𝟑𝟐 - 𝐂𝐨𝐬𝐚 𝐝𝐞 𝐝𝐨𝐬

Capítulo 32

Cosa de dos

━━━━━━ •S. XXI• ━━━━━━

A John le hubiera gustado conservar los dibujos que había hecho para Alexander, sin embargo estos estaban arruinados por el agua, al igual que la carta que escribió para él, por lo que debió de tirarlos. A lo que pudo dar un buen uso fue a las flores, las cuales regaló a su madre. Algo bueno de todo este lío fue que aprendió a valorarla más.

Tal y como Martha había predicho, William y Peggy encantados mostraron todo su apoyo a John, pese que esta última no estuviera muy enterada de los detalles, ella más que feliz aceptó ayudarle con el tema del psicólogo, a lo que John aprovechó para tratar cierto tema con ella.

— ¿Tú querías que esto lo tuviera Alexander?

Pregunta John mientras sostiene el collar blanco. Peggy asiente algo apenada, no quería que John supiese eso.

— ¿Por qué?

— Es que... Alexander y tu parecían hechos el uno para el otro, y no me sentía bien teniendo eso...

Explica la fémina. John hace una mueca.

— Oye, no eres menos que Alexander para mí. La relación que tú y yo tuvimos fue muy linda y me enseñó muchas cosas. No quiero reemplazarte, no pienses así.

— ...

— Este collar es tuyo, de nadie más. — John toma la mano de la joven Schuyler, coloca el collar en esta y la aprieta. — Quiero que lo conserves, como recuerdo de nuestra relación, como yo conservo el mío.

Peggy mira el collar unos segundos para luego sonreír.

— Lo haré.

Asegura, mirando al castaño. Al ver la sonrisa de John, se percata de que ya no siente aquel dolor en el pecho que solía sentir al verlo desde que rompieron. Sonríe para sí misma al darse cuenta de que, desde ahora, podría recordar su pasada relación con el pecoso sin un rastro en tristeza.

Laurens, por su parte, no puede evitar sentirse algo culpable. La razón por la que Pegué y él habían rato fue por Alexander, y ahora... Sacude su cabeza, no vale la pena pensar en eso. Tiene que preocuparse por seguir adelante.

Se las arregló para lograr explicar el problema a su psicóloga sin tocar el tema de las vidas pasadas, diciendo que se siente demasiado estresado por errores que ha cometido de antaño.

Te envidio... tu al menos tienes la fuerza de seguirlo adelante

"Bueno; es fácil con apoyo... cosa que tú no tuviste. Además de que tu vida fue mucho más difícil que la mía."

...

"¿Puedo preguntarte algo?"

Dime

"¿Acaso Alexander también puede oír la voz de su yo del pasado?"

Hay unos segundos de silencio. John podría jurar que esa pregunta tomó de sorpresa a su otro yo.

No lo sé

"¿No lo sabes?"

La razón por la que yo estoy aquí contigo es porque pedí un deseo antes de morir, él de una segunda oportunidad.

"Pero... si Alexander recuerda..."

**Eso no significa que pueda oír a su otro yo. Si él no pidió algo similar a lo que yo, lo dudo**

"¿Qué crees que haya pedido?"

Tal vez pidió renacer en una escalera para saber que se siente ser alto

"¿Lo extrañas?"

Silencio, por varios segundos.

Mucho, cada día

"¿Crees que volverás a verlo algún día?"

Tal vez... espero que sea así, me gustaría verlo

"¿Y crees que algún día puedas estar junto a Alexander?"

Estás muy curioso hoy ¿Eh? No lo sé... eso depende de él, es su decisión también

John suspira y asiente. Es verdad, por mucho que ame a Alexander, el que estén juntos es decisión de los dos. Ahora debe preocuparse por mejorar, por cuidarse y mejorar cómo persona, sentirse bien consigo mismo.

Martha, por otro lado, notando cómo ni la situación entre John, Lafayette y Alexander no mejora, se pregunta si debería tomar cartas en el asunto. Ella no suele meterse en asuntos ajenos, pero... ¿Debería esta vez?

También está preguntándose si debería contarle a Alexander lo que sucedió esa noche... no se lo contó a Peggy. ¿Debería contárselo a él? No tiene porque meterse en asuntos ajenos.

— ¿Estás bien?

Una voz le saca de sus pensamientos, al darse cuenta tiene a William frente a ella, en el otro lado del mostrador.

— William...

"Así que este es uno de los amantes del que fue mi esposo... al menos tiene buen gusto"

— S-si, solo pensaba.

William aprieta los labios. John se lo había contado, como Martha recordó y como ella fue la única en no mandarle a la mierda luego de hacerlo -Aunque si le había dado unos cuantos golpes y, francamente, no puede culparla.

Al inglés le gustaría tratar hablar con ella, siendo que ellos son de los pocos amigos que tiene John en estos momentos pero ¿Que se supone que diga? "Así que ahora puedes votar... ¡Eso es genial!" "¿Sabes qué tenemos en común? John estuvo dentro de ambos"

— Lo sabes ¿Verdad?

Martha retoma la palabra, sorprendiéndole.

— E-eh... ¿Saber qué?

— Lo de que, antes, nuestra vida parecía era tan dramática que parecía una novela de Víctor Hugo.

William parpadea confuso para luego soltar una suave risa.

— Curiosa comparación. — Habla mientras se toma la libertad de recargarse en el mostrador, apoyando su espalda contra este, manteniendo su rostro levemente ladeado para seguir hablando con la ojimiel. — Aunque no puedes negar que fue emocionante.

— Pffft, habla por ti. La vida de muchas mujeres era algo como "¡Oh Dios, mis nueve hijos están muriendo de polio! ¡Además no puedo votar!"

William vuelve a reír, había oído que Martha tiene un humor particular, aunque no es como si eso le molestase. John la había descrito como una persona muy divertida con quien estar.

— Así que tú fuiste un amante de John ¿Eh?

Pregunta con tono casual, tan casual que William, en lugar de ponerse nervioso, se limita a dar una sonrisa algo apenada.

— En mi defensa puedo decir que no sabía que John estaba casado.

— ¿Haberlo sabido habría cambiado algo?

— Tal vez...

— Tomaré eso como un no, Jackson.

Ambos ríen levemente.

— Así que... — William duda un poco al pensar en tratar un tema. — Tú fuiste la única que al recordar no se molestó con John.

La joven humedece sus labios mientras mira a John, quien está tomando ordenes a otras mesas.

— No es eso... — Hace una pausa. — Estoy molesta, no creas que no.

Martha aprieta fuertemente la servilleta que trae entre sus manos y baja la vista al suelo. William la observa algo preocupado.

— C-cuando llegué a mi piso, lo primero que hice fue llorar... y gritar mucho, de seguro mis vecinos pensaba que estoy loca. Aún estoy molesta y... me duele mucho verlo pero. — Aspira aire intentando calmarse. — Aún quiero gritarle, pero... no me lo puedo permitir.

— ¿Por qué no?

— Porque John lo está pasando muy mal y sé que está arreglar todo, así que...

William sonríe ante la dulzura de la ojimiel, rota su cuerpo para estar frente a ella y coloca su mano sobre la de la joven en señal de apoyo.

— Eres muy noble ¿Sabes?

La joven sonríe.

— Sólo... intento hacer lo más racional. — Explica con sencillez. — John no tuvo la culpa de todo eso, técnicamente está cargando con los errores de otra persona...

