𝟐𝟑 - 𝐉𝐮𝐧𝐭𝐨𝐬
━━━━━━ •S. XVIII• ━━━━━━
La situación no cambia mucho para Laurens y Jackson, siguen como prisioneros de guerra. Lo que si ha cambiado es su relación, pues pasaron de ser sólo amigos a "amigos con derechos"
Es una relación "simbiótica" hasta cierto punto: Laurens ayuda a William a sacar su "experimentar" y el ojiverde ayuda al rubio a olvidarse del infierno personal que arde en su pecho.
William sabe que es Hamilton y no pretende serlo, no sabe exactamente a donde llegará con esta "relación" que tiene con John pero si lo prohibieron es por algo... ¡Las mejores cosas son las que están prohibidas!
Aún no habían llegado a ese nivel. John no piensa presionar al menor en ello.
Pese a que tiene bastante libertad para ser prisioneros, las cosas no van precisamente bien. Lleva meses sin un jodido corte de cabello, no soporta tenerlo tan largo. Si, para él tenerlo un poco por debajo de los hombros es largo. La mayoría de hombres llevan el cabello así pero a él no le gusta, llámenlo anticuado pero así es.
— ¡Joder! ¡Mierda de cepillo!
Y ahora mismo está comprobando la principal razón por la que prefiere el cabello corto, es menos problemático de peinar. El cepillo se queda atascado en sus hebras mínimo diez veces. No puede creer que haya hombres que opten por sufrir eso.
¡Perfecto! ¡Ahora se quedó atascado en su cabello! ¡Es genial!
— ¿William?
La puerta de su habitación se abre, es John.
— John ¿Qué tal?
El menor se esfuerza por sonar casual pese a que tiene un cepillo colgado de su cabello. Esa imagen logra una hazaña increíble, hace reír a Laurens.
John es más que cerrado con sus emociones además de ser muy serio, pocas cosas logran hacerlo reír de verdad y ver a su amigo con un cepillo colgado de su enmarañado cabello es una de ellas.
— ¿Qué estás haciendo?
Pregunta una vez que el efecto de su risa se calma.
— ¿Qué parece que estoy haciendo? — Trata de sacar el cepillo de su cabello. — ¡Intento domar mi cabello! — Suelta un quejido de dolor y frustración. — ¿Cómo se atreve a rebelarse contra su creador?
John rueda los ojos ante la exageración de su amigo, se acerca y le retira el cepillo, ejerciendo la mejor cantidad de fuerza posible.
— No deberías tratar así tu cabello. — Dice John. — Aunque es raro verte con el cabello largo.
— ¡Y es horrible! — Agrega. — Extraño mi cabello corto.
— ¿Quieres que te lo corte?
— ¿Sabes cortar el cabello?
— Tengo práctica en ello. Ven, tengo unas tijeras en mi cuarto
El ojiverde con enmarañado cabello sigue al rubio hacia su habitación. Laurens lo hace sentarse en una silla mientras él busca un par de tijeras en un cajón que él mismo había comprado para mantener a raya su cabello y no verse en una situación similar a la que ahora está pasando el menor. Una vez las encuentra toma un peino y se acerca al joven Jackson.
— ¡Hey! — Se queja al sentir un peine en su cabello. — Creí que sólo me lo cortarías.
— No puedo cortarlo si no está bien desenredado. — Explica Laurens. — Quieto.
De mala gana el menor obedece. Aún le duele un poco, pero ni de lejos tanto cómo antes pues John es mucho más cuidadoso. ¿Cómo logra Laurens eso?
— Solía cepillarle el cabello a mis hermanos. — Dice el rubio cómo si hubiera leído su mente. — También solía cortarleselos, estás en buenas manos.
Toma las tijeras y procede a cortar, despacio, el cabello del pelinegro. Recuerda que, cuando lo conoció tenía el cabello bastante corto y parejo, muy bien cuidado, por lo que se esfuerza en imitar la imagen mental lo más precisamente posible.
No va a admitirlo en voz alta pero a William le resulta agradable la sensación de los dígitos de Laurens entre sus hebras, el dolor ya es nulo. No teme que quede mal, Laurens cuida bastante bien de su apariencia, confía en que quedará, al menos, decente.
Luego de unos breves minutos Laurens da la orden a William de que ha terminado, sacude restos del cabello de la ropa del menor. El pelinegro se pone de pie y se acerca al espejo. Queda más que complacido al ver, ya no lo que parece un salvaje, sino un apuesto joven con el cabello prolijamente cortado.
Vamos, no es que odie el cabello largo, hay hombres -John Laurens- a los que les queda más que bien pero él prefiere su cabello corto.
— ¿Te gusta?
Pregunta Laurens caminando hacia su lado. William lo ve sonriente.
— ¡Mucho! Deberías dedicarte a esto.
— ¿Yo? — John rie con esa idea. — Bueno, podría cortarle el cabello a los británicos y, cuando menos se lo esperen, clavarles una tijera en los ojos
William rie para acercarse al Rubio y rodear su cuello con sus brazos para acercarlo a él.
— A veces me preocupas.
— Curioso que lo digas con esa sonrisita.
John atrae al más joven para besarlo. Instintivamente se agacha para reducir distancias... pero entonces recuerda que William es apenas unos milímetros más bajo que él.
Lleva sus manos a los muslos del joven Jackson e intenta levantarlo pero le cuesta trabajo. John recuerda que William no es pequeño precisamente.
— ¿Pasa algo?
Pregunta el más joven, rompiendo el beso. John niega, está "desacostumbrándose" todavía.
— Nada. Sólo... te estás volviendo bueno en esto.
Cambia de tema, aunque no está mintiendo. Con la experiencia Jackson va ganando confianza.
El pelinegro sonríe a la par que se sonroja, él tiene experiencia con mujeres pero John es el primer hombre con el que está y, siendo franco, le alegra que sea con él. Que sea alguien tan fuerte y valiente como Laurens quién le guie en esta nueva experiencia.
John se acerca al cuello del más joven para besarlo, haciéndolo gemir, mientras una de sus firmes manos tantea su entrepierna. Una de las ventajas que William ha encontrado es que John sabe exactamente donde tocar y cuando, posiblemente debido a que él también es un hombre y sabe exactamente lo que quiere.
Las manos curiosas del menor se posan sobre el pecho del rubio y bajan, sintiendo sus marcados abdominales a través de su ropa. Su vientre burbuja de emoción a la vez que siente un cosquilleo en su entrepierna.
Hasta el momento John y él no habían ido más allá del sexo oral, por parte del rubio al pelinegro, sin embargo esta vez algo le dice a William que eso no será suficiente está vez.
— John...
— ¿Sucede algo?
Pregunta el más alto, creyendo que William no está de humor.
— No, es sólo que... — Se siente un poco idiota al sentir cómo se sonroja. — Quiero... hacerlo.
Los ojos azules del mayor se ensanchan con esas palabras. No porque no quiera, sino porque hasta el momento habían sido no más que besos y toques por partes de ambos pero la sodomía es un crimen, si lo hacían... William cruzaría una línea.
— ¿Estás seguro?
Pregunta con voz cautelosa, aflojando un poco su agarre, no quiere presionarlo de ninguna forma.
— Más que seguro.
Asegura el menor, atrae al rubio, pegando sus cuerpos, permitiéndole a John sentir su parcial erección. Siente satisfacción al oír un leve jadeo por parte del mayor, se atreve a adentrar sus manos bajo la camisa del ojiazul.
