9- Reunión


Estaba temblando. No tiene frío, por el contrario, hace mucho calor. Su piel arde y esta húmeda por el sudor.

Casi no puede respirar, el aire es sofocante y pesado. Por donde quiera que mire esta ardiendo en fuego, el humo lo rodea y apenas logra distinguir algo. Sus ojos picaban y estaban rojos e irritados.

Otra vez esas risas... Parecen divertidas... Son tan graciosas que no puede evitar reír también.

Duele... El fuego le quema las manos...

Duele... Pero igual ríe...

Duele...

Duele...

Duele...

Es divertido...

- ... ku...

- ...eku...

¿Qué es eso? ¿Susurros? ¿Quién es?

.
.
.

Sus ojos se abren de golpe notando que lo zarandeaban.

- ¡Jodido idiota! ¡¿Por que mierda no despiertas?! - gritaba Katsuki medio desesperado pero se relajó un poco al ver esas esmeraldas algo aturdidas. - Hasta que abres los ojos... ¿Qué carajo te pasa?

- ¿Qué hora es? - pregunto por lo bajo. El rubio volteo hacia la mesa de luz donde estaba el reloj.

- 8:36 p.m. - volvió a verlo. El peli verde bajo la cabeza y vio sus manos. Ya no estaban envueltas en llamas, pero la sensación seguía presente.

- Vamos abajo. Seguro nos esperan para cenar. - se levantó como si nada yendo hacia el baño.

- Oye-

- No hables. - lo interrumpió a medio camino y paro en seco sin voltear. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Katsuki, no por miedo, sino por la impresión que le dio el como habló. - No me tardo. Adelántate si quieres. - dijo y siguió hasta llegar a destino cerrando la puerta detrás suyo.

Bakugō estaba helado en su lugar, confundido y curioso. ¿Qué habrá soñado? ¿Qué fue tan terrible para hablar tan fríamente?

Recordó que debía tomar el medicamento según las instrucciones de la doctora, así que las saco del cajón, saco una píldora de cada tableta, las puso en su boca y las trago sin necesidad de agua. El peli verde aún no salía así que decidió irse primero. Se cambió para no estar en pijama. Por suerte recuerda el trayecto de ahí hasta la cocina. Tomó su inhalador por si acaso y se fue de la habitación.

Mientras caminaba por los pasillos no pudo evitar curiosear con la mirada la decoración en las paredes. Particularmente el hecho de que había visto al rededor de cinco distintos retratos de la misma mujer, y en cada cuadro había una pequeña mesa debajo que tenía un florero distinto pero con las mismas flores. No sabía cuales eran y tampoco sabía cómo es que antes no los había visto, eran simples pero lo suficientemente grandes para notarlos.

Se detuvo en uno en particular, la mujer que se veía en la pintura parecía muy seria y hasta daba algo de miedo como miraba con superioridad, la frente en alto, erguida e imponente. Se notaba que era adulta pero no parece que tenga más de 40 años en el cuadro a diferencia de algunos en los que se la veía algo avegentada y un poco rellena. Si bien todos los cuadros eran diferentes, ya sea la posición o el escenario en donde se encontraba, en ninguno se la veía sonreír. Siempre está muy seria, no está seguro pero él diría que estaba enojada.

Que curioso, ya le agrada. ¿Quien será?

- Midoriya Inko. - escucho que hablaban a su derecha y volteo de inmediato. Era un hombre de alta estatura, rubio y algo despeinado, ojos azules y sombríos, llevaba un traje amarillo con rayas negras, sus manos estaban a sus espaldas y permanecía de pie un poco encorvado mirando fijamente al cenizo. - La antigua jefa de la Mafia de esta casa. - continuó tranquilo.

- ¿Midoriya? ¿Ella...

- Es la madre de Midoriya Izuku-shonen. - terminó asombrando al menor que volvió a ver a la pintura. Ciertamente le encontraba un gran parecido con Izuku, en especial por el cabello y ojos verdes. - Por desgracia, mi adorada Inko falleció hace unos dos años. - dijo mirando también el cuadro con nostalgia. Es cierto, el peli verde le había dicho que perdió a su madre también. - ¿Puedo preguntar tu nombre? - pregunto cortésmente y el más bajo volteo a verlo.