— Aún así, perdonar no es fácil, muchos ni siquiera lo intentan y tú lo estás haciendo. — Aprieta ligeramente su mano. — John es afortunado.

Martha agradece la comprensión de William con una sonrisa, este le devuelve el gesto hasta que nota que está siendo observado. Se percata que, tras Martha, Lafayette le observa y sus ojos parecen puñales que intentan asesinarle.

El ojiverde aleja su mano de la joven y carraspea nerviosa su garganta. Martha, confundida por aquel repentino nerviosismo, voltea y se encuentra con Lafayette, quien al verla voltear sigue su camino.

— Creo que Lafayette me odia.

Se lamenta el joven con una media sonrisa, volviendo a recargar su espalda contra el mostrador.

— No te odia, solo está celoso.

— ¿De qué?

— Porque John lo "reemplazó" contigo.

William eleva una ceja.

— Pero es él quien no le hablar a John.

Martha se encoge de hombros, tampoco tiene sentido para ella.

— Sólo está molesto... muy molesto.

La rubia sabe que Lafayette aún se sigue preocupando por el pecoso. Si ese no fuera el caso ¿Por qué le habría pedido que fuera a ver como estaba?

— Alexander tampoco está mucho mejor... Anda muy decaído, ayer lloró con el final de Hannah Montana.

Martha le dedica una mirada curiosa y sorprendida. William asiente, confirmado la pregunta que ella hizo sin abrir la boca.

— Debe sentirse mal por aquello que le dijo a John. — Hipotetiza Martha pensativa. — Si solo pudieran hablar...

— Traté de que lo hicieran, de que lo llamara o algo, pero... — Suspira desanimado. — No puedo, su jodido orgullo es una barrera infranqueable, y aún sigue algo molesto, no solo con John, sino con sigo mismo. Si sólo pudiera hacerle ver que John de verdad quiere hacer bien las preguntas, que sólo cometió un pequeño error...

Martha muerde el interior de su mejilla, preguntándose otra vez sí debería intervenir ella en el asunto.

"¿Por qué debería?"

Se pregunta a ella misma, buscando una respuesta.

"Porque soy de los pocos apoyos que le quedan a John. Porque si yo pude darle una segunda oportunidad, Alexander y Lafayette también deberían. Porque ellos tampoco fueron unos santos y porque John no merece cargar una cruz porque se equivocó, porque simplemente actuó muy rápido"

— Conozco esa mirada. — Observa William con una sonrisa. Esa es la misma mirada que John tenía cuando se le ocurría algo, como lo de ir al Palacio de Versalles sin ninguna invitación. — ¿Alguna idea?

— ¿Me harías un favor?

William, sin dudar, asiente incluso antes de que Martha diga cuál es el favor en cuestión. Tiene plena confianza en ella.

⋅◈⋅

Elisabeth llevaba semanas sin hablarle, lo que empezaba a desesperar al pelirrojo...

Deseaba oír su voz de nuevo, deseaba volver a ver en aquellos ojos negros la misma calidez que había en ellos. Pero Alexander sabia que lo que hizo fue horrible, no sólo haberla engañado, sino el haberlo expuesto públicamente de tal forma.

¿Acaso Eliza podría perdonarle algún día?

Pero... debía de perdonarle. Hamilton no se imagina su vida sin ella a su lado. Ella era su luz, su reina, su diosa y la adoraba como tal... pero él le falló, por lo que ella está en todo su derecho de abandonarle.

¿Qué será de la vida de María? La reputación de aquella mujer quedó reducida a la de una ramera luego de aquel panfleto, pues Alexander no hizo más que dejarla cómo una cualquiera con la descripción que le dio en aquellas noventa y cinco páginas... Ella no es totalmente inocente en todo este asunto pero también es una víctima si uno lo piensa.

Esa misma pregunta rondaba sin parar en la mente de Hamilton. El perdonar para nada es fácil, Alexander creía que si Elisabeth accedía a seguir a su lado pondría decenas de condiciones, cosa que él vería más que justo...

¿Qué pensaría John si estuviera vivo? Aunque si él siguiera en este mundo... de seguro Hamilton habría engañado a Elisabeth más de una vez.

El tiempo transcurre y, contra todo pronóstico que la lógica de Hamilton anunciaba, ocurrió lo inimaginable. Elisabeth, su Elisabeth, le perdonó.

Hamilton aún recuerda aquel momento en que ella le volvió a sonreír, volvió a hablar con aquella meliflua voz, en que esos ojos negros volvieron a brillar con aquella característica luz. En ese momento, Alexander se derrumbó, arrodillado en el suelo, llorando, besando su mano, jurando que nunca jamás volvería a fallarle.

Recuerda lo bendecido que se sintió al ser perdonado, todos deberían de sentirse así.

Y todo parecía ir bien, hasta aquel día...

— ¡Tendrías que haber escuchado la mierda que él dijo sobre ti!

Un día Philip llegó muy alterado con su padre, con la noticia de que había retado a un duelo a George Eacker, un abogado que en ese momento se encontraba dando un discurso, porque, en palabras del propio Philip, sólo soltaba mierda por la boca.

— Todos esos demócratas-republicanos estaban apoyándolo, fue tan...

— Estabas borracho ¿Verdad?

Le interrumpe Alexander con una voz y mirada severa, de brazos cruzados. Philip empalidece.

— No. — ... — Tal vez. — ... — Un poco. — ... — Bastante.

Alexander rueda los ojos. Su hijo es igual de imprudente que él, Elisabeth tenía razón después de todo.

— No puedes ir retando a duelos a las personas porque si.

— Por favor... — Replica su hijo de diecinueve años rodando los ojos — De seguro tu estuviste en decenas de duelos.

La sangre de Hamilton se hiela. Mira de reojo hacia atrás, sintiendo la presencia de... alguien.

— Estuve... — Hace una pausa mientras humedece sus labios. — En uno, pero fue cómo segundo...

Philip nota a su padre algo sensible, parece que tocó un tema sensible sin saberlo.

— En cualquier caso... — El mayor se ordena recobrar la compostura frente a su hijo. — No puedes disparar a ese hombre, por muy en desacuerdo que estén.

— ¡Pero, papá! Yo...

— Nada de pero's, hijo. — Dice en tono autoritario pero paternal a la vez. — No querrás andar escuchando por ahí que los Hamilton son una familia de asesinos ¿Verdad?

Philip aprieta la mandíbula y se cruza de brazos, mirando hacia un punto cualquiera de la pared. Alexander suspira y se acerca a él, colocando una mano en su hombro.

— Se que tu intención es buena pero no todo se puede solucionar de la forma en que queremos. Apunta al cielo ¿De acuerdo, hijo? Estoy seguro de que él hará lo mismo.

Philip mira a los ojos de su padre, este lo ve con preocupación y esa aura paternal que siempre le rodea. Él siempre ha admirado a su padre, por lo lejos que ha llegado empezando de nada, porque, aunque él no tuvo una figura paterna y pese a sus errores, se las ha arreglado para ser un buen padre.

— De acuerdo. — Accede Philip. — Lo prometo.

El pelirrojo sonríe satisfecho.

— Te quiero, Philip.

Abraza a su primogénito con calidez.

— Papá... — Rezonga el más joven. — Ya estoy grande para esto...

— Anda, abraza a tu viejo.

Philip, levemente sonrojado, accede y devuelve el abrazo a su padre.

— También te quiero.

Murmura apenado el hijo mayor de los Hamilton.

Alexander ve marcharse a su hijo lleno de orgullo una vez este sale de la sala y cierra tras de sí.

