𝗢𝟰-𝗡𝗶 𝗹𝗮 𝗺𝗶𝘁𝗮𝗱 𝗱𝗲 𝘃𝗮𝗹𝗶𝗲𝗻𝘁𝗲

Año 2009

Barry Allen siempre había sido un chico tímido, aquel que se perdía en sus libros y se esforzaba por mantenerse al día con las clases, trabajos y su obsesión por la ciencia. La universidad no era diferente. Pasaba la mayor parte del tiempo en la biblioteca o en el laboratorio, explorando experimentos que iban más allá de los requerimientos de sus clases y eso lo hacía admirable para a los ojos de los profesores.

Tenía un pequeño grupo de amigos, otros jóvenes entusiastas de la ciencia que compartían sus intereses. Sin embargo, Barry no podía evitar sentirse algo desconectado de ellos cuando las conversaciones giraban hacia temas como fiestas, citas y relaciones. Mientras ellos hablaban de chicas con entusiasmo, él fingía seguir el flujo, aportando comentarios neutrales o cambiando el tema rápidamente.

Había momentos en los que su atención se desviaba involuntariamente. Cuando los chicos del equipo de fútbol solían entrenar cerca del campus, y Barry a veces se encontraba observándolos más de lo que consideraba prudente. Se reprendía a sí mismo por aquello, diciéndose que era solo curiosidad o admiración por su físico atlético, pero en el fondo sabía que había algo más.

En una ocasión, mientras estudiaba en el campus, un compañero de clase llamado Dennis se sentó junto a él. El rubio era simpático, carismático y, para sorpresa de Barry, muy interesado en hablar con él el mayor tiempo posible. Durante semanas, comenzaron a compartir conversaciones cada vez más profundas, incluso lo invitó a un par de eventos sociales, algo que Barry normalmente evitaría, pero por alguna razón, no podía negarse.

Una noche, después de una fiesta, ambos estaban sentados en un banco cerca del campus. El ambiente era tranquilo, solo roto por el zumbido de los grillos. Dennis, con una sonrisa cálida, se acercó un poco más a Barry.

—Sabes, Barry, eres diferente al resto. Hay algo en ti que es... especial. —Musitó, con una sonrisa que mostraba su buena dentadura.

Barry rió nerviosamente, sintiéndose repentinamente vulnerable. 

—No creo ser tan especial. Solo soy un chico con una obsesión por la ciencia, las moléculas y la física Dijo sin sostenerle la mirada, tratando de cambiar la conversación.

El contrario lo miró por un momento antes de inclinarse ligeramente hacia él. 

—Eso es lo que me gusta de ti. —Dijo sin pensar mucho, en sus palabras—. Eres demasiado listo.

El corazón de Barry se aceleró, y por un instante, todo parecía detenerse. Pero antes de que pudiera procesar lo que estaba pasando, se puso de pie abruptamente.

—Lo siento, Dennis. Tengo que irme.

El chico con una sonrisa, sorprendido pero comprensivo, solo asintió. 

—Está bien, Barry. Nos vemos mañana.

Esa noche, Barry se quedó despierto, pensando en lo que había sentido y en por qué había reaccionado de esa manera. Aunque Dennis nunca mencionó el tema nuevamente, esa interacción quedó grabada en la mente de Barry como un recordatorio de algo que aún no estaba listo para aceptar.

La universidad fue un lugar de crecimiento y descubrimiento para Barry, pero también de secretos y emociones no resueltas. Esos años moldearon mucho de quien sería más adelante, incluso si en ese momento no podía verlo del todo.

[...]

¿Qué miras, Allen? Escuchó una voz a sus espaldas, se giró y encontró la mirada de Owen, un compañero de clase.

—Perdón, Owen, no te escuché. —Se apresuró en decir un castaño de 20 años sintiendo un pequeño calor en sus mejillas por la vergüenza sintiéndose descubierto.

El pelinegro miró hacia su dirección y luego volvió a mirar a Barry.

—Oh, ya veo. —Dijo con una sonrisa pícara—. Es hermosa, 

—Y tiene un buen trasero. —Agregó Christopher, un pelirrojo—. ¿O no, Barry?

El entonces estudiante de la carrera de criminología, sintiéndose atrapado, les siguió la corriente.

—Sí, lo sé... luce tan... —Divagó en su mente, buscando algún calificativo que pudiera encajar con la descripción que sus demás compañeros estaban dando—. Perfecto. 

Todos, incluyendo a un presionado Barry Allen, tenían sus ojos en una chica de cabellos azabaches, piel clara y ojos de color miel con un toque de olivo.

