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CAPÍTULO TRES
SHE HATES ME
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NICOLETTE SIEMPRE TUVO todos los privilegios posibles, nunca tuvo que levantar un dedo en su vida incluso antes de su vida inmortal. Por eso, el momento en el que Wyatt la condenó a limpiar los pisos del baño de hombres con un cepillo dental toda la semana después del horario de clases supo lo que era el trabajo duro en verdad.
También conoció hasta donde podía llegar su enojo. Y los cepillos dentales por la mitad a su lado se lo podían confirmar, no aguantaron más de dos talladas cuando fueron rotos en pares gracias a su fuerza sobrenatural.
El castaño ni siquiera se detuvo a pensar en ese detalle, nunca, en sus casi ciento cincuenta años de vida se había sentido tan atormentado. Temía que la pelinegra tomara uno de los cepillos y se lo clavara en la yugular, lo peor de todo es que él era el que le pasaba "la arma homicida" cada que escuchaba el pasado quebrarse.
Él hombre lobo estaba demasiado incómodo, no pensaba que su primer momento a solas fuera así. El olor de furia emanaba demasiado fuerte de ella. Wyatt podría ser un fuerte hombre lobo pero no estaba preparado para lidiar con la furia de una mujer.
Cuando había algún pleito de mujeres en la manada el hacía oídos sordos — al igual que todos los machos — y huían del lugar. Sus peleas con Willa eran diferentes, ella siempre estaba de mal humor y ya estaba acostumbrado a sus gritos, en cambio, Nicolette era diferente, no la conocía del todo pero estaba seguro de que lo odiaba con todo su ser en ese momento. Ni siquiera tuvo que darse cuenta por su olor, desde el momento en el que se encontraron en los sanitarios ella lo mandó directamente a los urinarios, ni se molestó en protestar.
Ahora ambos estaban sumidos en un muy incómodo silencio, lo único que podía oírse era el sonido de cepillado en el suelo. El pobre chico solo buscaba miles de formas para hacer ruido y cortar la tensión más no se atrevía.
Pero pronto su "salvación" ocurrió cuando la chica volvió a romper otro cepillo, eran cientos en la cubeta que el hombre de limpieza les dio y la vampiresa acababa con ellos a una gran velocidad. Ella soltó un bufido y sin girar a verlo simplemente estiró su mano esperando por ella nueva herramienta. Pero esta nunca llego.
Harta giró decidida a finalmente enfrentar a la bola de pelos pero no había nada a sus espaldas.
Se puso de pie alertándose inmediatamente, si la descubrió estaba frita, la mataría ahí mismo, tenía todo el poder en sus garras y al no saber en donde se había metido tenía una gran desventaja.
No fue hasta que casi de inmediato sintió cómo los pequeños cabellos de su nuca se erizaron que volteó casi en seguida deteniendo la mano del chico en el aire la cual iba para su hombro.
— ¿Qué haces? — Wyatt estaba sin aire por la rapidez con la que lo detuvo, muy sorprendente pues estaba a un metro de distancia.
Sacudió la cabeza concentrándose en lo importante antes de dar una gran bocanada tomando valor y coraje.
— Nicolette yo... — Se detuvo unos segundos admirando lo bella que era, estaba tan agradecido con la elección de su mate. — Quiero pedirte mis mas sinceras disculpas.
La pelinegra lo miró a los ojos un largo tiempo dándole esperanzas al chico de que lo perdonaría pero a lo segundos está solo rodó los ojos mientras soltaba un bufido y volvió a su tarea.
Nefasta, continuó el cepillado en el suelo sin mirarlo o responderle haciendo que el suspire triste y continúe con su castigo.
Para Nicolette no era no porque no quisiera gritarle todo lo que se merecía sino porque algo la detuvo. La pelinegra ni siquiera debía haberse dado cuenta de cómo él acariciaba su nombre al hablar, como si se dirigiera a un Dios, pero lo hizo, cosa que no la alegro, sino más bien la preocupo, más cuando comenzó a sentir un extraño calor en su pecho expandiéndose el cual se fue cuando sacudió su cabeza saliendo de aquella ensoñación.
