𝟏𝟒 - 𝐋𝐚 𝐦𝐞𝐣𝐨𝐫 𝐞𝐬𝐩𝐨𝐬𝐚, 𝐥𝐚 𝐦𝐞𝐣𝐨𝐫 𝐚𝐦𝐢𝐠𝐚
━━━━━━ •S. XXI• ━━━━━━
La campanilla de la tienda de mascotas suena, avisando que un nuevo cliente ha ingresado. Una joven de un rubio oscuro y un castaño ingresan en la tienda. Saludan cortésmente al joven empleado que les sonríe ampliamente, luego miran unos segundos algunos de los animales.
— ¿Qué tal un hurón?
— No veo ningún hurón aquí, pecas.
Laurens ve la tienda en que se encuentran. Peces, conejos, gatos, perros, muchos animales ideales para hacer compañía pero ningún hurón.
— Entonces no lo sé.
A Martha le había nacido la idea de tener una mascota -Puede que la tierna gatita de sus amigos haya influenciado en eso- y ahí está viendo algunas opciones.
— ¿Por qué no una tortuga?
Sugiere la rubia viendo un tanque con algunas de ellas.
— ¿Y si se te escapa?
Pregunta el castaño mirando a las tortugas con desconfianza.
— ¿Cómo se te escapa una tortuga?
Agrega otra pregunta a esa conversación que había estado construida a base de eso.
— Oh, te sorprendería. — El empleado de la tienda hace una intromisión. Es de ojos verdes y rubio, a diferencia de Martha, su rubio es claro. Debe ser un par de años menor que John, aproximadamente. — Estas pequeñas no son tan lentas cómo podríamos creer.
— Mmmmm... — Martha piensa unos segundos antes de dirigirse a su amigo — ¿Qué dices tú?
— Es tu decisión pero si me lo preguntas yo me alejaría de esas cosas.
Sugiere con desprecio, refiriéndose a las tortugas.
— ¿No te gustan las tortugas?
— No. — Niega con toda la seguridad del mundo. —
Para nada.
— ¿Por qué?
— ¿Has visto ese pico? — Señala a los reptiles cómo si fueran culpables de algún asesinato — ¿Cómo mierda pueden morder tan fuerte si no tienen dientes?
Aparentemente su amigo tiene un trauma con esos animales.
— Tal vez un hámster...
— Señorita. — El empleado vuelve a tomar la palabra. — No es muy inteligente de mi parte esto de perder una venta, pero creo que sería mejor que vuelva cuando este segura de querer una mascota. La cantidad de estos animales que terminan abandonados me preocupa.
Martha piensa las palabras del joven rubio. Es verdad, eso de tener una mascota es una gran responsabilidad.
Laurens observa a su amiga pensar, sin percatarse de cómo el rubio le dedica fugaces miradas.
— Creo que vendré en otro momento. — Decide. — Cuando lo haya pensado mejor. Gracias por sugerirme esperar más
— Agradezco que sea tan considerada. Siéntase libre de volver con su novio cuando quieran.
Agrega con cierto descaro, esperando ver la reacción de ambos.
— Oh, no somos novios.
Corrige la rubia bastante tranquila. No entiende porque algunos se ponen tan nerviosos ante ese tipo de situaciones.
— Sólo somos amigos.
Agrega Laurens igual de calmado.
— Oh, disculpen.
— Es un error bastante común. — Dice John mientras abre la puerta. — Lamentamos las molestias.
— No es molestia alguna John.
Mientras cierra la puerta John encuentra raro lo rápido que aquel empleado tomó confianza cómo para llamarlo por su nombre.
Pero lo más raro de todo, y de lo que el castaño no se percató, es que desde que ingresaron a la tienda Martha nunca le llamó por su nombre.
— ¿Para qué quieres una mascota? — Inquiere el mayor mientras caminan por la acera — Ya tienes a Laff.
Martha le da un codazo divertido.
— Me encantaría verte decir eso en su cara.
— Le he dicho cosas peores. Lo sabes. — Comparten una risa cómplice. — Hey, cambiando de tema... ¿Peggy está bien?
Pregunta sutilmente. Martha sonríe enternecida, le da mucho gusto ver que pese a que Peggy y John habían roto aún se llevan bien, por llamarlo de alguna manera, ya que aún siguen sin hablarse.
— Lo está, sigue yendo al psicólogo. — Le tranquiliza. — Me ha pregúntale por ti también, le agradará saber que has preguntado.
Esa respuesta reconforta a John.
— Me alegra saberlo.
— ¿Y tú? ¿Cómo estás?
John da un suspiro relajado.
— Creí que sería peor, la primera semana fue una mierda pero ya lo estoy superando.
— Es bueno oírlo. — Nadie merece quedarse estancado en una ruptura. — Cambiado de tema... ¿Alexander?
Inquiere con voz pícara, causando una risa tierna en John con sólo oír su nombre.
— Si... ¿Qué pasa con él?
— ¿Le dijiste superaste la etapa de negación?
— Bueno, sí.
— ¿Y bien? — Pregunta curiosa. — ¿Qué pasó?
— N-nada.
— Se cuando estás mintiendo. — Dice bastante orgullosa de lo bien que conoce al castaño. — ¿Qué sucedió? ¿Todo salió bien?
"Bueno, estuvimos a nada de tener sexo en el sofá de mi piso, así que podría decirle qué si"
— Yo... fui sincero con él, le dije que me gustaría salir con él pero que aún no me sentía listo para una relación tan pronto. — Repasa esa conversación fugazmente en sus pensamientos. — ¿Crees que hice bien?
Pregunta algo preocupado. Martha vuelve a sonreír conmovida por la nobleza de su amigo, le tiene un gran respeto y admiración por cómo se esfuerza en no lastimar a sus amigos y por cómo trata a sus seres queridos.
John es cómo su ejemplo a seguir pese a ser pocos años mayor que ella.
— La sinceridad siempre es la mejor opción. Hiciste bien en ser honesto.
Al pecoso le tranquiliza saber que, a ojos de la rubia, su actuar fue el correcto. A veces cuando duda de que debería hacer consulta con ella o con Lafayette. Podría decirse que son como su "brújula moral"
— ¿Y qué te dijo él?
Con tantas preguntas Martha comienza a parecer a una niña.
