𝗢𝟴-𝗘𝘀𝗲 𝗯𝗲𝘀𝗼 𝗷𝗮𝗺𝗮𝘀 𝗼𝗰𝘂𝗿𝗿𝗶𝗼

Jueves 20 de agosto.

Ciudad Central.

19:54 p.m.

Barry se detuvo en seco, mirando a su alrededor, completamente confundido. La ciudad estaba tranquila, sin signos del desastre que había presenciado, sin rastro del tsunami que había estado a punto de devastarlo todo. Era la misma ciudad, las mismas calles, pero algo en su interior le decía que algo no estaba bien.

Observó con detenimiento, las mismas escenas se estaban repitiendo en ese momento; una mujer de edad media pidiendo un taxi, 2 perros de tamaños completamente diferentes, un hombre girando un cartel... todo estaba ahí. Exactamente como había estado... la noche anterior antes de ir a la morgue.

—Ay vaya... —Susurró, tocándose el rostro como si necesitara asegurarse de que estaba realmente allí, en ese momento, en ese día.

Había corrido tan rápido, tan desesperadamente para evitar la catástrofe, que nunca imaginó que al hacerlo podría haber alterado algo más. El pasado. Un día antes. El tsunami aún estaba a horas de llegar, y ahora él estaba allí, parado en un tiempo que no era el suyo. Una sensación de vértigo lo invadió. Todo lo que había hecho para salvar a las personas, la barrera que había creado, ahora parecía estar en el limbo.

—Hey, ¿Qué ocurre? —Una voz sonó en su comunicador, era Cisco—. Barry.

—Sí, ¿Cisco? —Respondió al llamado, sus pensamientos tratando de ordenar el caos que se había desatado en su mente—. Aquí estoy.

—¿Qué pasó, por qué paraste? —Preguntó el latino desde el córtex revisando la consola.

—Estoy bien, es que estoy un poco desorientado. —Excusó de repente, aunque en parte era cierto, estaba desorientado.

El reloj seguía su marcha, sin mostrar signos de alteración, pero él sabía que algo había cambiado. Algo estaba fuera de lugar.

—Debes apresurarte un poco más, Barry. —Comentó Cisco.

—¿Apresurarme, por qué? —Preguntó aún mirando su entorno. Hubo un pequeño silencio antes de que Cisco volviera a hablar.

—Apresurarte para que llegues a la morgue.

Barry frunció el ceño bajo su máscara, claramente confundido.

—¿La morgue? Estuve ahí... ayer. —Dijo, para sí mismo pero no contó con que lo escucharían del otro lado y recibiría una orden.

—¿De qué hablas? ¡Rápido, corre!

•─────⚡─────•

Viernes 21 de agosto.

Laboratorios S.T.A.R.

10:54 a.m.

Barry estaba en el córtex apoyado en la mesa de la consola, mirando las máquinas, las luces, y de vez en cuando al Doctor Wells o Cisco, su postura estaba más firme de lo usual, la mandíbula tensa y su respiración, aunque regular, era un tanto rápida, como si estuviera tomando todo el aire de ese momento para ver si eso de alguna manera, lo ayudaba a tranquilizarse aunque fuera un poco.

Pero nada.

La sensación de inquietud seguía ahí, y probablemente en crecimiento. Tenía uno de sus pies golpeando el suelo como lo haría un conejo. Poco después, aparecieron en una pantalla las imágenes de los hermanos Mardon y Barry frunció el ceño con molestia.

En serio que esos 2 le habían traído verdaderos problemas. Uno creó un tornado que pudo haber acabado con la ciudad, mientras que el otro secuestró a Joe y creó un tsunami que puso haber destruido la ciudad.

Quizás lo único bueno en todo eso fue pudo besar a Joey.

Joey.

Un nudo se formó en el pecho del velocista mientras los recuerdos lo invadían. Ese beso que le había dado a su pequeño antes de correr para detener al tsunami había sido un momento que, aunque breve, era algo que había deseado por tanto tiempo. Fue un impulso, un reflejo de todo lo que no se había permitido sentir hasta ese instante y que al hacerlo, fue una completa adrenalina. Pero ahora, con los eventos cambiados desde la noche anterior, su confesión, esa cercanía, ese beso jamás ocurrió.

