𝟏𝟗 - 𝐂𝐨𝐧𝐨𝐜𝐢𝐝𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐩𝐚𝐬𝐚𝐝𝐨

━━━━━━ •S. XXI• ━━━━━━

— ¿Sigues molesto?

Pregunta Alexander a John, quien está ayudándole a terminar de empacar en su habitación de hotel.

— ...

Silencio.

— ¿Si estás tan molesto porque viniste a ayudarme?

— ...

— Lo siento. — Se acerca y abraza a John por detrás. — Entré en pánico.

— ...

El ojiverde está molesto con el menor ya que este le dejó a su suerte con Lafayette ayer.

— John, por favor...

Se pone de puntillas y comienza a hacer leves cosquillas en el cuello de John con su nariz y mejilla. Nota cómo Laurens trata de contener una risa.

— Jack... sabes qué me quieres. — Besa inocentemente su cuello. Luego procede a cantar un verso de la canción que le dedicó hace poco — Let me love you and will be alright

Finalmente John rie, rotando su cuerpo para quedar frente a Alexander.

— Si, te quiero aunque seas un traidor.

Alexander frunce el ceño ante esa descarada acusación.

— ¡No soy ningún traidor!

— Me dejaste ahí cual soldado abandonado en pleno campo de batalla. Eso en mi país se llama "traidor"

Esa comparación pone la piel de gallina al caribeño.

— No te abandoné... — Intenta justificarse. — Sólo...

— Ajá, claro. — Palmea la cabeza de Alexander como si fuera un niño. — Repite eso hasta que te lo creas.

Alexander le saca la lengua infantilmente antes de volver a guardar las pocas cosas que faltan.

— ¿Cómo hiciste para que Lafayette te prestara su auto de nuevo?

— Lo soborné con crepes. — Explica orgulloso de si. — Tenía la esperanza de que eso haría que se le pasara el enojo o que, al menos, me dijera que le pasa pero nada.

Alexander hace una mueca. En cierto modo entiende a Lafayette, entiende que esté molesto con Laurens pero John no recuerda nada de su vida anterior, no cree justo que John reciba ese trato.

Terminan de ordenar y guardar las cosas en las cajas.

— ¿Tendrás compañero de piso?

— Ajá, se llama William.

"William", a John le parece un nombre lindo. Como si consigo trajera buenos recuerdos.

— Bien, ya está. — Dice John una vez está todo guardado. — Podemos ir a dejarlas en el auto.

— O...

— ¿O?

Alexander se acerca al ojiverde con claras intenciones.

— Podemos terminar lo que empezamos ayer. — Sugiere con voz traviesa mientras atrae a John rodeando su cuello. — ¿No te parece justo?

John le dedica una sonrisa torcida mientras rodea su cadera.

— ¿Tantas ganas de mi tienes?

— Mira quién habla. Tú querías hacerlo en la parte trasera de un coche.

Aunque ese cometario sonroja a John no borra su sonrisa.

— Pues tú parecías más que dispuesto.

— Tal vez lo estoy ahora ¿Podemos dejar de hablar?

John rie antes de acercar sus labios a los de Alexander y unirlos suavemente. Mientras sus labios se acarician mutuamente John acaricia el rostro de Alexander mientras que este, siendo un poco más impaciente, acaricia el torso de su contrario.

— ¿Impaciente?

Pregunta John aunque está sintiendo pequeños escalofríos. Los dígitos de Alexander bailan sobre su piel esculpiendo su torso.

— No sabes cuánto he estado esperando por esto, John.

Confiesa en forma de susurro vehemente el menor mientras sube la camiseta negra de mangas cortas del mayor, muerde su labio al dejar parte de su torso al descubierto.

— ¿Unos meses?

Pregunta John con cierto sarcasmo. Alexander casi siente el deseo de reír, John no tiene ni idea, luego de comprobar que la temperatura corporal del pecoso empieza a aumentar Alexander lleva su mano derecha al enrulado cabello color chocolate de este, le cosquillea ligeramente los dedos mientras se hunde sus manos en este.

— Tu cabello es muy suave.

Halaga Alexander en un susurro, rozando sus labios con los de su novio de lo cerca que están.

— Me gusta cuidarlo, es una de las cosas que más me gustan de mí.

— ¿Cómo eliges solamente una?

Pregunta el menor con creciente lujuria, mientras vuelven a besarse, sus manos bajan por la espalda del mayor. Duda sobre si debería seguir bajando o no pero se sobresalta al sentir las dos manos del mayor en su trasero, tocándolo y aprontándolo sin pudor alguno.

— Y el impaciente era yo ¿No?

Pregunta con tono burlón el menor disfrutando de los movimientos circulares que el mayor realiza sobre sus glúteos. John elige no responder y continuar con los besos mientras retrocede hasta chocar con la cama de Alexander, se sienta en ella con el pelinegro en su regazo.

Alexander suplica con voz entrecortada sentir las manos de John sobre su piel. El castaño obedece, tantea la espalda y torso de su contrario antes de tomar la ligera chaqueta color azul que Alexander lleva y despojarlo de esta, estremeciendo levemente a este.

