»Lo Crees Imposible

Character of the day:

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»Capítulo Dieciséis:
Lo Crees Imposible
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Saltamos fuera del remolino dorado y el libro de Jos se cerró inmediatamente.

Mi garage estaba hecho un desastre, todo regado por el suelo y mil de cosas rotas.
Pero nada de eso me importo en ese momento, así que entré a casa por la puerta trasera, con el corazón latiéndome como loco.

—¡¿Nath?! ¿¡Tía Janeth!?—grité apenas entré.

Jos puso una mano en mi boca para evitar que emitiera cualquier otro ruido.
Luego la retiró lentamente.

Lo seguí por detrás, observando todo con atención y cuidándome de no pisar algo que pudiese hacer ruido.

Salimos de la sala y nos encaminamos hasta las escaleras, donde casi suelto un gritito cuando vi una mancha de sangre en la pared.

Intenté controlarme y no salir corriendo en busca de mi hermana y mi tía.

Llegamos al segundo piso, Jos revisó con la mirada que no hubiese peligro y me indicó que siguiera caminando.

Entonces mi móvil comenzó a sonar y vibrar ruidosamente. Me estaban llegando bastantes mensajes.
Jos me miró mal por todo el alboroto que se estaba haciendo, mientras yo intentaba sacar el móvil de mi bolsillo.
Cuando finalmente lo hice, apagué el sonido y miré los mensajes en la pantalla.

"Ethan B.
Me acabo de enterar de que Grayson y Claire son novios, ¿puedes creerlo? ¡El amor de mi vida y Mi hermano gemelo!
Quizás tú ya lo sabías, pero yo no... y me duele.
Necesito hablar con alguien. Preferentemente con una chica. Y bueno, tú eres la única que me habla.
Estaré en tu casa en 10.
¿No estás en casa?
Tú hermanita dice que regresarás pronto.
Puedes creerlo, estoy mirando caricaturas con tu hermana.
¿Gray, esperas a alguien más en casa?
Creo que alguien está en tu cochera.
¡ALEXA NO REGRESES A CASA!
911"

Me ponía más y más nerviosa con los segundos.
Ethan estuvo aquí, joder... ¿Qué tal si algo malo le ocurrió?

Sin darme cuenta, Jos ya había revisado todas las habitaciones mientras yo leía los mensajes de Ethan.

—No hay nadie aquí.

—¿Cómo que no hay nadie? ¿Dónde está Nath y Ethan?—pregunté comenzando a alterarme.

—¿Ethan estaba aquí?—preguntó.

—Si, él... él quería hablar conmigo y... ahora seguramente algo muy malo le paso... Dios esto es culpa mía.—comencé a murmurar, mirando a todas partes, como si estuviese mareándome poco a poco.

Jos notó como iba entrando en un ataque de nervios. Me tomó de las mejillas con ambas manos, obligándome a mirarlo.

—Escucha Gray...—comenzó.—Encontraremos a tu hermana y a Ethan, sanos y a salvo.—dijo y comencé a asentir con la cabeza.—Te prometo que los encontraremos...

Nos miramos por varios segundos, tranquilizándonos. Entonces Jos, pensó algo por unos instantes sin apartarme la mirada. Me echó una ojeada de los hombros hacia arriba y una ligera sonrisa quiso brotar de sus labios, luego lentamente me acercó hasta el para poder abrazarme.
Fue algo extraño pero bastante cómodo. Según recuerdo la primera vez que lo abracé me dejó en claro que no quería que volviese a pasar, y ahora el me estaba abrazando.
Era como si de pronto se hubiese abierto a mi.

Nuestro abrazo tomó más fuerza, el aún estaba un poco asustado por lo que había hecho, pero poco a poco fue accediendo.

De pronto un ruido proveniente de el baño hizo que ambos nos exaltáramos y nos separáramos.