— ¿O es que tú no quieres hacerlo conmigo?
Pregunta con una fingida tristeza, pues el cuerpo de John está respondiendo por él. Que sea inexperto no quiere decir que no sepa como provocar a su amante.
— No... no se qué te hace pensar eso, Jackson.
Comparten una sonrisa traviesa antes de unir sus labios en un beso y empezar a quitarse la ropa mutuamente.
Esa noche, el joven William Jackson estuvo sobre la cama de John, sin ropa alguna. Laurens pudo comprobar que la condición física del ojiverde no estaba nada mal, leves y tonificados músculos aunque no llegaba a ser musculoso. Y, ciertamente, Jackson era un joven bien dotado.
Jackson fue testigo de primera de toda la experiencia que Laurens poseía, se estremeció ante el tacto de las manos del mayor mientras este acariciaba su torso, sus piernas, se estremeció al sentirlo acariciar su miembro. Gimió de placer al sentir la lengua de Laurens en su cuello, clavícula y torso. Ahogó lo mejor que pudo quejidos de dolor al sentir los dedos de Laurens en su interior y, francamente, tuvo algo de miedo al tener el miembro de Laurens frente a su entrada, pues el falo del rubio era el más grande que había visto hasta ese momento de su joven vida.
— Sólo dime "no" y paro todo esto.
Preguntó una última vez Laurens en su oído. William no asintió con palabras, tomó el rostro de Laurens y besó sus labios para luego lamer un poco su labio inferior, eso fue suficiente para su amante.
John, ciertamente, quedó fascinado ante el joven Jackson. Ante su inocencia y decisión, pues en ningún momento vaciló.
Las paredes interiores del joven Jackson se contrajeron al sentir el miembro del mayor en su interior, estremeciendo a este comenzando un tortuoso dolor.
— Agh, mierda. — Maldijo escondiendo el rostro en firme hombro del rubio. — ¿Cómo soportas esto?
John emitió una leve risa.
— Te acostumbras. — Fue la respuesta de John. — Tranquilo, no hay prisa alguna.
William, en busca de alguna forma de aliviar su dolor, apretó los hombros de Laurens. Al hacer esto siente varias cicatrices en la piel del rubio, deja que sus yemas las sientan, con cuidado, no quiere lastimar a Laurens. Al sentir todas esas cicatrices, siente que cada una es evidencia de la fuerza que posee el joven Laurens.
Ojala John pudiera ver lo que es verdaderamente, un joven que ha podido soportar las mil piedras que la vida le ha arrojado.
Williams enredó sus dedos en la rubia cabellera de Laurens, susurrando que se moviera, dando inicio a un suave vaivén contra su cadera.
Susurros por parte del rubio, gemidos ahogados por parte de Jackson.
Dolía y mucho pero una mano acariciando su endurecido miembro le ayudó a olvidarse del dolor.
Poco a poco el dolor se esfuma, dando inicio a una placentera sensación que nunca había sentido. La sensación de un falo ajeno acariciando su interior no se asemeja a nada que hubiera sentido antes, impulsando una cadena de pensamientos.
"Quiero más"
Se encontró a si mismo anhelando por más y gimiendo de puro placer, sin un atisbo de dolor.
— Ma-más fuerte Laurens.
Esas palabras fueron suficientes. Una embestida, luego otra, y otra, seguida de otra. Los gemidos del más inexperto se vieron ahogados por una mano sobre su boca.
— No deben escucharnos.
Aseguró Laurens, sintiendo las uñas del menor dejando nuevas marcas en su espalda.
Para él joven Jackson, la sensación de su interior es más placentera de lo que se podría haber imaginado pero cuando sintió cómo el mayor rodeaba su miembro y comenzaba a masturbarlo le pareció demasiado, demasiado placer, no creía poder aguantar mucho tiempo más todas esas sensaciones.
Y entre callados gemidos William alcanzó el clímax, de una forma totalmente diferente a la que estaba acostumbrado, junto con su amante, quien luego salió de él y se recostó a su lado, con la respiración agitada.
Laurens vio a su amante, quien aún tenía espasmos y ligeros temblores a causa del orgasmo, emitió una risa.
— Ahora ya eres oficialmente un criminal.
William juntó fuerzas para reír mientras coloca su antebrazo en su frente, sin creer lo que acababa de hacer.
"Era verdad, las mejores cosas son las que están prohibidas"
Y en todo ese rato, por la mente de Laurens no se cruzó ningún pelirrojo. Tenía razón, William era el distractor perfecto.
Y es que a veces, para seguir vivo, debes matar tu mente.
[...]
Los días se vuelven semanas y las semanas se convierten en meses, meses en los que la no hay noticias de liberación alguna.
Alexander no está nada contento con la respuesta de John a su próxima boda, pues el rubio no sólo le apresura a contraer matrimonio, sí no que actúa como si, luego de eso, él fuera a olvidarse por completo de Laurens.
— Es entendible. — Comenta Lafayette. — El matrimonio no es poca cosa.
— ¡Tampoco mis sentimientos por Laurens! — Exclama Alexander. — Da igual que me case diez veces, eso no cambiará mis sentimientos por él.
— No puedes esperar que John crea eso.
— No tiene que creerlo, tiene que aceptarlo porque es la verdad.
Sentencia el más bajito sin intención de dar brazo a torcer.
— Alexander ¿Crees que esa respuesta le bastará a John? No puedes esperar que decirle que "tu matrimonio no es importante" sea suficiente además ¿Qué esperabas que dijese John? "No, Alexander, no te cases. Esta situación límite me ha hecho darme cuenta de mis verdaderos sentimientos por ti y ha curado mi homofobia internalizada así que en un acto totalmente impulsivo he mandado a la mierda las presiones sociales y te pido que huyas conmigo"
Alexander rueda los ojos, Lafayette lo hace sonar ridículo. Tal vez esperaba provocar una pequeña sensación de celos en el rubio pero eso está muy lejos de dejar de amarlo.
— Además ¿Qué piensas hacer? — Pregunta Lafayette. — ¿Tener de amante a John mientras estás casado con Elisabeth? ¿Vas a engañarla?
— ¡Si! — Exclama Alexander sin pensar pero parece arrepentirse inmediatamente. — ¡Digo no! Digo... ¡Agh! — Se cubre el rostro frustrado. — No es tan sencillo.
Eso es todo lo que dice. Lafayette rueda los ojos, John Laurens es complicado pero Hamilton no se queda atrás. Por primera vez está de parte de Laurens, el pelirrojo está siendo algo desconsiderado con el rubio. Va a casarse con una mujer pero él asegura que su corazón aún pertenece a Laurens, eso no es justo, ni para su futura esposa ni para John.
— ¿Quién te entiende Hamilton?
Dice el francés antes de irse, dejándolo sólo en su habitación.
"A veces no tenemos que entender a las personas, sólo tenemos que aceptarlas"
Resuena en la mente de Alexander.
John no está escribiendo tanto como a Alexander le gustaría, la excusa del rubio es que no le permiten hablar de asuntos militares.
"Hola, John, soy tu amante ¿Recuerdas? Creo que podemos hablar de otros temas que no sean militares"
Elisabeth Schuyler es maravillosa, si, desprende una calidez única -Calidez que nunca le ha brindado John- pero la joven Schuyler no es Laurens. Nadie nunca lo sería. No porque vaya a casarse dejara de amar al rubio, quisiera poder estar junto con John para recordárselo con besos y abrazos pero debe conformarse con escribirle, lo cual no es mucho. Hamilton es hábil con las palabras, si, pero cuando se trata de trasmitir lo que siente a otra persona de forma sincera...
