»El Trato

Character of the day:


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>Capítulo Cuatro:
El Trato
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Al salir del salón, no podía dejar de pensar en que quizás debería agendar una cita con algún psicólogo. PORQUE, ¿¡QUE MIERDAS ME PASA!?

Pero tal parecía que ser casi arrollada esta mañana, y que una voz insignificante me estuviese amenazando, ni siquiera se acercaba a ser algo malo, después de ver lo que había dando vuelta al pasillo.

Me quede tiesa.

Hailey venia en mi dirección.

'¡SAL DE AHÍ, REPITO, SAL DE AHI SOLDADO!'

Al primer instante nos miramos y ambas reflejamos un ligero miedo entre sí. Pero enseguida lo intentamos ocultar. Ahora nos retábamos con la mirada.

Su mirada reflejaba odio, pero no más que la mía.

Su cara lucia perfectamente. Sólo tenía uno que otro rasguño en la mejilla izquierda.

—Gray.—gruñó.

—Thunman.—gruñí de la misma manera.

Esto era una auténtica reta entre dos gatos furiosos. Y eso no me enorgullecía del todo.

—Te fuiste temprano ayer. ¿Fuiste a que te vacunaran de la rabia? Perra.—inquirió.

—De hecho fui a mi casa a lavar mi camiseta. La manchaste de tu maquillaje barato.

Me miró con los ojos entrecerrados.

—Me dijeron que te vieron mandarle bobas notitas a MI novio.—dijo ella.—Ten cuidado, o alguien podría vengarse.

Corrección, Colton me las mandaba a mi.

—Si bueno, me paso por el trasero tus amenazas, Herpes Thunman... digo... Hailey Thunman.

No quería arrancarle las extensiones rojas de nuevo. Bueno... si quería, pero no podía. Así que sólo me quedaba alejarme lo más posible de ella.

Pero cuando pasé junto a ella, me tomó del antebrazo para detenerme y se acercó a mi oído.

—¿A dónde crees que vas?—me preguntó. Y una sonrisa cínica se formó en su rostro lentamente.—Aún me debes un par de rasguños.

Y de pronto sentí su mano oprimir mi pecho con una fuerza tremenda, haciéndome caer de nalgas.

La miré con el ceño fruncido.

Intenté ponerme de pie, pero enseguida me tomó del cabello y me arrastró hasta los casilleros. Golpeando mi cabeza y espalda.

'No la mates, no la mates, no la mates...'

—¿Qué quieres Hailey? ¿Una boba venganza por un par de rasguños y jalones de pelo?—le pregunté y ella me miró seria.—Bien, pero en la escuela no. No dejaré que me suspendan por tu culpa.

—Quiero darte un escarmiento.—dijo ella.

—¿Por una estúpida pelea?

Ella negó con la cabeza.

Me puse de pie, pero mi espalda seguía pegada a los casilleros.

—De que Colton es mío, y sólo mío.

Volvió a presionar mi pecho con más fuerza, estrujándome contra los casilleros.

Tomó mi cabello dispuesto a estirarlo de nuevo, pero esta vez, yo también tomé el de ella.

'¿Quiere pelear? Pelearemos entonces'

Me empujó y se puso sobre mi, intentando tomar mi cabello, mientras que yo intentaba detener sus manos.
Mis fuerzas se agotaban, y sólo pude pensar en algo.

—Vete a la mierda, Hailey.

Le mordí la palma de la mano con fuerza.

Ella chilló la empuje hacia un lado. Enseguida me puse de pie, y la miré con furia.

Su mano comenzó a sangrar levemente.

¿Yo había hecho eso? Dios mío... le había perforado la mano con mis dientes lo suficiente como para dejar salir sangre.

Me sentí como un animal rabioso.

—¿¡Cuál es tu problema, Gray?!—exclamó ella.

Yo estaba asustada...
Tenía miedo de mi misma.

Miré la llave del libro en el piso, y enseguida la tomé para después salir corriendo y dejar a Hailey ahí sola y con la mano sangrando.

Tenía el sabor de la sangre en mi boca.