Caminamos hasta la puerta del baño, yo detrás de Jos y el guiándonos hasta aquel ruido misterioso.
Abrió la puerta pero no logramos ver a nadie dentro. Suspiré preocupada y agache mi mirada con cierta molestia, y fue así como logré ver que había alguien escondido en las puertas debajo del lavamanos, era un lugar pequeño y también el escondite favorito de Nath.

Sonreí levemente mientras que mi corazón se aceleraba y brincaba de la emoción por la pequeña posibilidad de que mi querida hermana estuviese en ese reducido pero seguro espacio.

Sin duda era ella, además de que entré las puertitas se había quedado atascado un pedazo de tela azul pastel, era su cobija.

No lo pensé dos veces y me agaché para abrir las puertas.
Finalmente pude volver a respirar.

Ahí estaba Nath, envuelta en su manta azul de ballenas, y aferrada al Señor Apachurrable. Pero lo que hizo que a Jos y yo nos sorprendiera verla, es que sus ojos, los cuales suelen estar grises como los míos, ahora brillaban anaranjados, como dos bolas de fuego.

Nath se lanzó hacia mi y me abrazó con fuerza, enseguida le correspondí y la cargué en mis brazos.

—Tranquila, pequeña. Estás a salvo.—le susurré.

Jos me miraba sin palabras, como si estuviese asustado pero al mismo tiempo sosprendido, aún procesando lo de los ojos de Nath.

—Es una Kadima.—me dijo Jos.

—Ya lo sabías. Ya habías visto su marca antes.

—Si pero nunca la había visto cambiar sus ojos de color. Gray, hablo de que es una Kadima verdadera.—aclaró.—Como tú. No es sólo una fachada para esconderte, ella también es Kadima.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Porque las fachadas no pueden hacer brillar sus ojos como el mismísimo Sol. Y ella lo hizo.—se explicó.

—Pues somos dos Kadimas, qué hay de malo en eso.—dije desinteresadamente.

Estaba comenzando a hartarme del mundo mágico y sobrenatural, sólo me traía problemas.

—Que no pueden existir dos Kadimas en un mismo tiempo.

Fruncí el ceño y no le tomé importancia a lo que decía, podíamos discutirlo después, ahora necesitábamos encontrar a Ethan.

Dejé a Nath un momento en el suelo y la miré seriamente.

—Nathy, ¿Sabes dónde esta Ethan?—le pregunté.

—No, él me dijo que me escondiera y que no hiciera ruido.—negó con la cabeza, recordando el momento con terror.—Había un Lobo gigante en la sala y estaba muy enojado.

—Hombre Lobo Alfa. Bastante agresivos.—dijo Jos.

—¿Dónde podrá estar?—pregunté a Jos.

—Quizás estén afuera. Tendremos que ir a buscarlos.

—¿Qué hay de Nath?

—Tú puedes quedarte a cuidarla.—me dijo.—Será más seguro para ti.

Lo miré dudosa, realmente quería ir con él, ¿Qué tal si necesitaba ayuda? Además de que era mi amigo a quien buscábamos.

Me miró serio una última vez y sin más se fue, bajando rápidamente las escaleras y saliendo por la puerta.

—Tu novio es valiente, Alex.—me dijo Nath.

Una pequeña sonrisa brotó de mis labios. Negué con mi cabeza.

No es mi novio.
Pero... quizás no sería tan terrible que lo fuera.

J O S ' S P O V

Miré en todas direcciones, las calles ya estaban oscuras, pero dudo que sea difícil ver a un Lobo gigante correr en medio de la calle.

Comencé a trotar.

Quizás necesite desaparecer a el Lobo primero, después encontrar a Ethan, debería ser más fácil.

¿Pero como se atrae a un Hombre Lobo Alfa en busca de una manada?
Fácil, con una carnada.

Y como precisamente ahora estoy corto de personal, la deliciosa carnada seré yo.

Ugh, Quizás debí aceptar que Alexa me acompañara, así ella pudo ser la carnada.
No es tan bonita como yo.