Además, está la posibilidad de que sus cartas sean interceptadas y si llegan a enterarse de la naturaleza de su relación...
Un escalofrío le recorre de pies a cabeza mientras y siente una rara sensación en su cuello al imaginarse una soga al rededor de este. No puede arriesgarse a ser muy "explícito" es las cartas.
Se recuesta en su escritorio añorando la presencia del joven Laurens. Al menos estando él prisionero es una garantía de que no hará ninguna tontería suicida.
John cree estar enfermo y cree que ese matrimonio curará a Alexander, o a él mismo aún cuando el propio rubio se casó y eso no le detuvo de robar el corazón de Alexander.
Hamilton desearía que John dejase de pensar que su sexualidad es una enfermedad. John no está enfermo, él es una persona maravillosa pero el creer que está enfermo no lo deja verlo junto a otras cosas referentes a su pasado de las que el pelirrojo no tiene ni idea, salvo por la muerte de su madre y hermano.
Lo extraña, mierda que lo extraña. Quisiera poder estar junto a él. Ha pedido permiso para ir a verlo pero siempre se lo niegan. Suspira y toma una pluma. Se esforzara en transmitir sus sentimientos a John.
Déjame escapar en tus brazos,
cariño, soy tuyo, cariño, soy tuyo.
El amor no viene con facilidad,
te echo tanto de menos,
te echo tanto de menos.
John odia admitirlo pero las cartas de Alexander se han vuelto bastante importantes para él, aunque el pelirrojo este pronto a casarse.
— Al menos ese matrimonio será una garantía de que lo nuestro se mantendrá a raya.
Se dice a sí mismo, sin embargo al leer esa carta...
Que solo hables de sus asuntos privados no será excusa para no escribir con frecuencia. Recuerda que les escribes a tus amigos, y que tus amigos tienen los mismos intereses, dolores, placeres, simpatías; y que todos los hombres aman el egoísmo.
A pesar de los ojos negros de Schuyler, todavía tengo una parte para el público y otra para ti; entonces tu impaciencia por tenerme casado está fuera de lugar; una cura extraña por cierto, como si después del matrimonio fuera a ser menos devoto de lo que soy ahora. Déjame decirte que tengo la intención de restaurar el imperio de Hymen y que Cupido debe ser su primer ministro. Desearía que estuvieras en libertad de transgredir los límites de Pensilvania. Te invitaría después del otoño a Albany para ser testigo de la «consumación final». Mi Mistress es una buena chica, y ya te ama porque le he dicho que eres una persona inteligente y buen amigo mío, ella te ama a la América Latina no a la francesa.
Adiós, sé feliz y deja que la amistad entre nosotros sea más que un nombre
A Hamilton.
Laurens parpadea confuso y sonrojado.
— O tal vez no.
Dice, refiriéndose a su anterior comentario, mirando al techo.
Dime, ¿es esto la libertad, cariño?
Persiguiendo el peligro,
haciendo que mi corazón corra.
— ¿Tal vez no qué?
Pregunta William. Se acerca al rubio, quien está sentado en una mesa.
Laurens duda sobre que decir pero finalmente cede y le da la carta a William. El pelinegro ha sido un gran amigo y apoyo para él, escuchándolo cuando se lo pide y dándole su espacio, sin agobiarlo.
Una sonrisa se forma en los labios de John al ver como el rostro de William cambia a medida que va leyendo la carta.
— ¿Hamilton acaba de proponerte un trío?
Pregunta William, causando una sonora carcajada en Laurens, mientras se sienta y devuelve la carta al ojiazul.
— Eso parece. No me sorprende, sí lo conocieras verías que él es capaz de mucho más.
Una sonrisa tierna se pinta mientras dice aquello, lo que provoca curiosidad en el joven Jackson.
— ¿Cómo es él?
— ¿Eh?
— ¿Cómo es Hamilton?
Pregunta William con pura curiosidad en su voz. El rubio lo mira durante unos segundos para luego sonreír con cierta dulzura y nostalgia.
— Hamilton es... fuerte. Es la persona más fuerte que he tenido la suerte de conocer.
William, notando que esto va para un rato, apoya su mejilla derecha en su mano mientras lo escucha atento. John continúa hablando.
— La vida lo forjó a fuego lento, tuvo una vida de lo más jodida pero eso nunca lo detuvo, parece que ya nada le asusta luego de todo lo que pasó, es como la encarnación de la frase "El fuego no asusta tanto si creces entre dragones". Me recuerda a Midas, convierte un lápiz en oro con sus manos, tiene un don para escribir, escribe cómo si cada frase como si fuese epitafio. Es increíblemente listo pero algo ingenuo e infantil a la vez, de seguro está molesto conmigo porque no le he estado escribiendo tanto y por como reaccioné a su boda. — Rie al recordar el rostro del pelirrojo haciendo un puchero infantil. — He visto que muchos dicen "Siempre termina todo lo que empieza" sobre él, pero te aseguro que él no tiene intención de detenerse en su camino. Y su físico... es bastante bajito y él insiste en que no le importa, sus ojos son perfectos orbes, nunca se lo dije pero me parecen hermosos, parecen seguir la sucesión de Fibonacci. Sus cabellos son cómo cascadas de fuego, como un atardecer, aunque sus ojos son cómo el cielo nocturno. Él es cómo un atardecer... cómo el sol.
Un sol... no hay mejor forma de describirlo. Y uno más extraña el sol cuando hace frío. Cómo quisiera verlo, una vez, sólo una vez...
Siente la mirada del más joven sobre él, lo que le hace percatarse de cuanto ha hablado, se sonroja.
— L-lo siento, de seguro hablé de m-
— No pasa nada, está bien. — Asegura el más joven sin borrar su sonrisa. Para él, una de las cosas más puras es oír a un enamorado hablar sobre el dueño de su corazón. — Se nota que lo quieres mucho.
El rubio no dice nada pero su sonrisa tímida deja todo muy en claro.
— Y, por lo que veo, él también a ti. — Dice viendo la carta que acaba de leer. — Al menos eso me dice esta carta.
"Deberías leer las otras"
Piensa Laurens para sí mismo.
— Oye, en la carta Alexander dice que "tu impaciencia por tenerlo casado está fuera de lugar y que es una extraña cura" ¿Qué quiere decir con eso?
Normalmente William no habría preguntado nada, el hecho de que John le haya dejado ver su correo ya es demasiado, pero ya se siente con la confianza suficiente como para preguntar al rubio sobre temas algo más personales.
John humedece sus labios, buscando las palabras. Recordando al joven Kinlonch, un amante pasado que tuvo y él como lo suyo acabó. Hoy en día puede recordar a Kinlonch sin un atisbo de dolor, incluso es capaz de rememorarlo con una sonrisa y estar agradecido pues esa experiencia le ha vuelto más fuerte, siente que por mucho que Alexander le lastime... no será nada que no haya experimentado antes y podrá manejarlo mejor.
— Digamos que, por experiencias pasadas, sé que esto lo curará del mal que le he contagiado.
El joven Jackson se reserva sus palabras. ¿Por qué John se martirizara tanto? ¿Por qué está tan seguro de que lo suyo con Hamilton está destinado a quedar enterrado? Se atreve a preguntar algo con voz cautelosa.