— Él... — Una sonrisa digna de un idiota enamorado se asoma en sus labios. — Dijo que no le importaba, que me esperaría y, cuando me sienta listo, podríamos empezar una relación.
Comenta con aire soñador. ¿Qué hizo para que Alexander le sea tan leal si ser algo siquiera?
— ¿De verdad? — Laurens asiente. — Eso es muy lindo.
John no dice nada pero da una mirada que deja claro que piensa lo mismo.
— Hey. Deberíamos ir viendo el tema de la Universidad ¿No crees?
Martha rezonga cual pequeña a la que le acaban de decir que debe comerse todos sus vegetales.
— ¿No podemos trabajar en la cafetería por el resto de nuestras vidas?
— Eso no suena a un trabajo estable.
— Tu no suenas cómo un trabajo estable.
—Ni siquiera puedes hacer un insulto original.
Dice con una sonrisa.
— ¡Tu cara es un insulto original!
John vuelve a reír. Lo infantil que puede llegar a ser la rubia es hasta tierno a veces.
— No podemos fingir ser niños por siempre.
— ¿Me estás retando?
— Martha.
Le llama la atención en señal de que deje las bromas.
— Lo sé, lo sé, es que... crecer da miedo.
Confiesa bajando la mirada.
— Lo sé pero... así es la vida. Además tienes a tu familia, ellos te ayudan a pagar tu piso. Eres inteligente, sería una pena que desperdicies eso.
Esa frase le hace fruncir el ceño a la rubia. Todo el mundo parece estar seguro de que ella podría sacar una carrera fácilmente.
Todos excepto ella.
Se despide de John luego de un rato hablando. Camina pensando en donde mierda podría encajar ella en esta enorme sociedad.
Todos sus conocidos parecen tener claro que hacer. Lafayette quiere seguir idiomas, John parece ser que estudiará biología, Alexander derecho pero ¿Ella?
Suelta un pesado suspiro.
Se da cuenta de que llegó a cierta sastrería. Reconoce a Hércules trabajando en un smoking ¿Trabaja incluso los fines de semana?
Sin saber porque decide entrar.
— Hola. — Saluda alegre al reconocer a la rubia — ¿Martha verdad?
Pregunta cómo si no supiera que en otra vida fue la esposa de John.
— Ajá. Sólo... pasaba a saludar y... ver.
La actitud de Martha se le hace familiar. Nota que la rubia parece sentirse pérdida.
— Oiga ¿Puedo preguntarle algo?
— Claro. Pero no hace falta que me trates de usted.
"Me hace sentir viejo"
— Oh, lo siento. — Al ser él unos veinte años mayor que ella lo consideró adecuado. — Bueno, tu ya tienes una vida formada pero ¿Alguna vez te has dicho "Bien, he llegado hasta aquí... Qué demonios hago ahora"?
Hércules rie mientras deja la aguja que sostenía en una mesa. Si, se parece mucho a él a su edad.
— Ciertamente, cuando me gradué de la Universidad no sabía qué demonios hacer. Es decir, tenía un título en psicología pero...
— ¿Psicología?
Pregunta la más joven bastante asombrada ¿Había hecho la carrera de psicología? Pues ¿Cómo había terminado en una sastrería?
— Si. De seguro te preguntarás como terminé en una sastrería.
— ...
"¡Deja de leer mi mente!"
— A veces la vida da vueltas raras. — Mira a Martha con una sonrisa paternal. — El consejo que puedo darte es que la opinión que más importa es la tuya.
El ojimiel asiente en silencio, parece algo más tranquila. Hércules toma nuevamente la aguja.
— ¿Quieres intentarlo?
— ¿El qué?
— Darle los últimos toques a este smoking.
— ¿Yo? — Cuestiona cómo si Hércules le hubiera pedido que escalara el monte Everest. — Pero no sé nada de costura, podría arruinarlo o...
— Sólo es coser algunos hilos y ya — Le resta importancia para alentarla. — Ven, la ropa no muerde.
— ...
Tras un pequeño silencio Martha se acerca y toma la aguja, trata de encajarla en la tela del traje.
— ¡Au! — Se queja de dolor la ojimiel — ¡Me pinché!
Hércules rie.
— Yo he estado a punto de perder varios dedos. — Comenta de manera casual haciendo que Martha le mire con miedo. — Intenta de nuevo.
Alentada por la confianza que Hércules transmite en su voz vuelve a intentarlo.
Hallar un lugar en la vida no es tan complicado con una pequeña guía.
...
Últimamente John no ha dejado de dibujar. Y ya no es sólo a ese pelirrojo.
Últimamente ha dibujado a cierta joven de un brillante rubio de rostro ovalado, con ojos azules oscuros que contrastan con su blanca piel, un vestido violeta, sus labios son de un rojo brillante -Posiblemente debido a maquillaje- y sus rubios cabellos están peinados en bucles.
Lo extraño es que el dibujo le transmite ¿Tristeza?
No, no es eso exactamente es...
— Culpa...
Eso, eso siente al ver ese dibujo ¿Por qué?
— ...
Mientras piensa recuesta su cabeza contra el sofá.
¿A quién le recuerda ese dibujo?
Antes de que pueda responderse está dormido.
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Londres no es Nueva York. No es la "cuna de la revolución" como Martha ha oído llamarla pero tiene cierta elegancia que le fascina.
Con su vestido violeta favorito pasea por las calles londinenses. Nunca dejaría de maravillar.
— Señorita. — Un hombre de buen vestir se interpone en su camino. — Martha Manning ¿Me equivoco?
Ser hija de una familia con dinero daba cierta atención de más que ella no aprecia del todo.
— Así es. — Asiente con una sonrisa tan falsa como las "buenas intenciones" de aquel hombre. — ¿Solicita algo?
— Mejor dicho lo que usted necesita un esposo. — Descaradamente abraza a la rubia por la cintura. — Pues es su día de suerte.
— ¿Lo cree así? Pues es una lástima.
— ¿Por qué?
— Podría tachar su nombre de la lista de "posibles pretendientes" pero ni siquiera se su nombre.
Lucha por aguantar la risa al ver la cara de indignación del hombre, quien se marcha gritando alguna maldición.
"Necesita un esposo"
¡Sí, claro! Porque es imposible, en la mente de un hombre, que ella pueda ser feliz sin uno.
