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Zee D'Lorentis estaba durmiendo en una cama ajena. Abrazado a un hombre de mayor edad. Estaban desnudos con las sabanas cubriéndolos. El pelinegro de 24 años despertó parpadeando de a poco. Sentándose en su trasero. Se extira con los brazos alzados en el aire bostezando en grande como un gatito. Sus ojos cerrados en dos medias lunas. Su piel blancusca puede desaparecer en la iluminación del sol.
Mira a su lado y el viejo esta petrificado con un rostro aterrorizado. Su boca abierta en una enorme "O". Toda pero toda su piel pálida. No hay mi una pizca de color siquiera en sus ojos. Pareciera que murió del miedo. Sin embargo, el joven que recién despierta sonríe con sus labios como un canino que obtuvo su dulce.
—Deberías decir "Gracias, Zee, me hiciste tener una buena noche en mi moribunda vida."— El pelinegro le dice con una sonrisa antes de inclinarse al suelo frente a la cama para alzar los pantalones tirados del anciano. Los alza a su vista para sacar la billetera de este de uno de los bolsillos traseros. Tira a su lado izquierdo el pantalón y el pantalón flota por el aire con fuerza sobrenatural y se engancha sobre el espejo circular de la habitación cómo si lo hubieran colgado ahí. El chico ni caso le hace a la prenda y procede a abrir la billetera.
—Woah. Qué genial. Está bien. Aceptaré esto como paga.— Zee le dice con una sonrisa dándole en el pecho un suave golpe con el dineral que ha tomado.
«Soy un Kitsune. Un zorro desde que nací. Me alimento de la energía de las personas si quiero lucir tan bien. Para mí es como humectar mi piel cada día. Sólo que lo hago teniendo sexo con cretinos millonarios que están en sus últimos años de vida. Les doy un buen tiempo hasta que inconscientemente su energía es drenada por mi poder. Una vez comienzan conmigo, no hay vuelta atrás. Esa es mi maldición.»
Los ojos de Zee se iluminan en anaranjado antes de que él retire la sábana de su desnudo cuerpo. La retira en cámara lenta. Alzandóla. El viento que provoca al alzar esta revolotea un poco sus flequillos, pero la cámara lenta se reduce para que él salga de la cama a paso rápido y en un parpadear, ya está vestido con un suéter amarillo enorme, unos pantalones de mahón ajustados y botas.
«Además, no tomo a ninguno que esté casado.» Piensa Zee.
—¿Cariño?— Se escucha una voz femenina llamar desde la puerta de la casa. Escaleras abajo. Zee se espanta.
—¡¿Estaba casado?!— Él murmura con preocupación rodeando la cama con pasos rápidos y revisa sus manos. No había visto el anillo en uno de ellos. Al encontrar el anillo, suspira, cerrando sus ojos. —Mierda...
Él corre hacia la ventana de la habitación y sale por ella con un brinco. Sosteniendo su cuerpo en el borde de esta con ambas manos, agachado, para mantener las suelas de sus zapatos contra la pared. Mira abajo y la distancia es demasiado alta.
—Bueno, básicamente, no puedo morir tan fácilmente...— Zee dice en una sonrisa mezquina. Se suelta para caer a toda esa larga distancia. Su cabello alborotándose por el viento.
Todas las personas gritan cuando él cae sobre uno de los autos estacionados en línea al lado de la cera. El tejado del auto quedo aplastado con sus alarmas chillando. Sus luces prendiendose y apagándose. Sus piernas tuvieron vidrios por doquier al aplastar el cristal. Los lados de su cabeza ni se diga. La sangre estaba pintada ahí en largas líneas. Él miró al cielo todo débil.
—Auch.— Él dice antes de sentarse.
—¡Oh por Dios!— Muchas personas susurran alrededor de él. Viéndolo con mucho miedo. Zee los mira a todos con una sonrisa aunque está algo aturdido.
—¡OYE! ESE ES MI AUTO.— Un hombre grita al salir de un supermercado sujetando dos bolsas de plástico. Zee relame sus labios alzando un dedito acusador mientras alza sus cejas.
—Lo siento. Pensé que iba a huir antes de que usted llegara.— El pelinegro le dice sus "disculpas".
—¡¿PENSASTE QUÉ?! ¡¿SUICIDARTE ENCIMA DE MI AUTO?! MALDITO DESGRACIADO. ¿CÓMO PIENSAS DISCULPARTE?
El hombre grita al llegar justo al lado de su destrozado auto y crea un buen gancho, pero justo al lanzarlo, un chico lo abraza.
—Por favor. No le haga daño. Es mi amigo.— Le dice el chico con lo dientes agrietados abrazándolo para que no lastime a Zee.
—Saint.— Zee llama algo impresionado de encontrárselo.
—Zee, amigo, corre. No quiero que te lastime. ¡Corre!— Saint le dice.
—¿Qué pasará contigo?
—¡Corre!
Saint suplica.
«Él es mi vecino, Saint. Y aunque es más joven que yo, siempre salva a quién puede por el vecindario. Es alto, delgado con algo de carne en algunas partes que me gustan. Le tengo aprecio. Él no sabe lo que soy. Nadie lo hace.»
Zee piensa sin dejar de mirarlo y se baja del auto provocando más caídas de vidrios al suelo rocoso. Él se posiciona frente a los chicos.
El joven chico pálido de cabellera castaña con labios rojizos parecidos a suaves almohadas, nariz algo ancha, y cejas gruesas que se lanzó a su rescate lo mira con asombro.
