2- Trato
Después de cenar amenamente todos juntos, cada quien se dirigía a sus respectivas habitaciones. Algunos con sus parejas como Shōto e Inasa, Eijirō con Denki, uno de los sirvientes de la casa, Momo con su novia Jiro, también trabajan juntas, y Toga con su esposo Jin, o Twice como lo apodaron, sorprendente ella fue la primera en casarse, eran tal para cual, estaba casi tan loco como ella. Sufre de doble personalidad, de ahí su apodo.
Los cuartos de todos se distribuían a lo largo del pasillo, la última de todas era la de Izuku. Este entró después de despedirse de los otros y fue a su baño privado a tomar un relajante baño, lo necesita. Abrió la llave para dejar correr el agua fría y caliente, moderandola. Se desvistió sin apuro y luego de que la bañera se llenara le agregó unas sales aromáticas de lavanda, cerro el agua para después meterse sintiendo el calor en todo su cuerpo, el vapor llenaba el cuarto de baño. Agradece tener buen espacio para su gran cuerpo.
Se quedó ahí un tiempo, sumergía la cabeza de vez en cuando aguantando la respiración. Ya teniendo suficiente, salió de la bañera para lavar su cabello. Cuando termino, envolvió su cintura con una toalla y regresó a su habitación para buscar su pijama, ya vestido seco sus húmedos rizos y fue a la cama. Tal vez la larga siesta que había tomado le robe un poco el sueño, pero fue bastante reparador.
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Al día siguiente, despertó y lo primero que hizo al abrir sus esmeraldas fue notar el incesante sonido de agua callendo con violencia. Esta lloviendo a cántaros. Tuvo un leve atisbo de esperanza, si llueve así tal vez la reunión se cancele, pero descarto esa posibilidad. Si no iba, nada le aseguraba que de no hacerlo Tomara no haría un berrinche por eso. Suspiro resignado y se levantó para ir al baño a sus necesidades básicas y después salir a vestirse. Camisa blanca, chaleco, corbata y pantalón negros y zapatos marrón oscuro. No se molesto en peinarse mucho, con este clima sería inútil luchar con sus rizos ahora. Tomó un par de cosas antes de salir, como su arma y su saco impermeable negro.
Cruzó la puerta y miro esperando a que esos dos aparezcan, como esperaba, Todoroki fue el primero en salir. Fue a su encuentro y se saludaron, escucharon unas quejas que venían de una de las habitaciones siguientes.
– Ahí tienes. Te están esperando. - decía un rubio con un rayo en el cabello. - Te lo dije. No van a faltar por el clima. - decía empujando hacia afuera al pelirrojo.
– Izuku~ ¿Tenemos que ir? - se quejaba con hastío.
– Temo que si. Vamos. Gracias, Denki. - le dijo al pasar por la puerta. - ¿Puedes cuidar hoy a Eri-chan?
– Déjamelo a mi. - sonrió, levantó un pulgar y guiño un ojo.
– Gracias. - dijo con suavidad.
– Un placer. Suerte. - le dio un beso en la mejilla a su pareja y despidió a todos.
Los tres caminaron hacia la puerta principal donde unas mucamas les dieron una sombrilla a cada uno para dirigirse al auto que los esperaba. Eijirō fue del lado del piloto, además de jefe de seguridad también era el chofer del peli verde, Shōto e Izuku fueron a los asientos traseros donde el bicolor le hablaba sobre los contratos que debía firmar.
– Espero que terminemos pronto. - dijo el oji verde mirando la lluvia caer desde su ventana.
– No te lo prometo. - le dijo el bicolor.
– Si lo veo rascarse más de tres veces le voy a disparar en la cabeza. - habló el guardaespaldas desde el frente.
– No lo hagas o me arrepentiré de haberte traído a ti y no a Toga. - bromeó haciendo haciendo reír al pelirrojo.
– Toga-chan no habría aguantado ni pasar la entrada sin cortar a alguien.
– Es verdad. - comentó Todoroki sin desviar la vista de los papeles.
