𝟐𝟐 - 𝐀𝐠𝐫𝐢𝐝𝐮𝐥𝐜𝐞

━━━━━━ •S. XXI• ━━━━━━

Lafayette intenta hacerse el desentendido de la situación, intenta fingir que no sabe más que Laurens pero él sabe perfectamente lo que sucede y porque Alexander está tan molesto, ojalá pudiera decírselo al ojiverde pero...

— ¡Au!

Escucha un quejido de dolor desde la cocina, se apresura en ir.

— ¿Qué pasa?

— Nada. — Dice John mientras saca su dedo índice izquierdo de su boca. — Sólo me corté mientras cocinaba.

Se acerca al lavamanos y enjuaga el pequeño corte que se hizo. Lafayette, por su parte, se dirige hacia el botiquín que tienen en el baño y saca una bandita para llevársela a su compañero de piso.

— Ten. — Dice mientras saca la bandita del papel. — ¿Quieres que te la ponga yo?

— No lo hagas gay, Laff.

Dice mientras le arrebata la bandita y él mismo se la coloca.

— John, estás saliendo con un hombre. — Recuerda el francés, nota la expresión en el rostro de John. — ¿Estabas pensando en Alex?

John no suele tener problemas a la hora de cocinar, de seguro se cortó por tener la cabeza en otro lado.

— Si... — Suspira John desanimado. — Ni siquiera me deja en visto los mensajes.

Lafayette hace una mueca. Pensando las cosas desde un punto de vista neutral ni Alexander ni John fueron santos en su relación.

— Oye... Alexander de verdad te quiere.

El francés fue testigo de primera en esa relación y se atrevería a decir que nadie amó, ni ama, más a John Laurens que Alexander Hamilton.

— Lo sé.

— Se que no es perfecto ni tu tampoco pero... — John lo mira algo confundido ¿Por qué de repente habla de eso? — De verdad creo que ustedes son perfectos juntos y...

El francés calla por unos segundos. El pensamiento de que John reaccione de mala manera al recordar no ha abandonado su mente. Teme que John se culpe por las cosas que su "yo" del pasado.

— ¿Lafayette?

— John, hazme un favor.

El tono serio del francés desconcierta al pecoso.

— Dime.

— No repitas los errores que cometiste.

John abre los ojos bastante sorprendido y confundido.

— ¿Qué?

— Escúchame. — Vuelve a pedir Lafayette. — Eres buena persona y lo que más valoro de ti es el cómo siempre tratas de no lastimar a los que quieres. Prométeme que no cambiaras eso de ti.

John sigue algo aturdido, más aún al ver la seria expresión de Lafayette.

— Está bien. — Pero aún así asiente, él no piensa dejar de ser como es. Nota a Lafayette aliviado por esa respuesta. — Pero ¿Por qué me dices eso?

Lafayette da una sonrisa mientras frota su nuca.

— Ya lo entenderás.

Antes de que John pueda preguntar algo más el francés se va, dejándolo sólo en la cocina, pensativo.

"La última vez que Alexander actuó así con John era porque yo comenzaba a gustarle, tal vez ahora está pensando en proponerme matrimonio"

Piensa a modo de broma. Saca el celular de su bolsillo, entre ayer y hoy le mandó siete mensajes a Alexander, de los cuales él sólo había visto dos, decide mandar uno más, una nota de audio.

— Hey, Alex, a este punto ya es obvio que estás molesto conmigo. No voy a disculparme sin saber antes que hice pero si me gustaría saber que fue lo que te puso tan mal, estoy aquí para hablar cuando quieras. Espero que aunque estés molesto recuerdes que te quiero mucho, cielo. Adiós.

Retira su dedo de la pantalla, listo, no mandará más mensajes Alexander, ocho de hecho le parecen demasiados. Lo único que puede hacer es seguir con su vida esperando que a Alexander se le pase el enojo y quiera hablar.

Sigue cocinando su plato favorito, rollos de salmón ahumado, de seguro eso le saca los problemas de su mente.

[...]

El celular de Alexander suena, enciende la pantalla y suspira al ver quién es.

— ¿Es John?

Pregunta William desde la cocina. Para disgusto de Alexander se había tomado un descanso de su relato para preparar la comida.

— ¿Por qué supones que es él?

Pregunta Alexander algo irritado.

— Eso es que es él.

Dice William mientras termina de freír algunas papas.

— Isi is qii is il.

William sonríe. Alexander no ha cambiado nada, o al menos la parte de él que conoció gracias a lo Laurens hablaba de él. "Infantil y se irrita si no tiene la atención de las personas que quiere"

— Tú vas a comer ¿Verdad?

