»Residencia Devereaux
Character of the day:
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»Capítulo Quince:
Residencia Devereaux
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» Hubo una gran explosión, todo estaba cubierto en fuego. No había Norte o Sur, presente ni pasado. Pero los mortales e inmortales escucharon un nombre retumbar en todos los rincones de la tierra. Lo escucharon en el Infierno, lo escucharon en los mares y lo escucharon en los cielos: KADIMA. La gran Diosa de Dioses, Kadima, había muerto.
Y la mortífera Diosa Morrigan había sido la responsable. Así expandiendo su reino de terror.
El mundo entero agonizó.
Los Dioses murmuraron, Dea Dama había fallecido y debían rezar porque ésta encontrará pronto su siguiente vida.
Los Dioses no mueren, ellos reencarnan. Reencarnan en una nueva versión de ellos mismos. Reencarnan en sus propios hijos.
Lo que nadie sabe, es que en una noche ventosa y con truenos incandescentes iluminando el cielo, la esencia de Dea Dama, conocida también como Brigida, creó partícula por partícula a una niña indefensa con una marca especial.
Las autoridades encontraron poco tiempo después a una niña empapada, sin ropa, y con los ojos grises más extraños que jamás habían visto. Y junto a ella, una pequeña bebé de quizás un año.
Entonces en los cielos del mundo entero, los mortales e inmortales, fueron avisados por Dea Dama, cuando un rayo anaranjado como el fuego cayó a la tierra.
Brígida había reencarnado.
Había un nuevo Kadima.
Y su nombre era Alexandra.«
Abrí mis ojos de golpe.
Mi corazón intentaba salirse de mi pecho.
Así que, envuelta en terror, analice todo a mi alrededor con la mirada, pero no lograba ver nada más que yo, colgando de cabeza en una habitación blanca como la nieve.
Que sueño tan extraño...
—...¿Dónde estoy?—cuestioné en susurros para mi misma.
Y como flashes de luces los recuerdos de Jos y yo siendo atacados y envueltos en espesa Purpurita llegaron a mi mente.
Estoy secuestrada... ¡EN VERDAD, ¿CUAL ES EL PROBLEMA DE LA VIDA CON JODERME SIEMPRE?!
—La chica despertó.—dijeron a mis espaldas y eso me hizo sobresaltarme.
No podía mirar atrás y gritarle al tipo que dijo eso por secuestrarme, así que sólo me limite a quedarme estática.
—Eso no es posible... La Purpurita dura cinco horas y apenas han pasado tres.
—Está despierta ¿Qué no entiendes? Mírala.
No lograba ver nada, pero sentía como me miraba en silencio.
—Deja salir más Purpurita entonces.—ordenó.
—No hay más Purpurita aquí y definitivamente los encargados del área de armas no querrán darnos más, además de que Los Devereaux no tardarán en llegar.
—Supongo que... creo que no causará problemas que se quede ahí por un rato.—comentó.—Aún no ha recuperado la movilidad.
¿Qué? ¿No puedo moverme?
Intenté mover mis manos y brazos pero el movimiento fue apenas visible.
Esto no puede ponerse mejor. Quiero decir, estoy secuestrada y paralizada. ¡SOY MÁS INÚTIL QUE UN GUSANO RECIÉN APLASTADO!
—Hijos de puta...—susurré.
—Venid a por mi pero con la cara destapada—dijo uno de los antes estaba hablando y el otro rió.
—Ya, ya, compórtate Barren, se supone que somos intimidantes.—lo reprimió cesando su risa.
—Si, si, somos como Batman y Robin. Y obviamente tú eres Robin.
—Yo no soy Robin. Yo soy Terminator.
—No eres Terminator, eres Robin.
—Que no.
—Que si.
—¡Que no!
—¡Que si!
Esos deben ser los peores guardias de la historia.
Mientras ellos seguían con su pelea, volví a echar un vistazo con la mirada intentando localizar a Jos.
Esperen... podemos hablar con la mente, sólo debo llamarlo, que estúpida.
'...¿estás vivo?'
No escuché una respuesta.
'¿Te moriste?'
Sin duda esta muerto.
'Aghhh'
Olvide el asunto de Jos por varios momentos para poder concentrarme en recuperar mi movilidad.
Así que con la mayor concentración posible, intenté mover mis dedos. Estos apenas y podían hacer tal acto.
Tomé aire. Cerré mis ojos y me concentré firmemente en algo.
Mi respiración se tranquilizó, casi al punto de solo respirar una vez cada 40 Segundos.
Sentí una oleada de calor recorrer mi cuerpo entero hasta llegar a la punta de mis dedos.