Sabía quién era ella; era Becky Cooper, una chica de su misma generación con la que había interactuado un par de veces, y aunque ella no estudiaba su misma carrera era considerada como una de las mejores de su campo escolar. Becky era inteligente, educada, y sabía leer a una persona como un libro abierto y de no ser así, ella misma abriría ese libro y se lo leería de pies a cabeza. Era presidenta del club estudiantil, encargada de comité y como extra, miembro de las Cheerios, el equipo de animadoras de la universidad. En conclusión, Becky Cooper era la chica perfecta.

Sin embargo, no la miraba a ella, sino a su acompañante: Brandon Cooper, su hermano mellizo.

A diferencia de Becky, Brandon sí estudiaba criminología y era su compañero en varias clases distribuidas por la semana. Brandon era un chico alegre, amable, y alguien creía plenamente en que lo más importante en la vida era la felicidad. Era presidente de la fraternidad Eta-Rho, a la que ambos pertenecían, y uno de los mejores en el equipo de soccer.  Alto, músculos definidos y de ojos ámbares como sabia de árbol eran su mayor distintivos.

Ese par podía hacer que cualquiera dudara de su sexualidad.

Pero a Barry no lo hacían dudar, sobre todo por que ya tenía establecido quien le atraía. Pero la presión de poder encajar en ese momento lo estaba asfixiando como el nudo de una horca, cerrándose con cada respiración.

 —Deberías invitarla a salir. —Comentó Owen.

—¿Qué? —Se dio la vuelta en un rápido giro hacia los demás jóvenes.

—Por favor, Barry. —Christopher le dio un codazo—. No has dejado de mirarla, ¿O acaso estás mirando a Brandon?

Barry sintió el calor subir a su rostro de golpe, sus manos temblaron un momento y juraría haber sentido como su corazón se detenía por un momento.

—¡No! Para nada. —Soltó casi en un movimiento casi mecánico—. No pensarán que yo lo miraría a él, por supuesto que no.

[...]

—¿Y? ¿Qué tal? —Preguntó un curioso Owen.

Barry sonrió, sus labios llegaban arriba lo suficiente para convencer a cualquiera.

—Es oficial. Su voz sonaba triunfante, como si hubiera ganado algo—. Becky Cooper y yo estamos saliendo.

Barry no tuvo tiempo para decir que no cuando sus amigos, en medio de su euforia, decidieron organizar una celebración para festejar por lo que consideraban, era un logro monumental para el castaño: haber conquistado a una de las chicas más codiciadas en la universidad.  Y eso merecía un festejo.

—Barry, amigo, nunca imaginé decir esto, pero estoy orgulloso de ti. —Dijo un chico de nombre Jake, con quien Allen chocó su vaso de cerveza.

—¡Por Barry Allen y Becky Cooper, la pareja del año! —Gritó Owen con entusiasmo.

Durante la celebración, entre sorbos y tragos, Barry se encontró en el jardín de la casa de la fraternidad a la que pertenecía, buscando un poco de aire. Para su sorpresa, Brandon estaba ahí, apoyado en la pared, su semblante tranquilo y una sonrisa se dibujó en sus labios en cuanto sus ojos y los del castaño se encontraron.

—¿Así que ahora eres el novio de mi hermana? —Comentó Brandon, con un tono juguetón pero ligeramente incómodo.

Barry se encogió de hombros, intentando no parecer demasiado nervioso. 

—Supongo que sí. Dijo, con una pequeña sonrisa.

Brandon lo miró por un momento, como si estuviera tratando de leer algo más allá de las palabras de Barry. 

—Bueno, supongo que tengo que decirlo: cuídala, Allen. Becky puede ser un poco intensa, pero tiene un gran corazón.

Barry asintió, pero su pecho se apretó al notar el matiz de tristeza en la voz del chico. ¿Era solo su imaginación, o había algo más detrás de esas palabras?

[...]

—¿Sabías que los pulpos tienen 3 corazones, y que cada  uno es para una función completamente diferente a la anterior? —Preguntó sin poder contener el tono de emoción que salía de su voz.

Becky dejó escapar una risa mirando a su novio, Barry podía ser tan tierno como incomprendido por sus bastos conocimientos.

—¿Siempre dices esas cosas? —Interrogó ella dándose cuenta de que no necesitaría leer su libro de biología marina ya que tenía su propio sitio web si internet.

Barry se encogió de hombros con una risa nerviosa. 

—Déjalo, Bex. —Le dijo Brandon antes de mirar a Barry y dedicarle una sonrisa—. Es parte de su encanto.

Los nervios de Allen aumentaron y su pulso de disparó con aquella mirada cargada de intensidad que le dedico el contrario. En un movimiento casi mecánico desvió la mirada hacia su novia y le sonrió.

—Me da gusto que mi novio y hermano sean tan buenos amigos. —Becky se mostró feliz por la aparente relación que estaba empezando a formarse entre ambos chicos.





































































Presente.

Martes 15 de julio.

08:23 a.m.