— Lo estás mandando a una muerte segura.

La expresión de Alexander cambia a una afligida al oír la voz de Laurens tras él.

— Curioso que lo digas tú.

Enfrenta a la encarnación de sus penas, aparentando una expresión seria.

— Mi vida y la de Philip no son la misma, lo sabes, él tiene mucho porque vivir.

Hamilton baja la mirada. Es verdad, Philip es un jovencito lleno de felicidad y vida; John en cambio...

— ¿En serio le aconsejaste que no disparase?

Cuestiona el rubio algo molesto.

— No quiero que Philip hiera a un hombre por una razón tan tonta o que lo mate... no quiero que sea un asesino.

Confiesa con la voz baja.

— Curioso, tú estuviste en una guerra en la que...

— ¡Esto es diferente! Él no irá a una guerra, irá a un duelo.

John frunce el ceño.

— ¿Por qué no me dijiste lo mismo a mí entonces? — Cuestiona el rubio. — No me aconsejaste que disparase al cielo en mi duelo.

— ...

— ¿Así me ves, Hamilton? — Pregunta acercándose al aludido. — ¿Cómo un asesino? ¿Eso soy para ti?

— ¡Esto no es lo mismo! — Vocifera ofuscado mirando la irreal figura de John. — Lee se merecía ese disparo, tú tenias un mejor control en las armas que Philip, ¡él es mi hijo! Y tú eres...

El más bajo se calla, tragando saliva, incapaz de saber cómo continuar la oración. ¿Qué es lo que tiene frente a él? El sigue aman a Laurens, por supuesto pero eso frente a él que vilmente ha tomado la imagen del hombre que tanto ama...

— ¿Qué?

— ...

— ¿Qué soy?

— Suficiente. — Voltea para irse de la sala. — No tengo porque contarte nada de esto, tú no eres más que un truco sucio de mi mente. Vete.

Abre la puerta para salir de la sala pero antes voltea de soslayo, se sorprende al ver que no hay nada, aquel fantasma se ha ido. Se siente un poco mejor al ver que empieza a tener más control sobre aquel engaño del que él mismo es víctima, tal vez algún día dejaría de atormentarle.

— ¿Estás bien, querido? — Pregunta Elisabeth, quien se encuentra embarazada de tres meses, al verlo salir de la sala. — Estabas gritando...

Hamilton sonríe ante la preocupación de su esposa... su reina, su compañera de vida.

— Estoy bien, Betsey.

Lo estaría hasta el veintitrés de aquel mes, noviembre, donde se llevó a cabo aquel duelo. Eacker terminó hiriendo mortalmente al Philip, quien siguió el consejo de su padre de no disparar.

Al enterarse de la noticia Alexander corrió hacia la casa del doctor David Hosack, ahí, abrumado por la ansiedad el pelirrojo se desmayó.

Alexander y Eliza estuvieron junto a Philip toda la noche, pero eso no cambió el destino del primogénito de los Hamilton, quién murió luego de catorce horas de sangrado. En su funeral, Alexander tuvo que ser sostenido por sus amigos y familiares debido al inmenso dolor que sentía al estar frente a la tumba de su hijo.

Cada día que pasaba, Hamilton no dejaba de culparse a sí mismo por la muerte de su hijo... otro fallo más que su bella esposa le perdonó.

Culpa... perdón... dos opuestos cuales Ying y Yang, para que uno exista el otro debe estar presente.

⋅◈⋅

— Alexander.

El caribeño abre los ojos para encontrarse con el rostro de William, frota sus ojos quejándose mentalmente de aquel sueño y maldiciendo a su otro "yo" quien no ha dejado de bombardearlo con sueños de esa clase.

— Joder; mi espalda... — Se queja mientras se estira y frota su rostro. — Esto me pasa por dormirme en el sofá.

— ¿Estabas viendo la película de Hannah Montana?

Inquiere William curioso al ver los créditos de dicha película en la televisión. ¿Qué le pasa a Alexander con Disney últimamente?

— No... — Miente. — Me dormí y dejé el televisor encendido, eso ocurrió.

— Claro.

Dice William sin creerle, yendo a tomar algo de agua del refrigerador. Alexander, mientras, toma su celular y revisa si tuvo alguna llamada o mensaje de John.

Han pasado semanas desde la última vez que lo vio, desde que le dijo esas palabras...

Tú estás muerto para mí

Cada día la culpa le carcome desde el interior, una vez que su rabia se calmó. Esperaba tener alguna noticia del pecoso pero nada y, honestamente, le da miedo llamarlo.

Así que ¿Dejarás que todo esto acabe aquí? ¿Tanto esfuerzo se irá a la mierda por dos discusiones tontas y porque no tienes los huevos de disculparte?

"¿Y tú solo vas a obligarme a estar con John sin importar lo que sienta? ¿Por eso me haces soñar esas cosas?"

No intentes engañarme, no puedes, se perfectamente que quieres estar con John pero te pesa el orgullo y el miedo

"..."

— Alexander. — William atrae su atención. — Necesito que me acompañes.

— Ehm... de acuerdo. — Accede el de ojos oscuros, salir le hará bien. — ¿A dónde?

— A comprar algunas cosas, nada del otro mundo.

El más alto elige dar una respuesta reservada, lo que hubiera llamado la atención de Alexander si se encontrara en mejor estado.

Una vez fuera del edificio, Alexander se mantiene callado, perdido en sus pensamientos, lo que alegra a William pues así no notará a dónde se dirigen realmente.

"John... ¿Cómo podría verte a la cara ahora?"

Cuesta creer que todo se acaba así, por dos peleas tontas, pero es que luego de lo que le dijo al ojiverde...

El estar sumido en sus pensamientos no le impide darse cuenta de a dónde está ingresado William.

— ¿Q-qué hacemos aquí? — Balbucea nervioso al estar frente a la cafetería "Reencontré" — C-creí que haríamos las compras.

— Bueno... — El rubio rasca su nuca algo nervioso. — Tal vez mentí un poquito.

Alexander le lanza una mirada asesina antes de mirar el local, el local donde trabaja John...

— Yo me largo.

Espeta sin duda alguna, volteándose para irse pero no da más de tres pasos antes de que William le tome del brazo.

— Alexander, espera por favor, John ya no está, se fue a su casa hace como veinte minutos.

— ¿Entonces qué hacemos aquí?

Jackson humedece sus labios.

— Es que... Martha me pidió que te trajera.

El más bajo enarca una ceja.

— ¿Martha? ¿Para qué quiere ella verme?

Tan pronto Alexander termina su pregunta un escenario cruza su mente ¿Martha habrá recordado? Esa idea le pone más que nerviosos y no sabe porque, si alguien debería ponerse nervioso con ese escenario, ese debe ser John.

— Escucha, no va a pasar nada malo, estoy seguro de que esto será para bien — Asegura su compañero de piso. — Confía en mí ¿Si?

Hamilton lo mira desconfiado. ¿Confiar en él? Antes reiría ante tan simple petición, sin embargo... tenía que reconocer que Jackson se había comportado como una buena persona hasta ahora. El más grande temor de Hamilton era que este intentara algún movimiento con John pero esa posibilidad parece nula a éstas alturas.

— De acuerdo.

Accede a regañadientes. William le agradece con la mirada y ambos ingresan a la cafetería donde se encuentran con Lafayette y Martha.

— Por fin. — Es lo primero que dice Lafayette, quién no trae puesto su uniforme y parece más que listo para irse, al verlos llegar — Los estábamos esperando.

