02 || 𝗙𝗹𝘆 𝗵𝗶𝗴𝗵 𝗯𝗮𝗱 𝗯𝗹𝗼𝗼𝗱

-ˏˋ⋆ 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗧𝗪𝗢 ⋆ˊˎ-
「 ✦ 𝘍𝘭𝘺 𝘩𝘪𝘨𝘩 𝘣𝘢𝘥 𝘣𝘭𝘰𝘰𝘥 ✦ 」
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- ̗̀ୢ໋ʰᵃʳʳʸ ᵖᵒᵗᵗᵉʳ ᶠᵃⁿᶠⁱᶜᵗⁱᵒⁿ˖*ೃ࿔


⇢ ˗ˏˋ spanish|FanFiction|2023 ࿐ྂ
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La mañana había sido un caos completo, su madre volvió muchísimo antes del trabajo por un aviso del Ministerio de magia. El acta de divorcio; sí, los padres de Ophelia se habían divorciado por fin después de meses de peleas y malos tratos hacía la mayor del clan Casterwill.

Después de todo aquel jaleo de idas y venidas entre Privet Drive y la Rosaleda, la menor y su madre terminaron cerca de las diez y media. Iban caminando hasta casa, cargando con algunas bolsas, a decir verdad, odiaba tener que caminar hasta casa por el simple hecho de que tenía que pasar por delante de la de Harry y simplemente no es que tuviera muchas ganas de cruzarse con él.

Estaba tan sumida en sus pensamientos, que ni siquiera se dio cuenta de que su madre estaba hablando con ella:

—¿Estás bien, cariño? —preguntó cuando vio que su hija no le estaba haciendo el mayor caso, le pasó un brazo por los hombros, acercándola un poco más a ella-. Te noto un poco dispersa.

—Estoy un poco cansada —mintió.

Su madre le apretó ligeramente el hombro, en señal de reconfortarla, sabía que su hija lo estaba pasando un poco mal después de lo sucedido con su padre, sumando que estaba alejada de sus dos hermanos pequeños, Abigail y Dylan, que se encontraban en España con su tía Aurora. Pero en realidad no era eso en lo que estaba pensando ahora, si no que su cabeza no podía evitar volver al sentimiento que le provocó ser abrazada por el azabache, era como si añorara aquella sensación.

—Ophelia, sé que todo esto de tu padre te ha afectado, es normal, pero intenta no pensar en ello.

—No es por eso mamá, es por otra... —empezó a hablar la chica, pero se paro en seco justo enfrente de la casa de Harry.

La rubia tenía la expresión fruncida mientras miraba a la señora que estaba en la puerta de los Dursley: grande, robusta y tenía la cara colorada. Incluso tenía lo que parecía un bigote, aunque no tan poblado como el de un hombre, en una de las mano llevaba una enorme maleta y debajo de la otra se hallaba un perro viejo y que parecía tener muy malas pulgas.

Sintió como su madre le ponía una mano en el hombro, observando también a aquella mujer, la cual Ophelia supo al momento que no iba a traer nada bueno y que no la caía bien. Vieron como le tiraba la enorme maleta a alguien contra el pecho y al ver ese pelo azabache alborotado enseguida reconoció que era Harry.

El chico estaba a punto de cerrar la puerta cuando se dio de la presencia de la rubia y de su madre en la cera de enfrente, aunque en realidad no reparo en la madre de la chica, simplemente estaba mirando a Ophelia, su Ophelia.

Ella volvió a sentir como le sudaban las manos, pero a parte del sentimiento inexplicable, sentía preocupación, sí, estaba sintiendo preocupación por la persona que se tiraba a matar, ¿irónico cierto?

Vio como Harry abrió la boca para hablar, pero una voz del interior de la casa lo empezó a llamar, así que sin más remedió, cerro la puerta.

Tres días los cuales se los había pasado vigilando la casa de Harry, no sabía el porque o de que le serviría, pero sabía que aquella mujer que había visto tres días atrás iba a traer serios problemas.

También durante esos tres días había estado evitando las preguntas de su madre, ya que después de volver a casa eso día intentó preguntarle que se traía entre manos con Potter porque claramente su madre era la que más sabía de su odio hacía el chico.