Abrí mis ojos y miré mis brazos colgando, mi piel irradia un tenue brillo anaranjado, como si hubiese fuego detrás de ella.
Esto es nuevo.
Cerré mi mano y me sorprendí al ver que esta vez si había funcionado. Mi movilidad había regresado.
Así que velozmente me desate de las cadenas que rodeaban mis tobillos, derritiendo el metal con mis propias manos.
¡ESTO ES INCREÍBLE!
—¡Que no!
—¡Que si!
—¡Que n...!—Se calló.—Oye Barren... ¿Donde quedó la chica?
—¿Qué?
Ambos miraron a donde se suponía debía de estar yo, colgando de cabeza, y en ese segundo los golpeé a ambos en la nuca con una de las armas que encontré.
—Ambos son Robin.—aclaré, mirándolos burlona y negando con la cabeza.
Les eche una ojeada a los rostros de ambos.
Sus orejas eran puntiagudas, sus pieles perfectas y bastante blancas, y sus características faciales eran sospechosamente afiladas. Era como ver a un conejo blanco con cirugía plástica en toda la cara. Tal vez como ver a Michael Jackson y a un conejo blanco fusionados. Pero no se miraban mal, en realidad, era una buena fusión.
Okay... esto es incómodo.
—¿Qué se supone que son?—me pregunté.—¿Elfos modelos de Calvin Klein?
Segundos después escuché una puerta abrirse con cierto ruido escandaloso, la habitación logró iluminarse brevemente con la luz de afuera.
Enseguida me escondí detrás de una de las decenas de pilas de cajas que había en ese lugar.
—¿Dónde está?—escuché que preguntaron.
Me asomé ligeramente para poder ver mejor. Había cuatro personas buscándome, tres chicos y una chica.
Tomé una bocanada de aire y me aferré al arma que había tomado prestada.
—¡ESTO ES POR SECUESTRARME, MALNACIDOS!—grité y salté, mostrándome e intentando disparar el arma.
Pero en cuanto deje de hablar, la chica hizo un veloz movimiento con su mano, formando así una barrera morada translúcida y brillante.
Las balas que salían del arma simplemente rebotaban contra ésta y luego caían como semillas de manzana.
—Mierda...—susurré.
Me quedé perpleja por un segundo y después volví a incorporar el arma en mis manos, intentando disparar nuevamente.
—¡Alexa detente!—exclamó un chico desde el otro lado de la barrera.
Fruncí el ceño e hice lo que me pedía, mientras forzaba la vista para ver si podía lograr ver de quien se trataba. La voz era muy familiar.
—No venimos a atacarte.—aseguró.—Soy Jos.
...¿Jos?
¡Dios, por fin!
Solté el arma, y la chica deshizo la barrera, dejándome pasar, a la vez que corría y me lanzaba hacia Jos para darle un gran abrazo.
Me acurruqué en su cuello y me aferré a su torso.
—Pensé que te habían matado y que tendría que salir de esto yo sola por mi propia cuenta.—comencé, murmurándole sólo a él.—Quiero decir, ni siquiera sé disparar un arma.
Segundos después de mi confesión, el chico finalmente correspondió a mi abrazo, dándome tres palmaditas en la espalda, para después zafarse de mi agarre con incomodidad.
Lo miré confundida pero luego la confusión se volvió vergüenza.
Dios, ¿porque hice eso? ¿Porque mierda lo abracé?
—Nunca vuelvas a hacer eso.—me advirtió serio e incómodo.
Simplemente asentí cabizbaja. Ni siquiera me atreví a mirarlo a los ojos, sentía una increíble vergüenza dentro mío, además de que también me sentía rechazada por parte de Jos.
Se había creado un incómodo silencio, yo deseaba morir por lo ocurrido y Jos simplemente no quería ni verme. Pero se aclaró la garganta con nerviosismo y habló.
—...Uhm... bien, Alexa.—dijo Jos evitando mirarme.—Ella es Valeritte Devereaux, es parte de una familia poderosa de Faes, y puede ayudarnos.
La chica frente a mi me sonrió segura sin abrir los labios.
Su cabello era castaño, como sus ojos, y perfectamente planchado hacía abajo, y sus orejas eran igual de puntiagudas que sus guardias. Estaba casi a mi altura, era poco mas baja que yo, y vestía con un elegante vestido negro que mostraba una de sus piernas y el original tatuaje que tenía en su brazo. Era como un antiguo árbol dentro de un triángulo.
Pero por alguna razón ella no se miraba igual a los otros dos, su piel era ligeramente más morena y sus ojos no eran violetas como los de los guardias. Pude verlos antes de noquearlos.
