04── 𝖫𝖺 𝗉𝖾𝗊𝗎𝖾𝗇̃𝖺 𝖻𝖾𝗌𝗍𝗂𝖺
UN RUIDOSO LLANTO A LA LEJANÍA hizo que Endō Yuriko abriera los párpados de golpe haciendo que aquel recuerdo desapareciera de su mente. Sus ojos oscuros e inexpresivos se da cuenta que ya el sol se había vuelto a esconder. Con suma pesadez sale del agujero del tronco, apenas que toma los mangos de sus dos katanas regresa a su tamaño normal.
《¿Ese bebé no para de llorar?》
Un gruñido sale de su garganta debido que sus tímpanos ya le estaban siendo insoportable escuchar los llantos de aquel bebé del rió, por la lejanía deducía que no se alejó lo suficientemente de él. Quería moverse, alejarse y tener tanto su boca como su mente ocupada en sus necesidades, no obstante una extraña sensación se apoderó sobre ella en el momento que iba a caminar a otro lugar. Como una ligera preocupación de ir directamente hacia ese bebé para saber que le sucedía, o simplemente para callarlo.
—Mi bebé...Devuelvan a mi bebé.
—Maldita sea.—Masculla entre dientes mientras se encamina de regreso a aquella madriguera.
Se guía por el sonido, a médida que se escuchaba más fuerte y claro dándole entender que se estaba acercando hasta divisarlo aún enrollado de aquella tela que ya no es de color blanco, aunque esta vez no estaba la jabalí haciéndole compañía.
《Se lo podrían comer fácilmente.》
Yuriko manteniendo un semblante inexpresivo se detiene justo al frente de lo que puede ser el hogar del animal y desde su posición baja su cabeza, observando como este al estar llorando tanto tenía la cara roja y los mocos afuera. Hablando de llorar, al tenerlo tan cerca le era muy irritable.
—Cállate, bestia.—Habla en un tono frío y casi demandante, mirando fijo a los ojos cristalizados del pequeño humano, los cuales estaban algo rojos e hinchados debido a sus largos llantos.—Tienes suerte que no como niños, porque sino fuera así ya te hubiera devorado por ser una molestia.
Para su desgracia su intimidación no sirvió que se callara, sólo provocó que llorase con más fuerza.
La demonio maldice en su mente, formando una mueca en sus labios y frunciendo su ceño entre tanto sus ojos azabache observan a su alrededor en busca de algo que pueda hacer callar al pequeño humano. Si fuera madre, hubiera sabido que tenía, pero como no tiene idea, pues no sabe que hacer para calmarlo con exactitud.
《¿Qué me puede servir aquí para hacerlo callar?》
Forma un ruido en su garganta, fijándose en unas flores de largos pétalos de color violeta plantadas en la tierra. Reflexiona sus rodillas para quedar en cuclillas y arranca una para levantarse, detenerse frente del bebé y acto seguido estar de nuevo en cuclillas metiendo las finas hebras amarillas que sabe que trataba del polen en la boca de este, finalmente logrando silenciarlo.
—Al fín, bestia.
Pese que su rostro no lo demuestre mucho, ya estaba aliviada de haberlo calmado, viendo fijamente como el adverso la mira de la misma manera con sus grandes ojos de color verdes con algunas ligeras tintas azules, la parte blanca se notsba algo rojizo debido al prolongado llanto, pero al menos ya estaba tranquilo. Yuriko nota que este no le aparta la mirada, incluso si la mirada que le estaba lanzando no es la más amigable.
—¿Por qué me miras así, bestia?
Ella sabe que no le iba a contestar, sabe de antemano que estaba bastante pequeño como para saber pronunciar algunas palabras o que entienda lo que ella esté diciéndole. Siguió observandolo hasta que en el momento que siente su pecho removerse decide estar parada de nuevo, dedicándole una última mirada a este antes de alejarse, al menos ya no lloró de nuevo.
Quizá pensó muy rápido.