Pregunta el rubio pero aunque Alexander diga que no, él lo obligará. Desde ayer que el caribeño no ha comido nada.

— No tengo hambr- — En perfecta sincronización con los eventos el estómago de Alexander ruge, delatándolo. — Pen-pensándolo mejor, si.

Accede tragándose su orgullo, aunque hacer eso no le quitará el hambre, su orgullo no es comestible. Aunque si lo fuera de seguro podría alimentar un ejército entero.

William acerca un plato con dos hamburguesas con patatas fritas al menor, quien lo acepta sin verse muy feliz.

Comen en silencio, cosa que William entiende perfectamente, no quiere volver a cagarla. Nota cómo Alexander mira constantemente al celular pero se resiste a decir nada.

— Si quieres decir algo sólo dilo.

Demanda Alexander al notar que William parece querer hablar. William se sobresalta un poco

— Bueno... ¿Por qué no le contestas a John? Sabes que él no tiene la culpa ¿Verdad?

— Si, si, lo sé. — Su tono de voz suena como si él mismo se lo hubiera estado repitiendo hasta el cansancio. — Pero... no puedo evitar sentirme algo traicionado. Si me amaba... ¿Por qué estuvo con otro hombre?

Pregunta algo entristecido.

— Tú te casaste con Elisabeth. ¿Eso hizo que dejaras de amar a John?

— No. Ni por un segundo.

El amor que Alexander sintió por Eliza y el amor que sintió por John eran diferentes pero nunca en la vida se le ocurrió comprarlos, no podía hacerlo. El amor no es cuantificable.

— Pero esto es diferente. — Continúa Alexander. — Yo tenía mis motivos para casarme con Betsey y luego termine queriéndola de verdad.

— ¿Y no se te ocurrió que John también tenía sus motivos?

Esa frase cae en la mente del caribeño cual moneda cae sobre el agua inmóvil, irrumpieron su flujo de pensamientos actual y movilizando uno nuevo.

Hasta este momento sólo había pesando que John sólo se aburrió no tener sexo o se dejó encantar por la primera cara bonita que vio pero William acaba de tirar otra posibilidad a su mente.

¿Motivos? ¿Qué motivos podría tener John para tener otro amante? ¿Alexander no le era suficiente?

No fuimos motivos suficientes como para que él quisiera seguir viviendo.

"Ya decía que estabas muy callado"

¿Es raro decir que se está acostumbrando a esa voz? ¿Cuánto se supone que durará aquello?

Hasta que órdenes con tu vida pasada.

Mierda, ahora lee su mente.

"¿Por qué algo me dice que tu ya te esperabas esto?"

Desde el momento en que dijo su nombre ese tipo me daba mala espina.

Para el pelinegro, William nunca fue nada alarmante, no hasta que John entró en escena, parecía una persona amistosa. El rubio afirma que no tiene interés alguno en el pecoso entonces ¿Por qué quería hablar con él?

— ¿Estas intentando asesinarme con la mirada?

Pregunta William al ver que Alexander se le había quedado mirando.

— Si quisiera asesinarte, mi mirada sería lo último que usaría.

Continúan comiendo, siendo Alexander quien más prisa lleva pues quiere oír el resto de la historia. No es que le emocione precisamente oír como John se follaba a otro hombre pero ya había entrado en esto, como él mismo dijo no hay marcha atrás.

William fue quien lavó los platos, aunque si le hubiera pedido a Alexander que lo hiciera, el caribeño muy amablemente lo habría mandado a la mierda.

— Bien. — William se sienta en la mesa nuevamente. — ¿Listo para oír el resto?

— ¿Qué si estoy listo para oír él como una de las personas que más amé en mi vida se follaba a otro hombre mientras yo estaba muerto de preocupación por él mientras mi único consuelo eran sus cartas lo cual no era mucho porque él apenas escribía? — Pregunta Alexander. — ¡Claro que lo estoy!

Se responde a sí mismo con el mismo sarcasmo con el que hizo la pregunta. William asiente y continúa relatando.

━━━━━━ •S. XVIII• ━━━━━━

Filadelfia está lejos.

Laurens está lejos.

Alexander extraña a John. Debería estar ocupándose de otras cosas... cómo de su próxima boda con Elisabeth.

Si, había entregado su libertad a Elisabeth Schuyler. Ella parece una buena mujer, algo en Alexander le dice ella es la indicada para ser su esposa.

Sin embargo los nervios no dejan de consumirlo, nervios relacionados a John. No sólo porque en la última carta que le había escrito al rubio, él le anunciaba su matrimonio -y la verdad ansiaba ver su respuesta- sino porque, por cómo iba la situación, no parecía que John sería liberado pronto. Había hablado con cientos de personas, con la esperanza de que alguno haga algo pero todo parece en vano.