Así que durante la cena, decidió hacer frente a esas preguntas.

—¿Qué te traes entre manos con Harry? —cuestionó su madre mientras se sentaba a la mesa.

Ophelia clavó la mirada en su plato y unos segundos después, la levantó para mirar a los ojos de su madre: -Nada. -Lo dijo con tanta tranquilidad que a su madre le sorprendió.

—¿En serio?

—En serio, mamá —volvió a desviar la mirada a su plato, pero sentía la de su madre clavada en ella—, simplemente creo que esa señora del otro día va a traer problemas.

—¿A qué te refieres? —El tono de su madre cambio de golpe a uno mucho más serio.

—No lo sé, pero me da mala espina, igual que sus tíos. —se encogió de hombros mientras jugueteaba con el tenedor.

—¿Te estás preocupando por él?

—No digas tonterías, mamá.

Mentira.

Sentía los nervios y la preocupación en la boca del estómago haciendo que no tuviera ganas de comer, pero su madre no tenía que saber eso ni muchos otros detalles.

Ambas se sumieron en un silencio un tanto incómodo, el cual ninguna estaba dispuesta a romper, Ophelia seguía jugueteando con uno de los muchos guisantes que tenía en el plato y su madre seguía comiendo, no era la primera vez que pasaba esto, ni sería la última. La menor suspiro y se levantó de la mesa sin dirigirle una palabra, se encaminó hacía las escaleras y se fue a su habitación, cerrando la puerta de un golpe.

Se asomó a la ventana, apoyándose en el alfeizar, llevaba un día de mierda y no podía creer que su madre creyera que estaba preocupada por aquel chico idiota que no soportaba, era simplemente insoportable, muy, muy, muy, muy en el fondo tal vez si tuviera un raro sentimiento de preocupación. Estuvo durante horas mirando por la ventana a lo que ella le parecieron cortos minutos, se podía oír el suave canto de los grillos y el ruido de algunos coches que pasaban.

Las farolas de la calle empezaban a encenderse cuando escucho los gritos de una mujer.

«Esto es mala señal»

Siguió escuchando los gritos, hasta que poco a poco se desvanecieron, observo atentamente la calle, esperando un movimiento inusual o raro, entonces escucho como las ruedas de un baúl chocaban contra el suelo, junto a los paso acelerados de alguien. No necesito nada más. Salió pitando de su habitación y fue bajando las escaleras mientras se hacía un moño improvisado, utilizando su varita para que no se deshiciera.

—Ophelia, ¿a dónde... —fue lo último que escuchó a su madre decir antes de cerrar la puerta y echar a correr calle abajo.

Estuvo corriendo durante varias calles, habiendo veces en las que perdió al chico de vista, pero finalmente relajo el paso cuando llegó a la calle Magnolia, vio a lo lejos como Harry se dejó caer contra un muro bajo, jadeando por el esfuerzo, se quedó sentado, inmóvil.

La rubia se acercó a paso tranquilo a él, tenía cara de no haber pasado el mejor día, así que prefirió no irritarlo más, cuando llegó a su lado, se dejó caer a su lado sin decir nada, observando su perfil. Ella también estaba jadeando a causa de la carrera y escuchaba sus latidos acelerados.

—Hola —susurró mientras recuperaba el aliento.

Harry la miró de soslayo y suspiró.

—Hola. —El chico giró la cabeza hacía Ophelia, la curiosidad se apoderó de esos ojos verdes—, te has ido de casa por mí.

Aquello no era una pregunta era una afirmación, la chica se encogió hombros y se abrazó las piernas. Ni siquiera lo podía negar, la preocupación se había apoderada de ella.

—No... no quería dejarte solo. —Aquellas palabras salieron atropelladamente de sus labios sin poder evitarlo.

—Gracias —murmuró Harry mientras desviaba la mirada.

Se quedaron en un silencio incómodo, que ninguno quería romper o más bien el orgullo los impedía hacerlo.