— ¿Nervioso? — Alexander niega ante esa pregunta. — Seré gentil, lo prometo.

Dice antes de dar besitos por todo el cuello de su novio.

— Si... — Suspira el menor extasiado por los besos en su piel. — Se que lo se- — Procesa lo que acaba de oír. — ¡Espera! ¿Qué quieres decir? ¡Yo seré gentil!

Grita, sobresaltando al más alto.

— Oh, no me jodas ¿De verdad vamos a hacer esto?

Pregunta John entre incrédulo y molesto.

— ¡Si! — Grita Alexander. — ¡Yo seré el activo!

— La posición en la que estamos dice lo contrario, Lexi

El menor se sonroja, no sólo por la sonrisa y tono galante de su novio, sino porque se acaba de dar cuenta de que está sentado a horcajadas sobre él, con las brazos rodeando el cuello de este. Se apresura en ponerse de pie.

— ¡Eso no tiene nada que ver!

John rueda los ojos mientras apoya las manos tras de sí, sobre en el colchón, recargando su peso en estas.

— ¿De verdad vas en serio?

Alexander se cruza de brazos. ¡No es justo! John siempre era el de arriba ¡Esta vez quiere serlo él!

— Oye ¿Te has visto? — Pregunta el caribeño mientras señala a John. — ¿Has visto tus pecas? ¡Eres demasiado lindo! ¿Cómo vas a ser tú el activo?

Y es que, comparado a su imponente apariencia del pasado, John es adorable.

— Primero: Se que soy lindo, gracias y tu también lo eres. Segundo: ¿De verdad estás juzgando el rol que debería tener en el sexo simplemente en base a mi apariencia? Eso es bastante superficial y si vamos a ponernos prejuiciosos, yo soy más alto que tu, así que...

— ¡Eso es estúpido!

— Y determinar el rol que debería tener en el sexo por mi apariencia no ¿Verdad?

— ...

Alexander se mantiene en silencio, aún cruzado de brazos. John rueda los ojos.

— Está bien, necesitamos una tercera opinión.

Alexander se extraña al ver a John sacar su celular ¿Va a llamar a alguien?

— ¿Qué haces?

Pregunta sentándose a su lado, ve a John bajar por su lista de contactos. Elige uno en específico y espera mientras pone el altavoz para que Alexander escuchara también. Luego de unos segundos alguien atiende.

— ¿Hola?

Alexander enrojece al reconocer la voz de Martha ¿Qué piensa hacer John?

Tal vez va a invitarla a un trío como hiciste tu con él hace tiempo

"¡Ahora no es el momento!"

¡Siempre es el momento!

— Hola Martha, lamento molestar pero quería hacerte una pregunta.

— No molestas. — Asegura la rubia al otro lado de la línea. — Dime.

Alexander mira a John ¿De verdad va a...?

— ¿Entre Alexander y yo quien sería el activo?

Pregunta sin rodeos. El caribeño pagaría por ver la cara de Martha al otro lado de la línea.

— ...

Luego de unos segundos de tenso silencio se escucha el característico "peep, peep" que indica que la llamada ha finalizado. John mira la pantalla de su celular sorprendido.

— ¡Me colgó!

Vocifera entre indignado e incrédulo. Alexander lo mira sorprendido ¿Qué otra cosa esperaba? La reacción que había tenido Martha es la que cualquier persona normal hubiera tenido.

— ¿Entonces?

Pregunta el caribeño mientras Laurens guarda su celular y clava su vista en él. John acerca su rostro lentamente al suyo. Se unen en un beso en el que acuerdan simplemente dejarse llevar.

En un deseo por tomar el control del la situación Alexander sujeta fuertemente el cabello de John mientras adentra la lengua en su cavidad bucal.

John emite un "¡Hmpfh!" Sorprendido por esa repentina acción que hace que Alexander se sienta victorioso por unos segundos. Eso es hasta que el mayor, descaradamente, tantea su entrepierna por encima de su jean.

Alexander gime un "mhmp"contra los labios de John, quien comienza a acariciar su entrepierna.

El castaño adentra una traviesa mano en el pantalón de Alexander, con su pulgar e índice acaricia el glande del caribeño aún por encima de su bóxer, enloqueciendo al menor quien lleva sus manos hacia la nuca de su contrario, intensificando el beso. John aprovecha y se recuesta sobre el menor, proclamándose victorioso en esa lucha por el control. Una vez que el pelinegro se encuentra completamente recostado, John se aparta para dedicarle una mirada burlona.

— Borra esa sonrisa. — Demanda Alexander. — Ya verás la próxima vez.

— ¿Ya estás pensando en la próxima vez? — Eleva sus cejas mientras habla con tono altanero. — Eres insaciable Hamilton.

Alexander siente un escalofrío. Es la primera vez que John le llama por su apellido en esta vida ¿Es normal que, en cierta forma, eso le haya excitado?

— Con personas como tú, Laurens...