— ¿Para qué?

Pregunta Hamilton. Lafayette se encoge de hombros.

— Pregúntale a ella.

Responde el francés, haciendo un ademán hacia la rubia, quien sonríe hacía Alexander mientras se le acerca unos pasos.

— William y yo... queríamos hablar con ustedes. —
Lafayette y Alexander intercambian una mirada, como si cada uno le estuviera preguntando al otro "¿Sabes qué pasa?" — Siéntense.

Ofrece la rubia, cosa a la que Alexander y Lafayette obedecen, sentándose en una mesa uno junto al otro, quedando William y Martha frente a ellos. El café ya ha cerrado por lo que no hay ningún cliente, ellos son los únicos ahí.

La ojimiel respira profundamente, dándose valor, deseándolo que esto salga bien. William, notando sus nervios, frota su espalda con su mano de forma reconfortante, regalándole una sonrisa.

Presenciar esa escena no hace más que disparar la imaginación de Lafayette... Acaso... ¿Ellos están saliendo y planean decirlo ahora? Una oleada de rabia le inunda de pies a cabeza, jamás dejaría a ese oxigenado acercarse a su amiga.

— Bien... — Martha retoma la palabra. — De lo que queríamos hablar es sobre John.

Tanto Lafayette como Alexander abren los ojos más de lo normal ante esa afirmación.

— ¿John? — Inquiere el de cabello rizado para luego dar un suspiro. — Martha, ya hablamos de esto, las cosas a ve-

— Lafayette. — La joven le interrumpe. — Ya lo sé todo, ya recordé.

Puntualiza la joven. Tomando totalmente de sorpresa a ambos, incluso a Alexander quien, aunque había barajado esa posibilidad en su mente, le tomó totalmente de sorpresa aún así.

— ¿R-recordar? — Balbucea Lafayette. — ¿Tu tuviste algo que ver en eso?

Mira algo enojado a William, quien levanta las manos en defensa propia.

— N-no, yo no...

— Fue cuando el día en que me enviaste ese mensaje. — Interrumpe la joven. — Cuando estaba consolando a John; él me mostró un dibujo, era yo y... ahí recordé todo.

El francés asiente, asimilando la información aún. Ni él ni Alexander saben que esperar. Sin embargo Lafayette está confundido.

— Eso... eso fue hace varias semanas. — Señala Lafayette. — ¿Por qué has estado actuando tan normal con él entonces?

— De eso queríamos haberles. — Dice William. — De cómo han estado actuando con él.

— Ya vas a defenderlo de nuevo... — Bisbisea Alexander irritado. — ¿Por qué estás tan de su parte?

— No es eso. — Aclara el rubio. — Es que creemos que están siendo injustos con él.

— ¿¡Injustos nosotros?! — Vociferó Lafayette poniéndose de pie — No fuiste más que un amante de John ¿Acaso tienes tú derecho a decir eso?

— Pues yo lo tengo. — Le interrumpe Martha con voz severa pero tranquila a la vez. — Yo fui su esposa y la madre de su hija ¿Sabes?

— ...

Lafayette aprieta la mandíbula y vuelve a sentarse con actitud resignada.

— Una hija de la que no se hizo cargo... — Murmura Alexander. — Y a la que no conoció porque murió dejándola sola contigo. — Martha mira a Alexander extrañada, al igual que Lafayette, lo que le confunde, y a William también. — ¿Qué?

— No lo sabes...

Murmura Martha.

— ¿Saber qué?

Inquiere William curioso, él creyó estar enterados de todo pero tal parece ser que no. Martha juega con su lengua en el interior de su boca, cosa que suele hacer cuando está nerviosa.

"Creo que voy a enterarme de algo que no me gustará nada" Piensa Alexander.

— Cuando John estaba en Francia con William como embajador y me enteré de eso... — Hace una pequeña pausa. — Y-yo trate de encontrarme con él ahí pero fue inútil, cuando llegué ahí él ya se había ido y yo, luego...

Lafayette, al ver a su amiga abrumada por los recuerdos, decide tomar la palabra.

— Ella falleció ahí poco tiempo después, dejando a Frances a cargo de la hermana de John.

La sangre de William y Alexander se congela al oír eso, ninguno de ellos sabía aquello.

— ¿C-cómo sabes eso tú?

Pregunta Alexander aún aturdido.

— John, me lo dijo luego de la batalla de Yorktown, por accidente, yo no dejaba de interrogarlo y... se le terminó escapando.

Alexander mira a Martha, ella está mirando a la mesa.

*¡No hables de Martha! Para que sepas ella está...*

John, perdió a su esposa también...

William mira a la rubia con tristeza, todo lo que tuvo que pasar y aún así es la única que muestra algo de comprensión hacia el castaño.

— N-no me mires así, William. — Dice Martha al notar su mirada sobre ella. — E-eso fue hace siglos... n-no vale la pena...

— ¿Cómo puedes decir eso? — La interrumpe Alexander. — L-luego de todo lo que te hizo... como te descuidó a ti y a su hija...

La voz de Alexander está a nada de quebrarse, su vista está en sus manos, las cuales están fuertemente cerradas sobre la mesa, tan fuerte que sus nudillos se están tornando blancos.

— Alexander...

— ¡Si supieras todas las cosas que hizo! — Alexander la interrumpe, mirándola esta vez. — N-no lo conociste. ¡No como yo!

Martha achica los ojos ante esa acusación.

— Si, lo conociste tanto que ni siquiera te contó sobre qué tenía esposa ¿No?

Los tres jóvenes permanecen en silencio luego de esas palabras de Martha.

**Manning: 1; Hamilton: 0**

"Te das cuenta de en qué posición te deja eso ¿Verdad?"

— Aún así... no entiendo. — Esta vez es Lafayette quien habla, bastante confundido. — ¿Simplemente vas a olvidar todo?

Pregunta Lafayette algo... decepcionado. Creía que Martha se tenía más respeto.

— No es eso, no creas que no estoy molesta con él pero no me parece justo culpar a John por esas acciones.

— ¿De qué hablas?

Cuestiona Alexander.

— Pensándolo fríamente, John sólo está cargando con los errores de un pasado del que él no tiene control alguno, tiene que lidiar con cosas de las que él no tiene la culpa.

— ¿Entonces qué? — Cuestiona el caribeño. — ¿Simplemente tenemos que olvidar toda la mierda que hizo? No sabes lo imbécil que fue conmigo.

— De hecho lo sé. — Le interrumpe Martha. — Laurens me lo contó y créeme que fue sincero, dijo cada detalle en que se equivocó contigo.

"Joder Manning. ¿Hay algo que no sepas?"

— Y, por lo que me comentó él. — Continúa la rubia. — Tú no fuiste ningún santo tampoco. ¿Eh? André, Kitty, el llevarle un retrato de tu prometida, el atacarlo usando a su madre...

—... — Alexander baja la mirada mientras Martha no hace más que bajar sus defensas. — Él... ¡Él dijo que no desearía haberme conocido! L-luego de que recordara...

— ¡Luego se dio cuenta de que se equivocó! ¡Intentó arreglar las cosas contigo! — Recuerda ella, poniéndose de pie. — ¡Y tú le dijiste que para ti el estaba muerto! ¡Deja de victimizarte, Hamilton! ¡Acepta que los dos se equivocaron en distintas cosas!

— ...

Hamilton vuelve a permanecer callado, mira a Lafayette, este lo ve sorprendido. ¿Alexander le dijo eso a John?

