02── 𝖫𝖺 𝗍𝗎𝗆𝖻𝖺 𝖽𝖾 𝗎𝗇𝖺 𝗁𝗂𝗃𝖺 𝖽𝖾 𝗎𝗇 𝗆𝗈𝗇𝗌𝗍𝗋𝗎𝗈

UN TARAREO SE ESCUCHABA EN EL INTERIOR del baño, adentro de un pequeño espacio hecho de madera llena de agua y dentro de ella estaba Endō Yuriko, quien al ser muy alta la mitad de su cuerpo sobresalía. Sin embargo, su larga cabellera oscura ahora completamente humeda sin ningún gramo de tierra sobre suyo ocultaba la parte de su descubierto cuerpo.

Mientras ella miraba un punto fijo inexistente, abrazando sus rodillas, las cuales estaban apoyadas a su torso es acompañada por la presencia de la otra demonio, quien estaba tarareando una suave melodía entre sus labios presionados entre sí con una sonrisa gentil formada en sus belfos cerrados entre tanto sus manos sujetaba una peineta, usándolo para desenredar los nudos en las largas hebras oscuras de la contraria que caía como cascada. Después de su segundo reencuentro, el cual la castaña nunca creyó que iba a volver a ver a la pelinegra, con gentileza la llevó al baño para quitarle toda la suciedad encima.

Primero le quitó todas sus prendas, contemplando con suma lástima en su mirada la cantidad de heridas que tenía marcados en su piel, pese ser un demonio de luna superior; Endo Yuriko tenía una regeneración muy lenta, incluso comiendo carne humana se tardaría en aumentar la velocidad de la regeneración, además tenía cicatrices como el de su rostro y la que siempre estaba oculta debajo de su ropaje, la cual se extendía desde su barriga hasta su vientre y a pesar de todo, nunca desaparecieron en su pálida piel y acaba de descubrir por si misma que al parecer tiene un aguante a los rayos de sol porque alcanzó ver hasta quemaduras en la parte trasera de sus hombros, brazos y parte de su espalda.

Sus ojos de color marrones de tonalidades tan oscuras como la misma, pero no había estrellas para hacer brillar su mirada y no es el hecho de ser un demonio, sino que incluso cuando era humana siempre ha estado apagadas, sin vida alguna, reflejando vacío. Los colmillos de su desordenada dentadura nunca sobresalieron, siendo más similares a la dentadura de un humano, pero lo mas seguro es que tenía la suficiente fuerza para despedazar carne y tampoco tenía largas uñas o le crecían para atacar, las palmas de sus manos estaban ásperas debido el uso constante de las katanas y su sangre especial, extrañamente aún la poseía, tenía entendido desde el principio que aquel monstruo la había secuestrado porque aquel líquido carmesí con sabor a metálico hacia que los demonios tuvieran más poder. Por eso su aroma era tan dulce que los demás onis la confundieran como una presa más que como una demonios superior.

Decidió bañarla en el piso y no le importaba en lo absoluto si  la habitación se haya llenado de tierra ahora con una textura húmeda, lo que le importaba ahora era cuidar a la demonio. Desde que se metió en el interior del pequeño espacio ha estado callada todo ese tiempo, aunque no era algo raro de la contraria. No es alguien definitivamente de muchas palabras, notando que después de los años Endō Yuriko seguía actuando igual en la época en que la conoció; tan distante y frívola.

—¿Te acuerdas cuándo te bañaba y siempre te peinaba?

Decide romper el hielo la demonio mayor, dejando de tararear aquella melodía que usaba para sus hijos y asi hablar correctamente con la otra demonio sin trabarse. La ajena no dice nada, solamente se mueve un poco debido lo extraña e incómoda que se sentía que siguiera peinandola, incluso estando desnuda. Realmente no está acostumbrada al contacto físico que sea agradable, pero no es como que sea la primera vez que la demonio no la ha tocado.

La conoce cuando fue salvada de los brazos del monstruo y este mismo la llevó a una de las casas donde se escondía de los cazadores, no obstante, no conoció a la demonio de manera causal, si no que fue después de unos días inconsciente hasta despertar en un lugar desconocido y lo primero que vió fue a Tamayo, quien le había cosido una gran herida. En ese tiempo ella tenía doce años y sabrá cuantos años tendría la demonio en esa época.