Se llevó una mano a la cabeza y talló su sien, tratando de procesar lo que significaba. Había cambiado el tiempo para salvar a todos, pero en el proceso, había borrado uno de los momentos más memorables de su vida, al menos para él. Joey probablemente no tenía idea de lo que había sucedido, de lo que Barry había sentido en ese instante, y eso lo atormentaba.  

Tanto tiempo peleando con esto para que al final pudiera expresarlo, creer que podría comenzar algo, y volver a un punto de inicio donde nada de lo acontecido se hizo real.

El solo pensarlo le pesaba como una losa.

—¿Estás bien, hermano? —La voz de Cisco hizo que su burbuja de pensamientos se viera explotada y lo regresó a la realidad.

—Sí, todo bien. —Titubeó, su cabeza siendo un péndulo que no dejaba de moverse, tambalearse y estar en 0 equilibrio.

El sonido de los tacones de Caitlin anunciaban su entrada, y se giró para verla entrar por una de las puertas que llevan al pasillo.

—¿Clyde Mardon tiene un hermano? —Preguntó, de su voz se desprendía un tono que reflejaba su completa sorpresa.

—Así que ambos hermanos sobrevivieron al accidente, y la materia oscura que se liberó de la explosión del acelerador los afectó a ambos virtualmente del mismo modo. —La frase no solo la dijo el Doctor Wells, sino que también Barry la completó sorprendiendo al equipo.

A partir de este punto, el mayor comenzó a ver su comportamiento, la forma en cómo había completado su frase no era algo que se pudiera adivinar, era algo más, como si Barry ya lo hubiera vivido.

—Solo que Mark, no es nada como Clyde, puede cosas que no podrían imaginarse.

—Tendrá que ser el mago del clima. —Cisco comenzó a hablar y el forense acompañó en el nombre del nuevo meta—. Sí.

El latino le dio un sorbo a su slushie de cereza antes de soltar un quejido mientras se sujetaba la cabeza.

—¿Neuralgia del trigémino? —El velocista volvió a completar, pero esta vez fue con la doctora.

Con solo haber presenciado esa poca interacción, el Doctor Wells había decidido llamarlo para hablar con él en privado, si lo que estaba imaginando era cierto, nada bueno saldría de ahí.

—Señor Allen, ven por favor.

•─────⚡─────•

En algún lugar de Ciudad Central.

15:23 p.m.

Joseph Zimmermann era fan de la diversión en cualquier forma, desde las reuniones familiares donde uno tiene que disimular sus ganas por probar gota de alcohol, hasta aquellas donde se está con sus amigos y terminan haciendo algo de lo más estúpido como dormirse en la silla, vomitar, o llorar con la canción más alegre del mundo; de cualquier manera Joey no tardaba en adaptarse a la situación.

Esa virtud la descubrió en su último año de preparatoria, cuando experimentó las salidas, escapadas, invitaciones y demás. Cuando estuvo en sus 17 las cosas no le favorecían mucho ya que usar anteojos y frenos lo volvían la clásica presa fácil de los abusivos (una historia tan vieja como el tiempo), pero cuando llegó a sus 18 las cosas cambiaron para él y menos de un año era una persona completamente distinta; tuvo una cirugía para la vista y sus tratamiento terminó en buen tiempo. Como consecuencia las invitaciones a todo tipo de lugares no tardaron en comenzar a lloverle, y en ese entonces, era su momento, y lo aprovechó bastante.

Ahí se dio cuenta que una cara bonita tiene mucho impacto e influencia en un grupo, y él pasó de estar en las zonas más bajas, a la punta en menos de lo que imaginó. Fue como en esas películas de adolescentes donde el o la protagonista que no tiene belleza (y siempre es alguien sumamente hermoso) de repente se hace un cambio y voila, es un dios salido de la antigua Grecia, con la diferencia de que Joey Zimmermann nunca se olvidó de sus amigos; si él estaría en la cima, Félix y Janessa iban a estarlo.