Barry estaba arrodillado junto al cuerpo, tomando notas mentales mientras Jessica revisaba las evidencias con cuidado. El capitán Singh estaba de pie junto a ellos, proporcionando detalles sobre la escena y la información preliminar que habían recabado.

—La víctima es un varón, entre 20 y 25 años. Parece un asesinato de segundo grado —Dijo Singh mientras los observaba. Su tono era profesional, pero Barry podía percibir la tensión en su voz. Este caso parecía particularmente crudo, incluso para ellos, incluso para él.

El chico estaba tendido en el suelo, su cuerpo mostraba signos de lucha. Había moretones en sus brazos, cortes superficiales en sus manos, como si hubiera intentado defenderse. La sangre había formado un charco bajo su cabeza, manchando el suelo de concreto.

Jessica se inclinó para examinar más de cerca una marca en el cuello de la víctima. 

—¿Estrangulación? —Preguntó, mirando a Singh.

—Eso parece, pero no descartamos un objeto o arma específica. Tendremos que esperar a los resultados forenses para confirmar —Respondió el capitán.

Barry escuchaba en silencio, pero su mente estaba trabajando rápidamente. Había algo en la escena que le parecía fuera de lugar. Los alrededores estaban demasiado limpios, como si el asesino hubiera intentado borrar las evidencias, pero en el proceso, algo pequeño podría haber pasado desapercibido.

—¿Qué, qué miras Barry? —Preguntó Joe acercándose a su hijo.

—Esto. —Señaló una ligera mancha de tierra en el borde del zapato derecho de la víctima. —No cuadra con el lugar. El resto de la zona está limpia, pero esto... parece como si hubiera estado en un parque o un jardín antes de llegar aquí.

Jessica asintió, interesada en la observación.

—Eso podría ayudarnos a determinar dónde estuvo antes de ser traído aquí. Tal vez la escena del crimen principal no es esta.

Singh los observó con atención. 

—Bien visto, Allen. Recuerden documentar todo. Quiero que el caso avance rápido; necesitamos respuestas.

Mientras seguían analizando la escena, Barry no podía evitar pensar en la juventud de la víctima. Parecía tener una edad similar a la de Joey, y aunque intentaba mantenerse enfocado, el pensamiento de que alguien tan joven hubiera perdido la vida lo golpeaba más fuerte de lo habitual.

—¿Estás bien? —Le susurró Jessica mientras recogía un cabello largo que no parecía pertenecer a la víctima.

Barry asintió rápidamente. 

—Sí, solo... este caso me tiene algo inquieto.

Jess le dio una mirada que sugería que no estaba del todo convencida, pero no dijo nada más. Ambos sabían que el trabajo requería una mente clara, aunque a veces, eso fuera más fácil de decir que de hacer.

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Departamento de Policía de Ciudad Central.

12:23 p.m.

El laboratorio del CCPD estaba inmerso en una calma silenciosa, interrumpida solo por el sonido de las muestras, el tecleo ocasional y los pasos de Jessica. Ella y Barry estaban concentrados en su trabajo, revisando los últimos datos del caso que habían estado investigando desde la mañana cuando les informaron sobre un asesinato de segundo grado. Había algo en la víctima, una pieza clave que aún no terminaba de encajar, y ambos lo sabían. El sonido de la puerta del laboratorio llama la atención de ambos castaños y por esta entra Joe West.

—Hola, Joe. —Saludó Barry con una pequeña sonrisa.

—¿Con qué podemos ayudar, Detective West?  

—Jess, ya te  lo he dicho, llámame Joe. —Dijo mirando a la castaña y luego recordó la razón por la que había ido—. Quería saber cómo iban en la investigación, ¿Tienen algo nuevo?

—En realidad, sí. —Jess levantó su mano a la altura de su cabeza—. La víctima fue identificada como Eliot Gibson, 23 años, recién graduado en la Universidad de Ciencias Médicas, en Ciudad Nacional, en la carrera de dermatología, estaba realizando una pasantía en el spa "Pearl's Skin" y... —Su voz se cortó por sí sola, mostrando lo mucho que le estaba costando continuar.

—¿Y bien? —Joe hizo un movimiento motivándola a terminar.

Jess resopló, intentando tranquilizarse; no debería ser difícil decir eso, pero con su hermanito siendo como aquel chico que encontraron cerca del basurero de Ciudad Central no lo hacía más sencillo.

—También era conocido por ser abiertamente gay. —Dijo, su voz sonando fría y vacía.

Las palabras cayeron con fuerza en el lugar dando por sentado un silencio pesado como plomo. Barry, quien estaba por anotar algo se congeló. Sus dedos dejaron de moverse sobre el teclado y una punzada de incomodidad lo invadió, era como si el tiempo se hubiera detenido. La información que Jess acababa de mencionar resonaba en su mente, pero no era solo por la edad del joven o su vida. Era algo más profundo, algo que lo golpeaba directo en su núcleo.