—Algo.—Responde de manera seca, pese el tono frívolo de Yuriko, la contraria ladea ligeramente su cabeza a un lado, sin dejar de sonreír.

—Yo pensé que si lo habías hecho.—Ríe suavemente.—Cuando te conocí tenías nada más doce años y después de que me haya...

De repente sus palabras quedan suspensas al aire, deteniendo sus movimientos al recordar cuando tuvo el valor de ser controlada completamente de Kibutsuji Muzan; el monstruo que asesinó su familia y la convirtió en lo que es ahora, quien la controló y la consideró traidora cuando logró huír de él. Pero el miedo de ser atrapada de nuevo fue tan fuerte que se olvidó de llevarse consigo a Endō Yuriko y el arrepentimiento se apoderó de ella al darse cuenta que había abandonado a una pobre e indefensa niña a su suerte sabiendo que al ser sangre especial un día de esos el monstruo se cansaría de esperar y la mataría. Incluso rogó a aquel cazador que la buscara y la salvara, que ella no merecía ese destino.

No obstante, le sorprendió cuando pasaron los años y la vió después de tanto tiempo creyendo que estaba muerta, transformada. Realmente Kibutsuji Muzan se había obsesionado de Yuriko, o como la apodaba, su lirio.

—¿Después de que hayas huído?—Esa pregunta hizo que dejara sus pensamientos de lado, observando la larga cabellera oscura.

—Yo...—Deja escapar un suspiro, sintiendo como la culpa se apoderaba de ella.—Yo nunca quise abandonarte Yuriko y me siento tan culpable de no haber pensado en siquiera ir a buscarte. ¡Yo...Yo lo siento tanto! Debiste haber sufrido tanto.

—No entiendo porque te disculpas, no soy nadie importante.—Replica indiferente.

—¿Nadie importante?—Repite sus palabras alejando sus manos del cabello húmedo de la ajena y resistiendo a sujetar sus hombros para mirar su rostro.—Si eres alguien importante, Yuriko.

—No lo soy.

—¿Por qué siquiera tienes ese pensamiento de tí?—Pero Yuriko no responde la pregunta de Tamayo, quien respira hondo para calmarse y exhala aire suavemente, mirando una vez más las oscuras hebras de la demonio.—Lo que no entiendo es...—La pelinegra ni siquiera mueve un músculo pata no mostrar su curiosidad, pero sabía que la estaba oyendo.—¿Por qué no te distes cuenta que estabas conviviendo con dos demonios?

El ambiente se forma en un tenso silencio entre las dos. La demonio mayor presiona sus manos sobre sus piernas un tanto inquieta debido que el silencio se prolongaba mientras la otra demonio permanecía inmóvil en el interior del agua sin decir nada, o eso creyó Tamayo hasta que escucha de nuevo su voz hablar.

—De niña no creía en los demonios, nunca lo hice.—Tamayo la mira expectante.—Vivía en una cabaña en un bosque, cerca de una ciudad en donde a la mayoría no le agradaba mi presencia al ser la hija de un borracho, por ser la hija de una ladrona que perdió la cabeza y ser la hermana menor de un busca pleitos. Además al estar siempre sucia los niños nunca se me acercaban y yo estaba concentrada en ganar dinero tocando mi chamisen que antes pertenecía a mi madre cuando era una ladrona y no una maniática que se encerraba en su habitación por miedo ser maltratada de mi padre.

Por primera vez en tanto tiempo, mueve una parte de su cuerpo, su brazo zurdo se reflexiona y su mano toca su rostro.

—La misma chamisen con la cual mi padre rompió contra mí y tomó una de sus piezas destrozadas para cortarme el rostro porque no soportaba la idea de que la única joven que pueda complacerse huyera.

—¿Co-Commplacerse?—Suelta perpleja Tamayo, incrédula.