- Bakugō Katsuki. - respondió con voz suave pero alerta a cualquier movimiento sospechoso por si acaso debía echarse a correr.

- Es un placer. Soy Toshinori Yagi. - se presentó y Katsuki solo asintió con la cabeza levemente como diciendo "Igualmente". - ¿Y qué haces aquí? - quiso saber. El cenizo iba a responder pero alguien lo interrumpió.

- Vive aquí ahora. - se escucho la voz del Midoriya y ambos vieron a su dirección. - Es de mala educación llegar sin avisar... Tío. - dijo sonriendo levemente llegando con ellos. Se había puesto una camiseta de mangas cortas al cuerpo y tenía las manos en sus bolsillos.

- Mis disculpas, Midoriya-shonen. Tenía curiosidad de saber cómo te ha estado yendo. - decía posando una mano sobre su hombro y sonriendo también. - ¿Estás más alto? ¿Has comido bien?

- Dudo que haya crecido más. ¿Como estás, Yagi? - pregunto.

- Viejo. Muy viejo.

- Eso puedo verlo. ¿Y además de lo evidente? - dijo divertido.

- Regular diría yo. La empresa ya no es lo mismo. Pero todo va bien.

- Ya veo. Me alegra verte. ¿Como esta Aizawa?

- ¿Qué te digo? - rió. - Creo que es lo único que no ha cambiado.

- ¿Tan mal? - también rió. - ¿Vino contigo?

- ¿Como crees que logre entrar sin que te dez cuenta? - dijo con cara de ganador.

- ¿Para que pregunte? - se pregunto a si mismo y negó con la cabeza. - Veo que conociste a Katsuki. - dijo sin ver al nombrado que seguía junto a ellos sin decir palabra.

- Si. Aunque no hablamos mucho. ¿Es otro recluta? - pregunto con algo de gracia. Era una broma personal de ellos, los más cercanos a Izuku eran como un pequeño ejército en el que se fueron reclutando distintos soldados.

- Lo será... Tal vez. - vio de reojo como fruncía el ceño pero lo ignoró. - ¿Ya comiste? - pregunto.

- ¿Por qué crees que vine a esta hora? - dijo irónico.

- Lo suponía. Ven con nosotros. - dijo y retomó su caminata con Toshinori a su lado y Bakugō detrás de ellos.

En el trayecto, los mayores hablaron amenamente entre ellos poniéndose al día. Los tres bajaron las escaleras hasta que llegaron al pasillo donde estaba la cocina. Cuando llegaron, el más alto abrió la puerta dejando que el mayor y el cenizo entres primero.

- Y entonces- ¡AHHH! ¡Ya-Ya-Yagi-sama! - dijo un impresionado Eijirō sorprendiendo a todos y haciendo que volteen.

Todos y cada uno dejaron lo que estaban haciendo para quedar frente al rubio e inclinarse con respeto.

- Toshinori-sama. Que gusto me da verlo. - dijo Momo sin levantar aún la cabeza.

- Hahaha. No hace falta tanta formalidad. También me alegra mucho verlos, jóvenes. - dijo alegre viendo que volvían a erguirse.

- Espere... Si usted está aquí, significa... - empezó a sudar frío y ponerse muy nervioso.

- Significa que también vine. - escuchar esa voz ronca y cansada detrás suyo lo dejó duro como roca. Ni siquiera noto que estaba ahí.

- A-A-A-Aizawa-s-sensei... - le tembló la voz. Sus amigos se apartaron esperando el lamentable destino de Eijirō. No tenía el valor para voltear.

- ¿No has aprendido nada en estos años? Ni siquiera notaste que alguien invadía la mansión. ¿A caso no te he enseñado bien? - hablaba tan fríamente que caló hasta los huesos a la mayoría de los presentes.

- N-No, sensei... Es c-c-culpa mía...

- Claro que es culpa tuya. ¿Qué hubiera pasado si no era yo quien entró sino un enemigo? Habría sigo culpa tuya si algo le pasa al jefe. - mientras hablaba, el pelirrojo no podía evitar temblar de furia e impotencia.

- Es verdad, sensei. Mejoraré. Lo prometo. - dijo firme parándose más derecho firme.

- Más te vale. - y se retiró de la cocina sin mirar a nadie más que al peli verde. - Avísame si te causa problemas.