—Qué el vestido no te deje engañar, soy más letal que la espada de Lugh.—comentó guiñándome un ojo.
¿Quién es Lugh?
Reí levemente con su broma.
O bueno... quizás no sea una broma.
Pero no quiero averiguarlo.
—Tendré eso en mente.—aseguré y rió.
Los tres comenzamos a caminar en dirección a la salida, seguidos por otros guardias de Valeritte—quienes parecían no conocer la palabra "sonreír"—.
—Realmente lamento que mis cazadores los hayan atacado y encarcelado de tal manera.—dijo Valeritte con cara de preocupación.—La Purpurita puede ser una perra.
—Lo fue para mi.—confesó Jos recordándolo con temor.
—Cierra la boca, Canela. Tú seguías durmiendo como marmota cuando te inyecté el antídoto.—le dijo burlona la chica.
—Lo sé, ¡Pero detesto las agujas!—le exclamó. Valeritte rodó los ojos y luego me miró con curiosidad.
—Lo que me sorprende es que Alexa haya despertado antes de lo previsto.—comentó.—Y que se haya desatado y noqueado a mis guardias... son primerizos, pero de todas formas, me impresiona.
Los guardias habían comentado lo mismo, ¿Acaso era tan raro?
—La Purpurita tiene menos efecto en ella, y pronto no será nada.—intervino Jos.
—Es imposible. La Purpurita causa inconsciencia y parálisis temporal en absolutamente todas las especies.—Valeritte frunció el ceño con confusión.
—Pero no en ella.—insistió Jos.
—¿Y porque no?—preguntó Valeritte.
—Bueno, de eso es lo que necesito hablarte.—aclaró Jos.—en privado.
Valeritte asintió y seguimos caminando por unos momentos más hasta llegar a una puerta cerrada.
Todo en éste lugar se miraba muy avanzado en tecnología. Las paredes, techos y suelos eran de metal y había guardias por doquier y habitaciones con personas de orejas puntiagudas monitoreando todo.
Era como estar en la NASA versión Mundo Mágico. Digo, nunca he estado en la NASA pero imagino que así es como debe verse.
Valeritte le hizo una seña a los guardias que nos escoltaban y ambos se posicionaron a cada lado de la puerta, en señal de estar vigilando, para después dejar entrar a Jos, Valeritte y a mi, a la habitación.
Había una alfombra blanca cubriendo todo el suelo, un ventanal enorme que daba a la ciudad, y unas escaleras de cristal que por alguna razón simplemente flotaban sin ser sostenidas por nada más, y daban a al segundo piso, que era claramente visible porque no había paredes, en realidad, el segundo piso, sólo era un piso de madera oscura, con una cama extra larga, escondida con cortinas translúcidas, como una cama de princesa.
Estábamos en su habitación, y era gigantesca y probablemente el sueño de cualquier chica adolescente.
—Bienvenidos a ValeritteLandia.—exclamó alegre, alzando ambos brazos y dando algunos brinquitos.
—Juro que cada que vengo, éste lugar crece más.—comentó Jos sin palabras, apreciando todo el lugar, luego sonrió divertido y corrió hasta el sofá gigante en forma de aguacate que estaba junto a el ventanal para lanzarse en el y soltar un suspiro de satisfacción.—Adoro éste aguacate.
—Valeritte, ¡Tu habitación es increíble!—exclamé sin creerlo.
—Aw, gracias.—dijo.—Ponte cómoda.
Asentí, siguiéndola mientras observaba todo a mi alrededor, y ambas nos sentábamos en la pizza gigante que estaba junto a el aguacate.
¡Nunca había amado tanto la pizza y el aguacate! Mis nalgas me agradecieron tanto sentir tal comodidad.
—Claire amaría éste lugar.—aseguré.
—¿Quién es Claire?—preguntó la castaña.
—Oh, mi mejor amiga. Le encantan éste tipo de cosas.
—Y no la culpo. Todo lo que ves aquí lo conseguí en el mejor lugar del mundo:... El Mundo Mortal.
—"El mejor lugar del mundo" dice.—se burló Jos, aún tirado boca arriba en el aguacate.
—¡Los humanos son geniales!—se quejó ella.
—Claro, y yo soy feo.—contraatacó Jos, rodando los ojos y negando con la cabeza.
—Tú lo dijiste, no yo.—se excusó Valeritte riendo brevemente, mientras Jos le lanzaba una mirada de irritación.
—No sabía que te gustara el mundo mortal.—comenté, regresando a lo anterior.