Mientras Yuriko recuerda la cara de ese bastardo, recuerda todas esas noches que escuchaba los pasos de ese bastardo aproximarse y sabía que no iba a estar tranquila cuando la puerta se abría, y podía sentir perfectamente el olor del alcohol. Recuerda la sensación de sus asquerosas manos tocar su piel lastimada por tantos golpes que él mismo le proporcionaba tanto en el acto como al descubrirla que estaba en la ciudad gracias a su hermano mayor o técnicamente en cada mínima cosa que hiciera que le digustara como las veces la cual intentaba defenderse, las veces que no hacía bien una "merecedora" comida para él y su hermano mayor, las veces que no se apresuraba cuando la llamaba y la lista podía seguir.

—No creía en los demonios porque para mi los monstruos era mi familia.—Dice en un tono frío.—Además vivía en la miseria, rodeada de sake, golpes y apenas sé como se escribe mi nombre, asi que a pesar que haya tenido al mismo rey de los demonios al frente de mí todo ese tiempo yo creí que era por una extraña enfermedad.

《¿Entonces cuando le saqué esa placenta y le cerré aquella herida no fue por qué estaba casada tan joven si no...?》

Una sensación desagradable y amargada se apoderó en todo el cuerpo de Tamayo de sólo imaginar como alguien tan malditamente enfermo como un padre de una pequeña e inocente criatura podría hacer tanto daño a su propia hija a tal punto de embarazarla.

—Él lo supo, él me siguió y me vigiló hasta mi casa, él vió que mi padre me golpeaba y luego entraba a mi dormitorio, él vió que mi hermano me gritaba y seguía el mismo camino, él esperó el momento perfecto para seguir fingiendo ser amable cuando mi padre y mi hermano me abrieron el estómago, y se llevaron a mi hija.

La demonio ahora sabía la razón de esas hematomas, ahora entendía su frívola y distante actitud, ahora entendía porqué aquella cicatriz.

—Yuriko, no sabía que sufriste tan-tanto.—Decide acercarse, pero sus manos vacilan en el aire sin saber si tocarla.

Sólo él lo sabía.—Contesta mirando intensamente un punto fijo inexistente de la pared hecha de madera.—Quiero que te vayas, quiero estar sola.—Tamayo abre y cierra sus labios, sin saber que decir, así que decide cumplir su petición.

Se levanta y se acerca a la puerta de papel, abriendolo, pero antes de salir, voltea a ver a Yuriko, quien nuevamente permanece callada y abrazando sus piernas sin dejar de mirar un punto fijo. Quiso disculparse, no obstante se mantuvo callada para no molestarla más y finalmente salir, entre tanto los ojos negros sin vida de Endō bajan hasta el agua, viendo el reflejo de su desagradable rostro. El odio de si misma hace que su mano impacta contra el agua para no seguir viendo su reflejo entre tanto su mente se llena de malos y oscuros recuerdos.

Mientras Tamayo se alejaba del baño, sus piernas temblaban más a medida avanzaba y su mano zurda se apoyaba en la pared para apoyarse, sintiendo las lágrimas descender en sus mejillas hasta terminar con las rodillas y las palmas de sus manos sobre el piso.

—¡Señorita Tamayo!—Yushiro rápidamente se acerca a la demonio, ayudándola a reincorporarse más o menos, preocupándose de sobremanera al verla llorando a mares.—¡¿Qué sucede?! ¡¿Esa demonio le hizo algo que la haya hecho sentir mal?! ¡Ahora se las verá!—Cuando el demonio estaba al punto de cometer un error, la contraria sujeta con firmeza su muñeca, deteniendolo al instante.—¿Señorita Tamayo?—Observa como niega repetidas veces su cabeza.

—Ella no me hizo nada, nu-nunca lo hizo.—Respira con dificultad.—¿Por qué a ella? ¿Por qué a una inocente e indefensa niña? ¡Dios! La dejé abandonada con ese bastardo. ¡Soy un monstruo! ¡Un monstruo!

—¡Señorita Tamayo, calmese!

Un tanto nervioso y desesperado Yushiro se acerca de nuevo a ella, sujetando sus hombros, mientras intentaba tranquilizarla. El cual poco a poco logró calmar su agitada respiración, pero aún su pecho se movía de arriba y abajo, al menos en un ritmo más calmado.

—¿Por qué dices esas cosas de tí? Usted no es ningún monstruo.

—No lo entiendes, Yushiro.