Porque las siguientes noches el diminuto ser lloraba y lloraba, Yuriko regresaba a esas madrigueras a ponerle una flor en la boca para que se callara. A veces la jabalí no estaba y se disponía a esperar un prolongado tiempo a que el animal volviera, así luego irse. Durante los días se escondía en aquel hueco del tronco de la luz del sol, para pasar tiempo recordaba el pasado hasta que la noche llegaba y salía de su escondite a cazar.
Podía haberse ido más lejos en donde no estuviera oyendo los llantos del bebé o también podía dejar este en un pueblo, o en una ciudad. Sin embargo, aún se está adaptando a su nueva dieta y no se siente lo suficientemente preparada para estar rodeado de personas, aunque tarde o temprano se encontrará con alguien de la organización de exterminación de demonios.
《¿Algún día dejará de llorar?》
Yuriko para de masticar la carne, la cual más sangre se escurre por sus labios cerrados mientras cerraba sus párpados con molestia al escuchar a la lejanía aquel bebé llorar. Durante esas largas noches ni siquiera la demonio notó que sus prendas ya estaban manchados de sangre de cualquier tipo de animal, pero al ser prendas de ropa de color oscuro no se notaba tanto, a excepción de su hakama que era color verde.
Ignora esta vez el llanto del bebé, luego lo iba atender, ahora intentaba comerse por completo un jabalí que cazó hace una hora. Percibe un sonido de otro jabalí cerca en donde se encontraba y mueve sus ojos oscuros al frente notando la presencia del animal que la observaba a unos metros lejos de ella, olfateando al aire. No se quejaría si la presa haya ido hacia ella, sino fuera porque se trataba del animal que cuida al niño.
—¿Qué?—Suelta brusca, pasando su lengua sobre sus labios manchados de sangre.—Vete con el bebé, está llorando.
Al principio ella estaba a la defensiva con su presencia hasta que un momento a otro dejó de intentar intimidarla, era sorprendente que no se sintiera tan asustada, debido que prácticamente está viendo como la pelinegra estaba comiendo a uno de los suyos.
—¡¿Qué?!
No sabe si el animal le estaba intentando decir algo, quizás tenga algo que ver con el bebé, pero ya empezaba a molestarle que estuviera moviéndose de un lado a otro, ansiosa y eso no le transmitía calma para comer tranquila.
—¡Vete, antes que seas la siguiente!
Logró asustarla, pero no por mucho, ya que no la dejó en paz como esperaba que hiciera. La pelinegra gruñe, frustrada antes de pararse y sujetar la pata del animal muerto entre tanto se mueve, arrastrando este, en cambio la jabalí enseguida se mueve en dirección a su madriguera. Aquel bebé tiene mucha suerte de que en la zona donde estaban no hayan depredadores, porque es sorprendente lo cuanto duró estando vivo, a excepción de ella.
Tiene suerte que no coma niños, pero sabiendo lo que conlleva su promesa, será más difícil soportar el hambre.
—¿Algún día te vas a callar, bestia?
Es lo primero que dice al llegar a la madriguera mientras soltaba la pata del cadáver y acercándose a la pequeña bestia que lloraba como todas las ncohes, siempre encontrandolo con los párpados hicnhados y la cara regordeta enrijecida, aún envuelto en esa manta completamente sucia entre tanto se removía. Mira a su alrededor, notando que no había una de esas flores que le metía en la boca para silenciarlo, las había arrancado las pocas que estaban cerca de la casa del jabalí.
《¿Ahora cómo lo callo? Con esas flores podría atragantarlo, son pequeñas.》
Un tantos desesperada de no saber como resolver este problema, reflexiona sus rodillas mirando fijamente al crío llorando con ganas como frecuentaba hacer.
—Bestia, cállate.—Al parecer su voz no era lo suficientemente fuerte para que el adverso la oyera.
《¿Tendrá algo?》
Estira su brazo zurdo y con sus largos dedos se deshace de la apertura del bebé hasta abrirlo por completo. Pese su característica inexpresividad reflejada en su rostro, forma una casi imperceptible mueca en sus labios, observando que al menos no estaba herido, no obstante parte de su piel tenia tonos violáceos debido al frío y de paso no estaba nada más manchado de tierra.
