta el otro extremo de la habitación formando una gran grieta gracias a la espalda de Vlad. Su caliente beso siguió mientras que Nicolette dejo libre sus largas y filosas uñas que arañaron la pared dejando marcas de su pecado y el pelinegro de un simple jalón desgarró la falda de su vestido para tener mejor comodidad. Nuevamente el la lanzó hasta la otra pared donde se quedó pasmada esperándolo y el tomando un pequeño impulso volvió a posicionarse sobre ella procediendo a que la vampiresa arañara su espalda destruyendo su camisa.
Aún abrazados recorriendo todos los rincones de sus cuerpos giraron aún en el aire sobre las paredes hasta terminar en el techo. Vlad arrancó las perlas del cuello de Nicolette y ella terminó por desabrochar su cinturón. Se dejaron caer aterrizando en una mesa de madera que obviamente rompieron pero siguiendo en lo suyo Nicolette se posicionó sobre el y encajó sus uñas en el piso hasta que él se deslizó por el piso hasta nuevamente llegar a una pared donde Nicolette se separó dejando libre su larga lengua lamiendo el cuello de su amante.
Vlad cerró los ojos disfrutando aquella sensación y pocos segundos después se elevó realizando fuerza ahora creando un agujero con la espalda de Nicolette.
Soltó un quejido de placer y volvió a juntar sus labios. Prosiguieron en su andar ahora con los pies en el piso hasta el sillón donde estaban antes. Se lanzaron a este y lo rompieron con su peso y fuerza pero sin dejar de besarse.
Ahora estaban en el piso sobre la acolchada y partida por la mitad superficie hasta terminar con lo que empezaron.
— ¡Oh mi...!
Suspiro. No podía creer que se acababa de tirar al jodido Drácula. Lo bueno es que no era nada serio, a él solo le gustaba pasar buenos ratos.
Se colocó sus lentes oscuros y por fin entró a la escuela luciendo como si trajera resaca.
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