Alexander se la pasa todo el día tras él general, tratando de convencerlo de que deben hacer más de lo que están haciendo para liberar a John y es que, a ojos del pelirrojo, no están haciendo prácticamente nada. De hecho ahora mismo se encuentra en la oficina de Washington, tratando de convencerlo.

— Sigo diciendo que si fuéramos a Filadelfia nosotros mismos...

— Hamilton. — El general lo detiene, cansado de tener a Alexander todo el día tras él. — Estás preocupado, lo sé pero no podemos darle a Laurens un trato especial únicamente porque es alguien querido para nosotros.

Hamilton se alarma ante esas palabras. Lafayette lo mira, esperando que algún día aprenda a ser más disimulado con sus sentimientos.

— ¡No sería darle un trato especial! — Asegura. — El es ayudante de campo, lo necesitamos, es necesario aquí.

— Pues espero que te acostumbres a la idea de que él esté prisionero. — Dice Lee, quien está sentado recargando los pies en el escritorio de Washington como si fuera su casa. — Ha habido casos de ayudantes de campo que han pasado hasta tres años como prisioneros de guerra.

Lafayette frunce el ceño frente a la actitud de Lee, parece hasta feliz con todo esto.

— ¿T-tres años?

Pregunta Alexander con algo de miedo ¿¡Laurens estará prisionero durante tres años?!

— No le hagas caso, Alex. — Dice con vos tranquila para luego darle una mirada severa a Lee. — Lee se quedó con ganas de otro disparo.

Lee chasquea la lengua, evitando la mirada del francés. Baja los pies de la mesa y se retira de la oficina.

— ¿Y qué se supone que hagamos? — Vuelve a hablar Alexander. — ¿Nos sentamos y esperamos que los británicos decidan liberarlo?

— Hij-

— ¡No me llame así!

Washington da un suspiro y se pone de pie, acercándose a Alexander.

— Hamilton, por favor entiende la posición en la que estamos, esto es una guerra. Si pudiera centrar toda mi atención en liberar a Laurens, lo haría pero tengo otras cosas de las que ocuparme.

El general mira a Alexander en busca de algo de compresión pero Hamilton solamente aprieta su mandíbula y se va sin mediar palabra.

Washington y Lafayette suspiran, conocen a Alexander, de seguro se encerrará en su habitación a escribir.

— No se martirice mi General. — Pide Lafayette. — Usted conoce a Alexander.

Washington asiente, sí, sí que lo conoce. De seguro ahora se encerraría y gritaría cuanto odia al mundo.

Alexander cierra la puerta de su habitación de un portazo. Se tira hacia su cama y ahoga un grito en su almohada. ¿Por qué sólo a él parece estar haciendo algo para que liberen a John? No vio en ningún momento al general hablando con nadie para hacerlo.

El Congreso tampoco está ayudando, había oído que quieren hacer a Laurens ministro de Francia pero bien que no mueven un dedo por él ni por nadie del ejército.

Empieza a odiar el ejército, es por eso que John está en esa situación.

Está frustrado, necesita un abrazo, algún susurro de que todo estaría bien, necesita... a John. Le gustaría verlo, hablar con él, saber qué piensa de su matrimonio.

Se incorpora sentándose en su cama. ¿John escribirá a su esposa? ¿Dedicaría a Martha las palabras que él le dedica a Elisabeth? Necesita ver a John pero eso no es posible por lo que hace lo único que pueda hacer, toma una pluma y escribe.

«... Odio el Congreso; odio al ejército; odio el mundo; me odio a mí mismo. El mundo es una masa de tontos y bribones; Casi podría exceptuarte a ti y a Meade...»

[...]

Silbando, William espera que el General británico salga de su oficina, siendo para nada discreto al esperar junto a la misma puerta. Cuando está se abre el militar británico se extraña de ver a uno de los prisioneros ahí.

— ¿Qué haces aquí?

Pregunta algo hostil. William mantiene una sonrisa calmada y una actitud fresca.

— Sólo descanso. — Se encoge de hombros. — No estoy incumpliendo ninguna norma, hasta donde sé no he dejado Filadelfia.

El oficial le dedica una mirada, ese chico trama algo. William sólo sonríe con falsa inocencia.

— No te pases de listo.

Dice el general. William dirige su mirada hacia su objetivo, la llave con la que el británico está cerrando su oficina, observa cómo la guarda en el bolsillo de su saco militar y se va.

