𝟏𝟑 - 𝐅𝐮𝐞𝐫𝐭𝐞
━━━━━━ •S. XVIII• ━━━━━━
Alexander es sensible.
Alexander odia serlo.
Odia tener que aguantar las ganas de llorar en público.
Odia sentir cómo sus labios tiemblan al retener las lágrimas.
Odia ver las crecientes cicatrices en el cuerpo de Laurens y sentir deseos de llorar.
Y odia sentir desconfianza de preguntarle si quiere hablar de eso.
Odia sentirse impotente ante la actitud del rubio que, contrario a lo que creía, sólo iba empeorando.
Justo cuando creía que comenzaba a acercarse al rubio este se aleja.
Le ve dibujar, recargado en un árbol.
¿Qué estará pensando?
Da un respiro y le se acerca.
— Hola Laurens.
Lo llama una vez a su lado.
El rubio le mira durante un milisegundo, luego vuelve la vista a su cuaderno.
— Hola Alexander.
Saluda con cortesía. Esa actitud pone algo incómodo al menor.
— Oye ¿Por qué no vamos a cabalgar? Es una tarde linda.
Ofrece esperanzado de que un paseo despeje su mente y que, con algo de suerte, se abra un poco con él.
Laurens parece pensar en su oferta, lo que aumenta la esperanza del pelirrojo.
— No gracias.
Responde con voz neutral. Esa respuesta le desanima un poco a Alexander pero no piensa dejar de insistir.
— ¿Preferirías ir a la ciudad un rato?
— En realidad no.
Hamilton hace una mueca de disgusto casi imperceptible.
— ¿Quieres que le eche un vistazo a tus heridas?
Laurens aprieta un poco su lápiz, la insistencia del menor comienza a serle molesta.
— Lo hiciste hace un rato, además están bien.
— Enton-
— Hamilton. — Le interrumpe en seco, mirándolo por fin — No me apetece a hacer nada de momento, preferiría seguir con mis dibujos. Sólo.
Auch. Esa última parte le había dolido al menor.
— Bi-bien. — Asiente con un hilo de voz. — Si cambias de opinión, búscame.
Laurens asiente y Hamilton se marcha.
Al verle irse un latido culposo se hace golpea el interior del pecho del rubio. Sabe que Hamilton no es tan fuerte como aparenta, sabe que pequeños gestos pueden afectarle de sobremanera.
Su parte egoísta le ordena dejar de pensar en ello.
"Alexander es un persona madura, estará bien"
— Prifiririi istir sili. — Remeda Hamilton mientras cepilla a su yegua. — Veremos si hoy en la noche dice lo mismo. ¿Puedes creerlo?
Pregunta al equino, quien continúa masticando el heno en su boca.
— ¡Lo sé! — Hamilton habla como si el animal le hubiera respondido. — ¿Por qué actúa así?
¿Qué ha hecho él para merecer esa actitud por parte del rubio?
Lo único peor que aquella actitud distante son los intentos suicidas de John.
Tendrá sus motivos para actuar así, tal vez su vida no había sido fácil.
Su vida...
¿Qué sabe de la vida de Laurens en realidad? Trata de repasar lo que sabe del rubio, se entristece al darse cuenta de que no hay nada.
Laurens se ve como una gran persona, con ideales y pensamientos tan interesantes...
— ¿Te sientes decaído?
Una voz con acento francés le saca de sus pensamientos. Dirige la vista y se encuentra con Lafayette.
— La verdad, si.
Responde con los ánimos bajos.
— ¿Quieres hablar?
Ofrece amigable el francés, sabe perfectamente que pese a ser explosivo e incluso algo agresivo Hamilton es bastante frágil.
Con una mirada de agradecimiento Alexander asiente.
— Dime, soy todo oídos.
Dice el francés mientras acaricia al caballo de su amigo.
— Bueno... — Piensa sus palabras, no puede hablar de más. — ¿Alguna vez has conocido a una persona que te parece fascinante en todos los sentidos? ¿Qué te parece una en un millón? ¿Alguien que te provoca el deseo de conocerlo más y más? ¿Alguien a quien podrías oír hablar por horas y horas sin cansarte de escuchar su voz? ¿Alguien a quien te gustaría escucharle hablar sobre lo que le apasiona porque te encanta verlo feliz y hablar sobre lo que ama? ¿Alguien a quien quieres abrazar y proteger de todo posible mal?