Percibe el movimiento del animal, mueve su brazo estirado rápidamente, golpeando con su dorso a un costado de este para alejarlo del bebé. A lo mejor iba a limpiarlo a base con la lengua, pero no podría dejar que el pequeño ser humano se infecte rápidamente. Piensa durante unos minutos de como debería cargarlo, no es debido que estaba sucio, sino de que nunca en su vida cargó a un bebé, ni siquiera cuando le sacaron la suya. Con cuidado y usando ahora las dos manos, lo alza del suelo, posicionando estas por debajo de las axilas, ensuciandolos de sangre y nuevamente se mueve.
Mientras caminaba con los brazos extendidos, sintiendo como el pequeño se removía entre sus manos, atrás de ella le seguía la jabalí haciendo sonidos agudos desagradables. Entre tanto agudizaba sus oídos por si localiza un rió a la vez se fijaba en su camino para que el pequeño no reciba un daña, sin embargo no podía evitar sentirse rara. Era tan pequeño, indefenso y tan solo.
En un lapso de minutos la demonio no localiza ni un rió, pero a lo lejos si visualiza un lago, el cual no dudo en dirigirse hacia ese lugar, provocando que el animal apresure sus pasos. Unos minutos más y se detiene justo sobre unas rocas, observando como la luz tenue de la luna se reflejaba en el agua cristalina del lago. Fija sus ojos en el bebé que no ha parado de llorar, inclina su espalda lo suficiente para acostarlo boca arriba y de inmediato la jabalí lo olfatea. Endō se mira así misma, fijándose lo sucia que estaba, abre la apertura de su prenda superior hasta dejarlo caer en el suelo, quedando con el torso desnudo y seguido de eso su hakama, sintiendo la fría brisa chocar contra su cuerpo, sin embargo no le afecta.
Voltea a ver al bebé que movía sus pequeñas manos y sus diminutos pies, vuelve a agarrarlo de la misma manera, solamente que lo acerca más a ella mientras poco a poco se metía dentro del agua. Se vió obligada a bajar todo su cuerpo, aunque por precaución mueve con cierta inseguridad su mano zurda por debajo del cuerpo de este, manteniendolo ahora cerca de su pecho ya que con la otra hace como puede para mojar las partes del pequeño cuerpo que estaban sucios.
—Ya, ya.—Habla en un tono bajo, intentando ser suave entre tanto mueve su brazo izquierdo un poco, mesiendolo toscamente.—Sólo es un poco de agua, bestia.—Forma una mueca incómoda, no obstante estaba un tanto desesperada
Al terminarlo de limpiar, lo deja nuevamente en el suelo, lejos del agua y el jabalí que ha estado moviéndose de un lado a otro, se detiene para olfatear al crío y seguido de eso se acuesta a un lado de este. Por otra parte, la demonio se acerca a su atuendo como la manta del bebé para lavarlos, debería aprovechar que aún seguía siendo de noche.
A medida que pasaba trabajo frotando la tela entre sí, arrugarla y estirarla para escurrir la suciedad el llanto del bebé disminuyó hasta el punto que sus tímpanos se aliviaron de solamente escuchar el ambiente silencioso de la noche, a excepción de algunos animales, insectos y de ella al realizar el lavado de ropa. Al terminar sale del agua, arruga con suma fuerza las prendas de ropa para escurrir todo el agua antes de ponérselo sin importar que estuviera empapado de agua y acto seguido lo hace con la manta que volvió ser blanca gracias a ella.
Le da un vistazo a esos dos. La jabalí estaba profundamente dormida al igual que el bebé, siendo una razón por la cual ya no estaba llorando tanto. Se pone a cuclilla cerca de ellos, sujeta la manta con su mano zurda mientras su mano libre toca por debajo del bebé y con cuidado lo iba a alzar para no despertarlo, pero este interrumpe su acción, abriendo poco a poco sus párpados.
La pelinegra no estaba para más llantos, usa su diestra, la cual es más grande que la cabeza de este y con sus largos dedos bajan los párpados de este, no obstante el adverso abre sus ojos verdosos, formando una sonrisa sin dientes provocando que el desespero de la demonio aumente al ver que ya era inútil intentar dormirlo. Los dos se quedan mirando, el bebé la miraba con un brillo en sus ojos, aún sonriéndole y la demonio siente aquella calidez en su pecho, forma una imperceptible mueca llena de incomodidad antes de alzar un poco a a este para colocar la manta blanca y volverlo a poner, esta vez sobre la tela.