Y luego llegó la universidad, aunque esta última lamentablemente no pudo estudiarla en Hamburgo ya que por cuestiones del trabajo de su padre fue que se mudaron a Ciudad Costa y ahí comenzó con su carrera de ingeniería en tecnología. El primer año fue una completa locura que involucraba desde proyectos que le costaban horas de sueño, exámenes de hasta 100 preguntas, y aprender a adaptarse al inglés (aunque lo venía practicando desde al rededor de los 10 años). Pero sin dudad la otra cara de la universidad también la disfrutaba como nadie; fiestas, festivales, congresos en otros lugares, y el fugaz romance con un chico llamado Tyler, y después llegó el accidente del acelerador, sus poderes, su carrera congelada y su tiempo desaparecido. Esos últimos sucesos no le han permitido tener esa etapa en su totalidad, pero ahora que había retomado sus estudios, no se quedaría con las ganas. 

Todas esas experiencias (al menos las buenas) le dieron a Joey una gran confianza. Confianza que ahora estaba poniendo en práctica al acompañar a su amigo al cumpleaños de su hermano.

Hace casi 2 horas había salido de la universidad y se había movido hacia los Laboratorios S.T.A.R. por un mensaje que Cisco le dejó pidiéndole ir lo más pronto posible ya que quería mostrarle algo que acababa de inventar (cosa que era mentira), y ahora se encontraba en dirección junto a Caitlin y el propio Cisco hacia la casa de los padres del latino.

Caminaba al lado de ambos mayores con sus facciones neutras, intentando no mostrarse más incómodo de lo ya estaba. Intentó hacer algunos comentarios que pudieran hacer reír al pelilargo y así, hacerlo olvidar por un minuto, el motivo del viaje. Pero incluso sus chistes no parecían borrar todo lo que Cisco llevaba en sus hombros.   

—¿Seguro que quieres ir? —Preguntó el menor mirando a su amigo—. Porque por lo que me dijiste honestamente no me darían ganas de volver a ese sitio al que llamas familia.

—Tengo que. —Fue lo único que dijo el ingeniero, se veía por su postura que estaba bastante tenso—. Mis padres me insistieron en que fuera, querían ver a toda la familia unida ya que el perfecto Dante así lo quiso.

—No te preocupes —Dijo la doctora suavemente, tocando el brazo de Cisco—. Estamos aquí para ti, no para ellos.

Cisco asintió, pero su mirada se oscureció al mencionar a su familia.

—Es solo... Dante. Todo siempre ha girado en torno a él. Y mis padres... bueno, ya les conté. —Hizo una pausa, mirando al frente—. Pero gracias por venir conmigo. No sé si habría soportado esto solo.

Joey observó a Cisco de reojo. Aunque siempre lo veía bromear y hacer comentarios ingeniosos, ahora lo notaba más serio, más vulnerable. Era extraño y desconcertante, pero también entendía que estar con su familia podría remover viejas heridas.

—Oye, si te sirve de algo, a mí tampoco me entusiasma la idea de conocer a tus padres si son tan... complicados como dices. —Joey trató de sonar relajado, pero la verdad es que el nerviosismo se le notaba en la voz.

Cisco esbozó una pequeña sonrisa, agradecido por el intento de Joey de aligerar el ambiente.

—Sí, bueno, son todo un espectáculo. Pero Dante... Dante es el favorito. Siempre lo ha sido, y a veces siento que nunca importa lo que haga, siempre estaré a su sombra.

Caitlin frunció el ceño, claramente molesta por lo que Cisco compartía.

—Eso no es justo, Cisco. Eres increíble, y ellos deberían verlo.

Cisco se encogió de hombros, sin responder. Joey, por otro lado, decidió intervenir con su propio consejo:

—Mira, no importa lo que ellos piensen. Tienes a Caitlin, a Barry, a mí... y, sobre todo, tienes tus propios logros. —Dijo Joey a modo de levantarle el ánimo—. Dante puede ser lo que sea, pero eso no te quita lo que eres.

Cisco levantó la mirada hacia Joey, un poco sorprendido por sus palabras. Finalmente, esbozó una sonrisa más sincera.

—Gracias, Joey. De verdad.

A medida que se acercaban a la casa de los padres de Cisco, Joey no pudo evitar sentir una creciente curiosidad y algo de aprensión. Estaba seguro de que el día no sería fácil, pero estaba decidido a apoyar a Cisco, sin importar lo incómodo que se volviera todo.

—No hay homofóbicos en tu familia, ¿verdad?