O bueno, quizás si lo sea. Pero yo sigo siendo hermoso.

—Basta de pensar tonterías...—murmuré para mi mismo.

Chasqueé los dedos y un silbato aprecio en mis manos. Pero no cualquier silbato, éste era especial para Hombre Lobo. Y de la manera en que lo silbes, será distinto el mensaje que se enviará.

Mi mensaje debe ser algo como: Ven a mi Scott McCall, seré tu sumiso, hazme lo que quieras, yeah, yeah.

—Veamos que tan bien entrenado estás, perro.—dije burlón.

Puse el silbato en mis labios, posicione mi lengua contra mi paladar y soplé, Justo así debía hacerse para que se lograra escuchar el mensaje de llamamiento que yo deseaba y el lobo lo entendería.

Así que sólo espere varios segundos.

Pronto escuché pasos pesados acercarse por una calle. Y así fue como el lobo apareció, mostrando lo jodidamente grande que era.
No era un Hombre Lobo, era un Lobizón, lobos el doble de grandes.

—...¡Pero que Hijo de Perra más grande!—exclamé al verlo.—¿¡Que te daban de desayunar!? ¿¡Huevos de dinosaurio con tocino de rinoceronte?!

Me vio y gruñó.

Oh, oh...

Enseguida comencé a correr como perra loca, y el Lobo hizo lo mismo.

Estoy muerto.

—Mierda, mierda...—murmuré.

No voy a correr por siempre. Necesito un plan.

Una barrera mágica no detendrá a éste gigantón. Necesito crear un portal hacia el mundo mágico, y deberá atravesarlo en el momento Justo.

—¡Jos!—me gritaron.

Miré de donde provenía la voz, era Ethan que se escondía detrás de un auto, y me estaba haciendo una seña de que me escondiera con él.

Gracias a Dios, está vivo.

Corrí hacia a él, y simplemente me detuve un segundo para lanzarle un poco de Purpurita—la cual había tomado de la Residencia Devereaux—. Era muy poca, simplemente le causaría mareos y poca inmovilidad por unos cuantos Segundos.

Pero hey, algo es algo.

Corrí a esconderme junto a Ethan cuando el Lobo no me vio.

—Esa cosa es monstruosa, hermano.—me dijo.—El maldito apareció de pronto.

—¿Te hizo algo?—le pregunté agitado.

—Esa cosa no. Pero después de que logre perder a el Lobo, un hombre bastante alto y con ojos rojos me mordió el jodido brazo.

Mierda... mierda.
Los Lobizones regresan a su forma humana cuando convertirán a alguien.

—Ese hombre y esa cosa de haya afuera... son lo mismo, Blake.—le dije.—Es un Lobizón Alfa... y te mordió.

Me miró asustado y confundido.

—Creí que no existían...

—Adivina que, creíste mal. Y ahora te volverás uno de ellos.—le avisé sin rodeos.

Lo escuché maldecir y quejarse en silencio.

—Pero tranquilo, puedo ayudarte a controlarte y no ser como esa cosa.—le dije.—Lo único malo es que Alex va a matarme.

Rió levemente con dolor.

Me asomé discretamente por el borde el auto en el que nos escondíamos. No había ningún lobo en medio de la calle. No había nadie en realidad.

—¿Ves algo?—me preguntó.

Negué con la cabeza.

—¿Dónde te metiste maldito?—cuestioné en susurros, intentando encontrar algo peludo corriendo por ahí. Pero nada.

—¿Buscan a alguien?—preguntó una voz ronca.

Me giré para verlo. Era realmente alto, su piel era morena y sus ojos brillaban rojos. Es el jodido Lobizón.

—Uhm... no, sólo... sólo pasamos el rato... ¿Qué tal tu día?—murmuré con una sonrisa falsa.