— ¿De verdad no crees que lo tuyo con él no merece mínimo una oportunidad?
El rostro del rubio delata su sorpresa para luego dar una sonrisa triste, acaricia la coronilla del más joven, envidiando su inocencia.
— Hay una gran lista de razones por las que he tomado esta decisión: Primero Hamilton no es de atarse a una sola persona y mucho menos alguien como yo. Él necesita una esposa. Lo único más grande que su inteligencia es su ego, necesita a alguien frágil y delicada y yo no puedo ser eso.
Esa razón parece ser lógica para el más joven, había oído que Hamilton es de lo más ambicioso. John continúa hablando.
— En segundo lugar, ambos somos hombres... ¿Qué esperanza tiene una relación así en este mundo? Sería firmar una condena de muerte. — No se extiende mucho en ese punto, sabe que es una obviedad. — En tercer lugar... Las circunstancias de la vida nos formaron de tal forma que... sólo nos lastimaríamos, no somos el uno para el otro, es como digo "Somos circunstancia que nunca elegimos ser"
William frunce el ceño. No, él no lo ve así, sí John sigue vivo y ha llegado a ser Coronel no fue por cómo lo ha tratado la vida, sino por cómo el rubio ha decidido seguir adelante y podría llegar mucho más lejos, podría, si John lo viera, sí viera que lo que nos forman no son las circunstancias de la vida, son las decisiones que tomamos a lo largo esta.
— ¿Por qué estás tan seguro?
— Alexander tuvo una vida de mierda, necesita a alguien cálido, que atesore y sepa cuidar su frágil corazón, alguien que lo haga la prioridad en su vida. Yo no puedo ser eso.
John tiene otras prioridades en su vida, su búsqueda de honor, su esposa y aún debe lidiar con los fantasmas del pasado. No podría darle un buen trato al pequeño y frágil corazón de Alexander. Pero lo que él no sabe es que ya tiene un trozo de tan delicada posesión.
Laurens ya ha recibido demasiados golpes de la vida, no puede amar a Alexander como él se lo merece -por no decir que su manera de amar es una enfermedad- sólo lo lastimaría aún más y lo mismo ocurre con el pelirrojo, en su afán por aferrarse a John sólo lo lastima más, jugando con sus sentimientos al afirmar que "su matrimonio no es importante" anunciando su matrimonio como si no fueran más que buenos amigos pese a que luego lo invita a "estar presente en la consumación final"
— ¿Y tú?
Pregunta el más joven.
— ¿Yo qué?
— Dijiste lo que Alexander necesita pero ¿Qué necesitas tú?
John resopla mientras sus dedos golpean la mesa.
— Lo que yo necesito es volver al campo de batalla y restaurar mi honor y mi gloria, nada más ni menos, no necesito a nadie.
Las cejas del más joven se fruncen con preocupación, conoce lo bastante a John cómo para saber que eso de "ganar honor" es sinónimo de morir en batalla. ¿Eso es lo único que puede ver John en su vida? Desearía poder ayudarlo, romper la coraza del joven rubio pero Laurens está decidido a no dejarse ayudar y si algo ha aprendido William es que no se puede ayudar a quien no quiere ser ayudado.
— Pero el saber que lo nuestro no tiene futuro no significa que mis sentimientos por él cambien. — Confiesa con una sonrisa. — No creas que me encantaría tenerlo en mis brazos ahora mismo, no creas que no lo... bueno, ya sabes.
Lo ama, sin duda lo ama pero no lo dirá. Porque amarse en este mundo sería peor que un suicidio, sería una tortura. Tal vez en otro mundo... en otra vida.
— ¿Cómo estás tan seguro de que no pueden, al menos, intentarlo?
Hay unos segundos de silencio.
— Porque Alexander es el Sol y yo soy la Luna.
La luna es fría y solitaria, sin brillo propio, eso es lo que Laurens ve al plantarse frente al espejo, en esos segundos escasos en los que logra ver su reflejo antes de que deba bajar la mirada, buscando su rostro, pues la vergüenza le ha tirado al suelo. Luego, hace lo que mejor sabe hacer, huir, huye ante su reflejo.
Quizás si las estrellas se alinearan,
quizás si nuestros mundos colisionasen,
quizás en el lado oscuro,
podríamos estar juntos, estar juntos.
Quizás a un millón de millas,
en una autopista cruzando las estrellas,
algún día, pronto, estaremos juntos.
Sin que John se dé cuenta, llega octubre. El once de ese mismo mes, Alexander le envió cierta carta, una de las cartas más largas que ha recibido, una carta en la que Hamilton hablaba puramente sobre lo fascinado que estaba sobre un espía británico, John André, diciendo que el espía era "muy lindo para morir"
La carta, en efecto disgustó a Laurens, aunque no fuera a admitirlo al pelirrojo. ¿De verdad Alexander espera dice amarlo cuando está actuando así? No sólo corteja a una mujer, sino que anda babeando por un espía. Aunque algo en el rubio le dice que lo hace para molestarlo. Alexander es bastante infantil en muchos aspectos, no le sorprendería nada.
¿Qué hace Hamilton follandose a un espía británico si está cortejando a Elizabeth Schuyler?
Esa carta le dolió a John, si, pero le sirvió para volver a Tierra. Alexander se está olvidado de él, esa carta es la prueba y es prueba de que Hamilton no es tan "leal" como habría podido pensar.
"Bueno, no es cómo si importase, André está muerto, fue ejecutado el dos de octubre"
— Podrías decirle que estás follandote a tu guapo "compañero de celda"
Sugiere Jackson, causando una risa en John. Aunque el rubio preferiría que Alexander no se enterara de su peculiar amistad con él
Si se preguntan si Laurens se siente mal por Alexander al tener una "relación" con William la respuesta es un claro "no". Alexander está cortejando a Elizabeth y babeando por un británico muerto ¿Por qué debería sentirse mal por el pelirrojo? Si se siente mal por alguien, esas personas serían el propio William y su esposa, nadie más.
El era un soñador por naturaleza,
persiguiendo las estrellas,
persiguiendo las estrellas.
Las alas extendidas bajo el sol,
te echo tanto de menos,
te echo tanto de menos.
Y de la nada es veintisiete. Mañana es el cumpleaños de Laurens.
Cuando era un niño esa fecha solía ser de lo más feliz. Celebraba con sus hermanos, sus amigos pero el paso del tiempo ha empolvado la emoción de esa fecha y, tal vez su propia amargura, ha hecho que él mismo haya dejado de verlo cómo algo especial. Es sólo el día en que nació ¿Qué tiene de especial exactamente? ¿Por qué debería celebrar algo así?
— ¿Cuánto tiempo vamos a estar caminando?
John voltea al oír la voz de William, quién está varios pasos tras él. John rie mientras se voltea a verlo, el pelinegro luce agotado.
— Tú insististe en acompañarme.
Recuerda el rubio colocando las manos en sus caderas. Él estaba de humor para salir a caminar y el ojiverde había pedido ir con él.
— ¡Creí que sería un paseo corto! — Reclama el ojiverde. — Llevamos caminando como una hora.
John rueda los ojos, se acerca a su amigo para tomar su barbilla y besar sus labios pasionalmente, aunque sin llegar a ser lujurioso, queda más que complacido al sentir cómo el pelinegro responde de forma positiva al beso, enredando sus dedos en su dorada melena.
— ¿Mejor?
Pregunta acariciando el mentón del pelinegro, quién asiente, por lo que siguen caminado a través de los grandes e imponentes árboles del bosque filipino.