—Son latinos. —Respondió Cisco mirando al menor de reojo—. ¿Tú qué piensas? 

—Que no me gustaría usar mis poderes y cambiar la música a algo que no sean capaces de soportar.

—¿Qué tienes en mente? —Preguntó la doctora Snow uniéndose a la conversación.

—Cualquier cosa de Madonna será suficiente para que nos veten en caso de que las cosas se pongan incómodas.

Llegaron a la casa y ni bien habían entrado y sonaba música del otro lado de la puerta. Cuando entraron fueron recibidos por el ritmo de algún género que probablemente solo Cisco sabía cuál era y una pareja de adultos a los que el latino saludó. Por su lado, Joey miraba a su alrededor curioso por ver cómo personas de otras culturas celebraban los cumpleaños, no es que creyera que hacían rituales o algo parecido, simplemente no sabía con exactitud las costumbres de las personas latinas, apenas comprendía ciertas cosas de América, él estaba firme en nunca olvidar las festividades de su país natal. Habían banderines y serpentinas colgando del techo, mesas con manteles de flores y aperitivos. En el centro de una mesa de postres descansaba un pastel de 3 pisos.

—De acuerdo, eso sí no me lo esperaba. —Murmuró para más para él que para Caitlin o su amigo.

—Wow, tus padres se esforzaron con ese pastel. —Comentó Caitlin igual de impresionada con el bizcocho de 3 niveles.

—Bueno, es el cumpleaños de Dante... —Comenzó a decir Cisco, con la voz un tanto tensa—. El día más importante del año.

Dieron unos cuantos pasos cuando el hermano de Cisco y festejado se acercó a ellos para abrazar a su hermano, el pelilargo los presentó y abrazó a su hermano antes de darle un regalo perfectamente envuelto a Dante quien en seguida se fue.

A pesar de la música, y el bullicio de conversaciones ajenas los 3 estaban en un silencio incómodo, mirándose entre momentos hasta que fue Joey quien decidió preguntar.

—¿Ya pongo Judas o todavía?

En todo el rato que estuvieron presentes tanto la doctora como el universitario notaron el completo favoritismo que había en el aire, el ambiente lleno de risas, música y diversión les resultaba ajeno. Entre momentos miraban a Cisco quien saludaba y charlaba con algunos familiares, pero conversaciones cortas ya que luego iban con Dante.

Poco después toda la familia se reunió para ver al hermano estrella tocar el piano, y para qué negarlo, era muy bueno con el instrumento. Cuando acabó la sala se llenó de aplausos y vítores.

—Dios le dio este don. —Comentó la madre de Cisco en medio de los aplausos y Joey rodó sus ojos.

Después de que los aplausos cesaron, Dante se acercó a los 3 con una sonrisa que de lejos se notaba, no venía con muy buenas intensiones.

Algo dentro de Joey se puso alerta, como si supiera que algo estaba por suceder y no sería nada bueno. Podía notarlo en esa sonrisa de comercial que el hermano de Cisco tenía. Él, que había sido humillado en incontables ocasiones, había aprendido a leer las señales de cuando alguien solo quiere pisotear a otro solo para no sentirse tan mal con ellos mismos.

—Estoy algo oxidado no había tocado en un rato. —Comentó sin despegar su vista de Caitlin quien sonrió más por educación que por que le gutara la cercanía de Dante.

—Bueno, si así suenas estando oxidado no me imagino cuando no lo estás. —Dijo ella y eso pareció darle entrada a Dante para decir algo más.

—Por ti practicaría mañana, tarde y noche. —Añadió ensanchando su sonrisa.

Cisco dejó escapar una pequeña risa antes de agregar: —Pues tendrías que levantarte temprano.

Su hermano lo miró detenidamente antes de soltar un comentario con cierto desdén.

—Y mamá dice que sigues trabajando en Laboratorios S.T.A.R. 

—Sí, ¿Por qué?

—No, por nada. Creo que fue duro encontrar otro trabajo eh.

Joey tensó la mandíbula ante ese comentario. Sí, ya sabía por donde iba esto. Y no le gustaba para nada, y no solo porque Cisco se estaba incomodando a cada segundo, sino por que Joey se conocía, sabía que tipo de persona podía llegar a ser y que en cualquier momento podría explotar y decir algo de lo que se podría arrepentir.

