8- Miedo
Luego de ese primer tiro, le siguieron muchos más. La mayoría se acercaba al centro, pero no lograba atinarle. Los sobre saltos al escuchar el estruendo no cesaban pero podía disimularlos, se iba para atrás cada vez que apretaba el gatillo, implementó el poner un pie más atrás para evitar al menos casi caer y al menos pareció funcionar.
Sus manos temblaban, las sentía calientes por el calor del arma. Todo lo que quería era soltarla, pero siempre que hacia un ademán para dejarla de lado, Eijirō le ordenaba que lo intentara de nuevo.
– Estas dudando. - le dijo poniendo una mano sobre el cañón y bajando sus manos. El cenizo lo vio de reojo con el ceño fruncido. El pelirrojo lo miraba con una expresión seria y sin ser brusco le quitó el arma de las manos, apuntó y sin esfuerzo disparó tres veces, siempre en el centro. - Tienes que perder el miedo. Puedo ver que estas temblando. - el rubio trago duro al verse al descubierto.
Más alejados de ellos, estaban Izuku con Eri sobre sus piernas observando la lección.
– Creo que puedes parar por hoy. - habló de repente el pelo verde levantándose de su lugar junto a la niña. Los otros dos voltearon a verlo. - No es cosa de aprender en un día. - decía sonriendo amablemente. - Eijirō. Me parece que te debo la revancha. - le dijo acercándose a ellos.
– ¡Por fin! ¡A la armería! - grito emocionado corriendo fuera del campo de tiro. El jefe de la mafia lo siguió a paso lento y tranquilo.
– Eri. No te quedes atrás. - dijo sin volver la vista.
– ¡Si! Katsuki-san, vamos. Será divertido. - dijo emocionada tomando la mano del cenizo que pensaba en cual sería el concepto de "diversión" de la pequeña.
Caminaron unos pasos alejados detrás de Izuku dirigiéndose a otra área de entrenamiento, en cuanto llegaron, Katsuki no pudo evitar ver curioso a todas partes. Era un doyo de Kendo. Perdieron de vista al peli verde cuando este entró donde supuso era la armería y Eri lo guió hasta unos asientos apartados en el suelo. Se sentaron cruzándose de piernas.
– ¿Practican Kendo? - pregunto impresionado.
– En realidad solo entrenan y juegan a veces. Eijirō-san perdió la última vez. - explicó. - También hacen muchos otros deportes. Tienen canchas de Football, Basquetbol, Tenis, en la habitación de al lado esta el doyo de Karate y Taekwondo, en otra esta el de Taichi. - decía enumerando con sus dedos todo lo que había. El cenizo escuchaba y se preguntaba cuantas más cosas había en esta mansión. - ¿Eres bueno en algún deporte? - quiso saber.
– En realidad no. Nunca eh practicado ninguno. - confesó sorprendiendo a la niña.
– ¿Y hay alguno que te gustaría intentar o que te llame la atención? - pregunto curiosa.
– La verdad no lo se. - las pocas veces que ah presenciado algún deporte jamás le causaron mayor impresión como para prestarles atención. La albina elevó una mano tocando sus labios con expresión pensativa hasta que le vino una idea.
– ¡Ya se! - exclamó. - ¿Eres flexible? - el cenizo la vio como si estuviera bromeando pero no parecía hacerlo.
– Un... poco. ¿Por qué? - pregunto extrañado.
– ¿Has escuchado antes sobre el Yoga? - cuestionó con brillo en sus ojos.
– Ah... No que recuerde. - se quedó pensando. - ¿Qué es? - quiso saber.
– Es un conjunto de técnicas de concentración derivadas de una doctrina filosófica Indú que se practican para conseguir un mayor control físico y mental. - respondió una tercera voz haciendo dirigir ambas miradas a él. - Buena idea, Eri. No se me había ocurrido. - elogio, a lo que la niña sonrió alegre.