Apenas me alejé lo suficiente, me detuve para tomar aire. E intentar tranquilizarme.

Le había perforado la mano a una persona con sólo mis dientes. Y... ayer había perdido el control también.
Me sentía terrible.

Sentía que podía dañar a alguien en cualquier momento.
Como un animal salvaje.

¿Qué me había pasado?

Nunca había golpeado a nadie antes. Nunca me había involucrado en una pelea. Nunca había lastimado a una persona.

¿Porque de pronto me ponía loca con todo?

—Tranquilízate, Alex... estarás bien.—me susurré.

No, no lo estaría. Una vez que Hailey le dijera al director sobre lo que hice, me suspendería. O haría un citatorio con mi tía.

Estaba en problemas.

Tal vez debí ayudarla... mierda.

_Si me preguntas. Ella se lo merecía._

La estúpida voz de nuevo.
No estaba de humor para escucharla.

'Cierra la boca'

_Tranquilizáte Alexa. Si abres el libro te ayudaré con esto._

'¿Cómo podría una voz en mi cabeza sacarme de esto?'

_Lo que no sabes... Es que no sólo soy una voz en tu cabeza_

No sé porque una parte de mi le creyó.
Y de algún modo logré tranquilizarme.

Hallaría una manera de solucionar esto, no tenía nada porque preocuparme.

Me apresuré a llegar al baño de chicas.

'Más vale que funcione y dejes de fastidiarme'

_Sólo para aclarar. Tú me llamaste. Ahora estoy aquí._

'¿¡Porque mierdas te llamaría a ti!?'

_Quizás porque soy un codiciado genio mágico... aunque para mi mala suerte, soy tu genio mágico_

Oh, si claro. Y Yo soy un burrito, ¿Cómo estás?

'¿Y eres azul, llevas accesorios de oro, y sales de una lámpara para concederme tres malditos deseos?'

En verdad me estoy volviendo loca.

_Te puedo asegurar que no soy azul_

—¡Me importa un carajo de que color seas, sólo déjame en paz!—grite harta al entrar al baño.

Una chica me miró mal, yo le sonreí apenada, y enseguida se fue casi corriendo.

Bufé pesadamente. Y me aseguré de que el baño estuviese completamente solo. No quería más incidentes como el de hace un segundo.
Después bloqueé la puerta con un cubo pesado de basura.

—Veamos que puede hacer esta chatarra.

Puse el libro en el lavamanos. Y lo contemplé unos instantes.

¿Porqué tengo miedo? ¡Es sólo un libro, no va a devorarme!

Saqué la llave de mi bolsillo y la inserté dentro de la cerradura.

Relamí mis labios, tomé aire y lo contuve.
Giré la llave hasta escuchar un claro "click".

Miré el libro durante varios instantes.
No sabía exactamente qué esperar que sucediera.

Suspiré agotada.

—Es un libro, Alex. ¿Qué crees que pasaría al abrirlo?

Entonces de la nada, el libro comenzó a vibrar, o más bien, a brincar. Era como si de pronto un terremoto lo hubiese atacado.
Pero luego dejó de ser sólo el libro. El baño también se movía de un lado a otro.

Caí al perder el equilibrio y me escondí detrás de un bote de basura.

—¿Qué carajos está pasando?

Era claramente un terremoto, pero no escuchaba alarmas ni gritos por doquier.

El libro se abrió de golpe por si solo. Las hojas empezaban a cambiarse una tras otra, y de pronto un viento increíblemente fuerte se desató.

El papel higiénico salió volando junto con un par de jabones.
Mi cabello estaba volando como loco, en realidad, TODO ESTABA VOLANDO COMO LOCO.

Las hojas se detuvieron Justo a la mitad, y entonces un remolino dorado comenzó a brotar de el libro. Un remolino arenoso y brillante.

—¡ME VOY A MORIR!

El remolino crecía más y más, hasta el punto que creí que rompería el techo del baño.
Había algo dentro de toda esa arena y polvos. Una figura que poco a poco se miraba más y más humana.

—¡NO MAMES, SI ME VOY A MORIR!

Apreté con fuerza el cubo de basura y cerré los ojos.