Vuelven a unirse en un beso mientras John se acomoda sobre el más bajo, meciéndose sobre él con intenciones claras. Una vez que siente la endurecida entrepierna de su novio contra la suya procede a desvestirlo pero cuando está por quitar su playera las manos del menor lo detienen.

— Tu primero. — Pide Alexander. — Quiero verte.

John sonríe complacido con esa propuesta. Se arrodilla sobre la cama, retira su playera lentamente, dando a Alexander un espectáculo digno de ver.

— ¿Y bien?

Pregunta John dejando la ropa a un lado. Hamilton suspira fascinado acariciando todo su cuerpo con aires de idiota enamorado. John se estremece al sentir cómo las yemas de los dedos de su novio se hunden contra su piel, contorneando las leves curvas que posee en su firme torso.

— ¿Ahora puedo desvestirte?

Pregunta John acariciando con cariño el pómulo derecho su novio, quien asiente por lo que el castaño lleva sus manos a su playera azul y lo despoja de esta mientras el menor coopera levantando los brazos para facilitarle la tarea.

Alexander enrojece al sentir los verdes orbes de John sobre él, mirando detenidamente cada milímetro de su expuesto torso. Acto siguiente el pecoso muerde su labio inferior y se acerca al cuello del más bajo para succionar levemente su piel.

— Ah...

Alexander resolla levemente al sentir los labios de John contra su piel. Lleva una de sus manos a la nunca del castaño y otra a su espalda baja, mientras John continúa atacando su cuello. Cuando el pecoso da una mordida sobre su piel, Alexander sisea.

— ¿Te dolió?

Pregunta con preocupación.

— No. — Niega mientras acaricia los pómulos del más alto. — Ha-hazlo más fuerte.

John sonríe pícaramente mientras hace caso, muerde nuevamente el cuello de Alexander, estirando un poco su piel, robando un gemido al menor quien desabrocha el pantalón de su contrario para comenzar a bajarlo. Laurens levanta la cadera, facilitando la tarea, dejándolo únicamente con su bóxer.

Alexander se muerde el labio inferior al bajar una mano a la abultada entrepierna del pecoso, acariciando su erección, aún sobre su ropa interior, con la palma de su mano. John jadea mientras mece su cadera, frotándose contra la mano de Alexander.

Las miradas de ambos se encuentran. Alexander masajea y aprieta un poco el miembro de John sin perder de vista como este se muerde el labio inferior, cómo abre la boca para jadear y gemir levemente, cómo cierra los ojos durante unos segundos para volver a abrirlos luego. Ver a John así de excitado sólo enloquece aún más a Alexander quien toma una de las manos del contrario y las lleva a su propio pantalón, pidiendo, con la mirada, que lo desnude

John obedece, presa de la lujuria al igual que Alexander, desabrocha los botones y baja la cremallera de su pantalón. Luego arroja la prenda a donde no moleste.

Entre latidos desbocados dedican unos segundos para mirarse, como si estuvieran confirmando lo que están por hacer.

— Parece que está vez nada ni nadie va a interrumpirnos. — Dice Alexander con una sonrisa seductora. — A menos, claro, que digas que no te sientes listo.

John le da una sonrisa maliciosa mientras achica los ojos. Sin pudor alguno, baja la ropa interior de Alexander, dejándolo totalmente desnudo al tirarla al suelo, separa un poco las piernas de este y se acerca a su muslo para morderlo

— ¡Ah!

Alexander gime ante ese imprevisto acto. John lo mira seductoramente mientras se relame los labios.

— ¿Esta te parece la expresión de alguien que no está listo, Alexander?

Alexander niega, extiende los brazos para pedirle a John que se acerque y John así lo hace. Entre lujuriosos besos el caribeño sujeta los bordes de la ropa interior de John, finalmente se deshace de la última ropa del pecoso.

John vuelve a mecerse sobre Alexander, mientras este último acaricia y masajea ambos miembros.

— Dios... — John se aparta unos centímetros y coloca una mano en el pecho del menor. Sintiendo como el corazón de este bombea sangre a toda prisa. — Tus latidos están descontrolados.

— Me... me pregunto porque será...

John rie ante el sarcasmo del menor, lleva los labios a su cuello y los dedos índice y anular a sus labios. Mientras besa y mordisquea el cuello del menor este trabaja en sus dedos, humedeciéndolos con gusto mientras sus traviesas manos no dejan de apretar los glúteos de John.

Finalmente John acaricia la entrada de Alexander con sus humedecidos dedos, luego de que el caribeño asiente, adentra un primer dedo en él

Ahora es Alexander quien muerde su labio inferior, quien jadea presa del placer -y algo de dolor-, es él quien respira entrecortadamente. Y ahora es John quien se excita con las expresiones del contrario, adentra un segundo dedo y hace esos movimientos de tijeras para dilatar lo más posible al menor. Alexander jadea mientras levanta la pelvis a causa de un espasmo.

— A-Alex, ya no puedo más, necesito...

Alexander centra su atención en el palpitante miembro de John, se muerde un labio, él tampoco puede más.