El chico miro atentamente al hombre frente a ellos, este se encontraba con el torso descubierto, pantalones de entrenamiento tradicional de Kendo y descalzo. En su mano izquierda se encontraba una espada con funda negra y el mango con el trenzado tradicional negro con detalles verdes, de este colgaba una delgada cadena. Detrás del Midoriya apareció el pelirrojo con una mirada determinada, estaba en las mismas condiciones que su jefe, solo que su espada era diferente, la funda también era negra pero tenía atadas unas sogas rojas y el mango tiene el trenzado del mismo color con detalles en negro. No le sorprendió para nada que tuvieran Katanas personalizadas.
– ¿Ves algo que te guste? - pregunto descaradamente el más alto provocando que el chico se sonrojara y desviara la vista.
Escucho como Eri intentaba inútilmente esconder su risa y la miro acusadoramente.
– No tienes de que avergonzarte. Izuku-san es muy guapo, ¿Verdad? - es increíble que este escuchando semejante cosa de una niña de 8 años.
No respondió y simplemente poso su cabeza en su mano derecha y miro hacia el frente esperando que empiecen. Pero algo llamó su atención, no tenían ninguna clase de protección, eran obviamente armas reales, por lo tanto podían hacerse daño muy fácilmente. ¿No son amigos? ¿Se harán daño entre si por diversión?
Se pusieron en posición de combate, de repente la seriedad se adueñó de sus rostros. Respiraron hondo y esperaron para hacer su primer movimiento. La espera se estaba volviendo tortuosa para Katsuki.
Por fin, Eijirō dio el primer paso, desenfundó atacando al verdoso y este se defendió con maestría. Así empezaron, relativamente tranquilos, apenas se tocaban pero en un momento Izuku por poco rozaba el cuello el pelirrojo pero este lo esquivo yéndose para atrás. Como si nada, continuaron así sin que ninguno llegase a lastimar al otro.
El rubio tenía el corazón en la boca por solo ver a ese par que parecían estar matándose entre si pero sin tocarse.
Eri miraba a ambos maravillada, ya había presenciado varios de sus enfrentamientos así que no sentía temor por que se lastimaran gravemente, no pasaban de unos pocos rasguños. Sin embargo, al voltear a ver al chico junto a ella para saber si también se divertía, se encontró con totalmente lo opuesto. El Bakugō se encontraba rígido en su posición viendo preocupado la pelea entre amigos.
– Acéptalo... - habló el jefe sin dejar de moverse y sonreír. - No puedes ganarme. - intento cortar su brazo izquierdo pero el guardia lo bloqueó.
El aire le empezó a faltar, intento respirar hondo tratando de calmarse. La pequeña le pregunto en un susurro si se encontraba bien y respondió que no era nada. No lo entendía, esto no debería estar pasando.
– Esta vez no perderé. - dijo con determinación. Empujó hacia adelante haciendo fuerza contra la espada de Izuku, este resistía por no ceder.
En segundos pensó que hacer. Aprovechó la fuerza que hacia Kirishima y se fue para atrás a propósito haciéndolo caer. Dio un giro, lo tomó del brazo y lo torció dejándolo en el suelo con su espada en el cuello.
– Ya perdiste. - dijo en un tono medio burlón y escucho como gruñía molesto. Lo dejó libre y lo ayudó a levantarse.
– Hermano, eso fue trampa. - se quejó enfundando su katana de nuevo y luego masajeó su hombro.
– Deja de llorar. - vio a su amigo hacer un puchero y rió guardando también su espada en la funda.
– ¡Izuku-san! - los dos vieron hacia la niña. - Katsuki-san no está bien. - dijo preocupada sacudiendo al rubio que sostenía con fuerza su pecho y con la respiración dificultosa.
El peli verde fue con paso rápido hacia ellos, Eijirō lo siguió. Se agachó e hizo que lo mire.
– Oye. ¿Qué te pasa? ¿Me escuchas? - tenía los ojos llorosos.
– N-No respiro.... - dijo casi sin aire. Sus pulmones quemaban por la necesidad de respirar.
No perdió más tiempo y lo levantó en sus brazos, podía sentir como todo su cuerpo temblaba.