—¿Qué haces?— Saint pregunta con su tímida voz.
—No dejaré que te golpee y ya mientras yo huyo.— Zee le dice antes de meterle un puño en la cara al hombre enojado. El hombre cae frente a ellos. Saint se le queda viendo mientras cae en cámara lenta.
Dos autos van a pasar.
La cabeza del hombre está en la autopista.
—Oh.— Saint realiza y jala los tobillos del hombre hacia atrás para que quede fuera de riesgos. Le salvó la vida porque justamente los carros pasaron con su alta velocidad.
Zee voltea para ver al chico. El tierno chico sonríe tímido vistiendo una camisa crema de mangas largas bajo una chaqueta mahón con pantalones de la misma fábrica y converse. Tiene un moretón con sangre cerca de su boca.
—¿A quién defendiste esta vez?— Zee le pregunta caminando hacia él para tocarle el labio inferior.
—Auch. Auch.— Saint jadea.
—Lo siento.— Zee suaviza el delinear sus labios con su pulgar para verlo al rostro con mucha consternación.
—Rescaté el gato de la sra. Mipples. Se había trepado a un árbol y no quería bajar. Lo bajé pero caí de mala manera.
—No pierdas tu tiempo con ese gato. Te vas a lastimar tú.
—No es nada, Zee.— El joven ríe aunque realmente le duele el golpe. —¿Qué hay de ti? Estás sangrando.
—No te preocupes por mí y vámonos.— Zee le dice. Llevándose al chico rodeado de los hombros con su brazo.
Se pone nublado el cielo mientras ya andan adentrándose al vecindario de ambos.
—Miao.— Maulla el gato de la sra. Mipples al lado de ellos. Trepado en un árbol.
—¡Mira! Es el gato de la sra. Mipples.— Saint no puede evitar volver a fijarse en ellos.
—Deja de ser tan bueno. Olvida a ese gato.— Zee lo regaña. El joven hace un puchero mientras giran para doblar a una esquina. Pero no puede evitarlo y corre hacia aquel árbol.
—Aish. Este chico... En serio.— Zee murmura. Él vuelve hacia el joven quién iba a comenzar a escalar el árbol, pero el pelinegro suavemente lo toma de una de sus muñecas para retrocederlo del árbol. Con la mirada puesta en el gato aunque el joven lo mire a él.
—Tengo un método de hacerlo bajar.— Zee le dice. Entonces comienza a crear gruñidos de zorros que son incomprensibles para Saint. Los gruñidos hacen que el gatito gire su mirada indiferente hacia Zee.
Zee sigue creando sus gruñidos.
El gatito abre sus ojos en grande como platitos y se baja del árbol.
—¡Woah! ¿Cómo lo hiciste?— Saint pregunta, trotando hacia el gato. Se pone de cuclillas frente al gatito para acariciarle la cabeza y el cuello en suaves rascadas. El gatito ronronea.
—Digamos que lo amenace con cortarle la cabeza.— Zee le dice.
El gato le gruñe.
Zee imita el gruñido hacia delante y el gato se va corriendo hacia la casa de su dueña.
—Oh.— Saint dice. Sorprendido. Viendo al gatito. —Bien hecho, Zee.— Lo halaga el castaño.
—Sigues herido, Zee. Rápido. Vayamos a tu casa.— Saint le dice, caminando a él, pero Zee le acaricia el cabello con suaves palmadas.
—Estaré bien, Saint. Preocupáte por ti. Y hazte cargo de ese moretón. ¿Sí?
Saint alza la mirada con mucho aprecio.
—¿Quién cuidará te di si yo me encargo de mí mismo?
—Los jóvenes de hoy en día son tan sensibles.— Zee dice con algo de disgusto antes de mirar abajo a sus zapatos. —Bien. ¿Por qué razón quieres ayudarm--?
Saint tiernamente le da un pico en los labios. El besito es suave. Tierno. Lleno de inocencia. Él retrocede y Zee está congelado en su sitio con las cejas alzadas.
—¿Quién le enseño a los jóvenes a besar a quién se des diese la gana?— Murmura muy traumado Zee.
—Señor, está bien si no quiere mi ayuda. Sólo... No te hagas más daño, ¿sí? Adiós.— Saint se despide con una mano en cámara lenta. Con una linda sonrisa. Zee se le queda viendo. El chico se va corriendo.
—Qué fue... ¿Ese beso de justo ahora?— Zee se tocó su propia boquita. —¡OYE! ¿QUÉ FUE ESE BESO...?— Él iba gritando pero decidió callarse cubriendo su boca con un puño y mirando hacia todos lados. Revisando que no haya llamado la atención. Vuelve a mirar al buen vecino del vecindario irse corriendo. El vecino estaba riendo con una tierna sonrisa mientras corría.
«Él no sabe de mi poder como zorro. Sólo es un buen vecino que se preocupa. ¿Pero qué fue ese beso? Si está enamorado de mí entonces debe dejar de estarlo desde ya... Le tengo miedo a mi maldición. ¿Qué pasa si alguna vez mientras le hago el amor a alguien que amo... Lo mato?»
Zee piensa con miedo. Sus ojos cristalizados.
*N/A: ¿Cómo es que el tierno Saint se convierte en Deadpool, huh? Espero les haya gustado🤭 Es mi primer libro SaintZee. Llevaba tiempo queriendo escribir sobre ellos😍💖*
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