— Así que... — El menor rompe el silencio. — ¿A dónde vamos?
John se encoge de hombros sin voltear a verlo
— No lo sé.
Responde con simpleza. William se paraliza en el sitio.
— ¡¿Cómo que no lo sabes?! ¡¿Y a dónde hemos estado caminando?! — Pregunta exaltado. — ¡Creí que conocías este bosque!
— ¿Cómo quieres que lo conozca si no lo exploro? Confía en mí.
William rueda los ojos.
"Más vale que sepas volver"
Mientras siguen caminando por el bosque William no deja de ver los árboles, árboles tan grandes y altos que debe esforzarse para ver donde terminan. Son todos árboles muy sanos, aunque algunos tienen marcas de algunas tormentas o de algunos incendios, siguen en pie con ese aspecto imponente. Le recuerdan al rubio frente a él.
John, de repente frena en seco con la vista frente en el frente. William, al llegar a su lado, ve un lago tan cristalino que se refleja el azul del cielo en él, es amplio y sus alrededores están adornados con árboles.
Por inercia, William dirige su vista al rubio, se alegra de haberlo hecho. Laurens tiene un brillo único en sus ojos y una sonrisa que pocas veces ha portado, parece haber encontrado un jodido tesoro. No hay duda de que John ama la naturaleza, incluso si se pierden luego de esto, lo valdrá pues al menos logró ver una sonrisa genuina de John.
— ¡Esto quería mostrarte! — Exclama Laurens sin despegar la vista de su descubrimiento. — ¡Te dije que confiaras en mí!
— ¡Tu ni siquiera sabías de la existencia de este lugar!
Reclama ante esa descarada mentira. John lo ignora y empieza a desatar su pañuelo.
— ¡Nademos!
— ¿Aquí?
— ¿Pues donde más genio? — Pregunta John con sarcasmo mientras se quita la camisa. — ¿Qué? ¿Te avergüenza que te vea desnudo? He estado dentro de ti, idiota.
William se sonroja con esa última frase pero pronto una sonrisa se pinta en su rostro. Apenas John termina de desnudarse, y sin darle tiempo a doblar su ropa, el menor lo empuja hacia el agua.
— ¡Hey!
Reclama el rubio cuando saca su cabeza del agua, casi al instante William se despoja de su ropa y pronto está en el agua junto a él.
— ¿Feliz?
El rubio no asiente, sólo le arroja un poco de agua al menor, quién no piensa dejar así las cosas y pronto se encuentran lanzándose agua el uno al otro como un par de niños.
William es el mejor distractor para el ojiazul, no sólo en el sexo, sino en otras cosas, la percepción del pelinegro es una herramienta de lo más útil a la hora de tratar con él rubio.
— Creo que si alguien nos ve tendremos problemas.
Habla el pelinegro luego de un rato de juego. John se encoge de hombros, ambos se acercan a la orilla del lago y apoyan los brazos en el suelo.
— No creo que seamos los únicos que estén haciendo esto.
El pelinegro vuelve a reír. John desde hace un tiempo ha notado un acento inglés en su amigo, se percata de que no sabe casi nada del pelinegro, tal vez él prefiere que sea así pero preguntar no hace daño pero si William da señales de que no quiere hablar del tema, pues lo dejará de lado.
— Oye... ¿Eres de Inglaterra?
El más joven asiente.
— Sí, soy de Cumberland. — Específica. — Pero fui enviado a Carolina del Sur cuando...
La voz del más joven se desvanece en silencio. John conoce ese silencio, un silencio que oculta algún pasado no muy alegre.
— No tienes que decírmelo si no quieres.
— No, no, quiero decirlo. — Asegura. — No tengo muchas oportunidades de hablar de esto y... bueno...
John lo entiende, espera a que el más joven esté listo a continuar. William toma una respiración profunda.
— Fui enviado ahí cuando mis padres murieron, me crió un amigo de la familia.
Los ojos del más rubio adoptaron un tamaño anormal luego de esas palabras. ¿William perdió a sus padres? ¿A los dos? John sabe lo que es perder a una madre pero... ¿A su padre? Su relación es complicada, sí pero no puede imaginarse su vida sin él.
— ¿T-tus padres?
— Si... un amigo que es comandante me crió y... — Ve la expresión sorprendida del más alto, baja la mirada — L-lo siento, creo que hablé de m-
— ¡No! ¡No es eso! — Asegura el más alto, colocando una mano en su hombro. — Es sólo que... no creí que tendrías esa clase de vida. Tu... dijiste tener una "vida relativamente fácil" y no esperé que...
El más joven sonríe.
— Si, la muerte de mis padres fue dura pero ¡Owen cuidó bien de mí! — John da por hecho que ese es el amigo de la familia que William mencionó. — Me hizo darme cuenta de que quería ser soldado y me ayudó en mi camino en el ejército ¡Me ayudó a llegar a cadete! — Su sonrisa se vuelve nostálgica mientras mira al cielo. — No tuve la vida que yo habría querido pero ¿Cuál es la gracia en una vida perfecta? Cada tropiezo es el cimiento de un nuevo escalón.
— ...
John lo observa en silencio. William continúa.
— Lo más importante es avanzar firme y constante, aunque sea duro. Incluso en la tierra más árida pueden crecer flores.
John de repente se siente aún más avergonzado de sí mismo. William tuvo una vida de mierda también y no anda lamentándose y autocompadeciendose. El joven inglés desprende positividad y tiene una luz única. John lo envidia y se odia a sí mismo por haber contaminado tan pura luz. Si sólo pudiera controlar su maldita... pero no puede, no pudo contenerse de besar a Alexander ni pudo evitar contagiar al joven inglés.
— William.
— ¿Si?
— Eres fuerte. — Le sonríe. — Eres la persona más fuerte con la que me he topado.
— No lo soy, sólo soy alguien que intenta ser feliz y hallar su lugar en la vida.
— Para mí lo eres. — Insiste el americano. — Da igual lo que digas, no me harás cambiar de opinión.
William agradece en silencio esas palabras, aunque no se considera digno de ellas. Salen del agua, lamentando no haber traído toallas, se visten y se encaminan hacia su posada.
Al llegar es ya de noche, bastante tarde, son cerca de las once y media.
— Hey, compré un tablero de ajedrez. — Informa el rubio. — ¿Juegas?
El inglés asiente de buena forma, ambos entran en la habitación del rubio, colocan el tablero en una mesa y John empieza a acomodar las piezas.
Los minutos se acumulan y juegan en silencio. Una batalla de ingenios silenciosa ocurre entre ambos jóvenes. Ambos consideran el ajedrez algo emocionante, el intentar predecir el siguiente movimiento de tu adversario y tratar de adaptarte a él.
John no deja de ver de reojo a su amigo. De seguro ya es más de medianoche, tal vez al joven Jackson le interesaría saber que es su cumpleaños pero él rubio prefiere no decirlo.
— ¿Quieres unas cervezas?
Ofrece el inglés. John desvía la mirada algo inseguro
— Creo que lo mejor será alejarme del alcohol.
Sugiere el rubio, últimamente el alcohol no es su mejor amigo.
— ¿Qué? ¿Un viejo como tu necesita que lo vigilen al beber?
Bromea el inglés.
— ¿Debo recordar que este "viejo" te folla cada día y te hace gemir de placer?
— Aparte de viejo eres un asaltacunas.