Así siguieron el viaje hasta llegar a la mansión, quedaron frente a las innecesariamente enormes rejas esperando a que los reconozcan para abrirles, cruzaron sin problemas hasta llegar frente a las también grandes puertas pero madera importada y oro por todos lados.
– Debería medirse más con los gastos. - comentaba por lo bajo Eijirō para que solo ellos escucharan. Las puertas se abrieron y entraron al recibidor. - Ni siquiera tiene buen gusto. - decía sin levantar la voz y mirando todos los adornos que ahí había después de que unas mucamas les retiraran las sombrillas.
– Cállate. - si seguía así no podría aguantar no reír.
– Ya se, ya se. Pero mira esos cuadros, nos están mirando, da miedo. - decía aguantando la risa.
– Comportense. - advirtió el bicolor. Ambos estaban a punto de soltar una carcajada pero alguien los interrumpió.
– Caballeros. - llamó el mayordomo personal del dueño de la mansión, Oboro Shirakumo, apodo, Kurogiri. Era la mano derecha de Shigaraki, también su mejor agente, espía, colega, etc. En síntesis todo el equipo de Midoriya en uno solo. También sospechaba que era su pareja que no quiere sacar conclusiones por su cuenta. - Acompañenme a la sala de juntas.
Siguieron al mayordomo por los pasillos hasta llegar a una pequeña habitación comparada con todo lo demás en la mansión, y ni siquiera es una sala de juntas, es más un pequeño bar. Al entrar se encontraron con el peli celeste hecho un desastre, justo como esperaban.
– Shigaraki. - dijo a modo de salido tomando una actitud seria.
– Midoriya. - respondió de igual forma pero dando una, a su parecer, desagradable sonrisa. Sus labios estaban partidos y secos, podía ver las heridas en el cuello, estas eran muy recientes. No se sorprende para nada pero si le resultaría increíble que alguien elegante y con porte como Kurogiri estuviera con alguien como Tomura. - Sientense. - dijo desde su lugar en la barra señalando los sillones en el otro extremo. El alto mayordomo tomó lugar en lado interno del bar.
Iba a quedarse parado ya que no quería ensuciarse tocando algo de aquel enfermo, pero después noto que todo estaba bastante limpio, seguro el mayordomo si tomó en consideración que habrían visitas, así que agradeciendo mentalmente esto indicó a sus dos colegas que hicieran caso. Izuku quedó en medio con los otros dos a sus costados, se habían ido las bromas, Eijirō tomó una postura más seria sin bajar la guardia en ningún momento. El peli verde se cruzó de brazos y piernas. Que empiecen los negocios.
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Pasaron dos horas en las que acordaron condiciones para que cada Mafia cediera algo. Quedaron relativamente satisfechos con todo, pero todavía quedaba algo.
– No te daré a una de mis más importantes empresas. - dijo firme. No cedería algo así por unas migajas.
– Te daré algo a cambio. No pienses tan mal de mi. - dijo fingiendo estar ofendido.
– "Muy tarde." - ya pensaba mal de él hace mucho tiempo. - ¿Qué ofreces? - pregunto con hastío.
– Más bien, quien. - corrigió confundiendo a los de la Mafia contraria. - Que pase. - le indicó al mayordomo, y este salió por la puerta que había del lado contrario por la entraron antes. Se escucharon forcejeos, cadenas y gruñidos. El peli morado volvió tirando de una cadena que tenía sujeto a un joven de cabello rubio cenizo, ojos rojos no sólo de ira, y piel pálida. Tenía una correa de acero en el cuello, la boca cubierta con un bozal y las manos sujetas con una cubierta, todo hecho del mismo material. Se veía muy joven, con golpes cubriendo su rostro, brazos y partes que apenas podía ver de su cuerpo, apenas podía sostenerse en sus piernas que temblaban pero se le veía determinado y firme para no caer. - Te ofrezco a él.
– ¿Qué es esto? ¿Una broma? - lo miro enojado. - ¿Para qué quiero a un niño?