William le sigue con la mirada, tiene que quitarle la llave, optó por hacerlo sin usar la fuerza.

Si tuviera la ayuda de Laurens sería más fácil pero deberá optar por hacerlo sólo.

Si pudiera hacer que se deshaga de su abrigo...

Al ver otros soldados con él mismo abrigo se le ocurre una idea. No camina mucho hasta encontrar un tendedero con ropa colgada, para su fortuna encuentra un abrigo de uniforme de general británico. Lo toma, vigilando no ser visto y lo esconde en una bolsa para no llamar la atención. Ba en busca del mismo general al que encuentra atendiendo su caballo

Medita un poco sobre cómo podría hacer que se sacará su abrigo, por un minuto se ve tentado a arrojarlo a un lago pero desecha la idea. Mira lo que tiene a su alrededor y se topa con una jarra de cerveza, sonríe, eso le servirá, vierte un poco del líquido en el abrigo que lleva en la bolsa y se dirige hacia el General.

Finge tropezar, empapando de cerveza al británico, quien no duda en maldecirle.

— ¿Qué no tienes ojos estúpido?

— L-lo siento. — Finge estar apenado, lucha por no sonreír al verlo sacándose el abrigo. — No vi por donde iba.

— ¡Sostenme esto!

Demanda mientras entrega su saco empapado al joven Jackson. William aprovecha que se encuentra distraído y desliza el abrigo a su bolsa, sacando el que había robado.

— D-de verdad lo siento.

El general no responde, toma el abrigo y sé marcha sin tener ni idea del intercambio.

William sonríe orgulloso, una vez seguro de que se encuentra sólo revisa los bolsillos de su abrigo, reclamando su premio, la llave de esa oficina. Deja la bolsa junto con el abrigo tirado y se apresura dirige rápidamente a dicho lugar.

Mira hacia todas direcciones, viendo que no hay testigos y una vez verificado eso, encaja la llave en la cerradura, la gira y entra.

Muy bien, lo difícil está hecho, el resto no debería ser mucho más difícil.

"¿Dónde podrá estar?"

Revisa el escritorio pero no hay nada más que algunos papeles que no le sirven de nada. Revisa un cajón, sonríe al ver que la suerte está de su lado.

— ¡Aquí está!

Exclama triunfante mientras toma el cuaderno de Laurens. Ya no tiene más que hacer ahí, toma el cuaderno y se marcha, cerrando el lugar con llave, luego la devolverá... tal vez.

Con una sensación de triunfo llenando su pecho se dirige a la habitación de John. No piensa decir todas las molestias que se tomó, de seguro al rubio no le gustaría oírlas, se intentará que encontró la oficina abierta y logró ver su cuaderno.

— ¿John? — Llama al rubio mientras toca la puerta de su habitación. — ¡Abre! Tengo algo que te alegrará

No es capaz de ocultar la emoción en su voz, de repente se percata que la puerta está abierta, instintivamente decide entrar.

— Wi-Wiliam. — Es recibido por un sonriente rubio. — ¿Qué haces aquí?

— Vine a... — Se interrumpe al notar el estado de su amigo. — ¿Estás ebrio?

Deja el cuaderno sobre la mesita de noche de la habitación y se acerca a su amigo. John tiene un tono carmesí por todo su rostro, y se encuentra tambaleando ligeramente.

— Pues claro — Toma una botella que había dejado en el suelo. — ¡Acompáñame!

William se ve tentado a aceptar la oferta, una buena cerveza nunca viene mal a nadie, pero algo en él le dice que será mejor mantenerse sobrio.

— Pa-paso.

— ¡Bah! ¡Aguafiestas!

Exclama John antes de seguir bebiendo. William lo estudia, Laurens parece tener rastros de lágrimas en su rostro ¿Está bebiendo por pena?

— Oye ¿Estás...?

Se detiene. Preguntar a John por sus problemas en estado de ebriedad sería aprovecharse de él en cierta forma, siendo el rubio alguien tan cerrado. Terminaría enterrándose de algo de lo que John preferiría no hablar.

— William. — John se acerca al menor, posando una mano en su hombro. — Déjame darte un consejo, a ti que tienes toda una vida por delante.

"Sólo soy cinco años menor que tu"

— Dime...

Pide no muy seguro.

— Nunca te enamores.

"Oh, mierda, mal de amores"

Piensa William para sí, debe ser esa misteriosa joven pelirroja. El pelinegro pasa completamente de ese tema, no tiene esposa y no busca una. Su subconsciente le dice que lo mejor sería irse o podría terminar enterándose de algo de lo que no debería.