Concluye esa catarata de preguntas mirando a su amigo a los ojos
—... — ¿Cómo se supone que responda a eso? — N-no sabría que decirte Alexander.
Aunque cree saber de quién está hablando, aún así decide de decir nada, aún no termina de ordenar sus pensamientos.
— C-creo que no me explique bien. — O tal vez lo hizo demasiado bien — Digamos que me gustaría conocer a alguien, saber más de esa persona pero esa persona es... fría
Frío... no hay mejor palabra para describir a John.
— Bueno ¿Has intentando contarle sobre ti?
Sugiere Lafayette, no está tan convencido de que aquello sea suficiente.
— La verdad no.
Responde cómo si aquella fuera una idea del otro mundo.
— Bueno, intenta abrirte con él, trata de contarle cosas sobre ti que pocas personas sepan. No puedes esperar que alguien se acerque a ti si tú no te le acercas.
Eso suena condenamente lógico ¿Cómo no se le ocurrió antes?
— Creo que eso haré. — Más animado monta su caballo, saldrá a cabalgar. — ¡Gracias!
Dejando al francés con la palabra en la boca Alexander se marcha montado en su caballo.
Estaba por decirle que no se hiciera muchas esperanzas, tratándose de John no cree que aquel consejo baste.
"Mientras más alto, más duele la caída"
Pero esa sonrisa... no podía borrársela.
¿Alguna vez has conocido a una persona que te parece fascinante en todos los sentidos? ¿Alguien a quien quieres abrazar y proteger de todo posible mal?
Se estará volviendo loco pero eso no suena como una enfermedad. Alexander no habla cómo un enfermo.
Suena cómo amor. Alexander habla como si estuviera enamorado.
Sacude la cabeza para despejarse de esos pensamientos.
— Ah, aquí estabas Lafayette.
Voltea al oír la voz de Washington y sentir su imponente presencia.
— General.
Saluda con respeto.
— Necesito que me traduzcan esto.
Entrega unos papeles que están en francés. Lafayette les echa un vistazo, siente un vació en su estómago al ver de que tratan.
Son papeles sobre compra y venta de esclavos.
Y todo a nombre del General.
¿Por qué le están temblando las manos? Es algo normal, inmoral pero normal.
¿Inmoral? ¿Desde cuándo piensa eso?
— Señor... esto...
— ¿Qué sucede Lafayette?
Pregunta extrañado ¿A qué viene esa actitud?
— ¿Qué pasará con esos esclavos?
Esa pregunta no sólo extraña al general, sino también al propio francés.
— No debes preocuparte por eso. — Da unas fraternales palmadas en el hombro del menor. — Ese no es asunto tuyo, además, están en buenas manos.
Normalmente la sonrisa de Washington le transmite confianza. ¿Por qué ahora la ve cómo una sonrisa cínica e incluso sádica?
¿A eso llamas vida? ¿A estar con cadenas en tus muñecas? ¿Tener que rezar porque tu poseedor sea indulgente?
Las palabras de Laurens resuenan en su mente con firmeza y convicción.
"Está bien, están en manos del general, él es sin duda un buen amo"
Piensa, en cualquier momento anterior aquel simple pensamiento le hubiera calmado, hubiera bastado para sacarse el tema de la mente.
Entonces ¿Por qué sus manos no dejan de temblar?
La duda se distingue a kilómetros de distancia en los ojos del francés. El general da una media sonrisa mientras resopla.
— Está bien. — Toma los papeles de las vacilantes manos de Lafayette — Buscaré a alguien más que me ayude con esto, no quise incomodarte.
— Es- ¡Espere! — Le llama nervioso al ver que el general se marcha — Usted no-
— Ese muchacho Laurens, es de lo más convincente ¿Verdad?
— ...
A Lafayette nunca dejaría de sorprenderle lo bien que el general lo conoce.