Ella está feliz sin un pretendiente, no requiere que la felicidad de nadie dependa de nadie más que ella misma.
Llega a su hogar, una mansión bastante grande de tonos blancos, amueblada hasta el último rincón con muebles de gran calidad, donde su padre le espera
— Aquí estás, cariño. — Su padre le recibe. — Ven, quiero presentarte a alguien.
Martha suspira internamente mientras le acompaña.
"Otro hijo de algún amigo suyo para que me intente cortejar"
En la sala de su casa se encuentra con un joven de su edad. Rubio, bastante alto y de ojos azules. Además se le ve un tipo serio.
Es guapa, si, pero no es de su tipo, físicamente hablando al menos.
— Martha, te presento a John Laurens, hijo de Henry, del mismo apellido.
"No me digas"
Piensa para sus adentros.
— Es un placer conocerla.
John por cortesía besa su mano a modo de saludo.
— El placer es todo mío.
Devuelve el saludo de forma rutinaria.
— Bien, los dejo solos para que se conozcan.
"Mierda"
Piensa la rubia. Cada que su padre la deja sola con algún pretendiente se instala un horrible silencio incómodo.
Esa vez no fue la excepción, aunque sólo por unos segundos.
— ¿Es cierto lo que oí sobre ti?
La mente de John le plantea, inmediatamente, el peor escenario posible.
— ¿Qué cosa?
Pregunta arqueando una ceja.
— Lo de que estás en contra de la es esclavitud.
— Oh. — Siente alivio. — Si, lo es.
Aquí viene, el discurso diciéndole lo idiota y soñador que es.
Siente la mirada zafiro de la joven, juzgándole.
— Convénceme.
Dice la ojiazul decidida.
— ¿Q-qué?
— Quiero que me pongas en contra de la esclavitud a mi también, Laurens. — Reduce las distancias entre ellos ligeramente. — ¿O no te crees capaz?
— ...
Nunca nadie le había pedido eso. Pedir que le convenciera.
Ve la sonrisa sagaz de la rubia. Ella no estaba juzgándole, estaba estudiándole.
Y ahora le está desafiando.
Sin darse cuenta ahora está sonriendo. Nunca le había sonreído a nadie tan pronto de conocerle.
— A mi me encantan los desafíos.
El resto de la tarde consistió en John hablando sobre la igualdad, sobre cómo su padre había plantado esa idea, de forma casi accidental, sobre ideales de igualdad y libertad, sobre lo inhumano que es humillar a toda un país así.
— Nadie merece sentir cadenas en sus muñecas, la libertad es lo más valioso al que podríamos aspirar. Decir buscar la libertad mientras se la arrebatamos a otros es pura hipocresía.
Sin mucho esfuerzo derribó cada dogma que la familia de la rubia había plantado en su mente.
— ¿Si fueras tú?
— ¿Disculpa?
— Supongamos que eres un esclavo que solía ser pobre. Y en tu nueva vida tu dueño te da todas las comodidades ¿No es eso mejor?
John frunce el entrecejo.
— Lo dije una y lo diré mil y una, aunque sea mi condena, prefiero morir que vivir con cadenas.
Aquella frase llena de confianza e ideales tabú impacta a la rubia.
— ¿Cómo no has terminado en prisión aún?
Pregunta la rubia con una leve risa.
— A veces me pregunto lo mismo.
Comparten una leve risa mientras Martha sirve algo de té en el salón de su casa.
— Debo decir que eres el pretendiente más interesante que he tenido hasta ahora. Y el único que no ha intentado cortejarme.
Guiña un ojo de forma divertida un ojo al rubio mientras le ofrece una taza de té.
— Bueno... no planeo cambiar eso, siendo sincero.
Confiesa mientras acepta la taza algo nervioso.
— Lo sé. Las mujeres notamos cuando un hombre está interesado en nosotras. ¿Ser amigos estaría bien para ti?
John sonríe, la verdad Martha es de lo más agradable.
"Si no estuviera enfermo de seguro habría puesto mis ojos en ella"
— Por mi está perfecto.
— Bien. — Da un sorbo a su bebida. — Además no eres mi tipo.
Dice con descaro.
— ¿¡Disculpa?! — Reclama fingiendo estar ofendido. — ¡Yo soy del tipo de todo el mundo!
Así nació una amistad entre ellos. Sus padres tenían la esperanza de que surgiera algo más entre ellos aunque los jóvenes sabían que eso no pasaría.
— ¿Si esperas que John sea el que me corteje porque me presentas a otros?
Pregunta extrañada al ser informada de otro pretendiente por parte de su padre con el pasar de las semanas.
— Pues, ya se está tardando.
Sólo esa fue la excusa del mayor antes de dejarla sola con otro desconocido.
— Me habían dicho que usted era bella pero no sabía que tanto.
Lo mismo de siempre: Cumplidos vacíos.
Está harta. Harta del "sentarse y verse linda"
De tener que asentir calladita a todo lo que le digan.
De no tener ni voz ni voto.
¿Por qué sólo por ser mujer tiene menos derechos que los hombres? Si John le había enseñado algo es que todos somos iguales.
Ha oído de mujeres que viven y respiran por y para sus esposos. Que aún ellos muertos ellas dedican toda su vida a recordarlos y hacer que otros lo recuerden.
"Lo hacen porque es su obligación"
Martha no se ve capaz de hacer eso. Aún si llega a amar de verdad a alguien no cree poder entregarse a alguien así.
—...Es usted similar a las descripciones que se le dan los ángeles.
"Oh. ¿Ese tipo sigue aquí?"
Un aplauso sarcástico interrumpe aquel monólogo. Voltean y se encuentran con cierto rubio sentado en uno de los sillones.
— Encantador sermón, caballero ¿Ha terminado?
— ¿Y usted quién diablos es?
Responde con bastante agresividad con otra pregunta.
"Mierda, van a manchar los sillones de sangre"
Piensa la chica para sus adentros. Con John involucrado es lo más seguro.
— Sólo soy un amigo con la que la señorita Manning ha quedado en dar un paseo y vine por eso.
— ¿Acaso usted también pretende cortejarla? — Pregunta, creyendo que es su oportunidad de lucirse frente a la adinerada joven. Se acerca al rubio — ¿Pues qué le parece si-
Se detiene cuando Laurens se pone de pie y lo mira indiferente, de brazos cruzados. Joder, ¿Acaso mide dos metros?