Aunque con alguien como Dante Ramón, quizás no se arrepentiría de decir lo que estaba pensando.

Eso fue algo que descubrió de sí mismo en su último año de preparatoria, cuando la confianza lo bañó de pies a cabeza, también lo hizo la mordacidad y el sarcasmo. Si bien estos 2 últimos no eran muy habituales en él, los usaba como un arma cuando sabía que las cosas requerían más astucia que fuerza física, ¿El problema? Cuando lo hacía, no se detenía hasta no haber conseguido lo que quería, que en la mayoría de las veces era ganar. Podía llegar a ser elocuente e irritante como Stiles Stilinski, llegando a lo hiriente y burlesco como Santana López. 

Y justo ahora estaba considerando hacer una mezcla de ambos.

—No estaba buscándolo, me gusta trabajar en los Laboratorios S.T.A.R. —Se defendió Cisco en un tono cortante.

—Y, no haríamos lo que hacemos sin Cisco. —Agregó Caitlin.

Él estaba en silencio simplemente escuchando, las palabras atoradas en la boca y amenazantes con salir disparadas como si de vomito se tratase. No quería abrir la boca porque sabía que al hacerlo, se podría desatar un pequeño revuelo.

—Es leal. Igual que un perro. —Comentó con una sonrisa, su comentario sonando relativamente divertido.

Un silencio incómodo cayó sobre la habitación, y Joey sintió que algo dentro de él hizo clic. Miró a Cisco, que bajaba la cabeza, claramente afectado, y fue como si se activara un interruptor. Si había algo que Joey no toleraba, era ver a alguien a quien le importaba siendo humillado.

—Ay, por favor, no te debes molestar.

Antes de que alguien pudiera hacer o decir algo, Joey se aclaró la garganta.

—¿Sabes algo, como quiera que te llames? —Comenzó diciendo, su tono era calmado pero podía notarse el filo de sus palabras. 

—Dante. —Dijo el mayor siendo ignorado por completo.

—No me interesa, honestamente, pero tienes razón en algo. Cisco es leal, y también es curioso, inteligente, adorable y un completo pan de Dios. Y esas son cualidades más que admirables en él. —Su descripción hizo sonreír a su amigo para sus adentros—. Aunque entiendo que no todos lo sepan apreciar, especialmente viniendo de alguien que probablemente lejos de ser leal, es sumiso como una perra y confunde el apoyo con obligación.

—No, uniceja, ya te reíste un buen rato, ahora me toca a mí. —Joey sonrió mostrando su dentadura—. Piensas que solo por que tocas el piano y te vistes como un acosador de jovencitos eres mejor que una mente poderosa que trabaja creando grandes inventos en maquinaria y mecánica.

—Joey... —Susurró Cisco, pero el menor levantó la mano sin mirarlo, no estaba en intensiones de detenerse.

—Por cierto, Dante, felicidades por ser el centro del universo de tus padres, por que mientras Cisco está a un lado, él persigue sus sueños y es feliz haciendo lo que ama y en cambio tú debes conformarte con ser lo que tus padres querían ver. Cumpliendo expectativas, posibles sueños frustrados y demás fantasías y caprichos, y cuando no cumples con lo que te piden siempre puedes señalar a tu hermano para sentirte mejor con lo poco o nada que tienes.

—Y si vamos a que Cisco es un perro, es un Golden Retreiver que adoptaría sin duda alguna. Tú por otro lado eres un triste Pug al que arrollarían apenas pusiera un pie en la calle, ¿No has considerado la posibilidad de ponerte una bolsa de papel en la cara? Por que en lo personal no tendría el valor de salir a la calle bien vestido y ser alguien que aún vive con sus padres, y probablemente aún pide permiso para salir al parque.

Dante abrió la boca para responder, pero Joey no le dio la oportunidad.

—En fin, qué suerte tienes de tener a Cisco como hermano. Porque mientras tú sigues brillando en esta fiesta de egos, alabanzas, y palabras para subirte el autoestima, él está ahí, siendo una persona increíble, leal y talentosa, a pesar de los comentarios desagradables que tiene que escuchar. Honestamente, deberías aprender de él. No, mejor aún, deberías ser como él.