Cierra la apertura mientras miraba como el pequeño humano soltaba ruidos en su boca y movía sus brazos en su dirección. Sin soltar nada sus pálidas y huesudas manos sujetan a cada lado del pequeño cuerpo, cargándolo a su vez ella se paraba, evitando no verlo por mucho tiempo, alejándolo de su rostro para que no la tocara y le da suaves patadas al animal para despertarla, yendo de regreso a la madriguera.
Endō Yuriko sabía muy en el fondo que no merecía estar con nadie, sin embargo, un instinto el cual ella no quiere sacar a luz hizo que no se fuera de ahí, esas noches que la demonio intentaba todo lo posible de silenciar a la bestia como empezó a llamarle, comenzó ser seguido estar vigilandolo después que ella haya comido antes algo.
Se decía así misma que cuando el bebé crezca lo suficiente para poder saber cuidarse asi mismo, se iría. Pues él no merecía tener un mal destino. Ella no era buena para él, solamente conllevaría su muerte.
Mes tras mes la demonio empezaba acostumbrarse al sabor de la carne de los animales que cazaban, desgraciadamente no podía tonarle el gusto debido su dieta solamente quedaría "sactisfecha" con la carne humana. Aunque a veces perdía sus estribos y para calmarse se hacía daño asi misma para regresar en si, formando nuevas cicatrices en su piel. Al menos esos crisis repentinos no fue cerca del jabalí y del bebé, que por cierto ya sabía gatear.
—Quédate ahí, bestia.—Masculla la demonio entre dientes.
Este sin ser envuelto con su habitual manta sale de la madriguera, usando sus manos y sus piernas para moverse en dirección a ella, sin hacerle caso a su mandato.
La jabalí no se encontraba, había cierto tiempo que salía para buscar comida para ella y a la cría. Yuriko arquea sus cejas cuando el contrario se acerca aún más a ella, viéndola con sus grandes ojos verdes siendo decorados por unas largas pestañas.
No obstante, la pelinegra coloca sus dedos sobre la frente de este, quien estaba sonriente, el cual ya tenía algunos pequeños dientes en las encías, al instante su alegría es reemplazada por el enojo al ser detenido por la contraria.
—Te dije que no, bestia.—Replica seria y el adverso balbucea, enojado.
Se me olvidó mencionar, esos meses el pequeño humano había dejado de llorar, ahora se enojaba con rapidez, cosa que a los tímpanos de la demonio están aliviados, además se divertía como este se enojaba. También de eso, su cabello oscuro con degradados azules había crecido un más abajo en sus orejas y el aspecto de su rostro se hizo un poco más delicado.
Sino fuera porque tiene una hombría, fácilmente podría ser confundida por una niña.
Yuriko observa como la pequeña bestia intenta pelear contra su mano, luego de unos minutos más despega sus dedos en la frente de este, quien al instante sigue su camino. Incómoda ella ve como este se mete sobre el huevo formado entre sus piernas, se sienta, pero al instante estaba cayendo atrás y la contraria reacciona rápidamente colocando su mano zurda en la espalda antes que se cayera. La bestia balbucea alegre, formando una gran sonrisa mientras movía sus brazos en dirección a su rostro y a la vez sus piernas.
La demonio frunce ligeramente su ceño, se tomó muchos minutos, reflexionando en si hacer lo que pedía o no, pero finalmente termina encorvando su espalda, lo suficiente para tener su rostro un poco cerca de este y su cuerpo se tensa por completo cuando las diminutas manos del crío tocan su cara, apretujando lo que pueda con sus diminutos dedos mientras reía alegre.
En cambio, Yuriko queda congelada por el contacto físico del pequeño ser, ella realmente no es buena recibiendo afecto físico debido los maltratos que recibió durante su vida cuando antes era humana y luego siendo convertida en una demonio.