— Continúe.
Pide Laurens con una sonrisa ¿A dónde se fue toda esa confianza?
— Yo... cr-creo que volveré en otro momento.
Lo siguiente que John y Martha supieron fue que aquel muchacho se fue corriendo. Se miran en silencio antes de empezar a reír.
— ¿Qué clase de pretendientes tienes?
La rubia se encoge de hombros por toda respuesta.
Londres es tranquilo. Ideal para un paseo entre amigos.
— ¿No te interesa ninguno de esos pretendientes de verdad?
— En realidad no. No son mi tipo supongo. ¿Y tú? ¿Alguna joven afortunada que cautive su corazón?
Laurens, para confusión de la ojiazul, se pone nervioso.
— La verdad no.
Miente mientras desvía la mirada.
— Se cuando estás mintiendo. Anda dime, somos amigos ¿No?
— Bu-bueno... si pero preferirías que no se lo dijeras a nadie
— EEUU~ — Aquello interesa a la joven. — ¿Amor prohibido?
— Podría decirse.
— ¿Me dirías su nombre al menos?
John se toma su tiempo en responder. Lo que le parece raro a Martha, sabe que John es reservado sobre su vida ¿Pero a tal nivel?
— Frances. — Responde luego de un rato. — Se llama Frances.
"Frances"
— Lindo nombre.
Eso es todo lo que dice del tema, notando que Laurens prefiere evitar ese tema decide pasar a otro.
— Hey ¿Sabes que debería haber en Londres?
— ¿Qué?
— Una torre.
John parpadea confuso.
— ¿Una torre?
— Una con un reloj. Un reloj enorme con campanas y todo.
John rie con las ocurrencias de su amiga.
Continúan hablando paseando por la ciudad. Terminan teniendo una conversación sobre el futuro. Sobre los deseos de cada uno.
— No tengo mucho de donde escoger, supongo. — Dice algo desanimada. — El que tiene de donde elegir eres tú. Dime ¿Cuál es tu sueño?
John mira el cielo teñido de tonos naranjas.
— Mi sueño es entrar al ejército continental y... morir defendiendo mis ideales.
Un silencio se prolonga entre ellos luego de esa, sumamente sincera, respuesta por parte de Laurens.
— ¿N-no aspiras a ninguna otra cosa más?
Ella está consciente de que su amigo ha perdido a su madre. Además de estar expuesto a la dureza de la vida de la alta sociedad. Pero aún así ella aprecia mucho a Laurens y le entristece que a lo máximo que puede aspirar es la muerte.
— La verdad no.
Decide no decir más. Martha no podría entenderlo, no podría entender la su necesidad de ganar honor.
La respuesta de Martha es simplemente un suspiro.
— Deberías permitirte ver un poco más allá, deberías permitirte pensar que puedes ser feliz.
John da una triste sonrisa. Únicamente acaricia la cabeza de su amiga como si fuera una niña, conmovido por su inocencia.
— En el fondo nadie me conoce y tú tampoco lo haces.
Eso es todo lo que dice.
...
Resignada se arregla frente a un espejo. Lo que más odia de ser hija de una familia con dinero y renombre son esas jodidas fiestas.
Con un vestido violeta pastel que reserva, junto con otros, para esas fiestas. Su cabello, que llega poco más allá de sus hombros, peinado en sus características bucles. Y su rostro cubierto por una leve capa de maquillaje.
Todo se siente tan falso en ellas, cientos de comentarios venenosos camuflados con una amabilidad y humor tan falsos cómo un espejo de madera.
"Al menos John estará ahí también"
Piensa para consolarse mientras sube a su carruaje.
Estar con él siempre es divertido, reírse de las grandes pelucas de los hombres y del excesivo maquillaje de las señoras mayores en un desesperado intento por disimular su edad mientras disfrutan de lo único bueno: la comida.
Con esos alegres pensamientos logra animarse en el camino a donde se llevará a cabo ese baile.
Al bajar del carruaje y entrar, acompañada por su padre, busca a su amigo con la mirada. Logra encontrar al padre de su amigo, Henry, pero hay rastro del rubio por ningún lado.
— Mi hijo no se encontraba en condiciones de venir. — Explica el hombre canoso. — Ha tenido una discusión con uno de sus amigos, que le dejo bastante decaído.
"Oh, él si puede librarse de estas cosas"
Piensa algo molesta con su amigo por abandonarla, él sabe cuánto odia aquellas pomposas fiestas. Entonces se da cuenta de que está a su suerte en aquel feroz río infestado de tiburones con feo maquillaje.
"Debo mejorar mis metáforas"
Piensa antes de que su padre la deje a su suerte, pues se marcha a hablar con unos amigos.
"Tal vez no sea tan malo"
Ve un grupo de chicas de su edad conversando, bastante divertidas al parecer.
"Son sólo personas, como tú"
Tal vez está siendo dramática.
— Hola.
Saluda con algo de timidez al grupo.
— ¡Oh! ¡Hola! — Una castaña le devuelve el saludo de forma amigable. — Martha ¿No?
La joven asiente feliz de ver que las jóvenes se presentan amistosas, quienes parecían estar hablando sobre libros.
— No es exactamente un libro pero mi favorito es "Crisis Americana" de Thomas Paine.
Respondió cuando le preguntaron por su libro preferido.
— Él mío es "Sentido Común" de Thomas Paine.
Responde una del grupo de cinco. Contrario a lo que la ojiazul temía son personas muy agradables.
— Oye ¿Y algún pretendiente?
Pregunta con inocencia una castaña.
"Oh, oh"
Piensa, tiene un mal presentimiento.
— Bu-bueno... hay algunos interesados pero ninguno me interesa a mí.
— ¿Osea que no tienes a nadie decidido?
— Bu-bueno no, pero es porque-
Lo que podría describirse cómo chillidos femeninos salen de la boca de aquellas cinco, interrumpiendo a Martha.
— ¡Podemos encontrarte uno!
Grita una de pelinegra de lo más emocionada. Por su parte, Martha al no ser la única dando saltos de emoción, es la única que se percata de la cantidad de miradas sobre ellas.
— N-no es necesario.
Intenta dejar el tema de lado pero es inútil.
— ¡Claro que lo es! — Una pelirroja le toma del brazo — ¡Ven! ¡Te presento a mi hermano!