— Yo también te necesito, John.

Con cuidado Laurens retira sus dedos toma su hombría y la posiciona frente a la entrada de Alexander.

— Te quiero, Alex y quiero que disfrutes esto.

Alexander asiente. John baja la vista hacia su miembro y lentamente penetra al menor con cuidado. Alexander jadea y se aferra con desesperación a John mientras muerde su hombro.

— ¿Quieres que pare?

— No. — Jadea con lujuria. — S-sólo ve despacio.

John asiente y continúa abriéndose camino en el menor, libera su miembro una vez este está completamente dentro de su novio, apoya los codos sobre el colchón, recargando así su peso.

— Bésame.

Pide Alexander tratando de normalizar su respiración. John sonríe.

— No tienes que pedírmelo dos veces.

Sus labios se unen en un beso y pronto sus lenguas siguen el mismo destino. Cada movimiento de sus labios y lenguas desborda lujuria y pasión.

Alexander no puede creer esto esté pasando, por fin, por fin puede volver a unir su cuerpo con el de John, por fin pueden unirse inundados de placer.

— Muévete.

Pide Alexander. John asiente y comienza unas leves embestidas, casi imperceptibles, quiere ir poco a poco. Alexander, impaciente por más, enrieda las piernas en su cadera, pidiéndole que aumente la intensidad. Eso enloquece a John, quien profundiza sus movimientos mientras devora los labios de Alexander, está tan apretado...

Alexander está fascinado con que todo sea y como antes, los aromas, las sensaciones, los sonidos...

Laurens baja la mirada hacia el miembro del contrario, no duda en envolverlo con su mano hábil y empezar a masturbarlo mientras su propio miembro se hunde dentro del pelinegro.

— Ah... John.

Alexander eleva su pelvis, desesperado por sentir más.

— Te sientes tan bien... Alex.

Alexander muerde su labio inferior y luego vuelve a besar a John, cuyas embestidas van haciéndose más profundas y constantes.

Mientras cada milímetro de la virilidad de John acaricia el interior de Alexander, la mano del castaño se ocupa de satisfacer el miembro de este último, subiendo y bajando a un ritmo constante.

Ya no hay guerra alguna, no hay ley que los condene, son libres, libres de verdad para poder amarse.

— Más rápido. — Jadea Alexander. — ¡Ah! Di-Dios... así.

John estudia detenidamente cada expresión de Alexander, verlo así de excitado es... mágico.

— ¿Te gusta?

Pregunta John mientras se hunde aún más en su novio, haciéndole gemir.

— ¡S-si!

John marca el cuello de Alexander con una mordida mientras continúa embistiéndolo, siente cómo él aprieta sus glúteos sin vergüenza alguna con una de sus manos. El castaño, con su mano libre, sujeta firmemente la mano de Alexander.

— ¡Ah! ¡A-ahí John!

Los gemidos de Alexander son de lo más excitantes para él castaño.

— Eso... déjame oírte.

Los minutos transcurren en esa habitación. No deben preocuparse de ser atrapados, de su reputación, de algún legado o de gloria alguna. Son libres de entregarse al otro.

Alexander muerde el labio inferior del castaño, robándole un gemido que lo excita aún más, dejándolo al borde del clímax.

— Ya... — Alexander jadea. — Ya no puedo más... voy a...

— Y-yo igual.

John aumenta la velocidad de su mano, lo que hace alcanzar el clímax a Alexander, quien se abraza a él mientras gime. El ojiverde no tarda mucho más en liberarse dentro de su novio, quién se estremece al sentir la esencia de John en su interior.

— Alex... — Susurra mientras se deja caer sobre él. — Eso fue...

— Increíble.

Termina su oración mientras acaricia su rostro. John sonríe y se unen en un beso lleno de cariño.

...

— ¿Podrías ayudarme con las cajas por favor?

Pide Alexander mientras John abre la cajuela del auto una vez que llegaron al edificio de su nuevo departamento.

— Claro.

John toma una de las cajas y se dirige hacia el interior del edificio, sin embargo se detiene cuando escucha a Alexander sisear de dolor.

— ¿Estás bien?

Pregunta preocupado.

— Si, si, sólo un poco adolorido.

Lo tranquiliza, ambos saben perfectamente a que se debe ese dolor.

— Lo siento.

— No te ves muy arrepentido si te disculpas con esa sonrisita.

Reprocha Alexander, pues John casi parece orgulloso de ser el responsable de su dolor.

— Te recompensaré, lo juro.

— Eso suena a que acabaré aún más adolorido.

John suelta una risa y se dirige interior del edificio. Mientras toma el elevador no borra su sonrisa, Alexander es un gran chico, está feliz de al fin estar en una relación con él. Al salir del ascensor y estar frente al apartamento correspondiente se da cuenta de que Alexander tiene la llave.

— Mierda.

Toca la puerta esperando que ese tal William esté presente.

— Ya voy.

Se escucha una voz desde el interior, lo que tranquiliza a John.