Dejó de lado su espada, le ordenó al pelirrojo que se llevase a Eri de ahí y se fue lo más rápido que pudo hacia la enfermería donde estaba la doctora. En el camino le pedía a Katsuki que no cerrara los ojos por nada, que intentara respirar todo lo que pudiera, varios sirvientes lo veían con duda y otros con preocupación. Por fin llegó.
– ¡Chiyo! - grito abriendo la puerta de golpe asustando a la mujer que se encontraba sentada en su escritorio.
– ¡¿Qué demonios te-
– ¡Algo le pasa! Revísalo. - la interrumpió algo alterado y dejó al cenizo en la camilla.
La anciana no dijo nada y solo se acercó al chico para ver cual era el problema. El más alto se cruzó de brazos esperando algo impaciente.
– Esto es un ataque de asma. - Izuku abrió los ojos con sorpresa.
Vio a la mayor ir de nuevo a su escritorio y sacar algo de un cajón. Era una aguja muy grande con un gran tubo. Volvió con el casi inconsciente cenizo levantando su camiseta hasta el pecho, sin titubear clavo la aguja en la zona del pulmón derecho. La dejó ahí y destapó él tubo, al hacerlo Katsuki dio una fuerte calada de aire abriendo los ojos de golpe. Ya podía respirar. Jadeaba pero se sentía mejor.
– No te muevas. Traeré medicamento para el asma.
– ¿A-A-Asma? - dijo confundido.
– Si. ¿No sabias que eres asmático?
– Es que... N-No había tenido u-un ataque en años... - dijo con algo de dificultad.
– Pues, lo que haya pasado, provocó que lo tuvieras. - dijo caminando hacia la salida. - No me tardo, haré unas llamadas y tendré lo necesario para darle. Quédate un momento con él. - le dijo al peli verde y este asintió. La anciana se retiró.
– Ese bastardo. - se quejó entre dientes apretando los puños.
– No te alteres si no quieres empeorar. - le dijo el mayor desde donde estaba sin moverse.
– Tu lo sabias... ¿No es cierto? - el más alto no respondió. - Que tengo asma. Lo sabias. Después de todo me investigaste. - rió sin gracia.
– No lo sabía.
– No mientas. - dijo entre dientes. - Tu me investigaste. - repitió dolido.
– No lo sabía. - volvió a decir aún más serio. - No había absolutamente nada sobre esto en la sección de tu estado de salud. A menos que Shōto me lo haya ocultado, cosa que no creo, no existe registro de que tu tengas asma. - decía con voz baja pero algo molesta. El menor trago duro. - Lo que quiero saber, es el por qué.
– Seguramente Shigaraki borro todos los expedientes. - miraba al techo pensando en lo que paso. - Me dio mi primer ataque a los 13 años. Necesitaba operarme ya que lo mío era un caso raro que debía arreglarse si no quería morir. Pero no tenía dinero para pagarlo, así que... Cuando Shigaraki me encontró prometió que me ayudaría si trabajaba para él. Estúpidamente acepté y un médico suyo me operó. - su mirada se ensombreció. - Luego descubrí que solo lo hizo para no... - mordió sus labios. Sentía vergüenza de si mismo. - Para que no se me... dificulte respirar en... mis-mis trabajos. - como si acostarse con degenerados que pedían por él como con cualquier puta fuera trabajo. - Todo lo que hizo fue temporal. Ahora me doy cuenta. Seguro borro toda evidencia para que pudiera venderme más fácilmente. Desgraciado. - se sentía un objeto que podía ser usado y tirado las veces que quieran.
El peli verde escuchaba todo atentamente todo lo dicho por el rubio. Sentía rabia por todo esto, él había hecho cosas malas en su vida, no lo negaba. ¿Pero engañar a un niño para prostituírlo, usarlo para su propio beneficio y después venderlo? Habían límites.
– ¿Sientes lastima por mi? - pregunto como si se estuviera burlando de si mismo. Sonrió decaído cerrando los ojos.