Algo en todo esto le olía mal, y no era el perro a sus espaldas o los sanitarios que el se encargaba de fregar.
Después de minutos nuevamente de silencio la pelinegra se levantó dándose cuenta que su pantalón Versace que recién había comprado en su viaje a Italia estaba completamente arruinado, hizo una nota mental para el día siguiente llevar un pantalón de mezclilla o algo sin importancia.
Se puso de pie en busca de algo de papel para limpiarse pero gracias al jabón, agua y sus tacones perdió el equilibro pero nunca llego a sentir el suelo, en su lugar unos brazos la rodeaban evitando su fea caída.
Miró a su salvador que la recibió con una sonrisa y sintió la perdición eterna.
Perdió el tren de la cordura, no podía apartar la mirada de sus orbes cafés eran grandes y acogedores enmarcados por una gruesa franja de pestañas negras. La miraba fijamente haciéndola sentir extraordinariamente casi como una humana, como si su corazón latiera nuevamente, inclusive estaba mareada, y eso no era posible. Por un micro segundo su vista se dirigió a sus labios pero sus ganas de seguir merodeando por su rostro le resultaron irresistibles y gracias a ello despertó, su vista fue a parar a su pómulo, tenía la marca de los licántropos, luego corrió la vista hacia su mechón blanco, la burbuja que creció a su alrededor se reventó en el instante en el que ella lo empujó lejos de su cuerpo con la respiración agitada.
Paro de inmediato.
¿Por qué estaba respirando?
Wyatt caminaba ansioso por las jardineras de la escuela. Nicolette era extraña, eso sin duda, pero era su mate.
Estaba seguro que acababan de compartir un momento, al fin estuvo cerca de ella y la tuvo entre sus brazos, no quería que terminara nunca pero ella lo alejo de la nada. Se sentía frustrado, ansioso y extrañamente feliz. Era consiente que el lazo que los unía era más fuerte que nada aún que en los humanos suele ser más débil por lo que tendría que acercarse a ella de la forma convencional como le dijo Addison.
Aunque la mejor parte de estar a solo centímetros de distancia es que ya sabe a lo que olía su mate a ¡smores! como amaba ese postre.
Era como un perrito persiguiendo su cola en ese momento de tantas vueltas que dio por lo que decidió detenerse un momento, comenzaba a marearse. Hasta que su vista cayó en el arbusto a su lado encontrándose con una rosa de arbusto roja a su mente llegó la chica de cabellos azabaches y sonrió ante su imagen, observó que las puntas comenzaban a ponerse algo negras así que no vio nada de malo en arrancarla.
Con su gran oído escuchó el sonido de unos tacones por el estacionamiento entonces corrió hasta allá. Dedujo de inmediato que ella era la figura esbelta con grandes lentes oscuros y un paraguas negro que se dirigía a un lujoso auto también negro.
— Eh Nicolette... — ella solo giró ante el llamado manteniendo su distancia, como siempre — Tómalo como una disculpa. — Intentó extenderle la rosa roja pero ella abrió los ojos espantada (sin que él se diera cuenta por sus anteojos) y dio dos pasos hacia atrás entrando a su auto.
— Adiós Wyatt. — Cuando cerró la puerta suspiró aliviada, si esa rosa se acercaba demasiado a ella se marchitaría en cuestión de segundos y se daría cuenta de lo que es realmente.
Arranco de inmediato dejando ahí al chico aún con la bella flor en mano. No sabía el daño que le hacía con pequeñas acciones.
Pero no se rendiría no le daría el gusto a Bree con él diciéndole que tenía razón. No creía que fuera mala sino más bien que si tenía razones para que lo odiara aunque algo le decía que le temía.
Era un hombre lobo a fin de cuentas, un monstruo.
Nicolette golpeó el volante frustrada sin quitar los ojos de la carretera, tenía que hacer algo para que esa bola de pelos dejara de seguirla tanto, su primer día y se expuso de tantas formas.