La chica le dedicaba de vez en cuando miradas fugaces mientras pensaba en que podía hacer, no tenía dinero muggle y no llevaba nada más aparte de su varita, y se supuso que Harry tampoco tenía dinero para poder llegar a Londres.

Después de un momento de haber estado pensando, giró la cabeza hacía el chico e hizo una mueca de confusión al verle a abrir el baúl y lo fue vaciando en busca de algo. Pero antes de que lo encontrará se incorporó y miró a su alrededor.

—¿Qué pasa? —susurró Ophelia, incorporándose también.

Y entonces sintió un extraño cosquilleo en la nuca que la provocó la sensación de que estaban siendo observados y al parecer Harry también lo había sentido porque giró la cabeza ligeramente para mirarla. Pero aquello no podía ser posible, la calle parecía desierta y no brillaba luz alguna en ninguna casa.

Vio como Harry volvía a inclinarse sobre el baúl y casi inmediatamente se incorporó de nuevo con la varita en la mano y por inercia Ophelia se pegó un poco más a él.

Más que oírlo, lo intuyó: había alguien detrás de ellos, en el estrecho hueco que se abría entre el garaje y la valla. Harry entornó los ojos mientras miraba el oscuro callejón. Si se moviera, sabría si se trataba de un simple gato callejero o de otra cosa.

—Harry... —murmuró la chica, su voz tembló ligeramente—, Harry, esto no me da buena espina.

El chico no contesto y muy en el fondo Ophelia estaba empezando a notar como se le revolvía el estomago, haciendo que tuviera un gusto amargo en la boca. Con un leve temblor en las manos, llevó una de ellas al moño que llevaba y quito su varita, deshaciéndolo.

¡Lumos! —susurraron Harry y Ophelia. Una luz apareció en los extremos de sus varitas, casi deslumbrándoles.

Harry la mantuvo en alto, por encima de la cabeza, y las paredes del nº2, recubiertas de guijarros, brillaron de repente. La puerta del garaje se iluminó y Harry vio allí, nítidamente, la silueta descomunal de algo que tenía ojos grandes y brillantes.

Ophelia entrecerró los ojos y pudo ver que se trataba de un perro, o eso creyó, porque al momento sintió que Harry la empujaba hacía atrás mientras retrocedía. Haciendo que tropezarán con el baúl. El chico alargó el brazo para impedir la caída de la chica, las varitas salieron despedidas de sus manos, ella aterrizó junto al bordillo de la acera y él encima de ella.

La rubia sentía la respiración entre cortada de Harry chochando contra su piel, haciendo que un escalofrío la recorriera la espalda y sus mejillas se sonrojaran.

Sonó un estruendo.

Dando un grito, se apartaron rodando de la calzada justo a tiempo. Un segundo más tarde, un vehículo de ruedas enormes y grandes faros delanteros frenó con un chirrido exactamente en el lugar en que había caído Ophelia. Era un autobús de dos plantas, pintado de rojo vivo, que había salido de la nada. En el parabrisas llevaba la siguiente inscripción con letras doradas: AUTOBÚS NOCTÁMBULO

Durante una fracción de segundo, la chica pensó si no lo habría aturdido la caída y el hecho de tener encima a Harry.

El cobrador, de uniforme rojo salto del autobús y dijo en voz alta sin mirar a nadie:

—Bienvenidos al autobús noctámbulo, transporte de emergencia para el brujo abandonado a su suerte. Alargue la varita, suba a bordo y lo llevaremos a donde quiera. Me llamo Stan Shunpike. Estaré a su disposición esta no...

El cobrador se interrumpió. Acababa de ver a Harry que seguía encima de Ophelia. Que en un acto reflejo le dio un empujón y se levantó, haciendo que se quitara de encima y acabara sentado en el asfalto

Harry cogió sus varitas, le dio la suya a Ophelia y se levantó de un brinco.

—¿Qué hacéis ahí? —dijo Stan, abandonando los buenos modales.

—Nos caímos —contestó Harry.

—¿Para qué? —preguntó Stan con una risa burlona.

—No es que queríamos saber que tan duro estaba el suelo —contestó Ophelia, se notó el tono de molestia en su voz, pero también el típico toque de sarcasmo suyo mientras giraba la cabeza para mirar a Harry.