— ¡No soy viejo! — Exclama John. — Apenas tengo veintiséis, soy solo cinco años mayor que tu
William enarca una ceja ¿Veintiséis?
— ¿Tú no tenias veinticinco?
John se da cuenta de que habló de más, trata de enmendar su error.
— A-ah, sí, creo que me confundí.
Mientras John se reprende por esa patética excusa, William contempla una posibilidad.
— ¿Cuándo es tu cumpleaños?
John se tensa. Podría mentirle, decirle una fecha lejana o que ya ha pasado pero no se ve capaz.
— Si es más de media noche... hoy.
William, de la sorpresa, se pone de pie.
— ¿¡Hoy?! — Pregunta exaltad como si el rubio acabará de confesar un asesinato. John asiente algo apenado. — ¿¡Por qué no me lo dijiste?!
— Bu-bueno... acabo de decirlo.
William hace una mueca de disgusto. Peina su cabello hacia atrás mientras piensa que podría darle a Laurens.
— Preferiría... no hacer nada especial hoy. Actuemos cómo si nada
— ¿¡Qué?! —William se sorprende por segunda vez consecutiva mientras se sienta frente al rubio nuevamente. — ¿Seguro?
El americano asiente. William suspira decepcionado, no le sorprende viniendo de John pero aún así desearía poder darle algo. Una idea cruza su mente, sonríe con la sola idea.
— ¿Qué? — Pregunta John ante esa sonrisa. — ¿Qué pasa?
William no dice nada aún, en su lugar deja su silla para agacharse bajo la mesa, se la entrepierna del rubio, quién está de lo más sorprendido.
— ¿Me dejarías darte un regalo al menos?
Pregunta con voz traviesa mientras juega con la tela del pantalón de su amigo. John parpadea un par de veces.
— ¿E-estás seguro?
Pregunta con cautela mientras acaricia la mejilla del inglés.
William es un gran chico, posee una inocencia y dulzura de la que Hamilton carece. John aún recuerda cómo el pelinegro se sonrojó hasta último cabello cuando él le contó lo que era el "fisting" o la preocupación en sus ojos en su primera vez. Juraría que el joven inglés susurró "Esa cosa va a partirme en dos".
Si, es una gran persona, tal vez si lo hubiera conocido antes que a Hamilton... no, no podría hacerle eso, Jackson es demasiado puro.
— Más que seguro. — Tantea la entrepierna ajena, buscando provocarlo. — Si tú estás seguro, claro.
John le regala una sonrisa mientras acaricia sus cortos cabellos, comprobando que hizo un buen trabajo al cortarlo.
Un par de toques en la puerta de la habitación les interrumpen. William, de mala gana, vuelve a su lugar.
— Justo cuando la cosa se ponía interesante.
Murmura de mal humor el de ojos verdes. John sonríe mientras se pone de pie.
— En un minuto continuamos. — Asegura, agradeciendo mentalmente que las acciones de William no le hayan provocado una erección aún, aunque estaba muy cerca de hacerlo — ¿Quién será a esta hora?
Pregunta para sí mismo mientras se dirige hacia la puerta. Al abrirla, frente a él no ve a nadie, lo que le extraña, habrá sido una broma infantil.
— No hay nadie.
Dice a William mientras empieza a cerrar la puerta.
— ¡Oye!
Una voz le reclama su acción.
"Esa voz..."
John baja la vista mientras vuelve a ver frente a él, se topa con un pequeño pelirrojo con una gran sonrisa. Efectivamente, es Alexander Hamilton en persona.
— ¿H-Hamilton?
Pregunta en estado de shock ¿Qué hace Hamilton aquí? ¿Es esto alguna clase de sueño?
— Hola cumpleañero.
Saluda con una sonrisa amorosa que sólo desconcierta aún más a John. Primero le envía una carta diciendo lo encantado que está por otro hombre y ahora está aquí, en su jodido cumpleaños ¿Acaso está jugando con él? ¿Quién se cree que es? Le encantaría enojarse pero... está muy feliz de verlo.
— Ho-hola.
Tartamudea con la misma sonrisa. Alexander lo observa sonriente hasta que se percata que hay alguien más en la habitación. Los ojos casi violeta del caribeño se encuentran con un joven de cabello corto y negro y brillantes ojos verdes.
William lo reconoció al instante, aún antes de que John dijese su nombre. Queda enternecido por la diferencia de altura entre ambos hombres.
Así que ese es el gran Hamilton... el hombre que ama a John Laurens y su mejor forma de demostrarlo es hablando sobre cuán fascinado está por otro hombre...
— Oh. — John se percata de que Alexander está mirando a William, agradece que no haya llegado unos minutos más tarde o se habría presentado una situación de lo más vergonzosa. — Alex, él e-
— ¡John! — Exclama William con ternura, interrumpiendo al rubio. — ¡No me dijiste que tenías un hijo!
El inglés lucha por no reír al ver el rostro del pelirrojo hecho una furia. Molestar un poco a Hamilton cómo castigo por el tema de André no viene mal.
Hamilton enrojece de ira, y algo de vergüenza, él no es tan bajito.
— ¡Yo no soy hijo de Laurens!
Informa a ese descarado muchacho con acento inglés, acercándose con pasos firmes.
— ¡Oh! ¡Mi error! — Se disculpa William. — Debes ser su hermano pequeño ¿Verdad?
Se corrige con tono cínico. Los ojos de Alexander se abren aún más ¿Quién es ese hombre? Y, pensándolo un poco, ¿Por qué está en la habitación de John tan tarde?
— Wi-Wiliam. — John interviene nervioso, temiendo una pelea. — Él es Alexander Hamilton.
— ¡Oh! ¡Hamilton! — William se pone de pie, dejando a Alexander ver que es casi tan alto como John. — John me ha hablado de su amistad ¡Es un gusto!
"Quisiera poder decir lo mismo" Piensa Alexander, ese joven ya le ha irritado.
— El gusto es mío. — Responde el pelirrojo automáticamente por mera cortesía.
"Mierda"
Maldice mentalmente Alexander mientras el joven de acento inglés lo mira sonriente. "William" parece ser su nombre, John no lo había mencionado en ninguna carta, no debe ser nadie importante. Su ego aumenta al saber que ese desconocido lo conoce.
— Bueno, John. — William se dirige al rubio. — Como te decía, yo ya me voy a dormir.
De repente Alexander ya no odia tanto a William, aunque no le haya dicho su apellido.
— ¿T-te vas?
Pregunta John algo nervioso de estar sólo con Alexander.
— Si. Nadar en ese lago contigo me agotó. — Agrega, seguro del efecto que sus palabras tendrán en Hamilton. — Nos vemos, ten un buen cumpleaños.
William abre la puerta y se retira, cerrando tras de sí, dejando a Alexander y a John solos.
— E-ehm. Siéntate Alexander, por favor.
Ofrece John. El caribeño obedece, notando un tablero de ajedrez en la mesa. William y John debían de estar jugando antes de que él llegara, lo que lo calma y le saca ideas raras de la cabeza.
— ¿Qué estás haciendo aquí tan tarde?
Pregunta el rubio algo preocupado, podría haberle pasado cualquier cosa.
— ¡Vine a verte! — Informa Alexander feliz. — Cómo regalo de cumpleaños. Luego de tanto insistir me dieron el permiso.
John sonríe, no debería sorprenderse, él es Alexander Hamilton, podría intentar tirar una montaña a base de patadas y nadie lo detendría.