Aparecen fugaces y borrosos recuerdos de las incontrolables golpes que ha recibido por parte del bastardo de su padre y de su hermano, e inclusive de Kibutsuji. Al fín y al cabo el mismo red de los demonios que la salvó con otras intenciones terminó siendo lo mismo que esos dos pilares que conformaban una pesadilla día tras día, pese que no haya sido golpes que recibió de él, recibía castigos de su parte y también su cuerpo fue usado como lo hacía su padre, a la vez se alimentaba de ella.
Un patrón muy familiar.
No tiene muchos recuerdos de personas amables, de hecho solamente fueron pocos quienes la trataron bien y aún sentía no haber merecido esa amabilidad por parte de ellos.
Porque ella los arruinó.
Arruinó sus vidas.
Destruyó una familia feliz y se ganó el odio de su difunta hija.
Siente un cosquilleo hacerse presente en sus pómulos, pestañea un tanto confundida, notando su vista desenfocarse debido que estaba llorando en silencio, sus lágrimas descendían desde sus pómulos a sus mejillas y terminan su recorrido a su barbilla sin emitir ni un sollozo o una pequeña queja.
Sin embargo es la primera vez que alguien la veía llorar.
Sus ojos negros sin vida miran directamente los ojos verdosos del bebé, quien al parecer se da cuenta de sus lágrimas, pues algunas caían sobre su delicado y manchado rostro de tierra. No tuvo tiempo a procesar cuando este se balancea hacia delante hasta estampar su frente contra su abdomen, rodeando sus regordetes brazos en su regazo, abrazándola mientras balbuceaba. El pecho de la demonio se oprime a tal punto de sentir su garganta cerrarse aún más entre tanto sentía aquella calidez hacerse presente en su pecho, una calidez que le provocaba su misma hija.
¿Cómo hubiera sido su vida con su Mona?
—Mi bebé.
Un pequeño sollozo se escapa de sus labios y se inclina completamente haciendo que melena escondiera tanto su cara como el cuerpo del bebé, abrazándolo con cuidado entre tanto se permitía soltar ese dolor que nunca se iba a ir, sino que siempre va estar grabado tanto en cada centímetro de su piel como cada pequeño fragmento dentro de su cabeza.
Si antes ya estaba cometiendo errores al estarlo cuidando, queriendo convencer así misma que solamente era para que ningún depredador se lo devore.
Ahora ya no tenía alternativa, se encariñó de nuevo.
Pero ella no iba a repetir de nuevo ese suceso.
A médida que pasaba el tiempo; Endō no podía creer que se había quedado en ese bosque, acompañando a un jabalí mientras veía como aquel bebé del río crecía, los siguientes meses aprendió a caminar, aunque a veces andaba en cuatro patas como si se tratara de un animal y otras veces se balanceaba torpemente al usar las dos piernas.
Si antes había dejado de llorar, empezando a balbucear más seguido, ahora no dejaba de hablar o hacer ruidos como si fuera un animal.
De paso, sus intimidaciones ya no servía, porque le causaba gracia al menor y durante los días este siempre la buscaba, queriendo sacarla del árbol para que jugara con él.
La demonio no sabe cuanto tiempo habrá pasado, quizá puede deducir que estuvo deambulando cinco años que estuvo en aquel bosque alimentándose a base de animales y obligándose asi misma a no comer otro jabalí por el bien de la bestia. Aunque ha notado que la jabalí no pasaba con los demás, sino con el bebé que ya no es tan bebé y hablando de ella.
《Últimamente está recostada en la madriguera. ¿Estará sintiendose mal? No está saliendo como hace siempre.》
En todo esos años, había a veces que se enfermaba, se obligaba así misma a buscar la comida del animal, incluso lo obligaba a comer o tomar agua para que empiece a mejorar y además de eso, en las temporadas de frío le cazaba conejos para que se alimentara, pues notó que estos animales comen tanto carne como cualquier fruta. No obstante la oni ha notado que ella es más lenta que los demás de su especie, también se cansaba con rapidez y luego de unos años ha notado que su pelaje se volvía un poco canoso.
《Quizás esté envejeciendo.》
A veces estaba animada y a veces no tanto, ese segundo se disponía a cuidarla para que siguiera con vida. Quien sabe que cuantos años duró aquel animal.