Se fijo en que se había hecho un agujero en la rodillera de los vaqueros y le sangraba la mano con que había amortiguado la caída mientras que ella se había raspado los codos. De pronto pareció que ambos recordaron por qué se habían caído y se volvieron para mirar en el callejón, entre el garaje y la valla. Los faros delanteros del autobúsnoctámbulo lo iluminaban y era evidente que estaba vacío.

—¿Qué mirais? —preguntó Stan.

—Había algo grande y negro —explicó Harry, señalando dubitativo—. Como un perro enorme...

El chico se volvió hacia Stan, que tenía la boca ligeramente abierta y al momento la rubia también se volvió y pudo fijarse en que a Harry no le hizo gracia que se fijara en la cicatriz de su frente.

—¿Qué es lo que tienes en la frente? —preguntó Stan.

—Nada —contestó Ophlia por impulso, revolviéndole el pelo para tapar la cicatriz.

«Vale, esto no es normal»

Sentía la mira del pelinegro sobre ella, pero no se giro a mirarlo, ya que no quería que viera como sus mejillas habían adquirido aquel color rosado de antes.

—¿Cómo os llamas? —insistió Stan.

—Neville Longbottom y Lavander Brown —respondió Harry, dando los primeros nombres que se le vinieron a la cabeza—. Así que... así que este autobús... —dijo con rapidez, esperando desviar la atención de Stan—. ¿Has dicho que va a donde nosotros queramos?

—Sí —dijo Stan con orgullo—. A donde queráis, siempre y cuando haya un camino por tierra. No podemos ir por debajo del agua. Nos has dado el alto, ¿verdad? —dijo, volviendo a ponerse suspicaz—. Sacasteis las varitas y... ¿verdad?

—Sí —respondió Harry con prontitud-. Escucha, ¿cuánto costaría ir a Londres?

—Veintidós sickles, once cada uno para ser exacto —dijo Stan—. Pero por trece os damos además una taza de chocolate y por quince una bolsa de agua caliente y un cepillo de dientes del color que elijas.

Harry rebuscó otra vez en el baúl, sacó el monedero y entregó a Stan unas monedas de plata, haciendo que Ophelia frunciera el ceño, ¿acaba de pagar por los dos?

Entre los dos chicos cogieron el baúl, con la jaula de Hedwig encima, y lo subieron al autobús.

No había asientos; en su lugar, al lado de las ventanas con cortinas, había media docena de camas de hierro. A los lados de cada una había velas encendidas que iluminaban las paredes revestidas de madera.

Un brujo pequeño con gorro de dormir murmuró en la parte trasera:
—Ahora no, gracias: estoy escabechando babosas. —Y se dio la vuelta, sin dejar de dormir.

—Las vuestras son éstas —susurró Stan, metiendo el baúl de Harry bajo la cama que había detrás del conductor, que estaba sentado ante el volante—. Éste es nuestro conductor, Ernie Prang. Estos son Neville Longbottom y Lavander Brown, Ernie.

Ernie Prang, un brujo anciano que llevaba unas gafas muy gruesas, le hizo un ademán con la cabeza. Harry volvió a taparse la cicatriz con el flequillo y se sentó en la cama.

—Vámonos, Ernie —dijo Stan, sentándose en su asiento, al lado del conductor.

El autobús noctámbulo circulaba en la oscuridad echando a un lado los arbustos, las balizas, las cabinas de teléfono, los árboles, mientras Harry y Ophelia permanecían acostados en los colchones de plumas.

Después de un rato, Stan recordó que Harry había pagado una taza de chocolate caliente, pero lo derramó todo sobre la almohada de Harry con el brusco movimiento del autobús entre Anglesey y Aberdeen. Como al chico no le apetecía estar soportando el olor al chocolate durante lo que quedará del viaje, se levantó y sin decirle nada a la chica, se tumbó de costado a su lado, observando el perfil de Ophelia.

—Creo que esto es allanamiento de cama, Potter —le reprochó en murmullo.

—Me da igual, Ophelia.