— ¡No! ¡Deja te presento a mi primo!
Dice otra tirando de su otro brazo.
Martha sabe que no lo hacen con mala intención pero, aún así comienza a sentirse agobiada. Los chillidos de las chicas que taladran sus oídos, junto con las miradas de las personas a su alrededor, comienzan a hacer crecer en ella un deseo de marcharse de ahí cuanto antes, pero sabe que no puede hacer eso, por mucho que las miradas sobre ella la incomoden.
— P-por favor no, de verdad estoy bien.
Logra zafarse del agarre de ambas jóvenes. Retrocede unos pasos pero tropieza con un hombre, bastante mayor que ella.
— De-demonios. Lo siento.
No había sido más que un pequeño golpe, pero la verdad la situación comienza a sobrepasar a la joven. Sus mejillas están rojas, su cabello despeinado, sus manos y piernas comienzan a temblar.
Las sonrisas de la multitud se ven más falsas que nunca.
— No es ningún problema. — Dice el hombre con una sonrisa. — No te preocupes preciosa.
Dice con una sonrisa para nada inocente.
"¿Preciosa?"
Oh, no. No, no, no, no, no.
Sabe que es bastante común que jóvenes de su edad se casen con hombres de cuarenta años sin embargo a ella la idea le revuelve el estómago. Estar con un hombre que podría ser su padre... ¡Agh!
Por eso cuando ese hombre la abrazó por la cintura mientras el olor a vino invadía su nariz, ella le dio una bofetada casi por reflejo.
El golpe hizo eco por todo el lugar.
Ahora todos los ojos están sobre ella y nadie más.
Decenas, tal vez cientos de pares de ojos viéndola que a ella le parecieron millones.
No pudo más.
Salió corriendo de ahí.
...
"Enfermo"
Esa palabra resuena en la mente de Laurens, esa carta de Francis le había destrozado.
Abre otra botella de whisky y se bebe un cuarto de la misma de un trago.
Sabe que no es el fin del mundo. La vida es un constante caerse, llorar si es necesario, levantarse y seguir adelante. Pero ahora él está en la parte de llorar.
Agradece que ningún miembro de su familia este en casa para verle en ese estado.
Mientras la bebida baja por su garganta, dejando un ardor a su paso. Piensa en las palabras de Francis.
Él va a casarse.
Dice que nunca le amó y espera que se cure de su enfermedad.
John es demasiado orgulloso para admitir que esas palabras comienzan a enraizarse en su mente.
¡Agh! Creía que el alcohol le haría olvidar lo mierda que se sentía, no que le haría sentirse peor.
Con dificultad se pone de pie, tambaleándose se dirige hacia la sala de su casa, el aire nocturno podría ayudar.
Se recarga en el marco de una ventana y mientras bebe otro sorbo de whisky reconoce una figura familiar en las calles.
Martha camina por los desiertos caminos nocturnos de Londres. A John Le llama atención que está descalza, trae sus zapatillas con tacón en una mano. Se le nota desanimada, parece ser que pasó mala noche. Está despeinada, y su maquillaje está algo corrido pero eso no hace que no se vea bastante linda.
Linda...
Martha es muy linda. Es de lo más atractiva, todos los interesados en cortejaría están conscientes de eso -Además de la gran cantidad de dinero que posee su familia- .Es una chica a la que cualquier hombre cortejaría con gusto. Cualquier hombre sano.
John lo sabe, sabe que Marta es preciosa.
Tal vez John no está enfermo en realidad.
Da otro sorbo de la bebida en su mano.
"Sólo hay una forma de comprobarlo"
Una forma de curarse.
A paso irregular y con botella en mano sale de su casa.
A cometer la mayor estupidez de su vida.
Luego de una caminata de treinta minutos, exhausta, Martha llega a su casa que por suerte está vacía, nadie la vería así de destrozada, de patética. Ni ella misma quiere verse, por eso deja las luces apagadas.
Arroja sus zapatillas a quién sabe dónde.
¡Mierda! ¿Por qué no pudo nacer hija de un comerciante de poca monta? Eso no sería tan estresante.
Con una toalla remueve el maquillaje de su rostro.
De verdad hizo el ridículo ahí ¿No?
Está harta.
Harta de los incómodos zapatos que debe usar.
De las enormes pelucas blancas que están en todas partes.
De la constante presión ocasionada, no sólo por esos ajustados vestidos ni esas malditas fajas, sino también por su padre y, todo el mundo en realidad, a encontrar esposo.
Harta de toda la presión.
Joder, los vestidos son incómodos ¿Por qué no puede usar pantalón?
Busca en la cocina alguna bebida y, encuentra varias botellas de vino, ella prefiere el whisky pero tampoco se quejará. Abre la primera de vaya a saber cuántas.
Pensar que a lo máximo que puede aspirar es ser la "esposa ideal" le deprime, sobre todo porque ni siquiera se ve capaz de ser eso.
Cómo desearía poder aspirar a más, desearía poder soñar con sus propios logros, desearía...
Unos toques en la puerta interrumpen su autocompadesimiento.
"Mierda"
Piensa al darse cuenta de que su padre la verá en ese estado, o tal vez su madre o su hermano.
Sin embargo se sorprende al toparse con su amigo rubio.
— ¿John?
— ¡Hola! ¿Cómo está mi mejor amiga?
Se abalanza hacia ella en un abrazo, inundando los poros de su amiga con el olor a alcohol.
— ¡John! — Se separa algo molesta, la verdad no está de humor. — ¿Estas...
¿Para qué preguntar? Es obvio que está borracho.
— Es-estoy aquí para verte. — La mira sonriente. La verdad es que él había venido con sus intenciones muy claras. — ¿Qué tiene eso de malo?
Martha rueda los ojos. Está a punto de pedirle que se marche cuando nota sus ojos rojos y rastros de lágrimas en su rostro ¿Había estado llorando?
Ve que trae una botella de whiskey casi llena en su mano.
— Oh, justo lo que necesito.
Arrebata la botella al más alto y la lleva a sus labios, bebiéndola sin ningún remordimiento.
— ¿Noche difícil?
— Bastante. — Contesta alejando la botella de su boca. — Entra.
John obedece, entra a la residencia de su amiga mientras ella cierra tras de sí. Se extraña al ver la casa totalmente a oscuras.