—Entonces hazme entenderlo.—Replica el nombrado y la demonio inhala profundamente, y luego exhala de manera suave.

Tamayo ya no sabía que edad tenía exactamente, sospechaba más de noventa años, pero dejó de ser una importancia. Mientras acataba todas las órdenes del rey y lo seguía obedeciendo como siempre hacia, nada malo le iba a pasar. Una noche lluviosa donde el cielo estaba nublado de nubes, no permitiendo admirar las estrellas sintió un dulce aroma de un humano que poseía sangre especial cerca de la casa donde se escondía junto con Muzan de los cazadores.

《¿Por qué...Tan dulce?》

Pero este en especial era muy dulce que la hizo babear y sentir unas incontrolables ganas de destrozar a ese humano, pese que no quería seguir herirlos. Estaba con todas las intenciones de salir sin poder aguantar más, pero a mitad de camino visualiza la entrada principal ser abierta, observando de lejos a Kibutsuji.

Él estaba completamente empapado de agua y entre sus brazos cargaba a una niña casi desnuda, con una larga cabellera negra por encima del brazo derecho del demonio, la cual colgaba. Su cabeza en dirección al techo, con los párpados cerrados como si estuviera en un profundo sueño y la piel llena de tierra, y sangre goteando de ella.

Y el aroma dulce a tales magnitudes era principalmente de esa niña.

Ella se acerca a él pasando su brazo por su boca para quitarse la saliva que se acumuló en su boca. Estaba muy confundida, aguantando las ganas de abalanzarse a él, porque si era de sangre especial, aunque ciertamente eso no importaba, no podía meterse con la comida que es suya y principalmente si esa comida se trataba de Kibutsuji Muzan. Pero sabiendo como era, le sorprendió que no la haya devorado aún, no obstante si notó algunas manchas de sangre rodeando en los labios de él. Como si solo se haya pasado la mano para saborear un poco del líquido.

—Muzan–sam-

—Quiero que la cures en este instante.—La interrumpe en un frío tono y demandante tan característico del demonio.

Pasó de ella, dirigiéndose a una de las habitaciones que no se usaban mucho y Tamayo no tuvo que otra que seguirlo. Este abre casi sin cuidado la puerta de papel y acto seguido la deja directamente, y sorprendentemente de manera cuidadosamente a la niña moribunda sobre la cama cubierta de polvo.

—Quiero que le cierres esta herida ¡Ahora mismo!

La demonio al instante obedece, pese que el aroma proveniente de la menor le esté enloqueciendo en todos sus sentidos se aproxima a ella, autocontrolandose a su vez la analizaba, mientras el contrario sale rápidamente de la habitación.

《¿Por qué resiste?》

Un monstruo como él nunca resistiría asesinar a un humano, no importaba si eso trataba de una pequeña niña, ¿pero por qué quiere que la cure?

《¿Será por su sangre?》

Aunque deja de pensar, viendo con un atisbo de sorpresa la gran herida de la muchacha, por cual sus sentidos estaban enloqueciendo tanto. Estaba abierta desde más arriba del hombro hasta su vientre, se veía muy profundo como si le hayan querido hacer una cesárea, o en un intento de asesinarla, no tiene ni idea. Además cuando comenzó a devestirla notó más cicatrices, más marcas de golpes e incluso de hematomas rodeando en su frágil piel. No solo eso, su cuerpo estaba tan delgado que se le marcaban todas sus extremidades y eso es por falta de comida.

《¿Qué le habrá pasado?》

Primero quiso asegurarse sino tenía un indicio de haber estado embarazada y después de unos tensos minutos encontró el primer pedazo de placenta. Ella quiso respirar profundamente, pero se aguanta las ganas al saber que el olor iba a seguir adentrándose a ella, asi que solamente sigue sacando pedazos de placenta lo más rápido posible para poder cerrarle aquella herida. Casi como una hora exactamente fue que al fín pudo cerrar la herida con un hilo y una aguja, haciéndole puntos. Tiene el presentimiento que no tenía muchas probabilidades.

—Muzan–sama.—Llama al hombre al finalizar su trabajo, sintiéndose momentáneamente bien al estar lejos de la habitación en donde estaba la niña, ahora infectada de su dulce aroma.—Muzan–sama.