—¿Gay? —Repitió en voz baja, casi sin darse cuenta.

Jessica, quien no había notado el cambio en su semblante continuó hablando.

—Sí, lo mencionan sus redes sociales y algunos excompañeros de la universidad. —Respondió ella—. Parece ser que estaba en una relación, aunque aún no identificamos a la pareja.

—¿Todo bien, Barry? —Joe miró a Barry, notando la tensión en su postura.

—Sí, claro. —Respondió en automático con una sonrisa nerviosa—.  Es solo que... ya sabes, era joven, tenía una vida por delante y... se la arrebataron. 

Jess, quien estaba de espaldas, se dio la vuelta en su silla mirando a ambos hombres

—Es horrible, ¿no? Cómo el mundo puede ser tan cruel solo porque alguien no encaja en lo que otros consideran "normal". —Resopló con cierta tristeza, y esta también reflejándose en sus ojos.

—Sí, es injusto. —Agregó el Detective West—. Nadie debería tener miedo de ser quien es.

Barry apretó los labios, asintiendo levemente. Sabía lo cierto que era eso, quizás más de lo que él mismo se había permitido aceptar. El mundo siempre había sido duro con las personas que se atrevían a salirse de lo ordinario, que mostraban una parte de sí mismos que otros no entendían. A lo largo de la historia de la humanidad, las sociedad se ha mostrado detractora de ciertas cosas que muchas veces consideran que no es lo habitual, lo general... lo normal.

—Ahora comprendo por qué el Capitán Singh se notaba tan tenso. —Murmuró Jess y Joe asintió.

Hace unos 4 días que se hizo oficial el compromiso del capitán Singh con su ahora prometido, y el hecho de estar investigando un caso de lo que podría ser un acto de mero odio y, homofobia, lo tenían un poco inquieto. 

—Seguro que estás bien, Barry? —Insistió Joe al notar el cambio en la actitud de su hijo adoptivo.

Él lo miró por un segundo sorprendido de que notara su cambió tan rápido. Intentó sonreír, pero la sonrisa no alcanzó sus ojos.

—Sí, estoy bien... solo me hace pensar en lo cruel que puede ser la gente. —Respondió, su voz tembló por un momento pero rápido la controló—. Especialmente cuando alguien se atreve a ser diferente.

Sus palabras, aunque genuinas y honestas, se sentían huecas dentro de él. Porque mientras se preocupaba por la libertad de los demás, aún había algo que él mismo temía enfrentar. Sabía lo que sentía, lo que había estado evitando desde hacía días, desde la primera vez en que sus ojos se habían encontrado con los de Joey. Pero aceptar esos sentimientos significaba exponerse a una realidad que lo aterrorizaba. Una que podría cambiarlo todo.

Y no quería eso.

—Barry, ser diferente no debería ser un crimen, pero sé que para muchos lo es. —Dijo la castaña, su voz estaba cargada de suavidad—. Y a veces... el miedo a ser uno mismo puede ser tan abrumador como cualquier amenaza externa.

Las palabras de Jess resonaron en Barry. Era como si ella pudiera ver lo que él estaba escondiendo, lo que había estado guardando en lo más profundo de su corazón. Sabía que tenía razón, pero aún así, ese miedo lo paralizaba. Porque ser honesto consigo mismo significaba enfrentarse a algo que siempre había evitado.

—¿Y si no puedes enfrentarlo? —Preguntó, su voz hecha un hilo y bajando la mirada.

Nunca había enfrentado aquello, siempre que parecía estar a punto de hacerlo algo debía suceder o simplemente no decía nada; de su boca no salían más allá de monosílabos que eran casi imposibles de descifrar. La niebla de pensamientos fue despejada con la voz de Joe que hizo lo que hace una linterna cuando uno está perdido: despejar e iluminar. 

—Nadie tiene que hacerlo solo, Barry. —Su voz, tranquila y suavizada estaban entrando en Barry—. Todos tenemos miedos, pero cuando nos rodeamos de personas que nos apoyan, esos miedos se vuelven más pequeños.

El silencio volvió, pero esta vez no era incómodo. Barry estaba sumido en sus pensamientos, sus emociones girando en su interior. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarse a esa verdad que había estado negando. Y, aunque no lo decía en voz alta, algo dentro de él comenzaba a aceptar que lo que sentía por Joey no era algo que pudiera ignorar para siempre. Pero por ahora, el miedo seguía siendo fuerte.

Jess lo observó por un momento más antes de volver a su trabajo. Conocía bien a Barry, sabía cuando algo lo inquietaba, y justo ahora no comprendía por completo cómo un caso (en específico este) lo tenían tan consternado, casi como si no quisiera investigar al respecto. En parte lo comprendía, después de todo, su hermano se enfrentó a todo tipo de opiniones, críticas y comentarios poco agraciados. Pero Joey había logrado mantenerse en pie a lo largo de estos 4 años cuando decidió ser honesto.