— ¿C-cómo estás tan segura de que John es diferente? — Cuestiona Lafayette a Martha, tratando de salir de su asombro. — ¿Que te garantiza que no volverá a cometer los errores de antes?

Martha traga saliva y en sus mejillas aparece un tenue sonrojo. Este es el escenario que ella tanto temía. ¿Debería contarlo? John y ella prometieron que sería secreto... pero si no lo cuenta ¿Podría encontrar una mejor forma de garantizar a sus amigos que John ha cambiado?

Suspira.

"Perdóname, John"

— Ha-hace un año... — Empieza a relatar Martha. — John estaba muy decaído por una chica que le engañó... yo estaba con él, en su departamento, estábamos solos y... estábamos bebiendo.

Mientras avanza en su relato siente su rostro teñirse más y más de rojo, y siente cómo los todos los presentes van sorprendiéndose más y más mientas continua.

"Creo que sé a dónde va a terminar esto... y creo que no me gustará nada" Piensa el caribeño para sí.

— B-bueno... la situación fue avanzando, él estaba tan roto que me besó y... yo no lo detuve. — Suspira tratando de calmarse. — Y... justo cuando estaba por suceder "algo" él se detuvo. —...— Dijo que no lo sentía correcto, que no podía hacerme eso a mí, dijo que sentía que hacerlo sería un error y; luego de recordar, entendí mejor que nunca porque decía eso.

— ...

Ese fue un giro que Alexander no se esperaba, aunque lo agradece.

— John dijo que sentía que algo dentro de él le estaba diciendo que aquello sería un error... incluso antes de recordar, de alguna forma lo sabía.

Lafayette permanece mudo. Joder... acaba de enterarse de algo muy fuerte -al menos para él- siente que acaba de oír sobre un caso de incesto en su propia familia... bien, no para tanto.

— John estuvo tratando desesperadamente de hacer bien las cosas. — Esta vez es William quien habla. — A tal punto que se estaba descuidando a sí mismo, me daba miedo verlo, cada vez me recordaba más a como se veía antes, sobre todo luego de su... "charla", Alexander y la indiferencia de Lafayette no ayudaba

El caribeño hace memoria, recordando el rostro de John. Se veía cansado, ojeroso, abatido...

— Parecía que estaba cayendo en depresión. — Interviene Martha. — Por eso empezó a ir al psicólogo.

— ¿Psicólogo?

Cuestionan Lafayette y Alexander al unísono. El francés recuerda sus palabras hace unas semanas.

*A las personas no les da depresión por esas razones...*

Se siente algo mal; pensar que si fuera por él John podría haber seguido empeorando su estado, podría haber vuelto a tener esas tendencias suicidas. Suele ser demasiado indiferente y frío en ciertos temas... debería de demostrar más su preocupación a sus conocidos.

— ¿E-es por lo que le dije? — Pregunta Alexander sintiendo responsable. — ¿Es por mi culpa?

Martha niega con su cabeza.

— Lo está haciendo por él mismo, porque la situación le estaba superando y no quiere que la historia se repita. John quiere mostrarse a sí mismo que no es el de antes, quiere ser feliz y sentirse bien consigo mismo y ¿Saben qué? Lo está logrando.

Alexander recuerda todas esas veces en que deseaba que Laurens viese a algún psicólogo o recibiera alguna ayuda profesional pero este se negaba. Sin embargo ahora lo está haciendo, se está dejando ayudar, está decidido a seguir adelante por nadie más que si mismo.

— Ya no somos niños, debemos empezar a actuar como adultos. Lo único que quiero para mi amigo es que sea pueda ser lo que no fue en su otro vida; feliz y él puede hacer eso contigo o sin ti, Hamilton. — Dice Martha con firmeza. — La pregunta es ¿Cuál de esas opciones prefieres?

— ...

— Y, Laff... — Continua Martha esta vez hacia su amigo francés. — No intentes engañarme, se que aún te preocupas por John, el que haya borrado esos mensajes no cambia ese hecho.

— ...

— Se que perdonar no es fácil pero estoy segura de que ustedes no fueron santos, más de una vez se equivocaron y desearon que les perdonaran. — Martha toma su bolso y se pone de pie. — Yo pude ¿Por qué ustedes no?

Habiendo dicho eso la rubia sale del local. William dirige la vista a los jóvenes frente a él.

— ¿Recuerdas como te sentiste cuando Elisabeth te perdonó, Hamilton?

Inquiere William hacia el caribeño.

— Pe-pero luego de lo que le dije... ¿Cómo voy a verlo a los ojos?

— De la misma forma en que John se tragó el orgullo y fue a verte con esa canasta. — Se pone de pie. — Gracias por escucharnos y perdón por haberles robado tanto tiempo.

Con esa formal disculpa William se retira también, al salir, se encuentra con Martha recargada contra la pared del local, luce como si acabara de escapar de un asesino.

— ¿Estás bien?

Pregunta algo preocupado, colocando una mano en su hombro. Ella le sonríe.

— Si; solo algo cansada, mentalmente hablando. — Suspira. — Eso... fue difícil.

William esboza una pequeña sonrisa y se apoya en la pared junto a ella.

— Lamento que hayas tenido que contar algo tan privado como... ya sabes, eso.

La joven niega sonriente ante los nervios del ojiverde.

— Fue decisión mía, tú fuiste un buen apoyo ahí, oxigenado.

William enarca una ceja. ¿Oxigenado?

— Tú también eres rubia.

— Rubia oscura. — Especifica Martha. — Castaño claro según algunos, el único oxigenado aquí eres tú.

Puntualiza ella mientras desordena las hebras de su contrario a modo de juego.

— Creo que ahora entiendo las cosas que Lafayette dice de ti, lo de sacar a la gente de sus casillas fácilmente.

— Ámame u ódiame, Jackson.

Puntualiza ella con un guiño. Acto seguido la puerta se abre, saliendo Alexander del local, mira a Martha unos segundos.

— Gracias por la charla.

Agradece a la rubia, quien asiente, antes de empezar a caminar hacía su edificio. William se le une.

— Y gracias a ti también.

Dice Alexander hacía el inglés que camina a su lado.

— No fue nada, a veces un pequeño empujón no viene mal.

— Si, supongo que para algo están los ami-

Alexander se corta en seco, aunque William no tarda en deducir la sílaba faltante.

— ¿Los qué?

Pregunta con una sonrisa. Alexander niega.

— N-nada.

Niega nervioso Alexander. William sonríe divertido antes de agregar una última cosa.

— Tanto John como tú tienen sus fallos Alexander, se que te sientes mal y enojado por muchas cosas, pero John es humano también, todo lo que sientes él lo debe sentir igual si lo quieres no se lo digas, demuéstraselo.

— ...

— El amor es cosa de dos, eso aplica tanto para lo bueno, cómo para lo malo.

Alexander camina en silencio, pero su mente está muy activa.

Menos de un minuto después Lafayette sale de la cafetería, siendo recibido por Martha quien aún permanece recargada en la pared.

— Hey.

— Hey... — Devuelve ella el saludo. — Lo siento si fui un poco brusca pero...

— N-no, está bien, tienes razón, ya no somos niños.

Suspira y mira a su amiga algo nostálgico, lo que la extraña.

— ¿Qué pasa?

— Tú... eres unos meses menor que yo y, aún así, fuiste la más madura en el tema. — Mira a su amiga de arriba a abajo cómo si no la reconociera. — Te irás a estudiar a otro país... ¿En qué momento creciste tanto?