— ¡Oh! — Hamilton parece recordar algo, saca un sobre de su bolsillo. — ¡Toma! ¡Quiero que veas esto!
Entrega el sobre al rubio, quién lo recibe gustoso y lo abre de igual forma, preguntándose que será. Al abrirlo se encuentra con el dibujo de una mujer con ojos negros, lo que lo confunde.
— Ella es mi prometida. — Informa Alexander con cierto cinismo en su voz. — Es hermosa ¿Verdad?
Las manos de John tiemblan de forma imperceptible sin sacar la vista dibujo. Alexander viene hasta aquí ¿Y le enseña eso? ¿Por qué? ¿Por qué Alexander actúa así?
John de repente siente la necesidad de echarlo de su habitación. ¿Quién demonios cree Hamilton que es?
Alexander, por su parte, siente que acaba de hacer una importante jugada en ese juego de "Quien lastima más al otro"
Pero John no va a quedarse atrás.
— Es linda, si. — Devuelve el dibujo a Alexander con voz y expresión sería. — Pero en mi humilde opinión, mi querida chica es la joven más hermosa.
Alexander traga saliva pero mantiene un rostro serio.
— Hablas de... tu esposa ¿Verdad?
— Pues claro, Hamilton, con la que tengo una hija.
"Auch"
— Pues... — Por unos segundos Alexander vacila, eso último lo había descolocado. — Yo pienso tener muchos hijos, Laurens.
John aprieta la tela de su pantalón.
— Pues parece que pronto serás un hombre felizmente casado como yo ¿Eh, mi querido Hamilton?
— Así parece mi querido Laurens.
Se miran en silencio, con rostros inexpresivos, ni el canto de los grillos del exterior se escucha ahí dentro.
— Pues... — Hamilton se pone de pie. — Ya es tarde, creo que dormiré, dijeron que podía quedarme en cualquier habitación que se encuentre vacía.
John se encoge de hombros, él también se pone de pie.
— Como gustes.
Dice de brazos cruzados. Hamilton le dedica una última mirada fría, aunque no tanto como la de John, y se dirige a la salida, sintiendo la mirada de John sobre él en cada segundo.
Cuando está por tomar el picaporte de la puerta, Hamilton vuelve su vista hacia John, quién continua mirándolo seriamente.
Como si se hubieran puesto de acuerdo en silencio, de repente, Alexander se dirige hacia Laurens, quién lo recibe gustoso y se besan ferozmente. Devoran los labios del otro, cómo habían estado deseando hacerlo desde el segundo en que se vieron. Los brazos del menor rodean el cuello de John, cuyas manos sujetan la cintura del contrario.
Está muy lejos de ser un beso calmado, es un beso frenético y desesperado, casi violento podría decirse. Ambos tienen las cejas levemente fruncidas, producto de la desesperación del acto que están cometiendo. Cada uno tiene sus razones para estar molesto con el otro y así van a desquitarse, haciendo el amor.
Alexander se aleja por un segundo, John lo mira y de inmediato entiende lo que quiere. Las manos del rubio se posicionan bajo los glúteos de Hamilton, quién se impulsa hacia arriba mientras John lo alza. Las piernas de Hamilton terminan enroscadas en la cintura del contrario, se estremece al sentir como el cuerpo de John se cierne sobre él y como sus grandes manos aprietan su trasero.
— ¿Me extrañaste?
Pregunta el pelirrojo con tono burlón al estar cara a cara con Laurens, quien gruñe mientras enarca una ceja.
— Y tu no ¿Verdad? — Pregunta con sarcasmo. — De seguro si te dejaba irte ibas a masturbarte en tu habitación pensando en mí ¿Eh?
Alexander rie, no va a negarlo. Sella los labios de John con un fogoso beso y, luego de unos segundos, siente los labios de John en su clavícula.
— Ah... — Hamilton gime al sentir cómo John besa su cuello con la misma pasión. — N-no me has estado escribiendo.
John abandona su cuello para verlo a los ojos a una distancia exigua.
— Y tú has estado escribiendo más de lo que querría saber.
Hamilton lo calla con otro apasionado beso, tomándolo del rostro, acariciando sus pómulos. John lo deja sobre la mesa, Hamilton tira el tablero de ajedrez al suelo para sentarse en el mueble más cómodamente.
— Espero que juntes eso luego.
Dice con una sonrisa divertida. Alexander lo empuja levemente para tener más espacio y se saca su camisa, mostrando a John que su físico no ha desmejorado.
— ¿Te importa eso ahora Laurens?
Pregunta bajando del mueble. John se muerde el labio inferior mientras niega. Se acercan para retomar los besos mientras se acercan a la cama del rubio. Cuando Alexander está de espaldas sobre esta, procede a desabotonar la camisa del mayor tan rápido como le es posible, aunque el bulto en su entrepierna le impide concentrarse.
— Estás necesitado ¿Eh?
Pregunta John con sarcasmo mientras, rápidamente, se deshace de los pantalones y ropa interior del menor. Una vez hecho esto, cuándo Hamilton ya le ha arrebatado su camisa, da una orden.
— Voltéate.
— ¿Eh?
— Voltéate, Hamilton.
El pelirrojo, quién está completamente desnudo, acata la orden, quedando pecho abajo en esa cama, con las rodillas sobre esa blanda superficie. De repente siente un humedecido dedo en su interior, se aferra a los cobertores, luchando para no gemir muy alto.
— ¿Qué fue esa carta?
— ¿E-eh?
Pregunta Alexander algo confundido, no está en un momento muy lúcido que digamos mientras siente como John acaricia levemente su entrepierna.
— Esa carta sobre John André. — Adentra un segundo dedo en el pelirrojo. — Así que él era "muy lindo para morir" ¿Eh?
— A-agh... Nghn. — Hamilton gime por la sensación en su entrada. — No lo sé... quería...
— ¿Querías molestarme? — Pregunta con voz seria.
Hamilton asiente. — ¿Y ese dibujo de Elizabeth qué?
Es una tortura para Alexander, John le está provocando cuando lo único que él quiere es tenerlo en su interior y con esas leves caricias en su pene... La tortura aumenta con un tercer dedo dentro de él.
— ¡A-ah!
Exclama mientras se aferra al colchón, enterrando sus uñas en este.
— Responde, Alex.
— E-es que... — La voz del pelirrojo tiembla por la excitación. — T-tu ya tienes una bella esposa y... nhg... que-quería que vieras que yo también puedo tener una.
John parpadea perplejo sorprendido para luego reír, Hamilton es imposible...
— Eres tan infantil.
Reprocha sin dejar quietos sus dedos.
— L-lo sé. — Balbucea. — Lo siento pero ¿Podrías... ya sabes?
John retira sus dedos. Alexander ladea su sonrojado rostro para verlo.
— ¿Podría qué? — Pregunta John con una sonrisa burlona. — Pídemelo, Hamilton.
— J-John... hazme tuyo, por favor, tómame.
Súplica, dejando al aludido satisfecho.
John empieza a desabrochar su cinturón, se desviste y una vez se encuentra totalmente desnudo nota que Alexander hace un ademán de incorporarse, él coloca una mano contra su espalda, impidiéndoselo.
— No. — Sentencia Laurens. — Tú te quedas ahí.
John acerca su miembro a la entrada del menor mientras lo sostiene de las caderas
— Pe-pero yo quiero...