—¿Bromeas? ¡Mi mayor sueño es casarme con un lindo mundano y tener una hermosa familia!—exclamó mirando a la nada mientras sonreía y se tiraba de espalda en el sofá.
—Desperdiciarías todo lo que tienes.—interfirió Jos.
—Suenas a mi familia.—se quejó la chica.
—¿Tus padres no están de acuerdo?—pregunté alzando una ceja.
—Mis padres ODIAN a los mundanos.—gesticuló exageradamente.—Dicen que son la especie más estúpida jamás creada.
—Cuánta razón.—volvió a interferir Jos.
Valeritte negó con la cabeza mientras sonreía burlona.
—Como sea. ¿Ya dirán de que quieren hablarme?—preguntó ella.
—¡Si por favor! Basta de hablar de idioteces.—exclamó Jos, incorporándose en el sofá, y acercándose más a nosotras.
Pronto sentí que estaba un tanto muy cerca de Jos. Sentía su presencia, su calor y su respiración a un lado mío.
Por alguna razón me ponía bastante nerviosa.
Y mirar su mano descansando desinteresadamente sobre su pierna, sólo me daba ganas de tomarla y entrelazar nuestros dedos.
Esto es raro, MUY raro.
—Creemos que Alex podría ser algo muy valioso.—comenzó Jos, disipando mis pensamientos.
—¿Valioso como?
—Jos cree qué soy...—interrumpí.—Una Kadima.
Valeritte abrió sus ojos y su boca por breves instantes y luego nos miro a ambos sin poder creerlo.
—¿Es broma?
—Es verdad.—dijo Jos.—Tiene la marca, los ojos e incluso su cuerpo comienza a desarrollar el poder.
—Eso explica el breve efecto de la Purpurita en ella.—murmuró para ella misma, concentrada mirando a la nada, como si estuviese pensando en un montón de cosas a la vez.
—Exacto.—comenzó el pelinegro.—Nació siendo mundana, pero el contacto con el Mundo Mágico ha hecho despertar a sus poderes.
—Bueno, algo así, aún estoy descubriendo lo que puedo hacer.—aclaré.
—Pero eso significa que...—se quedó mirando a Jos y a mi por varios segundos.—Es La Diosa que podrá derrotar a Morr... quiero decir, a la innombrable.
Wow ¿Qué? ¿Yo derrotar a Morrig...digo, a la Innombrable?
—Quizás pueda serlo.—dijo Jos.—Pero necesitaremos de tu ayuda, si no me equivoco, ya le habrán avisado a la Reina de Alexa.
—¿Y como puedo ayudarlos?—preguntó.
Jos aguardo varios segundos antes de decirlo.
—Si queremos destronar a La Diosa de la Guerra, no habra otra opción más que darle eso, una guerra.—comenzó.—Y necesitaremos un ejército.
—¿Quieres que mis guardias peleen en esa guerra? Jos, los Faes no hacemos ni vamos a guerras, nosotros cuidamos y protegemos.
—Sé que le fabrican armas avanzadas a los guardias del Reino Mágico.
—Son para protección.
—Pues no las usan precisamente para eso.—insistió mirándola serio.—Asesina criaturas mágicas todo el tiempo. Todo aquel que no esté de acuerdo con las nuevas normas mágicas es considerado enemigo.
—Lo sé... la única razón por la que sigo viva es por mis padres.—comentó.—Yo nunca he aceptado a la tal Reina, pero mi apellido y mi raza es lo único que me mantiene respirando.
—Ves de lo que hablo.—dijo Jos.—No podemos seguir así.
—Creo que los Faes pueden luchar contra La Reina si es por liberarse de su opresión.—dije y ella asintió convenciéndose.
—...¿Y que más necesitas aparte de un ejército Fae?—preguntó interesada.
—Necesitamos una prisión.—dijo y Valeritte y yo fruncimos el ceño.
—¿Una prisión?—cuestioné.
—Si, se que pueden construir una, tienen los recursos necesarios. Será más bien como una jaula o una caja.
—¿Y qué quieres meter ahí?—preguntó la chica.
Nos miró esperado a que adivináramos y luego soltó un suspiro.
—No podemos matar a una Diosa.—dijo Jos.—Reencarnará y regresará por más.
—¿Así que pretendes encerrarla en una caja para siempre?—cuestionó Valeritte.—Vaya plan tan bien pensado.—dijo sarcásticamente.
—Es el único plan que tenemos.—recordó.—Además de que si permanece en una caja, no muere, y no reencarna.—explicó Jos.
Había escuchado atentamente a todo lo que decía.
—...O thánatos den eínai thánatos, allá zoí...(La muerte no es muerte, sino vida)—susurré recordando la frase que Jos había dicho cuando me explico lo de Kadima.