Ver aquel lado de Lafayette toma de sorpresa a Martha.

— L-lo dices como si nos conociéramos desde niños.

— A veces siento que es así. — Confiesa con cierta ternura. Martha sonríe de lado. — Hey... necesito tu ayuda en algo.

Rasca su nuca algo nervioso.

— Es sobre Adrienne ¿Verdad?

Él asiente, su amiga sí que le conoce.

[...]

— ¡Este es perfecto para ti!

— ¿T-tú crees?

Balbucea Adrienne algo nerviosa, sosteniendo su vestido blanco que su amiga le extiende.

La situación es extraña para la francesa. Hace media hora Martha había llegado a su departamento y le dijo que iban a salir, por lo que le pidió que se maquillara en lo que ella le buscaba un vestido.

— ¿Y por qué tú no te arreglas para salir?

Inquiere la francesa al ver que Martha está vestida con ropa más bien casual, cosa normal pues viene del trabajo.

— Luego pasaremos por mi piso para que me cambie. — Explica Martha. — Anda, cámbiate, ponte linda.

— Yo siempre soy linda.

— Touché.

Adrienne, con aires de victoria, se dirige hacia el baño para cambiarse. Termina de colocarse aquel ajustado vestido y de retocar su maquillaje. Se mira al espejo y se siente más que satisfecha con lo que ve. No lo entiende ella es más que linda ¿Por qué Lafayette no le ha pedido una cita aún?

"Tal vez no soy su tipo; tal vez a él le gustan rubias..."

La francesa está acostumbrada a que sea los chicos quienes hagan el primer movimiento... tal vez deba cambiar esa costumbre.

— ¿Lista?

Pregunta su amiga desde el exterior. Ella se da una última mirada al espejo y salir del baño.

— Sip.

Abre la puerta para encontrarse con una radiante sonrisa por parte de su amiga.

— ¡Estás preciosa!

La halaga con sinceridad. Adrienne sonríe tímidamente en respuesta y luego de que ella se pusiera unos tacones a juego con su vestido ambas salen del piso de la francesa, dirigiéndose al exterior.

Martha trata de distraer distraída a la morena, esperando que no se percate de que la está llevando por un camino diferente, al parque donde le aguarda cierta sorpresa.

Luego de una breve caminata la francesa se percata que se encuentra en el parque. Antes de que pudiera decir cualquier cosa la rubia le cubre los ojos.

— Martha ¿Qué haces?

— Tranquila, tú sigue caminando.

Si no fuera su amiga quien le estuviera guiando, Adrienne tendría bastante miedo. La rubia continúa guiándola, hasta que le destapa los ojos.

Ahora francesa ve a Lafayette a unos metros de ella, de pie en una glorieta del parque, quien luce bastante elegante, vistiendo unos jeans negros, una camisa verde, una chaqueta negra y tenis blancos. Pero lo que acelera el ritmo cardiaco de Adrienne es la sonrisa tierna que su amigo porta en su rostro.

— ¿L-Lafayette?

Grégoire| Toi + Moi

Tú más yo más ellos más todos los que quieran
más él más ella más todos los que estén solitarios
vayan, vengan y únanse al baile
vayan, vengan y déjense de preocupar.

Del pequeño altavoz que el francés tiene a su lado empieza a su lado empieza a sonar música, la cual el acompaña con su voz.

*Ya sea dos o un millar, yo se que nosotros somos capaces
todo es posible, todo es realizable
nosotros podemos escapar más allá de nuestros sueños
podemos ir más allá de la playa.

Algunas personas se detienen a observar dicho espectáculo que el francés está dando pero Adrienne no les presta atención, su vista se centra en el atractivo hombre frente a él.

Con el deseo, la fuerza y el valor
el frío y el miedo no son más que espejismos
deja a un lado los problemas por una vez
vayan, vengan, repitan conmigo

Mientras Lafayette continúa cantando, extiende su mano hacia la chica frente a él, en señal de que se acerque.

Yo sé, es verdad, mi canción es inocente
Tal vez también un poquito tonta, pero es inofensiva
Y aunque ella no pueda cambiar el mundo
Al menos nos invita a entrar en la discusión.

Cuando Adrienne logra salir de su trance, camina con pasos cortos hacia él, subiendo las pequeñas escaleras de la glorieta, tomando la mano que el francés le ofrece.

La esperanza y el entusiasmo es todo lo que se necesita
Mis brazos, mi corazón, mis hombros y mi espalda
Yo quiero ver las estrellas en tus ojos
Yo quiero vernos sonreír y siendo felices

Al tener a la chica de sus sueños frente a él, Lafayette acaricia su sonrojada mejilla, todo sin dejar de cantar ni de mirarla dulcemente.

Tú más yo más ellos más todos los que quieran
más él más ella más todos los que estén solitarios
vayan, vengan y únanse al baile
vayan, vengan y déjense de preocupar
vayan, vengan, éste es nuestro día de suerte
vayan, vengan y únanse al baile.

Lafayette finaliza la canción y las personas al rededor aplauden y vitorearan pero él solo fija su vista en la joven frente a ella quien sonríe tímidamente.

— ¿Me estás queriendo decir algo, Gilbert?

Lafayette suelta una risita nerviosa.

— Bueno, hipotéticamente hablando, si esta fuera mí forma de pedirte que salieras conmigo... ¿Que dirías?

Los ojos de Adrienne adquieren un brillo.

— Pues... te diría que sí, hipotéticamente hablando.

No hay mucho más que decir. Lafayette acerca su rostro lentamente, acto que ella corresponde y se unen en un beso mientras el improvisado público al rededor vitorea.

— Te estabas tardando.

Murmura la joven al romper el beso, sosteniendo la nuca de su ahora pareja, quien se encoge de hombros.

— Lo siento... sólo digamos que tuve que aprender que ya no somos niños.

Adrienne sonríe, sintiéndose más amada que nunca.

Entre el público, su amiga rubia les ve con una sonrisa.

— Quién lo diría... — Dice William a su lado. — Lograste que a Lafayette le crecieran huevos.

Ella ríe por aquel comentario.

— Si Lafayette pudo declarársele; nada es imposible...

William asiente mientras la ve con una sonrisa.

[...]

Al día siguiente, John despierta a eso de las once de la mañana. Luego de ducharse y vestirse con un jean negro, una camisa blanca y una chaqueta café se dirige a la sala, pero se sorprende con quien se encuentra.

— ¿Lafayette?

Al ojiverde le extraña encontrarse con su compañero de piso en el sofá de la sala, normalmente casi nunca está en el piso. Al oír a John, Lafayette pone en pausa en la PS4 y se pone de pie para acercársele. John se pregunta si debería tener miedo.

— Tus muñecas.

— ¿Eh?

— Tus muñecas. — Repite Lafayette. — Muéstramelas.

John, bastante confundido, obedece. Remanga su chaqueta, exponiendo sus brazos.

El francés estudia detenidamente ambos brazos del pecoso, siente alivio de no encontrar ninguna señal de autolesiona miento. Suspira aliviado mientras suelta las muñecas del castaño.

— Lafayette ¿Estás bien?

Pregunta John ante el extraño comportamiento del francés, acomodando su chaqueta. Lafayette suspira mientras rasca su nuca, tragándose el orgullo, está a punto de decir dos de las palabras que más cuestan pronunciar en el mundo.

— John... lo siento.

El castaño se sorprende ante esas palabras

— ¿Lo... sientes?