Hasta este momento el tema de la esclavitud no había estado en su lista de prioridades, pero ahora...
— General, d-de momento preferiría mantenerme al margen de sus negocios con esclavos. — Pide evitando los ojos del mayor. — Espero que respete mi decisión.
— La respeto, aunque no la entiendo.
— Créame, yo tampoco.
Comenta en una risa.
Washington voltea y se marcha.
"Laurens ¿Qué haré contigo? Estás corrompiendo a mis hombres"
Aunque, bueno, si aún a sabiendas de eso le había dado el puesto pues merecido se lo tiene.
¿Laurens es de lo más convincente verdad?
Bueno, oír a cualquiera hablar con esa confianza hace mella en uno.
Voltea para seguir con sus cosas y se encuentra con cierta persona recargada contra un árbol. Laurens le sonríe cómo si estuviera reclamando su victoria.
— Borra esa expresión presumida de tu rostro. — Demanda, desviando la mirada ¿Avergonzado? — N-no esperes que grite a los cuatro vientos estar en contra de eso. Sólo... no me sentía cómodo con esos papeles en mano.
Laurens ensancha su sonrisa y se acerca para tomar su hombro.
— No pensaba pedirte nada de eso.
El sólo ver que fue capaz de hacer que Lafayette le lleve la contraria al general le había subido la moral y la confianza de sobremanera.
[...]
Laurens guarda la carta de su esposa. Hará caso omiso a la petición de Martha de escribirle más ¿Qué podría decirle en todo caso?
— Ya me casé con ella ¿Qué más quiere?
Pregunta en un murmullo malhumorado. El no pidió casarse con ella.
"Ella no pidió que la embarazaras"
Le recuerda su subconsciente, haciéndole sentir culpable. Está perfectamente consciente de que Martha nunca sintió ni nunca sentirá más amistad por él y aún así aquello había pasado.
Recuerda poco y nada de aquella noche, gracias al alcohol. Pero los hechos ahí están, se habían equivocado y ahora un niño o niña venía en camino.
¡Eres una persona horrible!
Sacude su cabeza. No es cierto, no lo es.
Guarda la carta en un cajón de la habitación, junto con otras cartas de su esposa.
¿Nunca se cansaría de escribirle?
Desata la coleta de su cabello mientras lo revuelve.
¿Qué haría si aquella noche nunca hubiera sucedido? ¿Si nunca hubiera embarazado a su amiga?
La imagen de Hamilton llega a su mente.
No, no. El ya había acordado en mantener distancias con Alexander y, la verdad, la idea de que tenía una esposa es una perfecta excusa.
"Nunca podremos llegar a nada, ya estoy casado"
Se dice y funciona. Le ayuda a resignarse, a no querer más de lo que tiene ahora.
¿Debería sentirse mal por estar engañando a su esposa?
¿En serio prefieres irte y morir que formar una familia conmigo?
Aún recuerda el preciso instante en que su amistad se fue a pique. El momento en el que él levantó la mano y...
No, no, no ese recuerdo, no ese tono de voz.
Alexander vuelve a su mente.
¿Debería decírselo? ¿Debería decirle que tiene esposa? ¿Cómo reaccionaría?
Su parte lógica le dice que se enojaría, que le gritaría, le insultaría y lo mandaría a la mirada -Y con una muy buena razón, siendo sincero-
Pero sabe que no será así.
Alexander lloraría, preguntaría porque no se lo dijo antes, se aferraría a él sin dejar de llorar, escondería su pequeño y redondeado rostro en su pecho preguntándole "¿Por qué?"
Le besaría sin dejar de llorar.
No sabe si sería capaz de soportar eso.
Además, estamos hablando de Alexander Hamilton. Duda bastante que sólo por saber que está casado lo mande a la mierda. De hecho, conociendo a Hamilton, eso sólo aumentaría su deseo, sólo se aferraría a él.
Tal vez si Alexander tuviera una esposa, de alguna forma, estarían a mano.
La puerta se abre, es Alexander.
— Hola.
Saluda cortésmente.
— ¡Hola! — Hamilton corresponde el saludo animado, se acerca al mayor y le da un beso en la mejilla. — Te extrañé.