—Mi día va interesante, ahora tendré dos betas en mi manada.—aseguró con una sonrisa terrorífica. Y comenzó a mostrarnos sus afilados dientes y a rugir con fuerza.

Diosito por favor ayúdame, no quiero ser un perro por el resto de mis días. Suficiente tengo con ser un jodido genio.

Ethan y yo cerramos los ojos y comenzamos a temblar inconscientemente.

Entonces el ruido de algo estamparse nos hizo abrir los ojos.

Alexa había llegado, montada en su bellísima motocicleta, y había atropellado al Lobizón con fuerza, sacándolo volando por varios metros.

—Eso... fue... ¡increíble!—dijo la chica emocionada, mirando hasta donde lo había empujado.

—Oh Lexita, por fin.—dije aliviado y sonriendo feliz.—Encontré a Ethan.

—¡Gracias a Dios! ¿Estás bien?—preguntó Alex, bajándose de la motocicleta para poder verlo y revisar que todo estuviese en orden.

—Lo mordió, Alex.—le avisé y Segundos después vio la herida sangrante en el brazo de Ethan.

—¿Eso significa...?—me preguntó en shock, pero ella ya sabía la respuesta. Simplemente asentí.

Miró a Ethan y lo abrazo.

—Tranquilo, Jos puede ayudarte. Quizás encontrar un antídoto o algo por el estilo. Él es un genio mágico, sabe muchas cosas...—dijo algo preocupada pero con esperanza.

¿Qué yo que?

—Si, si sé muchas cosas. Por ejemplo, que la licantropía es incurable.—dije obvio.

—¡Debe haber algo!—me exclamó molesta.

—¡No lo hay, Alexa!—exclamé harto de sus bobas ideas.—Entiende, hay cosas imposibles que simplemente se quedarán así.

—Tú no lo sabes.

—Claro que lo sé. Tengo 148 años, he estado más en esto de lo sobrenatural que tú. ¡Apenas te enteraste! Y ahora crees que cualquier cosa es posible, y que si lo quieres pasará. Pero adivina que... La vida no es así, Alexa. Que te quede claro.—la reprimí molesto.

No pude evitarlo, simplemente lo dije.
Intenta hacer cosas imposibles, y va a desilusionarse cuando no lo logre, es mejor que tire sus esperanzas por la basura de una vez.

Arrugo la nariz y me miró molesta. No dijo nada más.

—Sus bobas peleas de adolescentes me deja en claro que no son dignos de la mordida.—comenzó a decir el hombre, poniéndose de pie y acomodándose los huesos que se le habían zafado con el golpe.—Por lo que...—dijo girándose para vernos.—Tendré que matarlos.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de todos, mientras sentíamos su gélida mirada atravesarnos.

Así que comenzó a convertirse nuevamente en el Lobo gigantesco de antes, gruñéndonos y preparándose para saltarnos encima.

Alexa buscó velozmente en su bolsillo algo y lo sacó, mostrándoselo al Lobo, pero el simplemente la ignoró.

Era un atrapa sueños con el sello de Salomón. Pero lo que seguramente Alexa no sabía, es que esas cosas son inservibles. Nadie sabe como usarlos.

El Lobizón saltó, listo para lanzarse sobre nosotros, pero Alexa gritó a los cuatro vientos:
Prostatépste ton athóo kai piáste ton amartoló. (Protege al inocente y atrapa al pecador)

Se escuchó el rugido como de un trueno, y el sello se abrió en siete partes iguales, liberando una luz entre blanco y azul brillante, la cual succionó al Lobizón en pocos segundos y después de eso, volvió a cerrarse.

Todos estaban en shock.

Yo estaba en shock.

De hecho... creo que moje mis pantalones.

—¿Qué...puta... mierda... acaba... de pasar?—pregunté articulando cada palabra con dificultad.

—Yo sólo...—murmuró la chica.

Segundos después, Ethan comenzó a reír poco a poco, luego yo me uní a él.