—¡Muévete!
Bueno, Yuriko no estaba en la madriguera viendo el estado del animal, también lo estaba el pequeño humano, quien al parecer tiene nombre. Porque desde que aprendió a hablar no paraba de pronunciarlo; Hashibara Inosuke se llamaba. Sin embargo, para la demonio siempre será "Bestia."
El niño, quien ya le ha crecido el pelo hasta sus hombros y usaba aquella manta ahora como ropa interior, sacudía a la jabalí en un intento de animarla, pero esta al parecer no tenía muchos ánimos de incluso de hacerle caso como hacía habitualmente.
—Deja de molestarla, bestia.
La pelinegra sujeta la oreja izquierda del niño, quien de inmediato se queja, pese que este siendo suave al pellizcarlo. Al menos no está molestando al jabalí.
—Ahora quédate aquí a vigilarla, yo traeré algo para darle de comer.
Esta se levanta, dando media vuelta y se aleja de la madriguera en busca de darle algo de comer al animal. Quizás podría buscarle algunos frutos, como esas bellotas que comían, solamente es ver en el suelo cuando esté cerca de los robles.
—¿Huh?
Suelta de repente al percibir algo atrás suyo, asi que se detiene de golpe y siente como algo choca contra su retaguardia. Gira bruscamente cuello a la altura de su hombro izquierdo, bajaviendo con los ojos entornados al niño colocando sus manos sobre su frente, quien al parecer la estaba siguiendo desde hace unos minutos.
—Bestia, deja de perseguirme y regresa a la madriguera.
—¡Yo soy el Rey de las Montañas y hago lo que quiera!
Inosuke forma una gran sonrisa en su rostro, observando con un brillo de determinación en sus ojos verdosos, en cambio Yuriko le lanza una fría mirada antes de girar su cuerpo y con su mano zurda sujetar el tobillo del pequeño, alzandolo por el aire mientras se ponía de cabeza. Regresa a la madriguera y lo coloca justamente al lado del jabalí.
—Quédate aquí.—Ordena en un tono neutral y a su vez demandante.
—¡No, quiero ir contigo!—El niño se sienta bruscamente, cruzándose de brazos y formando un puchero en sus labios
—No seas malcriado y cuídala.
—¡No!
—Si.
La mano zurda de la oni con sus dedos sujeta ambas mejillas del pequeño humano, haciendo que sus labios hagan boca de pez. Este frunce su ceño, cerrando sus ojos y empieza a patalear.
—¡No, no, no...
《¿No sé cómo la jabalí lo aguanta?》
—¡Dije que te quedes aquí!
La misma mano que estaba utilizando para apretujar la cara del niño, la usó para darle un golpe en la cabeza sobre este, claramente midiendo su fuerza y así logrando que se callara.
—Quédate aquí.
Obedece, dándole una última mirada al niño antes de alejarse nuevamente de la madriguera, sin darse cuenta que el pequeño por tercera vez la sigue. Pensó que está vez la obedeció hasta que sintió como algo se aferraba en su pierna izquierda, su cuerpo se quedó congelado y luego de unos segundos, aún tensa baja su cabeza, observando al niño abrazar firmemente su extremidad, sin intenciones de soltarla. Ella deja salir un suspiro, cerrando sus párpados antes de abrirlos nuevamente y seguir caminando, con el pequeño aferrado a su pierna.
—¡Bellotas, bellotas, bellotas...
Después de casi una hora el niño la había soltado, caminando por su cuenta y muy alegre de haber logrado su cometido. Él había recogido muchas bellotas, no dejaba de mencionarlos mientras la mujer solamente lo vigilaba de lejos, dándose cuenta que a veces este se metía unas cuantas frutas por la boca.
—¡Oye!—De repente lo sujeta por el brazo, alzandolo un poco, haciendo que algunas se caígan de sus manos.—Esas no son tuyas, son para la jabalí, bestia.
—¡Me llamo Hashibara Inosuke, no bestia!—La apunta con una mano.—¡Yo soy el Rey de las Montañas!—Sin embargo, la oni lo mira con desinterés y se fija en el cielo.