Es callado por la anhelada sensación de John penetrándolo. Las paredes interiores del más joven envuelven el miembro del más alto, provocando un enorme placer a ambos. Una embestida, luego otra y otra, cada vez más fuerte, John arremete contra el pelirrojo sin piedad mientras este se mueve de atrás hacia adelante, fascinando al más alto.
John había estado siendo gentil con William pero Alexander no tendrá la misma suerte, aunque el pelirrojo no desea dicha suerte.
Alexander aprieta los dientes mientras sus manos aprietan el colchón. Está posición... no es que no le guste, pero no puede abrazar, ni besar a su adorado rubio así. Una embestida que toca su próstata le hace gemir de forma aguda, no quiere quejarse, hacer el amor con John es hacer el amor con John pero...
— Laurens... — Ladea el rostro para verlo, sin dejar de moverse. — Quiero besarte.
— O-oh ¿De verdad? — Habla con sarcasmo entre jadeos y embestidas. — Debiste ha-haber pensado eso antes.
De inmediato a Alexander le queda claro que John lo está castigando, tal vez él no tuvo un comportamiento ejemplar con John pero necesita besarlo ¡Están haciendo el amor por Dios!
— L-lo siento. — Se disculpa entre gemidos con un hilo de voz. — Pero...
El agarre de John en las caderas de Alexander se vuelve más firme, dejando a este inmóvil. John procede a darle fuertes, constantes y firmes estocadas a un pelirrojo que no puede moverse, penetrando a Hamilton en el lugar, él sólo puede gemir ante las embestidas de John.
"Laurens va a romperme"
Pero en realidad no podría importarle menos. Rueda los ojos a causa del placer mientras un hilo de saliva se desliza por la comisura de sus labios. Nunca había hecho el amor con John de esta forma tan... salvaje pero le gusta, si tan sólo pudiera besarlo sería perfecto.
"Más, más, joder John, te amo tanto"
— A-ah John... eres... la jo-jodida gloria.
Logra articular algunas palabras, con los ojos cerrados, mientras empuja su trasero hacia él, provocando que sus glúteos choquen contra la pelvis del rubio.
— Lo sé, Hamilton.
Sujeta fuertemente las nalgas del aludido, hundiendo sus dedos en sus firmes glúteos.
El miembro del mayor se adapta perfectamente a la entrada del pelirrojo, vibrando en el interior de su amado caribeño. John lleva una mano hacia el falo del menor, y comienza a masturbarlo.
Alexander abre los ojos y distingue la almohada de la cama de John, la toma y la acerca a él. Empieza a apretar y morder dicho objeto para aliviar ese torrente de sensaciones, dando a John una vista única, si pudiera retratar ese momento en una pintura...
— ¿Al "pequeño león" le gusta esto?
Pregunta dando una estocada particularmente fuerte.
— M-me encanta.
Admite el menor para luego seguir mordiendo la pobre almohada, cerrando fuertemente los ojos, hundiendo sus dientes en tan mullido objetivo. Apenas puede sostenerse sobre sus rodillas, siente sus piernas temblar, su orgasmo se aproxima.
— John... y-yo soy tuyo... siempre lo seré.
John no responde, se hunde completamente en el más bajo, causando una sensación que lleva a ambos a las puertas del mismísimo cielo.
Ambos, con los ojos cerrados, y los labios entreabiertos llegan al orgasmo. Se estremecen y tiemblan juntos, en una sincronía casi perfecta. Alexander se corre en la mano de John y este en su interior. Nunca habían tenido un sexo tan duro, solían ser suaves y cuidadosos pero esa nueva forma de hacer el amor les había encantado, deberían enojarse el uno con el otro más seguido.
Entre respiraciones irregulares y jadeos John sale de su amante, se recuesta boca arriba. Alexander, igual de agitado, se acuesta a su lado. Se miran como si estuvieran intentando leer los pensamientos del otro y, finalmente, terminan riendo. Ambos están bastante despeinados pero a ojos del otro, se ven hermosos
— ¿Y qué vas a darme en mi cumpleaños?
— Yo soy tu regalo, John.
— Mmmmm... — John lo mira de arriba a abajo. — ¿Tienes el ticket de devolución?
Hamilton jadea ofendido, pretende golpearlo suavemente pero John le toma la mano y lo atrae contra su pecho, acaricia sus hebras mientras que con el otro brazo lo abraza, acariciando su espalda.
— ¿Laurens?
— Te extrañé. — Confiesa el rubio en un susurro. — No sabes cómo te agradezco esto... quería verte.
Hamilton se hunde en ese abrazo, aspirando el aroma del rubio, cerrando los ojos.
— Yo también, habría venido antes pero...
— Eso ya no importa. — Le sonríe de forma afable. — Lo importante es que estas aquí.
Alexander sonríe ¿Es solo él o Laurens está diferente?
— Ya estoy aquí, John.
John asiente y atrae a Alexander para unirse en un anhelado beso. Se permitirá centrarse únicamente en el joven Hamilton, por ahora al menos. Cuando se aleja para romper el beso, Hamilton lo toma del rostro y vuelve a besarlo dulcemente, lo besa una vez y luego otra, otra y otra...
— ¿Alex?
Logra preguntar el rubio en un momento de libertad que el pelirrojo le concede.
— Ssshh... — Alexander lo calla. — Pienso besarte todas las veces que debí hacerlo mientras hacíamos el amor.
John hace un amago de sonreír mientras corresponde cada beso y toma las caderas del contrario. Por varios minutos simplemente se besan, sin lujuria alguna, son besos dulces, llenos de amor.
Los labios de Alexander bailan sobre los de Laurens, sus labios enlazan los de John en ese beso, como si estuvieran abrazándolos, como si estuviera diciendo "Estamos juntos"
Luego de varios besos, Alexander se aleja con una enorme sonrisa.
— Bien, estoy listo.
John parpadea confuso.
— ¿Listo para qué?
— Para hacer el amor otra vez. — Responde inocentemente, como si fuera una obviedad, mientras se incorpora en la cama. John lo mira bastante sorprendido. — Llevas como cinco meses aquí ¿En serio pensabas hacerlo conmigo sólo una vez?
— Bu-bueno no, pero acabamos d- — De repente el pelirrojo se encuentra sentado a horcajadas sobre él. — A-ah.
John gime al sentir sus intimidades frotarse descaradamente. Alexander sonríe al ver la expresión de su amante.
— Espero que tengas energía, mi J. — Se inclina, acercando su rostro al del rubio. — Te espera una noche muy larga.
≫ Capítulo basado en la canción de la multimedia.
≫ +9500 palabras. Es la porquería más larga que he escrito, espero que haya valido la pena la espera.
≫ El pasado de William es cierto, perdió a ambos padres. Todos en el siglo dieciocho tuvieron pasados de protagonistas de anime ?)
≫ Para los curiosos, esa es la posición favorita de John, la de perrito, si.
≫ Algunos historiadores definen lo de Alex con John cómo un "crush" para mí lo de André fue un crush y lo de John fue más "puro"
≫ En una carta de Alex a Eliza, él menciona que visitará un amigo que se encuentra prisionero y que llevará un retrato de ella. Ese amigo muy probablemente era John, no sabemos si de verdad lo llevó pero si lo hizo de seguro era para decir "Mira mi futura esposa, yo también voy a casarme *le saca la lengua*" ?)
≫ R.I.P Almohada de John. Murió por una causa noble.
≫ No sé la fecha exacta en que Alex visitó a John pero si fue cerca de su cumpleaños.
≫Dejo este aesthetic de Laurens, los anteriores eran de Hércules y Alexander.
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