— ¿Y la luz?
— Preferiría estar a oscuras mientras me derrumbó emocionalmente, gracias.
Contesta antes de dar otro profundo trago al whisky. John rie para sentarse contra la pared, cerca de varias botellas de vino, toma la que está abierta.
— Somos dos niños ricos ahogándose en problemas primer mundistas ¿No?
— Por mi parte, si. Murmulla Martha sentándose junto a su amigo. Soy una chica adinerada que no puede soportar la presión de serlo ni de lo que todos esperan de mí. — Murmulla sentándose junto a su amigo en el suelo — ¿Y tú? ¿Qué te sucede?
John suspira a la par que toma una botella de vino y la bebe.
— ¿Recuerdas a Frances? — Su amiga asiente. — Básicamente me mandó a volar, de una forma bastante horrible.
Martha estudia su expresión. Esta bastante oscuro, la única luz en la vivienda se filtra por las ventanas, pero se le nota destrozado.
— Lamento oírlo.
Es todo lo que dice. En otras circunstancias ella habría hecho más por consolarle pero no es capaz de sentirse bien, no puede consolar a alguien más. Además poco y nada sabe de esa relación.
— En algún momento debía pasar. — Limpia una rebelde lágrima que resbala por la comisura de su ojo. — Con solo decirlo me siento mejor.
— Quisiera olvidarme de todo por un momento.
Unos minutos de silencio se extienden entre ellos, con algunos grillos de fondo. O el sonido de ellos mismos bebiendo más alcohol.
John está más que destrozado.
Martha está agotada.
Ninguno de esos estados es una buena combinación con el alcohol.
— Oye. — Luego de un par de botellas de vino John habla, buscando cómo sacar el tema. — Dijiste que te gustaría olvidarte de todo por un momento ¿No?
— Ajá. — Abre otra botella de vino. — Pero el alcohol no parece ayudar.
Acerca la botella a su boca pero John se la aparta, mirándola con intensidad.
— Tal vez lo que necesitamos no sea alcohol.
Dice tan serio, acariciando la mano de Martha. Ella sólo atina a sonrojarse.
Viendo que no tiene ninguna reacción negativa acerca su rostro al de su amiga.
Olvidarse de todo por un rato... joder que bien suena eso.
No es el fin del mundo, sólo una mala noche.
A veces una mala noche puede arruinarte la vida.
— He-hey... — Dice con los labios de John a milímetros de los suyos. — Pero nada cambiará entre nosotros ¿Verdad?
— Claro que no, tonta.
"Sé cuando estás mintiendo"
Piensa Martha pero aún así corresponde el beso de su amigo y deja que él la cargue hacia su habitación sin dejar de besarse. Suspira placenteramente cuando John la deja en su cama y los besos pasan a su cuello y gime cuando siente una mano en su busto.
Cómo iban a arrepentirse de eso.
...
En esos momentos saltar de el puente en que se encuentra se ve tentador para Laurens.
Dos meses habían pasado desde esa noche, desde su primera vez con una mujer, lástima que no recuerde nada de dicho evento.
Bueno, si recuerda algunas cosas. Recuerda el aroma de la rubia junto a él en la cama, recuerda esa suave piel, recuerda los gemidos de Martha...
Se sonroja con los recuerdos. Ni siquiera sabe que debe sentir.
Se recarga en el puente completamente ajeno a las personas que vienen y van.
Recuerda esa sensación de mariposas que Francis le hacía sentir, pero hoy sabe que solo son lombrices.
Deja que la indiferencia le arrope mientras sigue pensando eso.
— ¡John!
Mierda, esa voz.
En el otro extremo del puente ve a Martha, quién le está buscando. Finge que no le escuchó y se marcha caminando a paso apresurado.
— ¡John! ¡Espera!
Siendo justos, John es un nombre muy común, podría estar hablando de cualquiera.
Acelera más y más el paso. Al estar cerca de su casa dobla una esquina y choca con Martha, su hermana o Patty, cómo suele apodarla él.
— Jack ¿Qué pasa?
Pregunta su hermana al verlo tan agitado. A diferencia de él es pelinegra y tiene los ojos verdes y la piel ligeramente más bronceada, posee unos labios color coral.
— ¿Qué? ¿Pasar? ¿Por qué debería pasar algo? ¡A mí no me pasa nada! ¡Tú te acostaste con una de tus amigas!
— ...
Patty lo mira confuso.
— ¡John!
Escucha una voz a lo lejos. John, al oírla se marcha de lo más pronto.
Llega a su hogar y se deja caer en un sillón.
No puede verla, se siente avergonzado. Avergonzado de haberla utilizado para consolarse y demasiado incómodo.
Lo peor es que ni siquiera llegó a alguna "conclusión". No recuerda mucho.
Ya hace dos meses de eso y él había elegido la opción más racional y valiente: Evitar a toda costa a la chica con la que se casó.
— ¡John!
La puerta se abre, revelando a su amiga de ojos azules.
— ¿Co-como entraste?
Pregunta poniéndose de pie.
— Me encontré con tu hermana, le dije que quería hablar contigo y me dejó entrar.
El rubio, escopetado, se dirige a la puerta de salida para intentar escapar pero es imposible, está cerrada.
— Es inútil, Patty está ahí afuera. No la abrirá hasta que yo lo diga.
John suspira rendido, viendo que no tiene escapatoria.
— Bien. — Ve a su amiga de brazos cruzados — ¿Qué pasa?
— ¿Cómo qué "Qué pasa"? — Pregunta indignada. — ¿Te parece normal?
— ¿Qué cosa?
— ¡Has estado evitándome por dos meses!
John desvía la mirada.
— Bueno... ¿Qué tiene?
— ¡No puedes hacer eso!
Una parte de él quiere preguntar "¿Por qué no? Pero se ordena mantenerse callado. Nota que Martha está herida por cómo ha estado actuando.
— Es que... no recuerdo mucho de esa noche... no sé como verte a los ojos de nuevo.
Martha suspira y coloca una mano en su vientre.
— Da igual que lo recuerdes o no. El daño está hecho.
"Daño"
¿La había herido tanto?
— Lo siento.
John es orgulloso.
John nunca pide disculpas.
Pero esta vez hará una excepción, de verdad la había cagado.
— Sentirlo no deshace lo que está hecho.