《Va amanecer.》
Da media vuelta para regresar a la madriguera e Inosuke se da cuenta que se estaba moviendo sin esperarlo.
—¡Espérame! Nunca debes dejar al Rey de las Montañas atrás, ¡tú debes estar atrás!
《Me gustaba más cuando era un bebé.》
Dentro de unos minutos, durante el trayecto el niño cargaba como podía todas las bellotas en sus brazos, una que otra se le habrá caído por el camino y al final del camino, Endō tuvo que recoger unas cuantas cuando este empezó a correr directamente hacia la madriguera, soltando todas las pequeñas frutas cerca del animal.
—¡Tenemos bellotas!
El niño muy emocionado se sienta a un costado del jabalí, empezando a ayudarlo en la alimentación y la contraria con pocos ánimos comía.La demonio deja las que cayó el menor, cerca de las demás, observando la escena con una pierna hincada en la tierra hasta volver a pararse e irse de nuevo a su viejo escondite.
Empezaba a sospechar que el animal podría estar muriendo y eso sería un problema. Porque ella no pensaba en seguir cuidando a ese niño, no podía cometer ese error de nuevo.
Justo unas horas se despierta al escuchar un sonido, al abrir sus ojos nota que es la jabalí, quien estaba con su cabeza metida en el tronco, al parecer ya estaba más animada. Esta la mira con sus grandes ojos azulados, haciendo sonidos por la nariz, Yuriko frunce ligeramente su ceño sin entender lo que quería y lentamente extiende su mano zurda hasta poscionarla con sumar lentitud sobre la cabeza del animal entre tanto le deja una tosca caricia sobre su pelaje.
Extrañamente parece que es lo que quería, debido que al separar su mano de su cabeza sin saber que más hacer con la jabalí, esta se aleja del árbol antes de irse a otro lado. Quizás fue regresar con el niño o a buscar comida, no obstante no le tomó tanta importancia, debido que vuelve acostarse, haciéndose bolita mientras finalmente cerraba de nuevo sus párpados para dormir de nuevo.
—¡Tu gigante ahora chiquita!
Endō hizo un sobreesfuerzo de no haber golpeado al niño, pues este apareció de manera repentina, sacudiendo su cuerpo mientras seguía gritándole, despertandola. No sabe cuantas horas pasó, sin embargo debido al contacto físico se quedó congelada durante unos minutos hasta reaccionar y empujar a niño, quien cae sentado.
—¿Qué haces aquí?
—¡El jabalí no está y estoy aburrido!—Contesta en un tono elevado el menor, viendo a la mujer ahora casi de su tamaño, viéndolo de manera seria.
—¿Y mi qué me importa?
—¡Te debe importar, porque yo soy el Rey de las Montañas! ¡El Rey de las Montañas quiere jugar contigo!
Endō estaba al punto de aceptar el capricho del menor hasta inclinar su cabeza a un lado y ver que aún era de día.
—Déjame dormir.—Masculla, antes de volver acostarse en la tierra, pero este se lanza sobre ella, zarandeandola de un lado a otro.
—Ya dormiste mucho, ¡el Rey de las Montañas quiere que te despiertes y lo entretengas!
Inosuke deja escapar carcajadas al sentir como su cuerpo se mueve cuando la contraria se reincorpora con ayuda de sus brazos y salen más cuando lo tumba al suelo, creyendo que estaba jugando con ella, cuando es todo lo contrario.
—Vete.
—¡No!
El niño sujeta el brazo derecho de la oni, jaloneando en dirección al exterior, pero apenas que sale del agujero, ella al instante jala su brazo provocando que el pequeño se golpeara su cabeza contra el borde del tronco. Este cae de nuevo sentado, colocando sus pequeñas mano en su frente, donde recibió el golpe, le dolía, no obstante se enoja porque la contraria no quería salir. No entendía porque no le gustaba la luz del sol, es lo mejor.
—¡El Rey de las Montañas quiere que salga!—Aunque cuando iba a entrar, la adversa le lanza tierra haciendo que se cubra de inmediato los ojos. Enojado suelta gruñidos de frustración.—¡Bien, quédate ahí! Me iré con los demás animales, ¡ellos si me van a entretener!