Un muchacho rubio, vistiendo unos pantalones rasgados y una playera color blanca con algunas franjas negras atravesando su pecho, abre la puerta, sus ojos verdes brillantes se ven amistosos, John se queda viéndolos por alguna razón.

William reconoce al muchacho, su corazón late de felicidad al verlo.

Pasan los segundos y cuando Alexander, llevando una caja, aparece se extraña ante esa escena ¿Por qué John y William se están mirando así? Instintivamente se acerca a su novio a ver qué sucede.

— ¿John?

La voz de Alexander saca al aludido de su particular estado.

— ¿E-eh?

— ¿Qué pasa?

William sacude su cabeza, algo avergonzado por la situación anterior.

— A-ah, nada. — Se excusa el rubio. — Soy William.

El rubio extiende su mano a modo de saludo. John corresponde.

— Soy John.

— ¿Son amigos?

Pregunta el rubio mirando al castaño y a Alexander.

— De hecho somos novios.

El caribeño se sonroja al oír a John decir eso con tanta naturalidad y sin miedo alguno. William sonríe enormemente al oír eso, como si fuera el fan número uno de la pareja.

— Pasen. — Ofrece el rubio mientras se hace a un lado para que el caribeño pueda continuar con la mudanza. — ¿Les ayudo?

— No es necesario.

Dice John mientras busca la habitación de Alexander.

— Insisto, me gusta ayudar.

Sonríe amablemente el rubio. John le devuelve la sonrisa, por alguna razón se siente increíblemente cómodo con aquél muchacho.

Alexander no quiere pensar mal, no quiere ponerse celoso sólo porque John está hablando con alguien pero algo en la mirada de William no es normal. En los ojos del rubio se ve un brillo de cariño, de respeto y admiración, como un niño que acaba de conocer a su ídolo.

William se humedece los labios y baja la mirada algo nervioso.

— Iré a buscar el resto de las cajas.

Al pasar junto a Alexander lo nota algo incómodo, lo que hace que se sienta mal, lo último que quiere es ser un obstáculo en la pareja.

— ¿Lo conoces?

Pregunta Alexander a John una vez se encuentran solos.

— No... no lo sé. — John duda. — Se me hace conocido.

Esa respuesta deja intranquilo a Alexander.

El resto de la tarde se la pasaron acomodando las cosas del caribeño en su habitación.

— ¿Te gusta?

Pregunta el caribeño a su pareja mientras terminan de acomodar.

— Si. — El color negro de la habitación le da un toque elegante. — Yo mismo podría quedarme aquí.

— Sólo espero que las paredes sean finas...

— ¿Por qué?

Pregunta John extrañado tanto por ese comentario tanto cómo por él tono ladino del menor.

— Porque no quiero que nadie más que yo te escuché gemir...

John eleva una ceja mientras sonríe.

— ¿No estabas adolorido?

— ¿Y qué? Puedo hacerte gozar aún así.

— Te recuerdo que ahora tienes un compañero.

— No creo que le importe.

John rueda los ojos y besa la frente del menor.

— Ya veremos...

Con todo acomodado John decide irse.

— ¿Vendrás a verme en mi trabajo mañana?

Pregunta el castaño en la sala del piso de Alexander.

— Como todos los días.

— Bien, te has vuelto una mi de las razones principales para trabajar.

Rodea la cintura del contrario para atraerlo y besarlo dulcemente a modo de despedida.

William, en el marco de la puerta, los ve sonriente.

— Luego te escribo. — Suelta al menor y se dirige a la puerta. — Cuídate, te quiero.

— Yo aún más.

John sonríe a su novio y luego dirige la vista hacia el rubio.

— Fue bueno conocerte. — William le saluda con la mano. — Cuídamelo, por favor.

Bromea antes de voltear e irse. Alexander cierra la puerta.

— Hacen linda pareja.

Elogia William causando una sonrisa tonta en el menor.

— Gracias. — Mira la hora en un reloj de pared. — Bien ¿Quieres que prepare la cena?

El más alto niega.

— Es tu primera noche aquí. Déjame darte una buena bienvenida.

Dicho esto se dirige a la cocina, hará una lasaña de carne para empezar con buen pie una amistad.

Alexander sonríe y se dirige hacia su nueva habitación. La mira sin creer que está sea su vida ahora, que esto de verdad sea suyo.

Se recuesta en su cama sonriente, no podría estar más feliz. Tiene un grupo de amigos y un novio maravilloso, lo único que podría hacer esto más perfecto seria que John recuer-

No lo hará

Oye esa voz en su cabeza que le aturde.

"¿Eh?"

No va a recordar, desiste.

Alexander hace una mueca.

"Lafayette recordó, John podría..."

¡Lafayette no es John!

El pelinegro frunce el ceño, parece que está a punto de tener una discusión consigo mismo.

"De acuerdo ¿Cuál es tu problema? Tu actitud es molesta, creí que estarías feliz de estar con John nuevamente pero no has hecho más que tener una actitud de mierda.