— John, no creo ser el indicado para hablar de esto. — Aparta la mano de John de su hombro. — Y menos en tu estado.

No piensa dar elección al rubio, sabe que lo mejor será irse. John se lo agradecerá luego.

Mientras se dirige a la salida pisa algo, una carta, la toma sin prestarle mucha atención y la deja junto al cuaderno de dibujos de Laurens.

— Se qué es lo mejor para ambos. — Dice John a espaldas de William. — Pero... joder como duele. — Hipa un poco. — Espero que al menos él sea feliz.

William se detiene en seco. ¿John dijo "él"?

"Vete. ¡Vete! ¡VETE AHORA!"

Grita su mente pero algo en él le ínsita a quedarse. Quiere saber si, tal vez, escuchó mal; si John se equivocó y, más que nada, quiere saber porque, a una parte de él, le alegró oír eso.

— John. — Se acerca al rubio, quien está sentado en el suelo. — ¿Dijiste "él"?

John había tenido un desliz similar cuando le contó sobre "esa" joven por primera vez. Dijo que fue "separado" de su madre. William no le dio mucha importancia, un desliz lo tiene cualquiera.

John rie amargamente, deja la botella en el suelo.

— Yo nunca pedí esto ¿Sabes? — Confiesa con voz quebrada. — Yo no pedí nacer así... creí que podía tener una vida normal, ignorando mi enfermedad... pero...

"Enfermedad"

Es enfermedad amar a alguien de tu mismo sexo, así lo ve todo el mundo. Por eso William decidió callar, decidió ignorar que los hombres se le hacen igual de atractivos que las mujeres y había logrado ignorar esos impulsos y sentimientos de manera exitosa... hasta que cierto rubio se cruzó en su vida.

Le fue imposible ignorar esas corrientes eléctricas que John provoca con su tacto o permanecer indiferente frente a la envidiable forma del rubio.

— Deberías alejarte de mí. — Dice John. — Dicen que es contagioso.

¿Contagioso? ¿Será eso? ¿Laurens le habrá contagiado? ¿Cómo se contagia eso exactamente? Pero, viendo que John se martiriza tanto por eso... lo más probable es que no haya querido contagiarle, no sería justo culparle.

— John... no te culpes por favor. — Frota la espalda del menor tratando de reconfortarlo. — Esto no es culpa de nadie.

El rubio rie con amargura de nuevo. William se estremece al ver esos orbes celestes posarse sobre él, tan intensos y calculadores, cómo si pudiera averiguar todo sobre él con sólo una mirada.

— Gracias por tanto, William.

El aludido se sonroja al comprobar que John se está acercando a él, el olor a alcohol ingresa sin piedad por sus poros pero no le da importancia a eso, se centra en los labios de John. ¿Acaso él va...?

— No s-se sí recordaré algo de esto cu-cuando se me pase el efecto del alcohol pero gr-gracias de verdad.

Repite el rubio que para sorpresa, y decepción, del ojiverde sólo esconde los ojos en su hombro.

William no sabe si esto está bien, dejar que John hable así... pero de igual forma se toma la libertad de abrazarlo, le parte el alma escuchar cómo empieza a sollozar.

¿Cómo mierda John había soportado el trato de la vida hasta ahora?

— John... eres fuerte, eres la persona más fuerte con la que me he topado.

Y es que John se considera débil pero a ojos de William, él es increíblemente fuerte.

William pasó toda la tarde haciéndole compañía al rubio, quien le aseguraba que le estaría increíblemente agradecido por estar con él.

Cuando John se decidió a acostarse, William decide irse, sin embargo la curiosidad le ganó cuando pasó cerca de aquella carta al irse.

Leyó esa carta de un emisor desconocido, parecía una carta normal entre amigos. Sin embargo los últimos dos párrafos le llamaron la atención.

...¿No has oído que estoy a punto de convertirme en un Benedicto? Confieso mis pecados, soy culpable. El próximo otoño completaré mi perdición. Renuncié a mi libertad en manos de la señorita Schuyler. Ella es una mujer de buen corazón de la que estoy seguro nunca jugará el termagant; aunque no es un genio, tiene el buen sentido como para ser agradable, y aunque no es una belleza, tiene hermosos ojos negros, es bastante atractiva y tiene todos los demás requisitos exteriores para hacer feliz a un amante. Y créeme, soy un amante sincero, aunque no hablo de las perfecciones de mi Ama en el entusiasmo de la caballerosidad.

¿Es verdad que estás confinado en Pensilvania? ¿No puedes hacernos una visita? Si puedes, apresúrate a darnos un placer que disfrutaremos con la sensibilidad de la amistad más sincera.