—¿Ya la curaste?De manera repentina lo tiene al frente suyo, mirándola de manera intensa y con su característico semblante serio.

La demonio al instante baja su mirada mientras sus manos se entrelezaban entre si.

—Si, Muzan–sama. Pude cerrar su herida con éxito, pero hay probabilidad que por la pérdida de sangre muera.—Replica en baja voz.

—Más te vale que salga viva.—La amenaza antes de alejarse de ella.

《¿Por qué la quiere viva? Si a él le da igual a los niños.》

Pasaban los días y Tamayo pasaba largas horas en el dormitorio cubierto de polvo, debido que nadie usaba esa habitación, exceptuando ahora de la niña, quien aún inconsciente dormía sobre el colchón, asi que eligió limpiar cada rincón. Cambiaba su vestuario cada día, prendas que realmente eran de su pertenencia, también la peinaba mucho para que aquella larga cabellera oscura no se descuidara, al principio le dificultaba por la cantidad de nudos que tenía. Le tocaba el rostro, queriendo entender esas cicatrices que decoraban en sus mejillas, parecía que lo hizo un demonio, más o menos, no tiene entendido si lo hizo su amo u otro demonio. Era muy extrañas.

Hasta que un dia con intenciones de analizar su estado, abre la puerta de papel y al alzar su vista sus suaves ojos se encuentran con una oscura mirada sin vida. Permanece congelada, viendo con perplejidad a la niña ya no insconciente en la cama, sino sentada mirándola con desconfianza, defensiva y a la vez confundida.

—¡Muzan–sama!—Lo llama sin darse cuenta la expresión de sorpresa de la contraria al pronunciar su nombre.—¡La niñ-¡Cuidado!

Se acerca rápidamente cuando la menor quiso levantarse, pero cae de manera abrupta al piso debido que estuvo dormida casi exactamente una semana. Cuando quiso sujetar sus brazos o sus hombros para poder tocarla, la niña se pone en alerta, apartando sus manos con débiles manotazos.

—No te acerques a mi.—Replica con la voz rasposa porque estuvo en coma todo esos días, intentando alejarse de ella, arrastrando sus piernas. Al parecer por la caída no notó su velocidad sobrehumana, sino estaría histérica y mucho menos cuando Muzan se hizo presente en el dormitorio, extrañamente con una sonrisa fingida de amabilidad.

—Yuriko, al fín despiertas.—El demonio se aproxima a las dos y encorva su espalda lo suficiente para poder sujetar los brazos de la menor, quien se balancea y coloca las manos sobre el pecho de este.

《¿Qué está pasando? ¿Acaso lo conoce?》

Solamente Muzan se dejaría tocar por un humano que no sea una prometida o mujer casada para poder enamorarla y robar todo su dinero.

—Mu-Muzan, si estoy viva.—Sus brazos tan delgados, casi su piel pegada al hueso sujetando temblorosas la prenda del demonio, quien la miraba con un brillo en sus rojizos ojos.—¿Mi bebé? ¿Y mi bebé?

—Lo lamento mucho, Yuriko.—Sus largos y pálidos dedos juguetean con las hebras oscuras de la menor.—No donde está.

—No, mi...Bebé.

La niña de nombre "Yuriko" se iba a dejar caer, si no fuera porque Muzan sujeta su cintura sin esfuerzo mientras ella lo intentaba apartar sin fuerzas ninguna a su vez las lágrimas descendían en las mejillas de esta. Tamayo miraba aún arrodillada en el piso con mucha lástima, no sabría con exactitud lo que le habrá pasado a la muchacha, quien era muy joven para tener un bebé, pero había algo extraño en ella. No obstante, no podía dejar de sentir repulsión al ver a su amo, viéndola de una manera que quería vomitar, pero se aguantaba. Aunque tampoco podía hacer nada al respecto y tampoco creía que tenía esos pensamientos debido su odio a los humanos al ser seres inferiores. O eso pensó.

Ambos demonios estaban arrodillados al frente de una mesa mientras estaban uno al lado del otro. Hace como sesenta minutos Tamayo contó como conoció a Yuriko, el suceso cuando la dejó su suerte y estuvo todos esos años arrepintiendose, por último de lo que acaba de contarle la otra demonio anteriormente.