"¿Lo que está hecho?
— ¿De qué hab-
— Estoy embarazada.
En ese preciso momento el mundo se detuvo bajo los pies de John.
¿Martha embarazada? ¿D-de él?
— ¿Embarazada?
Pregunta bastante pálido, con las piernas temblando.
— Así es y definitivamente es tuyo. Eres el único hombre con el que he estado.
¿Él? ¿Padre? N-no debe ser un error.
— N-no puede ser mío. Yo no-
— John. — Martha se acerca, sujetando sus brazos. Mirándolo muy seria — Este bebe es tuyo, nada de lo que digas cambiará eso.
La mente de John queda en blanco. No, no puede ser, él es demasiado joven para ser padre y ¡No se había casado! Había embarazado a una chica sin estar casado...
De inmediato siente que toda decencia y honor se le escapa entre las manos.
— Mira, lo hemos arruinado, los dos, pero no voy a-
— ¡¿Los dos?! — Pregunta John indignado, zafándose del agarre de su contraria. — ¡Tú fuiste la se abrió de piernas!
La acusa cómo si todo fuera su culpa. No está pensando claramente. Quiere tener alguien a quien culpar que no sea el mismo.
Martha se queda helada ante esa acusación pero de inmediato frunce el ceño.
No dejará que John la haga sentir culpable. Se acerca al rubio, intimidándolo un poco.
Sabe que la culpa es de ambos, John no la violó, ella accedió a tener sexo con él pero si él quiere jugar a los golpes bajos y a culpar al otro...
— ¡Yo no fui la que llegó llorando a tu casa borracha por una amante! — Hunde su dedo en el pecho del rubio, bastante indignada. — ¡Yo no fui quien propuso tener sexo para olvidarse de nuestros problemas! ¡Tu las has cagado tanto cómo yo! ¡Esto es culpa de ambos! ¡Así que no pretendas que me sienta mal! ¿Si yo fuera Frances entonces-
Martha no es capaz de terminar de hablar, la palma de la mano de Laurens había impactado contra su rostro.
John acababa de golpearla.
Martha cree que le conoce, pero no es cierto, ni siquiera sabe la verdadera identidad de su amante así que no pretenda conocerle.
Al ver la mejilla enrojecida de Martha, y cómo le mira aguantarme las lágrimas se siente la peor mierda del mundo.
En esos ojos azules hay decepción.
— D-dios mío... — Acerca una mano a su amiga. — Martha, no sabes cómo lo siento, no quise-
Martha le aparta la mano, su ceño fruncido intenta esconder su decepción.
— No puedo creer que te llamé amigo.
— ...
Sin más la rubia se dirige hacia la salida. Con actitud tan fría que envía escalofríos a Laurens al pasar a su lado.
Ella es fuerte.
Martha es fuerte.
— No pretendo pedirte que te hagas cargo, sólo creí que tenías derecho a saberlo. El dinero no me será ningún problema, estaré bien, no te preocupes.
Dice secamente, no se verá frágil frente a Laurens.
Se siente dolida y utilizada pero no lo mostrará.
Mientras ella da la señal a Patty para qué abra John piensa en su honor, su reputación.
Quedaría arruinado si se supiera que había embarazado a su amiga y había huido.
No puede permitir que pase eso.
— Espera. — Le detiene antes de que se marche. — Me... me haré cargo.
Martha voltea a verlo sorprendida por esas palabras.
— ¿D-de verdad?
Pregunta algo esperanzada. Ingenuamente cree que Laurens hace esto por ella y no por una necesidad egoísta de mantener su honor.
— Si... nos casaremos y... podrás vivir conmigo y mi familia.
Para Laurens eso significa "hacerse cargo"
— Bien... de-deberemos decírselo a nuestros padres.
— ¿No le dijiste a nadie aún?
Martha niega con la cabeza.
— Creí que tú deberías saberlo antes que nadie.
"Martha, tu..."
De verdad tiene a la mejor amiga.
Sin mucho más que decir ella se va.
— ¿Qué le pasó en la mejilla?
Pregunta Patty una vez que Martha se había ido.
John no responde.
...
Si bien la noticia del embarazo de Martha no alegró a sus padres la noticia del matrimonio si lo hizo.
Ninguno dijo nada del golpe de John a su amiga, ella no volvió a mencionarlo. Pero él sabe lo olvidará
Martha trató de mantener una actitud positiva. Si, se había embarazado de un hombre que no amaba pero ese hombre es John Laurens, es su amigo.
"John es buena persona, estoy segura de que será un padre genial"
Está segura de que, aunque no haya ningún tipo de romance entre ellos, podrán darle una buena vida a su hijo
Sabe que ella no es Frances
Y John no es el hombre de sus sueños.
Pero son amigos, atravesaran esto juntos.
Juntos...
— Ten.
Dice Martha a John la noche antes de la boda, entregando un misterioso paquete envuelto.
— ¿Qué es?
— Un regalo de bodas.
Dice alegre.
— Y-yo no tengo nada para ti.
Confiesa algo avergonzado.
— No importa, no esperaba nada de ti de todas formas.
— ...
John la mira enarcando una ceja.
— Eso no sonaba tan mal en mi mente... ¡No importa! ¡Ábrelo!
— De acuerdo, de acuerdo.
Desenvuelve el paquete, se topa con un cuaderno de dibujo y un gran paquete de lápices de colores, es increíble la cantidad de tonos que hay. Debe haber unos sesenta.
— Se cuanto te gusta dibujar, creí que esto te gustaría.
Laurens sonríe genuinamente, Martha sí que le conoce bien.
— Gracias.
La rubia le devuelve la sonrisa. Luego dirige su mirada a su vientre, el cual comienza a abultarse.
— He estado pensando en nombres. Me gusta "Zanner" para un niño ¿Y a ti?
John simplemente se levanta y se va.
"Es cuestión de paciencia"
Se dice Martha. Esto no es fácil para él.
Ella quiere mucho a John, quiere creer que hará lo correcto y que pondrá de su parte en esto.
Por eso el día de la boda ella propuso un brindis.
— Por el mejor esposo, por el mejor amigo.
Dice con una sonrisa, levantando la copa. Se veía hermosa vestida de blanco.
John se siente culpable.
Martha es hermosa, por dentro y por fuera.
Y aún así piensa hacer lo que va a hacer.