Adiós, Dios te bendiga.

A.Hamilton.

[...]

Despierta con un horrible dolor de cabeza, recuerda poco y nada del día anterior después de aquella carta...

Lo poco que recuerda es el amable rostro de William. Joder, pobre chico, tiene que soportar sus llantos.

— Despertaste.

Escucha una voz a su lado, sentado en una silla junto a su cama se encuentra William, con su característica sonrisa.

— Si. — Suelta un quejido. —Aunque desearía no haberlo hecho.

William le extiende un vaso de agua a John, el cual él acepta con gusto y se lo bebé de golpe, sabe que beber agua le ayudará a que se le pase la resaca más rápido.

— Gracias.

Agradece mientras deja el vaso en la mesa a su lado.

William se muerde el anterior de su mejilla, un tic que tiene cuando está a punto de hacer algo de lo que no está del todo seguro o que le pone nervioso.

— John, me gustaría hablar contigo de... algo.

A John le da un pequeño ataque de pánico interno, se conoce y sabe que cuando está ebrio suele irse de la lengua, irónico siendo él de pocas palabras.

— Laurens... ayer me dijiste la verdadera identidad de tu amante.

El corazón del rubio se detiene un milisegundo para luego bombear sangre a toda prisa.

— ¿L-la verdadera identidad?

William suspira, se sienta en la cama junto con John con la carta de ese tal Hamilton en mano.

— John, sé lo de tu...

¿Cómo llamarlo? No se siente cómodo llamándolo enfermedad pero no encuentra ningún otro nombre. Sin embargo no es necesario que termine su oración para que pueda entenderlo.

— Mi enfermedad.

Dice con una sonrisa de desgano, puto alcohol, si no deja embarazada a su amiga termina confesando un crimen.

William no dice nada tampoco pero está claro para ambos que hablan de lo mismo. En otra situación John estaría muerto del miedo pero aún tiene una esperanza, no se despertó con una paliza por parte de oficiales, sino que aún está en su habitación, lo que le dice una cosa.

— ¿No vas a delatarme?

El pelinegro niega. John libera el aire que había estado conteniendo por los nervios. Lo último que quiere es morir ahorcado en un parque local, frente a miles de desconocidos luego de ser torturado por un buen rato, su honor se iría a la mierda en dicho caso.

— Gracias por no hacerlo pero... entiendo si ya no quieres hablarme, el hecho de que no me hayas entregado ya es demasiado.

William frunce el ceño ¿Tanto despreció se tiene John? Le encantaría sugerirle que busque algún tipo de ayuda psicológica pero, conociendo a John, es mejor no hacerlo.

— John, no voy a dejar de hablarte. — Asegurar el de ojos verdes — En realidad...

El pelinegro se mantiene en silencio luego de eso, lo que extraña al ojiazul ¿Querrá William dinero a cambio de su silencio?

— ¿Qué?

— Yo...

Por primera vez William se siente verdaderamente nervioso frente a Laurens ¿Cómo se supone que trate el tema?

Decide mandar a la mierda las palabras. Acerca su rostro al del rubio y une sus labios en un beso, la primera vez que besa a un hombre y es... diferente. No es ni "bueno" ni "malo" sólo diferente. Siente un ligero toque agridulce en los labios del rubio.

John está bastante confundido al sentir ese beso por parte de William, un beso inocente que sin saber muy bien porque él corresponde.

Con algo de miedo por la respuesta del rubio, William se separa.

— ¿P-por qué hiciste eso?

Pregunta el rubio bastante sorprendido. William suspira y se peina el cabello para atrás.

— No... no lo sé... Tú... eres diferente a todos los hombres que conocí, ninguno me ha provocado todo lo que tú, yo... querría...

De los nervios William no termina de hablar.

A John le consume la culpa, acaba de contagiar al ojiverde. Es lo único que hace, termina arrastrando a todos consigo. William sólo quería consolarlo y él lo había infectado.

Está a punto de decirle que no, que se vaya pero se percata de algo... en ese beso había olvidado completamente a Alexander. Ese beso inocente que carecía completamente del amor que había en los del pelirrojo.

Sin mediar palabra John toma el rostro del pelinegro y lo atrae para volver a besarlo. En ese beso sólo se enfoca en el hombre frente a él, ese joven amistoso y atento. Esos labios inocentes y curiosos a la vez que siguen los suyos. Siente las manos del pelinegro tantear su rostro para luego acariciarlo.

Y se olvida de todo, de su madre, de su hermano, de los hombres que murieron por su culpa, de Alexander, de su enfermedad.

Rompen el beso, ninguno dice nada pero con la mirada William hace una pregunta y John, con sus orbes celestes, asiente.