- No me da problemas. Puedes estar tranquilo. - dijo tranquilo y el azabache asintió para irse.

El pelirrojo soltó todo el aire que había retenido hasta ahora relajando también los músculos del cuerpo que tenía tensos.

- Kiri-kun. Por poco te mueres. - se burló la rubia y el nombrado frunció el ceño.

- Es verdad. - dijo el jefe y caminó hasta un banco de la isla junto a Yagi. - Si no quieres morir, has tu trabajo. - sonaba serio y autoritario pero solo se preocupaba por su amigo.

- Si, jefe. - sonrió enormemente recuperando el ánimo.

- ¿Y qué hay para hoy? - pregunto el peli verde.

- En realidad, pensábamos pedirle a Katsuki que prepare algo. - dijo la castaña mirando al nombrado, que estaba apartado de todos, como queriendo fastidiarlo. - Claro, a menos que no pueda. - sonrió con hipocresía.

- Yo puedo. ¿Y tú? - frunció el ceño mirándola directo a los ojos.

- ¿Estás seguro? ¿Y resistirán tus pulmones? - el cenizo abrió los ojos con furia.

- Ochako. - dijo el jefe con voz severa y la chica solo guardo silencio yéndose a otra parte.

El oji rubí no dijo nada y se puso a trabajar ignorando a todos.

- ¿Como les fue? - pregunto Izuku a Dabi y Toga.

- Quiero una nueva compañera. - dijo el azabache algo molesto. La rubia solo rió.

- ¿Qué hizo ahora? - pregunto Inasa abrazando a Shōto con cariño.

- No se conformó con cortarle tres dedos de una mano y por poco lo mata si no la detengo. - contó frotando sus ojos irritado.

- No tenía suficiente para pagar. Solo quería hacerle entender. - se justificaba de forma "inocente".

- Me hubiera gustado verlo. - dijo algo decepcionado el oji verde.

Mientras ellos hablaban, Katsuki solo se limitaba a escuchar esa, para ellos, charla normal mientras hacia una pasta con salsa blanca. Se reían de la muerte de algunas personas que ellos provocaron. No era nada que no hubiera escuchado antes con Tomura pero igual le daba escalofríos estar entre tantos locos amantes de los cuchillos.

Un tiempo después, la cena ya estaba lista, solo debían servir y poner la mesa. El Bakugō tenía planeado comer de nuevo en la cocina él solo pero Izuku insistió en que los acompañe en la mesa. A regañadientes aceptó y se sentó a su lado, donde le indicó.

El tiempo transcurría entre risas por parte de casi todos. Comían muy gustosos lo que el menor había preparado, este recibía algún que otro cumplido pero solo asentía y seguía comiendo. En un momento escucharon que alguien llamaba a la puerta.

- Adelante. - dijo el jefe con voz seria. El que tocó hizo caso y entró yendo al lado del peli verde para susurrarle algo al oído. - ¿Lo encontraron? - el hombre asintió y se irguió en su lugar. - Bien. Si eso es todo, retírate. - dijo firme y el guardia se inclinó para irse por donde vino.

- ¿Ocurrió algo? - pregunto Toshinori.

- Tenemos uno. - dijo en general, parece que este era su día de suerte. Todos entendieron menos el menor que veía curioso pero con cautela como la rubia sonreía demente, sorprendentemente al igual que el pelirrojo. - Perdona, Yagi. Hay trabajo. - dijo levantándose de su asiento igual que los otros dos.

- No te preocupes por mi. Solo no te quedes mucho tiempo. - lo vio amable.

- No prometo nada. Sabes que es algo que no tolero. - sonrió. Katsuki estaba confundido, podía ver un deje sombrío y enojo en sus ojos a pesar de estar sonriendo. - ¿Quieres venir? - le ofreció.

- Dudo que lo aguante. - dijo la castaña extrañando más al cenizo.

- ¿Aguantar qué? - pregunto ignorante escuchando como Toga reía divertida.

- Creo que Katsuki-kun debería venir. - dijo yendo con él para levantarlo de su silla sin prestar atención a sus protestas.

- Si es su primera vez, no se excedan demasiado, Midoriya-shonen. - decía teniendo consideración por el menor.