La sala quedó en un silencio sepulcral. Dante parecía completamente atónito, mientras los demás intercambiaban miradas incómodas. Joey, por su parte, se cruzó de brazos y se llevó un baso de ponche a los labios, satisfecho.

Cisco apenas podía contener una pequeña sonrisa, sus ojos brillando con algo de gratitud. Caitlin, que había estado observando la escena, se acercó a Joey y le susurró:

—Eso fue... brutal. Pero necesario.

Joey simplemente asintió, lanzando una última mirada desafiante a Dante antes de concentrarse en Cisco, quien ahora parecía un poco más aliviado.

•─────⚡─────•

Minutos después...

Mientras caminaban hacia el auto, Joey trataba de no mostrar su incomodidad, aunque era evidente que se sentía un poco culpable por lo sucedido. No porque pensara que estaba equivocado, sino porque sabía que Cisco ahora tenía una relación aún más complicada con su familia por su intervención.

Por otro lado, el latino estaba en silencio, mirando al suelo mientras sus manos jugaban nerviosamente. La tensión en el aire era casi tangible, y Joey estaba a punto de disculparse cuando de repente Cisco dejó escapar una pequeña risa.

—¿Qué pasa? —Preguntó Joey, confundido.

Cisco levantó la mirada, mostrando una sonrisa genuina.

—Nada... solo que nunca había visto a alguien poner a Dante en su lugar tan rápido. Fue... épico.

Joey lo miró, atónito por un momento, antes de sonreír tímidamente.

—¿En serio? Pensé que me odiarías por lo que pasó.

Cisco negó con la cabeza, su sonrisa ampliándose.

—Odiarte, ¿por qué? Joey, nadie había hecho eso por mí antes. Siempre soy yo quien se traga los comentarios, quien deja pasar las cosas. Pero tú... tú no dejaste que me pisotearan.

Joey se encogió de hombros, tratando de restarle importancia.

—No podía quedarme callado. Dante fue un imbécil, y no lo iba a permitir.

Cisco se detuvo y lo miró fijamente, sus ojos brillando con una mezcla de gratitud y cariño.

—Gracias, Joey. De verdad.

El rubor en las mejillas de Joey fue inevitable, pero trató de disimularlo mirando hacia otro lado.

—Bueno, alguien tenía que hacerlo. Además, no podías dejar que te compararan con un perro, ¿no?

Cisco rió, esta vez con más fuerza, y el sonido hizo que todo el malestar que Joey había sentido desapareciera por completo. Incluso Caitlin, que caminaba en silencio dejó escapar una ligera carcajada.

—Definitivamente no. Pero si soy un perro, supongo que tú eres mi guardaespaldas personal.

Joey levantó una ceja, fingiendo molestia.

—¿Guardaespaldas? ¿En serio?

—Sí, mi guardaespaldas sarcástico con un toque de sarcasmo estilo Stiles y Santana. —Bromeó Cisco, dándole un suave golpe en el hombro.

Ambos se rieron mientras se subían al auto de la doctora, y el ambiente tenso de antes se desvaneció por completo. Al final, Joey sabía que había hecho lo correcto, y ver a Cisco sonreír de esa manera lo confirmaba.

—¿Quién quiere ir a Big Belly Burguer? —Propuso la doctora Snow con una sonrisa en el rostro.

—Yo. —Respondieron Cisco y Joey al mismo tiempo.

•─────⚡─────•

Bar "Champagne Problems"

20:34 p.m.

Joey se acomodó en un banco de la barra observando a su alrededor, las luces de colores, música en su máximo volumen, bailarines con disfraces de vaquero, constructor y policía. Y aunque el ambiente estaba lleno de risas y conversaciones, él solo quería un respiro. Había decidido salir no solo para despejar su mente, sino también para disfrutar de su propia compañía por una vez. Después de todo, si Barry iba a seguir rondando su cabeza, lo menos que podía hacer era intentar olvidarlo, aunque fuera por una noche.

El bar estaba lleno de personas que conversaban animadamente, otras bailaban o simplemente disfrutaban sus bebidas. Joey, aunque no buscaba precisamente compañía, no podía evitar sentir cierta curiosidad por el lugar, no era su primera vez en un lugar así, pero sí era su primera vez solo. No era algo que soliera hacer con frecuencia, pero quizás esta noche sería diferente. Talvez un cambio de ambiente lo ayudaría a buscar un poco de paz en medio de toda su tormenta emocional.