—¡ADIÓS MUNDO CRUEL!

Y entonces escuché como el viento cesaba. Y como el suelo dejaba de moverse.
Nuevamente hubo silencio.

Abrí primero un ojo, y luego el otro.
Y vi un par de converse negros, totalmente limpios.

Comencé a subir mi mirada. Vi un par de pantalones de mezclilla, y luego una camiseta blanca con una chaqueta negra sobre ella.

Y después me topé con un par de ojos mielosos que me miraban confundido y con una ceja alzada.

—No sabía que a los humanos les gustaran los cubos de basura.—comentó él.

...

—¡AAAHHH!

Grité como una cabra loca. Dejé a un lado la basura y corrí lejos del chico.
¡Había salido de un libro, y en el proceso había movido todo este lugar de cabeza!

Parecía que la Segunda Guerra Mundial acababa de ocurrir nuevamente en este preciso baño.

'¡ÓSEA HAY PAPEL HIGIÉNICO USADO PEGADO EN LAS PAREDES!'

—¡Espera mundana ruidosa! No te muevas ni un solo centímetro más.

Me miró con un par de ojos jodidamente penetrantes. Parecía como si tuviera miles de hileras de largas pestañas en los ojos. Y tenía un par de sexys cejas pobladas.

Un momento...

—Tú... Tú eres el del dibujo.—murmuré como pude.

Recordé el dibujo que había hecho ayer en clase de Historia. Lo había dibujado a él.

—Lo sé, fue un buen truco ¿no crees?—me guiño un ojo.—Yo hice que lo dibujaras.

—¿Q-Qué?—cuestioné aterrada.

—Si, quería que miraras este bellísimo perfil griego que me cargo.

Negué con la cabeza, repitiéndome que no era real. Que sólo eran efectos secundarios de no haber podido dormir.

—Soy real, Alexa.

Su voz... era la misma voz...

—Si yo era la voz seductora que te hablaba.

—¿Cómo sabes lo que pienso?

—Bueno pues...

Lo interrumpí con un grito cuando vi que comenzó a caminar hacia mi. Él se detuvo y frunció el ceño.

—¡No te acerques!

Alzó ambas cejas, totalmente ofendido.

—¿Disculpa? ¡Tú no me dices que hacer, sucia mundana!—exclamó el molesto.

—¿Mundana?—cuestione confusa y aterrada.

—Si, y una muy SUCIA.

Fruncí el ceño.

—Sabes que, ya tuve suficiente de esto. Ya abrí tu puñetero libro, ahora puedes metertelo por donde te quepa.—dije intentando pensar que esto era una bobada.

Me giré para abrir la puerta pero estaba cerrada.

—¿Qué caraj...?—murmuré para mi misma.

Intenté de nuevo. Pero juro que si tiraba de la manija con más fuerza, esta se rompería.
Estaba sellada.

—¿Problemas?—preguntó el chico que ni siquiera sé si es chico, tal vez es una marmota radiactiva, pero yo no lo sé.

—Ya déjame.—gruñí.

—Uy, perdón flor no te vayas a marchitar.

Lo ignoré y seguí pensando en cómo abrir la puerta.

—Las mundanas realmente son unas perras.—dijo él.

Me giré y lo miré con una sonrisa falsa.

—¿Ah si? ¿¡Y quién te crees que eres para decir eso!? ¡Eres un mundano malnacido igual que todos! Déjate de idioteces.

Me miró molesto y comenzó a dar pasos largos hasta a mi. Y mi valentía cayó directo al suelo.
Me intimidó con la mirada.

—No soy mundano.

Fue lo único que dijo.
Y me hizo temblar.

—Lo fui... hace un largo rato.

—¿De que hablas?—pregunté intentando ocultar mi voz temblorosa.

—¡Dios!—exclamó exasperado y rodó los ojos.— Acabo de salir de un puto libro en un remolino de oro. ¿Eso no te dice nada?

—Me dice qué tal vez he consumido mucha malteada estos últimos años.—dije.

Frunció sus labios y luego tomó aire.

—¡Soy un genio mágico!