¿Lafayette disculpándose? Vaya, hoy tiembla.

— No me hagas repetirlo, por favor. — Murmura. — Ya sabes, por... haber sido tan desconsiderado. Estaba tan centrado en mí mismo y en mi enojo que no noté que tu lo estabas pasando aún peor. Debí valorar tus esfuerzos en demostrar que no eres el de antes.

Haciendo memoria, Laurens se veía terrible esos días, apenas comía y parecía sumirse cada vez más en una depresión. A Lafayette le alegra ver que está mucho mejor que esas semanas pero también se siente horrible por haber sido tan indiferente, siendo que él al ser su compañero de piso pudo haberlo ayudado mejor que nadie, pero de eso debió ocuparse Martha, la única con la fuerza suficiente como para perdonarle.

— De seguro... — Continua Lafayette. — Creías que te odiaba, pero yo solo...

— Bueno, creía eso hasta que Martha me mostró esos mensajes.

Dice John con una leve sonrisa. A Lafayette le toma unos segundos saber a qué se refiere.

— ¿¡Te los mostró?!

— No dijiste que no podía, sólo que los borrara, cosa que hizo luego de mostrármelos.

Lafayette suspira avergonzado. Si no se tratara de su amiga...

— Siendo honesto... — Continúa John. — Al principio creí que me odiabas, mucho. Pero... con el tiempo entendí que estabas molesto.

El más alto asiente.

— Es frustrante ver a alguien a quién quieres hace tan mal las cosas.

— Bueno, no sé si lo sabes pero empecé a ir al psicólogo. Ahí entendí que tal vez nunca volverías a hablarme y simplemente tenía que aceptarlo me gustara o no; pero me alegro de ver que me equivoqué.

El francés esboza una pequeña sonrisa.

— ¿Amigos de nuevo?

Pregunta el más alto. John asiente con una sonrisa, se ve tentado a abrazar a Lafayette pero sabe que a este no le agradan mucho las muestras de afecto por lo que se reserva, sin embargo se ve sorprendido cuando el propio francés es quién le abraza.

— Me alegra ver que vuelves a ser tan animado como siempre.

Dice con una sonrisa, feliz de tener a su amigo. John parpadea algo confuso.

— Vaya, tu también estás algo diferente...

— Tal vez sea para bien.

John corresponde el abrazo, sin embargo hay un tema que sabe que debe tratar, por muy incomodo que sea.

— Oye... — Rompe el abrazo. — Esos mensajes...

— Oh, eso... — El ambiente se vuelve algo incómodo, la verdad nunca habían hablado de eso. — ¿Sería mal momento para decir que soy totalmente heterosexual?

John suelta una risita.

— Yo decía lo mismo antes de aceptar que soy bisexual. ¿Sabes? — Murmura. — Y... ¿Serviría de algo si dijera que tú no eres mi tipo?

"Me gustan caribeños... y que se apelliden Hamilton"

El más alto lleva una mano a su pecho, fingiendo estar ofendido.

— ¿Cómo te atreves? Yo soy del tipo de todo el mundo. Chica que conozco, chica que conquisto.

— Excepto por Martha.

— Ella es un caso especial

Dice Lafayette aún fingiendo molestia. John sonríe.

— Así que... Sólo fue una tontería ¿No?

Lafayette asiente.

— Creo que Alexander me asesinaría. — Ante la mención del caribeño, John se entristece levemente. Lafayette aprieta los labios, cierto la última conversación de esos dos fue...— Lo siento, no debí...

— E-está bien. — Sonríe tratando de tragar su tristeza. — Me alegra que seamos amigos de nuevo.

— Yo también, compré un juego para la PS4 que sólo puede ser jugado con dos jugadores y...

John ríe.

— ¡Vamos! Por los viejos tiempos...

Bastante feliz John se dirige hacia el sofá para jugar con su amigo, cómo en los viejos tiempos.

Lafayette eligió no decir nada sobre qué sabe sobre aquella noche entre Martha y John, no lo corresponde.

Pasaron el resto del día jugando y comiendo comida no tan saludable, pero eso no le importaba a ninguno, volvían a ser amigos, dejando de darle tanta importancia a cosas de hace más de doscientos siglos, aunque Lafayette no deja de apreciar lo diferente que es John de su pasado.

A eso de las seis de la tarde, John decide salir.

— Tengo que hablar con Martha.

Dice mientras toma su llave.

— Lo más probable es que no vuelva en la noche, saldré con Adrienne.

John lo mira sorprendido mientras el francés acaricia su gata.

— ¿Adrienne? Vaya, ya era hora...

Lafayette le enseña el dedo medio como respuesta. John cierra la puerta mientras se marcha.

— Ya me disculpé con él. — Habla Lafayette con su gata. — ¿Feliz?

John ríe mientras cierra la puerta. Al estar en el exterior, a John le parece un día hermoso, logra encontrar armonioso aquel constante ruido de la ciudad de Nueva York.

Tras una caminata de diez minutos y subir por el ascensor, llega al departamento de la rubia.

— John... — Dice ella al verlo. — Q-que sorpresa.

No puede evitar sentirse algo nerviosa. ¿Ya sabrá qué le contó a Alexander y Lafayette sobre esa noche?

— Hola. — Saluda él sonriendo. — ¿Puedo pasar?

Ella asiente, dejándole pasar, algo más tranquila.

— ¿Sabes? Lafayette me pidió disculpas por cómo ha estado actuando — Dice John al estar dentro del piso. — ¿Tu tuviste algo que ver?

Martha asiente mientras frota su brazo.

— Si, hablé con él... — Elige no decir que también habló con Alexander. — Y... ¿No te contó nada más?

John eleva una ceja.

— ¿Algo más? — Pregunta algo confundido. — ¿Cómo qué?

Esa reacción confirma a la ojimiel que el francés no le contó nada.

— N-nada, olvídalo.

"Gracias Laff"

— Bien... — John se acerca unos pasos a ella. — Me gustaría agradecerte. De no ser por ti, seguramente estaría en una depresión terrible, no solo me salvaste de eso, sino que me devolviste a mi amigo.
— Sonrie con sinceridad. — Haz hecho demasiado por mí, gracias.

La ojimiel le devuelve el gesto.

— No es nada.

— Por eso... me gustaría que ya dejaras de fingir.

Esas palabras confunden a la joven.

— ¿Fingir?

— Fingir que no estás molesta. — Aclara el más alto. — Yo... ya estoy bien, puedes decirme lo que sea.

Martha humedece sus labios.

— Yo... no sé de qué hablas.

— Martha. — John habla con voz firme. — No intentes engañarme, estás enojada y tienes todo el derecho de estarlo; pero si te lo guardas así solo será peor. Quiero que me hables con la verdad, sobre cómo te sientes.

Martha corre la vista, sintiéndose descubierto y algo inútil. Ella suele ser buena para mentir pero parece que no pudo engañar al castaño, no esta vez al menos.

— N-no será algo agradable de oír, te lo advierto.

John asiente, está consciente de eso.

— No importa.

Martha ya ha hecho mucho por él, ella no merece seguir callándose lo molesta que se encuentra.

Martha respira profundamente, tratará de ser sincera pero controlarse a la vez.

— ¿Q-qué quieres que te diga, John? — Se abraza a sí misma mirando al suelo. — E-enterarme de eso fue... — Traga saliva. — Fue... muy fuerte y te juro que quiero perdonarte pero... pero.

John se le acerca, tomándola del hombro.