Llamó al bartender y se pidió un cóctel.    

Como todo alemán, el alcohol no tenía un efecto inmediato en él, después de todo en Alemania la cerveza era la bebida número 1; desde tragos ligeros para los más jóvenes (su primer cerveza fue a los 13 años y a escondidas de Walter) a los más cargados y concentrados para aquellos que quisieran perder la memoria por un rato.

Cuando su bebida fue puesta frente a él, dio las gracias mientras comenzaba a beberlo distraídamente sin muchas ganas de interactuar. Pero, como era de esperar en un lugar como ese, no pasó mucho tiempo cuando escuchó una voz a su lado.

—¿Primera vez aquí? —Joey giró la cabeza antes de ver a una chica rubia sentada a su lado con una sonrisa confiada y actitud despreocupada.

—Sí, algo así. —Respondió tímidamente mientras sonreía. No esperaba tener una conversación larga pero tampoco quería parecer grosero.

—Soy Lisa. —Se presentó mientras extendía su mano. 

—Joey. —Dijo el menor estrechando la mano de la mujer.

Durante un rato la conversación fluía con ligereza, con temas triviales sobre el ambiente, el bar y otros temas sin llegar a cosas personales. Y Joey agradecía eso. No quería hablar de Barry, de sus sentimientos, de que estaba en ese sitio por que al menos por un momento, quería olvidar a ese velocista.  

A medida que la conversación continuaba, el ambiente se sentía más cómodo. Lisa resultó en ser su naturaleza, continuó con bromas y comentarios que le sacaban a Joey una sonrisa. Por un momento, Zimmermann se sintió agradecido por la presencia de esa chica.

Después de unos vasos demás, el bartender apareció con una bebida y se la extendió al de ojos pardos.

—Enviaron esto para ti. —Dijo antes de retirarse y continuar con su trabajo.

Joey frunció el ceño observando el Shirley Temple con cerezas extras que ahora posaba frente a él en la barra No es una bebida que él pediría, pero su origen resultaba ser curiosos. Levantó la vista buscando en la barra quien podría habérsela enviado. Segundos después un hombre joven bien parecido y pelinegro levantó su botella de cerveza mientras le regalaba una sonrisa y un asentimiento.

Lisa no pudo evitar contener su risa en ese momento y Joey la fulminó con la mirada.

—Oh, cállate. —Se quejó.

—Yo no dije nada. —Se defendió ella.

—Pero pensabas hacerlo. —Tomó el dulce líquido con una mano antes de hacer un mal movimiento que acabó con la bebida derramándose sobre el piso—. Ay, ya se me cayó.

No, en realidad no se le cayó. Él la dejó caer. Joey Zimmermann jamás acepta la bebida de otra persona y menos de desconocidos, sobre todo cuando el lugar es un bar gay donde pueden haber todo tipo de sujetos.

—Eso fue un poco grosero. —Comentó Lisa mirando el suelo mojado.

—Fue más grosero ponerle ketamina a ese Shirley. —Dijo de vuelta.

La rubia levantó ambas, cejas claramente impresionada por esa astucia y una sonrisa se pintó en sus labios. —Eres listo, niño.

—El mundo no es un lugar seguro para nadie, menos para nosotros. —Dijo con firmeza—. Muchos creen que el mundo de los gays es solo risas y convivencia, pero es mucho más que eso.

Lisa se mostró interesada y se inclinó sobre él.

—Te escucho. 

Joey se relamió los labios antes de hablar. —Rechazo, miradas de todo tipo, prejuicios, comentarios malintencionados... homofobia —Hizo una pequeña pausa—, en los 80, cuando fue descubierto el virus de inmunodeficiencia humana, ¿A quién crees que culparon? El mundo ha sido una mierda con nuestra comunidad desde tiempos antiguos. 

La mujer asintió, invitándolo a continuar.

—Castigos, condenas al infierno, el repudio del mundo en muchas eras... muchos aún viven con miedo, y no imagino cómo deben sentirse. No diré que lo sé, por que yo tuve el privilegio de que mi padre me aceptara por quien soy, en otros lugares no es el caso. Incluso hay jóvenes que huyen de sus países por el odio que se vive ahí... imagina, incluso entre nosotros nos llegamos a tener cierta competencia...—Dejó escapar una pequeña risita antes de mirar al frente—. Ni siquiera sé por qué te estoy contando todo esto.