– No puedo sentir lastima por ti cuando tienes esa cara. - las comisuras de sus labios bajaron y abrió sus párpados bajando la mirada hacia el más alto. - No sientes miedo. No estas triste. Estas molesto, pero sabes controlarlo. - el menor frunció el ceño y lo miro como si estuviera bromeando. - Dime algo... Si pudieras enfrentarlo... ¿Qué es lo que harías? - ni siquiera tenía que pensarlo.
– Le haría pagar la vida de mierda que me hizo vivir. Matarlo no me bastaría. - estaba en contra de matar a las personas. Pero haría una excepción con Shigaraki Tomura sin dudarlo.
– Entonces hazlo. - el rubio lo miro sin entender. - Hazte fuerte, encuéntralo y demuestra que no sientes miedo. Justo como ahora. - habló firme y serio. - ¿Quieres enfrentarlo? Deja que te entrenemos. - Katsuki se quedó callado un momento.
– Si-Si lo hago, ¿Me dejarás ir? - pregunto con un destello de esperanza en su interior. El Midoriya tardo en responder.
– Si después de lograr tu objetivo aún deseas irte... No te detendré. - se vió que dudaba un poco, pero no por lo que él creía.
– Esta bien. - dijo en un suspiro.
.
.
.
La doctora había regresado con medicina para el asma de Katsuki. Le hizo unas preguntas mientras retiraba la aguja, cerraba la herida y ponía una venda. El rubio le contó sobre la operación, pero no le dijo todo lo que le contó a Izuku, obviamente.
– Bien, por ahora solo puedo darte analgésicos y un inhalador. - se los entregó. Se encontraba sentado en la camilla. - Cuando se acabe ven de inmediato conmigo para reemplazarlo. En caso de que tengas otro ataque, respira hondo por la boca y trata de calmarte. Quien sea que se encuentre contigo debe traerte conmigo. - todo se lo decía a Katsuki pero también a Izuku.
– ¿Hay... posibilidad de operarme? - quiso saber.
– No es conveniente ahora. Pasaron varios años desde esa operación que al parecer salió mal o no lo hicieron lo que correspondía. No sabemos que tan perjudicial pueda llegar a ser. Lo siento, chico. Tendrás que conformarte con esto. - podrá sonar frío pero hacia lo posible para ayudar.
– Esta bien. No importa. Gracias. - dijo mirando las medicinas.
– ¡¿Y tu puedes por favor vestirte?! ¡Por todos los cielos! - regaño al Midoriya que seguía con torso al descubierto.
– ¿Qué te pasa Chiyo? No tengo nada que no hayas visto antes. - dijo queriendo molestarla.
– No deberías ir por la vida medio desnudo. ¡Vístete, mocoso!
– Estoy en mi casa. No tengo por qué hacerlo. - miro hacia otro lado como un niño caprichoso.
– Podrá ser tu casa, pero tu madre me dejó a cargo de ti. Por lo tanto, mientras yo viva, harás lo que digo. ¡Vístete! - ordenó por última vez.
– Bien~. Iré a mi cuarto. - cedió por fin rodando los ojos.
– Y llévalo a que descanse. - dijo señalando al rubio que había permanecido en silencio.
Realmente no tenía idea de cuantas caras había visto en el peli verde. No sabía si era un serio jefe de la mafia, un sádico lunático, un padre responsable, un niño mimado o quien sabe que más. Le dolía la cabeza de solo pensarlo.
– Si si. Lo llevaré. - dijo acercándose a el para volver a sostenerlo en sus brazos.
– Puedo caminar. - dijo firme bajándose de la camilla y empezando a caminar hacia la salida.
– Es terco. - rascó si nuca divertido.
– No te hagas. Tu eres peor. - decía volviendo al escritorio.
Se encogió de hombros y rió yendo también a la salida saludando a Chiyo antes de salir.
– Vamos. También quiero dormir. - le dijo sonriendo tranquilamente.
Fueron ambos a la habitación del mayor, en el camino no hablaron para nada. Estaban en silencio. Se encontraron con Shōto y Momo, esta última les pregunto que había pasado, el verdoso dio una corta explicación sin entrar en detalles y luego dijo que debían irse retomando su camino.