Dicho eso se aleja del árbol, yendo en dirección a otro lugar donde jugar con los demás animales del bosque. A veces odiaba que la demonio no quiera pasar tiempo con él, ¿quién no quisiera pasar tiempo con el increíble Rey de las Montañas?
Una sonrisa se forma en sus labios al ver a los ciervos, comienza a correr y se impulsa antes de saltar sobre unas raíces para terminar sobre el lomo del animal, quien empieza a correr y a dar saltos. Él en su mente pensaba que estaba entreteniendolo, pero realmente el ciervo se lo quería sacar encima hasta que lo logró, dejándolo solo. Inosuke deja salir un desesperado suspiro, pataleando en el aire, quería jugar con alguien y comenzaba a extrañar la jabalí.
Aunque en el fondo de él ansiaba que fuera de noche para pasar tiempo con la mujer gigante.
《Voy a ver si regresó ya.》
Normalmente el animal a veces partía, pero no tardaba mucho en regresar para hacerle compañía. Primero va a la madriguera, notando que aún no regresaba, provocando que formara un puchero en sus labios. Fue al lago donde tomaba agua o nadaba, notando que el animal no estaba por ningún lado. Entonces pensó que de seguro estaría comiendo, así que fue directamente a donde estaban esos árboles donde estaban esas deliciosas bellotas, pero al llegar, solamente ve a otros jabalíes, menos la suya.
《¿Dónde está?》
La frustración aumenta y a la vez comenzaba a enojarse, ya el cielo estaba en esos tonos anaranjados y aún no sabía del paradero del jabalí de ojos azules. Decidió que lo mejor era buscarlo, usando sus instintos mientras poco a poco los rayos solares se volvían más débiles a medida que pasaba el tiempo. Siguió corriendo, saltando por las raíces que sobresalían o escalando en los árboles para caminar sobre las ramas hasta ver una pequeña zona donde no estaba tan rodeado de árbol, sin embargo había un cuerpo de un jabalí sobre un charco de sangre, justo en medio del lugar.
El niño se acerca lentamente hasta detenerse frente al cuerpo inerte, sus ojos verdes brillan con ganas de llorar, al ver los ojos de aquel jabalí eran azules, reconociendolo al instante. Siente una dolorosa presión hacerse presente en su pecho, observando al animal que estaba buscando hace horas, muerto en el suelo con una gran herida en su estómago, como si alguien le hubiera hecho daño. Se acerca más a este, arrodillandose mientras sus pequeñas manos tocan el pelaje manchado de sangre, queriendo cerrar esa herida, pero sabe que no podía hacer nada.
Su vista se torna borrosa entre tanto algunas lágrimas se escapaban en sus ojos, recorriendo sus mejillas. Recuerda la calidez que le proporcionaba el animal cuando dormían juntos, antes aquello sus pequeñas manos sujetan la cabeza del cadáver, tirando este con fuerza hasta arrancarlo haciendo que la sangre se escurra por todas partes.
Inosuke abraza la cabeza del jabalí, rechazando la idea de no tener algo suyo, da media vuelta mientras empezaba a correr, pero su cabeza choca contra algo que hace que caiga por atrás. Exaltado se sienta, entre su vista borrosa puede reconocer la figura oscura frente suyo. Endō mira desde las sombras de los árboles al niño, quien tenía la cara medianamente arrugada, debido que estaba llorando entre tanto abrazaba la cabeza del jabalí.
Luego alza su cabeza encontrando el cuerpo sin cabeza, baja su vista de nuevo en dirección al pequeño humano que estaba abrazando aún la cabeza, la cual ya lo había manchado de sangre y estaba sollozando. Reflexiona sus rodillas, extendiendo su brazo zurdo y con cierta inseguridad lo posiciona sobre el cuero cabelludo revoltoso del menor, sintiendo como este se tensa bajo su mano.
—Todo estará bien, bestia. Yo estoy aquí.
Ella se iba de arrepentir de no haberse ido antes.
Ahora tengamos un momento por la segunda mamá de Inosuke. Descanse en paz, mamá jabalí 🙏
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