—Exacto.—dijeron ambos al unísono.
Me quedé en silencio, pensando en algo y ellos lo notaron.
—Tenemos que buscar la forma...de...
—¿De que?—preguntaron.
Los miré aún con preguntas nublando mi mente.
—De matar a La Reina... permanentemente.—respondí.
Ellos alzaron ambas cejas y se miraron entre sí, para luego mirarme.
—Es imposible, Gray.—dijo Jos.—Nadie pueda matar permanentemente a un Dios.
—Pero nada puede vivir para siempre.
—Ellos pueden.—me contraatacó el pelinegro.—Por eso se llaman Dioses.
—Debe existir una forma. Así acabaremos con el problema de manera definitiva y nos ahorraremos la posibilidad de que encuentre una salida de la caja y regrese a matarnos a todos.
—Lexa tiene un punto.—dijo Valeritte.—Pero Jos tiene razón, no hay manera de acabar para siempre con un Dios.
Ambos nos quedamos pensando en aquella posibilidad.
—Aunque quizás...—murmuró la castaña.
—¿Quizás que?—preguntamos Jos y yo al unísono.
Una sonrisa comenzaba a formarse en los labios de la chica, e iba creciendo y creciendo.
—Escúpelo Devereaux.—dijo Jos.
—Creo que...—comenzó.—quizás haya una manera de saber cómo matar definitivamente a un Dios.
—¿Y cómo?—pregunté intrigada.
—Hay que preguntarle a otro Dios.—aseguró con una sonrisa victoriosa.— Pero no a cualquiera, tenemos que ir con Lugh, Dios del Sol.
Jos frunció el ceño y luego rodó los ojos y bufó exasperado.
—Valeritte, nadie nunca ha sabido más de Lugh desde que el mundo tiene memoria. Esta desaparecido y aún si no lo estuviese, tu idea seguiría apestando.—respondió Jos.
—Podemos encontrarlo.—dije y Jos casi se echa a reír de burla.
—Será más fácil encontrar el mundo paralelo en el centro de la Tierra.—dijo Jos.
—No seas imbécil, Jos.—dijo Valeritte.—Si Alexa realmente es una Kadima, podrá encontrar a Lugh.
—Ni siquiera sabemos si sigue vivo.—dijo Jos.—Quizás murió y reencarnó en un bobo mundano que no sabe que lo sobrenatural existe.
—Entonces podremos ir con otro Dios.—dijo Valeritte.—Podemos ir con Dadga. Dios de la abundancia, el poder, y todo lo bueno.
—¡Dadga fue esposo de Morrig... de la innombrable!—exclamó Jos.—Incluso tuvieron un hijo, ¿Lo olvidas? Angus, Dios del amor y la juventud.
—Bueno pero Dadga no la quería del todo. Estaban juntos por conveniencia.—contraatacó Valeritte.
—No nos ayudará.—se negó Jos.
—Tú no lo sabes.
—Será más fácil hacer una caja y encerrar a la Reina dentro.—dijo Jos.
Valeritte y yo rodamos los ojos.
—Bien, déjame ver que podemos hacer aquí.—dijo la chica.—Los veré mañana para definir el plan.
—Bien.—bufó Jos.—La caja es la mejor opción.
—Si, si, como sea.—dijo Valeritte negando con la cabeza.
Jos y yo nos pusimos de pie y nos despedimos de la chica, para después ser escoltados por los guardias a la salida del lugar.
Al llegar a el apartamento de Jos, descubrimos que la puerta había sido forzada para abrirse.
—Quédate detrás de mi.—dijo Jos con seriedad.
Lo seguí adentro del lugar, y vi que todo estaba volteado de cabeza, las cosas estaban regadas por todo el piso con alguno que otro vidrio por ahí.
Había garras en el sofá y en la pared, algo muy salvaje había entrado por aquí.
—Un Hombre Lobo.—respondió a mi duda.
—¿Qué?—pregunté aterrada.
—Los malditos siempre están al asecho de los libros de Genios como yo. Así es como logran llegar al Mundo Mortal sin ser vistos.—se explicó.
—¿Porque querría llegar allá?
—Seguramente quiere hacer una manada. Así que...—dejó de hablar, como si hubiese recordado algo y luego me miró preocupado.—Cuando llegamos al Mundo Mágico, ¿dejamos el libro en la cochera cierto?
—... Si, ¿Porque?—pregunté con temor.
Jos no dijo nada por algunos segundos.
—Alex, creo qué hay un hombre lobo en tu casa.—dijo y sólo bastó eso para ponerme como loca.
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