- Debe aprender. - dijo y se fue junto a Eijirō, Toga y Katsuki.

El último se preguntaba sin parar a donde diablos lo llevaban y a qué se referían con "primera vez". Caminaron por los pasillos y bajaron algunas escaleras hasta llegar a lo que parecía el sótano de la mansión, pero en este solo se veía una puerta de metal y frente a ella se encontraban dos guardias, uno de ellos es quien fue a avisarle a Izuku la situación.

- ¿Quien es? - pregunto cuando llegaron con ellos.

- Neito Monoma, señor.

- Esa rata. Te dije que no debíamos confiar en él. - dijo Eijirō cruzándose de brazos.

- ¿Logró rebelar algo?

- No, señor. Lo atrapamos antes de que tuviera oportunidad. Asui-san lo descubrió. - informó el de la izquierda.

- ¿En donde está?

- Aquí. Gero.

- ¡Ahh! ¡Deja de hacer eso! - reclamó Kirishima ya que apareció como un fantasma a su lado.

- Bien hecho, Floppy. - dijo y acarició su cabeza con cariño. La chica volteo a ver hacia atrás.

- Tu debes ser Bakugō-chan. Encantada. Soy Asui Tsuyu, pero me dicen Floppy. - dijo y extendió su mano a modo de saludo. El nombrado dudo pero al final tomó su mano. - Gero. - sonrió. - Midoriya-chan, ya está todo listo. Sus juguetes están en la mesa. - aviso.

- ¡Eres la mejor, Tsuyu-chan! - dijo la rubia abrazando a la peli verde.

Tenía un mal presentimiento de esto, y no se equivocaba. Al abrir la puerta de metal pudo ver una enorme habitación iluminada con luces tenues por varias partes, no era muy oscura, se lograba distinguir todo, en especial una pared en particular donde se encontraba un hombre encadenado con los brazos extendidos, se lo veía algo golpeado pero no demasiado, parecía cansado como si hubiera despertado hace poco. Avanzaron para entrar solo los cuatro, Asui se había retirado ya que su trabajo estaba hecho.

Escucho como los guardias cerraban la puerta detrás de ellos, miro al rededor con asombro. Noto que tanto las paredes como el piso estaban manchados de lo que podía deducir era sangre. Después vio las mesas en las que se encontraban distintos utensilios punzantes o pinzas. Ahí lo entendió...

Era la sala de tortura.

Por insisto, intento retroceder pero Kirishima se lo impidió previniendo sus intenciones y lo empujó para que siguiera adelante. Había visto muchas veces a personas morir, pero eran muertes instantáneas, jamás vio como torturaban a alguien.

– Neito. - dijo como saludo con voz fría y las manos en sus bolsillos.

– Midoriya. - dijo igual. - No me digas que tu también crees que te traicioné. - sonrió divertido. No respondió. - Por favor. Sabes que yo jamás-

– Deja las mentiras para alguien más. Te encontraron vendiendo información valiosa de nuestros negocios. - interrumpió fundiendo el ceño.

– Hahaha. ¿Eso te dijeron? Es redi- - no pudo terminar la frase ya que recibió un golpe bastante fuerte por parte de Izuku en el estómago sacándole algo de aire.

– Si por mi fuera, ya estarías rogando por tu vida. Pero Katsuki es nuevo aquí, así que no me voy a interponer. Dejaré que Eijirō y Toga se encarguen. - se apartó un poco y fue junto al menor que permanecía inmóvil. Los otros dos se acercaron al rubio encadenado y este los veía aterrado sabiendo lo que venía.

– N-No hay por qué llegar a estos extremos... Haha P-Puedo hacer algo por ti. Lo que quieras. Tu pídeme y lo tendrás. - decía en un vano intento por salvarse.

– Quiero que te comas la lengua. - dijo sin expresión en su rostro. El cenizo lo vio con sorpresa. ¿Lo dice en serio?

La chica estaba impaciente, quería empezar ya pero no podía hacer nada hasta que Izuku lo ordene. Igual que Eijirō que solo quería hacer pedazos a ese traidor.

– ¿Eh?