—Pues a mí no me da igual, es bastante incómodo, ¿sabes?

Pero Harry ni siquiera se molestó en contestarla, en cambio para hacerla rabiar, se acurruco contra su costado. Cosa que funcionó, porque Ophelia soltó una palabrota en francés por lo bajo, haciendo que una sonrisa de satisfacción apareciera en la cara del pelinegro.

—Que lista, me insultas en francés para que no te entienda. —La chica soltó un leve quejido de molestia y se dio la vuelta dándole la espalda, pero aquello solo hizo que Harry se riera entre dientes.

Ophelia cerró los ojos, pero al momento los volvió abrir cuando sintió el brazo de Harry pasando por su cintura para luego atraerla contra su pecho. Se puso tensa de golpe.

—¿Qué haces? —preguntó con confusión y molestia.

—Relájate, es por comodidad. —Pero solo hizo que Ophelia se tensara más—, confía en mí.

La rubia se acomodó a regañadientes, aunque después de todo se acabó relajando cuando notó como Harry apoyaba la barbilla sobre su pelo, haciendo que su pecho se pegará más a la espalda de ella.

Brujos y brujas en camisón y zapatillas descendieron uno por uno del piso superior, para abandonar el autobús. Todos parecían encantados de bajarse.

Al final sólo quedaron Harry y Ophelia.

—Bien, Neville y Lavander —dijo Stan, dando palmadas—, ¿a qué parte de Londres?

—Al callejón Diagon —respondió Harry.

—De acuerdo —dijo Stan—, agarraos fuerte…

¡PRUMMMMBBB!

Circularon por Charing Cross como un rayo. Harry se incorporó en la cama, soltando la cintura de la chica (cosa que ella agradeció), un momento después ella también se incorporó y vio edificios y bancos apretujándose para evitar al autobús. El cielo aclaraba. Se preguntó si su madre habría salido a buscarla, que era los más seguro, se sintió mal, sabía que su madre no le gustaba nada que saliera sola y menos después de todo lo que había pasado con su padre, ¿pero que iba hacer? ¿dejar a Harry solo y que lo atacara un loco por la calle?

Ernie pisó el freno, y el autobús noctámbulo derrapó hasta detenerse delante de una taberna vieja y algo sucia, el Caldero Chorreante, tras la cual estaba la entrada mágica al callejón Diagon.

Harry la dio un codazo para que saliera de sus pensamientos, haciendo que le mirara de soslayp, pero no le dijo nada, simplemente se levantó de la cama y bajo del autobús.

—Gracias —le dijo él a Ernie. Bajó de un salto y con la ayuda de Stan dejó en la acera el baúl y la jaula de Hedwig—. Bueno —dijo Harry—, entonces, ¡adiós!

Pero Stan no le prestó atención. Todavía en la puerta del autobús, miraba con los ojos abiertos de par en par la entrada enigmática del Caldero Chorreante.

—Conque estás aquí, Harry —dijo una voz.

Antes de que Harry se pudiera dar la vuelta, notó una mano en el hombro.


La rubia no sabía cuanto tiempo llevaba esperando en la puerta, pero calculó que habían paso cerca de cinco minutos desde que Harry había entrado a hablar con Fugde, había estado intentado escuchar a través de la puerta, pero solo escuchaba pequeños murmullos, así que desistió en el intento, apoyándose en la pared a esperar.

No tardó mucho en salir, haciendo que Ophelia le mirara con curiosidad y con algo de preocupación.

—¿Qué te ha dicho? —Le preguntó en un susurró para que solo la oyera él.

—Oh, ¿eso es preocupación lo qué oigo en tu voz? —contestó Harry riéndose, haciendo que la chica le diera un golpe en el brazo.

—Soy cotilla por naturaleza, ¿vale?

Harry se lo contó muy resumidamente mientras seguían a Tom por una escalera de madera muy elegante hasta una puerta con un número 11 de metal colgado en ella. Tom la abrió con la llave para que Harry y Ophelia pasaran. Dentro había una cama de aspecto muy cómodo, algunos muebles de roble con mucho barniz, un fuego que crepitaba alegremente y, encaramada sobre el armario…

¡Hedwig! —exclamó Harry. La blanca lechuza dio un picotazo al aire y se fue volando hasta el brazo de Harry.