Se acurruca en el cuello del rubio sin borrar su sonrisa.
— No pasaron ni dos horas.
Responde con una leve sonrisa.
— De igual forma.
Da besitos en el hombro del mayor mientras se acomoda en la cama junto con él.
La calidez que Hamilton desprende se le hace rara, nunca había conocido a nadie así. Alguien tan sincero con lo que quiere.
Y todo parece indicarle al rubio que Hamilton lo quiere a él.
— ¿Algo que contar?
— Bueno, no es por presumir pero creo que logré pobre a Lafayette contra la esclavitud.
— ¡¿De verdad?!
Pregunta con una gran sorpresa. Lafayette es de ideas fijas, hacerle cambiar de opinión no difiere mucho de gritarle a una piedra que se moviera.
— Así es.
Contesta con una voz y expresión de lo más orgullosas.
— Sabía que podrías.
— Pffft, sólo lo sé por decir.
Dice Laurens sin saber que Alexander habla muy en serio. Pese a que oírle decir eso le sorprendió, Hamilton nunca había dudado de que Laurens pudiera cambiar la opinión de Lafayette, cuando John se propone algo ni Dios puede sacarle la idea de la cabeza.
Oír a Laurens hablar contra la esclavitud es un deleite para Hamilton, estaría dispuesto a pagarle a Laurens para oírle hacer es todo el día. Al ser John reservado normalmente el oírle defender un tema de forma tan apasionada es cómo estar en la novena nube para el pelirrojo.
— Hey, quería hablar contigo.
— ¿Sobre?
— Sobre... mí. Me gustaría que supieras más sobre mí.
Confiesa bastante feliz. Alexander no tiene problemas en abrirse a otras personas, tiene problemas en encontrar la ocasión para hacerlo y esta era una oportunidad perfecta.
Él no quiere que su relación con Laurens sea simple sexo, no quiere que una simple relación de amigos con derechos.
Para Alexander, John comienza a volverse sumamente importante, le parece una persona de lo más atrayente y maravillosa. Quiere que Laurens esté consciente de aquello, además de que quiere ser igual de importante para él y para hacerlo ¿Qué mejor forma que abrirle su corazón?
"Uno cosecha lo que siembra"
Así que debe trabajar en la relación que tanto desea con Laurens.
— ¿Sobre ti?
Pregunta Laurens enarcando una ceja. Alexander sin siquiera intentar esconder lo feliz que está con la idea de abrirse con Laurens.
— Sobre mí vida, me... gustaría que me conocieras más.
Aquél tono inocente sonroja al mayor. ¿Cómo Alexander logra verse tan inocente a veces?
— Está bien. — Aparta su cuaderno, centrando toda su atención en Alexander. — Cuéntame.
Le agrada la idea de saber más sobre Alexander.
Hamilton respira profundamente, luego mira a los ojos al rubio.
— Nací en el Caribe, tenía un hermano, mi madre se llamaba Rachel, mi padre... bueno...
Relató detalles de su vida que nunca mencionó a nadie. El abandono de su padre, la muerte de su madre, el cómo se separó de su hermano, el suicidio de su primo.
No se obligó a contarle nada, las palabras salieron solas, se siente en plena confianza cómo para contarle lo que sea sobre su vida.
Laurens escucha atento cada palabra interrumpiéndole únicamente para algunas preguntas ocasionales. La vida de Hamilton no había sido nada fácil ¿De dónde demonios ha sacado fuerzas para seguir adelante todo este tiempo?
Pese a todo Hamilton lucha cada día por vivir un día más, mientras que Laurens parece luchar por morir. Esa es una de las tantas diferencias entre esos dos.
— W-wow... — Exclama Laurens cuando su contrario concluye su improvisada biografía oral. — Yo... de verdad no sé qué decir.
Le encantaría decir algo, lo que sea pero no logra encontrar palabras que él considere adecuadas.
— No tienes que decir nada. — Le tranquiliza Hamilton. — Gracias.
— ¿Por qué?
Pregunta Laurens confundido ¿Qué ha hecho él que merezca un agradecimiento?
— Por escucharme.
— ...
Hamilton es en verdad simple en muchos aspectos.