Yushiro en esa situación le hubiera dicho que no fue culpa suya, que en esa situación haría lo mismo y no hubiera pensado en lo que le pasaría a la niña ahora ya no humana. Pero cuando le contó el pasado de ella hizo que sintiera una pesada sensación, sintió su garganta cerrarse debido la repulsión. Sabia que a veces los humanos podían ser peores que los demonios.

No obstante no creyó que una figura paterna, el cual su deber es priorizar a sus hijos haya destruido a una niña a tal magnitud de quitarle su inocencia, de dejarle su semilla y la dejara embarazada para luego separae de su bebé de manera tan horrible, y dejarla en donde sea que haya sido el lugar para que se muriera lentamente o que un demonio la encontrara y la devorase.

La peor posibilidad fue ser la obsesión de Kibutsuji Muzan.

¿Y del hermano?

Los hermanos deberían cuidarse, no seguir el mismo patrón de abuso y maltrato de una figura que ni siquiera merece existir. Todo esto era tan complicado de pensar haciendo Yushiro sintiera tanta repulsión, disgusto, odio y mucho dolor de cabeza, todo junto.

—Eso es horrible.

Todo esos largos minutos oyendo las palabras de su amor platónico, el cual estuvo callado para prestar atención a la contraria al fin suelta algo.

Tamayo le había enseñado que a veces esta mal juzgar un libro por su portada, lo primero que hace él al ver a la demonio de larga cabellera azabache es juzgarla por su actitud.

《No me gusta como se comporta y principalmente como actua con Tamayo, pero quizá la entiendo ahora porque es asi.》

—No sé que decir.—Replica apenado de como actuó anteriormente con la fémina.—Ella...Ella no merecía nada de eso.

—Si...Si nunca la hubiera abandonado, puede que quizá haya tenido una vida medianamente normal y muerto en paz.

Entre ambos, Tamayo era quien estaba arrepentida, se sentia culpable, porque siendo ella madre alguna vez nunca hubiera dejado a sus hijos solos. Quizás Endō Yuriko no era su hija, pero al fin y al cabo era, o fue una niña.

—No te sientas tan culpable, señorita Tamayo.—Intenta calmarla una vez más, sujetando con lentitud su mano derecha a su vez su pulgar caricia con suavidad el dorso de esta.—Si hubieras regresado, Muzan te hubiera matado y no ibas a tener otra posibilidad de haberla salvado.

Tenía toda la razón, si en ese tiempos regresaba a salvar la niña. Muzan se hubiera dado cuenta y todo su plan de destruirlo se hubiera desvanecido, pero tampoco puede permitir sentirse aliviada, o no del todo culpable de lo que hizo.

—Si quieres le llevo su ropa.—Él para su desgracia tuvo que soltar la mano de su amada para levantarse.—Lo más seguro es que ya esté seca.

Tamayo solamente asiente con la cabeza, mirando un punto fijo inexistente del lugar mientras Yushiro deja salir un pequeño suspiro por la nariz antes de dar media vuelta y dirigirse a la habitación donde dejó la ropa de Endō. Al tenerla en sus brazos se encamina al baño sintiendo aquel aroma dulce ser más fuerte, aunque en si ya el olor de la sangre especial de la demonio "defectuosa" se ha infectado rápidamente hasta en los rincones de la casa.

Se detiene al frente de la puerta de papel, los nudillos de su diestra tocan la madera, provocando un ruido y sus oídos sólo pueden escuchar el silenció al otro lado, ni siquiera el sonido del agua. Como sino hubiera nadie adentro, pero si habia alguien.

—Te traje la ropa.—Habla en un tono serio, dejando suavemente las prendas ordenadas en sus brazos de la contraria en el piso.—Yo...

No muy seguro si disculparse de como la trató anteriormente, pero finalmente decide mantenerse callado para alejarse de la puerta y regresar con Tamayo. Al otro lado, Yuriko observa de reojo la silueta del demonio alejarse, seguido de esos percibe sus pasos hacerlo y se queda callada, mientras sus oscuros ojos se fijan en su muñeca recordándola.