—Tiene una lechuza muy lista —dijo Tom con una risita—. Ha llegado unos cinco minutos después de usted. Si necesita algo, señor Potter, no dude en pedirlo.

—Demasiado lista diría yo —asintió Ophelia, acercándose para acariciar con delicadeza la cabeza de la lechuza, que emitió un ruido como si se alegrara de verla.

—Por cierto, señorita Martínez, su madre esta abajo.

Volvió a hacer una inclinación, y abandonó la habitación.

La rubia se puso pálida de golpe, oír el apellido de su padre y que su madre estaba abajo, no era buena señal para nada. Sentía que el cuerpo la temblaba. Con recelo se acercó a la puerta, sin ni siquiera mirar a Harry, pero no la hizo falta girarse que el chico salió junto a ella de la habitación y que iba detrás.

—No hace falta que vengas, ¿sabes? —dijo todavía sin mirarle.

—Lo sé.

Notó la presencia del azabache a su lado y como la agarraba la mano, haciendo que entrelazaran los dedos. De repente se sintió algo más tranquila, como si la sola presencia de Harry la reconfortara.

Recorrieron el pasillo, hasta bajar de nuevo las escaleras y allí al pie de la escalera estaba la madre de la chica. No iba a negar que se lo pensó dos veces antes de soltar la mano del chico y terminar de bajar la escalera ella sola y tampoco pensó que su madre se lanzaría abrazarla con todas sus fuerzas posibles.

—Mamá, me estas ahogando —murmuró. Notó como su madre dejaba de apretar el abrazo, pero no por eso la soltó.

—¿Sabes el susto que me has dado cuándo has salido corriendo de casa?

—Lo siento.

—No vuelvas a hacerlo —dijo en un suspiro su madre, soltándola por fin del abrazo.

Lennie acunó el rostro de su hija con sus manos, enseguida su atención se fue al chico que seguía en las escaleras, observándolas. Pero el chico no pudo evitar que sus mejillas adquirieran un todo rosado por la vergüenza, sentía que estaba entrometiéndose en un momento madre e hija.

Ophelia sonrió con satisfacción al ver el tono rosado en las mejillas de Harry y riéndose dijo: —Parece que alguien tiene vergüenza.

—Yo no… —empezó a decir el aludido, pero se calló al ver como la madre de la chica meneó la cabeza con desaprobación.

—Ophelia, no te rías de él —dijo en defensa del chico, haciendo que que ahogara una risa al ver la cara enfurruñada de la menor—, encantada de volverte a ver, Harry.

«¿Volverte a ver?, ahg, ya está con sus dichos secretos»

Después de estar un buen rato charlando con la madre de Ophelia, Harry y ella subieron a su habitación.

Harry se sentó en su cama durante un rato, acariciando a Hedwig y pensando en otras cosas. Ophelia en cambio ya estaba tumbada en la cama, con la mirada fija en la ventana, el cielo que veía por la ventana cambiaba rápidamente del azul intenso y aterciopelado a un gris frío y metálico, y luego, lentamente, a un rosa con franjas doradas.

—Harry.

—¿Qué?

—¿Puedes tumbarte a mi lado cómo en el autobús? —susurró la chica, con las mejillas encendidas.

Por un momento temió que Harry se riera de ella, pero en cambio, se desplomó a su lado, sin ni siquiera quitarse las gafas. Nuevamente paso su brazo por la cintura de la chica, atrayendola hacía su pecho.

Ophelia esta vez no dudo y se acurrucó contra él cerrando los ojos, simplemente dejó que la presencia de Harry la tranquilizara hasta quedarse dormida.

—Buenas noches, Lia —murmuró el azabache, dándole un pequeño beso en la cabeza.

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He vuelto, ¿me habéis echado de menos?, porque yo sí

¿Qué os parece el capítulo?

Besos Crystal 🎸♟️

dts para mi ginny mspxttr 💕

━━palabras: 3961📚🍂

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