– Ya me oíste. Muérdete la lengua y empieza a masticar. ¿Quieres que te perdone? No quiero escucharte decir una sola palabra jamás. - era de las personas más insufribles que había conocido en su vida. Nadie lo aguanta, solo lo usaban para conseguir cosas difíciles de encontrar, pero fácilmente podían conseguir a alguien más. Les haría un favor a todos si no vuelve a hablar.

– Haha V-Vamos, Midoriya. No-No hablaras en serio. - le tembló la voz.

– Piensa lo que quieras. Y mientras lo haces, pueden comenzar. - dijo dando luz verde para sus colegas que pusieron cara de felicidad mezclada con malicia.

– ¿Alguna petición especial? - pregunto Kirishima haciendo tronar sus dedos antes de empezar.

– Usen su imaginación. - sonrió tranquilo.

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Los gritos de dolor eran cada vez más fuertes. Habían empezado con solo golpes fuertes en zonas sensibles pero ahora la sangre salpicaba por todas partes, pedazos de carne se desprendían del cuerpo de Neito que suplicaba entre sollozos que se detuvieran.

Katsuki había apartado la vista muchas veces pero Midoriya siempre le hacia volver hacia adelante para que no se pierda de nada. Sentía náuseas pero hacia todo lo posible para no vomitar. ¿Como es que esas personas podían divertirse a costo del sufrimiento ajeno? Lo peor era escuchar las incesantes risas de Himiko. Están enfermos, locos.

En un momento ambos se detuvieron al ver que ya no se movía ni decía nada.

– ¿Ya está muerto? - quiso saber el más alto viendo como la rubia palpaba la cabeza de Monoma que colgaba.

– Eso creo. Lastima, me estaba divirtiendo. - hizo un puchero.

– Solo tengo tres uñas. ¿Tu cuantas arrancaste? - pregunto el pelirrojo a su compañera.

– Cuatro. Te gane. - dijo mostrándolas en su mano.

– Mierda. - se quejó al verse derrotado. Dejó eso de lado y revisó si el oji azul mostraba signos de vida. - Tiene pulso. Es débil, pero ahí está. Solo se desmayó pero no creo que podamos continuar.

– Bien. Creo que es todo. - dijo y el cenizo espero que dijera que ya podían irse. Sin embargo, al verlo caminar hacia una de las mesas y tomar un arma apuntando a Neito lo dejó helado. El ruido del disparo lo hizo dar un respingo quedando boquiabierto. Le voló la cabeza. - Ahora está muerto. - dijo como si nada dejando la pistola donde estaba y yendo hacia la salida. Tomó a Katsuki de la muñeca y lo llevó con él. La puerta se abrió. - Desháganse del cuerpo. - ordenó.

– Si, señor. - respondieron ambos guardias.

El chico estaba en un estado de shock, tenía los ojos bien abiertos pero perdidos. Solo caminaba sin saber a donde ni prestando atención a nada. Llegaron a la habitación de Izuku sin que el rubio lo notase, respiraba débilmente y no pensaba con claridad.

El peli verde lo veía desde arriba como Katsuki miraba hacia abajo sin decir palabra. Tomó con cuidado su mentón e hizo que lo mirase a él. Se sorprendió al ver algo que no esperaba. Tristeza. 

Hizo lo primero que se le ocurrió y rodeó con sus brazos el cuerpo de Bakugō que permanece en silencio. Acarició su cabeza con dulzura.

– Se que es difícil, pero debes entender de una u otra forma. Esto iba a pasar tarde o temprano. No estés triste por él, no lo conocías, era solo un traidor que nadie aguantaba. - decía suavemente como queriendo hacerlo sentir mejor.

Acababa de presenciar como torturaban a un hombre de la forma más horrible que podía imaginar y el peli verde le decía esas palabras de manera dulce para calmarlo. Sus caricias provocaban una extraña sensación en todo su cuerpo. Aun algo aturdido, atinó a corresponder al abrazo aferrándose a su camiseta con manos temblorosas.

El más alto lo apartó un poco y Katsuki lo vio a la cara encontrándose con una cálida sonrisa que lo hizo estremecer. ¿Como alguien que tortura personas tiene una sonrisa tan hermosa?

No lo sabe, pero por alguna razón quería ver más sonrisas como esa.

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Hola pequeees!!! Como andan???

Espero que les haya gustado!
(≡^∇^≡)

Voten y comenten!

Nos leemos luego! 👋😘

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