Unos minutos más tanto Yushiro como Tamayo estaban juntos de nuevo, esta vez con la compañía del felino, quien estaba acostado en el piso de madera, moviendo lentamentesu cola de un lado a otro. Los dos estaban hablando de como poder convivir con la tercera presencia hasta que el aroma dulce los envuelve e giran a verla, quien estaba de nuevo con sus prendas ahora limpias y arregladas, con sus dos katanas colgando a cada lado de su cadera.

Antes de que Tamayo hablase, esta se adelanta.

—Yo ya me voy.

Ambos demonios se miran con sorpresa por las palabras de la contraria, quien se encaminaba en dirección al patio para salir de la casa. Pero se detiene abruptamente al sentir el contacto de uno de ellos.

Por inercia aparta su mano, girando su cuello de manera brusca a la altura de su hombro izquierdo y bajando ligeramente su barbilla para poder ver a la demonio, quien tenía que alzar su cabeza debido por las gran diferencias de altura entre ellas.

—¿Qué?—Suelta de manera seca y la demonio mayor refleja su inquietud.

No quería que ella se fuera y estuviera sola de nuevo.

—Pensé que querías quedarte aquí. Puedes comer y poder descansar bajo este techo.—Propone en un tono un tanto inseguro.—Po-Podemos vivi-

—No.—Replica con una vacía mirada.—Ya he causado muchas molestias.

—No es cierto, tú-

—Deja de ser tan amable conmigo.—Mira al frente.—Me iré ahora.—Se queda en silencio durante unos segundos.—Gra-Gracias por permitir bañarme y por arreglar mi ropa. Pero debo irme ahora.

Abre la gran puerta de papel, observando primero el pasto verde teniendo recuerdos de su adolescencia cuando antes se escapaba de Kibutsuji durante el día y convivía con una pareja de casados. La cual Tamayo y Yushiro le causa recuerdos de ellos. Antes de dar un paso afuera, la voz de la susodicha la detiene una vez más.

—Chachamaru sabe donde está Mono.—Todo su cuerpo se tensa al escuchar el nombre de ella.—Y pido mis condolencias.

《¿Ella...?》

El cielo estaba de color negro, pocas nubes pasaban dejando que tanto las estrellas como la luna alumbraran de manera tenue desde arriba mientras bajo aquella noche una demonio de cabellera oscura azabache siguiendo a un pequeño felino de pelaje tricolor logra visualizar a lo lejos en los altos árboles una especie de piedras de diferentes formas y tamaños con letras grabadas.

Estaba en un cementerio.

El felino se desplaza agilmente por las tumbas, saltando sobre estas mientras su cola se meneaba hasta que se sienta cerca de una, el cual estaba un poco alejada del resto. La fría brisa de la noche choca contra el cuerpo de la demonio, moviendo tanto sus largas hebras oscuras como le tela de su ropaje mientras su mirada baja a la piedra que emergía o una parte encajada en la tierra donde había letras. No sabía leer, pero sabía que estaba ella.

Su hija.

Con lentos pasos se acerca hasta detenerse frente a esta y dejar que sus rodillas tocasen el suelo, observando que había flores ya marchitadas dando entender que había gente, los cuales de seguro la querían.

La respetaban.

La amaron.

Al menos no terminó como su madre, ¿aunque iquiera puede tener ese papel?

Yuriko alza su mano zurda, tocando con las yemas de sus dedos la estructura de la piedra, especialmente siguiendo aquellas líneas que decían su nombre y apellido. Luego sus ojos negros miran su muñeca donde tenia aquella pulsera, el cual fue hecha por su hija.

《Mono...》

—Ahora somos amigas.—Ríe suavemente la niña de cabello negro de no mas o menos doce años, mostrando su brazo derecho a la demonio, entrelazando sus pequeños dedos en los largos y pálidos dedos de la mayor, para juntar los brazaletes.

Chachamaru se sienta en el regazo de Endō, maullando para llamar su atención al sentir su profunda tristeza, pero esta solamente se queda mirando fijamente la tumba antes de apartarlo con delicadeza y pararse.

—Dile a Tamayo que la veré de nuevo.

Y dicho eso se aleja, pasando entre las tumbas hasta que Chachamaru perdió de vista la silueta de la fémina.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top