Extra

──Una porción de lemon pie.── Pidió amablemente el colmilludo al chico que atendía aquella repostería.

Aquella mañana de 1978 había invitado a su amigo y amor pasado a una cita, habían pasado años desde que The Beatles se habían separado, los cuatro tomaron sus vidas personales cómo artísticas por separado pero había algo, algo que lo seguía teniendo unido a ese baterista de ojos azules el cuál ahora estaba sentado en una de las sillas de esa cafetería modesta.

El otro seguía igual de hermoso, con esos bellísimos ojos azules que no había logrado ver en más nadie, se había dejado crecer la barba y eso lo hacía ver mucho más varonil aunque preservaba esa pizca de amor y ternura que cuando la beatlemania estaba en auge.

Al tomar aquel postre caminó hasta el mayor y tomó asiento enfrente suyo sonriéndole de lado.

Acomodó aquellos rizos definidos que había adoptado ahora, se le hacía bastante cómodo, era algo difícil de mantener pero le gustaban bastante.

──¿Un lemon pie? Muchas gracias, muy amable.── Le sonrió Ringo rascando su barba apenas antes de agarrar el tenedor y tomar una porción de aquel postre.

──Bueno... Me acordé de aquellos momentos que pasamos juntos, solamente quería que nos pusiéramos al día.──  Murmuró el otro mientras bebía de su taza de té.

Al escuchar aquellas palabras el ojizarco tragó abruptamente ese postre seguido de limpiar sus labios, esas palabras lo tomaron totalmente desprevenido pero algo dentro de él, su corazón más bien latió con suma fuerza cómo hace tantos años no lo hacía.

──Pensé que habíamos dejado aquello en el pasado.── Murmuró cubriendo su boca para que no escucharan sus palabras y sus ojos azules se fijaron en él.

──Pero sabes que te he extrañado mucho... Vamos, una vez más y nadie se dará cuenta, tú también me has extrañado ¿Me equivoco?.── Era un experto en la seducción y ahora como el niño caprichoso que era quería que el otro cediera ante él.

Aquellas palabras dichas por el hombre de rizos definidos le sonrojó, sabía que era un maestro de la seducción y él era jodidamente débil ante George, no podía negarle absolutamente nada por más que quisiera.

──No te equivocas en lo absoluto... Pero han pasado muchos años, George.── Suspiró tratando de ser fuerte ante aquellos ojos depredadores.

──No veo cuál sería el impedimento para vernos otra vez... Vamos, si la pasamos tan bien.── Ronroneó coqueto extendiendo su mano para tomar la otra. ──Una vez más y no te vas arrepentir, pastelito de limón.──

[...]

Estaban en la casa del hombre de ojos azules en dónde en su momento estuvo su esposa Maureen y sus tres hijos Zak, Jason y Lee, se había divorciado de la mujer hace tres años, tenían la tenencia compartida de sus hijos y se veían todas las semana, sus hijos eran su mundo entero.

──¿Tus hijos vendrán hoy?.── Preguntó George mientras tomaba un juguete que estaba ahí tirado.

──No... Los veré pasado mañana, así tenemos acordado con Mo.── Dijo el ojizarco sentado en el sillón de tres piezas.

George asintió con su cabeza caminando hacia el otro y se sentó sobre él a horcajadas en dónde sus brazos rodearon su cuello.

Sus ojos pardos lo miraron fijamente a los azules con un brillo que hace tanto años no se hacían presente. Esas noches de hotel en dónde se amaban en secreto y ahora en el presente en dónde su amor no era un pasaje directo al infierno y prisión todo parecía mucho más ameno.

──Te extrañé mucho...── Susurró en un tono de voz ronco mientras besaba su mejilla con delicadeza.

──No estoy para que jueguen conmigo... Esa mujer... Olivia ¿Qué hay con ella?.── Indagó con el entrecejo fruncido algo reacio a sus muestras de cariño.

──¿Qué hay con ella? Oh... Solo salimos, pero me di cuenta que mi corazón te pertenece hace tantos años.── Murmuró con el entrecejo fruncido ante la mención de la femenina a la cual estimaba, pero ahora quería solamente a Ringo.

──No soy un juguete para que me uses cuando te aburras ¿Entiendes eso? No estoy para eso, ya no.── Dijo firmemente sin inmutarse al tener al otro tan cerca suyo o sobre sus piernas mejor dicho.

George suspiró sabiendo como sus dilemas de fidelidad le habían traído tantos problemas, el haberse acostado con la esposa de su mejor amigo era algo imperdonable y aún así el otro lo perdonó siguendo siendo su amigo.

──No eres un juguete... Conoces a ese joven George, sigo siendo yo... Yo no te sería infiel, jamás lo hice mientras salimos.── Esa era la verdad, jamás le fue infiel a Ringo y quiso hacérselo saber mirándolo a los ojos y tomó sus mejillas con rastros de ese vello facial. ──Confía en mí...──

Ringo suspiró profundamente... Siempre estuvo a sus pies, siempre les perdonó absolutamente todo, no podía enojarse con él pero ni quería ser un juguete... Quería confiar en él... Confiaba en él.

──Está bien... Hagamos ésto pero no vuelvas abandonarme como lo hiciste aquella vez porque juro por Dios que no te voy a perdonar.── Sus ojos azules quedaron fijos en él y se animó acercarse al adverso para juntar sus labios.

Algo dentro de George se removió, sintió aquello que hace años no sentía y solamente Richard podía dárselo, ese aliento pesado de alcohol, cigarro y lemon pie, había vuelto a probar esa codiciada droga suya.

──Sigue siendo el mismo sabor de hace años... Eres un pastelito de limón.── Soltó una risa para acercar su nariz al cuello ajeno y olfatearlo como hizo incontables veces. ──Y sigues oliendo a limón... Mierda Ritchie, eres mi perdición.──

Richard soltó una pequeña risa nasal ante sus palabras y el roce de su nariz contra su cuello como en aquellos viejos tiempos.

Sus manos rodearon su cintura y lo atrajo más a él teniendo que alzar su cabeza para poder verlo y volver a unir sus labios en su beso más profundo y lento.

──Si te comportas Geo... Te diré el secreto por el cual huelo a limón.── Susurró de forma ronca mordiendo su labio inferior seguido de tirar apenas del mismo.

[...]

──¿Enserio?.── Dijo George sosteniendo aquel pote de loción a base de limón.

──Es enserio ¿Acaso creías que me frotaba contra el limonero del patio antes de ir a los estudios? No quiero oler a marihuana como ustedes.── Dijo bromista el baterista mientras secaba su abdomen cicatrizado. ──Te queda muy bien ese chupetón.──

Ante esas palabras solo pudo reírse mientras miraba aquel producto que volvió a dejar en su lugar y se miró al espejo viendo aquel chupetón en su cuello y marca de los caninos del ojizarco en su hombro, había olvidado lo pasional que era su Ritchie en la cama.

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