—¡¿Qué mierda?!—exclamé riendo. Estaba confundido pero al mismo tiempo feliz de estar vivo.

Además de que ver eso fue bastante épico.

—¡¿Acabas de desaparecer a ese lobo con un simple atrapa sueños?!—exclamó Ethan estallando de emoción.

—No es sólo un atrapa sueños. Tiene el sello de Salomón. Es jodidamente poderoso.—dije aún sorprendido y sin poder creerlo.—Pero creí... que eran imposibles de abrir.

—Claro, porque tú todo lo crees imposible.—dijo rodando los ojos de manera burlona.

La miré maravillado.

—Touché.—dije y ella rió.—¿Pero como sabias que decir?

—Investigue los símbolos extraños en el sello, y lo dije esperando a que funcionara.—dijo.

—Ósea que si no funcionaba... Todos seríamos comida para Lobo.—dije aún atónito.

—Seh... ¡Pero funcionó!—exclamó ella.

—Fue arriesgado de tu parte. Pero bastante impresionante.—sonreí.

—Gracias.—dijo alzando la cabeza y sonriendo de lado.

—Oigan... creo que voy a vomitar.—avisó Ethan.

—Oh, gracias por avisarnos. Que asqueroso.—dije con una mueca.

—Lo siento, es sólo que ayer estaba comiendo pastel mientras miraba Crepúsculo en casa de mi hermana. ¡Y ahora soy el bendito Jacob!—exclamó haciéndonos reír.

Lo ayude a ponerse de pie, y él y Alexa subieron en la motocicleta.

—Llévalo para que descanse, los alcanzaré allá..—les dije y Alexa asintió.

Se fueron y yo caminé en silencio a casa de Alexa. Aún con una gran sonrisa en mi rostro.

Alex es bastante especial.
Y quizás tenga razón, siempre digo que todo es imposible sin siquiera intentarlo.

Tal vez debería... ser un poco más como Alexa.

Más mundana.

La vida sería menos amarga.

Metí mis manos a mis bolsillos y pateé una pequeña roca que estaba en mi camino.
Y me detuve en seco cuando miré una veloz sombra pasar sobre la roca.

Alce la vista, pero no encontré nada.
Comencé a escuchar susurros sin sentido, miraba sombras moverse a mi alrededor pero no había nadie.
De pronto sentía un frío incontrolable.

Las luces que iluminaban la calle estallaron, dejándome en las tinieblas.
Sabía de que se trataba, son Skiés, sombras vivientes que trabajan para Morrigan.
Miré al cielo y vi como Gárgolas monstruosas volaban en picada hacia mi. Y cayeron una por una a mi alrededor, haciendo resonar el suelo y agrietándolo.

Me rugieron con ferocidad. Y me perforaron con sus amarillentas miradas.

Escuché entonces el aullido de una jauría de lobos, pero no cualquier tipo de Lobos. Eran los Wargos de Morrigan. Rabiosos y gigantes.
Sus Lobos de guerra.

Pronto estuve rodeado por todos aquellos monstruos, y eso sólo significa que la Reina Espectral quiere hablar conmigo.

—Buenas noches.—dije sonriendo.—¿Puedo ayudarles en algo?—pregunté sarcásticamente.

Los Wargos me gruñeron con rabia y los Skiés comenzaron a consumirme, cubriéndome de pies a cabeza lentamente. Sentía que me congelaba.

La Reina tiene algo para ti.—me dijo una gárgola sin siquiera mover la boca.

Supongo que se enteraron de mi trato con Alexa. Se enteraron de todo.

—Dile a tu Reina que puede irse al infierno.—le dije con una sonrisa arrogante.

Uno de ellos me golpeó en la cara.
Sentí la sangre acumularse en mi boca, y fui obligado a escupirla.

Comienzo a extrañar al Lobizón.

Abrieron un portal al Mundo Mágico y me llevaron sin más... ni siquiera pude decirle nada a Lexa.

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