...
Sin saber bien porque, un día Martha se levanta temprano.
Tiene su propia habitación, ya que tanto ella como John encontraron incómodo el compartir cama.
Ve una carta en su mesa de noche, es de John.
Tiene un mal presentimiento.
Descalza se dirige a la sala, a paso lento pues tiene mucho miedo de tropezar y lastimar al bebé que aún crece en su vientre.
— ¿John?
¿Por qué John tiene tantas maletas?
El rubio se sobresalta con su voz.
— C-creí que estabas dormida.
— ¿Qué estás haciendo?
John desvía la mirada mientras se rasca la nunca ¿Qué debería responder?
La verdad está avergonzada con su comportamiento con su amiga. La había utilizado para consolarse esa noche, se casó con ella por egoísmo y ahora...
Martha no es tonta.
Mi sueño es entrar al ejército continental y... morir defendiendo mis ideales.
Decepción, de nuevo. Y no es capaz de ocultarla en su expresión.
— No pongas ese rostro. — Dice John, acercándose al ver que ella ya se dio cuenta, colocando una mano en el hombro de la rubia. — Sabías desde el principio que yo deseaba hacer esto...
—...
"No llores"
Piensa Martha desviando la mirada.
— Prometo escribir-
— Se cuando estás mintiendo.
Espeta, apartando su hombro de la mano de su esposo.
— Yo-
— ¡Esto es nuestra responsabilidad John!
Por primera vez le grita, enojada, furiosa.
Está harta de la actitud de John.
— ¡Dijiste que no me pedirías que me hagas cargo!
— ¡Pero tu dijiste que si lo harías!
— ¡Ya nos casamos! — Toma la mano de Martha, señalando su anillo. — ¿No es eso suficiente?
— ¡Criar un hijo es mucho más que eso! —Aparta su mano. — ¡Implica dejar de ser egoísta! ¡Dejar de ser tan egoísta! ¡Anteponer el bienestar de otros antes de tus planes!
— ¡Es fácil decirlo para ti! ¡Eres mujer! ¿Qué planes podrías tener tú?
— ...
¿John siempre hacía sido tan bueno con los golpes bajos?
Siente que el chico al que ella llamó "amigo" nunca existió.
Cuando John le dijo que se haría cargo, ella imaginó que ese sueño suicida sería cosa del pasado.
Pero se equivocó.
— ¿Se te ha ocurrido que tal vez estés equivocado con tu forma de pensar? — Pregunta Martha —
¿Te importa siquiera? ¡¿Fue divertida esa noche?! ¡Espero que lo haya sido! ¡Qué te hayas divertido mientras me arrastrabas a tus problemas contigo!
El enojo le está haciendo decir cosas que no piensa en realidad.
— ...
John se aleja a buscar sus maletas.
— ¡Tu honor ya está a salvo! ¡Ya no me necesitas verdad! ¡Me sentaré mientras tú haces todo lo que quieras hacer!
John vuelve a no decir nada.
— Desearías que vieras que la vida puede ser mucho más que una guerra. Desearía que vieras que puedes aspirar a mucho más que la muerte. — Dice con lágrimas, en un último intento de convencer que se quede. — ¡Desearía que vieras que puedes ser feliz! Desearia-
— Yo desearía nunca haberte embarazado.
Es inútil. John no quiere escuchar.
Se empeña en verse a sí mismo como la única víctima de la situación.
— ¿En serio prefieres irte y morir que formar una familia conmigo? ¿De verdad soy una persona tan horrible?
— ...
A este punto John la ignora, cómo hará de ahora en adelante. Toma sus cosas y abre la puerta, un carruaje le espera.
— ¡Eres una persona horrible!
Grita, apretando los puños, temblando de rabia e impotencia.
Eso es lo último que escucha de su esposa.
Nunca se volvieron a ver.
Martha simplemente deja salir sus lágrimas, las emociones que ha estado aguantando.
Su amigo de verdad prefiere la muerte antes que su compañía.
"¿De verdad es tan horrible estar conmigo?"
━━━━━━ •⋅◈⋅• ━━━━━━
— ¡John!
Lafayette despierta a su compañero de piso.
— ¡Ah! ¿Q-qué pasa?
— Quería saber que quieres cenar hoy.
John le mira durante un milisegundo.
— ¿Me despertaste para eso?
Se estira, mientras lo hacen los recuerdos de ese sueño le golpean.
Esa chica se llama igual que su amiga.
¿En serio prefieres irte y morir que formar una familia conmigo? ¿De verdad soy una persona tan horrible?
Y él la había...
— Laff ¿Sabes dónde está Martha?
— La vi en la sastrería de Hércules. — Repone el francés revisando el refrigerador. — ¿Por qué?
John no responde, guarda su cuaderno de dibujo en su escondite y sale de su piso, a paso tranquilo.
Necesita verla.
Ese chico rubio que comparte su nombre y apellido la había embarazado y luego abandonado.
Pero no puede ser él, él nunca haría algo así.
Continúa caminando bajo un cielo donde el sol ya de está ocultando.
La ve salir de la sastrería de Hércules, junto con él. Están cerrando aparentemente.
— Fuera de algunos pinchazos, no fue tan malo.
Dice la rubia viendo algunas marcas en sus dedos.
— Tuviste un mejor primer día qu-
— ¡Martha!
Una tercera voz les interrumpe. La aludida voltea y ve a su amigo, se ve algo agitado.
— ¡Pecas! ¿Qué pa-
John le abraza sin dejarle terminar su oración. Nota a su amigo muy preocupado. La está abrazando cómo si fuera a morirse al día siguiente. Sus brazos están envolviendo su cuello con cuidado y está hundiendo el rostro en su hombro.
— ¿John?
Pregunta preocupada ¿Habrá pasado algo?
— Eres mi amiga, Martha y te quiero. — Refuerza un poco el abrazo. — Perdóname si alguna vez te hice daño.
Una leve sonrisa se asoma por los labios de Hércules, se hace una idea de a qué viene eso.
Martha está de lo más confundida.
Sin embargo devuelve el abrazo.
***
No hubo mucho "Lams" en este capítulo pero viendo todo lo que tuvo que soportar la esposa de John quería dedicarle al menos un capítulo en mi fic.
Lo del golpe de John a Martha es un rumor, no se sabe si es cierto o no.
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