Está mal, Laurens lo sabe, contagió a William y ahora está...

Es patético, huye de las personas pero se refugia en ellas al sentirse destrozado. Lo hizo con Martha y ahora lo hace con William pero si el ojiverde puede hacer que se olvide de Alexander, aunque sean sólo unos minutos, lo valdrá.

— Espérame aquí. — Dice William mientras se pone de pie. — Iré a buscar algo.

El pelinegro sale del cuarto. John se sorprende al ver su cuaderno de dibujos ¿Habían venido algunos oficiales a devolverlo? El varias veces intentó entrar en la oficina a recuperarlo pero nunca lo logró y ¡Vamos! Hasta él tiene sus límites, no iba a derribar la puerta... aún.

Se pone de pie y se cambia la ropa a algo que no apeste a alcohol. Luego procese a cepillarse el cabello, no lo admitirá nunca pero le gusta cuidarlo, es una de las cosas que más le gustan de él.

Se sorprende al ver ingresar al pelinegro con una bandeja con comida.

— ¿No es muy temprano para almorzar?

William intenta contener una risilla.

— John, son la una de la tarde.

John se alarma ¿De verdad durmió tanto? Joder, el ocio le está pasando factura.

— Ten. — El pelinegro coloca la bandeja de rollos de algún pescado en específico en una mesa de la habitación. — Los hice yo. Espero te gusten.

John toma uno de los rollos y lo lleva a su boca, queda maravillado por el sabor, ni suele gustarle el pescado pero esos están muy buenos.

— ¡Están deliciosos! ¿Qué son?

— Rollos de salmón ahumado.

Contesta William. Está feliz con lo que sea que inició con John, siente que descubrirá más de sí mismo sin embrago una duda no abandona su mente.

— Oye... — Habla William con algo de miedo. — ¿Y qué pasará con...?

No es que le moleste, William sabe que es más que común tener varios amantes pero él saber que ese misterioso amante es un hombre en realidad ha cambiado su perspectiva del tema.

— Ya te lo dije. — Le interrumpe John. — Y ahora sabes mejor que nunca el porqué. Lo nuestro es demasiado peligroso porque fue más allá de un simple juego o un "buen rato"

— Y... ¿Sobre su boda?

John sonríe amargamente ante esa palabra. Una mujer fue lo que acabó su relación con Francis, por lo que esto será ideal. Lo más cercano a una cura, al menos para su querido amigo.

Pero él conocía al pelirrojo y, justamente por eso, sabía lo que tenía que hacer.

— Cuanto antes se case él, mejor.

No piensa dar brazo a torcer, por muchas razones, entre ellas su orgullo. No piensa mostrarse afligido ante dicho evento, él apoyara la idea, porque es su última esperanza.

El confiable escudo de la falsa indiferencia.

━━━━━━ •S. XXI• ━━━━━━

— ¿De verdad la estaba pasando tan mal?

Pregunta Alexander algo incrédulo, le sorprendió tanto eso que poca atención le dio al tema del inicio de la relación de esos dos.

— Créeme que sí.

Asegura William. Para Alexander es demasiado shockeante pues John siempre apoyó la idea de su matrimonio, incluso lo apresuraba y oír eso...

— Pero él nunca...

— Obviamente no iba a demostrártelo tonto. — Interrumpe el rubio. — Él te conocía, sabía que tenía que mostrarse fuerte, además el era demasiado orgulloso.

"Una cosa es lo que soy y otra tan sólo lo que muestro"

— ...

Alexander se mantiene en silencio, tiene sentido, tiene todo el sentido pero... siente como si todo este tiempo hubiera estado intentado abrir una puerta a base de patadas y bruscos empujones para y alguien acabará de llegar a decirle que esa puerta se abre tirando de ella.

— Bueno, ya sabes los motivos que llevaron a John a hacer lo que hizo. — Dice William mientras se pone de pie. — ¿Qué opinas?

— Yo... no es cómo me lo había imaginado pero el saber eso aún...

Alexander calla. William entiende perfectamente esa reacción, de hecho esperaba que se lo tomara mucho peor.

— No intento justificarlo, sólo pido que intentes comprenderlo.

Comprenderlo...

Esa palabra hace eco en la mente hasta que se percata de que William se está marchando.

— ¿A dónde vas?

— Ya te conté cómo fue que lo nuestro empezó. — Explica el rubio. — Eso querías saber ¿No?

Alexander abre los ojos bastante sorprendido, se pone de pie.

— ¿¡Piensas dejarme así?! — Pregunta indignado. — ¿Sólo vas a contarme eso? ¿Nada más?