Y quien sabe si desde hace más tiempo cuando todavía no se animaba a salir del closet.

—Cuida a tu hermano, Jess. —Lo escuchó decir al Detective West—. Joseph es un buen chico, y un gran joven.

—Siempre, Joe. —Hizo un movimiento de cabeza mientras una pequeña sonrisa de dibujaba en sus labios. 

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Miércoles 16 de julio.

Supermercado "Forever Cheap"

18:34 p.m.

Barry empujaba con calma su carrito mientras tenía la mirada fija en la lista de víveres que necesitaba comprar; el día anterior había recibido su salario y ahora, como cualquier adulto funcional y autónomo, estaba gastándolo mientras trataba de economizar lo más que se pudiera.

Se encontraba en la zona de alimentos congelados, más en específico buscando una bolsa de papas congeladas a su vez que comparaba los precios y kilajes. Estaba concentrado mirando las porciones cuando escuchó una voz llamarlo. 

—¿Barry?

El velocista se detuvo en seco por un momento, reconociendo a la persona. Se enderezó y frente a él estaba Walter Zimmermann, con un carrito lleno de despensa y una sonrisa cortes en su perfecto rostro.  

—Doctor Zimmermann. —Dijo, con evidente sorpresa en su voz—. ¿Qué lo trae por aquí?

—Bueno, esto es un supermercado, estamos en plena quincena y tengo un hijo con un perro que comen como si ellos compraran la despensa. —Con solo haber enumerado esas respuestas era fácil deducir a lo que el hombre se refería—. No necesito decir mucho, ¿Cierto?

Barry sonrió más por educación que por el comentario. 

—No se preocupe, sé muy bien a lo que se refiere. —Dijo Barry con una curva en labios.

—Pero dime, ¿Cómo estás? —Le preguntó, la curiosidad en su voz—. ¿Cómo está todo en los Laboratorios S.T.A.R.?

Barry trataba de esconder su incomodidad con aquella sonrisa torcida que le ofrecía al mayor. No quería ser grosero, pero la situación le resultaba extraña. Después de todo, Walter no parecía saber absolutamente nada sobre lo que había sucedido entre ellos y el que lo estuviera saludando era un poco raro y hasta cierto punto incómodo.

—Todo bien. —Respondió—. ¿Y usted?

—Todo bien, gracias. —El tono de Walter era completamente amigable—. No sé si Joey se los habrá comentado, pero en unos 10 días mi Joseph se integrará a la Universidad de Hudson para concretar su carrera. Deberías verlo, está tan emocionado, y no es para menos. —Hizo una pequeña pausa—. Mi niño fue asignado en el tercer año, empezará en el sexto semestre.

Barry asintió sin muchas ganas mientras una punzada de incertidumbre lo picó, ¿Joey habrá hablado de él con su padre? ¿Le había dicho acerca de como las cosas se complicaron tan de repente entre los 2? El pensamiento lo inquietaba más de lo que podía y quería reconocer.

—Sí, algo así nos dijo. —Comentó, su tono un poco más serio—. Y me alegro por él. Se lo merece, es un gran chico. 

Walter no pareció notar el cambio en la actitud de Barry, por lo que siguió hablando como si de un viejo amigo se tratase.

—Sí, lo es. Aunque lo he notado un poco raro estos últimos días.  —Dijo el hombre, con una pizca de preocupación en su voz—. No sé, luce un poco... deprimido.

Algo en Barry se retorció inquieto con las palabras del mayor. 

—¿Deprimido, cómo? —Preguntó rápidamente, su corazón comenzándose a acelerar—. ¿Le ocurre algo?

El hombre hizo un pequeño movimiento de cabeza antes de responder.

—Nunca se había dejado la barba más de 2 días. —Su voz salió  un tanto apagada—. A veces me gustaría que no se quedara callado sobre ciertas cosas.

—Tal vez siente que esta pelea es solo suya. —Sugirió de repente, no sabiendo de dónde se sacó eso.

—Quizás tengas razón, pero siempre me cuenta todo. 

—Dele un poco de tiempo. Debe ser el hecho de que ya no pasará tanto tiempo con nosotros en los Laboratorios S.T.A.R.

Walter por su lado pareció satisfecho con su respuesta, y acto seguido le dio a Barry una sonrisa generosa. 

—Sí, muy probablemente es eso. —Concordó—. Bueno, Barry, no te detengo más. Supongo que tienes cosas que hacer, salúdame a Harrison de mi parte.

Zimmermann padre retomó su camino con su carrito directo a la caja dejando a Barry allí, aún procesando todo lo que había sucedido.