Un silencio inundó el lugar, y lo miré de pies a cabeza. Una y otra vez.

—Pero no eres azul...

—¡LOS GENIOS MÁGICOS NO SOMOS AZULES!

Pasó su mano por su cara y luego llevó ambas manos a su cintura.

—Escucha. El punto es. Soy un genio mágico. Tengo que concederte tres deseos. Pero sólo lo haré si me ayudas primero.

—Espera, espera... ¿Porque usas converse y chaqueta de cuero en lugar de una túnica o algo árabe?

Llevó sus dedos a sus sienes y las masajeó mientras intentaba controlar su respiración.

'No puede ser un genio mágico, viste de la misma manera que un adolescente normal'

—Si, si soy un genio mágico. Y visto así porque estamos en el bendito siglo veintiuno, ¿Qué esperabas, niña boba?—fruncí el ceño.—Pero supongo quieres pruebas no, bueno, aquí están.

Y entonces cerró sus ojos y cuando los abrió de nuevo, dejaron de ser mieles. Ahora eran dorados brillantes, y lo que antes era blanco, ahora era completamente negro.

Sus ojos, que podrían ser de oro puro, me atravesaron por completo. Sentí un aire gélido en mi interior. Mi rostro se reflejó en esos ojos que me carcomían. Luego vi dos serpientes entrelazadas que se devoraban sus colas. Vi fuego, vi sangre, vi un libro... y vi bastante dolor.

Cuando salí de aquel trance abrí la boca lista para gritar a más no poder, pero el chico chasqueó los dedos y de mi boca no salió ni un hilo de voz.

Tomé mi garganta con ambas manos y lo miré aterrada.

'¿¡SOY MUDA!?'

Él sonrió.

—Si. Y Oh... por cierto, puedo leer tu mente.—dijo dándome un pequeño golpecito en la cabeza con su dedo índice.

Quería gritar de nuevo pero simplemente no podía. No tenía voz.

—Soy Dereck Langford. Pero llámame el Supremo Señor de las Sombras. Soy tu genio mágico hasta que pidas tus tres deseos. Luego me iré y nunca volverás a ver este delicioso rostro.

Mucha información en muy poco tiempo. Me voy a desmayar.

—Es más fácil hablar contigo cuando no tienes voz.

Rodé los ojos y me crucé de brazos.

—Pero también es más aburrido.

Chasqueó los dedos y sentí como una presión abandonaba mi garganta.

—¿Así qué, que piensas?—preguntó el.

—¿No se supone que lees mentes? Ya deberías saber lo que pienso idiota.

—Debí dejarte sin voz.—murmuró rodando los ojos.

—Escucha sólo déjame ir, ¿de acuerdo? Abre la estúpida puerta.

—Pero no puedes irte aún.

Alce ambas cejas.

—¿Disculpa?

—Te disculpo.—dijo guiñándome un ojo.

Lo miré con los ojos entrecerrados.

—Te dejaré ir si haces una cosa por mi.—habló.

—¿Y qué es eso? ¿Usar mi tercer deseo para dejarte en libertad?—bromeé.

—Algo así.—dijo.

'Espera que.'

—Te concederé tus tres deseos. Pero a cambio deberás decir unas cuántas palabras en latín.

—¿Y eso para que?

—Son mis asuntos, niña.

Se ve que no sabe lo que significa educación.

—¿Aceptas o no?—preguntó.

Lo pensé unos cuantos momentos.
Y poder pedir tres deseos sin importar lo que fueran, sonaba bastante bien.
No siempre se tiene esta oportunidad en la vida, ¿cierto?

—Lo haré.

El sonrió de oreja a oreja.

—¿Cuál es tu primer deseo?

Lo pensé un momento.
Y supe lo que quería.

—Quiero ver a mis padres... a los reales.

—Como gustes.

Chasqueó los dedos.

Pasaron varios minutos y nada mágico pasaba.
Él lo intentó de nuevo.
Pero nada pasaba.

—¿Se te acabo la batería?—bromeé.

El seguía intentando e intentando.

—Esto es extraño.—murmuró el.—usualmente funciona.—continuó.—a menos que...