Por otro lado Wyatt vagaba por los pasillos vacíos pensando en cómo acercarse a la pelinegra de sus sueños.
Pero pronto reconoció dos aromas muy familiares para él. Giró y a sus espaldas estaban Addison y Bree saliendo del gimnasio de la práctica de animadoras.
La peliblanca al verlo se acercó emocionada.
— ¿Y? — sonrió — ¿el tiempo a solas les sirvió?
— Me odia. — dijo simple.
Miró como en cámara lenta la cuchilla se dirigía hacia su rostro y sin ninguna dificultad la tomó antes de que impactará en ella.
Miró la daga entre sus manos y le dio una mirada de reproche a la pelinegra.
— ¿Acero con una cruz? — la mayor se encogió de hombros — Maldita.
— Solo te motivo. — exclamó como si nada — Ya intentamos de todo, estás completamente normal.
Se sentó frente a ella con un vaso para whiskey lleno de sangre y la observó despectivamente.
Nicolette gruño.
— No entiendes Dalia, algo raro pasó en la escuela. — La anterior nombrada rodó los ojos, estaba cansada de escuchar la misma historia toda la tarde — Algo hizo ese lobo, estoy segura.
— ¿Qué podría hacer un simple perro? — preguntó retóricamente con burla — No son tan inteligentes.
— Si lo supiera no te hubiera preguntado. — se molesto — Dalia, concéntrate, la bola de pelos casi me hace humana... No se como o porqué, pero no me agrada esta mierda.
— Hicimos las pruebas necesarias, estas bien — intento calmarla — Tienes tus reflejos, tu gusto por la sangre, tus colmillos, sigues sin verte en el espejo y no, no tienes pulso, el que lo hayas sentido es imposible.
Nicolette se quedo callada más tranquila, aunque no del todo. Si estaba logrando convencerse a si misma de que lo que sintió cerca del hombre lobo pudo ser su imaginación presa de los nervios por su presencia. De todos modos no se arriesgaría y seguiría alejándose de él.
No entendía porque insistía tanto con ella, sabía que era él hermosa pero la mayoría de chicos al primer no se alejan, si bien no lo ha rechazado directamente han sido demasiadas las señales para que se alejara.
Estaba segura de su decisión a pesar del pequeño dolor en su pecho que le pedía a gritos que no se alejara de él.
Sostenía un plato hondo de cereal observándolo con curiosidad.
No era venado pero si Addison se lo recomendó fue por algo, dijo que si no querían asustar a la gente debían agregar a su dieta comida más humana.
Tomó el primer bocado y le supo bien, no era una maravilla pero no sabía mal.
Tomó asiento en la barra y comenzó a disfrutar su cena.
Los habitantes de Seabrooke les habían proporcionado pequeñas casa (que más bien parecían departamentos) a los hombres lobo como agradecimiento por su protección, y aunque ellos preferían su cueva no podían rechazar el gesto. Dormían y aseaban ahí pero la mayoría del tiempo seguían en su cueva y el bosque.
Estaba por terminar el plato cuando sintió el olor de nervios emanando de su hermana a sus espaldas la cual no dejaba de dar vueltas desde que habían llegado.
Soltó la cuchara frustrado, ya hasta el estaba mareado.
— Ya, suéltalo. — Willa no lo pensó dos veces antes de sentarse frente a él a pasos apresurados.
Era raro que se abriera con las personas pero aquello la estaba matando, y se dificultaba dirigir a la manada estos últimos días que si no fuera por Wyatt, su beta que tomaba inmediatamente las riendas ante cualquier desliz estarían jodidos.
— ¿Puedes estar tan enamorado de alguien y al mismo tiempo sentir atracción por otra persona? — preguntó jugando con sus manos mientras que el chico frente a ella siguió comiendo su cereal.
— No lo sé, nunca lo he pensado ¿por? — Tomó el tazón con lo que sobraba de leche y se lo llevó a la boca.
— Porqué creo que me gusta Addison. — Wyatt de la impresión solo atinó a escupir sobre ella la leche que no logró pasarse.
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