Cruzaron la puerta e Izuku cerro a sus espaldas.
– Iré a darme un baño antes. ¿Me acompañas? - dijo queriendo sonar inocente.
– Pudrete. - le gruño.
– Lo imaginé. No tardo. - rió levemente. Tomó unas cosas del armario y se dirigió al baño. - Puedes dejar eso en el cajón de la mesa de noche o donde prefieras. - le indicó refiriéndose a la medicina y cerro la puerta sin esperar respuesta.
Katsuki se quedó ahí con la vista perdida. Se sentía miserable por la vida que le tocó vivir. Pero no sentiría pena de si mismo, debía hacer lo que hizo desde que tenía 5 años... Sobrevivir. Si era lo suficientemente paciente, se librará de todo esto con esfuerzo, aunque implique matar gente. Esta dispuesto a todo.
No le dio más vueltas al asunto y fue hasta el dichoso cajón del lado de la cama en el que había dormido. En ese momento, algo lo hizo pensar, Izuku dijo que también quería dormir, el rubio dormiría ahora. ¿Significa que dormirán juntos? No tenía derecho a reclamar que se fuera a otra parte, esta es su habitación. Por lógica, él mismo debería irse, pero...
Trago duro al no saber que hacer. ¿Será buena idea que le de una habitación propia? No esta seguro.
No supo cuanto tiempo paso, pero debió ser bastante ya que Midoriya ya estaba saliendo del cuarto de baño ya más fresco y con su pantalón de pijama, igual que la última vez.
– "¿A este tipo no le gustan las camisas?" - se imagino. Le intrigaban todas esas cicatrices. ¿Como se las habrá hecho?
– Si ya terminaste de verme, puedes entrar. - ni siquiera lo estaba viendo, esta de espaldas a él. ¿Tan obvio es?
Chasqueó la lengua molesto, tomó el pijama que le dio antes y fue al baño cerrando de un portazo.
El mayor solo veía todo con diversión. Realmente le agrada ese chico y le atrae bastante. Se preguntó si en algún momento admitirá que le pasa lo mismo.
Varios minutos después, el cenizo salió del baño un poco más calmado pero sin abandonar su expresión de molestia. Observó el panorama, Izuku esta sentado del otro lado de la cama con un teléfono en sus manos y sus lentes puestos.
– Pensaba que no sabias usar la tecnología. Pareces un abuelo. - se burló caminado a su lado a paso lento.
– No se me da muy bien, pero me defiendo. - admitió. - Aún así prefiero escribir a mano. - dijo sin dejar de teclear.
– Deku idiota. - murmuró entrando en las sabanas y dándole la espalda.
– ¿Deku? - dijo confundido viendo su nuca.
– Tienes cara de inútil. - no volteo.
– Me dirás así ahora, ¿Verdad?
– ¿Tu que crees? - pregunto obvio.
– Mm. Bueno. En ese caso, te diré Kacchan. - dijo de forma trivial apagando su teléfono y dejando sus lentes en la mesita a su lado.
– ¿Ahh? ¿Qué clase de apoco es ese? - volteo la cabeza viéndolo como a un loco.
– ¿Qué clase de apodo es Deku? - respondió entre cerrando los ojos.
– De la clase que te identifica.
– Hagamos esto... Si dejas que te diga Kacchan, te dejaré que me llames Deku. - propuso.
– Tch. Haz lo que quieras. - volvió a darle la espalda cubriéndose con las sabanas.
– Bien. Descansa, Kacchan. - sonrió con suficiencia y se acostó igual que el rubio.
– Muérete, Deku.
Fue su manera de cerrar el trato. El más alto soltó una última risa y cerro los ojos esperando que el sueño llegue. Katsuki hizo lo mismo y ambos cayeron en brazos de Morfeo.
~•~~•~~•~~•~~•~~•~~•~~•~
Hola peques!!! ¿Como andan?
Espero que les haya gustado.
(≡^∇^≡)
Voten y comenten! (❁´◡'❁)
Nos leemos luego 👋😘
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top