— Yo debería agradecerte.
A John le es, literalmente, imposible abrirse a otros. Por lo que de verdad aprecia que Alexander lo haya hecho.
—...
Alexander no hace otra cosa que mirarlo sonriente. Sonríe cómo si estuviera esperando algo, aquello pone nervioso a John.
— Ehm... ¿Debería decir algo más?
El desconcierto de Laurens, hace sentir algo avergonzado a Hamilton.
— Bu-bueno yo... — Desvía la mirada al suelo. — ¿No te gustaría... contarme sobre ti?
Laurens entra en un pequeño ataque de pánico interno.
"No, no me gustaría nada"
— No... no hay mucho que contar en realidad. M-mi vida fue bastante aburrida hasta que decidí unirme al ejército.
— No creo que haya sido aburrida.
— L-lo fue, créeme. N-no hay nada de lo que me sienta especialmente orgulloso. — Su mirada se desvía hacia el cajón donde están las cartas de su esposa. — Comparada a la tuya...
— No me importa que haya sido aburrida, me gustaría escucharla de todas formas.
— ...
Tal vez podría contarle sólo un poco. Omitiendo ciertos detalles -Como su matrimonio- tal vez podría permitirle a Alexander acercarse...
— Y-yo... preferiría no hacerlo.
No, no puede, es mejor así para ambos.
Esa respuesta decepciona a Alexander.
— ¿D-de verdad no te gustaría contarme nada sobre ti? Cualquier cosa.
— Bueno... me gusta dibujar y-
— ¡Ya se eso John! — Le corta algo molesto — Hablo de cosas que no sepa sobre ti.
— ...
— Yo te conté bastante sobre mí ¿No te parece justo que tu también hagas lo mismo?
John, quien había elegido evitar los ojos azules-violetas de Alexander, le mira a los ojos ahora.
— Bueno, yo no te pedí que lo hicieras ¿O sí?
Esa seria mirada intimida al menor. John no está bromeando, de verdad prefiere no decir nada sobre sí mismo.
— Es que, yo quería que supieras más sobre mi y-
— Bueno, aprecio eso pero preferiría no devolver el gesto. No me gusta hablar sobre mí.
— ...
Otro golpe bajo por parte de Laurens.
John se está volviendo bueno en eso de lastimar al pelirrojo.
— Bien. La-lamento haberte incomodado.
Su "recompensa" es un beso sobre sus labios por parte del mayor.
— Gracias por entender.
— No te entiendo, sólo te doy el gusto.
Le encantaría poder molestarse pero le es difícil cuando Laurens le está besando. Laurens le hace sentirse a salvo, le hace sentir cálido.
Alexander quiere que John corresponda sus sentimientos, quiere devolver cada uno de las emociones y sensaciones que él le provoca. Pero el rubio no lo está haciendo nada fácil.
— Bien. — Laurens da por terminada aquella fugaz sesión de tiernos besos. — Me muero de hambre y creo que es hora de cenar ¿Vamos?
— Ve tú, yo... ya te alcanzo.
— ¿Seguro?
Pregunta Laurens no muy confiado. Alexander asiente con una sonrisa gentil. Laurens le sostiene la mirada unos segundos pero termina por darle el gusto, se va dejándole sólo.
No deja de sentirse mal, Alexander le había relatado toda su vida y él no le dijo nada.
"Estará bien, Alexander es fuerte"
Aún en su habitación Alexander repasa esa conversación.
No me gusta hablar sobre mi.
Esa fue su excusa.
"¿Crees que a mí me gusta ver como intentas suicidarte en cada batalla, en cada oportunidad que tienes? ¿Crees que me gusta que me ocultes cosas? ¿Qué seas tan frío?"
Unas silenciosas lágrimas acompañan esos pensamientos. Había estado aguantando las ganas de llorar desde que Laurens dio su primera negativa.
Llámenlo exagerado pero es que había le dolido, se había abierto como con nadie a Laurens y él...
— Tonto... — No sabe si está insultando a Laurens o a sí mismo. — Tonto.
Laurens tiene razón, Alexander es fuerte...
Pero sólo por fuera.
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