El velocista se quedó un momento más en el pasillo, observando cómo Walter desaparecía entre las personas que como él, estaban comprando. Una ola de emociones lo invadió, ¿Tan mal estaba Joey como para que Walter pronunciara aquello? ¿El señor Zimmermann estará consciente de que su hijo estaba así por él? ¿Jess ya sabrá algo? Agitó su cabeza para sacudirse esos pensamiento, no era el lugar para pensar en eso.

Regresó su vista hacia su carrito y continuó con sus compras, pero algo seguía rondando en su mente: Un desconsolado castaño que probablemente estaba sintiéndose como alguien como una bolsa de plástico que es llevada a la deriva y espera comenzar de nuevo... no, ese no era Joey. Ese... era él. 

Su mente le decía que debía hablar con Joey, aclarar las cosas... aunque no sabía cómo ni cuándo. Sin embargo, lo que sí sabía es que las cosas entre ellos aún no estaban resueltas, y probablemente nunca lo estarían si seguía evadiéndolo.

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Viernes 18 de julio.

Laboratorios S.T.A.R.

15:23 p.m.

El córtex estaba sumido en silencio, un silencio tranquilo que únicamente era roto por el constante zumbido de las computadoras y demás máquinas que se encontraban en el área.

Barry tenía la mirada fija en uno de los computadores sin prestarle mucha atención a las coordenadas que se mostraban en pantalla. Físicamente estaba ahí, aparentemente concentrado en lo que estaba haciendo, aunque ni él sabía lo que estaba mirando; su mente estaba lejos de este plano terrenal, volando como un avión de papel que se estrellaba en una sola imagen: Joey.

No lo había visto para nada desde el lunes que el menor se alejó casi corriendo cuando decidió ser honesto y le abrió un poco su corazón solo para que él mismo se lo volviera a cerrar, y de paso a romperlo un poco. Quiso ir detrás de él, alcanzarlo, pero sus pies parecían haberse pegado en el suelo en ese momento, pero de alguna manera quizás eso era lo que ambos necesitaban: Joey un espacio para desahogarse y él darle ese espacio. Pero eso no hacía menos la angustia y la culpa.

Y la conversación que tuvo con Walter el día anterior en el supermercado no ayudaba en nada, al contrario, solo incrementaban sus deseos y la necesidad de verlo y asegurarse de que no estuviera tan mal como en su mente lo visualizaba. Con su cabello desordenado sin ese aire juguetón, curioso y hasta un poco infantil, una pequeña capa de barba oscureciendo su carita... y sus ojos.

No imaginaba ese par de pardos sin su brillo de curiosidad, madurez y algo que no sabía cómo describir pero que cada vez los veía, sentía como un poco del mal de sus días desaparecía. No podía cerrar sus ojos sin que esos ópalos chocolates aparecieran como 2 luciérnagas para brillar en medio de la oscuridad producida por sus párpados.

La luciérnagas son extrañas, pero hermosas y con una presencia reconfortante, tranquilizadora y hacen lucir a la oscuridad como algo hermoso que hace la pena ver solo para verlas brillar, y justo eso eran los ojos de Joseph Zimmermann.

La imagen de Joey en un estado de completa desolación era algo que nunca quería ver; preferiría ser ciego antes que ver eso.

El sonido de música lo despertó de su sueño despierto, era una melodía alegre aunque parecía la introducción de un video de ideas en 5 minutos, pero luego la voz llegó.

Era de Taylor.

—Parece ser que la fiebre por Taylor Swift no se fue por completo. —Comentó Cisco y Caitlin levantó los hombros con una pequeña sonrisa.

—En mi defensa, esta canción me recuerda mucho a un momento de mi relación con Ronnie. —Dijo, antes de tararear la alegre melodía—. Me sorprende que a muchos fans no les guste esta canción.

—¿Cómo se llama? —Preguntó el latino.

La doctora miró el reproductor en la pantalla antes de responder. —Se llama "Stay, Stay, Stay."

El velocista escuchó la letra con atención y una ligera molestia se alojó en su interior,

Hasta antes de que el menor confesara lo que sentía habían tenido una pequeña discusión mientras miraban Teen Wolf en una de las pantallas; Joey había expresado lo increíble que sería ver un crossover entre la serie de hombres lobos y Diario de Vampiros, a palabras suyas era algo que haría explotar las redes. Barry por su parte no se mostró muy entusiasmado con la idea, expresando que sería muy similar a Crepúsculo cuando vampiros y lobos pelean y no eran amigos, le parecía un poco trillado.

Zimmermann se mostró en completo desacuerdo alegando que era una oportunidad para ambas series aprovechar que estaban en un buen apogeo en el canal de MTV. Comenzaron con un simple intercambio de comentarios y terminaron en un auténtico debate donde defendían sus pensamientos. Al final ninguno de los 2 ganó y cuando se dieron cuenta, se había reconciliado y terminaron riendo cómplices por eso.