— No te contengas, estás en todo tu derecho de gritarme.

Martha vuelve a ver al suelo.

— S-se que no es tu culpa en realidad, que tu lo sientes más que nadie, que estás haciendo un esfuerzo por cambiar, lo sé, créeme que lo sé, pero...
— Su voz empieza a quebrarse y sus ojos a cristalizarse. — N-no puedo evitar estar enojada ¿Sabes?

— ...

John se mantiene callado, dejará que se desahogue.

— Es que... no entiendo ¿Que fue lo que hice mal? — Se atreve a mirarlo. — C-creí que éramos amigos ¿Sabes? Y que lograríamos ser una familia, no una convencional, pero una familia al fin y al cabo pe-pero tu... te fuiste, te fuiste y no planeabas volver. ¿Verdad?

— Ajá.

John asiente, para nada orgulloso pero sincero.

— Trataba de ver que hice mal pero... no lograba ver nada. Juro que quería hablarle bien a Frances sobre ti pero... estaba muy enojada. — Las lágrimas se deslizan por sus mejillas. — Cuando fui a Francia, de verdad esperaba verte y... cuando morí ahí, esperaba que al menos ese sacrificio valiera la pena y te dieras cuenta de que tu familia te necesitaba.

Hace una pausa. John nunca la había visto llorar

— Yo...

— Pero no lo hiciste. — Por primera vez se permite sonar enojada. — Mi muerte significó poco para ti ¿Eh?

— N-no es eso; yo...

Martha se aferra a su chaqueta, desesperada. Su rostro está algo enrojecido. John nunca la había visto así, la forma en que su boca articula sus palabras...

— ¿¡Por qué tuviste que abandonarnos?! — Vocifera furiosa mientras llora desconsolada. — ¡Ni siquiera pudiste hacerte cargo de Frances! ¿¡Por qué?!

— ...

John se calla, aunque ver a su amiga así le está rompiendo su corazón, dejará que su amiga se desahogue.

— ¿¡Que mierda hice mal?! — Se aferra con sus manos a la chaqueta del castaño. — ¿¡Que hice para merecer que me trates así?!

Incapaz de sostenerse más, lentamente, se arrodilla en el suelo. John se arrodilla junto a ella.

— Per-perdóname, se que tú no tienes esas respuestas y que también te sientes mal... — Sus manos tiemblan. — Trato de ser madura y tragarme esto, pero no puedo, sé que es tonto no puedo evitar estar enojada... lo sien-

— No te disculpes. — La interrumpe John. — No eres un robot, eres humana, es normal que te sientas así, que estés molesta aunque te parezca tonto, pero créeme que no lo es. Tú tienes más derecho que nadie a sentirte así.

— ...

Martha lo ve, aún llorando.

— Puedes golpearme otra vez si quieres.

Ella suelta una risita.

— N-no... preferiría seguir hablando.

John asiente y se sientan en el suelo junto a ella. Ella continúa hablando, desahogándose, permitiendo sincerarse sobre lo molesta que está con John, diciéndole todo lo que debió decirle en su momento.

— S-sé que estoy molesta pero... juro que quiero seguir siendo tu amiga.

John sonríe mientras saca un pañuelo de su chaqueta, el cual se lo entrega para que se limpie.

— Tienes diecinueve apenas, eres muy madura para tu edad.

— Me lo dicen mucho. — Se limpia con el pañuelo. — Gracias por dejarme desahogarme, necesitaba esta.

— Es lo menos que podía hacer.

— Oye... — Hace una pausa. — ¿Alexander te ha hablado?

John niega, algo decaído. Martha hace una mueca, como Lafayette hizo las paces con John, creía que Alexander haría lo mismo...

— E-está bien, si él no quiere...

La rubia asiente, toma el rostro de su amigo entre sus manos.

— ¿Sabes? Yo sólo quiero una cosa para ti: Que seas feliz, con o sin Alexander ¿Crees poder hacerlo? —
John asiente seguro. — Cuando me vaya a Inglaterra, quiero que te despidas de mí con una sonrisa, quiero ver a mi amigo de siempre.

"¿Cuando se vaya...?"

— ¿Te irás?

Ella asiente.

— Mi padre vendrá conmigo... en un par de meses me iré.

John se siente triste, Martha le ha ayudado demasiado pero sabe que será lo mejor.

— Eres mi mejor amiga, lo sabes ¿Verdad?

Dice con voz calmada y dulce, provocando una mueca sincera en ella.

— ¿Y qué hay de Lafayette?

Inquiere ella. John se encoge de hombros.

— Él no tiene porque saberlo.

Dice con un guiño divertido. Martha ríe, sintiendo su pecho mucho más ligero.

A los pocos minutos, John se despide de su amiga, sintiéndose mucho más aliviado, que su vida vuelve a estar en calma.

Respira profundamente mientras camina, está anocheciendo en Nueva York y él no podría sentirse más feliz, nada podría mejorar su humor. Bueno... algo podría.

Al llegar frente al edificio de Alexander, se pregunta si debería pasar a al menos intentar hablar con él.

Tú estás muerto para mi

Esas palabras aún le duelen, el rostro de Hamilton mientras las pronunciaba aún lo asusta. Pero eso fue hace semanas...

Suspira mientras mira al cielo.

"¿Alguna sugerencia?"

¿Sabes? Tu actúas mejor cuando yo no me meto, decide tu

Esas palabras alientan al castaño, a paso firme se adentra en el edificio, en busca del departamento de Alexander.

— Hola John. — Saluda William al abrir la puerta. — Es bueno verte.

— Hola Will. — Devuelve el saludo, usando aquel apodo sin darse cuenta, cosa que alegra al rubio. — ¿Se encuentra Alexander?

El rubio niega.

— En realidad no, salió hace un rato.

— Oh... — No oculta su decepción. — ¿Sabes cuándo volverá?

— No dijo a dónde iba, sólo que seguramente tardaría y que, si todo salía bien, no volvería esta noche.

John se confunde ante esa frase. ¿Qué significa eso?

— Entiendo, gracias, nos vemos.

El rubio se despide también, John se dirige afuera.

Mientras camina hacia su edificio, se pregunta donde estará el caribeño.

"Tal vez se encontró con André, con Kitty o con algún otro amante del pasado... de los muchos que tuvo"

Hamilton de verdad tuvo muchos amantes. Una larga lista... ¿Cómo debería hacerle sentir eso?

Bueno, da igual, él no es nadie para juzgarle y menos ahora que no son nada.

Ahora el castaño debe ocuparse de ser lo que no pudo ser en su anterior vida: Quiere ser feliz. Tiene a su familia, a Martha, a Lafayette, a Peggy, a William... aunque le encantaría estar en brazos del caribeño, sabes que puede ser feliz sin él, no puede detener su vida por una persona.

— Volví.

Anuncia al llegar a su piso. Las luces apagadas confirman lo que Lafayette le dijo hace unas horas, no se encuentra, sin embargo es recibido por un familiar maullido.

— Hola Jean.

Saluda con esa característica voz aguda que usa con su mascota, enciende la luz para luego tomarla entre sus brazos y besar su cabeza.

— ¿Que quieres hacer? Parece que estamos so... — Mira al frente y su sonrisa desaparece, reemplazada por una expresión de genuina sorpresa. —...los.

Al ver frente a él, Laurens se topa con una sonrisa tímida. Ve frente a él al joven que le vuelve loco y que le da la calma y cordura a la vez.

— Hola John.

Saluda Alexander con una sonrisa sutil.

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