¡Oh! ¿Mi actitud te molesta niñito de ciudad? ¡Pues a mí me molestaba el tener que esconder lo que sentía cada día! Porque mientras tu discutes con tu novio sobre cómo quieren follar yo estaba enfrentando la muerte cada día. Mientras tú decides sobre que ponerte para ver a tu novio yo tenía que andar tras John para asegurar que no muriera. Tu no sólo tienes a tu madre aún contigo sino que...

"..."

¿Por qué ahora John acepta sus sentimientos por ti sin problemas? Antes no podía dejar amarse por creer estar enfermo, yo no podía amarlo pero ¿Tu? Tú puedes abrazarlo y besarlo todo lo que quieras y ¡No tienen que esconderse! ¡Ninguna ley va a condenarlos!

"..."

Alexander se mantiene en silencio, no esperaba nada de eso.

Es injusto. ¿Por qué a ti si te deja amarlo? Yo le di lo mejor de mí mismo... Tienes demasiada suerte

Alexander baja la vista, ahora se siente un poco mal consigo mismo.

Un extraño vacio en el estómago se hizo presente, estuvo ahí toda la noche, incluso en la cena.

— Parece que pasaste un buen rato antes de venir.

Observa William mientras sirve la comida en dos platos.

— ¿Por qué lo dices?

El rubio toca su propio cuello. Alexander lo imita por inercia, al tocar su piel siente las marcas que John dejó con sus mordidas haciendo que se sonroje.

...

— Laff ¿Me ayudas con estas sillas?

Pide John mientras lleva unas cuantas de las mencionadas apiladas en la cafetería, aprovechando que la gente aún no llega.

— ...

Cómo respuesta Lafayette da un indiferente silencio. John suspira internamente.

"Tal vez no está de humor"

Piensa John para animarse a sí mismo. Martha decide ayudar a su amigo, tomando una de las pilas de las sillas

— Déjame ayudarte, Martha

Ofrece el francés, acercándose y tomando las sillas. John mira a Martha como diciendo "¿Puedes creerlo?" La rubia se encoge de hombros, normalmente se reiría pero en esta situación en específico está bastante confundida.

John se siente decaer aún más, se disculparía si supiera que carajos había hecho para evaluar si merece una disculpa por su parte o no.

Sus ánimos mejoran al ver a su novio, vistiendo un pantalón color mostaza y una camisa blanca, cruzar la puerta junto con Hércules.

— Te dije que vendría. — Dice Alexander luego se acerca para besarlo, siente una agradable calidez al sentir a John abrazarlo por las caderas. — Buen día.

— Buen día. — Acaricia con su nariz la mejilla del menor. — ¿Dormiste bien?

— Habría dormido mejor si te hubiera tenido conmigo. Aunque entonces habríamos hecho de todo menos dormir.

— Demasiada información. — Comenta Hércules.

Alexander dirige la vista hacia Lafayette, quien está ocupado ordenando el mostrador, lo que le recuerda que debe hablar con él.

— Espérame un minuto. — Dice John mientras se separa. — Tengo que sacar la basura.

Alexander asiente y una vez que John desaparece por la puerta tras el mostrador se dirige hacia el francés.

— ¡Au! — Lafayette siente un golpe en su nuca. Voltea y se encuentra con Alexander, quien porta una expresión molesta y parece ser el responsable de ese golpe, con Hércules tras él. — ¿Y eso?

— Correctivo. — Explica Alexander. — Ya deja esa actitud con John.

El francés desvía la mirada al suelo mientras frota su nuca.

— Oye, entiendo que estés molesto con él, no fue un ángel precisamente pero ¡Estas siendo injusto!

— ¿Injusto yo? — Cuestiona Lafayette al caribeño. — ¿Y él no fue injusto cuando abandonó a su esposa y la engañó?

Alexander rie incrédulo. Ninguno está en posición de criticar a John por eso.

— ¿Quién no engañó a su esposa en ese tiempo? —... — ¡Baja la mano Hércules!

Pide, a su amigo tras él, sin voltear siquiera. Lo conoce lo suficiente como para saber que levantó la mano.

— Tú preguntaste.

Se excusa el irlandés mientras baja la mano. Lafayette solo rueda los ojos y se cruza de brazos.

— Pongámoslo así. — Continúa Alexander. — Estas molesto con él por eso pero ¿No conmigo porque no apoyé la Revolución francesa?

Lafayette mira a Alexander. En su momento estuvo furioso con él, se sentía traicionado y con una buena razón pero ahora es diferente, puede ver las acciones de Alexander desde otro punto de vista y logra entender que actuó por el bien de su país. Mira a Martha que, a lo lejos, toma órdenes a los primeros clientes.

— Esto es diferente...

Eso es todo lo que dice con una expresión queda. Alexander suspira.

— ¿Podrías al menos dejar de actuar así? Al menos hasta que él recuerde.

Esa última frase atrae la atención del francés.

— ¿Hasta qué recuerde? — Alexander asiente. Lafayette hace una mueca algo insegura. — No creo que eso sea buena idea.