—Porque estás un poco ebrio. —Respondió la mayor con obviedad antes de levantarse y extender su mano—. Vamos, necesitas un poco de aire.

La rubia salió del lugar con el menor por la puerta trasera del bar, Joey no estaba tan ebrio como para no poder mantenerse en pie, pero ciertamente no esta en condiciones de conducir su moto.

—Niño, en serio estás un poquito tomado.

Joey se separó de la chica con una sonrisa, sus mejillas estaban un poco rojas y su aura, usualmente de paz, ternura y conocimiento, se veía un poco caótica debido a los estragos producidos por el alcohol.

—Si estuviera tomado, ¿Podría hacer esto? —No dijo más, dio 3 pasos antes de dar una vuelta de carro, después de un flip flap seguido de un mortal hacia atrás para después caer de pie.

Eso debió de haber sucedido. Pero no fue así. 

El sonido de un quejido y unos botes de basura cayendo al piso llenaron el callejón. Lisa se tapó la boca presenciando la escena que se había desarrollado frente a ella: Joseph Zimmermann había hecho sus serie de acrobacias y en ese preciso momento un hombre joven se cruzó en su camino y terminó cayéndole encima lo que provocó que ambos cayeran de lleno al piso, y el hombre en un intento por no caer, se sostuvo de un bote de basura. Mismo que se llevó consigo.

Cuando el menor levantó la mirada, sintió el alcohol abandonar su cuerpo, y de paso su sangre también lo hizo. Sus ojos se agrandaron casi llegando a ser saltones como los de una rana, y su corazón probablemente comenzó a agitarse como en un terremoto.

—Esa fue una buena atrapada, Lenny. —Se burló la rubia.

—¿Lenny? —Se giró y vio mejor a la rubia antes de ver al hombre frente a él, mejor dicho, bajo él—. Imposible. 

Sintió una mano en su pecho empujándolo sin la menor amabilidad, cayendo de espaldas al suelo y rápido se incorporó, pero poco podía hacer en su estado de completo desequilibrio.  

—Veo que ya conociste a mi hermana menor, niño. —Dijo antes de presentar a la mujer que se colocaba su lado—. Supongo que ya se presentó, pero ahora lo haré yo, saluda a Lisa.

—¿Qué? —Se giró y vio como Lisa se sacó la cabellera rubia que resultó ser una peluca, mostrando mejor su oscura melena.

—Ay por favor, debí haberlo sabido. No esperaba charlar con nadie, y sorpresa, me tocó con la hermana de este payaso con cabeza de kiwi. —Se reprochó dándose una palmada en la frente—. Pero debo admitirlo, es buena escuchando.

—También lo soy haciendo otras cosas. —Insinuó con una sonrisa ladina—. Lástima que no te gustan las chicas.

—Y mejor que así sea. —Advirtió—. ¿Y qué quieren?

—Bueno, honestamente habría preferido haber atrapado a Ramón, pero sé que tu ingenio es igual al suyo. 

—¿Te apuras ya o todavía? —Le cortó Joey antes de mirar la jaula que descansaba cerca de Snart—. ¿Y qué tienes ahí dentro? ¿A Mick?

El hombre sonrió antes de contestar. —Veamos cuanto te dura el sarcasmo, niño.

Snart dejó que Joey se acercara a la jaula solo para apreciar a un hermoso Beagle que estaba profundamente dormido.

Joey sintió su mundo tambalearse.

—Apolo... —Susurró con su corazón casi paralizándose.

Este capítulo no debía de terminar así, pero debido a lo largo que me estaba saliendo lo tuve que cortar. Lo bueno es que parte de este cap se fue a la parte siguiente, así que en el siguiente sabrán que pasa.

De hecho, la escena del bar ni planeada estaba, me iba a ir directo al grano. Pero bueno, pasan que cosas.

Espero que les haya gustado el capítulo de hoy mis amores. Los veo en la siguiente actualización.

No se olviden de votar y comentar.

Es todo. 

Je les aime.

Edgar Rios, fuera!

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