– No te guíes por la edad. - dijo rascado su cuello a punto de romper con la paciencia de Midoriya. - Este chico tiene un admirable conocimiento en bombas, sería una pena para ti no aprovechar esta oportunidad.
El peli verde se quedó pensando, si entrenaba bien al chico podía ser de gran utilidad. Miró a Todoroki y este le dijo con la mirada que apoyará su decisión. Volvió su vista al rubio, había tanta furia en sus ojos, esto llamó su atención.
– Quítale el bozal. - ordenó al mayordomo quien miro a su jefe que le indicó que lo hiciera. El oji verde se levantó de su lugar para acercarsele al chico. Vio como le quitaban el pedazo de metal de la boca y soltaba suspiros desesperados. - ¿Como te llamas? - pregunto con calma. El oji rubi lo miro a los ojos, creyó que vería miedo pero no encontró nada de eso.
– Púdrete. - escupió sin más.
Un escalofrío recorrió por las espaldas de Kirishima y Todoroki, la última vez que alguien le habló así término con una soga en el cuello aparentando suicidio. Vieron a su jefe sacar su arma y apuntar al joven encadenado justo entre los ojos pero ni siquiera tembló o apartó la vista.
– Intentamos otra vez. - dijo con un tono más frío, borrando su sonrisa. - Tu nombre.
– Si quieres matarme... Adelante. - su voz sonaba rasposa y cansada. Quien sabe cuanto tiempo estuvo encerrado.
– ¿No tienes miedo a morir? - quiso saber sin estar sorprendido. Nadie tiene esos ojos temiendole a la muerte.
– Atrévete, imbécil. - acercó su cabeza para que el cañón del arma tocara su piel.
– Oh~ - volvió a sonreír pero esta vez con sinceridad, todas las sonrisas que dio desde que llegó fueron más falsas que los pechos de Yaoyorosu. Sostuvo la mirada fija. - Lo quiero. - bajo la pistola y le dio la espalda sorprendiendo al rubio, creyó que moriría. - Nos vamos. Te dejaré las escrituras y los derechos del lugar. - le dijo a Shigaraki. Shōto, un poco confundido dejó lo dicho por Midoriya en la mesa y se levantó también. - Eijirō, encárgate. - el pelirrojo entendió a que se refería y se dirigió al menor con algo que parecía una aguja.
– Me tocas y te mueres. - dijo un muy molesto rubio.
– Esa es mi línea, niño. - hizo un ágil movimiento y atinó a inyectar un líquido en el lado derecho de su cuello.
– ¡¿Qué mier... - no logró terminar y se halló desmayado en los brazos del pelirrojo. Lo cargo y fue detrás de su jefe, no sin antes recibir las llaves de las ataduras.
– Hasta otra, Midoriya. - saludo el peli celeste.
– Espero que no. - fue lo último que dijo escuchando en respuesta una risa llena de cinismo por la parte contraria.
Por fin dejaron ese horrible lugar, Midoriya le indicó le diera al chico que seguía desmayado en sus brazos. Antes de ir hacia el auto abrieron sus sombrillas, pues no había dejado de llover, Shōto los cubrió a ambos ya que tenía las manos ocupadas y entraron en el vehículo.
– ¿Por qué aceptaste? Ya era suficiente con lo que le diste, ¿O no? - decía Kirishima desde su lugar viéndolo por el espejo retrovisor.
– No lo se. - dijo sin apartar la mirada del chico sobre sus piernas. - Fue un impuesto.
Shōto hacia un llamado rápido avisando que habían terminado y ya estaban en camino. No dio más detalles.
– Espero que al menos sea tan bueno armando bombas como dijo. - dijo con desconfianza.
El bicolor permanecía callado, no cuestionaría las decisiones de su jefe. Aunque si estaba sorprendido de esto, al margen del posible conocimiento en bombas del chico, ¿En qué más podía usarlo?
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Hola peques!!! Como les va???
Ojalá les haya gustado!
Voten y comenten!
Nos leemos luego 👋😘
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