Alexander y Hércules se miran extrañados.

— ¿Por qué?

Pregunta el sastre.

— Bueno... tienes razón, John no es como antes así que ¿Por qué debería recordar lo mierda que fue antes? — Pregunta algo preocupado de que dicho escenario se presente. — Creo que es mejor dejarlo así ¿Y si...?

Deja la frase inconclusa.

— ¿Qué? ¿Tienes miedo de que vuelva a actuar como antes?

— ...

Lafayette no responde, sabiendo que Alexander le conoce lo suficiente como para saber que el silencio es una forma de asentir cuando no tiene el valor de hacerlo.

— Las personas cambian, Laff. — Toma el hombro del aludido mientras habla. — Las circunstancias de la vida forman a una persona.

Lafayette mira dudoso a Alexander, sin saber si está pecando de ingenuo o si él mismo está siendo demasiado negativo.

— Además me gustaría hablar con él de ciertas cosas. — Continúa el caribeño. — Y si no recuerda no podré hacer eso.

— Eso es entendible. Bueno, haz lo que creas mejor.

Alexander asiente y se dirige junto a Hércules a tomar asiento en una mesa.

Lafayette piensa en las palabras de Alexander. John, comparado con su anterior encarnación, es un jodido trozo de pan. Repasa su amistad, actual, con John, no es para nada una mala persona, es considerado con sus seres queridos, siempre trata de hacer lo correcto y demuestra sin problemas cuanto aprecia a sus amigos y demás personas importantes para él.

Suspira sintiéndose culpable. Alexander tiene razón, está siendo demasiado injusto con el ojiverde.

— Martha. — John aparece desde la puerta. — ¿Me ayudas con estas órdenes?

— Yo te ayudo.

Ofrece el francés, acercándose a tomar una de las bandejas que John lleva. Nota a John bastante sorprendido por acción, lo que hace sentirse un poco peor.

— Gracias.

Agradece John con una sonrisa.

Lafayette se voltea.

— Lamento cómo he estado actuando.

Se disculpa sin valor de verlo a los ojos para luego irse. No sabe si podrá darle una explicación a John del porque de su conducta pero necesitaba disculparse.

— Hércules ¿El nombre de William no te suena de nada?

Pregunta Alexander revolviendo su café con expresión pensativa.

— No. — Hércules repite su respuesta anterior. — ¿Por qué preguntas?

— Creo... creo que él ya conoce a John.

— ¿Y sólo por eso crees que es alguien que conocieron en su vida pasada?

Alexander se encoge de hombros con los brazos cruzados sobre la mesa y una expresión pensativa. Hércules habla como si estuviera siendo paranoico t tal vez lo está siendo pero su sexto sentido le dice que William es más de lo que parece.

— Tomen.

John aparece y deja un par de cupcakes a cada uno.

— Sólo pedimos café.

Dice Alexander algo confuso.

— Considérenlo un regalo.

Dice John con un coqueto guiño al caribeño. Alexander no le saca la vista de encima mientras este se marcha.

Alexander se pregunta qué será él para John ¿Será algo más que un simple noviazgo juvenil? Porque él tiene claro lo que siente, ama a John locamente, felizmente pasaría la vida a su lado ¿John sabrá lo mucho que le aprecia?

John parece sentir una mirada sobre él, vuelve la vista hacia Alexander, quien se sonroja. El ojiverde, enternecido le regala un guiño antes de seguir con lo suyo.

Con una sonrisa Alexander se dispone a comer el postre que John le regaló pero se sorprende al ver que en la mesa no hay nada más que el café.

— ¿Y mi cupcake? — Levanta la vista y ve a Hércules comiendo lo que él está buscando. — ¡Hércules!

— Creí que no ibas a comerlo. — Se excusa con culpa. — Lo siento ¿Quieres que te compre otro?

— Yo quería ese, me lo regaló John...

Dice con un puchero algo infantil pero su expresión cambia al ver a cierto rubio, vistiendo una camisa de jean color azul claro y un pantalón negro, ingresar por el local.

— William...

El irlandés vuelve la vista, bastante indiscretamente, rueda los ojos.

— Alex, supéralo. El mundo no gira en torno a ti ni tus relaciones. Tal vez William vio a John en alguna tienda o que se yo.

Alexander suspira, decide dejar de lado el tema para no quedar como loco.

— Hey. — John se acerca a saludar al rubio y a tomar su orden. — William ¿Verdad?

— Ajá.

William asiente mientras saca un cuaderno con algunos bocetos, esto atrae la atención de John.

— ¿Dibujas?

John toma el cuaderno del rubio. Queda maravillado con sus dibujos, que son principalmente de aves y plantas.

— E-eh sí. — Contesta algo nervioso ya que no pudo evitar que John tomará su cuaderno. — Tu también ¿Verdad?

— Si ¿Cómo supiste?

— Alexander me dijo. — Miente. — ¿Te gustan?

— ¡Mucho! Me gusta cómo coloreas, deberías enseñarme.

— Eso me gustaría.