—¿A menos que?

Alce una ceja esperando una respuesta.
Él me miró unos segundos.

—¿Sabes si tus padres reales están vivos?

Sentí como una punzada golpeaba a mi corazón. Por un momento mis ojos quisieron volverse cristalinos por las lagrimas. Pero enseguida intenté detenerlo.

Toda mi vida había creído que mis padres reales me habían abandonado... cuando en realidad... pudieron haber muerto en un accidente.

Me sentía mal.

Me dolía saber que mis padres adoptivos y ahora también los biológicos estaban muertos.
Pero bueno... nunca los conocí realmente.

—Pediré otra cosa, entonces.

Intenté ocultar la tristeza que por un momento amenazo con atraparme.

—Deseo que...

¿Qué más podría desear ahora?

'Quizás...'

—Deseo que... Colton Sky se enamore de mi.

—¡WOW. WOW! Para un momento ahí.—habló Dereck exaltado.—Regla número tres en el libro de magia... ¡NUNCA... NUNCA SE CUMPLIRÁN DESEOS SOBRE AMOR!

—¡¿ENTONCES QUE PUEDES HACER!?—grité molesta.— Todo lo que pido, simplemente no puedes.

—Pides cosas imposibles.

—¿Imposibles? JÁ—dije molesta.

—Sólo pide otra cosa.

Lo miré pensativa y algo jugoso llegó a mi mente.

—No te ayudaré a decir esas dichosas palabras en latín.

—¡AY POR DIOS SÓLO PIDE OTRA COSA!

—No.—dije "indignada".

Parecía que su paciencia iba a explotar.

—Pero podemos hacer un trato.

Una de sus cejas se alzó y me miró con los ojos entrecerrados.

—¿Quieres negociar con un genio mágico?—preguntó serio.—Porque te advierto, que somos la criatura más embustera y mentirosa que ha pisado esta tierra.

Sonreí de lado confiada de mi misma.

—Correré el riesgo.

Sonrió de la misma manera. Y de pronto hizo aparecer una manzana verde en su mano, para después darle un buen mordisco.

—¿Y qué quieres, primor?

—¿Quieres ser libre?—pregunté.—¿Dejar de ser un genio mágico y finalmente hacer lo que te plazca?

Volvió a morder su manzana.

—Eso a ti no te incumbe, Alexandra.

Rodé los ojos.

—Pues si en verdad lo quieres. Me ayudarás a conseguir algo que quiero, con tu magia. Y al final diré esas dichosas palabras en latín.

Me crucé de brazos, mirándolo con una sonrisa maliciosa. El inspeccionó mi rostro y lo pensó varios instantes.

—¿Qué quieres conseguir?

—Quiero que me ayudes a enamorar a un chico.

—Ya te he dicho que la magia no puede...

—ser usada con el amor, ya lo sé.—lo interrumpí.—Pero nunca dije que harías eso.

—Explícate, niña.

—Tú me ayudarás con los obstáculos que se presenten entre Colton y yo. ¿Bien?

Lo pensó, comiendo de su manzana.

—¿Y cuando logres enamorar a tu chico, me ayudarás con esas palabras?

—Lo prometo.

Nos miramos durante varios segundos.

—Bien...Acepto.

Enseguida estallé en una celebración, bailando y sonriendo como desquiciada.

Dereck me miraba como a un bicho raro.

—Aburrido.—le dije rodando los ojos.

Tomé la manija de la puerta, y esta vez abrió.

—¡Hey, mundana!

Me giré para verlo.
Él se miraba serio.

—Nadie puede saber esto. Ni siquiera tu amiguita Claire... o nos cortarán la cabeza a ambos.

—Tranquilo, paranoico. Estaremos bien. No le diré a nadie.

Me miró unos momentos más y de pronto, el libro se volvió a abrir, y un remolino se llevó a Dereck dentro de éste.

Me quede mirando la escena totalmente atónita, casi con la boca cayendo de mi rostro.

_¿Nos vamos ya?_

Suspiré pesadamente, y tomé el libro para salir del baño.

Nunca me acostumbraré a esto

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