Para Barry, haber visto a Joey con el ceño fruncido, y un pequeño puchero en su labios era la imagen más tierna y adorable del mundo, y el solo recordar ese gesto le arrancó una pequeña carcajada, una más para él que para el resto.

Recordó cómo Joey, con un exagerado tono de indignación, fue en dirección a la salida del córtex cuando la voz de Barry habló.

"Verte enojado siempre resulta divertido". 

La imagen de Joey Zimmermann con sus mejillas tiñéndose de un suave color rosado regresó a su mente como la cinta de una cámara repleta de fotos que capturan momentos únicos en la vida de quienes toman esas capturas. Su cabeza era la cámara y Joey estaba ocupando todo el rollo en cuestión de flashes. 

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Año 2010.

Estaban a mediados de año, y junio era el mes marcado en el calendario en ese momento, el sol brillaba en todo su esplendor bañando con su luz todo en su camino indicando que el verano estaba cerca y con eso, las vacaciones. 

Barry estaba sentado en un banco cerca de una gran fuente, con un libro en su regazo; a simple vista lo estaba leyendo, su concentración puesta en el texto que tenía en frente, mostraba un aparente interés en aquella pasta con páginas mientras intentaba ignorar el bullicio que se desarrollaba del otro lado del campus.

Pero era inevitable no mirar hacia el frente y ver la escena: banderas de arcoíris ondeando con el viento, risas llenas de complicidad y alegría resonando al igual que la música de fondo, parejas caminando de la mano con sus dedos entrelazados, y un pequeño escenario donde los estudiantes se paraban para compartir canciones o palabras de amor y aceptación.

El alumnado decidió organizar un pequeño evento en pleno mes del orgullo, un movimiento que día a día estaba tomando fuerzas y que era una lucha constante por que sus derechos fueran reconocidos.

Barry fingía leer su libro; en un inicio intentó leerlo pero fue imposible con los demás estudiantes siendo el foco en ese espacio. Llegó un punto cuando sus ojos vieron a un par de chicos probablemente de su edad riendo y bailando juntos muy cerca uno del otro y sintió un nudo en la boca de su estómago. Las sonrisas de ellos eran amplias, tan llenas de luz y felicidad, que parecían ser su propio escudo, uno donde nada ni nadie podía lastimarlos, ni siquiera tocarlos. Como si su amor fuera un domo que los cubría de todo juicio o cruel comentario.

Sintiendo que no podía seguir viendo, bajó la mirada hacia su libro pero esta vez, no estaba viendo siquiera la portada. Creía que si los dejaba de mirar esa sensación de miedo y anhelo, desaparecería, sin embargo, solo crecía el deseo se ser, al menos por un segundo, como ellos. Quería ser y sentirse tan libre como la corriente de un río, pero una voz en su cabeza, quizás su subconsciente, le decía que no podía. Que no era ni sería como todos esos jóvenes, que eso no era para él.

—¿Vienes? —Alzó la vista y ahí estaba una compañera de clases, Stephanie Statler.

Barry negó con suavidad fingiendo completo desinterés. —Lo siento Steph, estoy estudiando para el examen de Thomson. —Respondió—. La toxicología no se aprende sola.

La chica levantó ambas cejas pero no insistió.

—¿No te cansas de estudiar? Los 2 sabemos que te irá de maravilla.

En ese momento apareció otra fémina; vestía una blusa de tiras blanca y unos shorts de mezclilla, en su cabeza llevaba una banda con los colores del arcoíris, mismos que pintaban sus mejillas. La chica les sonrió a ambos antes de darle a cada uno una pequeña bandera.

—Gracias. —Con una sonrisa entre torcida e incómoda, Barry tomó la bandera.

La chica sonrió amplio.

—Si quieres unirte, sabes dónde encontrarnos. —Le dijo antes de darse la vuelta y volver con el resto de jóvenes que celebraban su amor.

—Nos vemos luego, Barry. —Stephanie se giró en sus pasos para volver con el bullicio estudiantil.

Con la rubia alejándose, Barry se permitió volver a mirar el evento. Hubo un punto donde la música dejó de sonar y el joven llevó su mirada de inmediato para ver como una chica se ponía de pie en el escenario y tomaba el micrófono. Sus ojos se abrieron de golpe al ver bien a la joven.