Dice bastante feliz con esa idea. Su mirada no se despega ni por un segundo del castaño, sin dejar de brillar.

John continúa viendo los dibujos hasta que uno llama su atención, el único dibujo de una persona. Un muchacho de ojos azules cielo, con una cabellera rubia recogida en una coleta, además de que se nota una barba no muy larga, de unos días. Está muy bien dibujado, en cada trazo se todo el cariño que William ha puesto.

— Eres muy talentoso. — Devuelve el cuaderno a su dueño. — Deberíamos hablar, podrías enseñarme lo que sabes y yo a ti.

— ¡Eso me encantaría!

El rubio no puede esconder su emoción ante tal propuesta. Luego de tomar su orden, John se va. William lo sigue con la mirada para luego volver la vista a su cuaderno, al dibujo de ese muchacho rubio.

— Así que continúas dibujando. — Murmura con una sonrisa. — No has cambiado nada John Laurens... —
Toma un lápiz y repasa un poco el dibujo sin borrar su sonrisa — Sigues siendo el mismo de hace más de doscientos años.

Aún recuerda cuando lo conoció...

...

"John Laurens"

Había disparado a Charles Lee en un duelo, es el ayudante de campo, había recibido varias heridas, amigo del Marqués de La Fayette. Es hijo de Henry Laurens, un esclavista importante y pese a eso John había hecho públicos sus ideales abolicionistas.

John se ve como una persona interesante...

— ¿Quieres algo?

La voz del rubio, que se encontraba dibujando, le toma de sorpresa.

— ¿E-eh?

John mira a ese muchacho frente a él. Un muchacho bien formado, unos milímetros más bajo que él, es la persona que más se acerca a su altura hasta ahora, de tez ligeramente bronceada. Tiene el cabello corto de color negro, contrastando bastante bien con sus ojos verdes.

— Has estado mirándome desde hace un buen tiempo, unos días. — Afirma John mientras se pone de pie. — No creas que no lo he notado.

¿Días? ¿De verdad había sido así? John se acerca un poco más mientras espera su respuesta, lo que por alguna razón le pone nervioso al pelinegro, ya más de cerca logra distinguir que los ojos del rubio son de un color azul claro, además de notar una pequeña barba de hace algunos días, siente algo de envidia, desde hace meses él ha tratado de dejarse la barba y...

— ¡Oye!

John chasquea los dedos frente a ese desconocido al ver que no responde, no está de buen humor precisamente.

— ¡Ah! N-no te estaba viendo.

Miente, sin saber muy bien porque.

— ¿Ah no?

Pregunta John, sin creer lo que sale de su boca.

— No. — Recarga su peso en un árbol. — Estaba... viendo tus dibujos.

John arquea una ceja, toma su cuaderno del suelo y lo enseña al pelinegro.

— ¿Esto?

— Ajá. — Toma el cuaderno del rubio. — Quiera aprender a dibujar y... me parecían un buen modelo.

Mira los dibujos de Laurens sin saber porque está poniendo tanto empeño en esa mentira, podría simplemente decir "¿Quién te miraría a ti?" E irse pero está ahí tratando de extender la conversación.

John estudia al pelinegro, tal vez sea porque se ve de unos cinco años menor que él, pero se ve inocente y buen chico.

— Puedo enseñarte.

Ofrece con una actitud amistosa. El pelinegro lo mira sorprendido por esa oferta.

— ¿De verdad?

Pregunta sorprendido

— Claro. — Extiende su mano para saludar. — Me llamo John Laurens, es un gusto.

¿Aceptará su oferta? A él dibujar no le interesa para nada pero ver la mano de Laurens extendida así inspira confianza. Sonríe.

— El gusto es mío. — Estrecha la mano del rubio. — Mi nombre es William, William J-

Un disparo le interrumpe, de repente se ven rodeados de soldados británicos.

— Casacas rojas...

Dice John con odio. Escucha voces a su alrededor diciendo que se rinden pero él no piensa rendirse. Toma su espada y se dispone a luchar y matar a Dios-sabe-cuantos casacas rojas.

William, perplejo, es testigo de las habilidades de John. Ve como arrebata vidas como si nada, un disparo llega a su hombro pero al rubio no le importa, él sigue luchando.

"Es increíble"

— ¡Basta! — Grita uno de los británicos. — Rindete o...

John trata de atacarle pero el británico toma a un soldado estadounidense desconocido y le raja la garganta frente a los ojos del rubio.

— ...

John empalidece y ve el cuerpo caer frente a él. Otro hombre muerto por su culpa.

— Ríndete o habrá más muertes por tu culpa.

John gruñe, mira a William un segundo y luego suelta su espada. El británico sonríe satisfecho.

— Así me gusta.

John y William son tomados por otras casacas rojas, los obligan a arrodillarse junto con otros soldados mientras los esposan.

— Me gusta cuando cooperan.

Vuelve a hablar el británico. John y William intercambian miradas, la del más joven asustada y la de John llena de rabia pero ambas preocupadas.

Charleston acaba de ser tomada por los británicos.

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