El más alto parpadea sorprendido.

— ¿Quieres oír el resto?

— ¡Pues claro! Estuvieron juntos por varios meses, no me creo que le hayas tomado tanto cariño sólo con eso.

¿Se supone que ese es su supuesto "rival? ¿Un simple "amigo con derecho" de John? ¡Se niega a creerlo!

Una sonrisa aparece en el rostro de William. Tal vez Alexander no ha cambiado tanto...

— Está bien, sólo dame unos minutos, necesito ir al baño.

Alexander le concede el periodo y se sienta nuevamente en el sofá. No está precisamente feliz con eso de que John tuvo otro amante pero lo entiende.

Saca su celular, revisa los mensajes de John, aparte de los dos que ya ha leído tiene seis más.

John <3 : ¿Alex?

John <3: ¿Pasa algo, lindo?

John <3: Creo que no estás de humor.

John <3: Yo ya me voy a dormir, duerme bien cariño. Espero que mañana podamos hablar.

Y el más reciente es un mensaje de voz.

Hey, Alex, a este punto ya es obvio que estás molesto conmigo. No voy a disculparme sin saber antes que hice pero si me gustaría saber que fue lo que te puso tan mal, estoy aquí para hablar cuando quieras. Espero que aunque estés molesto recuerdes que te quiero mucho, cielo. Adiós.

Alexander suspira. A veces olvida que el amor no es tan simple, que el amarse no basta. Que a veces la vida es mucho más complicada que eso y las circunstancias son mucho más fuertes que los sentimientos pero eso no significa que dejes de amar a alguien.

Graba una nota de voz.

...

Cuando John ya tuvo suficiente de ver la discusión, en su chat grupal, de Martha y Lafayette sobre si el musical o la película de "Heathers" es mejor decidió dejar el celular a un lado y dormir pero un mensaje de cierta persona atrae su atención.

Es Alexander, le acaba de mandar un audio de voz. Se tensa y su corazón empieza a elegir fuertemente ¿Y si todo el mensaje es el caribeño mandándolo a la mierda?

"Sólo hay un modo de saberlo"

Reproduce el mensaje, la voz de Alexander suena tranquila.

Hey, John... si, como habrás notado no estoy de buen humor precisamente. No quiero hablar de eso por ahora y discúlpame si no te hablo por un rato pero te aseguro que sigues siendo el chico más lindo de todo Nueva York para mí. Aunque este molesto pienso en enredar mis manos en tu cabello, en contra cada peca tuya. Que este molesto no quiere decir que ya no te quiera, tonto y si lo dudas, sólo escucha "Love" pensando en mí. Ya se me pasará. Cuídate. Te quiero mucho, no lo dudes.

Y termina el audio. John sonríe tontamente con el celular en su pecho.

Alexander le dijo a John que escuchará "Love" pero lo que él hizo fue escuchar esa nota de voz varias veces esa noche.

...

≫ Esto es como una anécdota un poco aparte pero lo quiero decir igual. Estaba leyendo un fic (No era de Hamilton, ni siquiera era de un musical, era de otro fandom) La situación era que el prota y la prota habían roto y el prota estaba teniendo sexo con otra mujer  y recuerdo que leí un comentario de una chica que parecía súper indignada que decía...

"No puedo creer que ames a una persona y tengas sexo con otra"

A ver, tesoro, encanto, vida mía... entiendo que Disney nos haya vendido una idea súper idealizada del amor pero... la vida no funciona así. Muchas veces no es tan fácil y las personas no pueden ser 100% entregadas a alguien (De hecho en el fic del que hablo los protas habían roto así que no era infidelidad siquiera) No me malinterpreten, no defiendo la infidelidad pero creo que tenemos que dejar esa idea de "SI NO VIVIS Y RESPIRAS PARA ALGUIEN NO LO AMAS" Las circunstancias de la vida no son siempre lo que queremos y nos orillan a situaciones que no son nuestro ideal. Lo que me llamó la atención fue lo indignada que parecía la chica, parecía que estaba tipo "Aish ¿Cómo vas a tener sexo con alguien que no es la persona que no amas aunque ya no estén en ninguna relación? ¿Cómo te atreves a tener una vida sexual activa ahora que no tenés ningún compromiso? ¡SATANICO!

(Igual, pensándolo, ese fandom se característica por ser muy hostil con los shipps)

≫ Como habrán notado, William influyó bastante en la personalidad actual de John.

≫ Si tardo en actualizar es que tengo un examen muy importante en un par de semanas y no quiero reprobar. Por eso les dejé con un buen sabor de boca en este cap <3

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