Hola a todos, mi nombre es Stephanie, y quiero compartirles mi historia. —La chica inhaló antes de comenzar a relatar—. Desde niña supe que no era como el resto... mientras mis hermanas jugaban con muñecas y tazas de plástico, yo prefería las figuras de acción y los juegos más toscos con mi hermano y primos. Jugaba fútbol y todo tipo de juego rudo y eso generaba comentarios que muchas veces me hicieron sentirme presionada y terminar en uno de esos juegos donde debía ser más como las niñas, y al final lo hacía todo mal y terminaba recibiendo malas miradas de mis padres... —Volvió a tomar aire, la parte difícil se acercaba—. Mi padres son religiosos, y me inculcaron una educación que durante mucho tiempo me hizo recriminarme, reprocharme... cuestionarme si lo que estaba haciendo estaba bien, y durante mucho, muchísimo tiempo creí que no era así. Pensaba que todo lo que hacía, lo que pensaba, lo que sentía era algo completamente errado y perverso, solían decirme que estaba mal... pasé noches infinitas en vela llorando, odiándome y rezando por dejar de ser así, pero me di cuenta que nunca cambiaría... el día que decidí ser honesta fue un caos. —Con cada palabra sentía como sus ojos comenzaban a ponerse acuosos—. Sabía a lo que me estaba exponiendo, pero no me importó... y cuando lo hice sentí como un peso abismal me era quitado de encima, me sentía ligera, pero sobre todo, me sentía libre... hoy mis padres no me hablan, me echaron de casa y ahora vivo con mi novia con quien llevo al rededor de 2 años. Su familia me adora... —Sus primeras lágrimas descendieron despacio, como copos de nieve—. Ellos cuidaron de mí y me dieron un hogar cuando sentí las puertas cerrarse a mi alrededor. Y no podría ser más afortunada de tenerla a ella a mi lado. Es por eso, que estoy frente a ustedes diciendo con mucho orgullo que soy bisexual y estoy enamorada de una chica. 

Cuando ella terminó de hablar fue ovacionado por todos los presentes en ese espacio y Barry sin poder evitarlo, se sintió más pequeño desde su espacio en el banco comparado con aquellos que estaban ahí, festejando por su valor de ser ellos mismos.

Se quedó un rato más mirando hasta que no pudo más, cerró el libro de golpe y se puso de pie antes de irse a pasos largos sintiendo las risas y la música siguiéndolo a cada paso y dejando la bandera que le dio aquella chica, en la banca. Ese día, más que nunca antes, se dio cuenta de lo inmenso que era el mundo, y él estaba dentro de una burbuja de miedos, dudas e inseguridades que parecía cerrarse con cada respiración.

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Barry lo sabía, sabía que eso siempre había estado dentro suyo.

No recordaba desde cuándo, ni desde qué momento, pero siempre hubo algo que lo hizo ser distinto a los demás; mientras muchos iban en una misma dirección, él iba en contracorriente, y en más de una ocasión se encontró envuelto en un conflicto interno donde se debatía si lo que hacía, lo que le gustaba, lo que él creía bien, sería bien recibido por la mayoría de personas.

Quizás desde que era pequeño y sentía ese instinto de jugar con Iris a las princesas y estar con ella en su torre mágica, o probablemente el momento en secundaria cuando veía a otros chicos jugando en el campo, o en la universidad cuando probó los labios de un chico, por que en su presente, con Joey persiguiéndolo a donde fuera sin importar que tan rápido corriera, siempre lo alcanzaba.

Ahora estaba ahí, en su cama, con la mirada perdida en el techo, y sus pensamientos en un océano de caos donde cada recuerdo era un barco que se hundía mientras que otros emergían desde las profundidades.

Su estómago se revolvió un momento con sensaciones que resultaban abrumadoras, como la tristeza, la culpa, y por estúpido que piense, el remordimiento.

El sentimiento que experimenta una persona cuando cree que no ha actuado de manera correcta. Esa sensación de culpa o de un malestar que persiste después de una acción propia que se juzga como negativa o dañina.

Sin embargo se dañó a él mismo y rompió a alguien en el proceso. 

Por que a diferencia de otros, él no se sentía con la confianza para poder ser él mismo, y quizás nunca lo tendría. Por que sabe lo peligroso que puede resultar el mundo, y eso le aterraba más de lo que quería admitir.  

—Hiciste lo correcto, Barry... Joey no merece estar con un cobarde.

No importaba a cuantas amenazas enfrentara.

Jamás sería la mitad de valiente que Joey Zimmermann.

F A N C A S T 

Jacob Dudman as Brandon Cooper.

Lucy Hale as Becky Cooper.

Chloe Grace Moretz as Stephanie Statler.

Cory Monteith as Owen.

Chord Overstreet as Dennis.

KJ Apa as Christopher.

Como dato extra, Stephanie Statler ERA la protagonista original de "Keep Running", antiguamente llamado "Ready to Run".

Bueno, como ya vieron, para Barry tampoco ha sido nada fácil; ha tenido sus propios conflictos internos donde se ha cuestionado a sí mismo.

Díganme, y desde el fondo de sus corazones, ¿Quiénes más han pasado por ese miedo y hoy, tienen la libertad de ser quienes son?

¿Qué les pareció el capítulo?

No se olviden de votar y comentar.

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